PARA FIDEL DESDE EL ROMERILLO

Omar González

Corrales abejaSi la realidad es testaruda, diríase que la imaginación es caprichosa. Siempre que pienso en Raúl Corrales lo imagino de pie, en la humildad de su guayabera transparentada por el uso, con unos espejuelos enormes, su cara de abeja y, véase la paradoja, como a un Hemingway de pequeña estatura en medio de una multitud a veces de milicianos, otras de campesinos y ocasionalmente de carboneros.

pesca de la aguja
Las razones que pudieran explicar esta recurrente y caótica superposición de imágenes, tienen que ver con el hecho de que Corrales era, al decir de Korda (otro demiurgo en el arte), “el más grande de los fotógrafos cubanos”. Y a los grandes se les conoce y recuerda por el legado de su obra.


Raúl Corrales fue lo que llamaban –entonces con más sarcasmo y fingimientos que ahora— un guajirito nacido en Ciego de Ávila en 1925. Eso sí, un guajirito tenaz, con mucho talento, audacia y compromiso con la realidad y destino de su pueblo; un guajirito que se hizo fotorreportero, después de haber sido asistente de laboratorio en 1944; un guajirito que llegó a publicar, no sin dificultades, varias de sus fotos en las principales revistas y algún que otro diario de la época. Hasta que triunfó la Revolución, y Corrales, que ya empezaba a ser pero todavía no era el Corrales prodigio que sabemos hoy, vio que las estrellas, las suyas, las del pobre y el páramo, por fin reinaban en la tierra. Y en el vórtice de su merecido ascenso, llegó a ser fotógrafo acompañante de Fidel entre 1959 y 1961, cuando, sin desligarse de él, pasó a desplegar su oficio en la Oficina de Asuntos Históricos adscripta hoy al Consejo de Estado. Fue en esa suma de gloria y de trabajo que las leyes de la vida, de la justicia, de la sabiduría y del prestigio alinearon los astros e hicieron que Osvaldo Salas, Korda y el propio Corrales formaran el trío de ases que mejor expresaría, en términos visuales, la epopeya revolucionaria de aquellos años.

Y aquí están, para probarlo por si hubiera dudas, hoy 13 agosto de 2016, día del nonagésimo cumpleaños de Fidel, las acreditadísimas imágenes de Raúl Corrales en la Sala de Arte “Martha Machado”, de Kcho Estudio Romerillo Laboratorio para el Arte. Pero, entiéndase bien, nada es fortuito en este gesto: todo ha sido pensado y hecho como homenaje al hombre que, con su pueblo, bajó el cielo a la tierra, puso en nuestras manos el futuro y situó la dignidad en el corazón de los cubanos y cubanas para todos los tiempos.

nochebuena con los carbonerosEl recorrido por esta muestra de poco menos de veinte imágenes protagonizadas por Fidel, nos permite visitar o revisitar grandes y pequeños momentos de una época en que todos los días fundábamos o descubríamos algo de la mano del jefe de la Revolución. Así, aquí estamos con él en la terminación de La Habana del Este, en marzo de 1959; en la cena de Nochebuena, también en 1959, en Soplillar, Ciénaga de Zapata –véase el niño que mira a cámara en la parte inferior de la imagen (¿Qué estará pensando? ¿Recuerdan Por primera vez, el documental de Octavio Cortázar? Cuánta ingenuidad y deslumbramiento en ambos casos)–;Fidel en la primera Zafra del Pueblo, en enero de 1961, quizás una de las imágenes de mejor factura y elocuencia en esta selección; también son expuestas varias instantáneas de la serie “Milicias”, entre las que sobresalen la que refleja el ascenso del batallón de jóvenes universitarios al Pico Turquino (1960) y la fechada el 15 de abril de 1961, en la concentración efectuada en la esquina habanera de 23 y 12, donde, en medio del dolor y la indignación, se proclamó el carácter socialista de la Revolución cubana; otra imagen clásica es la referida a la Primera declaracionDeclaración de La Habana, en septiembre de 1960, convertida más tarde en referente de la gran iconografía revolucionaria e, incluso, en ilustración de papel moneda, lo que no tenía precedentes en nuestro país; Fidel en el primer Congreso del Partido, en 1975; Fidel con el escritor norteamericano Ernest Hemingway en el torneo anual de pesca de la aguja, en 1960, en el que parece ser el único encuentro entre ambos; Fidel durante la invasión mercenaria de Playa Girón; Fidel en un encuentro con personalidades norteamericanas en ocasión de su viaje a Estados Unidos en 1959; Fidel en el fragor de una visita a Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud; Fidel mientras un cuartel es convertido en escuela y es entregado a los lugareños. Fidel, en fin, como Fidel.

Tal es el recorrido que esta bien pensada muestra de obras de Raúl Corrales, Premio Nacional de Artes Plásticas en 1996, propone como regalo a quien, mereciéndolo todo –incluso el reposo del guerrero–, nos agradece, como ha hecho ayer y ha publicado Granma hoy, desde su ancestral hidalguía, “las muestras de respeto, los saludos y los obsequios que he recibido en estos días, que me dan fuerzas para reciprocar a través de ideas que trasmitiré a los militantes de nuestro Partido y a los organismos pertinentes”. Así es Fidel, siempre en deuda con su pueblo, siempre enemigo de toda vanidad.

retratados por fidelSi recordar es volver a vivir, tener la ocasión de ver lo que recordamos, como ocurre con esta exposición, significaría algo así como vivir con argumentos o, lo que es lo mismo, creer con convicciones. No es otra la razón que explica el estado de gracia que se alcanza en este encuentro con el Fidel de los primeros años de la Revolución; ni otros los motivos en que se fundamenta la lealtad de los cubanos a lo que, inobjetablemente, simbolizan Fidel y su hermano Raúl.

13.08.2016

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