
A salvo en sus cámaras de alabastro,
Insensibles al amanecer y al mediodía,
Duermen los mansos miembros de la resurrección,
Viga de raso y techo de piedra.
La luz se ríe de la brisa en su castillo sobre ellos,
Murmura la abeja en un oído imperturbable;
Trinan los dulces pájaros en cadencia ignorada,
-Ah, ¡cuánta sagacidad aquí perecida!
Solemnes pasan los años, crecientes, sobre ellos;
Los mundos recogen sus arcos y los firmamentos reman,
Se arrojan diademas y se rinden los dux,
Tácitos como puntos sobre un disco de nieve.
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Cuando cuento las semillas
sembradas allá abajo
para florecer así, lado a lado;
cuando examino a la gente
que tan bajo yace
para llegar tan alto;
cuando creo que el jardín
que no verán los mortales
siega el azar sus capullos
y sortea a esta abeja,
puedo prescindir del verano, sin queja.

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HASTA AQUÍ EL POST DEL AUTOR DEL BLOG.
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