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LA AMABLE BOTÁNICA DE PABLO ARMANDO FERNÁNDEZ. EUGENIO MARRÓN CASANOVA

EUGENIO MARRÓN CASANOVA

A la sombra y el cuidado de su familia, alejado desde hace rato de la vida pública y sus compromisos, como un vetusto patriarca que descansa luego de dilatada y fructuosa travesía por una vida plena en acontecimientos y personajes, Pablo Armando Fernández arriba el dos de marzo de 2021 a sus 92 años de edad.

Nacido en el central Delicias de la entonces provincia de Oriente, el poeta cuya obra constituye uno de los momentos más altos de la lírica cubana de la segunda mitad del siglo veinte, ha sido un infatigable devoto del entorno natural y ello puede verificarse con creces al entrar en sus páginas. Desde poemas iniciales de su obra –escritos de 1947 a 1953–, recogidos en El pequeño cuaderno de Manila Hartman (Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2003), pasando por Toda la poesía (Ediciones R, La Habana, 1962), hasta los textos de espléndida madurez que abarcan buena parte de su poética entre 1963 y 1983, reunidos en Campo de amor y de batalla (Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1984), y sin dejar a un lado los bríos que se prolongan en títulos recientes como Reinos de la Aurora (Fundación Jorge Guillén, Valladolid, 2001) o il dilettoso monte (Ediciones Holguín, 2009), Pablo Armando Fernández ha dejado constancia de esa otra vocación que, aparte de la poesía, forma parte de su vida: la de botánico

Experto y amante de las flores y los árboles, las frondas y las vegetaciones, y de modo especial las de Cuba y sus parajes más diversos, el poeta ha sido siempre seducido por todo aquello que demarca tales propiedades, también presente en sus predilecciones por la pintura de grandes maestros cubanos que, de una forma u otra, han hecho sus personales lecturas de la naturaleza primigenia insular y sus infinitos caminos. Tales condiciones no sólo se articulan como sostén para enaltecer exploraciones y afinidades, sino además expresando las visiones que el escritor guarda en sus cotos de mayor predilección: los reservorios del aprendizaje, la familia y el amor.

“La amable botánica de Pablo Armando” –me ha contado el poeta en alguna entrevista– llamaba su amigo Heberto Padilla a la devoción que aquel sentía por la naturaleza y por las plantas: búsqueda sin sosiego del paisaje como alimento espiritual, arborescencia para describir o recalcar los límites del tiempo ido, pero también prontuario de los afectos que convidan a la expansión en el calado de su escritura. Amapolas, crotos, helechos… El inventario de la naturaleza que puede hallarse en sus libros se explaya en luminosidades y sombras, a tono con los cortejos de la memoria.

El carácter elegíaco que viene a señalar buena zona de la poesía de Pablo Armando, tanto en los textos de pronta y solícita viveza, como en los que se dilatan en los apremios de remembranzas tan disímiles como vehementes –las certidumbres del amor, el paso de los años, los asomos del dolor, el recuento del pasado–, se abre no pocas veces con la “amable botánica” apuntada por el autor de Infancia de William Blake como su mejor presentación. Tal es el caso de la serena, doliente y luminosa Suite para Maruja –incluida en Campo de amor y de batalla–, que ya en los versos iniciales tiene en la flora su soporte:

“La primavera, dices, y escojo madreselvas,
geranios y begonias.
A casa vuelves con los pies mojados,
la falda llena de guisasos ásperos.
verbenas sin olor en los cabellos
y entre las manos, romerillo y malvas”.

En los poemas tempranos de Pablo Armando –afincados en los recuerdos de su infancia y adolescencia en el entorno del central Delicias– tiene la naturaleza –advertida siempre en la presencia protagónica de hierbas y flores– un despliegue que no resulta gratuito a la hora de una confesión muy precisa, como es el caso del “Poema 7” en Salterio y lamentación (Úcar, García, S.A., La Habana, 1953), en correspondencia con la serenidad de ánimo que la subraya:

“La flor del romerillo, el rastrillo
en el patio, abandonado.
Los arbustos de albahacas, aromosos.
La salvia, otras plantas que el Viernes Santo
sembró mi madre”.

Aquel protagonismo de “hierbas y flores” ya advertido, viene a alcanzar, con total dominio, una plenitud de orígenes en descripción que exalta la entraña del paisaje. En Toda la poesía, en la sección titulada “Islas” y que es parte de los “Cantos” –sección que bien puede tenerse como una reescritura muy personal del Diario de Navegación de Cristóbal Colón–, las plantas, más que datos a favor de una relación en extremo detallada, deslindan la intimidad del asombro a la hora de nombrar el bautismo de aquella perspectiva natural:

“Retablo alucinante del matorral:
cobre y oro de bayas gigantescas;
rumorosos jabillos, añil como el rocío, transparentes.
La yagruma senil, enmascarada, es un cautivo dios.
La monodia verde.
Juegan las voces en el matorral.
Juegan a ser el mar, el monte.
Juegan a ser el aire.
El ocre siempre es Rey
y elige entre sus máscaras.
Para él no existe cosa despreciable.
Las lilas son sus hijas,
las lilas abominan del veneno.
Entra el imaginador”.

En su novela Los niños se despiden, que conquistara el Premio Casa de las Américas en 1968 –y de la que uno de los miembros del jurado, el gran novelista peruano José María Arguedas, dijera que “Pablo Armando Fernández vive alucinado y consciente el infinito universo que forman los hombres, las plantas, los frutos cargados de las más diversas y prodigiosas esencias de la gran isla” –, la naturaleza y su caudal tienen un vigor excepcional que se dilata en visiones de plácido y aquiescente erotismo : “Y su aroma era embriagador, y cuando tocó a su frente despertó en ella el recuerdo del monte antiguo de maderas preciosas, y ella estaba tendida sobre una cama de hojas olorosas y frescas y transparentes como el rocío, y su carne era por dentro limpia y suave como la pulpa del anón, y por fuera pulida y luminosa como el cristal de las mostacillas…”.

Ejemplos igualmente a tener muy en cuenta se hallan en su novela Otro golpe de dados (Editorial Letras Cubanas, 1993), saga familiar afincada en el siglo XVIII, mosaico admirable de historias y personajes en torno al establecimiento de los colonos cafeteros franceses en las serranías adyacentes a Santiago de Cuba. La mirada del novelista así lo confirman sin olvido de su condición de poeta: “Las resedas estaban florecidas. Sus racimos de variado color desafiaban a las flores de los cafetos que, desde las copiosas y redondas ramas, hacían ostentación de su blancura. Y era una fiesta ver el ámbar y el dorado, el gualda y el jalde y todas las gamas del verde y el amarillo en naranjas, toronjas, pomelos, mandarinas y limones. Y era una fiesta para el olfato. Anduve despacio a la sombra de las tupidas frondas de los mangos hasta donde las matas de plátano exhibían sus hermosos racimos verdes, y el aire de la mañana arrullaba tiernamente las pencas de los cocoteros, semejantes a abanicos de plumas enormes”.

Hace años, en una entrevista incluida a manera de epílogo en Lo sé de cierto porque lo tengo visto, antología de sus poemas que tuve la satisfacción de hacer para la Editorial Plaza Mayor, de Puerto Rico, en 2002, el poeta me confesaba algo que resulta cardinal a propósito de estas líneas: “La búsqueda infinita de lo cubano me conducía siempre al paisaje”. Sobre esa búsqueda, precisamente, podrían ubicarse las palabras de José Lezama Lima cuando advirtió, a propósito del autor, que “su poesía tiene algo de la yagruma con luna, pero después despierta en la madre del gran río americano”. En esa corriente anida el soplo de la amable botánica de Pablo Armando Fernández.

Fuente: RADIO ANGULO

Y CON EL TREN LLEGÓ EL CINE… JUAN CARLOS GONZÁLEZ

Llegada de un tren a la estación de la Ciotat, de Louis Lumière

“A medida que el tren se acercaba empezó el pánico en el teatro: la gente saltaba y corría. Ese fue el momento en el que nació el cine; no fue simplemente cuestión de técnica o de una nueva forma de reproducir el mundo. Lo que resultó fue un nuevo principio estético” -Andrei Tarkovski, Esculpir en el tiempo.

JUAN CARLOS GONZÁLEZ*

Tiempo-de-cine

“Los señores Lumière -padre e hijos- de Lyon, ayer por la noche habían invitado a la prensa a la inauguración de un espectáculo verdaderamente extraño y nuevo, cuya primera exhibición había sido reservada al público parisiense. Imagínese una pantalla ubicada en una sala, por cierto no demasiado grande. Esta pantalla es visible para el público. Sobre la misma aparece una proyección fotográfica. Hasta aquí nada nuevo. Pero, de repente, la imagen de tamaño natural o reducida según las dimensiones de la escena, se anima y se hace viviente. Hay una puerta de una fábrica, que se abre dejando salir una multitud de obreras y obreros algunos en bicicleta, con perros que corren y coches; todo se anima e inquieta. Esto representa la vida misma, el movimiento tomado en vivo. Aparece después una escena íntima. Una familia reunida alrededor de una mesa. El niñito deja escapar de los labios un biberón que el padre le ofrece, mientras la madre sonríe. Al fondo, los árboles se agitan. Se ve cómo un golpe de viento levanta el babero del pequeño. Y, finalmente, ¡el vasto Mediterráneo! El mar está primeramente inmóvil. Un joven de pie sobre las olas que avanzan espumantes y el bañista se sumerge, seguido por otros nadadores. Burbujea después de la zambullida para romperse sobre sus cabezas. En cierto momento son arrastrados y se deslizan sobre las rocas. La fotografía, entonces, ha cesado de fijar la inmovilidad. Perpetúa, ahora, la imagen del movimiento. La belleza de la invención reside en la novedad y la ingenuidad del aparato. Cuando estos aparatos sean de público dominio, cuando todos puedan fotografiar a los seres queridos, no ya en forma inmóvil sino en el movimiento de la acción, en sus gestos familiares y con las palabras a flor de labios, la muerte cesará de ser absoluta” (1). La crónica, escrita por un periodista anónimo del periódico La Poste, el 30 de diciembre de 1895 da cuenta de un acontecimiento singular ocurrido dos días antes, el 28 de diciembre, cuando los hermanos Lumière -Louis y Auguste- realizaron la primera exhibición pública y comercial de su cinematógrafo. La cita era en el exótico Salón Indien, en los bajos del Grand Café, número 14 del Boulevard des Capucines entre la Opéra y la Madeleine-, a donde se llegaba por una escalera de caracol, luego de pagar una entrada de un franco. El salón había sido seleccionado por el fotógrafo parisino Climent Maurice y en el funcionaba previamente una sala de billar.

Se trataba de un programa de diez cortometrajes de veinte minutos de duración total, que en su momento de apogeo llegó a exhibirse veinte veces diarias. Los cortos, denominados “actualidades”, incluían en su orden, La salida de los obreros de la fábrica (La Sortie des ouviers de l’usine Lumiere a Lyon), La VoltigeLa Pêche aux poissons rougesLe débarquement du congrès de photographie à LyonLes Forgerons, Le jardinier (L’arrouseur arrose)Le repas (de bébé)Le saut à la couvertureLa place des Cordeliers a Lyon y La mer (Baignade en mer). Entre los 33 invitados a la exhibición inicial se encontraban Gabriel Thomas, director del museo Grèvin; Lallemand, director del Folies-Bergére y Georges Méliès, por entonces director del Teatro Robert-Houdin. Méliès fue invitado personalmente por el padre de los inventores, Antoine Lumière, encargado de la parte comercial del invento. Recordaba Méliès que “Los otros invitados y yo nos vimos de repente frente a una pequeña pantalla, similar a las que usamos para… proyecciones. Luego de unos minutos se proyectó una fotografía fija mostrando la plaza Bellecour en Lyon. De alguna forma sorprendido, le susurré a mi vecino: «¿Nos han traído aquí solo para ver proyecciones? ¡Las he estado haciendo por más de diez años!». Apenas había acabado de hablar cuando un caballo que empujaba una carreta empezó a galopar hacia nosotros, seguido de otros vehículos, luego transeúntes, en resumen, todo el bullicio de la calle. Viendo esto, estábamos allí con la boca abierta, conmocionados, sin habla del asombro. Al finalizar la proyección, todo era locura y todos queríamos saber como podíamos obtener los mismo resultados” (2).

La Llegada de un tren a la estación de la Ciotat (L’arrivée d’un train en gare à la Ciotat, 1896) fue incluida en el programa días después, en enero de 1896. Este es un corto compuesto de una sola toma, con una duración aproximada de 40 segundos, en la que desde el fondo de la pantalla aparecía un tren que se acercaba hacia el frente, de derecha a izquierda, para detenerse ya fuera de campo, mientras vemos a la gente a su alrededor subir y bajar. La novedad de la toma es que, a diferencia de las demás “actualidades”, esta no representaba el movimiento de forma lateral sino en dirección a la cámara, ganando un dinamismo del que se carecía hasta el momento. Esos segundos de filmación contienen además, sin quererlo, todas las tomas que se convertirán eventualmente en la base del cine tal como lo conocemos: plano general, plano medio y primer plano, gracias al movimiento interno de los personajes dentro del cuadro, no de la cámara. “Y esa perpetua variación del punto de vista permite extraer del film toda una serie de imágenes tan diferentes como los planos sucesivos de una edición moderna” (3), escribe Georges Sadoul.

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PAPI. NATASHA DÍAZ-ARGÜELLES

De pronto, estuve frente al obelisco y comencé a imaginar aquellos instantes cuando la columna iniciaba el viaje, el momento de la explosión de la mina blackmore americana (…), cómo sacaban a mi padre de la BTR destrozada, cómo atendían al resto de los compañeros heridos, cómo a pesar de sus heridas mortales seguía dando indicaciones…

NATASHA DÍAZ-ARGÜELLES

La Habana, 11 de diciembre de 2020

Hace 5 años, gracias a la invitación que me hiciera el gobierno angolano y con el apoyo de la embajadora de Cuba en Angola, Gisela García, pude cumplir un sueño, que durante 40 años estuvo guardado en mi corazón: ir al lugar donde una mina antitanque cegó la vida de mi padre, Raúl Díaz-Arguelles García un 11 de diciembre de 1975.

En aquella ocasión, escribí una crónica de viaje, para que todos pudieran conocer, de primera mano, cómo fue el trayecto a aquel lugar remoto en medio de la selva; y cómo fue que conocí lo que sucedió en aquel fatídico accidente que puso fin a su vida.

Hoy, que se cumplen 45 años de su muerte, quisiera recordar aquellos momentos que viví viajando hacia lo desconocido.

Angola, 11 de diciembre de 2015.

Estamos en Sumbe, saldremos en pocas horas al encuentro con la Historia. Se cumplen 40 años de la muerte de Raúl Jaime Díaz-Arguelles García, Domingo Da Silva para los angolanos, general de brigada y Héroe de la República de Cuba; pretendo cumplir con mi sueño y compromiso de ir a su encuentro, volver sobre sus pasos y conocer cómo fueron sus últimas horas en medio de la selva, luchando junto a los camaradas angolanos, donde una mina antitanque le destrozara la femoral y muriera horas después.

Nos levantamos temprano en el campamento de los colaboradores cubanos en esa ciudad, el grupo de expedicionarios integrado por funcionarios de la Embajada cubana y algunos colaboradores escogidos. Nos preparamos para partir a las 5:30 de la madrugada. Tiempo húmedo, pronosticaban lluvias para la localidad de EBO, nuestro destino final.

Llegamos primero al Palacio de Gobierno y ya nos esperaba el general Eusebio de Brito Texeiras, gobernador de la provincia de Cuanza Sul. Luego de visitar la gobernación, nos dispusimos a partir. El general Eusebio dio las orientaciones del recorrido y la caravana partió a las 6 de la madrugada. Una delegación muy grande asistiría a esta aventura, generales angolanos que lucharon con mi papá, representantes de la provincia de Cuanza Sul y dirigentes del gobierno. Nuestro jeep casualmente era el 4to en el orden de marcha.

El viaje era largo, teníamos que llegar al municipio de Ebo y proseguir hacia la aldea de Hengo, donde murió, y donde se ha construido un pequeño obelisco de piedra, realizado por constructores de la UNECA. El trayecto de Sumbe a Condé fue bueno, pudimos avanzar sin contratiempos, la carretera de asfalto facilitó el avance. Pudimos apreciar la grandeza de la naturaleza africana, sus paisajes deslumbrantes, vegetación, ríos caudalosos, cascadas. Me contaban que los aldeanos del lugar enterraban a sus jefes en la cima de las montañas, en tumbas circulares elaboradas con piedras, y los ponían sentados. Mientras más alta era la tumba, más alto el rango dentro de la aldea. ¡Qué tradición!

Al llegar a Condé, paramos donde estuviera el puesto de mando de las tropas cubanas y angolanas, en esa casa, hoy puesto de policía, se diseñó la estrategia del Combate de EBO, operación que dirigiera con gran destreza Domingo da Silva y donde el enemigo fue rechazado exitosamente, sufriendo una aplastante derrota. A partir de este momento, como han reconocido todos los estudiosos del conflicto africano de los setenta, cambió el curso de la guerra en el Frente Sur. Fue una victoria decisiva en aquella circunstancia. Las tropas revolucionarias se fortalecieron en fuerzas y medios y se aprestaron a desarrollar algunas acciones ofensivas que crearían las condiciones para pasar posteriormente a una ofensiva general.

Iko Carreira, ministro de Defensa angolano en 1975, escribió: “La Batalla de Ebo resultó decisiva y la victoria se debió sobre todo, a Díaz-Argüelles, el cual pasó a ser una leyenda en la historia moderna de Angola”.

Seguimos camino hacia Ebo, en el trayecto pude ver el escenario de la batalla, los puentes volados, dónde se ubicaron las emboscadas de las tropas cubanas/angolanas que hicieron el embudo a las tropas sudafricanas y las cerraron con fuego de artillería; pude vivir aquel instante escuchando las palabras de Jorge Crespo, esposo de la Embajadora cubana, Gisela García, contándome la historia. Jorge, pudo darme todas estas explicaciones por las visitas previas que hizo al lugar y sus encuentros en la etapa de preparación de la jornada, con los Generales angolanos Luis Fasceira, M´Beto Traça, el Coronel Trocado y otros combatientes que fueron compañeros de lucha de mi papá. A partir de aquí, las condiciones del camino se hicieron más difíciles. La lluvia hacía casi inaccesible transitar por esos parajes, pero el empeño y la voluntad de llegar, hicieron posible esta hazaña.

El trayecto duró aproximadamente una hora, los carros tenían que ir despacio, lagunas de fango encontrábamos a cada paso. Pasamos por muchas aldeas donde sus habitantes se paraban al lado del camino para decirnos adiós. Un sendero, construido días antes para hacer más factible la llegada. Entonces pensé, cómo habría sido 40 años atrás este camino intransitable que tuvieron que recorrer en BTR y a pie aquellos valerosos soldados.

Llegamos al municipio de Ebo y continuamos hacia Hengo, cada minuto que pasaba mi corazón latía más fuerte. Ya faltaba mucho menos para estar en el mismo territorio donde ocurriera la explosión de la mina antitanque.

Entonces, pasamos un puente de troncos de árboles, y a unos cuentos metros, subiendo una colina llegamos al lugar donde 40 años atrás, la columna de vehículos blindados autopropulsados, BTRs, estaba lista para partir al rescate de un grupo de cubanos atrapados por el fuego de los sudafricanos. En un paraje aislado, flanqueado de montañas de rarísima apariencia, pues son piedras gigantescas casi lisas, se levantaba un modesto obelisco que recuerda el paso del héroe.

No tengo palabras para describir aquel instante en que mis ojos vieron ese sitio mítico, sitio que durante tantos años había tratado de imaginar. Más de un centenar de habitantes de Ebo, 400 kilómetros al sur de Luanda, se reunió allí para honrarlo.

Al bajarnos, los sobas de la región (autoridades religiosas), nos dieron la bienvenida, nos untaron un ungüento verde-amarillo en la mano, nos bendecían por llegar hasta allí. De pronto, estuve frente al obelisco, y comencé a imaginar aquellos instantes cuando la columna iniciaba el viaje, el momento de la explosión de la mina blackmore americana, reforzada la potencia del estallido con uno o dos obuses de mortero 60 mm, cómo sacaban a mi padre de la BTR destrozada, cómo atendían al resto de los compañeros heridos, cómo a pesar de sus heridas mortales seguía dando indicaciones, cómo lo cargaron, lo montaron en un jeep y a toda la velocidad que permitía ese carro, se lo llevaron hacia el puesto médico.

No pude aguantar tanto dolor y emoción: las lágrimas comenzaron a brotar, quería contenerlas pero no podía, 40 años de dolor en mi corazón, 40 años de angustia, se desataron de pronto. Caminé hacia el obelisco y le puse 9 rosas rojas y le dije: “Papi, ya estoy aquí, descansa en paz”.

Comenzó el acto de recordación y de pronto, me entregarían un presente, los habitantes de EBO me declaraban “Embajadora de Ebo ante Cuba y ante el mundo”. Fue una ceremonia muy bonita, me vistieron con sus ropas de gala, me colocaron en la cabeza una cesta con frutas y maíz. Desde ese instante sería hija de esa tierra, y mi padre supe entonces que era “el hombre blanco con espejuelos oscuros que vino de muy lejos a ayudarlos”. Luego, canciones, discursos y cerca de las 12:30 del día concluyó en medio de un gran aguacero. Según los nativos tenía que llover, era el homenaje de sus dioses a mi padre.

Luego, el regreso, volver por donde mismo llegamos a este inhóspito lugar. Iniciar el retorno, con la lluvia sobre nosotros, pero satisfechos del deber cumplido. Llegamos a Sumbe luego de dos horas de camino, allí en el aeropuerto militar nos esperaba un helicóptero que nos llevaría a Luanda. Lo montamos e iniciamos el ascenso, poder apreciar desde lo alto la maravillosa tierra angolana, era sin dudas una gran oportunidad, un espectáculo impresionante. Pasada una hora y 20 minutos, aterrizamos en el aeropuerto de Luanda, allí nos esperaba el General Francisco Lopes Gonçalves Afonso “Hanga”, Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Aéreas Angoleñas.

Así concluía esta hermosa odisea, ir al encuentro de mi padre, y rehacer su último día de vida en medio de la selva angolana. Mi corazón sangra de dolor, pero de igual forma, con la misma intensidad, estoy orgullosa de haber cumplido este sueño, que durante 40 años vivió dentro de mí: volver por esos senderos, sobre sus pasos, en busca de él y de la Historia, así, con mayúsculas.

Fuente: CUBADEBATE

OFELIA, ES DECIR, BROSELIANDA. NORGE ESPINOSA

NORGE ESPINOSA

Nadie tenía esa voz ni esa manera de estar en escena. Nadie, me digo, y tal vez me deje engañar por la noticia que nos quiere hacer creer que ya no la veremos de ese modo bajo las luces de un tablado. En todo caso, me digo, nadie más será Broselianda Hernández, y eso me redobla el dolor y el desasosiego de un día de lluvia, en el que su fallecimiento está haciendo estremecerse a todo aquel que la admiró y la aplaudió.

Era hija de gente de teatro. De Rosa Ileana Boudet y de Rolen Hernández. Y luego estuvo también la presencia de Rine Leal. De ellos le vino el amor por la escena y la poesía. Y hasta aquellas canciones de la Guerra Civil Española que cantaba en los momentos más insólitos. Se graduó del Instituto Superior de Arte. Mi primer recuerdo de su voz y de su rostro vienen de la Ofelia que interpretó junto al elenco del Teatro Buscón. Qué lujo el llegar al teatro en grande, con Shakespeare y de la mano de José Antonio Rodríguez, Elena Huerta, Aramís Delgado y otros tan notables. Un personaje es también un destino. Me digo eso ante la noticia que nos deja saber que ella, como Ofelia, halló la muerte entre las aguas.

No se le podía definir más que como un relámpago. Su voz llegaba sin esfuerzo hasta las últimas filas, pero iba también cargada de emociones y de algo que podía, en efecto, acercarse a la poesía. De algún modo, el cine, la televisión, el teatro, no podían contenerla. Aparecía en esos medios, pero vivía además con la intensidad propia de una actriz absolutamente todo. Así encarnó a Escipión en Calígula, y a la Julieta de El Público. Y protagonizó Bacantes, a las órdenes de Flora Lauten, en el Buendía, en una puesta en la que parecía no cerrar nunca los ojos. Volvió a Teatro El Público, con Carlos Díaz, para ser Fedra. Y el escenario del Trianón ardía, en esa puesta en la que quise regalarle nuevas líneas cortadas a la medida de su temperamento.

“La madre de José Martí soy yo”, cuentan que le dijo a Fernando Pérez. Y vaya si supo demostrarlo en José Martí. El ojo del canario. Ahí rinde tributo a Leonor Pérez, a Raquel Revuelta, y halla un perfil inolvidable como la progenitora del Apóstol, dando vida a la imagen de aquella matrona fuerte que hizo temblar a la soldadesca tras los sucesos del Teatro Villanueva. En todo, digo, era ella ese ardor. Abría los brazos y nos contenía en su garganta.

Le bastaba una escena bien escrita, por breve que fuera el papel, como demostró en Barrio Cuba, para no dejar indiferentes a los espectadores. No sé de qué manera vamos a extrañarla; pero sí puedo hablar, tal vez, de cómo vamos a recordarla. Quizás con la misma intensidad con la cual ella quiso hacerlo todo. “Soy una mujer que lo quiere todo”, dijo en una de sus entrevistas. Y no puedo imaginarla bajo mejor retrato.

Como a Ofelia, digo, la hallaron entre las aguas. En el mar de Miami, y hasta acá esas aguas nos han traído esta oleada de tristeza. Los golpes que nos ha propinado el año han sido muchos, y este en particular ha sido de los más tremendos. La recuerdo en Perla marina, en Morir de noche. En Las honradas o en Yerma. La recuerdo, tal vez, a través de la lluvia de esta tarde. A ella, que se reía de modo tremendo y de pronto declamaba una línea de Borges, o confesaba su anhelo de ser dirigida por Almodóvar alguna vez.

Cuando Broselianda Hernández irrumpía, todo era posible. Lo sigue siendo. Lo demuestran los mensajes que se niegan, como yo, a darle una despedida. Y los que aún esperan al final de la función para verla, como la mejor Ofelia, saliendo a recibir una ovación tan larga y cálida como su Habana.

Fuente: La Jiribilla

PAUL LEDUC Y SUS FULGURANTES IMÁGENES. FRANCISCO JAVIER GUERRERO

FRANCISCO JAVIER GUERRERO*

“No, Ripstein, no –exclamé dirigiéndome a una persona inquieta y lúcida–; Ripstein es un buen director, perono es el indicado. El documental debe realizarlo Paul Leduc.”

Aquella persona representaba a los grupos armados que se habían rebelado contra el gobierno dictatorial de El Salvador a partir de 1979. Buscaba a algún realizador mexicano que hiciera una película o un documental sobre la guerra civil en el país de Roque Dalton. Siguió mi consejo y se conectó de inmediato con Paul que para entonces no estaba bien enterado de lo que sucedía en esa nación hermana.

Paul aceptó de inmediato la propuesta y viajó a El Salvador, que estaba envuelto en llamas, y con notoria rapidez germinó una muestra sorprendente de lo que había percibido en el país donde Farabundo Martí se había sublevado en 1932. Vibrantes emociones y notorias aventuras vivió Paul en esa empresa.

Recomendé a Paul porque era un hombre multifacético, porque exploraba los senderos de lo ignoto y tenía una sapiencia a flor de piel, porque en todo se interesaba y, como decía Terencio, nada humano le era ajeno. Habiendo estudiado arquitectura, resultaba un antropólogo nato y sentía un ardor febril por la solidaridad con los marginados.

En El Salvador se entrevistó con personas de todas las corrientes políticas y clases sociales, no dejó hueco sin llenar; incluso, valientemente protegió a muchas personas que fueron agredidas en un terrible acto de represión el 22 de enero de 1980.

Logró realizar el documental y pudo sacarlo clandestinamente, titulándolo con el nombre Historias prohibidas de Pulgarcito, producto que llegó a conocerse en varias naciones y exhibió el anhelo de justicia del pueblo salvadoreño.

Hace muchos años, cuando éramos menores de edad, pregunté a Paul si creía que unos polizontes habían aprovechado su reloj; él lo cedió, buscando no ser arrestado por los supuestos guardianes del orden, que se retiraron muy satisfechos. En aquella época anhelante de cambios sociales, nos dedicábamos a hacer pintas en madrugadas frías para llenar paredes y muros con reclamos a los gobiernos. Él estudiaba en un colegio fundado por los republicanos españoles y yo en otro de la misma raigambre.

Con sobrada razón, Paul ha sido considerado un gran cineasta. Estudió el arte cinematográfico en Francia y se conectó en especial con Jean Rouch, impulsor señero de la antropología visual; fue entonces cuando Paul empezó a crear y a tejer ensueños, a producir fulgurantes imágenes y a crear escenarios visuales donde los espectadores descubríamos raíces desconocidas en todo aquello que nos parecía normal y cotidiano.

Paul no estaba muy convencido de que existiera una Época de Oro del cine nacional. Es cierto que en ese periodo se habían realizado muy valiosas y sorprendentes películas, como algunas dirigidas por Alejandro Galindo o Ismael Rodríguez y también las elaboradas a partir del brillante y retorcido cerebro de El Indio Fernández. Pero la mayoría de lo producido eran churros, en ocasiones repelentes. Además, muchos lúcidos directores, como Juan Bustillo Oro o Julio Bracho, súbitamente producían esperpentos que no eran dignos de sus propias honduras. ¿Qué es lo que tienen en común aquel excelente filme llamado El hombre sin rostro con Las engañadoras? ¿Acaso hay un parentesco entre Guadalajara en verano y La sombra del caudillo?

Pero Leduc, junto con otros críticos, fundó el grupo Nuevo Cine, porque es lo que querían hacer, un nuevo cine. Y Paul lo hizo: un cine independiente, crítico, impugnador, despertador de conciencias. Siempre me llamó la atención la ausencia de protagonismo estéril en su obra; contrastó siempre con esos intelectuales e intelectualillos que no cesan de vanagloriarse y presumir de sus inagotables hazañas; era sociable y retraído a la vez, pero no sólo sus cintas eran obras de arte, sino también su vida entera.

A Leduc no le hacían gracia divos ni divas. Le parecía que muchos actores se interpretaban a sí mismos todo el tiempo; Negrete era siempre Negrete y nunca podía hacer un papel como el de Yago; María Félix era siempre La Doña y nunca podía hacer un rol como el de la Marianela, de Pérez Galdós, y Cantinflas terminó siendo una caricatura de sí mismo.

Por eso Paul prefirió laborar con actores a veces profesionales y a veces no, pero siempre versátiles y enriquecidos, decididos a trabajar conjuntamente con él. En particular, lanzó al estrellato a Ofelia Medina, que al rencarnar en Frida Kahlo llenó de estrellas el firmamento cinematográfico e impulsó la fridomanía.

En una famosa canción se expresa lo siguiente: Cuando tú te hayas ido, me envolverán las sombras; por el contrario, Paul, tú no te has ido, siempre estás presente en nuestras mentes y corazones, en las almas de tus amigos y familiares y de cualquier persona que te haya conocido, y nos envuelves con tus luminosidades.

* Antropólogo e investigador del DEAS

Fuente: La Jornada

ESE NOMBRAR LAS COSAS DE ELISEO DIEGO. MAGDA RESIK AGUIRRE

MAGDA RESIK AGUIRRE

Hombre gentil, con un rostro que emanaba ternura y agudeza de pensamiento, fue sin dudas el gran poeta Eliseo Diego o Eliseo Julio de Jesús de Diego Fernández-Cuervo. Recuerdo la primera impresión de su persona ―de esas que duran para siempre― cuando se inclinó ante la poetisa Dulce María Loynaz, en su casa de El Vedado, para besarle la mano en hermosa reverencia.

En mi juventud temprana, no comprendía del todo la significación de esa escena de la cual tuve el privilegio de ser testigo en julio de 1993: el primer encuentro entre dos grandes de la literatura cubana y universal porque, aunque puede parecer insólito, a esas alturas de la vida adulta se habían leído mutuamente, pero nunca se habían encontrado.

En lo que sí me acompañó la osadía fue en solicitarle de inmediato una entrevista al autor de En las oscuras manos del olvidoDivertimentos y En la calzada de Jesús del Monte, entre otras producciones poéticas inolvidables. Justo cuando se hizo pública la noticia de que, entre 195 escritores de todo el mundo, un cubano recibía el premio Juan Rulfo, tercero en importancia después del Nobel y el Cervantes, el galardonado Eliseo encontró tiempo para la entonces reportera de Juventud Rebelde.

Su despacho, repleto de objetos maravillosos y libros por doquier, fue el escenario elegido por el también magnífico ensayista. Inició en la profunda comodidad de ese espacio el anecdotario que, a modo de libro, prometió tributar en varias entregas a la entrevistadora. No he conocido a alguien que supere a Eliseo Diego en esa exactitud matemática para emplear el vocabulario. Al transcribir sus declaraciones comprendí que no había necesidad de editar frase ni giro alguno, pues la poesía impuso una síntesis perfecta a su oralidad.

Eliseo Diego, de quien celebramos este año su centenario, era como un habitante del Tiempo. El universo todo fue su espacio para la inspiración, y los grandes escritores de otros siglos podían ser en el XX sus buenos amigos. Las palabras eran su medio natural, vueltas verso íntimo y lirismo infinito, hechas prosa que fluía en sustancioso anecdotario.

 “Recuerdo la primera impresión de su persona ―de esas que duran para siempre― cuando se inclinó ante la poetisa Dulce María Loynaz, en su casa de El Vedado, para besarle la mano en hermosa reverencia”. Imagen: Cortesía de la autora

Las mujeres fueron siempre muchachas para Eliseo, persona de cumplidos naturalísimos. Era de la estirpe de quienes no esconden la bondad a pesar de los más de sesenta años que tenía para la fecha. Sus libros resultaban para él tesoros de tanto valor como las fotografías familiares que acomodaba en cualquier rincón del cuarto donde escribía: un recinto en el que ocupaban lugar los sillones, sillas y armarios que salieron de la mueblería de su padre, y toda clase de figurillas, cuadros, papeles y pipas que se mantenían erguidas en jarras de barro.

No tuvo mucha suerte para los premios y nunca escribió pensando en ellos. Se negó a ingresar en la Real Academia Española, aun cuando mucho le insistió Dulce María, quien se desempeñó como presidenta de esa institución universal en Cuba. Solía justificarse Eliseo con la frase de otro inmenso poeta que también fue su amigo, sin haberlo conocido: “de las Academias líbreme Dios”, una expresión bastante usada por el nicaragüense Rubén Darío.

El que a continuación de seguro disfrutarán fue un diálogo trunco, un anecdotario que él pensó siempre estaría inconcluso, aun cuando habíamos planificado plasmarlo en un libro extenso. El intercambio comenzó una tarde de noviembre… o mejor, inició cuando en la universidad los poemas de Eliseo llenaron vacíos insospechados y que, gracias a Dios, como solía decir el amigo poeta, continuará por los siglos de los siglos mientras exista para los hombres esa necesidad de nombrar las cosas.

ANÉCDOTA PRIMERA: DE CÓMO EL POETA ENTIENDE A LA POESÍA

¿Qué no haría Eliseo Diego con la poesía?

No tengo certeza ninguna sobre esos temas, por eso he escrito un libro que se llama El libro del quizás y de quién sabe. Lo que uno no debe hacer es proponerse hacer una poesía de amor, sino esperar a estar enamorado y tener la necesidad de expresarlo. Se necesita la paciencia y la astucia del cazador. Paciencia para esperar a que se presente la presa y astucia para atraparla. Porque la poesía se presenta siempre donde menos se la espera, desde adentro, como una criatura.

El poeta trabaja con palabras. No hay nada más huidizo y fugitivo que la palabra humana. Son palabras que tienen sentido. Las mismas que usamos para hablar y conversar. Las mismas que usamos para insultarnos.

Ellas son un poquito como las mujeres, que no se sabe cómo van a reaccionar en un momento determinado. A veces crees que están diciendo una cosa y ellas están enseñando otro costado, expresando lo que tú no quieres decir. Entonces se ríen de ti.

Seguir leyendo ESE NOMBRAR LAS COSAS DE ELISEO DIEGO. MAGDA RESIK AGUIRRE

¿CÓMO VA LA VIDA, QUERIDO TONY? RICARDO RIVERÓN ROJAS

2009, durante la celebración del aniversario cuarenta de la revista Signos. Foto: Cortesía del autor



RICARDO RIVERÓN ROJAS

En la noche del 14 de septiembre de este horrible año, en la funeraria Las Villas, nos reunimos más de cien amigos para despedir a Antonio Pérez Santos (Tony), nuestro presidente de la Uneac tan tempranamente ido. Yo ni sabía qué hacer, no me atreví a darle el pésame a Lía, la viuda, pero casi todo el tiempo estuve pendiente de sus dos jóvenes hijos, en quienes busqué, ansioso, rasgos que me lo devolvieran. Y sucedió: Tonito y Leo dejan ver en su mirada la misma nobleza que le permitió al padre ganar el corazón y la energía de todos nosotros.

Cada vez que me encuentre a esos muchachos de ahora en adelante, recuperaré algo del hermano que acabo de perder, porque sé que también cumplió bien su tarea de trasladarles, con toda la serenidad y paciencia que lo caracterizaron, el amor por la cultura y por las causas justas. Los vi y me conmovió pensar que la orfandad que les tocaría padecer en lo adelante no solo sería la del padre, sino también la del guía espiritual.

Yo, que he perdido a dos hermanas y a todos mis mayores, con Tony se me va uno de los más cercanos y empáticos amigos que, además, me concedió el privilegio de convocarme para que juntos construyéramos diálogos insólitos, luminosos, rotundos, fértiles. Con Tony todos los sueños cambiaban de categoría porque él siempre consiguió, en grado superlativo, que las utopías devinieran realizaciones. La fecundidad de su espíritu, quizás iluminado por esa luz campestre del Jobo Rosado de su infancia y los fervores con que se formó en la Universidad de La Habana, le permitía involucrarse, en debates sobre literatura, artes visuales, audiovisuales, música, filosofía, economía, pedagogía… Actuaba con el deslumbramiento del principiante y la sabiduría del experto. Su capacidad para concluir con buenas propuestas los más enrevesados diferendos contribuyó mucho a la enorme autoridad moral que lo distinguió.

Su liderazgo se estructuró desde la honestidad; en él mezcló perfiles en apariencia contrapuestos. Supo conciliar su concepto del arte y el papel de los artistas con una claridad política y un dominio en la conducción de procesos de todo tipo –incluyendo los administrativos– que casi nos obliga a suponer imposible su clonación en estos tiempos y estos dominios.

Desde 2002 actuó como presidente del Comité Provincial de la Uneac. Yo lo acompañé como vicepresidente desde 2008. Siempre me dijo que me quería en esa posición, no para cumplir tareas (que algunas me encomendó) sino para que dos, y hasta tres veces por semana conversáramos sobre lo divino y lo posible en pos del crecimiento cultural de nuestra querida aldea letrada. Cuando por algún apremio cotidiano yo incumplía el ciclo, rápidamente me entraba su llamada, con el consabido saludo-muletilla: “¿Cómo va la vida?”. Por mal que estuviera nunca le dije: “Muy jodido”, porque solo de oírlo la gravedad de mis problemas se diluía en el horizonte.

No hay manera en que podamos consolarnos por su pérdida, por eso lo seguiré buscando en la mirada de sus hijos, cruzando el patio de la Uneac, de espectador en nuestros recitales, en su oficina, en las lúcidas fantasías que, a mis años, ya hasta me hacen suponer que los regresos imposibles se hacen posibles cuando sabemos que el que se va no nos abandona totalmente.

No he podido (ni creo que pueda) dejar de pensar en sus hijos y en su inconsolable Lía. Espero tener aún suficiente tiempo para que en cualquier momento no lejano, solo a medio rebasar este doloroso instante, alguno de ellos me llame por teléfono y, con la nobleza que vi en sus ojos y la voz de Tony, me desdibuje esta tristeza con aquella pregunta, ya para mí infinita: “¿Cómo va la vida?”

Santa Clara, 15 de septiembre de 2020

Fuente: La Jiribilla

CARIÑO Y GRATITUD PARA MERCEDES BARCHA. ÁNGEL GUERRA CABRERA

Ha muerto mi querida amiga Mercedes Barcha, leal e imprescindible compañera en la colosal aventura literaria y también en otras del Gabo. Me asaltan ahora y emocionan muy gratos recuerdos de momentos vividos junto a ellos, a Rodrigo y a Gonzalo.

Tuve a Mercedes muchas veces incondicionalmente a mi lado, en las verdes y en las maduras. En parte, hermana mayor, a veces madre. Una de las mejores amigas de “mi comandante”, como le gustaba nombrar a Fidel. Mi más tierno cariño y gratitud a Meche.

Ángel Guerra Cabrera

EL OBISPO POETA PEDRO CASALDÁLIGA Y LA TRADICIÓN DE LA MÍSTICA POÉTICA ESPAÑOLA. LEONARDO BOFF

LEONARDO BOFF*

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El obispo Pedro Casaldáliga (no le gustaba el título de Don) fue transfigurado el día 8 de agosto de 2020 a los 92 años de edad. Catalán, vino a Brasil y fue consagrado obispo en 1971 para la Prelacía de São Felix do Araguaia-MT. Fue pastor ejemplar, profeta valiente, poeta de gran altura y místico de ojos abiertos. Se hizo conocido por ponerse decididamente del lado de los indígenas y peones expulsados de sus tierras por el avance del latifundio. Su Carta Pastoral de 1971 “Una Iglesia de la Amazonia en Conflicto con el Latifundio y la Marginación Social” provocó varias amenazas de muerte y de expulsión del país por la dictadura militar.

Voy a exponer aquí solo algunos tópicos de su poesía y de su mística, que se alinean a la gran tradición española de poetas místicos como San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Algunos están en español, otros en portugués.

Vivió la pobreza evangélica en grado extremo: «No tener nada/no llevar nada/no poder nada/y de pasada, no matar nada/no callar nada./Solamente el Evangelio como una faca afilada/y el llanto y la risa en la mirada/Y la mano extendida y apretada/y la vida, a caballo, dada./Y este sol y estos ríos y esta tierra comprada/como testigos de la resurrección ya estallada./¡Y más nada!».

Valiente, dijo al enfrentarse a los opresores: «Donde tú dices ley, yo digo Dios./Donde tú dices paz, justicia, amor/yo digo Dios./Donde tú dices Dios/yo digo libertad, justicia, amor». Estos valores son los verdaderos nombres de Dios.

Amenazado de muerte, escribió una Cantiga a la muerte: «Ronda la muerte, ronda/ la muerte rondera ronda / ya lo dijo Cristo antes que Lorca. Que me rondarás, morena, / vestida de miedo y sombra. Que te rondaré, morena, / vestido de espera y gloria. Tú me rondas en silencio / yo te rondo en la canción. Tú me rondas de aguijón, yo te rondo de laurel. / Que me rondarás / que te rondaré. Tú para matar / yo para nacer. Que te rondaré / que me rondarás. Tú con guerra a muerte / yo con guerra a Paz. Que me rondarás en mí o en los pobres de mi Pueblo, o en las hambres de los vivos / o en las cuentas de los muertos. Me rondarás bala / me rondarás noche / me rondarás ala / me rondarás coche. Me rondarás puente / me rondarás río / secuestro, accidente / tortura, martirio, / temida. Llamada / vendida / comprada / mentida / sentida / callada / cantada. Que me rondarás / que te rondaré que te rondaremos todos / yo y Él. / Si con Él morimos / con Él viviremos / con Él muero vivo / por Él vivo muerto / ¡Tú nos rondarás / pero te podremos!»

Pero no teme a nada: Lleva tranquilo sus visitas a los pobres. «Y llegaré de noche/con el gozoso espanto/de ver/por fin/que anduve/día tras día; /sobre la misma palma de Tu Mano». 

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DE CÓMO CONOCÍ A MI HERMANO JUAN PADRÓN. ERNESTO PADRÓN

ERNESTO PADRÓN

En realidad él me conoció primero, porque nació un año y tres meses antes que yo. Me lo imagino mirándome en la cuna y pensando qué hermano le había tocado. Por eso mi primer recuerdo de él lo cuento como el día en que lo conocí. Fue en una caída mía desde la base de un asta de bandera. Tendríamos cuatro y cinco años, y vivíamos en el central azucarero Carolina, en Matanzas. Curiosamente, frente a nuestra casa había un parque cuyo diseño simulaba el escudo de la República, y en el mismo centro tenía el asta que les cuento. La foto es de esos años y de ese lugar. 

Sucedió que dándole vueltas desenfrenadas a esa base de concreto, resbalé y paré la caída con las rodillas y las manos. Mi hermano, que me seguía en el juego de las volteretas, ni se rió —con lo burlón que era—, ni salió corriendo a contárselo a nuestra mamá. Rápidamente se quitó el pulóver, me secó las lágrimas, que saltaban a borbotones, y luego secó la sangre de mis rodillas y mis manos. No se me olvida ese acto tan tierno suyo, y tan inteligente, de usar mis lágrimas de diluente. Mucho nos reímos, ya de grandes, al recordar ese método curativo.

Anécdotas de nuestra infancia hay miles —porque fuimos de armas tomar—, y para mi hermano siempre resultaron fuentes de conversación en los encuentros familiares o con los amigos. Escucharlo narrar nuestras travesuras y peleas era súper divertido, aun para mí que casi siempre salía mal parado en sus cuentos.

Luego la vida nos llevó por caminos diferentes en las escuelas, en el servicio militar, en las primeras instituciones donde trabajamos; y nos unió en el Frente de Divulgación de los Pioneros, en la revista Zunzún y en los Estudios de Animación del ICAIC. Colaborar en sus películas fue siempre una inmensa satisfacción para mí. Y cuando lo hacía él en una obra mía, me inflaba de orgullo.

Mi hermano fue un genio de las ideas, la narración y el humor, expresados en sus caricaturas, historietas y el cine de animación. Además era un actor natural e imitaba voces a las mil maravillas.  Generaba ese tipo de ideas que uno dice asombrado “eso solo se le puede ocurrir a él”. La creación y desarrollo posterior de Elpidio Valdés es expresión de su inmenso talento, el cual supo unir al oficio de los diferentes medios donde incursionó, y lo impregnó de una cubanía nunca antes vista. 

Las historias de Elpidio Valdés son tan originales como bien contadas. En todo, en los dibujos, los diálogos, los diseños de cada escena, los detalles de los uniformes, las armas; la caracterización de los personajes. Los chistes son su especialidad: anticipados, sorpresivos, en suspenso o en cadena, sacados del argot popular, y de apoyo a mensajes puntuales, como diferenciar al soldado español de sus oficiales, o para criticar la actuación de los empresarios y funcionarios norteamericanos en nuestras guerras de independencia.

Decía Cesar Vallejo que “todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él” Y mi hermano es ese genio apropiado por el pueblo, el cual repitió sus chistes adaptados a la vida cotidiana; y creador de un personaje que muchos niños piensan fue un patriota real de la guerra ¿Qué premio puede ser mayor?

Fuente: Segunda Cita

FIDEL CASTRO RUZ Y LA PROYECCIÓN INTERNACIONAL DE LA REVOLUCIÓN CUBANA. RAFAEL HIDALGO FERNÁNDEZ

SOUTH AFRICA - JANUARY 01: Fidel Castro, Cuban leader, greets Nelson Mandela at the Non Aligned Nations conference in Durban.1998. (Photo by Media24/Gallo Images/Getty Images)
Fidel, como José Martí, siempre concibió las decisiones políticas a partir de posiciones de principio y de valores morales no negociables, a la vez que con sentido del momento histórico y encomiable objetividad supo evaluar la correlación de fuerzas existente, así como adoptar las decisiones correspondientes a las exigencias políticas de cada circunstancia. Esta capacidad lo transformó en un estadista excepcional. El Che Guevara lo reconoce en su Carta de Despedida.
                  RAFAEL HIDALGO FERNÁNDEZ*
PRIMERA PARTE

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¿Por qué estas notas?

En pocas horas el líder histórico de la Revolución Cubana cumplirá 94 años. La ocasión es propicia para reflexionar sobre cómo fue la interrelación entre “Fidel Castro Ruz y la proyección internacional de la Revolución cubana”. El tema integra una de las muchas facetas de la realidad nacional que son objeto de deformación sistemática por la derecha internacional.

Estos dos artículos, ambos interrelacionados, tratan de expresar la gratitud que merece quien condujo la transformación de Cuba en baluarte internacional de dignidad, firmeza, solidaridad, internacionalismo y capacidad para encarar con éxito los más adversos desafíos internos y externos, a partir de la decisiva y consciente participación política de su heroico pueblo. Cada una de estas afirmaciones puede ser verificada por quien de forma sincera lo desee. Sobran los hechos que las avalan.

Los jóvenes que en América Latina y el Caribe luchan por cambios sociales y políticos en sus países son los destinatarios principales de ambos textos. Ellos, como es comprensible, no conocieron el magnetismo personal del líder cubano, no poseen una visión directa sobre las experiencias de construcción socialista en Cuba y, en cambio, las “conocen” principalmente por lo que desinforma la gran prensa de derecha en nuestro continente. Así lo ha confirmado el autor durante los últimos años.

Las experiencias de construcción socialista que el pueblo de Cuba protagoniza y asegura, no requieren de propaganda, sino de honestidad intelectual y de decisión para verificar los hechos que las avalan. Es este un llamado a esa honestidad y una invitación al estudio objetivo de la Revolución Cubana con sus inmensos logros humanistas; los inevitables errores de toda experiencia política, y que en su caso con valentía y honradez debaten la dirigencia del país y el pueblo; y las lógicas interrogantes de un trayecto histórico nuevo.

La osadía de las cubanas y cubanos al demostrar por más de 60 años que era falsa la tesis del “fatalismo geográfico”, al decidir, “contra viento y marea”, construir una sociedad socialista a 90 millas de la frontera sur del mayor y más brutal imperio de la historia, ¡claro que se paga caro, pero da sentido a la vida! Así piensa la mayoría revolucionaria. No constituye riesgo alguno asegurarlo.

Abordar la proyección internacional[1] de la Revolución Cubana es equivalente a reconocer, en primer lugar, el papel decisivo jugado por  Fidel Castro Ruz como inspirador[2], arquitecto, conductor y ejecutor principal de la política exterior, así como su condición de actor clave de todas las acciones de alcance internacional desarrolladas por Cuba entre 1959 y el 2016. Implica, además,  comprender la importancia de los valores morales y los principios éticos en cada una de sus actuaciones, tanto en la política interna como internacional.

Fidel, como José Martí, siempre concibió las decisiones políticas a partir de posiciones de principio y de valores morales no negociables, a la vez que con sentido del momento histórico y encomiable objetividad supo evaluar la correlación de fuerzas existente, así como adoptar las decisiones correspondientes a las exigencias políticas de cada circunstancia. Esta capacidad lo transformó en un estadista excepcional. El Che Guevara lo reconoce en su histórica Carta de Despedida.

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ORGULLO DE CUBANO. GUILLE VILAR

En el contexto universal de estos tiempos, donde los preceptos de una milenaria ética humanista pretenden ser suplantados por la utilidad amoral que propician la avaricia desmedida y la indolencia ante el destino incierto que afrontamos como especie en el planeta, el legado de Fidel es inmenso

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GUILLE VILAR

GUILLE VILARTengo muchas razones para sentirme orgulloso de ser cubano, y una de ellas es la de haber sido contemporáneo de Fidel. Por eso comprendo el origen de todas las infamias que se han querido levantar en contra de la obra a la que consagró su vida, la Revolución Cubana.

Mientras más intenso fuera el resplandor que desprendían sus acciones en favor de los demás, más profundo era y es el odio del enemigo por despreciar las motivaciones de su empeño.

En el contexto universal de estos tiempos, donde los preceptos de una milenaria ética humanista pretenden ser suplantados por la utilidad amoral que propician la avaricia desmedida y la indolencia ante el destino incierto que afrontamos como especie en el planeta, el legado de Fidel es inmenso.

A su constante preocupación por que el mundo pueda ser un mejor lugar para todos, le debemos este devenir de la nación cubana inspirado en su fidelidad a principios altruistas. Es esa voluntad compartida de entregarnos a los demás, cuyas raíces crecen desde el interior de aquellas almas donde la ética de ser prevalece por encima del egoísmo que predica el precio del tener como modo de vida.

Nombres de grandes líderes como los del escocés William Wallace, el hindú Mahatma Gandhi o el del sudafricano Nelson Mandela, juntos al de Fidel Castro Ruz, constituyen impactantes referencias de infinita lealtad de estos para con sus pueblos.

Por algo nadie recuerda el nombre de sus enemigos. Es que, como afirmó nuestro Apóstol José Martí: «La capacidad para ser héroe se mide por el respeto que se tributa a los que lo han sido».

Fuente: GRANMA

EN LA HÚMEDA Y FRESCA AMANECIDA QUE CLAREA. KATIUSKA BLANCO

Para nosotros, Fidel es el fundador de un sueño viejo, de un sueño de cien años que no fueron solitarios sino habitados por una multitud, por un pueblo entero en esta Isla grande rodeada de más de 4 000 islas

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Fidel en la Sierra Maestra

KATIUSKA BLANCO

katiuska 3Fidel para nosotros es el más fiel, espigado e insomne discípulo del Maestro. El poeta Roberto Fernández Retamar dice que para Fidel ser martiano es algo totalmente natural, «es como la respiración. Fidel no necesita citar a Martí, porque es martiano de modo orgánico, es algo totalmente natural».

Fidel viene del monte y del arroyo, viene de todas partes y hacia todas partes va, y echó, desde el comienzo de sus días, su suerte con los pobres de la tierra.

José Martí es el corazón de su vida extraordinaria. Como el Apóstol, está sin falta, rebelde, junto a los olvidados, y con una luz natural que el empeño y el esfuerzo incansables han moldeado erudita con el fervor con que el sol alumbra nuestro universo.

Fidel vive en esa dimensión especial de los solemnes y valientes, Quijote del tiempo donde no hay imposibles y cada detalle se observa y concibe como poesía, revolución, filosofía y naturaleza.

En lo inasible reconoce las cosas grandes: en los héroes, los símbolos, la historia, el recuerdo, la justicia, el saber, los ideales; pero también en lo común de todos los días, «en el mantel de la mesa y el café de ayer» —como canta Silvio—, en el decoro del abrigo humilde pero digno e ilustrado a que aspira para todos los pobladores de la Tierra. En ese afán se hermanó con quien soñaba repartir los panes y los peces, con los libertadores de todas las regiones distantes, de Nuestra América y del Archipiélago al que pertenecemos, con los ilustres del pensamiento y las luchas sociales como el Moro Marx, «el general Engels», y Lenin.

Para nosotros, Fidel es el fundador de un sueño viejo, de un sueño de cien años que no fueron solitarios sino habitados por una multitud, por un pueblo entero en esta Isla grande rodeada de más de 4 000 islas, cayos e islotes en el azul del Caribe, confluencia de vientos, corrientes y travesías, de lo profundo físico y cultural del mundo, y por eso mismo, encrucijada vital, llave de un futuro más noble, más humano para todos.

Fidel confió siempre en que era alcanzable el anhelo de un país justo y soberano y fue esa fe encendida la que le rodeó de los mejores hombres y mujeres de nuestro pueblo, acaso y por tanta decepción acumulada, descreído hasta entonces, hasta aquella madrugada de fuego sobre la ciudad dormida de Santiago, el desembarco en el manglar, el barro y los bombardeos, hasta las batallas en el firme de la Maestra.

Y cuando el triunfo fue una verdad absoluta y pasó el fugaz desconcierto al final de la guerra, emprendió lo difícil aún con más fuerza para cambiarlo todo, para ser plenos y mejores. Emprendió la tarea de Estado como un guerrillero, porque serlo es un espíritu de vida, una búsqueda de los trillos para llegar rápido, una entereza ante la adversidad, una fuerza en lo áspero, un conocimiento profundo del entorno, una vocación de hermanamiento montañoso con el otro, una agilidad de ardilla en la mente y el cuerpo, y una temeridad paciente para encarar la muerte.

Fidel fue uno al principio, pero después sobrevivieron en él sus compañeros: Abel, Renato, Boris Luis, Tassende y tantos otros jóvenes limpios y buenos que dieron su vida por una Patria como la de hoy. Ellos y los combatientes que lo siguieron a lo largo de la historia, en especial su hermano Raúl, lo poblaron para ser en sí una muchedumbre. Por eso Fidel es una espesura, una manigua. Fidel es la tierra del mambí.

Fidel se convirtió en un semillero y en un sembrador de ideas que se esparcieron por todo el continente propio y más allá, donde quiera que los pueblos luchan.

A un sueño realizado, sueña siempre uno nuevo. Fidel es raíz, tronco y follaje de la nación cubana y de la humanidad. Como los viejos hórreos, graneros de la Galicia de donde venía su padre, hoy es reserva para el invierno rudo, la guerra o el olvido, para la húmeda y fresca amanecida que clarea.

(Publicado en Juventud Rebelde el 13 de agosto de 2013)

Fuente: JUVENTUD REBELDE

UN NOMBRE EN LA PARED Y LA HISTORIA DEL ÚLTIMO SUPERVIVIENTE ESPAÑOL DEL CAMPO NAZI DE MAUTHAUSEN

Una vieja construcción de Lleida fue reconvertida en hospital de campaña por el Ejército de la República durante la Batalla del Ebro, en cuyas paredes se conservan dibujos, garabatos y nombres de los militares  que por allí pasaron.

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Pintada con el nombre de Juan Romero en lo que fue un hospital de soldados republicanos en Soleràs.- MIQUEL ANDREU

ALEJANDRO TORRÚS

ALEJANDRO TORRÚS 4En el pequeño municipio de Soleràs, en la comarca de Les Garrigues, en Lleida, se ubica Casa Seró, una vieja construcción privada que durante la cruenta Batalla del Ebro fue reconvertida por el Ejército de la República en un pequeño hospital. La Guerra terminó, la II República desapareció y Casa Seró volvió a manos de sus propietarios.

Pero hubo un detalle, una habitación, que permaneció inmutable a lo largo de más de 80 años. En sus paredes se conservan dibujos, garabatos y nombres de los militares republicanos que pasaron por el improvisado hospital. Entre todas ellas se leía, escrito a lápiz, un nombre: Juan Romero.

Un nombre demasiado común que no aparecía en los registros. ¿Quién sería este Juan Romero? ¿Sería uno de los más de 140 personas que fueron enterrados en una fosa común tras fallecer en este hospital?

El periodista catalán Miquel Andreu, redactor en Som Garrigues, anotó el nombre y comenzó una búsqueda, pero no conseguía reunir información clara sobre ningún Juan Romero que hubiese pasado por el hospital de Soleràs. Pasaron varios años y Andreu volvió a introducir el nombre en Google.

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Pared en Casa Seró con dibujos realizados por soldados republicanos. Está construcción fue un Hospital del Ejército republicano durante el conflicto bélico. /Imágenes cedidas a ‘Público’ por los propietarios de la casa

Esta vez sí había información de un Juan Romero. Este diario y Cordópolis informaban de que Juan Romero, de 101 años, era el último superviviente español vivo del campo de concentración nazi de Mauthuansen (del que ahora se cumplen 80 años de la llegada del primero grupo de españoles presos). ¿Sería este el Juan Romero que pasó por el hospital de Soleràs? Su biografía, recogida en Deportados.es, señalaba que había combatido en la Batalla del Ebro y que había sido herido.

«Me puse en contacto con la familia de Juan Romero gracias a Público y pude mandarle las fotos de las paredes. Su hija Janine y su nieta me confirmaron, tras hablar con Juan, que efectivamente esa era su firma y su letra«, explica a este diario Miquel Andreu. Romero, de 101 años y residente en Francia, ya no recordaba el nombre del pueblo en el que fue atendido tras caer herido. Solo que desde allí fue trasladado a Barcelona donde iniciaría un largo camino en el exilio que le llevaría al campo nazi de Mauthausen, donde ingresaría con el número 3799.

La habitación donde se encuentran las firmas está en la segunda planta de la Casa Seró, justo en el extremo donde el sol pega en los mediodía de invierno permitiendo una temperatura más templada. Su actual dueño Sergi Seró explica a Público que durante muchos años la habitación cumplió las funciones de corral y que desde niño su abuelo le explicó que aquellas firmas y aquellos dibujos pertenecían a soldados republicanos que habían sido atendidos en aquella misma casa durante la Guerra Civil.

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Pared en Casa Seró con dibujos realizados por soldados republicanos. Está construcción fue un Hospital del Ejército republicano durante el conflicto bélico. /Imágenes cedidas a ‘Público’ por los propietarios de la casa

«Supongo que utilizarían esta habitación en invierno porque da el sol y se está mejor que en otras partes de la casa y que las pintadas y los dibujos a lápiz serían una forma de entretenerse y matar las horas muertas. Además de la firma de Juan Romero hay nombres de pueblos, dibujos y también otras firmas. Para mí era impensable que se pudiera identificar a una de las personas que estuvo aquí durante aquellos años», prosigue Seró.

Los días o semanas que Romero pasó en este lugar, a apenas unos kilómetros de un frente de batalla que acababa de decir la suerte de la guerra, sus últimos días de relativo reposo. El soldado de la 33 brigada del XV Cuerpo de Ejército fue trasladado a Barcelona y en febrero de 1939, junto con otras decenas de miles de personas, pasó a Francia por Puigcerdà. Pero la acogida de los franceses no fue la esperada, la II Guerra Mundial estaba a punto de estallar y el joven Juan Romero no podía ni imaginar lo que vendría por delante.

Las autoridades francesas internaron a Romero en el campo de concentración de Vernet d’ Ariège. Pero no duraría mucho. La II Guerra Mundial se avecinaba y Romero se unió a la Legión Extranjera para seguir combatiendo al fascismo en Europa.

Un año más tarde la Alemania nazi invadiría Francia y Romero fue hecho prisionero y trasladado al campo de prisioneros de guerra stalag III-A, desde donde fue deportado a Mauthausen un año después tras la negativa de Franco de reconocer como españoles a los exiliados.

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Pared en Casa Seró con dibujos realizados por soldados republicanos. Está construcción fue un Hospital del Ejército republicano durante el conflicto bélico. /Imágenes cedidas a ‘Público’ por los propietarios de la casa

Este 6 de agosto se cumplen precisamente 80 años de la llegada de 398 prisioneros españoles a Mauthausen, los primeros de muchos de los que terminaron recluidos en el campo de exterminio nazi, donde fallecieron dos de cada tres españoles que estuvieron allí. Seguir leyendo UN NOMBRE EN LA PARED Y LA HISTORIA DEL ÚLTIMO SUPERVIVIENTE ESPAÑOL DEL CAMPO NAZI DE MAUTHAUSEN

FIDEL Y LA PAZ. KATIUSKA BLANCO

FIDEL HIROSHIMA
En marzo de 2003, Fidel visitó el Memorial de la Paz, en Hiroshima. En el libro de homenaje, escribió: “Que jamás vuelva a ocurrir semejante barbarie”.

KATIUSKA BLANCO

katiuska 3El lanzamiento de la bomba atómica sobre las ciudades inermes de Hiroshima y Nagasaki, los días 6 y 9 de agosto de 1945, conmovieron dramática e inolvidablemente a Fidel. Reconoció como sobrecogedores los relatos de la explosión y sus terribles consecuencias. Apenas unas semanas atrás había concluido sus estudios de bachillerato en el Colegio de Belén y, durante las semanas de regreso al espacio entrañable de la casona grande en Birán, se alistaba para comenzar la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana en septiembre de aquel año. En el momento que se dio la noticia del bombardeo a Hiroshima, Fidel se encontraba de visita en Santiago de Cuba. Nadie tenía entonces ni la menor idea de la existencia de un arma de tal naturaleza. Tres días después bombardearon Nagasaki. Experimentó un sentimiento de repulsa y un rechazo total a aquel acto criminal, una opinión que se mantuvo invariable a lo largo de toda su vida.

En Birán, desde 1936, cuando contaba diez años de edad, había comenzado a inquietarse con cuanto sucedía en el mundo, al leer en voz alta al cocinero Manuel García, las noticias de la Guerra Civil Española que, con mayor o menor fortuna para el bando republicano, reportaban los diarios llegados de la capital. Incluso, desde mediados del año anterior -1935- y durante los meses que duró, siguió con mucho interés la Guerra en Abisinia. Así, había tenido, por primera vez, la noción de que el mundo era un lugar estremecido e injusto, donde aún se dirimían grandes batallas. Los héroes y antihéroes no eran algo del pasado o la Antigüedad remota. Mientras estudiaba en los colegios sintió fascinación tremenda por las personalidades descollantes de la historia, como Alejandro Magno, Aníbal o Napoleón, pero luego, respeto y admiración profunda por los que no eran conquistadores, sino libertadores de los pueblos: Miranda, Simón Bolívar, Sucre, San Martín, y casi de inmediato admiración y orgullo por los más próximos y entrañables para los habitantes del archipiélago cubano: el Apóstol José Martí, el Generalísimo Máximo Gómez y el Titán de Bronce Antonio Maceo.

En 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial. Con 13, 14 años, se mantenía al tanto de las novedades en el frente bélico. Los acontecimientos de la época dejaron una profunda huella en él. Aún no podía vislumbrar que para defender causas nobles, habría de librar una lucha guerrillera en las montañas y después en la arena internacional como un gladiador de la paz, la solidaridad y la justicia en defensa de los pueblos, los humildes, la humanidad toda, contra la hegemónica dominación imperial y el capitalismo globalizado.  En ese camino, inexorablemente, estaría el recuerdo de la devastación y el sufrimiento causados por el inhumano y criminal bombardeo atómico norteamericano a los pobladores de Hiroshima y Nagasaki, una tragedia que puso ante sus ojos el poder devastador de otro tipo de guerra.

Fidel era un convencido del principio martiano: “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra” y siempre consideró que para la guerra de carácter popular, los imperios no tenían fórmula eficaz, que para la guerra convencional, para una guerra contra un pueblo, no valía toda la fuerza militar y tecnológica del mundo. Ponía un ejemplo histórico, el de Napoleón, que según sus palabras: “era general victorioso en toda Europa, invadió España y el pueblo español lo derrotó. No sirvió de nada toda la capacidad estratégica de Napoleón, todas las maniobras, luchando contra campesinos, trabajadores del pueblo; lo derrotaron con otro tipo de lucha. Quizás Napoleón, contra un ejército español de 100 000 hombres lo derrota, igual que en Austerlitz y en tantos lugares. A él mismo lo derrotaron en Waterloo, una batalla que tenía ganada; pero una tropa enemiga que él creía que estaba distante, se apareció de repente y lo derrotó. Ese tipo de batalla se puede ganar o perder; en la guerra contra el pueblo, es difícil”.

Pero, lo sucedido en Hiroshima y Nagasaki planteaba otra situación, radicalmente diferente, desbordaba cuanto había leído en los diarios o en La Guerra y la Paz, de León Tolstoi, una novela que aborda una encrucijada crucial y donde el autor reflexiona sobre lo que significa en pérdidas y dolor un conflicto. Fidel, tuvo a partir del criminal bombardeo atómico de Estados Unidos a Japón la nítida convicción de que en nuestro tiempo, existía otro tipo de guerra, una guerra de dimensiones apocalípticas, devastadoras incluso para la existencia de la especie humana en el planeta: la guerra nuclear, al borde de la cual, Cuba estuvo durante la Crisis de Octubre en 1962. Una amenaza que perduró a lo largo del tiempo y se mantuvo latente en su pensamiento como una preocupación y un motivo de lucha por la paz para todos los pueblos.

En el criterio de Fidel los problemas que plantea la guerra nuclear son insolubles y por eso sostuvo siempre que lo mejor sería que todas las armas nucleares fueran destruidas. Abogó incansablemente por el desarme total para que la Tierra no se viera obligada a vivir con el perenne peligro que implica la posibilidad de que se desate  una guerra de dicha magnitud, un verdadero cataclismo. Alertaba que hasta por error, podía desatarse una tragedia así, porque desgraciadamente, las colosales energías que los científicos fueron capaces de poner en manos del hombre, habían servido entre otras cosas para crear un instrumento autodestructivo y cruel como el arma nuclear.

En marzo del año 2003, tras un intenso recorrido que lo llevó a China, Vietnam y Malasia, donde asistió a la Décimo Tercera Reunión Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, durante una visita de tránsito por tierra nipona, el histórico líder de la Revolución Cubana llegó hasta la ciudad de Hiroshima. Denunció que, desgraciadamente, lo ocurrido no sirvió de lección al mundo. Recordó que después de lo terrible acontecido allí, el orbe se encaminó hacia una increíble carrera armamentista. Visitó el Memorial de la Paz, donde el silencio sobrecoge y cada año se recuerda a las víctimas del holocausto nuclear. En el libro de homenaje, Fidel escribió: “Que jamás vuelva a ocurrir semejante barbarie”. Hiere en lo más profundo pensar que un acto así tuvo lugar para intimidar a la Unión Soviética y a todos los pueblos del mundo, y asegurar la superioridad geopolítica entonces, y no como se narra en alguna historiografía, para ganar la guerra al Imperio Japonés, aliado a la Alemania e Italia fascistas. Seguir leyendo FIDEL Y LA PAZ. KATIUSKA BLANCO

EUSEBIO LEAL, HASTA SIEMPRE. ÁNGEL GUERRA CABRERA

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ÁNGEL GUERRA CABRERA

GUERRITALa partida de Eusebio Leal deja una enorme pérdida para la cultura y la Revolución cubanas. Hombre de corazón noble, abierto a lo diferente, capaz de apreciar los matices y el valor de la unidad en la diversidad, con cualidades creativas verdaderamente excepcionales, no dio tregua a los enemigos de Cuba. Fue un combatiente decisivo en la defensa, no solo del patrimonio cultural tangible de La Habana y de todo el país, sino de la identidad nacional. Íntimo conocedor del pensamiento de Martí y de Fidel, supo extraer de ellos el método para volcar las más valiosas esencias de la historia nacional y latinocaribeña en los nuevos valores e ideas que hoy sustentan la construcción cubana del socialismo.

Activo diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, todavía resuenan en los oídos de muchos cubanos y cubanas la apasionada defensa de la ley de los símbolos patrios que hizo ante ella. De esos raros hombres de elaborado pensamiento y gran capacidad de acción, unidos a una extraordinaria sensibilidad al dolor del prójimo, Eusebio nació en un hogar muy humilde del proletario municipio de Centro Habana. De niño sufrió severas privaciones materiales. Años después recordaría, todavía con dolor, cómo esperaba con añoranza unos soldaditos de plomo los días de Reyes que su querida madre no podía proporcionarle.  En medio de aquellas estrecheces tampoco consiguió terminar la educación básica. De modo que solo a fuerza de un gran sacrificio personal y gracias la Revolución pudo ingresar a los nuevos cursos nocturnos para trabajadores de la Universidad de La Habana, donde más tarde concluiría estudios doctorales en ciencias históricas.  Trabajador incansable, ya en esa época había transitado de recaudador de impuestos del gobierno de la ciudad a defensor ardoroso del patrimonio cultural y discípulo del venerable historiador Emilio Roig de Leuchsenring, director de la Oficina del Historiador de La Habana.  Él sería el sustituto de Roig en esa responsabilidad y con su desbordante imaginación y, a veces, sus propias manos, restauró el Palacio de los Capitanes Generales, para convertirlo en Museo de la Ciudad en 1968.   Una tarde de 1971 tuve el privilegio enorme de que me diera un recorrido por las salas del museo, donde pude apreciar sus concepciones sobre la identidad como fenómeno dialéctico, cuyo corazón, en aquellas instalaciones, lo formaban los espacios dedicados a las luchas independentistas contra el colonialismo español pero también los simbólicos restos del águila imperialista derribados del monumento a las víctimas del acorazado Maine, cuya explosión y hundimiento en el puerto de La Habana fueron tomadas como pretexto por el gobierno de Estados Unidos para su intervención militar en Cuba de 1898. A partir de allí nos unió la amistad y la fecunda cooperación entre el museo y la revista Bohemia, que yo dirigía.

De aquel museo fue irradiando una febril actividad para crear conciencia sobre los valores arquitectónicos de la capital pero también sobre los hechos y figuras imprescindibles de la historia patria: Varela, Martí, Maceo, Céspedes. Es la época en que conduce el magnífico programa “Andar La Habana”, de las conferencias multitudinarias en el Anfiteatro de La Habana.  En 1981 Eusebio recibe de Fidel la encomienda del rescate del centro histórico de La Habana. Muy pronto comienzan los trabajos de restauración de las Plazas de Armas, de la Catedral y de la Plaza Vieja, así como de calles de gran valor histórico como San Ignacio, Mercaderes y Obrapía y el Convento de San Francisco. En la actualidad deben añadirse el Teatro Martí y el gigantesco rescate del Capitolio Nacional.   En 1982 el centro histórico y el sistema de fortificaciones son inscriptos por la UNESCO en el registro del Patrimonio Mundial. Restaurar todo este magno conjunto arquitectónico será tarea de Eusebio hasta el día de su muerte, obra en la que dejó un avance muy notable y formó un conjunto de cuadros técnicos capacitados y compenetrados con sus concepciones y estilo de trabajo. También miles de obreros calificados en oficios antes perdidos. Realizó en la zona una labor social de gran envergadura pues para él la restauración no era solo de las piedras sino de las almas. Instaura allí valiosos programas para proteger a las personas de la tercera edad, a los niños con discapacidad, a las mujeres embarazadas, para dotar de vivienda digna -un gran reto me dijo en una ocasión- a los residentes, que ha supuesto hasta ahora la rehabilitación de 4 mil y la edificación de 2 mil viviendas nuevas.  Eusebio gozó de la amistad y del apoyo de Fidel y de Raúl. Silvio Rodríguez ha dicho de él y de otros que ya no están: “Conforman una estirpe de la que todas las ortodoxias desconfían. Son vidas que no están signadas por el afán de supremacía sino por el ecumenismo y la inclusión”. Personas así necesita mucho la Revolución. El pueblo colgó sábanas blancas en las calles habaneras para honrar al muerto. Tal vez nada lo defina tan exactamente como esta dedicatoria de Fidel: Al más leal de los leales.

Twitter:@aguerraguerra

Fuente: LA HABANA

 

SALVADOR ALLENDE Y LA VÍA CHILENA AL SOCIALISMO. MARCOS ROITMAN ROSENMANN

A 50 años del triunfo de la Unidad Popular 

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MARCOS ROITMAN ROSENMANN*

MARCOS 2Octubre de 1969, Chile entraba en dinámica electoral. Las presidenciales, el 4 de septiembre de 1970. Gobernaba el democratacristiano Eduardo Frei Montalva, anticomunista avalado por Estados Unidos. Su triunfo, cimentado en la campaña del miedo y la guerra psicológica, le otorgó mayoría absoluta. “Revolución en libertad” fue su eslogan para combatir los movimientos de liberación nacidos a rebufo de la Revolución cubana. Su sexenio, un cúmulo de frustraciones. Desgastado, con reformas inconclusas y extrema violencia, continuó el camino de su predecesor, el derechista Jorge Alessandri (1958-1964). Salvador Allende describe la sucesión de ambos gobiernos: “(…) al fracaso del capitalismo típico de Alessandri se sucede implacablemente el fracaso del reformismo demagógico de la Democracia Cristiana y el Gobierno de Frei” (1).

La demanda de una candidatura unitaria de izquierda estaba en el aire. Desde 1952, comunistas y socialistas habían unido fuerzas en las tres últimas presidenciales. Su candidato: Salvador Allende. Pero la alianza venía de lejos. Ambas organizaciones participaron en la creación del Frente Popular en 1936. Coalición liderada por el Partido Radical, organización laica y progresista. Triunfó en las presidenciales de 1938. La coyuntura demandaba frenar el avance del nazi-fascismo y modernizar el país. El Frente Popular gobernó hasta 1952, pero su último presidente, González Videla, traicionó la alianza. En 1948, ilegalizó al Partido Comunista con la ley de defensa de la democracia. Pero en 1970, la unidad policlasista otorgaba el protagonismo a socialistas y comunistas. Salvador Allende: “El año de 1938, luchábamos por ser la izquierda de un régimen y de un sistema. En 1970 no luchamos por ser la izquierda de un régimen capitalista, luchamos por sustituir el régimen capitalista…” (2).

La izquierda se redefinía. Los no alineados, los tanques en Praga. La guerra de Vietnam. El antiimperialismo, el bloqueo a Cuba. El asesinato del Che y las dictaduras amparadas en la doctrina de la seguridad nacional. En ese contexto, nacía en Chile el MIR, Movimiento de Izquierda Revolucionaria, partidario de la insurrección popular. Por otro lado, la Unidad Popular definía su proyecto. Abrir un camino no recorrido, respetando la institucionalidad vigente para allanar la transición al socialismo. Fue la denominada vía chilena. El Che, sabedor de sus concepciones políticas, redactó la siguiente dedicatoria en su ensayo La guerra de guerrillas: “A Salvador Allende, que por otros medios trata de obtener lo mismo. Afectuosamente, Che”.

Así, la vía chilena tuvo la peculiaridad de “reunir un síndrome de elementos definitorios, políticos, sociales, económicos, militares, que la convierten en la experiencia más moderna hasta la fecha de revolución anticapitalista, conteniendo los gérmenes de una modalidad de transición al socialismo nunca antes desarrollada hasta un nivel comparable: plena vigencia de la democracia como forma de vida en el seno de los sectores y organizaciones integrantes del bloque social popular, reconocimiento de derechos políticos y civiles iguales a la oposición, respeto del Estado de derecho como norma de regulación de la vida colectiva, rechazo de la guerra civil como vía de resolución de las contradicciones sociales, libre ejercicio de las libertades de organización, conciencia y expresión sin más restricciones que las contempladas en el régimen legal fundamentado en la voluntad nacional manifestada a través del sufragio universal, libre, secreto y con pluralidad de partidos” (3).

Salvador Allende lo enfatiza: “De allí la importancia que tiene la Unidad Popular, que reitero, es un instrumento del pueblo de Chile, nacido de su experiencia y su realidad, no es el producto de la cábala de unos cuantos dirigentes que buscan ubicación en función de ventajas personales o de posibilidades electoreras. Es la responsabilidad histórica de los que nos damos cuenta de que este país o hace posible dar un paso hacia adelante en el proceso de auténtica democratización, o caeremos en una dictadura civil implacable o en un golpe militar” (4).

Chile era una sociedad politizada. La derecha se encontraba unificada en el Partido Nacional. El movimiento sindical había forjado su unidad en 1953, bajo la Central Única de Trabajadores (CUT). La izquierda se agrupaba mayoritariamente en torno a socialistas y comunistas. El MIR, fundado en 1965, guevarista e insurreccional, decidió apoyar críticamente la candidatura de Allende. Y la Democracia Cristiana en 1957, procedente de la Falange, abrevó en el pensamiento de José Antonio Primo de Rivera y Ramiro de Maeztu. En su programa se lee: “La Iglesia está por encima de los partidos (…) rechazamos el marxismo, concepción materialista y antirracional de la vida, que fomenta la lucha de clases, conduce a la tiranía y ha fracasado en sus experiencias” (5).

En 1970, el mapa electoral estaba definido. La derecha conservadora presentó al septuagenario Jorge Alessandri; la Democracia Cristiana, a Radomiro Tomic. ¿Y la izquierda? Cristianos, laicos, marxistas, socialistas, comunistas, socialdemócratas habían confluido. En diciembre de 1969, el programa de la Unidad Popular se hizo público. Lo firman el Partido Socialista, el Partido Comunista, el Partido Radical, el Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU), Acción Popular Independiente (API) y el Partido Social Demócrata (PSD). Conocido como las “cuarenta medidas básicas”, destacan la supresión de grandes sueldos, jubilaciones justas, seguridad social para todos los chilenos, leche para todos los niños, alimentación para los niños en situación de exclusión, vivienda digna, agua y electricidad, reforma agraria real, asistencia médica gratuita en los hospitales, creación de centros de atención primaria y consultorio materno-infantil, disolución de los cuerpos represivos de carabineros, no más impuestos a los alimentos, creación del instituto del arte y la cultura, entre otras.

La Unidad Popular tenía proyecto. Su último reto: nominar candidato. El Partido Radical propuso a un destacado intelectual: Alberto Baltra; el MAPU, a Jacques Chonchol, exministro de Frei e impulsor de su reforma agraria; el Partido Comunista, al poeta Pablo Neruda; y API, al senador Rafael Tarud. El Partido Socialista, sumido en un debate interno, tenía dos postulantes: Salvador Allende y Aniceto Rodríguez, a la sazón secretario general del partido. Allende lograría 13 de los 27 votos, con 14 abstenciones. Partidario de una firme alianza con los comunistas y la construcción de amplias bases de apoyo, no contaba con el beneplácito de un sector de su partido. Consideraban que estaba “gastado”. El 22 de enero de 1970, fue elegido candidato de la Unidad Popular. El 4 de septiembre de 1970, ganará sobre una derecha dividida. Salvador Allende: 1.075.616 votos; Jorge Alessandri: 1.036.278 votos; Radomiro Tomic: 824.849 votos. Su triunfo supuso el inicio de una conspiración que acabaría con el bombardeo del Palacio presidencial el 11 de septiembre de 1973, con la imposición del neoliberalismo y un régimen de terror. Seguir leyendo SALVADOR ALLENDE Y LA VÍA CHILENA AL SOCIALISMO. MARCOS ROITMAN ROSENMANN

HAYDÉE SANTAMARÍA: A 40 AÑOS DE SU MUERTE. MARTA ROJAS

Antes y después del Moncada, Haydée Santamaría fue una de las líderes más destacadas de la Revolución

HAYDÉE
Haydée Santamaría en la Casa de las Américas. Marzo de 1980. Foto: Archivo de Granma

MARTA ROJAS

MARTA ROJAS«Ríndanle honores como a una valiente» –escribió Fina García Marruz en su poema a Haydée Santamaría, tras su muerte, y describe en pocas líneas quién era Haydée y cómo debemos honrarla. Hoy, cuando se cumplen 40 años de su muerte, vale la pena volver al texto de la poetisa antes de describir, sucintamente, su vida y su obra.

 (…) Cúbranla con flores, como a Ofelia. / Los que la amaron, se han quedado huérfanos / Cúbranla con la ternura de las lágrimas. /Vuélvanse rocío que refresque su duelo. / Y si la piedad de las flores no bastase /Díganle al oído que todo ha sido un sueño. / Ríndanle honores como a una valiente / Que perdió solo su última batalla. / No se quede en su hora inconsolable / Sus hechos, no vayan al olvido de la hierba. / Que sean recogidos uno a uno, / Allí donde la luz no olvida a sus guerreros.

El poeta y ensayista uruguayo, Mario Benedetti, quien trabajó con ella durante muchos años en la Casa de las Américas, escribió: «Haydée Santamaría significa un mundo, una actitud, una sensibilidad y también una Revolución».

Esas dos voces dan un significado peculiar, hermoso, para recordar y honrar a Haydée Santamaría Cuadrado, en el aniversario 40 de su muerte.

Antes y después del Moncada, Haydée Santamaría fue una de las líderes más destacadas de la Revolución, con un aval que comienza a gestarse en su propia conducta familiar, entre sus hermanos, allá en el Central Constancia, de la antigua provincia de Las Villas donde nació. Su inteligencia y carácter le hicieron ganar el reconocimiento desde edad temprana. Bastaría el ejemplo de su afinidad política y permanente actitud de colaboración con su hermano Abel Santamaría, al extremo de partir a La Habana con él cuando el joven decidió venir a trabajar y estudiar. Sus ideas revolucionarias eran las mismas de Abel y, obviamente, sería su más decidida y fiel colaboradora en el apartamento de 25 y o, donde vivían, el que pronto se convirtió en el centro clandestino del Movimiento Revolucionario de la Generación del Centenario que creó Fidel tras el golpe militar de Batista del 10 de marzo de 1952.

Haydée participó en la organización de lo que luego sería el asalto al Moncada. La historia de aquel día, respecto a ella y a las torturas y el asesinato de Abel, ha sido recordada en estos días, a partir de la propia denuncia realizada por Fidel en el juicio, tanto en el Palacio de Justicia el 21 de septiembre, como en el Hospital Civil el 16 de octubre, cuando pronunció su alegato de defensa La historia me absolverá.

Los horrores de aquellos días estuvieron vívidos en la mente y el corazón de Haydée, desde entonces hasta el 28 de julio de 1980. Aquello, en vez de debilitarla, estimuló su actitud revolucionaria en la cárcel de Guanajay y luego de su salida, tras ocho meses de prisión, en compañía de Melba Hernández, junto a quien compartió la dureza del martirio tras los hechos del 26, como prisioneras.

Para Haydée, según ella misma declaró muchas veces, el hecho de que Fidel la escogiera junto a Melba para que editaran e imprimieran su alegato, reconstruido por él en la prisión de Isla de Pinos, fue un aliento a seguir con más fuerza y brillantez el camino adoptado. La preparación del 30 de noviembre en Santiago de Cuba, como una de las dirigentes del Movimiento 26 de Julio; su inmediata subida a la Sierra Maestra, en esas funciones; su labor clandestina en La Habana, y la tarea de Delegada del M-26-7 en el exterior, en la recaudación de fondos para adquirir armas, hasta el triunfo de la Revolución fueron excepcionales. El asma, su padecimiento de toda su vida, jamás disminuyó sus tareas.

De inmediato la llenaría de fervor la Revolución triunfante, y se atrevería, con el valor de lo que era: una revolucionaria cabal. Su innata inteligencia la demostró dirigiendo la Casa de las Américas, creando y conciliando intereses intelectuales y revolucionarios con destacados escritores y artistas de América Latina y el Caribe. Lo hizo como quien teje una urdimbre. Hay testimonios inestimables de personalidades descollantes a su favor, cuando ella no había tenido oportunidad de alcanzar un nivel de enseñanza que superara la primaria.

Haydée, desde sus días en el Central Constancia, fue siempre una lectora extraordinaria. Lo siguió siendo en La Habana y luego del Moncada, y pudo establecer discusiones con hombres y mujeres intelectuales preclaros que, como Mario Benedetti, por ejemplo, ella atrajo a la Casa y fueron colaboradores excepcionales. Conocimiento y rebeldía fueron siempre sus pasiones.

Fue precisamente el Che quien en una carta le escribió: «…Veo que te has convertido en una literata con dominio de la síntesis, pero te confieso que como más me gustas es un día de año nuevo, con todos los fusiles disparando, y tirando cañonazos a la redonda».

En el orden político, Haydée formó parte del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, desde su fundación y fue presidenta de la Organización Latinoamericana de Solidaridad. En esa dirección enriqueció sus fueros latinoamericanistas y se entrevistó con Ho Chi Minh para atraer la acción de revolucionarios latinoamericanos a favor de la causa de Vietnam. En Cuba, no solo los escritores y la Casa de las Américas disfrutaron de su talento aglutinador, ella fue un apoyo extraordinario en el naciente movimiento y desarrollo de la Nueva Trova y de la Canción Protesta.

Haydée siempre fue esa, sin lograr olvidar, ni un día, las atrocidades del Moncada y, en particular, las cometidas contra su hermano Abel.

Fuente: GRANMA

EDELMIRO MALDONADO, HISTORIA DEBIDA. LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO

En la crisis de los misiles de 1962, tomó partido abiertamente en favor del derecho de Cuba a decidir soberanamente su futuro

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LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO

luis hernández navarro 3En el santoral laico de la izquierda mexicana, el maestro Edelmiro Maldonado Leal debería ocupar un lugar destacado. Su vida parece extraída de una novela del estilo de Así se templó el acero. Su trayectoria es un eslabón relevante entre las luchas por la transformación del país de la segunda mitad del siglo pasado y la realidad actual.

Incorruptible y congruente, Edelmiro fue, a un tiempo, profesor democrático, organizador obrero, intelectual revolucionario y comunista hasta el final de sus días. A contracorriente, educó a varias generaciones de militantes magisteriales y populares en Nuevo León, formó docentes, organizó huelgas en un estado con una de las oligarquías más retrógradas, luchó por la renovación del Partido Comunista Mexicano (PCM) hasta su expulsión, recuperó y divulgó la historia del movimiento sindical y militó durante el último tramo de su vida en la izquierda radical.

Nacido en Monterrey, Nuevo León, en 1926, en el seno de una familia de docentes, fue maestro normalista. En 1948, ingresó a las filas del PCM. Participó en el Comité Mexicano por la Paz. En 1954 fue integrado a la dirección. En 1959, en lo que fue una especie de golpe de Estado a Dionisio Encinas (emblema de lo que José Revueltas llamaba el estalinismo de huarache), se sustituyó el puesto de secretario general por un secretariado de cinco miembros, entre los que estaban Arnoldo Martínez Verdugo y el mismo Maldonado.

En 1954, Edelmiro contrajo matrimonio con una mujer excepcional: Sandra Arenal. Pionera del feminismo en Nuevo León, militante de la Juventud Comunista y sobrina de la esposa del muralista David Alfaro Siqueiros, Arenal escribió libros muy relevantes sobre la explotación obrera, como Sangre joven: las maquiladoras por dentro y En Monterrey no sólo hay ricos.

Como dirigente del PCM, Maldonado viajó en tres ocasiones a la URSS. La última, en 1960, como delegado a la Conferencia de Partidos Comunistas y Obreros, en la que afloraron las contradicciones entre soviéticos y chinos. A diferencia de sus camaradas mexicanos, él defendió la posición en favor de la unidad del movimiento comunista internacional, en lugar de inclinarse por los rusos.

Se acercó entonces al maoísmo y terminó chocando con la mayoría de los dirigentes del PCM. En la crisis de los misiles de 1962, tomó partido abiertamente en favor del derecho de Cuba a decidir soberanamente su futuro. En julio de 1963, el duodécimo Pleno del Comité Central lo suspendió por un año como militante y lo excluyó de ese órgano de dirección. Finalmente, en diciembre fue expulsado junto a Camilo Chávez, Samuel López y Tereso González, en lo que fue la primera ruptura de esa organización como expresión de la pugna chino-soviética. Los proscritos se propusieron, sin fortuna, reconstituir el partido.

Para ese entonces, el profesor Maldonado había regresado ya a vivir a Monterrey. Allí comenzó a dar clases en la Secundaria Federal Reforma y se incorporó a las movilizaciones populares. Junto a Roberto Benavides, dirigente del Movimiento Espartaquista Revolucionario, impulsó la formación del Frente Magisterial y la lucha en la Normal Superior Moisés Sáenz Garza, epicentro de la resistencia al charrismo en la sección 50. Siendo Pedro Ramírez Arreola dirigente estudiantil de la escuela, Edelmiro llevó allí a dar conferencias a figuras como Elí de Gortari y Renato Leduc. En 1971, fue electo delegado al noveno congreso nacional del SNTE, en Nuevo Laredo. A escala nacional, acompañó la formación del Frente Magisterial Independiente Nacional (FMIN). Fundó y dirigió la Normal Popular, de donde egresaron centenares de maestros.

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Ilustración de la renombrada muralista mexicana Elena Huerta en el libro de Edelmiro Maldonado. 

Durante años, financió sus actividades políticas vendiendo obras de Siquieros, donadas por la familia de su esposa. A partir de 1970, junto a Benavides, impulsó la formación del Frente Obrero Democrático Estudiantil. Edelmiro exponía a grupos obreros la historia de las luchas de los trabajadores en el país. Allí tomó forma su libro Breve historia del movimiento obrero mexicano.

El frente trabajó con el grupo Regeneración, de la sección 67 del sindicato minero, que ganó el comité seccional; con los vallejistas del Movimiento Sindical Ferrocarrilero; con los telefonistas agrupados alrededor del periódico El Guajolote, y en el movimiento de la maquiladora Medalla de Oro.

Ameno conversador, Edelmiro no tomaba alcohol ni fumaba. Vivió en un departamento en los condominios Constitución. Allí se reunían círculos de estudio de marxismo y pensamiento Mao Tse-tung, en los que también participaba su esposa, donde se formaron numerosos líderes magisteriales y sindicales, como José Cárdenas. A los jóvenes les recomendaba ser buenos estudiantes.

Procurado políticamente por Carmelo Enríquez y Antonio Martínez, ingresó a la Organización Revolucionaria Compañero en 1977, en la que militó hasta su muerte en 1980.

Fue, en el mundo de las movilizaciones y protestas obreras y populares en Nuevo León, una figura respetada, incluso por quienes diferían de él. Era el dirigente de mayor edad, el más experimentado. No faltaban jóvenes que, literalmente, lo veneraban.

Conocemos más del hombre del Pedregal que de los orígenes del socialismo en México, escribió Gastón García Cantú. Desafortunadamente, esta afirmación sigue siendo cierta para buena parte de la historia de la izquierda mexicana. Recuperar biografías como la de Edelmiro Maldonado (y su esposa Sandra Arenal) es un deber pendiente de cualquier proyecto emancipador.

Twitter: @lhan55

Fuente: LA JORNADA

MI MONCADA. SÁNDOR GONZÁLEZ VILAR

Durante la temporada ciclónica de 2008, dos grandes huracanes azotaron a Cuba, «Ike» y «Paloma», en septiembre y noviembre, respectivamente.  Como en otras ocasiones similares, los artistas cubanos participaron en las tareas de recuperación inmediatamente. No sólo llevaron su arte a los dannificados, sino que compartieron con ellos la devastación y ayudaron a la recuperación de inmuebles y sentimientos durante varias semanas. Tal como sucedería en Haití, durante el terremoto de 2010, la Brigada Martha Machado, encabezada por Alexis Leyva Machado (Kcho), tuvo un desempeño excepcional. La dirección de la Revolución siguió muy de cerca el desarrollo de aquellas misiones ciertamente heroicas de nuestros jóvenes artistas, tanto en Cuba como en la tiera de Toussaint-Louverture. La obra que publicamos hoy fue hecha por Sándor, según sus propias palabras «el 31 de diciembre del 2008 en la cima de una loma en la Sierra Maestra, en un lugar que pertenecía a la Asociación de Combatientes de la Revolución. Esa noche nos visitó (el Comandante Juan) Almeida y esperó el 2009 junto a nosotros. Meses después falleció, algo que nos impactó muchísimo. A manera de crónica o recuento, la obra está dibujada con carboncillo sobre lienzo y forma parte de la colección de la Brigada Martha Machado. La referencia al Moncada resulta obvia: aquella fue una gesta determinante para mí, y que Almeida estuviera con nosotros, al finalizar nuestro trabajo, un símbolo de gran significación humana y ética, quizás la del deber cumplido«

MI MONCADA - SÁNDOR

SÁNDOR GONZÁLEZ VILAR