Al aniversario 500 de La Habana y al 60 del triunfo de la Revolución Cubana está dedicada la 28 edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana, FILH, que despliega sus luces desde mañana 7 de febrero, cuando quede oficialmente inaugurada en la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, hasta el 17 de este mes, para extender sus bríos al resto del país y concluir el 14 de abril en Santiago de Cuba.
Al escritor Eduardo Heras León, premio nacional de Edición 2001 y premio nacional de Literatura 2014, filólogo y periodista, autor de 13 títulos, y fundador y director del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, se dedica en esta ocasión la Feria. La República Argelina Democrática y Popular, RADP, es el País Invitado de Honor.
Más de 30 personalidades de la RADP prestigian la delegación que asiste a la cita, entre ellas el escritor y ministro de Cultura, Azzedine Mihoubi. Suman 19 los títulos de literatura argelina que verán la luz desde las editoriales cubanas.
A seis décadas llega también la Imprenta Nacional de Cuba, fundada por la Revolución a solo tres meses de su existencia, gesto con el que el Comandante en Jefe Fidel Castro invitaba a su pueblo a ser protagonista de la cultura, exhortándolo a tocar la verdad y la justicia desde las fibras de la inteligencia y la lectura.
No por azar fue El Quijote, texto monumental de la lengua española, la primera de las obras que salieran de sus máquinas. La novela moderna, protagonizada por un ser justiciero e íntegro, y escrita por Miguel de Cervantes Saavedra, fue entonces la pionera con la cual se inauguraría la colección Biblioteca del Pueblo, destinada a los clásicos de la literatura universal.
¿Y si el Quijote no es una novela de tercera persona, qué es entonces, cómo lo podemos describir aunque sea por fuera? Es un diálogo. Un gran diálogo entre don Quijote y Sancho con la intervención ocasional de muchos otros interlocutores, y con Cervantes detrás de ellos de amanuense o escribano, anotando y explicando. Hojeen el libro y verán. Ahí todo el tiempo están hablando, conversando, en pláticas. Y de repente, “estando en estas pláticas”, aparece gente por el camino y don Quijote les cierra el paso: “Deteneos, caballeros, o quienquiera que seáis, y dadme cuenta de quién sois, de dónde venís, adónde vais, qué es lo que en aquellas andas lleváis”. Eso, o cosa parecida, dice siempre, y siempre le contestan que llevan prisa y que no se pueden detener a contestarle tanta pregunta. “Sed más bien criado”, replica entonces don Quijote, “y dadme cuenta de lo que os he preguntado; si no, conmigo sois todos en batalla”. ¡Y se le suelta el resorte de la ira! Las escenas de acción del Quijote (don Quijote acometiendo los molinos de viento o las odres de vino o el rebaño de ovejas o liberando a los galeotes), que son las que ilustró Doré, ocupan una veintena de páginas, y el libro tiene mil. De esas mil, otras doscientas las ocupan las novelas incorporadas, ¿y qué es el resto? Son conversaciones, pláticas. Y he aquí la razón de ser de Sancho Panza y la explicación de la primera de las tres salidas de don Quijote, que fue una salida en falso. Don Quijote sale solo y una veintena de páginas después Cervantes lo hace regresar. ¿A qué? ¿Por dinero, unas camisas limpias y un escudero que se le olvidaron, según dice? No, lo que se le olvidó fue algo más que el dinero, las camisas y el escudero, se le olvidó el interlocutor, y sin interlocutor no hay Quijote. Eso lo sintió muy bien Cervantes cuando escribía las primeras páginas, que el libro que tenía en el alma era un diálogo y no una simple serie de episodios como los del Lazarillo o del Guzmán de Alfarache, quienes van solos de aventura en aventura, sin interlocutor. Ésta es la diferencia fundamental entre el Quijote y las novelas picarescas. Un escritor de hoy (de los que creen que escriben para la eternidad) borra esas primeras veinte páginas y empieza el libro de nuevo haciendo salir a don Quijote acompañado por Sancho desde el comienzo. Pero un escritor del Siglo de Oro no, y menos Cervantes a quien le daba lo mismo mismo y mesmo.
Tomado de El gran diálogo del Quijote. Conferencia ofrecida el 7 de junio de 2005 en el Instituto Cervantes de Berlín.
Karl Marx, a quien admiraba la literatura gracias a autores como Balzac y Cervantes.
Aunque la literatura no fue el mayor interés de Karl Marx*, hay que decir que sin ella no hubiera sido posible la interacción del pensador alemán con el campo de las humanidades que, posteriormente, habría de brindarle todas las herramientas necesarias para constituir su pensamiento y convertirse en uno de los teóricos políticos y económicos más importantes de todos los tiempos.
La tragedia griega, la poesía lírica y las obras de escritores como William Shakespeare, Johann Wolfgang von Goethe, Miguel de Cervantes y Honoré de Balzac trazaron el interés de Karl Marx por la literatura. Paul Lafargue, teórico político franco-español**, gran compañero y discípulo suyo, brinda uno de los pocos testimonios que hablan del Marx amante de la literatura: “Conocía de memoria obras de Heine y de Goethe, que citaba a menudo en la conversación […] todos los años leía en el original griego a Esquilo; reverenciaba a este y a Shakespeare como los dos más grandes genios dramáticos que haya producido la humanidad […] Dante y Burns se encontraban entre sus poetas predilectos […] Colocaba por encima de todos los novelistas a Cervantes y a Balzac. Don Quijote era, para él, la épica de la caballería agonizante, cuyas virtudes se tornaron hábitos ridículos y grotescos en el mundo burgués naciente”.
Su paso por la Universidad de Humboldt en Berlín fue determinante en el interés de sus ideas y de sus inquietudes por la humanidad y su funcionamiento. Sus lecturas sobre poesía y su fascinación por la literatura inglesa y de la Antigua Grecia se fueron diluyendo en los textos sobre filosofía y fenomenología del pensador Georg Wilhelm Friedrich Hegel. Los días transcurrían y sus pasos ya no lo llevaban a los pasillos de literatura donde encontraba libros del realismo francés de Balzac o de la literatura caballeresca que hallaba en Miguel de Cervantes. Fue así como sus estudios de derecho y su fascinación por la filosofía hegeliana le cambiaron el rumbo a él y al pensamiento político de la humanidad.
Un rastro de aquel cambio y una muestra del evidente don del lenguaje y la prosa en Marx es la Carta al padre, escrita en 1837. Allí se lee un Marx circunspecto, aturdido, por un lado, por la incapacidad de continuar con el camino literario y dejar que sus primeras narraciones fueran extraviadas por el viento de invierno; por otro lado, decidido a aceptar esas ráfagas de aire para impulsar sus lecturas hacia la filosofía, el derecho y la política sin desvincular del todo el conocimiento adquirido por la literatura.
Es posible rastrear en diversos textos como cartas, tratados o ensayos, algunos de los postulados que compartió con Friedrich Engels sobre el arte y las letras y su influencia en los procesos históricos y culturales que configuraban la conciencia, el lenguaje y la organización de la sociedad. Si bien existen numerosos estudios que abordan la literatura desde una perspectiva marxista, existen dos libros que se destacan entre la mayoría y que hacen factible esa cercanía de las teorías marxistas con la literatura: Marxismo y crítica literaria (1976), del crítico británico Terry Eagleton, y Marxismo y literatura (1997), del intelectual galés Raymond Williams. Seguir leyendo DE LA LITERATURA, EL LENGUAJE Y EL MARXISMO. ANDRÉS OSORIO GUILLOT→
Un buen texto clásico puede llevarse a una isla desierta porque ya trae el olor de muchos naufragios, pasó la prueba del tiempo. Hoy las academias reconocen al Sócrates de los diálogos platónicos como el precursor del pensamiento crítico occidental
MUCHAS veces nos enfrentamos a esa pregunta de cuáles libros llevaríamos a una isla desierta para pasar el resto de los días. La situación implica que, debido al reducido número de textos disponibles, habría la necesidad de irlos releyendo una y otra vez con renovado fervor, asumiendo cada cercanía como una nueva adquisición. Así también define Italo Calvino la naturaleza de los clásicos, un libro que nunca ha terminado de contarnos todo, es lo que los críticos a partir del siglo XX comienzan a llamar la polifonía del texto o las muchas voces que a través de los siglos nos refieren inagotables alusiones. La lectura infinita es un signo que el propio Calvino usa en ese volumen Las ciudades invisibles, donde Marco Polo y el Gran Kan viajan a innumerables posibilidades a través de imaginarias urbes.
Un buen texto clásico puede llevarse a una isla desierta porque ya trae el olor de muchos naufragios, pasó la prueba del tiempo. Hoy las academias reconocen al Sócrates de los diálogos platónicos como el precursor del pensamiento crítico occidental, pero durante siglos aquellas obras eran consideradas cuanto más curiosidades, incluso buena parte de lo que se conserva de Platón o Aristóteles son pequeños trozos o traducciones que ni se sabe qué trueques del lenguaje sufrieron por el camino. Del pensador de La República tomaron los teólogos medievales la teoría de las ideas, la noción de referencialidad que define la verdad física en relación con la pureza y superioridad de su comprensión intelectual. Quizá todo parta de allí mismo, de ese mito recreado por Platón en su caverna, donde unos, los más libres, viajan al fondo para ver el fuego primigenio, mientras la mayoría se queda a la entrada y solo tiene acceso a las sombras. Todos los fuegos el fuego, diría Julio Cortázar, toda literatura como relectura de los clásicos. Del sistema platónico se ha dicho que el pensamiento posterior es una nota al pie, que se hace filosofía a pesar de, en contra de, o a favor del autor de El banquete. Pero, para pasar la prueba del naufragio, los clásicos debieron zanjar las mil y una notas al pie polifónicas que o los negaban o los prohibían o los plagiaban. La noción de palimpsesto o reescritura es propuesta por Umberto Eco para entender la naturaleza del fenómeno.
Tanto la isla desierta como el carácter superviviente de un clásico, apuntan a la vieja aspiración humana de escribir un libro definitivo, uno que los posea todos y sea él mismo original. Jorge Luis Borges buscaba ese arquetipo a través de la lectura de enciclopedias, la creación de antologías y la invención de bibliotecas; para el porteño un clásico implica, más que leer, un fervor, pues el hombre ve en el libro una verdad cósmica definitiva distinta, por ejemplo, de la información cotidiana de los diarios y revistas. A lo largo de la vida somos constantemente como Hamlet, nos enfrentamos a decisiones donde nos va ser o no ser; sin embargo, Shakespeare estuvo olvidado mucho tiempo después de su esplendor isabelino, hasta que la crítica del siglo XIX lo rescató. La modernidad, con su énfasis en el individuo, ya se había establecido más plenamente en el siglo de las Guerras Napoleónicas y de la expansión colonialista, por tanto Hamlet comenzó a ser la relectura de muchos, aun de aquellos que jamás se acercaron a la obra del genio inglés. Consumir literatura no es la única manera de habitarla.
Quizá Borges, idealista en sus posturas filosóficas si bien agnóstico en cuanto a creencias, veía en el clásico esa misma imagen que trajo Schopenhauer, la literatura que permanece, que resuena. El escritor argentino, devenido demiurgo ciego, aprendió alemán muy temprano para leer directamente las sagas del norte de Europa, mitología donde él hallaba la conexión perfecta entre Grecia y el resto de Occidente. Para todos estos autores, leer es una especie de diálogo con los muertos, donde el simposio y el oráculo son las dos figuras helénicas heredadas y fundidas con el fervor borgeano por lo germánico. ¿Acaso no dijo Martin Heidegger en su Discurso del rectorado que el pasado es aún, estableciendo entre Alemania y Atenas un eje filosófico? Sí, y también citó a Platón cuando concluyó: «Todo lo grande está en medio de la tempestad». Seguir leyendo LOS MUCHOS NAUFRAGIOS DEL LIBRO CLÁSICO. MAURICIO ESCUELA→
La poesía como asunto de vida o muerte que se instala en la biografía de un poeta suicida, la poesía entendida como diario devenir de quebrantos, silencios, gritos, rabia, dolor, ausencia, mucho más allá de la escritura misma y en abierta discusión con sus exigencias… La poesía como santo y seña de la pesquisa que lleva adelante el narrador de una historia donde las diversas coordenadas de una existencia —la del poeta, léase lo posible de su nombre ubicuo, Ángel Escobar— deslindan luces y sombras de una palabra herida: he ahí el firme trazado narrativo de La cinta métrica, de Efraín Rodríguez Santana, novela que a partir de aquellas demarcaciones se convierte en un audaz thriller metafísico, donde también se asiste a una novela de formación apartando los visillos en la ventana del lector. El autor logra mantener un suspense de raro pero pertinaz equilibrio en esta historia de una voz desgarrada y doliente, un destino cumplido desde la condición de poeta piel adentro. (Eugenio Marrón)
Esperando por el sol
Destaca en este conjunto de relatos titulado Esperando por el sol, de Raúl Flores Iriarte (Ediciones Matanzas), el sinsentido de una realidad, el modo un tanto rocambolesco en que los acontecimientos van llevando a los personajes de una situación a la otra, en medio de un caos que ya no intentan comprender y a través del cual fluyen como imperturbables testigos de sus propias vidas. Entre los mayores aciertos del autor están precisamente esa mirada fría, desprejuiciada, y su habilidad para construir relatos desbordantes que sin embargo logran cerrar sobre sí mismos y atrapar un sentido, una imagen reveladora, cierto orden que prevalece a pesar de la arrolladora fuerza centrífuga del absurdo. (Daniel Díaz Mantilla)Seguir leyendo LOS DIEZ PREMIOS DE LA CRITICA LITERARIA EN CUBA→
El Instituto Cubano del Libro cumple medio siglo de existencia. Foto: Ronald Suárez Rivas
La hermosa misión de poner al alcance del lector lo mejor de las letras cubanas y universales pertenece por derecho propio al Instituto Cubano del Libro, ICL, institución que cumplió el pasado 27 de abril medio siglo de feliz existencia.
Los mismos libros que de su seno han nacido podrían darnos con bastante exactitud la historia de la prestigiosa entidad que ya alcanza gallarda madurez; sin embargo, para contarla nada podría superar la emoción con que lo hacen aquellos que, dando lo mejor de sí, se han encargado de echar a andar su robusto andamiaje.
Conservo un gratísimo recuerdo de la Editorial Anagrama, sobre todo de sus años fundacionales y de aquellos libros de hondo compromiso intelectual y acendrada sabiduría. Este domingo, mientras recorría la blogosfera en busca de textos literarios de interés para unas charlas que preparo, di con esta entrevista que le hiciera, en 2003, el periodista y crítico Francisco Martínez Bouzas a Jorge Herralde, artífice de la gran editorial española. La comparto con innegable nostalgia por el libro impreso en papel y por los tiempos en que las editoriales más frecuentadas eran todavía independientes. (OG)
Hoy, 2 de enero de 2017, si las informaciones de los medios no están equivocadas, se producirá el relevo de Jorge Herralde al frente de Editorial Anagrama. La editorial independiente que más éxitos ha cosechado en España y en el mundo latinoamericano, pasará definitivamente a manos de Feltrinelli, y será dirigida por Silvia Sesé, la editora que el mismo Jorge Herralde propuso. No será, sin embargo, una desconexión absoluta ya que Jorge Herralde seguirá colaborando con la Editorial, “apoyando, sin interferir, la labor de la excelente Silvia Sesé”, según las mismas palabras del fundador de Anagrama. Se despide pues de las labores editoriales directivas el último mohicano de la edición, el hombre insumiso a la dictadura franquista y al poderío del mercado y de los megagrupos empresariales, el creador de tantas colecciones de éxito, desde las que aparecieron en aquellos años de finales de los 60 en los que Jorge Herralde aprendió a ser editor, con colecciones tan emblemáticas como “Argumentos”, “Documentos” (1969), “Cuadernos Anagrama”, también de aquellos años, hasta “Panorama de narrativas (1981), sí, esos libros de la “peste amarilla” como los calificó José Manuel de Lara, “Narrativas hispánicas” que se estrena en 1983 con la creación del Premio Herralde de Novela, hasta las que han aparecido en los últimos meses o años: “Compendium”, “Otra vuelta de tuerca”, “Edición limitada o “La conjura de la risa”.
En un día como este, reproduzco, traducida al español, una entrevista con la que Jorge Herralde me honró en el año 2003 y que con el título “Jorge Herralde, home insubmiso” fue publicada por el Suplemento Revista das Letras del periódico Galicia Hoxe. Paola Tinoco, jefa de prensa de la distribuidora de Anagrama en México, gestionó la publicación de esta entrevista en el país azteca.
JORGE HERRALDE, HOMBRE INSUBMISO
“Más de treinta y dos años trabajando de forma incansable en el mundo de la edición. Más de treinta y dos años buscando la excelencia literaria. Miles de libros en la calle. Todo ello es un aval que convierte a Jorge Herralde en el principal editor literario independiente en español. Sobre el pasado, presente y futuro de la edición y de Anagrama, Jorge Herralde habla para Revista das Letras.
Martínez Bouzas: Para usted, según escribió Álvaro Pombo en diciembre de 1988, todo existe para convertirse en libro. Pero al mismo tiempo lo retrata como un ser misterioso y complejo, acostumbrado a tomar grandes decisiones editoriales. Entonces y para comenzar, ¿podría decirnos en pocas palabras quién es el editor Jorge Herralde?