
YASEL TOLEDO GARNACHE
Vivió su infancia cerca de un arroyo en un lugar de la serranía en Argentina, donde todo transcurría con normalidad, pero siendo apenas una niña perdió a su papá. La familia se trasladó a la ciudad de Córdoba, y allí realizaba esfuerzos para subsistir.
A los 14 años de edad la protagonista de esta historia empezó a trabajar para ayudar a los suyos, y tiempo después ocurrió otro suceso que la marcó para siempre: el golpe militar de 1976. Perdió así a sus mejores amigos, a gente muy querida, y tuvo que salir del país. “Era una época de terror, de sálvese quien pueda”, dice ella ahora, 44 años después, y uno imagina aquellos momentos de tristeza y dolor. El padre de su entonces esposo vivía en Estados Unidos, y ambos se trasladaron a esa nación.
Alicia Jrapko es su nombre, y actualmente es una destacada activista social por la paz, la dignidad y los sueños. Su solidaridad con Cuba transciende cualquier dimensión. Fue integrante de la Caravana de Pastores por la Paz y coordinadora del Comité Internacional por la Libertad de los Cinco. Actualmente impulsa la campaña a favor del Premio Nobel de la Paz para los médicos de la brigada Henry Reeve.
Esta mujer de ojos verdes y hablar sereno transmite una confianza inusual. Con ella conversamos mediante videollamadas y, en varias ocasiones, a través de WhatsApp.
Asegura que nunca pensó salir de su país natal. Durante sus primeros años en Estados Unidos se sentía mal, sin poder hacer nada para evitar la muerte de los suyos. Enviaba y recibía mensajes con frecuencia. El cartero se convirtió en un amigo fundamental al que esperaba con ansias cada día. “Argentina es parte de mi identidad. Salir de la tierra que uno ama es traumático. Me viene a la mente la canción de Mercedes Sosa que dice ‘Solo le pido a Dios/ que el futuro no me sea indiferente. Desahuciado está el que tiene que marchar/ a vivir una cultura diferente’”.
Cuba y la esperanza
Alicia Jrapko narra que creció sintiendo amor por Cuba, pues todos los años iba junto a su hermano a las sierras de Córdoba, un sitio muy relacionado con Ernesto Guevara, donde niños y jóvenes de varias partes del país participaban en actividades sociales y culturales. Allí aprendió sobre Cuba, Fidel y el Che.
Para mí Cuba era un concepto lejano, una fantasía, pero fueron creciendo en nosotros valores de solidaridad que luego me ayudaron a comprender mejor la realidad. Ya en Estados Unidos trabajamos en la solidaridad con Chile y Argentina, y después de unos cuantos años aquí escuché sobre un grupo que desafiaba el bloqueo para ayudar a Cuba.
Era la Caravana de Pastores por la Paz. Cuando conocí al Reverendo Lucius Walker, con grandes valores humanistas, sentí haber reencontrado a compañeros que había perdido en Argentina. Mi primer viaje desafiando el bloqueo fue importante, porque pude ver todo con mis propios ojos y confirmar cómo los medios de comunicación aquí mienten descaradamente sobre el país de ustedes. También pude compartir con el pueblo cubano. Fue la enseñanza más grande. Cuba me robó el corazón, y desde entonces siempre he estado conectada a diferentes proyectos de solidaridad con esa nación y su gente.
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