Archivo de la etiqueta: ARMANDO HART

FUNDACIÓN CAGUAYO, UNA OBRA DE ARTE INTERMINABLE. OMAR GONZÁLEZ

Mensaje con motivo del XXV aniversario de la constitución de esta prestigiosa entidad cultural

La Habana, 21 de septiembre de 2020

Buenos días, queridos amigos y amigas en Santiago:

Ahora, cuando tanta falta nos hace no olvidar, quisiera contarles una historia, diríase que una historia de amor: la de la Fundación Caguayo para las Artes Monumentales y Aplicadas, que hoy está de cumpleaños, y la de su álter ego y creador, Alberto Lescay Merencio, quien tiene sobradas razones para sentirse el hombre más feliz de la tierra en este día. Al fin y al cabo, con independencia de algunos sinsabores –hasta cierto punto previsibles pero jamás paralizantes si media una voluntad como la suya–, la experiencia de Caguayo y Lescay ha sido una victoria, un tributo a la patria de la noción más fecunda y trascendente de la cultura, la de fundar y compartir, y una innegable fiesta de los sentidos, incluyendo el arisco y a veces paradójico sentido común. Porque aquí de lo que se trata es de la conjunción de arte e historia, de identidad, trabajo (mucho trabajo) y poesía (mucha poesía). Y esto, que me perdonen los conformistas, jamás ha sido ni será fácil. En cultura, un desafío siempre da lugar a otro, y así sucesivamente; de ahí que llegar una vez no sea lo más difícil, sino continuar llegando.

En Lescay la cultura se nos ofrece como una fiesta interior –y también anterior, si tomamos en cuenta el peso de la memoria en su obra–, y la Fundación Caguayo, desde que surgió como idea allá en los albores de la década de los noventa, estuvo arropada no sólo por la perseverancia de su gestor, sino por la sensibilidad de seres extraordinarios como Fidel, Raúl y Armando Hart, entonces Ministro de Cultura, quienes no sólo jamás dudaron del significado prominente del proyecto, sino que vieron en él la referencia más completa y compleja de un emprendimiento no  gubernamental que merecía apoyo y reconocimiento por el alcance de sus objetivos y el bien ganado prestigio de su autor. Porque Caguayo ha sido y es eso, un desafío y una obra de arte felizmente interminable. De hecho, todas las fundaciones jurídicamente existentes en Cuba se han distinguido por sus aportes a la cultura nacional y universal y al crecimiento de nuestra sociedad civil, lo que constituye una prueba inequívoca de las bondades de esta fórmula organizativa para encauzar el trabajo artístico y literario en nuestras condiciones concretas. Así lo atestiguan los resultados conseguidos por las fundaciones del Nuevo Cine Latinoamericano, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Antonio Núñez Jiménez, Fernando Ortiz, Ludwig de Cuba, la propia Caguayo y con seguridad la muy reciente Ariguanabo, animada por Silvio Rodríguez en su natal San Antonio de los Baños. O sea, a juzgar por la cosecha, no advierto razón de peso alguna que nos impida seguir avanzando en este campo sobre bases bien fundamentadas. Como pruebas al canto, debo señalar que tengo la dicha de haber participado activamente en el surgimiento de tres de estas instituciones, hoy emblemáticas en el ámbito cultural.

Alberto Lescay

Pero bien, yo quería estar ahora en Santiago para darles un abrazo, no precisamente virtual, a mis hermanos Lescay y Marino –tengo entendido que Luisito comparte mi suerte en La Habana– y, por supuesto, a muchos y muchas amigas y amigos de los que laboran actualmente o trabajaron alguna vez en la Fundación durante estos cinco lustros o, para decirlo como suele medirse y pesarse el tiempo cuando es histórico: durante este primer cuarto de siglo. Sin embargo, no fue posible. Heme aquí, a más de 900 kilómetros de ustedes, cumpliendo al pie de la letra los rigores del aislamiento epidemiológico, aunque, para qué dudarlo, con unos deseos enormes de que la COVID termine y la humanidad, incluido este servidor, tome conciencia de que la normalidad conocida no debería ser jamás la normalidad esperada, de modo tal que nunca se repita lo que estamos viviendo ni encuentren espacio entre nosotros los vaticinios de que todo pudiera ser peor, pues, a juicio de algunos entendidos, nos esperaría un siglo de pandemias. Apocalípticos y desintegrados, cabría decir parafraseando a Umberto Eco.  

Hace más de 30 años, en el contexto de una reunión de artistas plásticos que efectuábamos en Santiago de Cuba, Lescay me habló por primera vez de la idea de encontrar un mecanismo, una solución, para que no se disipara la mística que había empezado a crecer un poco antes allá, en el camino –o en los Dos Caminos, para ser más exacto— entre Santiago y San Luis, en un sitio nombrado Caguayo, donde estaban cosiéndose los metales del conjunto escultórico que preside la Plaza de la Revolución Mayor General Antonio Maceo Grajales, cuya figura ecuestre es obra del propio Lescay, y los veintitrés machetes hirsutos que corresponden al también escultor Guarionex Ferrer Estiú, otro hermano de mil batallas, lamentablemente fallecido a la temprana edad de 59 años.  

Si bien Lescay y otros compañeros nunca estuvimos conformes, la mayoría de los remedios que nos llegaban o sugeríamos nosotros mismos para preservar la vitalidad del taller, no pasaban de ser eso, remedios, en algunos casos tan indefendibles como bien intencionados. Se pretendía inaugurar un camino muy diferente a los que prevalecían en aquellos momentos, el de una fundación cultural dotada de una sociedad mercantil que le permitiera ser sustentable desde el punto de vista económico y financiero y que garantizara el imprescindible carácter no lucrativo de su actividad. Una persona como Ricardo Badía González, a la sazón director de Economía del Ministerio de Cultura, fue clave para encontrar el diseño económico que viabilizara la propuesta. Del mismo modo, Manolo Fernández Retamar, con su genialidad, desenfado y sabiduría, a quien vinculamos al Consejo Nacional de las Artes Plásticas prácticamente con la única misión de llevar adelante este y otros proyectos afines. Manolo jamás se dio por vencido ante los obstáculos que ponía la hidra burocrática.

Sin embargo, a pesar de la insistencia, la receptividad limitada y los esfuerzos por encontrar una solución al problema, para algunos compañeros la idea parecía mortalmente herida por efecto del tiempo y la opacidad de los obstáculos; cuando pensaban en el taller de fundición, imaginaban un dinosaurio que agonizaba a las puertas del monte. Entonces fue que se impusieron el realismo y el sentido común, y Lescay decidió aceptar la fórmula económicamente menos ventajosa, pero la única que dejaba el taller en manos de los hacedores del proyecto de monumento. Mientras ganábamos tiempo y la propuesta seguía su curso de espera y asimilación por parte de otras instancias, algunas muy prejuiciadas, incluso dentro del propio Consejo Nacional de las Artes Plásticas, el taller y los trabajadores continuaban en actividad gracias a los escasos ahorros del proyecto inicial, los fondos del propio Lescay y la colaboración inestimable del Partido y el Gobierno de la provincia de Santiago de Cuba, entonces encabezados por Esteban Lazo Hernández y Reynaldo Endy Endy, respectivamente. Lazo, con su proverbial instinto de clase y su manera sencilla y sincera de relacionarse con los artistas, supo percatarse enseguida del alcance de aquella idea y la acogió y defendió como propia. Endy, por su parte, abrió las puertas del Gobierno provincial a Lescay y al grupo rector del proyecto, y les ofreció todo cuanto pudo.  

En el caso de Hart, a quien Lescay siempre distingue cuando recuerda aquellos años y aquel fatigoso proceso, toda gratitud sería poca. Su audacia, lealtad y apego invariable al pensamiento de Fidel, fueron decisivos para iniciar el camino y llegar hasta el punto en que se halla la Fundación actualmente, luego de haber transitado 25 años de aprendizaje, fidelidad a la Revolución y aportes trascendentales a la cultura nacional en la representación de la historia y del imaginario social cubano. Con la orientación y apoyo de Hart, el Consejo Nacional de las Artes Plásticas hizo suyos los presupuestos conceptuales y los objetivos del proyecto Caguayo, al igual que sucediera con los de la Fundación Ludwig de Cuba, concebida en Aquisgrán y La Habana a principios de los años noventa, junto al propio coleccionista alemán Peter Ludwig y Helmo Hernández, su presidente desde que se constituyera oficialmente en 1994.

Desde su surgimiento, la Fundación Caguayo se ha distinguido por su defensa y aplicación de la política cultural de la Revolución cubana. Aunque con sus lógicas especificidades, trabaja intensamente en el establecimiento y defensa de las jerarquías artísticas y literarias establecidas y en las suyas propias. Llama la atención la labor que realiza en aras de la validación y conocimiento de las jerarquías menos favorecidas, lo que se expresa a través de la programación de su sistema de galerías, premios, talleres, encargos de obras artísticas y de investigaciones históricas, literarias y científicas y otras formas y espacios ideados para la promoción y el crecimiento de la cultura cubana en su dimensión cotidiana. Asimismo, considero muy importante la labor desplegada por Caguayo a favor del reconocimiento del diseño como parte de las disciplinas artísticas, lo que también se extiende a la cerámica, la arquitectura y la visualidad simbólica en los espacios urbanos, siempre en interacción creadora con las tradiciones, la comunidad y el imaginario social en movimiento.

Son de saludar empeños como la Galería René Valdés Cedeño, donde han expuesto muchos de nuestros principales artistas plásticos, y el Iris Jazz Club, en el que se han presentado figuras de renombre nacional e internacional, por lo que es considerado uno de los mejores y más exigentes de su tipo en el país. De igual manera me ocurre con el proyecto Somos, una iniciativa performática de dimensiones y formato variables que involucra al propio Lescay, a sus hijos Albertico y Alejandro y a otros artistas. Son actos de fe para pensar al ser humano y su espacio desde la capacidad renovadora de los valores estéticos modernos contenidos en las artes plásticas y la música, principalmente.

Créanme que sería interminable la simple enumeración de las acciones culturales que ha llevado adelante la Fundación Caguayo en estos veinticinco años, las que le han permitido cubrir un espectro temático y formal que va desde las artes plásticas y aplicadas hasta el audiovisual, la literatura, la música, la historia, el diseño y la formación de públicos, entre otros ámbitos. Del mismo modo, su sistema de relaciones con las más diversas instancias y entidades del sector cultural, lo que le permite estar presente en su actividad cotidiana y en eventos de gran significación, como el Festival del Caribe, la Bienal de La Habana, los salones de Diseño, ferias de artesanía, los festivales de Jazz, ferias del Libro, entre otros. También merece subrayarse su participación en los planes y proyecciones internacionales de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, cuyo nodo santiaguero acoge la Fundación y preside Lescay.

Mas no quiero finalizar sin referirme a la que constituye la primigenia razón de ser de esta institución: el ejercicio creativo y la promoción inteligente de las artes monumentales. Al ser su actividad más conocida, ello me releva de tener que mencionar, por ejemplo, a todas las obras en que la Fundación ha intervenido y que considero importantes para la cultura cubana y de otros países.

Uno de los conjuntos más impresionantes realizados por Lescay, ya desde la Fundación Caguayo, ha sido el Monumento al Espíritu Guerrero Venezolano, inaugurado en 1996 yemplazado en el Estado de Carabobo, en esa hermana nación bolivariana. Otra pieza que clasifica entre las más originales y mejor resueltas de cuantas se han dedicado al Che, es la escultura que le hiciera al Guerrillero Heroico en 1997, ubicada en la entrada al Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Cuba, en La Habana. Entre los numerosos bustos que nos ha legado Lescay está el consagrado a Julio Antonio Mella, una de cuyas tres copias está emplazada en la ciudad de México, donde fuera asesinado, en 1929, este excepcional joven luchador comunista por órdenes del dictador Gerardo Machado. Ahora bien, la obra que a mi juicio define mejor el estilo de Lescay y el espíritu de la Fundación, es el Monumento al Cimarrón, realizado en 1997 e izado en la localidad de El Cobre, muy cerca de la ciudad de Santiago de Cuba. La fuerza de la imagen en su verticalidad firme y ascendente, su relación crítica y al mismo tiempo amable con el entorno, y la trascendencia del peso y el volumen, en una ilusión provocada de cercana rebeldía, le confieren a esta obra valores excepcionales. Para nada es fortuito, entonces, el hecho de que esta escultura forme parte de La ruta del esclavo: resistencia, libertad, patrimonio, instituida por la UNESCO, a propuesta de Haití, en 1994, en Benin.

Y en este apresurado recorrido por la obra escultórica de Lescay –para no hablar de la pintura, el dibujo, el grabado estrechamente ligados al proceso de consolidación de Caguayo–, no pudiera dejar de mencionar otras tres piezas capitales: el Monumento a Wifredo Lam, inaugurado en 2009, en el contexto de la Bienal de La Habana; la pieza Martí crece, donada por la Fundación a la ciudad de Santiago de Cuba en su 495 aniversario, y, por último, el Retrato escultórico de Mariana Grajales, colocado en el santuario de Santa Efigenia, en 2015. En todos los casos, los derechos de autor y el valor de estas esculturas monumentales, han sido donados por la Fundación y por Lescay a la comunidad y a las instituciones públicas donde están enclavadas.     

Por último, mencionaré sucintamente otros artistas cuyas obras han sido reproducidas o realizadas por primera vez en el Taller de Fundición Artística y Cerámica surgido en 1987 y devenido desde entonces escuela y fuente de trabajo para los lugareños de Dos Caminos, Santiago de Cuba y San Luis. Ellos son: el escultor martiniqueño René (Kho Kho) Corail, los escultores cubanos Juan José Sicre Vélez (1898-1974), José Villa Soberón (varias piezas, entre ellas las dedicadas a John Lennon, William Shakespeare, Enriqueta Favez), Tomás Lara, René Negrín, Estereo Segura, Andrés González, Luis Mariano Frómeta, Martha Jiménez, Belisario Eduardo Álvarez Collado, Juan Carlos Pérez Bermúdez, Julio Carmenate y José Rolando Montero Hernández.

Llegados a este punto, es fácilmente discernible que la trayectoria de la Fundación Caguayo para las Artes Monumentales y Aplicadas da motivos más que suficientes para celebrar sus veinticinco años de espléndida y refulgente lozanía. Debe ser razón de orgullo no sólo para sus iniciadores, colaboradores y trabajadores actuales, sino para la cultura cubana en sentido general y para la entrañable Santiago, ejemplo de buen vivir y de arraigadas lealtades humanistas y afectivas, en este mundo convulso y tantas veces incierto y desnaturalizado donde discurre el presente de la especie humana. Santiago es siempre amable; por eso da gusto visitarla.  

Al tiempo que los felicitamos por lo mucho que ustedes han hecho, querido Lescay y demás compañeras y compañeros, les agradecemos esta alegría que nos proporcionan, precisamente ahora, cuando Cuba lucha y vence en la batalla contra un enemigo invisible y en la otra guerra contra el mismo enemigo de siempre.

Dice la Organización Mundial de la Salud que el saludo más seguro no es el de juntar los codos ni rozar los puños con los brazos extendidos, sino el de llevarse la mano a la zona del corazón y bajar ligeramente la mirada. Siendo así, a las 10 y algo más de la mañana de este lunes 21 de septiembre de 2020, yo sería muy feliz si me permitieran, como prueba de afecto y gratitud, inclinarme ante ustedes.

Muchísimas gracias y, por qué no, un abrazo enorme e ineludiblemente virtual a mis hermanas y hermanos de Caguayo.

Omar González Jiménez

Monumento al cimarrón, 1997

ARMANDO HART EN LA REVOLUCIÓN CUBANA. FREI BETTO

 

hart-fre-betto

FREI BETTO*

Buenos días a todas y a todos.  Quiero agradecer a Eloísa y a la Asociación (Hermanos Saíz, N. del E.) por esta invitación de estar aquí con ustedes, agradecer a tantos amigos de aquí de Cuba y Brasil, gente con quienes yo tengo una larga historia.  No voy a citar nombres porque si olvido alguno es una tragedia.

Y yo también agradezco a Eloísa, que me ha pasado su ponencia por escrito, que la voy a leer después de precederla en esta intervención.  Yo decía de explotación porque, como me voy mañana, a cada rato hay gente que marca una agenda, una cita, y que si tú puedes, no sé qué cosa, cómo volver a irme, y entonces quiero atender también otras solicitudes.

Por la tarde voy a estar en la Feria presentando dos libros, un libro que se llama Lo que la vida me enseñó, ese libro son trece relatos autobiográficos, y otro libro, que es una novela, que se llama  Alucinado son de tuba.  Es una novela sobre el mundo marginalizado de Brasil, sobre todo niños de la calle, gente que vive en un mundo de la exclusión social.

Bueno, vamos a hablar de nuestro querido Armando Hart.  Yo tenía una amistad muy fraternal, muy íntima, con Armando, por muchas razones, porque yo en la vida no hablo de coincidencias, sino de Cristoincidencias, como incidencias así que tienen la mano de Dios en esas cosas.  Primero porque yo entré en Cuba por primera vez en 1981 por las manos de Armando Hart, que era Ministro de Cultura.  Yo había conocido en el año anterior a Fidel en Managua,  y fue cuando Fidel me preguntó si yo estaría dispuesto a venir a Cuba.

Hay que recordar que en aquel momento todavía estaba la dictadura militar en Brasil, que terminó solamente en el 1985, no había ninguna relación entre Brasil y Cuba, ya yo de hecho había pasado dos veces por la cárcel, y entonces era un riesgo venir a Cuba, tenía que venir vía Lima o Panamá para sacar una visa que no estuviera grabada en el pasaporte.  Pero yo asumí el riesgo a partir del momento en que el Comandante me propuso ayudar al gobierno de Cuba en un acercamiento con la Iglesia católica.  Yo le dije a él: de mi parte, sí, estoy dispuesto al riesgo, pero depende de los Obispos; para un diálogo, un acercamiento, las dos partes tienen que estar dispuestas.  Entonces vine aquí a hablar con los Obispos, incluso en aquel momento los Obispos entre ellos no llegaron inmediatamente a un acuerdo, tenían muchas incertidumbres, y me pidieron salir de la sala, afuera, yo estaba allí afuera.  Una hora después me llamaron porque algunos decían que yo iba a ser manipulado por el Partido y la conspiración comunista y no sé qué cosa y todo eso.  Ah, antes de salir de la sala, yo dije una frase que fue importante y creo que tuvo un peso.  Digo: Bueno, ustedes saben que yo vengo aquí a prestar un servicio.  El gobierno quiere que yo haga este puente entre la Iglesia católica y él; parece que ustedes no quieren, yo no voy a venir más; ahora, la responsabilidad a delante de la historia y delante de Dios es de ustedes. Y salí de la sala y después ellos dijeron: “No, tú tienes que venir”.

Entonces seguí entre comillas haciendo ese trabajo solamente hasta 1991, y esto está todo retratado en dos libros que ustedes conocen: Fidel y la religión y Paraíso Perdido, que salió hace poco. Un detalle es que Fidel revisó completo Paraíso Perdido (hizo una revisión completa), porque como libro trata de los treinta y tres años de mi trabajo en los países socialistas y como la Unión Soviética desapareció, los países del Este europeo también, ya no son socialistas, y una tercera parte del libro trata de Cuba.  Y por eso fue muy importante esta revisión que Fidel hizo del libro porque él apuntó varios equívocos de información que yo tenía, nombres de personas, fechas de algunos episodios.

Pero, ¿volvemos a Hart?  Había aquí un Encuentro de Intelectuales por la Soberanía de los Pueblos; si me equivoco en alguna cosa, Eloísa me ayuda, porque yo me he puesto viejo, la memoria ya no está tan fresca de muchas cosas y no he preparado nada por escrito; mi empatía con Hart era de corazón a corazón, y yo prefiero hablar desde el corazón.

Entonces yo me recuerdo que en este vuelo, que estaban Fernando Morais y otros de Brasil, había un físico brasileño, el más viejo de toda la delegación, llamado Mario Schenberg, un gran físico, fundador del Partido Comunista Brasileño, que él creó un lío cuando el avión salió de Panamá hacia La Habana.  Llamó a Fernando, que era un poco nuestro jefe, porque era quien tenía más relaciones con el gobierno de Cuba, y dijo: “Yo no voy a bajar de este avión en La Habana, ¿por qué?  Porque yo soy fundador del Partido Comunista Brasileño, y ahora me he dado cuenta de que estoy invitado por una entidad cultural y no por el Comité Central” (RISAS).  Mira, ese es el problema. “Quieres conocer a Juanito, dale un carguito” (RISAS).  Ese es un tema que nosotros tenemos que profundizar a cada rato: el ser humano y su relación con el poder, es muy complicado.  Y eso vale para todo: para el Partido, para la Iglesia, para un centro deportivo.  Válido en cualquier parte.  Y Mario dijo: No voy a bajar en La Habana porque ahora me he dado cuenta de que, por la importancia histórica que tengo en Brasil, debió ser el Comité Central o el Buró Político, el que debió invitarme, no una institución ahí cultural.  Claro, primero, que él no tenía la dimensión de Casa de las Américas, porque hablar de instituciones culturales desde Brasil en tiempos de dictadura, mira, no hay comparación con Casa de las Américas.  Seguir leyendo ARMANDO HART EN LA REVOLUCIÓN CUBANA. FREI BETTO

RECUERDOS EN TIEMPO PRESENTE. GRAZIELLA POGOLOTTI

GRAZIELLA 1

GRAZIELLA POGOLOTTI

Descansaba Armando Hart en el Centro de Estudios Martianos fundado por él desde la primera hora de su designación al frente del Ministerio de Cultura. El sitio era demasiado pequeño para acoger a todos aquellos que aspiraban a rendir homenaje a un indispensable de la historia de la Revolución Cubana. Tenía, sin embargo, un indiscutible valor simbólico. Representaba la línea de continuidad entre la tradición martiana, el áspero presente de la contemporaneidad y el trazado de un mañana proyectado hacia la irrenunciable construcción del país, frágil en su  condición insular y sólidamente afincado en el misterio que lo protege.

Bajo el estremecimiento  del duelo, son muchos los que han evocado la trayectoria del joven que, desde sus años  estudiantiles, se entregó sin reservas al empeño de transformar la nación, arriesgó la vida en medio de la clandestinidad, luchó junto a Frank País en las hornadas del 30 de noviembre y recibió el triunfo de enero en la prisión de Isla de Pinos. Ajeno a mezquindades sectarias, fue el ministro de la Campaña de Alfabetización y el llamado a reparar los daños causados por los errores en la aplicación de las políticas culturales durante los 70 del pasado siglo.

En el silencio de la despedida, me asaltaban las voces del recuerdo, de su hacer y pensar cotidiano en la solución de los grandes y pequeños problemas, ninguno insignificante, porque unos y otros se intercalan e interceptan como la piedra en el zapato que entorpece el andar del caminante. Conocí de cerca las cualidades del trabajador infatigable que sostenía el andamiaje de la figura pública. Su capacidad convocante residía en el reconocimiento de su insobornable trayectoria política alentada por la fidelidad a un ideal y por la decencia, virtud primordial que abría cauce a la confianza mutua, fuente de todo diálogo productivo, libre de reservas, prejuicios y mezquindades.

Sus colaboradores más cercanos distaban mucho de ser dóciles ejecutores de decisiones prefijadas. De formación heterogénea, a través de su experiencia de vida forjaron criterios arraigados sobre muchos asuntos.

Seguir leyendo RECUERDOS EN TIEMPO PRESENTE. GRAZIELLA POGOLOTTI

UN GRAN REVOLUCIONARIO CUBANO. ÁNGEL GUERRA CABRERA

GUERRITA

ÁNGEL GUERRA CABRERA

Ha muerto en La Habana Armando Hart Dávalos, uno de los más notables integrantes de la Generación del Centenario encabezada por Fidel Castro. Lo conocí cuando era ministro de Educación, en una pequeña reunión en la ciudad de Ciego de Ávila a la que citó a un grupo de estudiantes revolucionarios de preuniversitario. Acababa de producirse la traición de Hubert Matos, jefe militar de la entonces provincia de Camagüey, y Hart centró sus planteamientos en el imperativo de la unidad del movimiento estudiantil y de todos los revolucionarios ante los embates de la contrarrevolución y el imperialismo, así como en la importancia de trabajar con y respetar a los profesores que no hubiesen tenido complicidad probada con el régimen batistiano. No imaginaba que pocos años después tendría el privilegio de colaborar de cerca con el dirigente revolucionario que me había impresionado tanto por su agudeza y lucidez en aquel primer encuentro. Su defensa de la necesidad de la unidad de los revolucionarios cubanos y latino-caribeños sería una constante a lo largo de su actividad política y teórica. Hart insistía en que al clásico proverbio de divide y vencerás había que oponer el martiano y fidelista unir para vencer.

Desde sus años universitarios combatió infatigablemente contra el golpe de Estado proimperialista de Fulgencio Batista y el corrupto y sanguinario régimen dictatorial que instauró. Posteriormente a conocer a Fidel, fue fundador y miembro de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio y uno de los organizadores junto a Frank País y Vilma Espín del heroico alzamiento del 30 de noviembre en Santiago de Cuba en apoyo al desembarco del Granma. Más tarde ascendería a la Sierra Maestra para coordinar con Fidel el apoyo de la organización desde el llano a la joven y hostigada guerrilla al tiempo que conducía al periodista Herbert Mathews a realizar una entrevista al jefe de la revolución, que echó por tierra la mentira de que había muerto, difundida por la dictadura. Siempre dijo que su vida se dividía en dos partes: antes y después de conocer a Fidel.

Brillante pensador marxista de profundas raíces en el pensamiento de Martí, ajeno a los dogmas y al sectarismo, hizo importantes contribuciones a la teoría y la práctica revolucionarias en los campos de la educación, la cultura y la lucha de ideas. Como primer ministro de Educación de la revolución (1959-1965) y artífice de la Campaña Nacional de Alfabetización, sentó junto a Fidel las bases filosóficas, pedagógicas y organizativas del sistema de educación sustentado en la amplia participación popular organizada, que tanto prestigio ha dado a Cuba. Dirigente del Partido Comunista de Cuba desde su fundación y de las organizaciones unitarias que lo precedieron, a su construcción y labor ideológica realizó importantes aportes. Capítulo aparte merecen sus relaciones con los jóvenes, las organizaciones estudiantiles y la Unión de Jóvenes Comunistas, a los que siempre escuchó y hacia quienes ejerció un fecundo magisterio.

Seguir leyendo UN GRAN REVOLUCIONARIO CUBANO. ÁNGEL GUERRA CABRERA

ARMANDO HART, DISCÍPULO Y HERMANO DE FIDEL. PEDRO DE LA HOZ

pedro-de-la-hoz-1

PEDRO DE LA HOZ

«Con certeza puedo afirmar que mi vida está dividida en dos etapas fundamentales: antes y después de conocer a Fidel Castro». Fue el 26 de noviembre del 2016 cuando Armando Hart encabezó con esas palabras, en medio del dolor, su evocación personal del líder de la Revolución Cubana.

Hart y a Fidel
Una profunda amistad, forjada en el calor de la lucha, unió a Armando Hart y a Fidel. Foto: roberto salas

Un año después de aquel testimonio –es decir, un año y un día después de la partida de Fidel–, Hart se despide. Era uno de los más leales y aventajados discípulos del Comandante en Jefe y, a la vez, uno de sus más entrañables hermanos de lucha y esperanza.

Se descubrieron mutuamente en el fragor del combate contra la tiranía; luego del asalto al Moncada, Hart supo que Fidel era «el líder y el movimiento a que aspirábamos, el que Cuba necesitaba y dentro del cual valdrían la pena los mayores sacrificios, incluidos el de entregar la vida misma a la causa de la libertad y la justicia para el pueblo cubano»; y Fidel supo que en Hart tenía a un luchador creativo, tenaz y decidido, al que le unían ideas, proyectos y la firme vocación para llevarlos a vías de hecho aun en las más difíciles y complejas circunstancias. Ambos coincidieron, por supuesto, en el amor y conocimiento de la obra martiana, en el estudio, comprensión y aplicación a las condiciones concretas de Cuba del legado de Marx, Engels y Lenin, y en una irreductible militancia antimperialista. Seguir leyendo ARMANDO HART, DISCÍPULO Y HERMANO DE FIDEL. PEDRO DE LA HOZ

EL JOVEN HART COMANDA UN EJÉRCITO SINGULAR. MARTA ROJAS

Armando Hart, ministro de Educación, en compañía de Camilo Cienfuegos, recibe de las manos de Raúl Castro, las llaves simbólicas del campamento de Columbia, convertido en Ciudad Escolar Libertad. FOTO: Archivo

Cupo al joven Armando Hart Dávalos, en su condición de ministro de Educación del Gobierno Revolucionario, recibir el campamento militar de Columbia (sede del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de tierra, mar y aire de la República, antes del triunfo de la Revolución) para convertirlo en un establecimiento educacional modelo, que en lo adelante se llamaría Ciudad Libertad. La ceremonia, concebida como un sencillo acto de masas, se convirtió aquel día —14 de septiembre de 1959— en uno de los acontecimientos más trascendentales de ese año, repleto de hechos memorables.

En el polígono de la antigua Columbia, el comandante Raúl Castro, como jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde, le entregaba al titular de Educación aquel cuartel. Fue una clara mañana de verano y con ese acto comenzaba oficialmente el primer curso escolar en Cuba revolucionaria. Fidel estaba presente, entonces era Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, y con él, el presidente Osvaldo Dorticós Torrado. Sería aún más significativa aquella entrega porque contó con la presencia protagónica —como Jefe del Ejército Rebelde y héroe invasor al frente de la columna Antonio Maceo Grajales— de Camilo Cienfuegos, quien apenas un mes después desaparecería trágicamente.

Hart y Camilo charlaron animadamente. Camilo bromeaba con Hart sobre el campamento que debía «mandar» y uno de cuyos muros el propio Camilo derrumbó simbólicamente con una mandarria.  Seguir leyendo EL JOVEN HART COMANDA UN EJÉRCITO SINGULAR. MARTA ROJAS

CARTA DE ERNESTO CHE GUEVARA A ARMANDO HART DÁVALOS

che-12
Ernesto Che Guevara

hart1
Armando Hart Dávalos

Dar-Es-Salaam

(4/XII/1965)

Mi querido Secretario:

Te felicito por la oportunidad que te han dado de ser Dios; tie­nes 6 días para ello. Antes de que acabes y te sientes a descansar como hizo tu predecesor, quiero exponerte algunas ideíllas sobre la cultura de nuestra vanguardia y de nuestro pueblo en general.

En este largo período de va­caciones le metí la nariz a la fi­losofía, cosa que hace tiempo pensaba hacer. Me encontré con la primera dificultad: en Cuba no hay nada publicado, si excluimos los ladrillos soviéticos que tienen el inconveniente de no dejarte pen­sar; ya el partido lo hizo por ti y tú debes digerir. Como método, es lo más antimarxista, pero, además, suelen ser muy malos, la segunda, y no menos importante, fue mi desconocimiento del lenguaje filo­sófico (he luchado duramente con el maestro Hegel y en el primer round me dio dos caídas). Por ello hice un plan de estudio para mí que, creo, puede ser estudiado y mejorado mucho para constituir la base de una verdadera escuela de pensamiento; ya hemos hecho mucho, pero algún día tendremos también que pensar. El plan mío es de lecturas, naturalmente, pero puede adaptarse a publicaciones serias de la editora política.

Si le das un vistazo a sus pu­blicaciones podrás ver la pro­fusión de autores soviéticos y franceses que tiene.

Esto se debe a la comodidad en la obtención de traducciones y seguidismo ideológico. Así no se da cultura marxista al pueblo, a lo más, divulgación marxista, lo que es necesario, si la divulgación es buena (no es este el caso), pero insuficiente.

 Mi plan es este:   Seguir leyendo CARTA DE ERNESTO CHE GUEVARA A ARMANDO HART DÁVALOS

A %d blogueros les gusta esto: