Cuando se registra una ofensiva de restauración conservadora, neoliberal, neocolonial, depredadora y militarizada en varias regiones del mundo, América Latina incluida, el feminismo libertario, emancipador, crítico, ha colocado la contradicción capital-vida como categoría de análisis indispensable. Expresión de ese movimiento feminista de voces plurales y diversas que se ha levantado para contestar al capitalismo y al patriarcado −anudados en un sistema que llega hoy a extremos de devastación de la vida sobre el planeta, con su lógica de despojo de tierras y territorios en función de intereses corporativos de empresas nacionales y trasnacionales, y en el marco de una exacerbación de las violencias misóginas por la escalada del neofascismo−, las mujeres rurales y campesinas, las indígenas y las negras, permanecen en resistencia como guardianas del agua, la tierra, las semillas, la diversidad, los territorios y la vida.
Bajo el eufemismo de la llamada Crisis of Democracy
y en el marco de una guerra de clases de los de arriba contra los demás (Warren Buffett dixit), la simbiosis entre patriarcado y capitalismo global está presente en la disputa por el control del mundo por los poderes trasnacionales mercantiles, financieros, militares y comunicacionales; en los enfrentamientos geopolíticos y los reordenamientos territoriales
de las potencias inherentes al control de los recursos naturales
geoestratégicos y de la tierra; en la lucha por la hegemonía tecnológica, pero también en los diseños gerenciales
para el control y manejo de las sociedades por fuera de la política
.
Como señala Irene León, en un mundo cimentado en intereses corporativos privados, con poderes supraestatales, omnímodos, fácticos y extraterritoriales (dueñidad
de tipo feudal, según Rita Segato), las mujeres son mayoría en las cadenas globales de producción flexible, en áreas clave para el capitalismo como las tecnologías digitales, las zonas francas o aquellas de producción agrícola trasnacional. A su vez, la militarización de la vida cotidiana −que posicionó las doctrinas de control y disciplinamiento social con la consiguiente banalización del abuso sexual y la violencia feminicida, así como la práctica de expoliación de datos personales que se asocian al capitalismo de la vigilancia
− ha llegado acompañada de las simbologías y realidades de la guerra, lo que en la remozada versión de la división internacional y sexual del trabajo comprende la inclusión de las mujeres como militares, paramilitares y/o sicarias, hasta su enrolamiento en la prostitución y otras actividades asociadas al entretenimiento que la militarización propicia, como los videojuegos.
En la transición hacia el globalismo patriarcal y capitalista actual (insurgencia plutocrática
la llamó Robert J. Bunker), con la producción simbólica, cultural y los escenarios comunicacionales bajo control hegemónico corporativo privado, opera tanto la redición del sexismo en los códigos y las prácticas, como la readaptación de la visión patriarcal y jerárquica de las relaciones sociales
(León). Seguir leyendo EL 8M, EL 9M Y EL PODER PATRIARCAL. CARLOS FAZIO