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DIÁLOGO SORDO CON UN GATO SIN NOMBRE

Diles que vengan que esta ciudad me mata,
Que nací allá y ahora me habla el silencio,
Que aquí la bruma es honda y el sol demora un siglo.

Diles que estoy tan solo que nadie me conoce;
Cuéntales que envejezco y que nada me asombra.
Hazles saber que lloro mientras tiendo la mano.

Diles que estoy en Lebu, donde se acaba el mundo;
Que aquí la gente es noble y me arropa y me cuida,
Pero que vivo lejos y he olvidado quién soy.

Foto: Claudia González Machado

CHILE: ADIÓS AL PINOCHETISMO. ÁNGEL GUERRA CABRERA

ÁNGEL GUERRA CABRERA

En la celebración de la Plaza Dignidad por la enorme victoria popular chilena en el plebiscito del 25 de octubre, la multitud enarbolaba dos grandes banderas muy simbólicas. Una, la del discriminado, reprimido y combativo pueblo mapuche, adoptada como propia por la rebelión social que justamente acaba de cumplir un año. La otra era una bandera negra en que quienes hoy luchan por un cambio radical de la sociedad chilena, entre ellos muchos jóvenes de ambos sexos, interpelaban al dictador Augusto Pinochet: “Borrar tu legado será nuestro legado”. Y es que la llamada transición chilena se ha llevado a cabo bajo la égida de la Constitución pinochetista. Por más que los partidos de derecha y los de la Concertación- no tiene nada de izquierda- argumenten que le han hecho cambios, estos fueron eminentemente cosméticos, referidos a la democracia formal y procedimental. En resumidas cuentas, entre ese cuerpo legal y el también pinochetista Tribunal Constitucional, más la falta de voluntad política de esos partidos, se han erigido en obstáculos formidables para impedir que prosperara cualquier reforma que hiciera mella al modelo neoliberal. Es el caso, por ejemplo, de las reformas a la educación prometidas en campaña por la presidenta Michelle Bachelet ante el enérgico reclamo de los grandes movimientos estudiantiles de 2006 y 2011, convertidas en nada. No dio respuesta satisfactoria a ninguna de las demandas fundamentales de estudiantes y docentes. La educación gratuita como derecho no se logró, pues el armatoste legal pinochetista no reconoce derechos sociales sino “libertades”. Usted tiene la libertad de escoger a qué escuela manda a sus hijos y el Estado no tiene responsabilidad alguna en ello. Tiene también la libertad de escoger a qué universidad asiste. Eso sí, el considerable endeudamiento en que incurrirá a lo largo de los estudios, a menos que sea pudiente, corre por su cuenta. El Estado es subsidiario y no tiene que ver con eso. Ni el agua es un derecho en Chile sino un “bien” para ser comercializado.

Lo que explica el valor y la trascendencia de las extraordinarias batallas que están librando los chilenos y chilenas es que el modelo neoliberal, aplicado a sangre y fuego y vendido como un gran éxito a los cuatro vientos, lo que hizo fue convertir a Chile en uno de los países más desiguales del planeta. Extrema concentración de la riqueza, bajos salarios; paupérrimas pensiones basadas en el ahorro individual de los trabajadores que ha sido empleado, en el colmo del descaro, para financiar a los grandes grupos económicos. No existencia de derechos sindicales ni de educación y salud públicas, con un déficit importante de vivienda, además de una de las poblaciones más endeudadas del planeta. Y todo esto sin que los usufructuarios del sistema y sus empleados tuvieran -ni tengan- conciencia de las precarias condiciones de vida del pueblo. Es antológico lo expresado por el ex ministro de salud Mañalich, quien, a propósito del avance de la pandemia en uno de los países con más contagiados y fallecidos respecto a su población, confesó su asombro ante el hacinamiento en que viven los sectores populares.

Dice mucho el dato de que en el plebiscito del 25 de octubre solo 5 de 345 comunas (municipios) de Chile hayan votado a favor de mantener la Constitución pinochetista. Coincide que en tres de ellos -Vitacura, Los Condes y Lo Barnechea- viven muchos de los ricos. Más claro no puede ser el mensaje de que en estas urbanizaciones muchos desean mantener el estatus quo neoliberal, autoritario y patriarcal. De la misma manera que los partidos políticos de la derecha y la Concertación ya se preparan para apoderarse de esta victoria y, tal como hicieron después del plebiscito del no a Pinochet, en 1988, secuestrar lo que ha sido fruto únicamente del batallar del pueblo, por lo menos desde los movimientos estudiantiles de los 2000 y, muy en especial desde octubre del año pasado cuando estallara la rebelión con los secundarios saltándose los torniquetes del metro. Una vez se tuvo el resultado del plebiscito el presidente Sebastián Piñera salió con un discurso en que parecía el gestor del “apruebo” y de la Asamblea Constituyente ciudadana y paritaria(mitad hombres, mitad mujeres) cuando su gobierno no se ha cansado de reprimir a los manifestantes y varios de sus ministros y los partidos de derecha se han pronunciado por el “rechazo”. Viene una pelea muy dura por hacer de la Asamblea Constituyente un ente verdaderamente autónomo y representativo de la pluralidad y diversidad de la sociedad chilena y no de la ínfima elite que rige el país desde hace más de 30 años, sin contar los que como Piñera se enriquecieron antes, a la sombra de la dictadura. Los partidos políticos del sistema, en contra de la opinión del Partido Comunista y el Frente Amplio pusieron duros candados para impedir que se constituyera y funcionara un órgano constituyente ciudadano. Todo ello deberá ser enfrentado y vencido por la potente rebelión popular.

CHILE, AHORA COMIENZA LA TRANSICIÓN. ATILIO A. BORON

ATILIO A. BORON

Chile se enfrentó este domingo ante un desafío histórico por lo inédito: su pueblo fue consultado por primera vez en sus anales si quería o no una nueva Constitución y, en caso de que la respuesta afirmativa fuese mayoritaria, qué clase de órgano debería ser el encargado de redactar la nueva Carta Magna. Había dos alternativas: o bien una “Convención Constitucional” compuesta por 155 personas exclusivamente electas con este fin y que una vez finalizado el proceso deberá disolverse o, en caso contrario, una “Convención Mixta” conformada por 172 integrantes, un 50 por ciento de los cuales parlamentarios y el 50 por ciento restante por ciudadanos también electos con este único fin.

Esta consulta no fue una concesión graciosa de la casta política post-pinochetista sino el corolario de un largo proceso de luchas populares que alcanzaron su apogeo en las jornadas que tuvieron lugar a partir del 18 de octubre del 2019. Éstas dieron por tierra con la fantasiosa imagen del “modelo chileno”, ese supuestamente virtuoso paradigma de la transición democrática y del éxito económico publicitado sin escrúpulos y sin pausa por los intereses dominantes y el imperio. Las protestas desbarataron en un furioso abrir y cerrar de ojos la espesa telaraña de mentiras oficiales dejando al descubierto un país con uno de los mayores índices de desigualdad económica del mundo, con los hogares más endeudados de Latinoamérica y el Caribe, con un sistema previsional que durante más de cuarenta años estafó a jubilados y pensionados, y un país en el cual según lo demuestra una investigación, las mujeres que nacen en las comunas populares del Gran Santiago tienen una esperanza de vida 18 años menor que las que tienen la suerte de nacer en Providencia, Vitacura o Las Condes. “Chile limita al centro de la injusticia”, cantaba Violeta Parra a mediados de los sesentas, en una época en donde aquélla no había llegado a los extremos inimaginables que alcanzara gracias al pinochetismo y sus sucesores.

Las resistencias y luchas nunca cejaron, y alcanzaron una inercia acumulativa que produjo el estallido social de octubre. Del subsuelo profundo de Chile irrumpió la verdad que el dictador y los protagonistas de la fallida “transición democrática” trataron de ocultar. Nadie fue más elocuente que la esposa del presidente Sebastián Piñera para describir lo que ocurría en el país cuando, angustiada, le confesó a una amiga que “estamos absolutamente sobrepasados, es como una invasión extranjera, alienígena.” Su reacción es comprensible: esos rostros crispados y hartos de tanta opresión e injusticia, esos cuerpos que se oponían heroicamente a los criminales disparos de las fuerzas de seguridad habían sido invisibilizados durante casi medio siglo y para la cultura dominante eran “alienígenas”, un amenazante populacho que venía a perturbar la confortable existencia de los dueños del país y sus riquezas. Y, después de los resultados del plebiscito parece que los “invasores” no quieren regresar al pasado. Quieren construir un nuevo orden constitucional que les devuelva los derechos que les fueran conculcados apelando a mañosas trapisondas y a las malas artes de la propaganda política perversamente administradas por el sicariato mediático, con El Mercurio a la cabeza.

El resultado del plebiscito es categórico e inapelable. Tras un parto durísimo la sociedad chilena reinicia su transición hacia la democracia. La nueva Constitución deberá desmontar el complejo y tramposo entramado de privilegios y enclaves autoritarios establecidos a lo largo de medio siglo, y para ello será indispensable que las masas mantengan su presencia en calles y plazas. Su desmovilización o su repliegue al quietismo anterior a los eventos de octubre sería fatal. La redacción de una nueva Constitución, un delicado trabajo de relojería, será apenas el primer paso de la larga marcha que se inicia para que Chile se reencuentre con la democracia, brutalmente tronchada por el golpe de 1973 y sólo reconstruida en sus apariencias externas en los largos treinta años de gobiernos de la derecha de viejo y nuevo cuño. ¡Salud Chile, toda Latinoamérica te abraza con alegría y esperanza! 

Fuente: Página 12

EL PUEBLO UNIDO JAMÁS SERÁ VENCIDO. FLORENCIA LAGOS NEUMANN

50 AÑOS DEL TRIUNFO DE LA UNIDAD POPULAR                   

FLORENCIA LAGOS NEUMANN

Florencia L N

El triunfo de la Unidad Popular es un hecho histórico que representa un cambio de paradigma para América Latina y el Mundo.

El primer Presidente socialista y revolucionario que llegó al poder a través de las urnas.

Si, revolucionario, porque a pesar de que la social democracia chilena quiera esconder esa característica del Presidente Allende, es imposible. Salvador Allende fue un verdadero revolucionario y antimperialista.

El proyecto de la Unidad Popular comprendió cambios estructurales en las matrices productivas del sistema. La nacionalización de los recursos naturales e industrias más importantes, antes en manos de transnacionales, representó un quiebre radical con los poderes de las grandes corporaciones extranjeras.

Antimperialista, porque Allende desde temprano comprendió que serían esas corporaciones las verdaderas enemigas de los pueblos del mundo, como lo señaló en su discurso en la ONU: “Estamos frente a un verdadero conflicto frontal sobre las grandes corporaciones y los Estados. Estos aparecen interferidos en sus decisiones fundamentales, políticas, económicas y militares por organizaciones globales que no dependen de ningún estado y que en la suma de sus actividades no responden ni están fiscalizadas por ningún parlamento. Por ninguna institución representativa del interés colectivo. En una palabra es toda la estructura política del mundo la que está siendo socavada. Las grandes empresas transnacionales no solo atentan contra los intereses genuinos de los países en desarrollo, sino que su acción avasalladora e incontrolada será también en los países industrializados donde se asientan”

Salvador Allende, desde temprano supo reconocer en los procesos de emancipación de América Latina y el Mundo a sus aliados. En calidad de  Senador viajó a Cuba y declaró su irrestricto respaldo a la Revolución cubana. Cuando la isla padecía un aislamiento casi completo asumió la Presidencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), organismo cuyo objetivo fue promover la integración e independencia de los países de nuestra región y de continentes que luchaban por su soberanía como Asia y África.

La Unidad Popular es un proyecto inconcluso, pero jamás derrotado, la rebelión popular de octubre de 2019 hasta hoy en Chile, demuestra que esa semilla fértil de un proceso histórico interrumpido por la fuerza, está más viva que nunca, no es casual que una de las imágenes que más se levanta en las marchas sea la del Presidente Allende y es que como lo advirtiera en su último discurso mientras resistía en la Moneda: “Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.”

Hoy millones en las calles de Chile abren las grandes Alamedas y exigen una nueva Constitución que de una vez por todas ponga fin a la que nos impuso a sangre y fuego la Dictadura Cívico Militar, una Carta Magna que integre las demandas históricas del Pueblo: avanzar hacia un Estado Plurinacional a través del reconocimiento de los pueblos indígenas, educación gratuita y de calidad, salud gratuita y de calidad, sueldos y pensiones dignas, derecho de la mujer de decidir sobre su propio cuerpo, recuperación de los recursos naturales, nacionalización del cobre y el litio, entre otras demandas, y que los responsables de los crímenes cometidos desde la dictadura hasta hoy sean juzgados para que nunca más en Chile se violen los derechos humanos.

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EL PENSAMIENTO DE SALVADOR ALLENDE A 50 AÑOS DE LA UNIDAD POPULAR. MARCOS ROITMAN

DOMINIO PÚBLICO

Discurso de Salvador Allende en 1973. REUTERS

MARCOS ROITMAN*

El martes 11 de septiembre de 1973, dos aviones Hawker Hunter, adquiridos por el gobierno de Eduardo Frei a Gran Bretaña, sobrevuelan Santiago. La orden: bombardear el palacio presidencial. El presidente constitucional Salvador Allende y sus colaboradores más cercanos resisten.  En una primera alocución, poco conocida, se dirige al pueblo, eran las 8.45 de la mañana, restaban cuatro horas para que los cohetes SURA-D impactaran sobre La Moneda. «Compañeros que me escuchan: la situación es crítica, hacemos frente a un golpe de Estado en el que participan la mayoría de las fuerzas armadas. (…) No tengo condición de mártir, soy un luchador social que cumple una tarea que el pueblo me ha dado. Pero que lo entiendan aquellos que quieren retrotraer la historia y desconocer la voluntad mayoritaria de Chile; sin tener carne de mártir, no daré un paso atrás. Que lo sepan, que lo oigan, que se les grabe profundamente: dejaré la Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera, defenderé esta revolución chilena y defenderé al Gobierno porque es el mandato que el pueblo me ha entregado. No tengo otra alternativa. Sólo acribillándome a balazos podrán impedir la voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo. Si me asesinan, el pueblo seguirá su ruta, seguirá el camino con la diferencia quizás que las cosas serán mucho más duras, mucho más violentas, porque será una lección objetiva muy clara para las masas de que esta gente no se detiene ante nada (…) Compañeros, permanezcan atentos a las informaciones en sus sitios de trabajo, que el compañero presidente no abandonará a su pueblo ni su sitio de trabajo. Permaneceré aquí en La Moneda inclusive a costa de mi propia vida«[1]  Los pilotos Mario López Tobar y Ernesto González Yarra lanzan su carga. El edificio arde, las llamas se propagan, la destrucción es total. Las imágenes recorrerán el mundo. Sera la forma en que se recordará el golpe de Estado que derrocó el gobierno de la Unidad Popular.

La vía chilena al socialismo, que Allende reivindicaría en el Gran Templo de la Gran Logia de Chile, el 14 de abril de 1970, se verá truncada: «No queremos la violencia. No necesitamos la violencia (…) Son otros los que pueden usar la violencia, porque tienen los medios para usarla. Nosotros soñamos, Venerable Maestro (…) en un gobierno fuerte, pero un gobierno fuerte que no esté afianzado en la fuerza de las armas, sino en la fuerza moral, en la unidad de un pueblo, en la responsabilidad colectiva. En el hecho social que haya aquí un maestro universitario que se sienta junto al compañero campesino o al obrero. En el hecho que el hombre entienda que la mujer no sólo es un motivo de placer o de explotación. Soñamos con una sociedad distinta y queremos luchar por ella…» [2]

Durante tres años, Chile fue sometido a un bloqueo económico sin precedentes. Atentados y sabotajes se suman a la huelga de comerciantes, patronal, latifundistas, el trasporte privado. Escases, mercado negro, acaparamiento de productos alimentarios, el terreno propicio para llamar a un golpe de Estado. Aun así, el gobierno y su presidente, Salvador Allende, no retrocedían en los principios sobre los cuales se había levantado la vía chilena al socialismo. Respeto a la legalidad, desarrollo de la institucionalidad, ampliación de las libertades sociales, ejercicio de las libertades políticas, rechazo a la violencia y socialización de los medios de producción. Si Allende lo había señalado en múltiples ocasiones, lo volvería a recalcar en el primer informe al Congreso Pleno, el 21 de mayo de 1971. «Sabemos que cambiar el sistema capitalista respetando la legalidad, institucionalidad y libertades políticas, exige adecuar nuestra acción en lo económico, político y social a ciertos límites. Estos son perfectamente conocidos por todos los chilenos.»

Los partidos de oposición, sabedores de la decisión del gobierno de mantener el proyecto, desplegaron una acción destinada a legitimar un golpe de Estado. Se decantaron por la violencia como mecanismo de acción política. Sin embargo, Allende no dejó de señalar su apego al orden constitucional. No hubo ocasión donde no mostrara su compromiso, durante la campaña subrayó: «Nosotros los marxistas decimos que todavía es posible que aquí en Chile, dentro de los cauces legales podamos conquistar el Gobierno; pero esto no se reconocerá jamás por los enemigos, esto nunca se reconocerá, pero sí tendrán que reconocerlo los Hermanos que no podrán negar que nuestra voz es la voz responsable de los que no están predicando, sino que haciendo lo que piensan debe hacerse. Pero también es cierto que tenemos que herir intereses y que estos intereses son poderosos, que son demasiado poderosos y por eso se defienden y por eso la mentira y por eso el terror»  Y lo ratificó dos años más tarde, el 4 de diciembre de 1972, durante el XXVII período de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York: «Vengo de Chile, un país pequeño pero donde hoy cualquier ciudadano es libre de expresarse como mejor prefiera, de irrestricta tolerancia cultural, religiosa e ideológica, donde la discriminación racial no tiene cabida. Un país con una clase obrera unida en una sola organización sindical, donde el sufragio universal y secreto es el vehículo de definición de un régimen multipartidista, con un Parlamento de actividad ininterrumpida desde su creación hace 160 años, donde los Tribunales de Justicia son independientes del Ejecutivo, en que desde 1833 sólo una vez se ha cambiado la Carta Constitucional, sin que ésta prácticamente jamás haya dejado de ser aplicada. Un país de cerca de diez millones de habitantes que en una generación ha dado dos Premios Nobel de Literatura: Gabriela Mistral y Pablo Neruda, ambos hijos de modestos trabajadores. Historia, tierra y hombre se funde en un gran sentido nacional. Pero Chile es también un país cuya economía retrasada ha estado sometida, e inclusive enajenada, a empresas capitalistas extranjeras…» [3]

La iglesia católica había sembrado el anticomunismo. Una anécdota protagonizada por Laura Gossens, madre de Salvador Allende, narrada tal y como se lo comentó a Osvaldo Puccio,  amigo y secretario personal del Presidente, es significativa. Mujer de profundas convicciones católicas, de misa diaria, se presenta al confesionario. El  sacerdote, que probablemente no sabía quién era, «le preguntó por quién iba a votar en las próximas elecciones, a lo cual doña Laura contesto prestamente que por Salvador Allende ¡¿Cómo!? –le inquiere el sacerdote visiblemente alterado-. ¿No sabe usted que se trata de un comunista, de un hombre malo, que va destruir iglesias, a encarcelar a los sacerdotes, a hacer que violen a las monjas, que le va a quitar los niños a las madres para que los eduque el Estado?’ Doña Laura le responde con serenidad que nada de eso va a ocurrir si Salvador Allende sale elegido, porque él es un buen hijo y no va hacer cosas malas -Cómo  sabe usted que es un buen hijo- le conmina el religioso con extrañeza. Muy sencillo -le contesta doña Laura- Soy su madre»[4]

La experiencia chilena condensó la realidad latinoamericana. Tras el triunfo de la Unidad Popular, las miradas se dirigieron hacia su proyecto: la vía pacífica de transición al socialismo. «Soñamos con una sociedad distinta y queremos luchar por ella, aprovechándonos de la experiencia histórica, pero sin ser imitadores y sin ser repetidores de procesos que en otras latitudes tuvieron el contenido de una realidad para su propia realidad. Alguna vez lo dije vulgarmente y lo repito aquí con perdón de ustedes, dije que la revolución cubana se hizo con gusto a azúcar y sabor a ron; la revolución chilena la haremos con gusto a vino tinto y sabor a empanada de horno. Cada pueblo tiene su propia realidad y, frente a esa realidad, los dirigentes responsables tienen que desatar las tácticas que hay que seguir.»[5] En el mismo discurso a sus hermanos masones enfatiza:  «De allí la importancia que tiene la Unidad Popular, que reitero, es un instrumento del pueblo de Chile, nacido de su experiencia y su realidad, no es el producto de la cábala de unos cuantos dirigentes que buscan ubicación en función de ventajas personales o de posibilidades electoreras. Es la responsabilidad histórica de los que nos damos cuenta que este país o hace posible dar un paso hacia adelante en el proceso de auténtica democratización, o caeremos en una dictadura civil implacable o en un golpe militar»[6]

Salvador Allende Gossens el día que asumió como Presidente de Chile.

Salvador Allende, fue objetivo político de la derecha. Las críticas entrelazaron su vida personal con su militancia. Desacreditar, poner en entredicho sus principios, buscar las contradicciones fueron parte de una campaña que duró décadas. El periódico de la oligarquía, El Mercurio, no perdía oportunidad para calumniarlo. La declarada filiación masónica de Allende, fue utilizada para descalificarlo y señalar su oscuro ideario conspirativo. En la campaña de 1964, publicó su foto con el siguiente pie: «Entra a la logia. El senador don Salvador Allende, candidato del FRAP a la Primera Magistratura del País».  Allende respondió sin ambages en una carta dirigida a su director Agustín Edwards: «Todos los míos lo fueron y mi abuelo llegó a ser Serenísimo Gran Maestro de la Orden Masónica, después de haberse desempeñado con singular claridad como senador radical por Atacama. Fundó la primera escuela laica de Chile (…) y cumplió una labor de ejemplar humanitarismo como jefe de los servicios sanitarios del ejército durante la guerra de 1879. Por sus ideas, en esa época lo llamaron «el Rojo Allende». He recibido, pues, como única herencia un nombre limpio y una vocación para servir al pueblo, nacida de la formación masónica de mis antepasados (…) al revés de otros (…), y allá ellos, que se ven beneficiados con el dinero que sus familiares acumularon de cualquier manera«.

Hubo quienes consideraron una contradicción ser marxista y masón. Allende respondía: «Para nosotros es un mito hablar de la justicia, cuando los pueblos famélicos y hambrientos que son potencialmente ricos y que viven como pueblos pobres, empobrecidos por la alianza antipatriótica de las castas oligárquicas y del capital financiero que perforó nuestra economía y que nos demoño políticamente. Para nosotros, digo para nosotros, y planteo que puedo y creo tener el derecho a sostener que no hay ninguna contradicción entre poder decir que un Hermano piensa que el método científico del marxismo le permite apreciar la historia y decir que no ha renegado de los principios masónicos. Si yo creo en la Fraternidad que me enseñaron en los templos, si yo creo en la igualdad que me enseñaron en los templos, si yo pienso que es cierto que los templos me hablaron de Libertad, yo no me imagino que pueda haber fraternidad en un mundo donde el poderoso aplasta al pequeño desde el punto de vista de la correlación de fuerzas de los países».[7]

En esta campaña de desprestigio, El Mercurio le hizo propietario de un yate de lujo, mostrando la vida burguesa de un «marxista» que decía defender al pueblo. La respuesta fue inmediata. Remolcó la barca, un bote a remos, hasta Santiago y lo expuso frente al Palacio de La Moneda para todo aquel que quisiera verlo. Su personalidad y su comportamiento ejemplar, hizo que surgiera el Allendismo. Más allá de la militancia socialista, Allende encarnaba el sentido común del pueblo chileno, de allí su liderazgo. Fue cercano, amigo de sus amigos, crítico y enemigo noble, rechazaba a los aduladores. Sus actos demostraban coherencia, entrega y principios éticos. La derecha, incluso después del 11 de septiembre, no ha podido emponzoñar su vida. Por votación popular, Salvador Allende ha sido declarado el personaje más destacado de la historia del siglo XX chileno.

Fueron tres años de estrangulamiento económico, mercado negro, atentados, movilización de la patronal y conspiraciones. Así lo refleja su testamento político, en su última alocución al pueblo de Chile por las ondas de Radio Magallanes a las 09.05: «Trabajadores de mi patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que solo fue interprete de grandes anhelos de justicia, que empeño su palabra de que aceptaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las fuerzas armadas rompieran su tradición, la que les enseñara Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena, reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios».

Quien fuera General en jefe de las Fuerzas Armadas, Carlos Prats, escribe el mismo 11 de septiembre, mientras el golpe se pone en marcha y se produce el bombardeo: «Oigo, parcialmente la alocución pronunciada con voz serena, que el presidente Allende dirigiera al país. Luego empiezo a escuchar los bandos de la Junta de las fuerzas armadas y carabineros de Chile. Me siento profundamente consternado ante el súbito y fatal derrumbe de tantos valores y principios, presintiendo con horror, cuanta sangre será derramada entre hermanos. La tenaz lucha sostenida para impedir que el ejército se dejara arrastrar a la destrucción de su profesionalismo institucional, había sido estéril. Todas las angustias, las tensiones y sacrificios soportados, así como el orgullo y la dignidad humillados, no fueron holocausto a una causa lograda. Pienso en la terrible responsabilidad que han echado sobre sus hombros mis excamaradas de armas, al tener que doblegar por la fuerza de las armas a un pueblo orgulloso del ejercicio pleno de los derechos humanos y del imperio de la libertad. Medito en los miles de conciudadanos que perderán sus propias vidas o la de sus seres queridos. En los sufrimientos de los que serán encarcelado y vejados. En el dolor de tantas víctimas del odio. En la desesperación de los que perderán su trabajo. En la desolación de los desamparados y perseguidos, y en la tragedia íntima de los que perderán su dignidad. Presiento que mis excamaradas de armas jamás recuperarán en vida la paz de sus espíritus, atenazados por el remordimiento de los actos concupiscentes en que se verán fatalmente envueltos y por la angustia ante la sombra de las venganzas, que les perseguirá constantemente. ¿Quiénes fueron los cerebros que los perturbaron hasta el paroxismo? ¿Desentrañará la historia la madeja diabólica de esta conspiración insensata en Chile cuyos instigadores –como siempre– permanecen en la penumbra? ¿Por qué los demócratas sinceros del gobierno y de la oposición no fueron capaces de divisar el abismo al que se precipitaba el país?»[8]

Hoy a 50 años del triunfo de la Unidad Popular, es necesario rescatar el pensamiento de Salvador Allende. Su ideario es reivindicado por casi toda la izquierda, pero muchos son incapaces de asumir su coherencia, y la firmeza de convicciones. Sus aportes constituyen parte del acervo sobre el cual se construye hoy, la alternativa antiimperialista, socialista y anticapitalista. El sueño de Salvador Allende sigue vigente.

NOTAS

[1] Salvador Allende, Presente. Ediciones Sequitur. Madrid 2008. Edición Ampliada Diario Público 2010.

[2] Discurso ante el Gran Templo de la Gran Logia de Chile. Alocución Inédita, que fue rescatada por el periodista Juan Gonzalo Rocha y editada en el año 2000.  Vio la luz en el texto de: Gonzalo Rocha, JuanAllende Masón. Editorial Sudamericana. Santiago de Chile, 2001. El Discurso, improvisado, dura 85 minutos y constituye uno de los más destacados de Salvador Allende. Fue dictado en plena campaña electoral, de allí su valor histórico.

[3] Ibídem. Op.cit. Pág. 626 y sig.

[4] Rocha Gonzalo, JuanAllende, Masón. La visión de un profano. Editorial Sudamericana, 2000. Santiago de. Chile. Pág. 73.

[5] Ibídem, Op. cit. Pág. 47.

[6] Allende no se equivocó, tras mil días de acoso de la derecha, un golpe cívico militar destruía las esperanzas de cambio democrático en Chile, instaurando un régimen de terror y muerte. La peor tiranía conocida en su historia.  Alocución en el Templo… Op. cit. Pag.43.

[7] Gonzalo Rocha, JuanAllende Masón. Op.cit. Pág.45,

[8]Prats González, CarlosMemorias. Testimonio de un soldado.  Editorial Pehuén, Santiago de -Chile. 3ª edición, 1987, Págs. 512-513.

*Sociólogo y analista político-

Fuente: Diario PÚBLICO

SALVADOR ALLENDE, A CINCUENTA AÑOS DE SU VICTORIA. ATILIO BORÓN

ATILIO A. BORÓN

Hay fechas que marcan hitos imborrables en la historia de Nuestra América. Hoy, 4 de septiembre, es uno de esos días. Como el 1º de Enero de 1959, triunfo de la Revolución Cubana; o el 13 de Abril del 2002, cuando el pueblo venezolano salió a las calles y reinstaló en el Palacio de Miraflores a un Hugo Chávez prisionero de los golpistas; o el 17 de Octubre de 1945, cuando las masas populares argentinas lograron la liberación del Coronel Perón y comenzaban a escribir una nueva página en la historia nacional. La de hoy, objeto de este escrito, se encuadra en esa selecta categoría de acontecimientos épicos de Latinoamérica. En 1970 Salvador Allende se imponía en las elecciones presidenciales chilenas, obteniendo la primera minoría y derrotando al candidato de la derecha, Jorge Alessandri y relegando al tercer lugar a Radomiro Tomic, de la Democracia Cristiana.

La de 1970 fue la cuarta elección presidencial en la cual competía Allende: en 1952 había hecho su primera incursión cosechando poco más del 5 por ciento de los sufragios, muy lejos del ganador, Carlos Ibáñez del Campo, que se alzó con casi el 47 por ciento de los votos. No se desalentó y en 1958 como candidato del FRAP, el Frente de Acción Popular, una alianza de los partidos socialista y comunista recibe el 29 por ciento de los votos y estuvo cerca de arrebatarle el triunfo a Jorge Alessandri, que recibió el 32 por ciento de los sufragios. Ya en ese momento comenzaron a sonar todos los timbres de alarma en el Departamento de Estado como lo prueba el tráfico creciente de memoranda y telegramas relacionados con Allende y el futuro de Chile que saturaba los canales de comunicación entre Santiago y Washington. El triunfo de la Revolución Cubana proyectó al FRAP como una inesperada amenaza no sólo para Chile sino para la región porque Salvador Allende aparecía ante los ojos de los altos funcionarios de Washington –la Casa Blanca, el Departamento de Estado y la CIA- como un “extremista de izquierda” no diferente a Fidel Castro y tan lesivo para los intereses de Estados Unidos como el cubano. A medida que se acercaba la fecha de las cruciales elecciones presidenciales de 1964 el involucramiento de Estados Unidos en la política de Chile se acentuó exponencialmente. Informes previos de varias misiones que visitaron ese país coincidían en que existía en la opinión pública una preocupante ambivalencia: una cierta admiración por el “modo americano de vida” y reconocimiento del papel cumplido por las empresas de Estados Unidos radicadas en Chile. Pero al mismo tiempo notaban, debajo de esta aparente simpatía, una hostilidad latente que, unida a la marcada popularidad que gozaban Fidel Castro y la Revolución Cubana, podría embarcar al país sudamericano por una senda revolucionaria que Washington no estaba dispuesto a tolerar. Por eso el apoyo a la candidatura de la Democracia Cristiana fue descarado, torrencial y multifacético. No sólo en términos financieros (para apoyar a la campaña de Eduardo Frei) sino también diplomáticos, culturales y comunicacionales, apelando a los peores ardides de la propaganda para estigmatizar a Allende y el FRAP y ensalzar al futuro gobierno demócrata cristiano como una esperanzadora “Revolución en Libertad”, por contraposición al tan odiado (por Washington, obvio) proceso revolucionario cubano.

Un memorándum enviado por Gordon Chase a Mc.George Bundy, Consejero de Seguridad Nacional del presidente Lyndon B. Johnson y fechado el 19 de Marzo de 1964, revela la intranquilidad que despertaba en Washington la próxima elección presidencial chilena.[1] Chase planteaba que en esa coyuntura se abrían cuatro posibles escenarios: a) una derrota de Allende; b) una victoria del candidato del FRAP pero sin lograr la mayoría absoluta, lo cual permitiría maniobrar en el Congreso Pleno para elegir a Frei; c) Allende podría ser derrocado por un golpe militar, pero esto tendría que ocurrir antes que asumiera el gobierno porque después sería mucho más difícil; d) victoria de Allende. Ante esta infortunada contingencia, escribía Chase, “estaríamos en problemas porque nacionalizaría las minas del cobre y se plegaría al bloque soviético buscando ayuda económica” y concluía que “debemos hacer todo lo posible para conseguir que la gente respalde a Frei”. De hecho, es lo que Estados Unidos hizo y se concretó la ansiada victoria de Frei (56 por ciento de los votos) sobre Allende, que pese a la “campaña de terror” de la que fue víctima cosechó un 39 por ciento de los sufragios.

La victoria de la democracia cristiana fue saludada en Washington con gran alivio y como un golpe definitivo no sólo contra Allende y sus compañeros sino como la ratificación del aislamiento continental de la Revolución Cubana. Pero la tan alabada “Revolución en Libertad” terminó en un fracaso rotundo y dejando el Palacio de La Moneda con un saldo de poco más de treinta militantes o manifestantes populares acribillados por las fuerzas de seguridad. Fracaso económico, frustración política, retroceso en la batalla cultural al punto tal que el propio candidato de la continuidad oficialista, Radomiro Tomic, tuvo que saltar al ruedo electoral enarbolando la consigna de una “vía no capitalista al desarrollo” para contrarrestar la creciente adhesión que las propuestas socialistas de la Unidad Popular ejercían sobre el electorado chileno y captar parte de quienes podrían volcarse a favor de la Unidad Popular en la contienda del 4 de Septiembre. Pero en este cuarto intento los resultados le sonrieron a Allende, quien pese a la fenomenal campaña de desprestigio y difamaciones lanzada en su contra logró prevalecer, aunque muy ajustadamente, sobre el candidato de la derecha Jorge Alessandri: 36.2 por ciento de los votos contra 34.9 de su contendor. Todo quedaba ahora en manos del Congreso Pleno, porque al no haberse logrado una mayoría absoluta debía expedirse eligiendo entre los dos candidatos que obtuvieron la mayor cantidad de votos. Las alternativas manejadas por Washington eran las que Chase había concebido para la elección anterior, y con el triunfo de Allende ahora sólo quedaban dos cartas sobre la mesa: el golpe militar preventivo, de ahí el asesinato del general constitucionalista René Schneider, o manipular a los legisladores del Congreso Pleno (apelando a la persuasión y, en caso de que ésta no arrojase buenos resultados, al soborno y la extorsión) para que rompieran la tradición y designaran a Alessandri como presidente. Ambos planes fracasaron y el 4 de noviembre de 1970 el candidato de la Unidad Popular asumía la presidencia de la república. Se consagraba así como el primer presidente marxista elegido en el marco de la democracia burguesa y el primero en intentar avanzar en la construcción del socialismo mediante una vía pacífica, proyecto que fue violentamente saboteado y destruido por el imperialismo y sus peones locales.

Pese a estos enormes obstáculos el inacabado gobierno de Allende abrió una brecha que luego, treinta años más tarde, otros comenzarían a transitar. Era un gobierno asediado desde antes de ingresar a La Moneda, debiendo enfrentar un ataque brutal de “la embajada” y sus infames aliados locales: toda la derecha, la vieja y la nueva (la Democracia Cristiana), las corporaciones empresariales, los grandes empresas y sus medios de comunicación, la jerarquía eclesiástica y un sector de las capas medias, víctimas indefensas ante un terrorismo mediático que no tenía precedentes en Latinoamérica. Pese a ello pudo avanzar significativamente en el fortalecimiento de la intervención estatal y la planificación de la economía. Logró estatizar el cobre mediante una ley aprobada casi sin oposición en el Congreso poniendo fin al fenomenal saqueo que practicaban las empresas estadounidenses con el consentimiento de los gobiernos precedentes. Por ejemplo, con una inversión inicial de unos 30 millones de dólares al cabo de 42 años la Anaconda y la Kennecott remitieron al exterior utilidades superiores a los 4.000 millones de dólares. ¡Un escándalo! También puso bajo control estatal al carbón, el salitre y el hierro, recuperando la estratégica acería de Huachipato; aceleró la reforma agraria otorgando tierras a unos 200.000 campesinos en casi 4.500 predios y nacionalizó la casi la totalidad del sistema financiero, la banca privada y los seguros, adquiriendo en condiciones ventajosas para su país la mayoría accionaria de sus principales componentes. También nacionalizó a la corrupta International Telegraph and Telephone (IT&T), que detentaba el monopolio de las comunicaciones y que antes de la elección de Allende había organizado y financiado, junto a la CIA, una campaña terrorista para frustrar la toma de posesión del presidente socialista.[2] Estas políticas fructificaron en la creación de un “área de propiedad social” en donde las principales empresas que condicionaban el desarrollo económico y social de Chile (como el comercio exterior, la producción y distribución de energía eléctrica; el transporte ferroviario, aéreo y marítimo; las comunicaciones; la producción, refinación y distribución del petróleo y sus derivados; la siderurgia, el cemento, la petroquímica y química pesada, la celulosa y el papel) pasaron a estar controladas o al menos fuertemente reguladas por el estado. Todas estas impresionantes conquistas fueron de la mano de un programa alimentario, donde sobresalía la distribución de medio litro de leche para los niños. Promovió la salud y la educación en todos sus niveles, democratizó el acceso a la universidad y puso en marcha a través de una editorial del estado, Quimantú, un ambicioso programa cultural que se tradujo, entre otras cosas, en la publicación de millones de libros que se distribuían gratuitamente o a precios irrisorios.

Con su obra de gobierno y heroico sacrificio Allende heredó a los pueblos de Nuestra América un legado extraordinario, sin el cual es imposible comprender el camino que a finales del siglo pasado comenzarían a recorrer los pueblos de estas latitudes y que culminara con la derrota del principal proyecto geopolítico y estratégico de Estados Unidos para la región, el ALCA, en Mar del Plata en el año 2005. Allende fue, por lo tanto, el gran precursor del ciclo progresista y de izquierda que conmovió a Latinoamérica a comienzos de este siglo. Fue también un antiimperialista sin fisuras y un amigo incondicional de Fidel, del Che y la Revolución Cubana cuando tal cosa equivalía a un suicidio político y lo convertía carne de cañón para el sicariato mediático teledirigido desde Estados Unidos. Pero Allende, un hombre de una integridad personal y política ejemplares, se sobrepuso a tan adversas condiciones y abrió esa brecha que conduciría a las “grandes alamedas” por donde marcharían las mujeres y hombres libres de Nuestra América, pagando con su vida su lealtad a las grandes banderas del socialismo, la democracia y el antiimperialismo. Hoy, al celebrarse los 50 años de aquella victoria merece que lo recordemos con la gratitud que se les debe a los padres fundadores de la Patria Grande y a quienes inauguraron la nueva etapa que conduce hacia la Segunda y Definitiva Independencia de nuestros pueblos.

NOTAS
[1] Cf. texto en: https://history.state.gov/historicaldocuments/frus1964-68v31/d249
[2] Estos documentos fueron dados a conocer en Estados Unidos por el periodista Jack Anderson a mediados de marzo de 1972. Fueron traducidos y publicados como Documentos Secretos de la ITT por la Editorial Quimantú el 3 de Abril de 1972. Disponible en: http://www.memoriachilena.gob.cl/archivos2/pdfs/MC0016021.pdf

ALLENDE, GRANDE DE NUESTRA AMÉRICA. ÁNGEL GUERRA CABRERA

ÁNGEL GUERRA CABRERA

A 50 años de la histórica victorial electoral de Salvador Allende, abanderado de la Unidad Popular (UP) a la presidencia de Chile, es necesario reflexionar sobre aquel primer intento, a escala universal, de avanzar hacia el socialismo por vía electoral. El gobierno de la UP duró escasamente cuatro años pero pudo acumular en ese tiempo valiosas experiencias en la construcción socialista. Aunque sus enseñanzas también son válidas para gobiernos que no se proponen el socialismo, como los actuales de Argentina y México, pero tienen en común con aquel el afectar importantes intereses oligárquicos e imperialistas, que no se resignan a perder sus privilegios y por eso ofrecen la más encarnizada resistencia a los gobiernos populares, a costa incluso de arremeter contra el Estado de derecho, en una actitud crecientemente golpista.

Después del triunfo de la revolución cubana, América Latina y el Caribe devinieron campo de batalla política y, en algunos casos militar, entre el imperialismo yanqui, aliado a las oligarquías locales, y las fuerzas populares. Chile fue un caso emblemático. Allí, como en ningún otro país en nuestra región, un experimentado movimiento de izquierda de orientación marxista y una clase obrera combativa, organizada y politizada habían conquistado un espacio político e institucional considerable y tenían posibilidades de llegar al gobierno por vía electoral con un programa socialista  de hondo contenido antimperialista. Existía, además, un prestigioso líder, Allende, que aunque no contaba con el respaldo de sectores de su propio Partido Socialista (PS), poseía gran arrastre electoral, sobre todo en la clase obrera, y gozaba del apoyo del Partido Comunista de Chile y la entrañable amistad y solidaridad de Fidel Castro. Una radicalización a la izquierda de sectores de clases medias llevó a numerosos militantes jóvenes a abandonar la Democracia Cristiana (DC) para apoyar a Allende.   En el PS muchos no creían en la audaz propuesta de su candidato, quien, a partir de un análisis de las singulares condiciones de Chile postulaba la tesis de que en su país era posible transitar al socialismo por vía electoral. En efecto, el gran líder popular resultó ganador de la presidencia en las elecciones de 1970.

Estados Unidos había decidido desde antes echar en el país andino un pulso decisivo en el enfrentamiento de clase que se desplegaba a escala de nuestra América. Acuñó con el candidato de la Democracia Cristiana (DC) Eduardo Frei el demagógico lema de “revolución en libertad” para contraponerlo a la Revolución Cubana, que había desencadenado al sur del río Bravo un prolongado y vigoroso ciclo de luchas populares. Como demuestran documentos desclasificados, la CIA, desde las elecciones presidenciales de 1964, en que Allende se enfrentaba como candidato a Frei, inyectó a favor de su campaña 2.6 millones de dólares, invirtió 3 millones de dólares en propaganda contra Allende y posteriormente se ufanó de que esa y otras maniobras fueron indispensables para el éxito de Frei. En las elecciones del 4 de septiembre de 1970, la agencia canalizó 350 mil dólares a la campaña del derechista Jorge Alessandri por medio de la trasnacional ITT e invirtió entre 800 mil y un millón de dólares para manipular el resultado electoral, consignó después el informe del Comité Church del Senado estadunidense.

El resultado de los comicios: Allende, 36.6 por ciento; Alessandri, 34.9 y el candidato de la DC Radomiro Tomic, 27.8. El 24 de octubre el pleno del Congreso, de acuerdo con la Constitución, debía elegir entre las dos mayorías más altas. Desde Washington, el presidente Richard Nixon ordenó a la CIA evitar que Allende asumiera la presidencia. Pero no le funcionó su plan porque Allende y Tomic (aunque democristiano, de orientación constitucionalista y progresista) habían acordado que uno reconocería la victoria del otro si la diferencia superaba los 5 mil sufragios. Para colmo un plan B de la CIA, que culminó en el asesinato de René Schneider, comandante en jefe del ejército, favoreció el voto de la DC a favor de Allende.

Nacionalización del cobre, profundización de la reforma agraria, constitución de un amplio sector social de la economía con participación obrera, incluyendo los bancos, aumento de salarios, robustecimiento del mercado interno, política exterior latinoamericanista, no alineada y de paz, restablecimiento de relaciones con la Cuba hermana, son, entre otros, grandes logros del  gobierno  de la UP. La gestión allendista heredó quebradas las arcas públicas por todas las importaciones suntuarias realizadas para mejorar la imagen de Frei. Encima Estados Unidos lo asfixió económicamente y desencadenó una terrible ola fascista culminada con el sangriento golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, que, trágico presagio, encontró a los revolucionarios chilenos desunidos. La soldadesca fascista conminó a Allende a rendirse, pero este resistió horas en el Palacio de la Moneda, donde murió abrazado al fusil Kalachnikov que un día le obsequiara Fidel. ¡Allende vive hoy en la rebelión antineoliberal chilena!

Twitter: @aguerraguerra

EL ARAUCO INDÓMITO. GRAZIELLA POGOLOTTI

GRAZIELLA POGOLOTTI

En las guerras de conquista los vencedores dejan huella de lo sucedido en sus relatos testimoniales. A pesar de los milenios transcurridos, seguimos aprendiendo que «toda la Galia está dividida en tres partes», según la límpida prosa de Julio César, integrada con justicia a la tradición clásica de la literatura occidental.

De manera similar, la historia de la literatura hispanoamericana comienza con los relatos de los conquistadores, desde los diarios de Cristóbal Colón, las cartas de relación de Hernán Cortés, la versión del soldado Bernal Díaz del Castillo y los alegatos de Fray Bartolomé de las Casas, el defensor de los indios, de larga estancia en nuestras tierras, muerto cuando se desempeñaba como obispo de Chiapas.

Terminado el fragor de las batallas primeras, Alonso de Ercilla sobrepasó lo puramente testimonial para redactar con La Araucana un texto con intención literaria. Caupolicán, héroe de la narración épica, enfrenta a los invasores con las armas. Une y encabeza a los suyos. A pesar de la brutal violencia aplicada contra los pueblos originarios de nuestra América, a pesar de que el cuerpo del inca Tupac Amaru fuera despedazado ejemplarizantemente atado a caballos en plena carrera, la resistencia adoptó diversas formas. Víctimas de los conquistadores españoles y de sus herederos, los gamonales criollos, dueños de tierras y de recursos financieros, los indígenas, nunca sometidos, preservaron su cultura.

En un punto que conduce al sur de Chile, me contaba una amiga, una enorme valla situada en la carretera proclama que el viajero ha llegado a tierra mapuche. Allí conservan sus costumbres, su organización comunitaria, su estructura jerárquica social ajena a cualquier expresión de verticalidad, siempre reunidos en círculo que a todos equipara, elijen y respetan a sus guías espirituales. Camino de la Antártida, esos territorios guardan reservas minerales y acuíferas, objeto del deseo por parte de empresas subsidiarias de las transnacionales. Al defender lo suyo, al oponerse al apetito de los negocios extractivos, al asumir la protección de los glaciares, los mapuches se hacen cargo de la protección del planeta. Sufrieron los desmanes de la dictadura de Pinochet, pionero del experimento neoliberal en América Latina, pero la democracia que sucedió al régimen del horror careció de la audacia necesaria para reconocer los derechos mapuches. Ahora mismo, en plena pandemia, de la mano de antiguos personeros del régimen nefasto, la violencia se cierne sobre ellos, a quienes debiéramos agradecer el tozudo batallar en defensa del planeta, vale decir, de todos nosotros.

Con la expansión de la pandemia, sobre los pueblos originarios de nuestra América se abate un nuevo genocidio. Las políticas neoliberales cercenaron los sistemas de salud. Cementerios y hospitales han colapsado en los centros urbanos. En las selvas y en el espinazo andino, la precarización es total. Para afrontar esta y otras probables amenazas de índole similar, la epidemiología, interdisciplinaria por naturaleza, habrá de contar con el apoyo de las ciencias sociales. En su ataque, el virus no discrimina en razón de clase o raza. Pero el acceso a la información pertinente, a los medicamentos, al cuidado médico, a la atención hospitalaria, favorece a quienes disponen de más recursos. Nunca conoceremos la cifra exacta de los muertos en los márgenes de las urbes gigantescas, en lo profundo de Bolivia, de Ecuador, de Perú, en el extenso territorio de la Amazonia.

En la conducta del ser humano intervienen e interactúan factores biológicos, sociales, sicológicos y culturales. Todos ellos han de tenerse en cuenta ante el ataque directo del virus con resultados diversos según el alcance de las políticas públicas.  En países donde las brechas de desigualdad se agigantan, las víctimas de la enfermedad se multiplican exponencialmente entre los más desfavorecidos. El enfoque sociológico permite deslindar, tras la noción estadística abstracta de la población, los reductos de pobreza y de miseria extrema, las condiciones del hábitat y las posibilidades reales para cumplir con las medidas elementales de higiene. En el ámbito de lo sicológico, precisa atender las consecuencias, a veces irreversibles, sobre todo entre los adultos mayores, del confinamiento y de los prolongados estados de ansiedad. La preservación de la salud humana requiere el cuidado de lo físico y lo síquico. La dimensión cultural se asocia a estilos de vida y a sistemas de valores, muchos de ellos deformados por el desenfreno consumista provocado por las fórmulas sofisticadas utilizadas por el marketing contemporáneo.

La pandemia del coronavirus no constituirá caso cerrado, aunque se obtenga en breve plazo una vacuna eficaz. La envergadura planetaria del fenómeno y su alta letalidad apuntan a la emergencia de forjar nuevos estilos de vida.

La pospandemia debe plantearse la exigencia de instituir otra realidad. Para hacerlo, conviene volver la mirada al legado de nuestras culturas originarias. Múltiples y diversas, alcanzaron distintos grados de desarrollo. De una laguna emergía Tenochtitlán, la más extensa ciudad de la época. Sus conocimientos astronómicos superaron lo conocido por los conquistadores europeos. Las sonrisas de las esculturas toltecas en el Museo Antropológico de México son tan cautivadoras como la que asoma en La Gioconda de Leonardo. No se interesaron por hacerse de armas de fuego. Entregaron a Europa, apuntalados en la cultura del maíz, los metales preciosos, la papa, el tomate y el delicioso sabor del cacao. Los hombres de a caballo, con espada y mosquete, obsesionados por la leyenda de El Dorado, no supieron beneficiarse de la sabiduría de los pueblos radicados en nuestra América, que siguen rindiendo culto a la Pachamama, a nuestra Madre Tierra.

En la compleja encrucijada de estos días, los indómitos araucanos merecen nuestro apoyo y solidaridad. Se están inmolando en favor de un planeta que también es el nuestro.

Fuente: JUVENTUD REBELDE

PUEBLO MAPUCHE, EL RACISMO NO ES GRATUITO. MARCOS ROITMAN ROSENMANN

MARCOS ROITMAN ROSENMANN

Al pueblo y presos políticos mapuche

Salvo el periodo de la Unidad Popular (1970-1973), el Estado chileno ha ejercido la violencia, el asesinato y la mentira contra el Wallmapu. El pueblo mapuche ha resistido y resiste. El odio y el racismo toman nuevas formas y se recrean con gobiernos de diferente color. El etnocidio es la política. El objetivo, la expropiación de tierras y la explotación de riquezas del territorio mapuche. El nuevo plan Impulso Araucanía del gobierno de Piñera, favorece la rapiña. Articulado en tres frentes: agricultura, turismo y energías renovables; abre la región a inversiones privadas bajo la denominación de destinos agroclimáticos, turísticos y zonas potenciales de bioenergía, desarrollo eólico y recursos hídricos. El plan propone liberar derechos de agua a empresas privadas para embalses y represas. En este apartado, señalan: aún existen en desuso 3.5 millones de litros para ser rematados. El despojo es constante. Terratenientes, trasnacionales, empresas madereras, mineras, acuícolas, salmoneras, eólicas e hidroeléctricas se disputan el Wallmapu. Entre las madereras, destacan Mininco, perteneciente al grupo Matte; Forestal Arauco del grupo Angelini; Bosques Cautín, y Magasa. Las hidroeléctricas y eólicas suman más de 20, entre otras: la española Endesa, Colbún del grupo Matte; RP Global austriaca; Enacon de inversionistas estadunidenses, brasileños y chilenos. Electro Austral, Conpax y Rankun con socios canadienses. A lo cual se agregan las eólicas Relmu, Endesa, Los Trigales, Piñón Blanco o Ener Renova. A esta pléyade, debemos adicionar las acuícolas y salmoneras: Novatec, Aquasmol, Aquasur, Captren, Landicach, Los Fiordos, Aqua Chile, Salmones Multiexport, Bío-Bío, Antártida o Invitec Pesquera.

El capitalismo verde se impone con políticas contrainsurgentes, militarizando el Wallmapu. Con el eslogan posesionar a la Araucanía como destino turístico internacional, se pretende construir aeropuertos y autopistas. El desastre medioambiental está servido. Contaminación, degradación de las aguas. Al plan Impulso se une la Asociación de Paz y Reconciliación en la Araucanía. Organización de sesgo paramilitar, que agrupa a la ultraderecha, latifundistas y empresarios. Entre sus dirigentes destacan Gloria Naveillan, portavoz de los agricultores de Victoria-Malleco; Andrés Cádiz Stewart, teniente coronel(r) de Carabineros; María Angélica Tepper Kolossa, presidenta de la multigremial en la Araucanía; Eduardo Zwanzger Azocar, terrateniente con fuertes vínculos políticos; Cristian Arntz Mac-Evoy, presidente de la sociedad agrícola y ganadera de Osorno; Patricio Wunderlich Arismendi, presidente de la Asociación de Camioneros de Osorno y multigremial del Sur; Rodrigo Lavín Cristoph, presidente de Agro Llanquihue y productores de leche del sur; Juan Ricardo Hollstein Turk, coordinador, en Los Lagos, del partido ultraderechista de José Kast, y para incrédulos, el terrateniente Alan Leisle Cooper, condenado en tiempos de la Unidad Popular por el asesinato del general en jefe del ejército René Schneider en 1970, cuyo objetivo era evitar el acceso de Salvador Allende a la presidencia. Cooper opina así de los mapuches: los voy a balear a todos si es que llegan acá. No les tengo ningún miedo.

La Asociación Paz y Reconciliación en la Araucanía se ha destacado por sus actos de violencia contra los comuneros. El primero de agosto convocó a sus integrantes a desalojar las municipalidades de Curacautín, Ercilla y Victoria, tomadas por comuneros para hacer oír las demandas de los presos políticos, algunos con 100 días en huelga de hambre, entre otros, el machi, líder religioso, Celestino Córdova, quien ha suspendido el ayuno, tras un acuerdo. Hoy siguen en huelga de hambre en las cárceles de Temuco siete presos, con 33 días; en Angol ocho, con 109 días, y en Lebu, 11 presos, con 46 días.

Bajo el lema de el que no salta es mapuche, y la inacción de Carabineros, incendiaron parte de la municipalidad de Curacautín. El ministro del Interior, de la pinochetista UDI, Víctor Pérez Varela, acudió apoyando a los terratenientes y exculpando sus acciones. Así se refirió a las organizaciones del Wallmapu: no es posible que grupos organizados, violentos, que claramente responden a organizaciones criminales y actos terroristas, angustien y acorralen a la ciudadanía. La constitución pinochetista sólo reconoce un pueblo bajo una nación, el chileno. Cualquier reivindicación sobre territorios, justicia consuetudinaria, flora y fauna dentro del Wallmapu se consideran actos de terrorismo. El Estado chileno, pese a firmar el acuerdo 169 de la OIT, envía tropas, detiene a dirigentes y configura un sistema judicial ad hoc de protección de testigos, cuyas declaraciones inculpen a comuneros. Así se encarcelan lonkos, acusados de quemar automóviles, prender fuego a plantaciones, robar ganado, etc. En esta lógica, Carabineros montó la operación Huracán para inculpar y detener al dirigente de la Coordinadora Arauco-Malleco, Héctor Llaitul, y a los hermanos Huenchulan de la comunidad Temuicuicui. En ella participaron el general director de Carabineros, Bruno Villalobos, el general Gonzalo Bru, el jefe de operaciones de la Unidad de Inteligencia, Patricio Marín, y el informático Alex Smith, quien debía introducir mensajes falsos en sus celulares vía WhatsApp. Nada impidió que los lonkos fueran detenidos y sus familias acosadas. En 2020, entre la pandemia y las políticas de etnocidio, el pueblo mapuche sigue combatiendo. Su valentía y dignidad se anclan en la defensa del Wallmapu. Su ejemplo crece y su bandera corona lo alto de la torre humana, símbolo de la rebelión popular, levantada en la Plaza de la Dignidad.

Fuente: LA JORNADA

TERRORISMO DE ESTADO EN CHILE. FLORENCIA LAGOS NEUMANN

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FLORENCIA LAGOS NEUMANN

Florencia L NChile es uno de los países con mayor cantidad de infectados en la región: 2 mil diarios, y líder en el mundo en número de contagios por millón de habitantes.  En respuesta el gobierno recurre a la vieja estrategia de desviar la atención hacia otro conflicto aplicando la doctrina del shock.

En este caso agudizan un problema histórico, la usurpación ilegal de tierras del pueblo Mapuche. Pueblo originario que hoy resiste a pesar de sufrir una brutal represión en su contra, torturas, asesinatos y violaciones a los derechos humanos.

En Chile se violan los derechos humanos, así lo corroboraron recientes informes de organismos internacionales de la ONU, Amnistía Internacional y Human Rigths Watch. En este sentido, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos CIDH, a través de su cuenta de twitter expresó: “La CIDH  recuerda al Estado de Chile sus obligaciones de protección contra la discriminación fundada en origen étnico. Urge asimismo a las autoridades a prevenir, investigar y sancionar estos hechos, y a enfrentar las narrativas racistas contra las demandas del pueblo mapuche”.

Y es que en Chile hoy nos gobiernan los civiles de la dictadura militar, que nunca fueron juzgados.

El recién nombrado Ministro del Interior, Víctor Pérez, ex alcalde designado por el Dictador Pinochet, señaló en su reciente visita a Temuco el día viernes 31 de julio: “Tengo la convicción que esto puede agravarse… Enfrentamos grupos con capacidad militar y con financiamiento”.

Acto seguido el domingo 2 de agosto, decenas de “civiles” agredieron brutalmente a mapuches, incluyendo mujeres y niños, que se encontraban en municipalidades para exigir la libertad de prisioneros políticos que completan más de 91 días en huelga de hambre, entre ellos el Machi Celestino Córdoba, que se encuentra en estado de gravedad hace dos semanas internado en el Hospital Intercultural de Nueva Imperial.

Los Mapuches habían ingresado a municipalidades La Victoria, Curacautín y otras 3 comunas en la provincia de Malleco como una medida de apoyo a sus compañeros encarcelados.

La turba de “civiles”, fue convocada específicamente por la vocera del grupo APRA, Gloria Naveillan, que llamó a actuar contra comuneros de la municipalidad La Victoria.

El grupo Asociación para la Paz y la Reconciliación de la Araucanía (APRA) es un organismo de ultraderecha con vínculos directos con el partido político de Piñera; la Unión Demócrata Independiente UDI.

La Policía militarizada de carabineros no hizo nada para detener o evitar la violencia de los “civiles” armados con palos que además lanzaron piedras e incendiaron una camioneta de los comuneros mapuches.

Curiosa contradicción con las declaraciones del Pinochetista Ministro del Interior que refirió:“Estamos aquí trabajando con las policías para que tengan la capacidad de que esos grupos organizados y violentos puedan ser aislados y en eso vamos a trabajar”.

Es evidente la estrategia que implementa el gobierno de Piñera, primero construir una matriz de opinión que justifique el actuar violento de su aparato “civil”, de esta manera exime de responsabilidad a las fuerzas represivas del gobierno y el hecho aparece como una expresión de la “ciudadanía”.

Sin embargo, es evidente la complicidad, si comparamos el terror que se desató en contra de las manifestaciones pacíficas realizadas durante la cuenta pública el pasado viernes donde se registraron nuevos daños oculares causados por las mismas fuerzas represivas del gobierno.

Naomi Klein en La Doctrina del Schock señaló: “La verdad suena tan extraña. Estoy escribiendo un libro sobre el shock. Y sobre los países que sufren shocks: guerras, atentados terroristas, golpes de Estado y desastres naturales. Luego de cómo vuelven a ser víctimas del shock a manos de las empresas y los políticos que explotan el miedo y la desorientación fruto del primer shock para implantar una terapia de shock económica”.

El Estado de Chile reprime de manera cruel a los actores de la sociedad que se rebelan ante las causas de un problema estructural del sistema.

Y esta vez profundiza un conflicto histórico para desviar la atención de la profunda crisis sanitaria y sobre todo económica que se ha acelerado producto de la pandemia, pero que en realidad es consecuencia del capitalismo salvaje y las medidas económicas implementadas por la fuerza en desmedro de las y los trabajadores en Chile.

Marcelo Catrillanca, padre del mapuche asesinado, Camilo Catrillanca, luego de escuchar un reciente discurso del Ministro del Interior Pérez, señaló: “La pacificación ha sido una tortura se sigue matando gente, encarcelando gente y creo que el país entero con el descontento por este gobierno sigue demostrando lo mismo que decimos siempre, tiene que haber un cambio estructural, el presidente primero. En lo de las AFP se ha demostrado, en el estallido social y ahora con la pandemia la gente le ha dicho no al presidente” Diario Universidad de Chile, miércoles 29 de julio 2020 20:22 horas. Seguir leyendo TERRORISMO DE ESTADO EN CHILE. FLORENCIA LAGOS NEUMANN

SALVADOR ALLENDE Y LA VÍA CHILENA AL SOCIALISMO. MARCOS ROITMAN ROSENMANN

A 50 años del triunfo de la Unidad Popular 

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MARCOS ROITMAN ROSENMANN*

MARCOS 2Octubre de 1969, Chile entraba en dinámica electoral. Las presidenciales, el 4 de septiembre de 1970. Gobernaba el democratacristiano Eduardo Frei Montalva, anticomunista avalado por Estados Unidos. Su triunfo, cimentado en la campaña del miedo y la guerra psicológica, le otorgó mayoría absoluta. “Revolución en libertad” fue su eslogan para combatir los movimientos de liberación nacidos a rebufo de la Revolución cubana. Su sexenio, un cúmulo de frustraciones. Desgastado, con reformas inconclusas y extrema violencia, continuó el camino de su predecesor, el derechista Jorge Alessandri (1958-1964). Salvador Allende describe la sucesión de ambos gobiernos: “(…) al fracaso del capitalismo típico de Alessandri se sucede implacablemente el fracaso del reformismo demagógico de la Democracia Cristiana y el Gobierno de Frei” (1).

La demanda de una candidatura unitaria de izquierda estaba en el aire. Desde 1952, comunistas y socialistas habían unido fuerzas en las tres últimas presidenciales. Su candidato: Salvador Allende. Pero la alianza venía de lejos. Ambas organizaciones participaron en la creación del Frente Popular en 1936. Coalición liderada por el Partido Radical, organización laica y progresista. Triunfó en las presidenciales de 1938. La coyuntura demandaba frenar el avance del nazi-fascismo y modernizar el país. El Frente Popular gobernó hasta 1952, pero su último presidente, González Videla, traicionó la alianza. En 1948, ilegalizó al Partido Comunista con la ley de defensa de la democracia. Pero en 1970, la unidad policlasista otorgaba el protagonismo a socialistas y comunistas. Salvador Allende: “El año de 1938, luchábamos por ser la izquierda de un régimen y de un sistema. En 1970 no luchamos por ser la izquierda de un régimen capitalista, luchamos por sustituir el régimen capitalista…” (2).

La izquierda se redefinía. Los no alineados, los tanques en Praga. La guerra de Vietnam. El antiimperialismo, el bloqueo a Cuba. El asesinato del Che y las dictaduras amparadas en la doctrina de la seguridad nacional. En ese contexto, nacía en Chile el MIR, Movimiento de Izquierda Revolucionaria, partidario de la insurrección popular. Por otro lado, la Unidad Popular definía su proyecto. Abrir un camino no recorrido, respetando la institucionalidad vigente para allanar la transición al socialismo. Fue la denominada vía chilena. El Che, sabedor de sus concepciones políticas, redactó la siguiente dedicatoria en su ensayo La guerra de guerrillas: “A Salvador Allende, que por otros medios trata de obtener lo mismo. Afectuosamente, Che”.

Así, la vía chilena tuvo la peculiaridad de “reunir un síndrome de elementos definitorios, políticos, sociales, económicos, militares, que la convierten en la experiencia más moderna hasta la fecha de revolución anticapitalista, conteniendo los gérmenes de una modalidad de transición al socialismo nunca antes desarrollada hasta un nivel comparable: plena vigencia de la democracia como forma de vida en el seno de los sectores y organizaciones integrantes del bloque social popular, reconocimiento de derechos políticos y civiles iguales a la oposición, respeto del Estado de derecho como norma de regulación de la vida colectiva, rechazo de la guerra civil como vía de resolución de las contradicciones sociales, libre ejercicio de las libertades de organización, conciencia y expresión sin más restricciones que las contempladas en el régimen legal fundamentado en la voluntad nacional manifestada a través del sufragio universal, libre, secreto y con pluralidad de partidos” (3).

Salvador Allende lo enfatiza: “De allí la importancia que tiene la Unidad Popular, que reitero, es un instrumento del pueblo de Chile, nacido de su experiencia y su realidad, no es el producto de la cábala de unos cuantos dirigentes que buscan ubicación en función de ventajas personales o de posibilidades electoreras. Es la responsabilidad histórica de los que nos damos cuenta de que este país o hace posible dar un paso hacia adelante en el proceso de auténtica democratización, o caeremos en una dictadura civil implacable o en un golpe militar” (4).

Chile era una sociedad politizada. La derecha se encontraba unificada en el Partido Nacional. El movimiento sindical había forjado su unidad en 1953, bajo la Central Única de Trabajadores (CUT). La izquierda se agrupaba mayoritariamente en torno a socialistas y comunistas. El MIR, fundado en 1965, guevarista e insurreccional, decidió apoyar críticamente la candidatura de Allende. Y la Democracia Cristiana en 1957, procedente de la Falange, abrevó en el pensamiento de José Antonio Primo de Rivera y Ramiro de Maeztu. En su programa se lee: “La Iglesia está por encima de los partidos (…) rechazamos el marxismo, concepción materialista y antirracional de la vida, que fomenta la lucha de clases, conduce a la tiranía y ha fracasado en sus experiencias” (5).

En 1970, el mapa electoral estaba definido. La derecha conservadora presentó al septuagenario Jorge Alessandri; la Democracia Cristiana, a Radomiro Tomic. ¿Y la izquierda? Cristianos, laicos, marxistas, socialistas, comunistas, socialdemócratas habían confluido. En diciembre de 1969, el programa de la Unidad Popular se hizo público. Lo firman el Partido Socialista, el Partido Comunista, el Partido Radical, el Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU), Acción Popular Independiente (API) y el Partido Social Demócrata (PSD). Conocido como las “cuarenta medidas básicas”, destacan la supresión de grandes sueldos, jubilaciones justas, seguridad social para todos los chilenos, leche para todos los niños, alimentación para los niños en situación de exclusión, vivienda digna, agua y electricidad, reforma agraria real, asistencia médica gratuita en los hospitales, creación de centros de atención primaria y consultorio materno-infantil, disolución de los cuerpos represivos de carabineros, no más impuestos a los alimentos, creación del instituto del arte y la cultura, entre otras.

La Unidad Popular tenía proyecto. Su último reto: nominar candidato. El Partido Radical propuso a un destacado intelectual: Alberto Baltra; el MAPU, a Jacques Chonchol, exministro de Frei e impulsor de su reforma agraria; el Partido Comunista, al poeta Pablo Neruda; y API, al senador Rafael Tarud. El Partido Socialista, sumido en un debate interno, tenía dos postulantes: Salvador Allende y Aniceto Rodríguez, a la sazón secretario general del partido. Allende lograría 13 de los 27 votos, con 14 abstenciones. Partidario de una firme alianza con los comunistas y la construcción de amplias bases de apoyo, no contaba con el beneplácito de un sector de su partido. Consideraban que estaba “gastado”. El 22 de enero de 1970, fue elegido candidato de la Unidad Popular. El 4 de septiembre de 1970, ganará sobre una derecha dividida. Salvador Allende: 1.075.616 votos; Jorge Alessandri: 1.036.278 votos; Radomiro Tomic: 824.849 votos. Su triunfo supuso el inicio de una conspiración que acabaría con el bombardeo del Palacio presidencial el 11 de septiembre de 1973, con la imposición del neoliberalismo y un régimen de terror. Seguir leyendo SALVADOR ALLENDE Y LA VÍA CHILENA AL SOCIALISMO. MARCOS ROITMAN ROSENMANN

CHILE: PANDEMIA Y REBELDÍA. ÁNGEL GUERRA CABRERA

ancianos chilenos 1

ÁNGEL GUERRA CABRERA

GUERRITALa gran rebelión de masas chilena se anotó una victoria muy importante el miércoles 22 de julio. Hacía días que se esperaba lo que ya es un hecho: la aprobación en ambas cámaras del Congreso del derecho de los 11 millones de afiliados de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) a retirar por una sola vez 10 por ciento de lo cotizado, equivalente a unos 20 mil millones de dólares. Algunos argumentan que no es la solución más idónea para el drama social que viven esas personas pero la mayoría lo ve como una ayuda económica muy importante. Más por venir en un momento en que el gobierno del presidente Sebastián Piñera ha hundido al país en una de las peores situaciones a escala internacional debido a su desastrosa gestión de la pandemia. También ha sido incapaz de adoptar planes sociales que signifiquen un verdadero apoyo a grandes sectores populares muy afectados económicamente por el encierro pero que venían con grandes carencias desde antes pues el coronavirus ha servido para agravar y mostrar en carne viva los daños ocasionados a las sociedades por las políticas neoliberales. Frente a la pandemia, el gobierno de Piñera únicamente buscaba salvar la cuota de ganancia de sus amigos en los grandes grupos económicos, pero ni eso ha logrado, dado el daño tan grande que la enfermedad está haciendo a la economía.

El combativo y diverso movimiento social chileno iniciado con el estallido del 18 de octubre de 2019 se agrupa en la Unidad Social, un gran frente de organizaciones populares, que antes de la pandemia inundó avenidas y espacios públicos, pero ha sabido encontrar en esta etapa otras formas de exigir la satisfacción de sus demandas, entre ellas las redes digitales, presencia simbólica en las calles y también huelgas de sectores esenciales. Por ejemplo, una huelga nacional de trabajadores portuarios fue decretada, como forma de presión, a la vez que las cámaras de diputados y senadores debatían el derecho al retiro del 10 por ciento de las pensiones.

La rebelión chilena hizo ver a algunos sectores pensantes de las elites que el patrón de acumulación capitalista del país austral era ya intolerable para las mayorías y, en todo caso, infundió miedo y una sensación entre ellas de que algo tendrían que ceder para continuar disfrutando de sus irritantes privilegios. Creó así las bases subjetivas para ser capaz de seguir ejerciendo una fuerte presión social sobre el poder económico y político, aunque ya no pudiera hacerlo desde las calles. De modo que recientemente ha hecho reaccionar favorablemente a muchos legisladores, incluso oficialistas, y logrado que estos dieran los pasos que han permitido llegar en las cámaras a la aprobación de la medida con las AFP. Esto se ha conseguido plasmar a pesar de una cerril oposición del presidente Sebastián Piñera y su círculo más cercano, unidos, por supuesto, a los grandes grupos económicos, con el apoyo de los medios de comunicación corporativos y de los más renombrados economistas neoliberales adscritos a los distintos partidos que administran el modelo.

Una gran mayoría de los eventuales beneficiarios del proyecto de ley estaban ya endeudados cuando estalló la rebelión, pues el famoso “milagro” chileno había erosionado considerablemente el poder adquisitivo de la población, con una combinación de bajos salarios y privatización de derechos humanos básicos, como el acceso a la educación, a la salud y a otros servicios públicos, más la ilusión de las tarjetas de crédito. La pandemia agravó la situación pues quienes reciben pensiones han tenido en muchos casos que apoyar durante el encierro a otros miembros del núcleo familiar, integrantes del nutrido ejército de 2.6 millones de trabajadores informales.

Pero, aunque es famosa la tacañería de Piñera para destinar recursos públicos a los que menos tienen, su férrea oposición a esta medida junto a los grupos oligárquicos no tiene tanto que ver con los dos mil millones de dólares que costaría. No. Sino con el precedente de que la presión popular sobre diputados y senadores rompa con la práctica aplicada en las AFP desde su creación durante la dictadura pinochetista consistente en que una minoría insignificante de potentados utiliza los fondos previsionales de los trabajadores como propios para distribuirlos entre los principales grupos económicos que operan en el país. Más injusto e indignante por la miserable cuantía de las pensiones que recibe la mayoría de los trabajadores chilenos. Las AFP, en resumen, constituyen el corazón del neoliberalismo chileno y no es por gusto que Unidad Social exige su disolución y el regreso a un fondo de pensiones público y solidario como existía anteriormente.

Piñera está más débil políticamente que nunca, hasta muchos de los suyos lo han dejado solo y han votado a favor del retiro del 10 por ciento de los fondos de las AFP. Si llegara a vetar esta ley o a ponerle cualquier tipo de obstáculos, las consecuencias políticas podrían incluir un gran levantamiento en medio de la pandemia hasta que renuncie el ultraderechista presidente y cuando menos el fin de las AFP.

Twitter: @aguerraguerra

LA PANDEMIA ESTÁ LEJOS DE TERMINAR. FLORENCIA LAGOS

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FLORENCIA LAGOS

florencia lagos 3El sistema de salud chileno es un sistema absolutamente precario, privado y, en el caso de la salud pública, con muy escasos recursos y sin insumos suficientes para enfrentar esta devastadora pandemia.

El gobierno no ha tomado las medidas necesarias recomendadas por la “Organización Mundial de la Salud” (OMS), cuyo Director ha reiterado que “la Pandemia está lejos de terminar”, incluso fue enfático y repitió dos veces esta declaración.

Preocupados de su propia economía, el 1% más rico dueño del 26% de las riquezas de Chile, las siete familias (élites) dentro de la que está inmerso Sebastián Piñera, deciden decretar toque de queda, militarizar las calles, reactivar el comercio y retomar las clases. Esto en circunstancias que los casos de contagiados en el país llegan a la alarmante cifra de 20.000.

Con estas medidas exponen ante el virus letal a trabajadores y trabajadoras, niños, niñas y estudiantes. Es curioso que las primeras comunas en ser protegidas con cuarentena fueron las más ricas; sin embargo, dejaron que los contagios se desataran en los municipios más vulnerables, justamente aquellos municipios que fueron protagonistas del estallido social que comenzó el 18 de octubre.

Bajo los lemas de “Unidad Nacional” y “Unidad de Mando”, el gobierno chileno hace caso omiso al “Plan Nacional de Emergencia”, propuesta que entregó la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y las reiteradas solicitudes de distintos Alcaldes y Alcaldesas de diferentes comunas del país.

Todo parece indicar que el coronavirus ha sido un respiro para el gobierno de Piñera que hasta ahora se enfrentaba a multitudinarias manifestaciones que marcaron su agenda y que lograron se estableciera la fecha para un histórico plebiscito que decidiría una nueva Constitución que dejaría atrás a la actual Carta Magna impuesta en dictadura.

Un plebiscito que costó vidas, torturas a hombres mujeres y niños, centenares de pérdidas oculares, como lo ratifican informes de Amnistía Internacional, Human Rigths Watch y el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU.

La brutal represión continúa. El 1 de mayo fueron detenidos más de 50 trabajadores, entre ellos corresponsales de prensa extranjera y nacional.

El hambre aumenta junto con las ollas comunes, producto de los despidos masivos que dejan en absoluta vulnerabilidad a miles de chilenos y chilenas.

La pandemia está lejos de terminar. La pregunta es: ¿será capaz de enfrentar esta crisis un Presidente que fue capaz de declarar la guerra a su propio pueblo?

La Habana, 4 de mayo 2020.

Fuente: CRÓNICA DIGITAL

IZQUIERDA LATINOCARIBEÑA EN 2019 (I). ÁNGEL GUERRA CABRERA

CHILE, PROTESTAS

ÁNGEL GUERRA CABRERA

GUERRITAEn 2019, se demostró la falacia que auguraba el fin del “ciclo” progresista en América Latina y el Caribe. Bastaría con citar las rotundas victorias electorales de Andrés Manuel López Obrador en México y Alberto Fernández en Argentina para refutarla. No obstante, la aseveración sobre el fin del ciclo se basaba en hechos reales y muy lamentables, pero a la vez aleccionadores para las fuerzas populares, progresistas y revolucionarias. Después de todo, la irrupción de gobiernos populares iniciada posteriormente al arribo a la presidencia de Venezuela por Hugo Chávez en 1999 parecía no solo estar en retroceso sino haberse detenido en 2016 tras dos derrotas muy graves para el movimiento popular en Nuestra América: el desplazamiento de la Casa Rosada en diciembre de 2015  del Frente para la Victoria, gracias al triunfo electoral de una coalición neoliberal  y proimperialista encabezada por Mauricio Macri; y el golpe de Estado mediático-judicial-parlamentario contra la presidenta de Brasil Dilma Rousseff en agosto del año siguiente. El golpe llevó una pandilla de bandidos al Planalto que, como ya había hecho el macrismo en el país rioplatense, inició de inmediato un gobierno para el 1 por ciento: desmantelamiento del andamiaje de defensa de la soberanía nacional y protección social instaurado por los gobiernos del PT, especulación financiera desenfrenada y venta a las transnacionales de los recursos naturales y bienes públicos. Aunque estas fueron las más costosas derrotas para la izquierda en el período analizado, no fueron las únicas. En 2009, un golpe de Estado militar evidentemente orquestado por Estados Unidos derrocó al gobierno del presidente Manuel Zelaya, quien había ingresado a Petrocaribe, a la Alba y promovido una política exterior digna y soberana. Cuatro años después era derribado por un golpe parlamentario-mediático el presidente de Paraguay, Fernando Lugo, notable adherente del progresismo. A esto debe añadirse la artera traición de Lenín Moreno a sus compañeras y compañeros de la Revolución Ciudadana, al pueblo de Ecuador y a su propio discurso desde que se integró al primer gobierno del presidente Rafael Correa hasta que resultó electo a la primera magistratura del país, que impulsó un retroceso al vapor al neoliberalismo y un entreguismo sin precedente a Washington. De la misma manera, la injusta y perversa condena de cárcel al expresidente brasileño Lula da Silva en abril de 2019, maniobra evidente del imperialismo yanqui y la oligarquía local para impedir su segura victoria en la elección presidencial de octubre de ese año.  Como resultado, la elección de Jair Bolsonaro constituyó un refuerzo a las posturas ultraderechistas no solo en la región sino en el mundo; y a la profundización de las políticas neoliberales y las actitudes aun más obsecuentes hacia el imperialismo, también traídas a sus países por los nefastos presidentes Sebastián Piñera e Iván Duque.

A consecuencia de este devenir, sufrieron también rudos golpes organismos como Unasur -hoy deshecho- y la Celac -en estado de parálisis- que, nacidos después de 2004, habían logrado dar importantes pasos hacia la unidad, integración y concertación política soberanas de América Latina y el Caribe. A su vez, Petrocaribe y la Alba fueron impactados por las consecuencias de la caída en los precios del petróleo y, sobre todo, del recrudecimiento cada vez mayor de la guerra económica estadounidense contra Venezuela y Cuba.

Pero lo más sobresaliente de este año han sido tres factores de enorme trascendencia y ambos constituyen victorias indiscutibles para las fuerzas revolucionarias y progresistas, además de los ya citados triunfos electorales en México y Argentina. El primero son las grandes protestas populares que recorren el continente desde el primer trimestre del año, que han puesto contra las cuerdas a los gobiernos de varios países de la región, muy especialmente al de Piñera en Chile y al de Uribe-Duque en Ecuador. Contrasta la estabilidad y el orden existente en Cuba, Venezuela, Nicaragua y México con la situación de impopularidad de los gobiernos de derecha, prendidos con alfileres y sostenidos fundamentalmente por el apoyo de Estados Unidos. Es un hecho que el neoliberalismo no puede gobernar más al sur del río Bravo sin infringir brutalmente las reglas de la democracia liberal. El segundo factor es la denodada resistencia y batalla por su desarrollo de Cuba y Venezuela, cada una en su circunstancia, contra la implacable y creciente guerra económica de Washington, signada en el caso venezolano por el golpe permanente y por graves hechos de violencia contrarrevolucionaria. El tercero es el relevante papel de los países miembros del Caricom en la defensa de los principios del derecho internacional, como se vio el 19 de diciembre con la paliza a Estados Unidos y a Almagro en la OEA y en otros hechos de este año. El golpe de Estado en Bolivia, la derrota electoral del Frente Amplio de Uruguay y un par de asuntos más quedan para la siguiente entrega.

Twitter:@aguerraguerra

FARIDE ZERÁN: “LA POVERDAD ES LA EXPRESIÓN DEL MAL PERIODISMO O DE LA MUERTE DEL PERIODISMO SI NO NOS PONEMOS SERIOS”. MATÍAS RIVAS

Hace poco más de dos años que la periodista y académica chilena Faride Zerán concedió esta entrevista al escritor Matías Rivas para El Mostrador. Otro era el contexto latinoamericano entonces y, en particular, otro el chileno, caracterizado hoy por el derrumbe del "proyecto" neoliberal y la rebeldía de las masas ante la injusticia y la desigualdad imperantes. Chile es hoy un referente mundial de la resistencia popular contra el neoliberalismo. No obstante el tiempo transcurrido, la entrevista conserva en muchos de sus pasajes una vigencia indiscutible, al punto de que resulta anticipatoria de la crisis de los medios corporativos chilenos y de la sociedad en su conjunto.

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MATÍAS RIVAS A. 

MATÍAS RIVAS 4La escritora, Premio Nacional de Periodismo 2007, descarta que el llamado “fenómeno de la posverdad” sea nuevo, pero advierte que hay que prestarle atención, especialmente con la masificación de las redes sociales. “En el anonimato de las redes se esconde mucha basura pero, por sobre todo, mucha mentira disfrazada de información seria. La posverdad ha sido definida como el espacio donde la información y los datos duros pesan menos que las emociones, el resentimiento, o lo que cada uno cree o intuye o imagina”. Pero para los periodistas, para las escuelas que forman profesionales –agrega– “el tema es más complejo, ya que la posverdad como fenómeno creciente golpea la esencia de esta profesión que radica precisamente en la confianza y en su dimensión ética y demanda de veracidad”.

La posverdad ha sido tema obligado de las últimas semanas. Los casos más comentados fueron el falso testimonio de Pablo Oporto, quien dijo que cargaba en su conciencia con el peso de haber matado a 12 delincuentes que le habían intentado robar; y “las entrevistas que no debimos publicar”, que se refiere a diversas colaboraciones que envió una periodista chilena radicada en España a La Tercera y que resultaron ser falsas.

En entrevista con El Mostrador, la vicerrerectora de Extensión y Comunicaciones de la Universidad de Chile y Premio Nacional de Periodismo 2007, Faride Zerán, explica que “estamos en la era de la sospecha” y que, cuando decimos posverdad, “estamos hablando de noticias falsas, de verdades a medias, de ausencia de fuentes confiables, de rutinas periodísticas que fallan en cuestiones tan elementales como chequear las fuentes. Ocultar viejas prácticas en nombres nuevos no nos salva del bochorno de asumir que la posverdad es la expresión del mal periodismo o de la muerte del periodismo, si no nos ponemos serios”.

-¿En qué se diferencia la posverdad de las noticias falsas  o, derechamente, del mal trabajo periodístico?

-No se diferencian en nada. Son sinónimos. El hecho de que el diccionario de Oxford definiera “posverdad” como la palabra del año 2016 no significa que estemos ante un fenómeno nuevo. Desde que el periodismo existe, ha tenido que lidiar precisamente con la permanente tentación de quienes lo asumen como instrumento para falsear los hechos, alterar la realidad, mentir, omitir, censurar o construir realidades a partir de premisas falsas. Y si bien el término surge con fuerza en medio de hechos sorpresivos, porque los sondeos de opinión decían otra cosa –el triunfo del Brexit en el Reino Unido; el de Trump en las elecciones estadounidenses o el NO del plebiscito  en Colombia en el marco de respaldar el proceso de paz con las FARC–, tampoco hay que salir de Chile cuando tenemos varios ejemplos criollos. Que la verdad se manipula y controla lo sabía Goebbels durante el nazismo; lo imaginaba Orwell, en 1984, y todos los dictadores de todas las épocas. ¿Qué fue el Plan Z con la lista de “condenados a muerte por los rojos partidarios de Allende” (que “el oportuno pronunciamiento militar desbarató”) sino una mentira que sirvió para infundir terror entre la gente y justificar las violaciones a los derechos humanos de la incipiente dictadura? Ni hablar de los cometas, chupacabras y otras distracciones a una realidad  que no daba para chistes. Para no remontarnos tanto en la historia, un ejemplo reciente, aparte de los episodios de estas semanas: hace unos meses circuló en las redes  que la diputada Camila Vallejo poseía un Audi de 50 millones de pesos y muchos lo creyeron, aportando a esa mentira las consiguientes descalificaciones e insultos en contra de la parlamentaria,  reacciones propias de linchamiento en la plaza pública.

-¿En qué medida las redes sociales han ayudado a masificar el fenómeno de la posverdad?

-En bastante medida. En el anonimato de las redes se esconde mucha basura pero, por sobre todo, mucha mentira disfrazada de información seria.  La posverdad ha sido definida como el espacio donde la información  y los datos duros pesan menos que las emociones, el resentimiento,  o lo que cada uno cree o intuye o imagina. Pero, para los periodistas, para las escuelas que forman profesionales,  el tema es más complejo, ya que la posverdad como fenómeno creciente golpea la esencia de esta profesión que radica precisamente en la confianza y en su dimensión ética y demanda de veracidad.

 -¿Ha afectado mucho la posverdad al periodismo chileno y al periodismo mundial?

-Sin duda. Estamos en la era de la sospecha, lo que en Chile además coincide con la creciente desconfianza de la gente hacia las instituciones y las elites. De esta desconfianza, que sin duda tiene sustento –basta leer el último informe del PNUD, “Desiguales”, cuyo correlato es la exclusión– para entender el origen de este sentimiento extendido en el conjunto de la sociedad chilena. Y es justamente en esa desconfianza –desconfianza en lo que prometes, dices, haces–, es en esa fisura donde nadie le cree a nadie y en la que todo es posible, que se instala esta sospecha, como el huevo de la serpiente, que contamina las salas de clases y las de redacción, los estudios de TV, las redes , los medios. En un país que a diario parece decirte que ¡todo vale en la política, la economía, la empresa privada y la pública!, en sus  instituciones militares, en la Iglesia, en las empresas de servicios básicos como la luz y el agua; en la derecha, el centro y la izquierda, ¿por qué el periodismo va a estar al margen? En Chile ya adoptamos la moda: el periodismo también traiciona las confianzas. ¡Y eso es complejo, porque finalmente estamos hablando de democracia, de la solvencia de una democracia! Seguir leyendo FARIDE ZERÁN: “LA POVERDAD ES LA EXPRESIÓN DEL MAL PERIODISMO O DE LA MUERTE DEL PERIODISMO SI NO NOS PONEMOS SERIOS”. MATÍAS RIVAS

BOLIVIA: LA OEA CON EVO, COMO PINOCHET CON ALLENDE. ALEJANDRO PEDREGAL

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ALEJANDRO PEDREGAL*

ALEJANDRO PEDREGALComo ha narrado el jurista valenciano Joan Garcés, asesor personal y amigo de Salvador Allende, el domingo 9 de septiembre de 1973 el presidente chileno se reunió con el comandante en jefe del Ejército chileno, Augusto Pinochet, y el general Orlando Urbina en su residencia de Tomás Moro. Ahí, les anunció que en las próximas horas convocaría a la ciudadanía a un plebiscito para resolver el conflicto entre el poder ejecutivo y el legislativo, con el fin también de apaciguar las tensiones que vivía el país y los rumores de golpe de Estado; golpe que llevaban promoviendo los Estados Unidos de Nixon y Kissinger desde la victoria electoral de Allende, como lo demuestra el asesinato del general René Schneider en 1970. En aquella reunión, Pinochet le confesó a Allende que confiaba en que aquel gesto resolviera la situación y se comprometió a mantener el orden constitucional y atajar cualquier atisbo de insurrección en el Ejército. Apenas unas horas más tarde, de regreso en su casa para el cumpleaños de su hija, Pinochet se comprometía con el golpe que se daría dos días más tarde y sellaba con su firma su participación en él; golpe al que se dice que aún no estaba ligado. Sin embargo, otras versiones han mantenido que en la misma reunión con Allende, y al conocer los planes de la convocatoria para el plebiscito, Pinochet le pidió al presidente que retrasara el anuncio hasta el martes, ya que el lunes tenía otros compromisos en su agenda que no podía cambiar, a lo que Allende no puso inconveniente. Por supuesto, como es conocido, el plebiscito, que debía anunciarse en un acto público en la Universidad Técnica del Estado, no llegó a ser convocado: el martes era 11 de septiembre y esa mañana temprano había comenzado el golpe militar que bombardearía La Moneda y conduciría a Allende a la muerte.

La sucesión de aquellos episodios de la tragedia chilena parecen reflejarse hoy, con extraña similitud, en el golpe que sufre Bolivia. Y es que, como Pinochet hiciera con Allende, el presidente Evo Morales, exiliado en México, ha señalado la traición de la OEA para marcar los tiempos del golpe. Así, en rueda de prensa el miércoles 13 de noviembre, indicó que “la Cancillería [boliviana] acordó con la OEA entregar el informe oficial [de la auditoría sobre las elecciones] el día 12 y ellos pidieron que fuera el 13. Sorpresivamente, el domingo nos informó el personal de Luis Almagro que iban a publicarlo”. El domingo 10 de noviembre, sorprendido por el movimiento de la OEA, Evo convocaba nuevas elecciones, sin percatarse de que aquel informe era sólo una etapa más para desencadenar la intervención del Ejército, con el fin de obligarle a dimitir a cambio de frenar un baño de sangre. Así, el presidente Evo concluía desde México que “la OEA tomó una decisión política y no técnica ni jurídica”.

Sin embargo, ahí no concluyen las sospechas que se ciernen sobre el papel que ha jugado la OEA en este golpe. Como ha señalado el periodista mexicano Luis Hernández Navarro en La Jornada:

“La OEA desempeñó un papel clave en la preparación y legitimación del golpe. Envió a Bolivia como jefe de la misión al mexicano Arturo Espinosa, un furibundo enemigo de Evo Morales. El funcionario se vio obligado a renunciar ante su absoluta falta de imparcialidad. Finalmente, el organismo presentó un informe preliminar sobre los comicios, basado en una muestra de tan sólo 333 actas, de un total de 34.555. Allí señala que encontró irregularidades (que van desde una tachadura hasta una firma) en 23 por ciento de esas actas. Sin embargo, no se tentó el corazón para llamar a realizar nuevas elecciones.”

(Algo que, cabría añadir, sí hizo el presidente Evo.)

Pero no se acaban ahí las suspicacias sobre el propio contenido del informe de la OEA y sus conclusiones. El lunes 11, el bioinformático, docente e investigador argentino Rodrigo Quiroga publica un elaborado estudio donde detalla una serie de análisis sobre la posibilidad de manipulación de los resultados electorales y, por tanto, sobre el presunto fraude en los comicios del pasado 20 de octubre en Bolivia; fraude sobre el que supuestamente se fundamentan las protestas detrás del golpe de Estado. Entre la minuciosa información que reune, Quiroga destaca que, a partir de su propia investigación, al “mirar la distribución de votos a cada partido, por mesa, según el porcentaje de participación”:

  1. “Los votos del MAS (el partido del presidente Evo) [ofrecen] una distribución normal, [que] denota la polarización regional de la elección”.
  2. Es cierto que “hay posibles irregularidades con algunas mesas”, siendo éstas “al menos 588”, correspondiendo a un total de 95.955 votos, las que habría que revisar. Sin embargo, reemplazando “esas mesas por promedios para cada provincia” se pone en evidencia que “no hay ningún indicio de fraude masivo”.
  3. Quiroga concluye así que “la victoria de Evo es incuestionable”, pero que “la diferencia de 10 sí está en duda”.

El mismo 11 de noviembre aparece otro informe del Center for Economic and Policy Research (CEPR) aún más revelador, cuya publicación fue acompañada por diversas entrevistas a uno de sus autores en diferentes medios. En el documento se destaca que:

  1. Tanto las averiguaciones como  las conclusiones del informe preliminar de OEA son de dudoso valor, y se explica que la misma OEA recomendó el uso del sistema rápido de recuento (TREP) y acordó con el gobierno boliviano detenerlo para informar de nuevo una vez las actas escrutadas estuviera alrededor del 80%, como así se hizo, lo que desmonta toda sospecha sobre el cacareado “apagón informático” durante el recuento. Del mismo modo, se señala que de nuevo la OEA exigió reanudar el TREP, algo que también se hizo.
  2. Además, el informe indica que, a pesar de que el TREP no tiene validez legal, el informe de OEA dedica el 90% de su contenido a la fragilidad del sistema informático del TREP.
  3. Se subraya también que el informe de la OEA, además de no mostrar irregularidades masivas, expresa que es “difícil de explicar” que en los últimos 5% de los votos contabilizados Morales sacara un 60%”, mientras para el CEPR ese dato es razonable, ya que estos votos proceden de regiones con un fuerte apoyo histórico hacia el MAS.
  4. El documento destaca entre sus conclusiones que “la politización de un proceso normalmente independiente parece inevitable cuando la OEA saca conclusiones infundadas sobre la validez de un acto electoral”, y que esto supone “una grave violación a la confianza pública, algo incluso más peligroso en el contexto de una polarización política aguda y con la violencia política postelectoral que ha ocurrido en Bolivia”. Por ello, el CEPR sugiere a la OEA que retire “sus insostenibles alegaciones” y que tome “medidas para asegurar la neutralidad en procesos de observación electoral por parte de la OEA en el futuro”.

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MÁS DE 200 MANIFESTANTES EN CHILE HAN PERDIDO LOS OJOS. ELSON CONCEPCIÓN PÉREZ

En Chile, país «modelo» de neoliberalismo, más de 200 personas –jóvenes en su mayoría–, han perdido un ojo o ambos, a causa de las balas de goma con casquillos de metal, empleadas por los carabineros para reprimir las manifestaciones

chile ojos

ELSON CONCEPCIÓN PÉREZ 

Aunque ni la OEA ni la Comisión de Derechos Humanos de la ONU se pronuncien contra tan terribles hechos, el pueblo chileno sigue en las calles y plazas. Foto: El Tiempo

En Chile, país «modelo» de neoliberalismo, más de 200 personas –jóvenes en su mayoría–, han perdido un ojo o ambos, a causa de las balas de goma con casquillos de metal, empleadas por los carabineros para reprimir las manifestaciones.

Aunque ni la OEA ni la Comisión de Derechos Humanos de la ONU se pronuncien contra tan terribles hechos, el pueblo chileno sigue en las calles y plazas, y mientras, su presidente Sebastián Piñera trata de aplicar medidas cosméticas sin afectar las bases del modelo imperante.

En Ecuador, la nación del «centro del mundo», donde gracias a la solidaridad cubana fueron operados de los ojos 189 000 personas, a las que o se les devolvió la visión o se les mejoró, ahora miles de ciudadanos quedan desamparados al no poder recibir esos servicios médicos, pues su Gobierno ha apostado por el neoliberalismo ciego.

Los últimos 382 profesionales de la salud que trabajaban en 23 de las 24 provincias de Ecuador, ya regresaron a la Isla de la resistencia y la solidaridad.

Han sido 27 años de apoyo concretados en 6,8 millones de consultas realizadas por 3 565 profesionales de la salud cubanos, que han realizado 212 360 cirugías, 3 548 partos y han aplicado 100 084 dosis de vacunas.

Un hecho que evidenció cuán humana es la atención médica brindada por nuestro país fue la Misión Solidaria Manuela Espejo, que se encargó de realizar un estudio sicosocial, pedagógico y clínico-genético de personas con discapacidad en todo Ecuador, donde fueron atendidos 825 576 ecuatorianos. Se realizaron 35 257 pesquisas por especialistas en Neurofisiología y Otorrinolaringología, y a 21 062 pacientes se les realizaron estudios de genética clínica.

Son verdades que el neoliberalismo trata de ocultar, pero que los pueblos se encargarán de hacer visibles.

En el caso de Bolivia, los disparos contra la población por parte de la policía y los militares no han sido con perdigones, sino con balas de tiro real y una represión extrema similar a la chilena.

En esa tierra, luego de consumado el golpe de estado contra Evo Morales, se ha implantado un gobierno con autoridades salidas a la luz gracias al apoyo militar y el total respaldo de instituciones como la oea –partícipe activo del golpe– y el siempre presente Gobierno de Estados Unidos.

Contra nuestro personal médico que allí brindaba salud y amor se emprendieron actos de violencia, detenciones ilegales y una campaña de infamias para tratar de desacreditar tan noble misión.

Nuestros médicos, enfermeras y demás personal de salud obligados a abandonar Bolivia, alegres de estar en su Patria, se sienten a la vez tristes por los miles de bolivianos que quedaron esperando por su atención, en una consulta ya pactada, o para una operación planificada, quizá hasta para devolverle la vista a quienes el capitalismo y el neoliberalismo ciega.

Fuente: GRANMA

JAVIERA OLIVARES: EL CHILE DE HOY ES EL QUE NOS INTERPELA A DEFENDER A LA HUMANIDAD*

Javiera OlivaresEstimadas amigas, amigos, compañeras y compañeros, qué alegría encontrarnos hoy aquí. La verdad es que cuando pensamos en retomar la porfiada idea de levantar el Capítulo chileno de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad, REDH, creo que nunca hubiéramos podido imaginar que esta instancia de pensamiento y acción críticas, se iba a levantar en medio de la movilización popular más trascendente del pueblo chileno de los últimos años.  Por primera vez y de modo tan certero, el pueblo de Chile critica, rechaza, denuncia, y busca modificar este modelo social, político, económico y cultural tan injusto y excluyente. Parece ser que el devenir de la historia presente, viste de movilización las calles del país frente a nuestro intento de retomar las primeras insignias de esta REDH en su llamamiento “A la conciencia del mundo”, leído por el destacado intelectual mexicano Pablo González Casanova el 1 de mayo de 2003 en La Habana, Cuba.

Desde entonces todo el mundo, y en especial, América Latina, ha visto surgir capítulos de la REDH por país, capaces de movilizar a la opinión pública nacional e internacional en torno al desarrollo de un pensamiento crítico, contra-hegemónico, capaz de cuestionar la voracidad del capitalismo en su versión neoliberal globalizada, al servicio de la humanidad, de una cultura de los derechos humanos y de causas justas que precisen denuncia y defensa. Artistas, intelectuales, periodistas, dirigencias sociales e indígenas, de América Latina, Asia y Europa, han difundido desde la REDH esa criticidad, mediante publicaciones, conferencias, investigaciones, iniciativas artísticas o locales determinantes. Cuánto aprender de esas experiencias que a veces, en medio de circunstancias muy complejas, insisten en librar una lucha por causas nobles, en la que se destacan personalidades que impulsan la REDH desde distintos lugares del mundo como los Premios Nobel Rigoberta Menchu, Adolfo Pérez Esquivel y Wole Soyinka; la dirigenta colombiana Piedad Córdoba o el periodista Ignacio Ramonet, solo por mencionar algunas de las 15 mil personalidades entre artistas, intelectuales y luchadoras sociales de más de 40 países del mundo.

El Chile de hoy, ese que después de 29 años de transición pactada que administrara el modelo neoliberal heredado de la Dictadura y que aún no recupera el derecho a su libre determinación, pues se sigue rigiendo bajo la Constitución del 80; es el Chile que se moviliza y reclama de nuestra reflexión y práctica comprometidas. Ese Chile que antes aparecía como guía de sojuzgamiento para la imposición del neoliberalismo en otros territorios del mundo, es el Chile que grita en las calles para retomar una posición modelar, pero de rechazo y denuncia de la injusticia y la desigualdad. Este país que, una vez más, está siendo víctima de generalizadas y sistemáticas violaciones a los derechos humanos, es el que nos exige denuncia y defensa. Ése es el Chile que hoy nos interpela a constituir un espacio en red capaz de defender a toda prueba y contra toda opresión los grandes valores de la humanidad como imperativos para el avance de las sociedades hacia una vida digna. La paz, como fundamento esencial de la convivencia nacional e internacional, el respeto irrestricto a los derechos humanos, la garantía de libre autodeterminación de los pueblos, el respeto a la equidad y diversidad de género, el rechazo del extractivismo brutal y el derecho a un medio ambiente limpio frente a la catástrofe climática, son algunos de los derroteros que lucharemos por incluir en las calles, en los foros, en las asambleas y en las obras de arte de este nuevo Chile en ciernes. La recuperación de la soberanía popular de nuestro pueblo a través de una Nueva Constitución debatida en una Asamblea Constituyente construida en conjunto al movimiento social y la ciudadanía, será nuestra guía para el proceso venidero. Para lo cual, trabajaremos en acciones concretas de lucha como la creación de una red de redes de información, acción artística, política y cultural, buscando coordinar y movilizar a intelectuales, artistas y movimientos sociales.

No quisiera terminar sin agradecer a quienes han hecho a esto posible, solo puedo mencionar a algunos, al querido Pablo Sepúlveda Allende, nieto del presidente Allende y quién ayudó desde el primer momento en este empeño, a Manuel Cabieses director de la revista Punto Final, Francisca Cabieses, quienes iniciaron esta tarea. A los actuales integrantes de la REDH, a Carlos Margotta, Karla Díaz, Hernán Caffiero, Pancho Villa, Jaime Lorca, Héctor Pujols, a Tamara Muñoz, a Esteban Silva, a Visnu Ibarra, Rocío Alorda y a tantas y tantos más, que esperamos se multipliquen después de hoy.

En un momento complejo para América Latina, donde se reedita con fuerza la ofensiva imperialista y la política injerencista del gobierno de los Estados Unidos en Colombia, Venezuela, Cuba, Bolivia, Chile…. El imperativo es denunciar y rechazar las intentonas golpistas, clasistas y anti indigenistas; hoy desatadas con más fuerza que nunca en Bolivia, pero que tienen sus réplicas en cada uno de nuestros países, a través de prácticas que atentan contra la democracia y los derechos humanos, como las de los Gobiernos de Jair Bolsonaro en Brasil o de Iván Duque en Colombia, que lleva más de 600 asesinatos de dirigentes sociales e indígenas.

Frente a estas inmensas pero a la vez inspiradoras tareas, no nos queda más que invitarles fraternalmente a sumarse, a no cejar, a construir con nosotres este pensamiento divergente, crítico y capaz de develar la injusticia. Estamos convencidas y convencidos de que podemos construir, de manera colectiva, un modelo de desarrollo alternativo al que ofrece el neoliberalismo, una propuesta basada en la justicia y en procesos emancipatorios que permitan la plena realización de la dignidad humana. En esa cusa, estará todo nuestro empeño.

¡Muchas gracias!

*Intervención de la periodista Javiera Olivares, coordinadora del capítulo chileno de la Red en En Defensa de la Humanidad, en el lanzamiento de esta instancia el pasado 19 de noviembre, en Santiago de Chile. 

ALBERTO FERNÁNDEZ: “CUANDO LA ECONOMÍA SE MUEVA, TODOS VAN A VERSE BENEFICIADOS”

Entrevista exclusiva con el presidente electo 

Las primeras definiciones del próximo gobierno. La economía, la deuda y la justicia. La prioridad: "No hay nada más urgente que la pobreza y el hambre".  

 FELIPE YAPUR y VICTORIA GINZBERG

ALBERTO FERNÁNDEZ
Imagen: Adrián Pérez

Alberto Fernández pasa el fin de semana largo en un campo en la provincia de Buenos Aires. Está en contacto con sus colaboradores pero rodeado de mucho verde, un ambiente donde él puede despejarse y Dylan correr a sus anchas. Tiene los lineamientos y las primeras medidas de su gobierno en la cabeza y, aunque trata de reservarse algunas sorpresas y elude confirmar nombres, ofrece importantes definiciones sobre el país que se viene después del 10 de diciembre. Está contento: “tengo una gran alegría porque a partir de ahora que las cosas salgan bien dependerá de nosotros. Vamos a decidir nosotros y por lo tanto vamos a prestarle más atención a los que más sufren. Esa alegría está mezclada con una gran dosis de responsabilidad, pero también tengo tranquilidad porque sabemos por dónde hay que caminar”. A veces, hace una pausa antes de contestar, aunque casi siempre tiene la respuesta rápida, se sabe que está entrenadísimo en la tarea de hablar con periodistas. Ubica el momento en que se dio cuenta que sería Presidente: cuando Cristina Kirchner anunció que irían juntos en la fórmula que él encabezaría. “Sabía que íbamos a lograrlo porque ella lo pensó muy bien. Sentí que juntos íbamos a poder hacerlo, convocando a todos».  Y tiene muy clara su prioridad: “No hay nada más urgente que la pobreza y el hambre». Dice que cuando termine su mandato se cumplirán 40 años de democracia y que le gustaría poder demostrar que era verdad aquel dicho de Raúl Alfonsín que señalaba que con la democracia se come, se educa y se cura. Además, adelanta una importante noticia sobre la legalización del aborto: “Va a haber un proyecto de ley mandado por el Presidente”.

–¿Cómo se siente ahora que tiene la responsabilidad de dirigir la Argentina?

–Contento, porque ahora depende de nosotros y no de otros. Que las cosas salgan bien dependerá de nosotros y eso era algo que reclamábamos. Queríamos tener la oportunidad y nos la dieron. Tengo una gran alegría porque sabemos que ahora vamos a decidir nosotros y por lo tanto vamos a prestarle más atención a los que más sufren, cosa que no pasó hasta ahora. Esa alegría está mezclada con una gran dosis de responsabilidad, pero también tengo la tranquilidad de que sabemos por dónde hay que caminar.

–Mientras tanto Macri está de descanso…

–Hace cuatro años que está de descanso.

–Pero a partir de esta situación ¿no está consumiendo usted parte de los famosos 100 días?

–Vengo a trabajar durante cuatro años y voy a poner toda la fuerza para que la gente esté mejor. ¿Qué son cien días? ¿Son días donde se le tolera cualquier cosa a un presidente? No, lo que quiero es tener cuatro años de una buena gestión. Si la gente me ve trabajar responsablemente me va a acompañar. Estoy seguro porque hablo con las mujeres y hombres de la calle, lo hago cotidianamente y todos me dicen que tienen ganas de ayudar. Lo que no tienen es ganas de ayudar a un vago que no los escucha, que no los entiende. No estoy consumiendo cien días, estoy trabajando en lo que los argentinos me dijeron que trabaje. Estoy cumpliendo con lo que prometí. No es que se puede decir una cosa como candidato y después hacer cualquier otra.

–Como «pobreza cero».

–Pero yo no dije eso. Dije que voy a trabajar para que haya menos pobres. Lo dije antes y lo repito ahora. Voy a trabajar para que haya una mejor justicia, para unir al continente, para que la democracia se cure con más democracia. Sé que muchas veces digo cosas que a algunos no les gusta pero lo digo honestamente.

–¿Cómo cree que puede afectar a su gobierno lo que está pasando en la región?

–Nos complica humanamente ver lo que los bolivianos están viviendo. Nos complica humanamente lo que ocurre en Chile. Es muy importante la unidad latinoamericana y toda interrupción democrática es un problema y complica la posibilidad de esa unidad.  Pero hay problemas serios en muchos lados. No sé cuántos muerto hay hoy en Bolivia pero el vicepresidente (Alvaro) García Linera me dijo que era una cantidad muy importante. ¿Y qué hacen los organismos internacionales? ¿Qué hace Naciones Unidas? ¿Qué hace la OEA? ¿Qué están haciendo? ¿Cómo vamos a seguir avalando a una mujer que un día se le ocurrió autoproclamarse presidenta ante un Congreso vacío?

–¿Le llamó la atención que el gobierno argentino no haya querido calificarlo como golpe de estado?

–No, no me llamó la atención porque sé cómo piensan. Pero sí me avergüenza. Se lo dije al presidente, eso lo quiero aclarar. Hay otros problemas en Latinoamérica. Nos estamos olvidando de Ecuador, donde están deteniendo opositores bajo la falsa acusación de sediciosos. Nos olvidamos que hay un vicepresidente preso hace dos años y medio por un juicio inventado que se llama Jorge Glass. Están pasando muchas cosas que no se pueden dejar pasar por alto. Cuando hablo así dicen que mi política exterior se parece a la de Cristina. ¿Defender los derechos humanos? También me puedo parecer a Carter. La estabilidad democrática, como los derechos humanos los voy a defender siempre.  Cuando hablé con (el presidente de Chile) Sebastián Piñera, le dije que lo podía ayudar, sabía que estaba hablando con alguien que no piensa como yo pero igual le pedí que escuchara lo que está diciendo las chilenas y chilenos porque hace falta. Creo que en el continente debemos reconstruir la unidad. México toma ahora la presidencia de la Celac y ahí tenemos la posibilidad de reconstruir la unidad latinoamericana y el caribe.

–Parece complicado con un Bolsonaro desde Brasil confrontando en todo momento…

–No, yo no confronto con el pueblo de Brasil. Que Bolsonaro confronte con quien quiera.

–¿El golpismo retornó al continente?

–Golpe hubo en Bolivia y en el resto de los países son reacciones de pueblos que reclaman más progresismo. Eso hay que tenerlo claro. En Chile y en Ecuador reclaman más progresismo y en Perú también. En Bolivia también lo harán. No es verdad que tengamos un retroceso. Lo digo porque de lo contrario la gente se confundirá. Los factores de poder de Bolivia nunca soportaron que Evo Morales, un indígena, gobierne ese país. Y a la luz de los resultados no sólo fue el mejor presidente sino que es la primera vez que los bolivianos tuvieron un presidente que se les parezca. Seguir leyendo ALBERTO FERNÁNDEZ: “CUANDO LA ECONOMÍA SE MUEVA, TODOS VAN A VERSE BENEFICIADOS”