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BRASIL: AMENAZA A LA SALUD GLOBAL. ÁNGEL GUERRA CABRERA

ÁNGEL GUERRA CABRERA

El ascenso imparable de los contagios y fallecimientos a consecuencia de la covid-19 y la propagación nacional de la dos veces más contagiosa variante P.1 del virus, han colocado a Brasil en una situación trágica. El gigante pasó de 1.074 muertes diarias el 13 de febrero a 1910 el 4 de marzo, a 3258 ayer, 20 días después, y contando. Con más de 12 millones de contagios y 298 mil 676 fallecidos hasta que escribo, es solo superado en este indicador por Estados Unidos, con casi 123 millones de habitantes más.  La tragedia fue vaticinada a fines de enero por el médico Enrique Mandetta, ex ministro de salud echado por el presidente Jair Bolsonaro debido a su promoción de las medidas de bioseguridad, contrapuestas a la agenda política del ex militar vísperas de las elecciones municipales.

Mandetta declaró entonces que Brasil marchaba hacia una “mega epidemia” en los próximos dos meses, causada por la diseminación de la variante amazónica, se cree que surgida en Manaos, y por la falta de controles del gobierno. Censuró el envío de cientos de pacientes de ese estado a hospitales de otras entidades. Con esta política «vamos a plantar esa cepa amazónica en todos los territorios de la federación y de aquí a 60 días podemos tener una mega epidemia», fue su pronóstico fatalmente cumplido ante la criminal negligencia de Bolsonaro, quien ha tenido una actitud negacionista, como su ídolo Donald Trump, desde el principio de la pandemia.  Llegó a calificar a la enfermedad de “ gripecita”,  a anunciar su final en diciembre de 2020 e incluso a  presentar una petición ante el Supremo Tribunal Federal para impedir que los gobiernos regionales y municipales impusieran medidas conducentes a frenarla, desestimada por esa instancia judicial. Si no fuera por la formidable y creciente amenaza que constituye Lula da Silva para sus planes reeleccionistas y el severo daño que el descontrol de la pandemia está haciendo a su popularidad, Bolsonaro no habría variado su actitud hacia la vacuna, de negarse a recibirla a hacerle promoción retórica y, ayer, ante el hecho escandaloso de estar a las puertas de los 300 mil fallecidos, a farisaicamente afirmar que “la vida es primero” y constituir un comité nacional para enfrentar al virus. Para mayor desgracia, al holocausto que sufren nuestros hermanos brasileños, particularmente los más pobres, se añade la amenaza de extensión de la nueva variante a nuestra región y al resto del mundo. Consultado por la BBC el 9 de marzo, el epidemiólogo Pedro Hallal afirmó: «21 por ciento de todas las muertes ocurridas en el mundo ayer debido a la covid-19 ocurrieron en Brasil, un país que solamente tiene el 2.7 por ciento de la población mundial. Entonces, esto es enorme. Brasil se está convirtiendo en una amenaza para la salud pública global». En esa misma tesitura se pronunció Carisa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud, en declaración publicada por este diario el miércoles 24:  el coronavirus continúa aumentando peligrosamente en todo Brasil, dijo; y agregó que este incremento afecta a los países vecinos Venezuela, Bolivia y Perú, así como a Uruguay, Paraguay y Chile. Esto, unido a reportes que mencionan la llegada de la P.1 a Estados Unidos y países de Europa, perfectamente explicable considerando la gran conectividad aérea de Brasil con el resto del mundo. Una verdadera bomba de tiempo cuando aparecen señales esperanzadoras de reducción del número de contagios y muertes.

Este cuadro pone de relieve la urgente necesidad de las vacunas como solución radical que debe universalizarse mediante la solidaridad con los países pobres, con transferencia de tecnología, de modo que puede extenderse y diversificarse su fabricación. Este es quizá el mayor problema que enfrenta el combate a la covid pues solo 10 Estados acaparan la mayor parte del inmunizante.  Mientras los países con mayores ingresos vacunan a una persona por segundo, la mayoría de los países aún no han puesto ni una sola dosis, afirma la economista venezolana Pasqualina Curcio en un artículo revelador (https://ultimasnoticias.com.ve/).

En esta coyuntura, refulge el ejemplo de Cuba, que, además de enviar médicos de las brigadas Henry Reeve a combatir la covid-19 en más de 40 países y territorios, hoy despliega 5 candidatos vacunales creados por su comunidad científica. Entre ellos, Soberana O2 y Abdala en la fase 3 de ensayos clínicos con cerca de 100 mil personas y con decenas de miles en Cuba, Irán y Venezuela en la fase de estudios controlados. La isla enfilada hacia la inmunización masiva de su pueblo, que llegará entre junio y agosto a 6 millones de personas vacunadas sobre sus 11.2 millones de habitantes.  El banco de vacunas del ALBA se nutrirá de fármacos cubanos, los que, además, estarán disponibles para muchos países imposibilitados de acceder a ellas.

Twitter: @aguerraguerra

EL NEGOCIO DE LA VACUNA CONTRA EL COVID-19, LA MUESTRA MÁS INHUMANA DEL CAPITALISMO. PASQUALINA CURCIO CURCIO

Ilustración: ACN

PASQUALINA CURCIO CURCIO

Como si no fuese suficiente con la desolación por el confinamiento, el desasosiego por los nuevos contagios y el duelo por quienes volaron a otro plano a causa de la pandemia, sentimos también una profunda indignación cuando se pone de relieve uno de los más inhumanos antivalores del capitalismo: hacer de la vida y de la salud un negocio.

EEUU, la Unión Europea y el Reino Unido se oponen a la propuesta de exención de los derechos de propiedad intelectual y patentes de la vacuna contra el COVID-19. Dicha propuesta fue presentada ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) en octubre de 2020 por Sudáfrica y la India, a la cual ya se han sumado más de 100 países. Consiste en eliminar las barreras de la propiedad intelectual de manera que las empresas transfieran su tecnología y conocimiento a otras plantas productoras para fabricar masivamente todas las dosis que se requieren y así inmunizar lo más rápido posible a la población mundial. Capacidad de producción con la que se cuenta, según Tedros Adhanom, director de la OMS.

El Acuerdo de los Derechos de Propiedad Intelectual y del Comercio (ADPIC) suscrito por los países miembros de la OMC no es otra cosa sino la creación legal de monopolios en la medida en que conceden a los capitales la exclusividad, por años, de la producción y comercialización de un bien. El argumento que esgrimen es que las patentes son la única garantía para incentivar la inversión en investigación y desarrollo.

Con el chantaje del incentivo, lo que realmente otorgan a las empresas farmacéuticas es el poder de decidir quién vive y quién muere, además de decidir de qué viviremos y de qué moriremos. Son estas las que elaboran la agenda de las investigaciones siguiendo el criterio de lo que le es más rentable, no por casualidad cronifican las enfermedades.

Es el caso que, el financiamiento para la investigación ni siquiera proviene de la propia industria privada farmacéutica. Son los gobiernos los que históricamente han facilitado los recursos financieros y es en las universidades e instituciones principalmente públicas que se han desarrollado las investigaciones que luego han sido apropiadas por las farmacéuticas.

De los US$ 13.900 millones que se han destinado a la investigación de la vacuna contra el COVID-19, los gobiernos han proporcionado US$8.600 millones, las organizaciones sin fines de lucro US$ 1.900 millones, mientras que solo US$3.400 millones los han puesto las empresas farmacéuticas privadas, apenas el 25% (Airfinity). A esto debemos sumar el mercado seguro que tiene la vacuna, de hecho, para diciembre de 2020 los gobiernos de los países llamados desarrollados habían pre encargado 10.380 millones de dosis.

La empresa farmacéutica estadounidense Moderna desarrolló la vacuna contra el COVID-19 con financiamiento 100% público, recibió US$ 562 millones. Le fueron pre encargadas 780 millones de dosis a un precio que ronda en promedio los US$ 31/dosis, lo que le genera ingresos por el orden de US$ 24.000 millones. Saquen ustedes las cuentas de la ganancia de esta empresa.

Pfizer/BioNtech, también estadounidense recibió US$ 268 millones del gobierno, alrededor del 66% de lo que destinó a la investigación. Le fueron pre encargadas 1.280 millones de dosis que a un precio promedio de 18,5 US$/dosis equivalen a ingresos por el orden de US$ 23.680 millones. A AstraZeneca/Oxford de capital inglés, le pre encargaron 3.290 millones de dosis, las cuales vende a un precio de 6 US$/dosis, obtendrá US$ 19.740 millones por ingresos, pero el 67% de los US$ 2.200 millones que dedicó a la investigación fueron públicos. A Jhonson&Jhonson le encargaron 1.270 millones de vacunas que vende a US$ 10/dosis lo que le generará un ingreso de US$ 12.700 millones habiendo realizado una inversión de US$ 819 millones con financiamiento 100% público.

Los precios de las vacunas oscilan entre 4 y 37 US$/dosis: Sputnik-V 10 US$/dosis; Sanofi/GSK entre 10 y 21; Novavax 16; Moderna entre 25 y 37; Sinovac entre 13 y 29 US$/dosis, además de las ya mencionadas.

La vacuna contra el COVID-19 es un negocio redondo, al parecer es el mejor de estos tiempos: la inversión para la investigación la asumieron los gobiernos que dieron los recursos a las empresas farmacéuticas privadas; tienen el mercado garantizado porque los mismos gobiernos pre encargaron las vacunas a las empresas que financiaron; toda la ganancia va a parar a las empresas farmacéuticas en su mayoría privadas que además son las que, gracias al monopolio otorgado por los mismos gobiernos a través del ADPIC, tienen la exclusividad de producción y comercialización por años.

Esta restricción del acceso a la vacuna, consecuencia de las patentes, ocurre mientras 500 mil personas se contagian y 8.000 fallecen a diario a causa de esta enfermedad. ¿Es ésta, o no, la muestra más inhumana del capitalismo?

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TRASNACIONALES FARMACÉUTICAS ASEGURAN ESCASEZ DE VACUNAS. SILVIA RIBEIRO

Bill Gates

SILVIA RIBEIRO*

Las grandes farmacéuticas están en pie de guerra. Han logrado ganancias absolutamente extraordinarias debido a la especulación con vacunas, medicamentos e insumos sanitarios relacionados con el Covid-19. Ahora redoblan el control de sus patentes monopólicas para impedir que el sector público o empresas nacionales puedan acceder o fabricar vacunas o medicamentos sin pagar ingentes sumas. Cabildean agresivamente a sus gobiernos sede para impedir que la Organización Mundial de Comercio (OMC) apruebe una exención a las patentes farmacéuticas relacionadas con la pandemia.

Eso propusieron India y Sudáfrica ante el Comité ADPIC (Acuerdo sobre derechos de propiedad intelectual relacionados al comercio) de la OMC, que se reunió este marzo en Ginebra. Contaron con apoyo de más de 100 países, pero los gobiernos de Suiza, Estados Unidos, Unión Europea, Reino Unido, Australia, Canadá, Singapur, Japón y Brasil bloquearon cualquier avance de la discusión.

India y Sudáfrica plantean que se pueda acceder a vacunas, medicamentos e insumos para Covid-19 sin verse limitados por elevados costos y patentes que impiden manufacturarlos en países donde existe capacidad para ello. Eso multiplicaría enormemente la disponibilidad de vacunas e insumos en el mundo y fortalecería las capacidades nacionales en salud pública ante próximas debacles.

El ADPIC prevé el uso de licencias obligatorias y otras excepciones en caso de crisis de salud pública, pero cada vez que países han intentado usarlas, los cárteles de la industria farmacéutica han hecho campaña para castigarlos, como sucedió con Sudáfrica al intentar fabricar genéricos para la epidemia de Sida, o Colombia, que buscaba producir genéricos de un medicamento para el cáncer, entre otros ejemplos. Por estos precedentes, ahora se busca que la OMC sancione la exención.

Una cruel paradoja es que la mayoría de los gobiernos que se oponen a la exención de patentes tienen ya comprometido el abasto de vacunas de Covid-19 para sus poblaciones, incluso muchas más de lo necesario, como Canadá que acaparó hasta cinco veces las dosis para inocular a toda su población. El gobierno de Bolsonaro también se opuso a la exención, pese a que Brasil tiene las peores cifras mundiales de muertes y el país tiene capacidad para manufactura nacional.

Entre otras acciones, las trasnacionales farmacéuticas enviaron una carta a Biden urgiendo a mantener el apoyo a la innovación farmacéutica ( ), oponiéndose a cualquier exención a los ADPIC. La firmaron directivos de Pfizer, AstraZeneca, Sanofi, Merck, Novartis, Bayer, Eli Lily, Bristol Myers Squibb, Gilead, Abbvie y otras, junto a la agrupación PhRMA, (Pharmaceutical Research and Manufacturers of America). No obstante, la innovación de esas empresas es casi nula, y en gran porcentaje se basa en usar la investigación pública (https://tinyurl.com/hs6bkz28).

Varias de ellas han sido ampliamente subsidiadas por el público para desarrollar vacunas y con compras anticipadas por la pandemia (https://tinyurl.com/ykabcmw9), pero han hecho contratos leoninos y ventas a precios secretos en cada país, incluso a doble y triple precio a países del Sur. Por ejemplo, AstraZeneca vendió su vacuna para Covid-19 a Sudáfrica al doble del precio que la vendió en Europa. Pfizer exigió a varios gobiernos latinoamericanos (entre ellos Perú, Argentina y Brasil) que además de contratos secretos, respalden controversias con sus activos soberanos, o sea, reservas públicas de los países. (https://tinyurl.com/3v8fpjm4). Sumado a la inmunidad ante cualquier efecto adverso de las vacunas, que en su caso son experimentales.

Por su lado, la Fundación Bill y Melinda Gates presionó a la Universidad de Oxford, para que su vacuna se fabricara con la trasnacional AstraZeneca, aunque la investigación estaba avanzada y podría haberse hecho con institutos públicos. El anuncio inicial de Oxford fue que la vacuna estaría disponible gratuita y abiertamente, pero resultó una vacuna patentada con precios secretos.

En el mismo sentido va el mecanismo Covax, formado inicialmente por CEPI y GAVI, dos alianzas para promover vacunaciones financiadas por la Fundación Gates, en el que participa la OMS y más de 180 gobiernos. Aunque figura como mecanismo facilitador del acceso equitativo a las vacunas, en realidad es otra forma de garantizar que el dinero público vaya a comprar las vacunas de las trasnacionales, quizá en términos que superficialmente parecen ventajosos, pero que en realidad son un doble pago del público, en lugar de exigir la cancelación de patentes y favorecer la manufactura nacional.

Oxfam denunció que los cuellos de botella de entregas, promovidos por las trasnacionales y la Fundación Gates para asegurar las ganancias privadas, significan que tomará como mínimo cinco años llegar a un 60 por ciento de población global vacunada y a esa altura los virus muy probablemente hayan mutado. Además, el tiempo de supuesta inmunidad de las vacunas es desconocido, y probablemente demande vacunación anual. Sin contar con el surgimiento de otras pandemias, ya que las causas para ello siguen sin tocarse.

Así las trasnacionales, con la filantrópica ayuda de Bill Gates, se han asegurado un estado permanente de escasez y demanda de vacunas –promovidas desde lo público para ganancias privadas–, lo cual aparece como el negocio del siglo.

Investigadora de Grupo ETC.  

Fuente: LA JORNADA

VACUNAS CUBANAS Y GEOPOLÍTICA. ÁNGEL GUERRA CABRERA

ÁNGEL GUERRA CABRERA

Cuba se coinvirtió esta semana en el primer país de América Latina y el Caribe y, probablemente, entre la totalidad de países pobres, que cuenta con un candidato vacunal contra la COVID-19 en la fase III de ensayos clínicos, el Soberana 02. Ello tiene inocultables connotaciones humanísticas y geopolíticas que abordamos más adelante, acentuadas por la tirantez de la coyuntura internacional.

 El lunes comenzó la aplicación de la primera dosis de la vacuna y del placebo en 44 010 voluntarios de ocho municipios de la provincia de La Habana. Posteriormente se aplicará una segunda dosis transcurridos 28 días y en un número de casos se adicionará una tercera dosis de refuerzo con otro candidato vacunal cubano, el Soberana 01A o Soberana Plus. Este último ensayo busca lograr un grado mayor de inmunidad, incluso ante las nuevas variantes del nuevo coronavirus.

Pero esto no es todo en el rápido avance de las vacunas isleñas, pues muy probablemente en este mismo mes de marzo, tan pronto sea autorizado por la agencia reguladora nacional, dé inicio en las provincias de Santiago de Cuba y Guantánamo con 42 mil personas, el ensayo clínico fase III de Abdala, otro candidato vacunal cubano, que junto a los ya mencionados, al Soberana 01 y al Mambisa, forman parte del elenco de 5 vacunas en proceso de estudio en la mayor de las Antillas.

El objetivo de la fase III es comprobar que la vacuna tiene la capacidad de evitar que las personas se enfermen, fundamentalmente capaz de evitar que avancen hacia formas graves y potencialmente mortales del padecimiento. También se propone evitar que los vacunados lleguen siquiera a contagiarse, aun cuando solo alcancen la categoría de asintomáticos, aunque esto es por ahora solo una hipótesis, que habrá que comprobar en su momento. Se busca igualmente verificar la seguridad del producto y su inmunogenicidad. En cuanto a la seguridad, se ha demostrado en fases anteriores que es muy alta en todas las vacunas cubanas pues lo que más se menciona por los sujetos de los ensayos es uno o dos días de moderada molestia en el lugar donde se aplicó la inyección y no se reporta una sola reacción que haya requerido internamiento hospitalario. Se asegura por expertos cubanos que es alta también la inmunidad lograda pero no he podido encontrar el dato exacto. Para escoger a los participantes se exige la voluntariedad, el consentimiento informado, y existen factores incluyentes como tener entre 19 y 80 años o, en el caso de las mujeres, aceptar no embarazarse en los meses que dure el estudio. De la misma manera, son factores excluyentes, entre otros, el haber padecido alguna enfermedad infecciosa aguda en los siete días anteriores a la vacunación o haber contraído la COVID-19. Lo que es motivo de asombro y admiración es que Cuba logre realizaciones científicas de tan alto calado en medio del castigo económico y financiero más asfixiante y cruel que le haya impuesto Estados Unidos, mediante medidas meditadas para cortar toda posibilidad de financiamiento o acceso de la economía insular a equipos, insumos y materias primas esenciales, como los energéticos y los farmacéuticos. Muchas de ellas aplicadas durante la pandemia con el claro propósito de agravar las penurias económicas  inherentes a  las normas de prevención del contagio o a las muy costosas acciones de combate al nuevo coronavirus.

Mientras 10 países concentran alrededor del 80 por ciento de las vacunas y 80 naciones no han tenido acceso alguno a ellas, Cuba ya produce 100 millones de vacunas que no solo le permitirán inmunizar a toda su población en este año, sino compartir el fármaco con los países del ALBA, Irán, Vietnam y otros muchos que lo están pidiendo. Habrá retorno económico de quienes puedan aportarlo para reinvertir en la ciencia y la industria farmacéutica cubanas, pero seguramente la circulación de los fármacos isleños permitirá acceder a la inmunidad a países y poblaciones que difícilmente lo habrían logrado de otra procedencia. La escasez de vacunas es tal, que lo que se necesita con urgencia son más candidatos vacunales, trasferencia de tecnología, aumento de la producción, abatimiento de los precios. Abandonar, en fin, el absurdo concepto de que algún país puede salvarse de la enfermedad por sí solo. Es bien sabido que mientras más demore la inmunización universal a escala planetaria, más surgirán nuevas variantes del virus que podrían prolongar indefinidamente la pandemia y hasta convertir la COVID-19 en un mal estacional.

LA VACUNA CUBANA. ÁNGEL GUERRA CABRERA

ÁNGEL GUERRA CABRERA

Cuba iniciará dentro de 4 días la primera etapa de los ensayos clínicos de una vacuna contra la covid-19, informó el 18 de agosto el Registro Público Cubano de Ensayos Clínicos. De modo que el reclutamiento para el ensayo se realizará entre el 24 de agosto y el 31 de octubre. Esta fase culminará el 11 de enero de 2021 y los resultados estarán disponibles el 1 de febrero para publicarse el 15 de ese mes. Soberana 01 es el nombre del fármaco, del cual se aplicarán dos dosis a una muestra de 676 personas de entre 19 y 80 años sin alteraciones clínicamente significativas y que otorguen por escrito su consentimiento informado para participar del ensayo. El proyecto, a cargo del Instituto Finlay de Vacunas, fue registrado el 13 de agosto, cuando el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos aprobó someter a ensayos clínicos, fase I y II, al candidato vacunal. En varias oportunidades el presidente Miguel Díaz-Canel se ha reunido con el equipo de científicos que lo desarrolla para verificar los avances y ha insistido en la necesidad de contar con una vacuna cubana contra la covid-19 como una cuestión de soberanía, no obstante que otros países también estén trabajando con ese objetivo.

En la primera etapa del ensayo se espera que la administración de la vacuna sea segura y que no más de 5 por ciento de individuos presenten eventos adversos graves, mientras que en una segunda fase se busca que la proporción de sujetos con respuesta inmune sea superior, en al menos un 50 por ciento, con respecto al grupo de control. La fecha de registro del candidato tiene una gran carga simbólica por ser la del cumpleaños 94 de Fidel Castro, el indiscutible estratega e impulsor, casi inmediatamente después del triunfo de la Revolución, en 1959, del emblemático sistema de salud e investigaciones biomédicas de Cuba. De la misma manera, la constante e intensísima dedicación a conseguir la vacuna contra la covid-19 de un grupo de científicos cubanos, evoca la de aquellos a quienes Fidel encomendó en 1981 la obtención del primer interferón en la isla, misión que cumplieron en poco más de tres meses. Cuba tiene en desarrollo otros tres candidatos vacunales. Por cierto, de los pacientes del nuevo coronavirus tratados en la isla hasta el 14 de abril con Heberón(nombre comercial del interferón alfa 2b desarrollado con tecnología cubana) solo 5.5 por ciento llegó al estado de gravedad y la letalidad entre ellos fue de 0.9 por ciento.

Cuba tiene una larga tradición de administración, producción y desarrollo de fármacos profilácticos, desde que el notable médico e higienista Tomás Romay aplicó a sus hijos el péptido contra la viruela en 1796 para probar su efectividad. La isla produce 11 vacunas profilácticas y en las últimas décadas ha creado las vacunas antihepatitis B, antimeningocócica BC, contra la Haemophilus Influenzae B  y las esperanzadoras vacunas terapéuticas contra el cáncer de pulmón (Cimavax) y de páncreas (http://www.juventudtecnica.cu/contenido/candidato-vacunal-cubano-covid-19-iniciara-ensayos-clinicos-0). Anualmente, en la mayor de las Antillas se administran, en promedio, 4 800 000 dosis de vacunas, simples o combinadas, que protegen contra 13 enfermedades, incluida una pentavalente, cuyos cinco componentes se producen en el país. Surgido en 1962, el programa de inmunización de Cuba ha propiciado la eliminación de seis enfermedades, dos formas clínicas graves y dos complicaciones graves anteriormente existentes, y hecho que las restantes mantengan tasas de incidencia y mortalidad que no constituyen un problema de salud.

La Habana ha enfrentado a la covid-19 y a enfermedades como el dengue hemorrágico y la conjuntivitis hemorrágica básicamente mediante la aplicación de fármacos producidos hoy por el complejo empresarial Biocubafarma, heredero y continuador del complejo de centros de investigación creados por iniciativa de Fidel.  Biocubafarma trabaja en 16 proyectos de nuevos tratamientos y tecnologías médicas para prevenir y combatir la Covid-19. De ellos, 11 se encuentran ya en la fase de estudios clínicos o ensayos de intervención en pacientes y grupos de riesgo. Biocubafarma ha evaluado con fines preventivos cinco productos con el fin de estimular la inmunidad, tanto innata como adaptativa, en distintas personas, incluido el personal sanitario. Entre ellos, la Biomodulina T ha demostrado gran eficacia; aplicada a un grupo de ancianos, ninguno se había infectado con el coronavirus hasta la última vez que pregunté. La mejor prueba de la efectividad de los productos de la biociencia y del competente trabajo del personal de salud cubanos en el enfrenamiento a la covid-19 está en los datos sobre el comportamiento de la enfermedad en la isla. De 3842 contagiados confirmados, se han recuperado 2863, han fallecido 88 y existen 761 ingresados, de los cuales solo siete están reportados graves y 4 críticos. Todo esto bajo los dañinos efectos del bloqueo de Estados Unidos, arreciado cruelmente por Donald Trump.

Twitter: @aguerraguerr

PRÓXIMO ESTRENO: UNA DELGADA LÍNEA PANDÉMICA. FERNANDO BUEN ABAD DOMÍNGUEZ

Crítica “cinematográfica” sobre una película que aún no se filma 

ilustración Fernando

FERNANDO BUEN ABAD DOMÍNGUEZ

buen abad 1Todo es predecible. Pronto (antes de lo que uno imagine) aparecerá en las pantallas de las salas cinematográficas (cada día más convertidas en tele-salas caseras) o en sus variantes de exhibición “bajo demanda” (on demand), el show de la pandemia en manos de la ideología dominante. No es difícil adelantarse a las productoras fílmicas.

Protagonizado por alguno de los “galanes” más taquilleros y alguna de las mujeres más objetualizadas por el mercado de la imagen audiovisual, (en ese orden) veremos el drama desgarrador de una “historia de amor” atravesada por nociones científicas de moda y la “fatalidad” de una guerra inter-imperial entre chinos, rusos y yanquis, por el control de una vacuna milagrosa y planetaria, donde “el bien y el mal” de disputan el mercado farmacéutico trasnacional. Tendrá condimentos fuertes de horror.

Habrá escenas de alcoba y desnudez al límite, tensión dramática, violencia con sangre e insultos, diálogos perversos, miradas cándidas, vestuarios de lujo y contrastes de clase. Habrá persecuciones en automóviles en las avenidas más imposibles de las capitales mundiales más saturadas. Efectos especiales a granel, impactos sonoros, música planeada para manipular emociones y gran derroche de recursos con procedencia ignota: limusinas, aviones, yates, motocicletas y mansiones infestadas de lujuria burguesa. Podría ser una coproducción triple.

Es de esperarse que la pandemia sea usada, como todo lo que el capitalismo es capaz de manosear, a su impúdico e impune antojo sempiterno. Es de esperarse que al COVID-19 termine siendo inoculado ideológicamente y que para culpar y exculpar aberraciones de toda especie, aparezca en las pantallas como un género nuevo de maldad que amenaza a “la vida feliz burguesa” agazapada ya en algunos proyectos de “nueva normalidad”.

Y, desde luego, los mercachifles de la industria cinematográfica ya deben estar adelantando propuestas para comerciar con el número de contagios, muertes y devastaciones sufridas por causa del virus y por causa del sistema económico que hizo letal. Unos pensarán en largometrajes de acción y otros ya estarán diseñado series de 5, o más, temporadas. Quizá algunos “reality shows”, obras de teatro, novelas, cuentos y “stand up”. Nadie querrá quedarse afuera de un negocio que ayude a sublimar, con tramas cursis, el drama crudo de un sistema económico putrefacto que ha exhibido sus entrañas inhumanas.

No han tenido pudor para usar los muertos de Hiroshima y Nagasaki, los campos de exterminio financiados por los nazis, los golpes de estado y el asesinato de lideres y movimientos sociales… no hay límite para la voracidad de los mercachifles del espectáculo y sus patrocinadores. Y no hay sanción imaginable contra el abuso desaforado que somete las desgracias humanas al negocio de unos cuantos empresarios de la farándula.

La obscenidad no está sólo en el oportunismo (predecible), no está sólo en el hecho de comerciar con las tragedias humanas, tampoco está sólo en la desfachatez de acusar, en los “otros”, los defectos propios, ni en buscar compulsivamente, a quién echar la culpa de las canalladas vernáculas. La barbarie se expresa, con toda su amplitud, en el empeño desmesurado por inundar las cabezas de los pueblos con ideología chatarra basada en anestesiar conciencias con sobredosis de entretenimiento burgués. Y hacer de eso un negocio.

La obscenidad es despilfarrar dinero para fabricar historias cuyo “glamour” de mercado tiene por objeto aniquilar la crítica y suplantarla con solidaridad de clase. Empatías con el verdugo para mejorar sus ganancias. Muy mal. Pero con todo y lo obsceno, no se trata sólo de un problema moral. Se trata de una guerra semiótica, se trata del despojo y de la usurpación simbólica orquestada por los latifundistas de los “mass media” contra una población mundial ensimismada en sus miedos y en las fragilidades que se nos han multiplicado a raíz de la pandemia declarada sin consulta.

Toda esa parafernalia mediática, amasada por los monopolios de la información y las mafias de las farmacéuticas, militares y bancarias… tendrá, tarde o temprano, expresión en una y varias películas o “series” cargadas con el recetario nauseabundo del éxito mediático burgués. Repetirán su cursilería melosa, sus re-manidos  gestos de dolor, alegría y éxtasis; sus trabucadas frases, de corte psicótico y supremacista, con ambición de “slogan”. Harán lo imposible por comprimir una pandemia de magnitudes inmensas en una cápsula ideológica “pay per view”.

Todo eso ya lo sabemos, todo eso es predecible y adivinable. Quizá nos sorprendan con algún hallazgo tecnológico o algún efecto “3D”. Por lo demás será más de los mismo. Ya lo sabemos antes de que lo filmen. El gran desafío radica en estar, nosotros, preparados para dar la batalla semiótica. Estar alertas y en guardia intelectual y creativa, con el pensamiento crítico afilado y las precauciones indispensables para no quedar contaminados por una ideología tóxica y paralizante, como es la ideología de clase dominante. Otra pandemia para la cual aún no contamos con vacunas suficientes y al alcance de las luchas sociales. Preparémonos.

IGNACIO RAMONET: “LA PANDEMIA ESTÁ ESTABLECIENDO LA CRISIS DEL MODELO NEOLIBERAL”. MIGUEL MUÑOZ

ENTREVISTA CON EL PERIODISTA Y DIRECTOR DE LA EDICIÓN ESPAÑOLA DE LE MONDE DIPLOMATIQUE
Evidentemente hay una manera de afrontar esta cuestión desde el punto de vista sanitario que demuestra lo que se sabía ya, que Cuba es una gran potencia médica. Pero que es una gran potencia con una generosidad y solidaridad espectaculares...

RAMONET
El periodista Ignacio Ramonet, en una imagen de archivo. / Efe

MIGUEL MUÑOZ*

miguel muñoz ramonetSu nombre está asociado desde hace décadas a la publicación periodística Le Monde Diplomatique tanto en Francia como nuestro país. Este periodista y catedrático de teoría de la comunicación fue también el impulsor del movimiento ATTAC, protagonistas en el movimiento antiglobalización con eventos tan destacados como el Foro Social de Porto Alegre y las sucesivas ediciones. Prolífico autor de libros, premiado en diferentes ocasiones y Doctor Honoris Causa por varias universidades. Durante el inicio del confinamiento estuvo en Cuba. Desde allí, Ignacio Ramonet (Redondela, Galicia, 1943) escribió un extenso ensayo con sus reflexiones sobre el mundo actual y futuro en medio de una pandemia sin precedentes. De esos pensamientos, y ya desde París donde reside habitualmente, tenemos el placer de hablar con él en cuartopoder.

-Ha definido la pandemia como un “hecho social total”. ¿Qué significa?

Es una expresión que algunos sociólogos utilizan. En particular, un sociólogo de gran referencia como Norbert Elias. ¿Qué es un hecho social total? Pues a veces en la historia se producen acontecimientos, por ejemplo una guerra, que tienen repercusiones en todos los ámbitos de la sociedad. Primero en la organización misma de la sociedad, en la economía, en la cultura, en la política, en la organización de la vida de la gente. La pandemia, tal y como nos ha sorprendido, ha funcionado y está funcionando como un hecho social total. Realmente hay pocos espacios en nuestra vida cotidiana y en la de las sociedades que no se hayan visto afectadas de manera particularmente impactante por la pandemia.

-Ha señalado, al igual que otras muchas personas, que el mundo y la vida no va a ser igual cuando acabe todo. Parece que lo tenemos todos claro

-Yo creo que sí. Bueno, todos no, ha habido una serie de intelectuales que han dicho que todo sería exactamente igual. Por ejemplo, aquí en Francia, Michel Houellebecq escribió un texto diciendo que después de la pandemia todo será igual. ¿En qué sentido todo seguirá igual? Bueno, seguiremos en una sociedad vertical, el capitalismo no se habrá derrumbado, las grandes empresas seguirán teniendo un rol determinante… En ese aspecto no cabe duda de que la estructuración, el esqueleto portador de la sociedad, probablemente no se va a mover, al menos en un primer tiempo. Pero sí que muchas cosas ya se están moviendo. Y podemos decir quizás que muchas han cambiado ya. Por ejemplo, la cuestión del teletrabajo. Hoy día es conocido que, en particular en nuestras sociedades desarrolladas, cantidad de gente piensa que ir a la oficina cada día tiene cada vez menos sentido. Y que durante estos meses se ha demostrado que se puede trabajar perfectamente igual desde casa.

«Vamos a ver muchos Gobiernos cambiar de color por los efectos de la pandemia»

Por otro lado, una parte del consumo virtual se ha podido hacer de manera virtual. Globalmente, la aceleración de toda la virtualidad, de todo el universo de internet, no cabe duda de que aunque ya estaba bien anclada en nuestras sociedades, ha conocido una aceleración muy notable. No es una casualidad que precisamente las empresas del GAFA (Google, Amazon, Facebook, Apple) sean las que más han ganado y las que menos han sufrido con esta pandemia. Así podríamos decir que muchas cosas se han modificado. Probablemente también, aunque decía antes que el capitalismo se va a mantener, el neoliberalismo como lo habíamos conocido hasta ahora probablemente no va a ser posible. Porque esta pandemia tiene tres tiempos. Estamos viviendo el tiempo sanitario, que es el más importante en esta fase. Pero ya está viniendo el tiempo económico, y la pandemia económica va a ser de una brutalidad desconocida. Las cifras últimas publicadas sobre las expectativas de la economía española, la situación de los bancos en España… Todo esto da una idea de la colosal tempestad que están viviendo las economías. Y el tercer tiempo va a ser el social. No cabe duda de que si las economías sufren, quienes van a sufrir van a ser los trabajadores a todo nivel. Por consiguiente, eso va a producir aquí y allá protestas o revueltas. Y sea electoralmente o por otras vías, vamos a ver muchos gobiernos cambiar de color por los efectos de la pandemia.

-Se está haciendo también mucho hincapié, especialmente a nivel europeo, en que la crisis no la paguen los de siempre como ocurrió en 2008. ¿Debemos ser algo optimistas con esto?

-Por ejemplo, un país del Sur cualquiera. ¿De qué vive? La mayoría viven de tres cosas. La mayoría de los países de África, América Latina, de gran parte de Asia, viven de tres cosas. O bien de las exportaciones de los productos del suelo o subsuelo, la minería o la agricultura. Segundo, de las remesas que envían sus trabajadores emigrados. Y tercero, en algunos de ellos, del turismo. Estas fuentes de recursos hoy día están muy impactadas por la pandemia. El turismo está con un encefalograma plano. Las remesas, como la mayoría de estos trabajadores está en los países desarrollados, que, evidentemente, van a entrar en una crisis colosal, van a disminuir masivamente. Como por otra parte la economía está medio paralizada, las exportaciones también están de capa caída. Entonces, imagina, cuando en un país se caen estos tres recursos, obviamente el número de quiebras va a ser colosal. Cuando quiebran las empresas, quienes sufren son los bancos. Porque han dado créditos para que las empresas funciones. Por tanto, el propio sistema bancario se puede derrumbar en muchos países.

«En Europa va a haber una gran sufrimiento social aunque haya mucho capital para ayudar»

Esto es lo que normalmente podría haber ocurrido en Europa. No va a ocurrir por el acuerdo que se logró. Porque la UE, que ve venir esta situación, está dispuesta a endeudarse sin límite para que precisamente todo el sistema bancario, que es un poco el sistema de riego sanguíneo de la economía europea, no dé quiebra y colapse. En Europa va a haber un gran sufrimiento social aunque haya mucho capital para ayudar. Pero eso no va a cambiar el hecho de que mucha gente vaya a perder su empleo. En Francia, por ejemplo, el propio presidente anunció hace dos semanas que se espera en otoño próximo la pérdida de un millón de puestos de trabajo. Es enorme, si piensas que cada puesto de trabajo hace vivir a dos o tres persona.

-Cambiando de tema, hay muchas referencias, y también las describía usted en el artículo, sobre la irrupción de la vigilancia masiva digital. Supongo que en este tipo de situaciones hay riesgos y beneficios dentro de una crisis sanitaria

-La era digital, en la que ya estábamos desde hace unos 30 años, ahora ha alcanzado una normalidad. El mundo actual es el mundo de la virtualidad. Para los que aún dudaban de si estábamos en una prolongación de la era industrial, pues ahora estamos en la era virtual y de la ciberactividad. Por consiguiente, eso significa que cada vez que toco una tecla en mi computadora, teléfono o Ipad, estoy dejando una huella de lo que hago. Por consiguiente, no cabe duda de que ahora sí que se confirma algo que algunos ya habíamos predicho desde hace bastante tiempo. Y es que los datos que cada uno damos de nosotros pasan a ser una materia prima de alto valor y que probablemente pueden transformarse en la materia prima de la era digital. Eso va a tener un valor económico en la medida en la que en el mundo del 5G y Big Data, se va a trabajar exclusivamente con datos. En el mejor de los casos para conocer mejor desde el punto de vista comercial o publicitario todas las simpatías y deseos de los individuos. Pero, además, eso va a permitir a las grandes empresas digitales y a los gobiernos e institutos de inteligencia tener un conocimiento muy fino de cada uno de nosotros.

Entonces, la idea de que precisamente haya una especie de Big Brother que conozca a cada uno de los 7.000 millones de habitantes del planeta, o los 5.000 que usan constantemente internet, eso, que era ciencia ficción cuando Orwell escribió 1984, está siendo cada día más real. Yo escribí hace poco un libro llamado El imperio de la vigilancia y creo que me quedé corto. Porque con la pandemia esto se ha confirmado completamente. Antes podían decir que era un poco paranoico y cosas así pero ahora es la realidad. Seguir leyendo IGNACIO RAMONET: “LA PANDEMIA ESTÁ ESTABLECIENDO LA CRISIS DEL MODELO NEOLIBERAL”. MIGUEL MUÑOZ

CONTINGENCIAS DE NOVIEMBRE. RAFAEL DE ÁGUILA

“Podría disparar a la gente en la Quinta Avenida y no perdería votos”.
Donald Trump

Sioux Center, Iowa. Enero de 2016

RAFAEL DEHace ya trece años el hoy presidente norteamericano escribió un libro. Ha escrito varios, o coescrito. La obra a la que aludo lleva por título Think Big and kick ass in Bussiness and Life. El coautor esta vez fue Bill Zanker. Confieso no haberla leído, confieso que aun de tenerla a mano no la leería. Hay algo, sin embargo, de lo que estoy absolutamente convencido: al autor le agrada esa acción, la aludida en esa idiomatic phrase tan norteamericana, kick ass (patear traseros). Existen seres así, casi todos hemos conocido alguna vez a alguno. Se trata de personalidad, carácter, psiquis, maneras de ser, como decimos los cubanos. Solo que en este caso se trata del presidente de los Estados Unidos de América, la nación más poderosa del planeta. No pretendo pergeñar una diatriba ideológica u ofensiva, no es mi estilo. Donald Trump es presidente de la mano del voto de su pueblo, con arreglo a sus leyes y a su Constitución. Respeto eso.

Las causas —politológicas, sociológicas, económicas— que llevaron a Donald Trump a la Presidencia exceden el marco de este exiguo texto. A mi modo de ver todo se relaciona con el auge populista que, desde la desesperanza y la incertidumbre de los últimos años, se ha lanzado sobre el mundo, asociado a la capitis deminutio que sufre del ciudadano actual para juzgar y elegir. Porque Trump, a todas luces, es un populista. Solo procederé a analizar lo que como intelectual —como mero ciudadano del planeta, ciudadano de un país del III Mundo— me genera, he de confesarlo, cierto desvelo. Todos hemos sido testigos de las declaraciones y acciones de Donald Trump a lo largo de estos casi cuatro años. No adjetivaré, cada lector colocará el adjetivo que decida. Convengamos que —he asegurado que me mantendré lejos de toda diatriba— ha resultado un presidente sui generis —único en su género, para los no versados en latinajos—, impredecible, no convencional, nada ortodoxo y políticamente incorrecto según muchos, no lo digo yo. Y parece lógico: se trata de un magnate inmobiliario. Los de su tipo no resultan justo ejemplos de diplomacia o versados en las artes politológicas distintivas de un estadista. No es un político, no lo fue nunca; como no lo ha sido Kanye West, por ejemplo, que ahora runs for president: ¡A saber cuáles serían los dichos y hechos del rapero de Georgia en el hipotético caso —líbrennos de ello los Padres Fundadores— en que alcanzara a acomodarse (razonar o irrazonar) detrás del mítico escritorio Resolute en el no menos mítico Despacho Oval!

Volvamos a Trump: Han sido cuatro años impredecibles, asombrosos. Si nos lo hubieran contado nos habríamos negado a creerlo. Hemos constatado poses, discursos y acciones, sin olvidar el muy peculiar estilo de Twitter. Han sido, sin dudas, años peligrosos. Muy pocos en el mundo, sin importar filiación ideológica —me arriesgo a decirlo—, han valorado de manera positiva al mandatario; ni siquiera sus aliados europeos, con los que ha desarrollado no precisamente una relación íntima u óptima, al contrario. Una vez más me aventuro: quizá sea el presidente norteamericano peor valorado en el mundo desde el fin de la II Guerra Mundial, a las antípodas del respetado Roosevelt o del admirado y desdichado Kennedy. Ello ocurre cuando, quizás también, resulte el Presidente norteamericano cuyo círculo de partidarios en USA —ochenta millones de seguidores exhibe en Twitter—, lo que pudiéramos llamar su “núcleo duro” (su base) resulta en extremo fervoroso, militante y muy fiel, para desterrar epítetos que alguno pudiera tomar por inadecuados. En enero de 2020, hace tan solo un semestre, Donald Trump habría ganado, según opinión de la mayoría de los analistas —con facilidad— las próximas elecciones de noviembre. Una vez derrotado el intento de impeachment, la economía USA marchaba a todo gas, no se avizoraban nubes o vientos fuertes, todo era calma chicha y buenos augurios; pero… en la ciudad china de Wuhan asomó un virus…

…Y TORNAS VELEIDOSAS LAS DEL VIENTO…

…un virus que en muy poco tiempo devino pandemia, y en muy reducido lapso USA lideró al mundo —tristemente— en dramáticas cifras de contagios y luctuosos fallecimientos. Si millones han sufrido la enfermedad y más de ciento cincuenta mil han muerto, la economía —la principal de las fortalezas que exhibía el presidente en virtud de la reelección— ha recibido un golpe brutal: se reporta caída récord en materia de PIB (32,9 % en el segundo trimestre del año) y una pérdida significativa de empleos. El panorama es hoy otro, muy diferente, diametralmente opuesto. Muchos analistas sostienen que la conducta del presidente —declaraciones y acciones— ha resultado errática en materia de conducción y contención de la epidemia en USA. Según encuestas solo el 38 % cree que el presidente lo ha hecho bien. A ello se han sumado las protestas en el marco del movimiento Black Lives Matter, generadas a partir de la muerte, a manos de los cuerpos policiales de Minneapolis, del ciudadano afroamericano George Floyd —millones de seres en el mundo alcanzamos a presenciar las terribles imágenes—. Huelga decir que en modo alguno se trata de un hecho aislado: vicisitudes de ese talante han tenido lugar —de formas reiterada y angustiosa— por años en esa nación. Y tales vientos, agalerados y furibundos, han hecho mutar el panorama electoral: giro total, vuelta en U.

“El contrincante parece ser hoy un virus. Es Donald Trump versus Sarcov-2: un presidente lucha por su reelección frente a un virus envuelto en su genoma de ARN (…)”. Fotos: Tomada de Internet

Todas las encuestas, algunas de ellas ofreciendo ventaja al candidato demócrata por más de diez puntos, están hoy de acuerdo: a poco más de tres meses de las elecciones, Donald Trump tiene grandes probabilidades de perderlas. Y tres meses, convengamos, es poco tiempo; poco para revertir la situación al menos; poco cuando del otro lado no se mueve precisamente un contrincante político —desde enero no vemos una campaña a la usanza tradicional: el candidato demócrata, Joe Biden, se ha mantenido aislado en función de protegerse de la enfermedad—. El contrincante parece ser hoy un virus. Es Donald Trump versus Sarcov-2: un presidente lucha por su reelección frente a un virus envuelto en su genoma de ARN; un agente infeccioso acelular que, urge decirlo por raro que pueda resultar, se erige como mucho más impredecible que el magnate. Se vaticina improbable que en apenas tres meses se logre controlar la epidemia en territorio norteamericano. En apenas noventa días habría que, pongamos por caso, lograr una vacuna; improbable cuando los candidatos vacunales en apariencia más exitosos (como la anunciada por el consorcio biotecnológico Moderna Inc., con sede en Cambridge) de seguro excederán ese tiempo en función de ser aprobados y empleados. Resulta todavía más improbable que se adopten medidas de alta rigurosidad —al estilo de naciones asiáticas— que coadyuven al control de la epidemia. Virólogos y epidemiólogos, como el mismísimo Anthony Fauci, auguran que tal vez peores días puedan estar por llegar. El empleo de un medicamento antiviral que minimice fallecimientos tampoco está —al menos hasta hoy— muy a la vista. Y se precisa detener al virus como requisito indispensable que permita regenerar la economía, los negocios, los empleos, el consumo interno, el PIB. Y, desde luego, poner a salvo vidas. En los tres meses que se avecinan algunos fantasmas pueden incluso asomar su feo rostro: ahora mismo acontece un vendaval desde el sobredimensionamiento del precio del oro y la bitcoin. Seguir leyendo CONTINGENCIAS DE NOVIEMBRE. RAFAEL DE ÁGUILA

LAS PANDEMIAS QUE NO SE COMBATEN EN AMÉRICA LATINA. MARCOS ROITMAN ROSENMANN

HAMBRE AMÉRICA LATINA

MARCOS ROITMAN ROSENMANN

MARCOS ROITMAN¿Hay vacuna para la pobreza? ¿Existe remedio para la evasión de capitales? ¿Se puede luchar contra el hambre? ¿Son viables una vivienda digna y una educación pública de calidad? Estas son algunas preguntas sobre las cuales reflexionar en medio de una hipersensibilización sobre las consecuencias humanas del Covid-19. Mientras los pobres mueren de enfermedades menos espectaculares, causas de la pobreza, y para las cuales hay cura como el sarampión o la difteria, la carrera por ver quién patenta primero la vacuna contra el Covid-19 concentra la atención mundial. No nos engañemos, a sus promotores les mueve la codicia. El beneficio económico. Detrás no hay causa humanitaria, interés por el bien común o preocupación social. Para saber de qué hablamos, baste señalar que mil 600 millones de personas, es decir, 22 por ciento de la población mundial, no reciben atención médica, sin olvidar los 115 millones, menores de cinco años, afectados por desnutrición crónica. A lo cual debemos sumar los 700 niños muertos diariamente por diarrea. Según Manos Unidas, organización nada proclive a la exageración, en 2020 se podría haber evitado la muerte de 5.4 millones menores de cinco años. Sin embargo, el hambre, la falta de condiciones higiénicas, la explotación infantil, el desempleo, la trata de mujeres no son considerados pandemia. Morir por esas causas es algo natural. La necropolítica hace su aparición como forma de organización social del capitalismo. Achille Mbembe, teórico que acuñó el concepto, señala que el poder de la muerte y la política de la muerte, refleja los diversos medios por los cuales, en nuestro mundo contemporáneo, las armas se despliegan con el fin de una destrucción máxima de las personas y de la creación de mundos de muerte, formas únicas y nuevas de existencia social en las que numerosas poblaciones son sometidas a condiciones que le confieren el estatus de muertos vivientes.

La pandemia del Covid-19, y de todas las demás, evidencia la condición de muertes vivientes en las calles de Quito, Lima, Santiago, Bogotá, Río de Janeiro o Sao Paulo. Los cadáveres abandonados en las calles, producto de una desarticulación del sistema sanitario, convertido en negocio para las empresas de capital riesgo, atentan contra la dignidad humana. Los gobiernos que han privatizado la salud, quebrado el sistema sanitario, desprotegiendo a sus ciudadanos, son responsables. Aplican la necropolítica como arma de guerra. Y lo seguirán haciendo con o sin vacuna contra el Covid-19. Así ocurre con otras enfermedades donde el tratamiento es propiedad de una empresa. La pobreza, desnutrición o falta de higiene no son negocio. A las farmacéuticas les tiene sin cuidado su erradicación. No realizan investigación básica, sólo aplicada y con fines de rentabilidad. En este caso, hablamos de beneficios estratosféricos, que engrosarán la fortuna de empresarios, especuladores y consejos de administración. De esta pandemia unos pocos saldrán con los bolsillos llenos. La economía de mercado se encargará de ello. Con sólo pensar en la posibilidad de vender 2 mil millones de dosis para restablecer el equilibrio entre el virus y la inmunidad de rebaño, las ganancias serán obscenas. Siempre ha sido igual. Basta ver el tratamiento contra la hepatitis C. Su costo aproximado es de 1.5 euros y la dosis se vende por alrededor mil euros. Otro tanto ocurre con la vacuna contra la meningitis, del laboratorio británico GlaxoSmithKline, cuya inversión en I+D fue de 300 millones de euros. En tres años de comercialización (2015-2018) han obtenido beneficios por mil 200 millones. ¿Y para el tratamiento de Covid-19?, mientras no existe una vacuna, el Remdesivir es un paliativo que reduce el tiempo de recuperación, en otros términos, libera antes una cama de hospital. Su costo de producción, según los especialistas, no supera los cinco euros, la empresa lo vende en2 mil euros. A la hora de promover una investigación de cualquier enfermedad, la medida se realiza en términos de costo-beneficio.

Médicos Sin Fronteras, en un estudio de 2018, señaló que una vacuna o medicamento, en un país pobre cuesta 68 veces más que en uno desarrollado. No se discute la necesidad de encontrar una vacuna contra el Covid-19. Pero su distribución y venta no está pensada para toda la población. Los millones de ciudadanos que han soportado el confinamiento bajo el hambre, recurren a las ollas comunes, la solidaridad de clase y la resistencia para hacer frente a la pandemia. La crisis humanitaria no está en Venezuela, está en países donde el hambre, la evasión de impuestos, la pobreza, la desigualdad y la explotación se han cronificado, son pandemia y no interesa combatirlas.

Fuente: LA JORNADA

¡PREMIO NOBEL A LAS BRIGADAS MÉDICAS DE CUBA! GILBERTO LÓPEZ Y RIVAS

MÉDICOS CUBANOS CONTRA EL ÉBOLA ÁFRICA
Médicos cubanos contra el ébola en Afríca, Foto.Prensa Latina

GILBERTO LÓPEZ Y RIVAS

GILBERTO 3La emergencia sanitaria en el ámbito planetario por la pandemia de Covid-19, con su trágica secuela de millones de personas contagiadas, fallecidas y confinadas, con sus efectos exponenciales en el agravamiento de la crisis multifactorial del sistema capitalista, sus incalculables impactos en la economía y las condiciones laborales, sociales y alimentarias de las clases trabajadoras y precarizadas, puso al descubierto el desmantelamiento negligentemente criminal de las estructuras de salud, y la aplicación, de hecho, en numerosos países, de una política eugenésica y de darwinismo social que inmola visiblemente a los sectores más vulnerables y desprotegidos de la sociedad. El caso de Estados Unidos es ilustrativo, con un número de muertes que supera los 140 mil y un índice de letalidad del doble entre las minorías afrodescendientes e hispanas, en comparación con la población mayoritaria. Frei Betto alertó, recientemente, sobre lo que califica como genocidio en Brasil, con más de 100 mil fallecidos, y señaló a Bolsonaro por su infausta necrofilia.

En este contexto de incertidumbre, hondas desigualdades y aislamiento forzado de una especie, cuya esencia definitoria es su condición social y su carácter gregario, una pequeña isla del Mar Caribe, la mayor de las Antillas, Cuba, bloqueada durante más de 60 años por Estados Unidos, ha desplegado en 34 países a 40 brigadas médicas solidarias para combatir la pandemia que suscitaron el cariño y la admiración de los pueblos en los que brindaron sus importantes servicios. Estas brigadas se sumaron, de acuerdo con el corte de marzo de 2020 de la Unidad Central de Cooperación Médica Cubana, a los 28,729 colaboradores que ya estaban cooperando en 59 naciones.

Dieron la vuelta al mundo, pese a la invisibilidad de los consorcios mediáticos, cuando de Cuba se trata, los videos que muestran la llegada a los aeropuertos de los Batallones de Batas Blancas, enarbolando la bandera de la estrella solitaria al frente del contingente, o las emotivas despedidas en las plazas públicas, cuando las misiones habían concluido su noble encomienda. El tributo artístico a los médicos cubanos, realizado por internet el 18 de julio pasado, titulado Concert for Cuba, con la participación de más de 30 músicos, artistas, escritores, creadores y activistas de Estados Unidos, Europa y Cuba, hizo patente el reconocimiento merecido a una política de Estado solidaria, que se inició desde los primeros años de la revolución.

En contraste con la grave escasez de personal médico y de trabajadores de la salud, incluso en países desarrollados del capitalismo metropolitano, para principios del 2019, Cuba tenía, acorde al Anuario Estadístico de Salud de ese año, un total de 479,623 trabajadores del ramo, con 97,200 médicos, 84,220 enfermeros, 19,825 estomatólogos y el resto del personal sanitario en técnicos básicos, medios y superiores. Cuba cuenta con nueve médicos por cada 1,000 habitantes, en comparación con naciones como Suecia, Suiza, Alemania, Francia, Canadá, Reino Unido, que disponen de menos de cinco médicos, o los casos de México y Japón, con dos. Acorde con el índice del país más sano de 2019 elaborado por Bloomberg, Cuba ocupaba el número 30 del ranking mundial, mientras Estados Unidos se encontraba cinco puestos abajo.

La Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), inaugurada por Fidel Castro en 1999 con el objetivo de fortalecer los sistemas de salud en los países del Sur global, había graduado para el 2020 a más de 30 mil estudiantes, becados al 100%, de más de 120 países, incluyendo a estadounidenses a quienes hubiera sido imposible sufragar las elevadas colegiaturas de esta carrera en su país. Numerosos egresados de la ELAM son ministros de salud en África, u ocupan cargos directivos en hospitales de sus lugares de origen en América Latina.

Cuba envía su primera ayuda médica internacional en 1960, cuando llega a Chile una brigada que colaboró en las contingencias provocadas por el terremoto de ese año. En 1963, Argelia recibe una brigada médica, y a partir de ese momento, decenas de brigadas de salud han prestado sus servicios para hacer frente a desastres naturales, con un total de 185 mil profesionistas de la salud presentes en misiones de carácter humanitario en 103 países del llamado tercer mundo. Cuba se destaca, además, por sus investigaciones en el campo de la salud, con contribuciones trascendentes, como las vacunas contra la meningitis, el cáncer del pulmón, el dengue y el cólera, así como sus hallazgos en la farmacéutica y la biotecnología, incluyendo medicinas de alta eficacia para el tratamiento del Covid-19, como Interferón alfa 2B, Itolizumab y Jusvinza.

Esta desinteresada labor de fraternidad universal ha merecido que las Brigadas Henry Reeve estén siendo nominadas para el Premio Nobel de la Paz, por iniciativa de diversos sectores políticos y sociales en el mundo, la cual celebramos y apoyamos con entusiasmo.

 EL MUNDO DESPUÉS DE LA PANDEMIA: CONJETURAS SOBRE EL FUTURO DEL CAPITALISMO Y EL “PROTOSOCIALISMO”. ATILIO A. BORÓN

ilustración Atilio proto

ATILIO A. BORÓN

Historia y Contexto Actual 

ATILIO 3Desde la más remota antigüedad guerras, inundaciones, terremotos, sequías, hambrunas y pestes han sido las parteras de profundos cambios experimentados por las sociedades que padecieron estas adversidades. Las dos guerras mundiales del siglo veinte influenciaron decisivamente la restructuración no sólo económica sino también política y social de buena parte de las naciones afectadas por estos conflictos. Lo mismo ocurrió con la Gran Depresión de los años treinta, que fue un ominoso paréntesis entre ambas conflagraciones mundiales en donde el bajón económico y el desempleo masivo se combinaron con el auge de los fascismos. La peste negra en Europa mató aproximadamente a un tercio de su población entre 1347- 1353 y fue el preludio de lo que de la mano de Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio se conocería tiempo después como el Humanismo, la gran renovación de la cultura europea. La Gran Peste de Londres (1665-1666) aniquiló a unas 100.000 personas, la cuarta parte de su población. Una de sus consecuencias políticas fue el debilitamiento del absolutismo monárquico que, tiempo después, abriría las puertas a la victoria del Parlamento sobre la Corona en lo que los ingleses han dado en llamar “la Revolución Gloriosa” (1688-1689). Guerras y pestes tienen un enorme y variado impacto. Señalemos tan sólo uno, usualmente subestimado: el exterminio de una parte de la población y la consiguiente reducción de la mano de obra disponible modifica la relación de fuerzas entre la burguesía y la aristocracia –la clase dominante- y sus trabajadores. Tanto los campesinos enfeudados en la época medieval o los obreros y jornaleros en la Londres de mediados del siglo XVII mejoraron sus ingresos reales (de diverso tipo) más del doble después de esas plagas.[1] Y lo mismo ocurrió después de las grandes guerras del siglo pasado, especialmente de la Segunda. Sin duda, la recuperación de la fuerza de las izquierdas y el movimiento obrero jugaron un papel fundamental en esa recomposición progresiva de la distribución del ingreso. Pero los veinte millones de muertos caídos en los principales países de Europa Occidental (aparte de los 29 millones caídos en la URSS) fueron un factor de indudable gravitación que modificó el la conciencia pública de la época y facilitó una significativa mutación en la relación de fuerzas entre capitalistas y trabajadores.

Como no podía ser de otra manera ante un acontecimiento absolutamente único en la historia universal y que además entraña una mortal amenaza para la población mundial, el coronavirus ha desatado un torrente de reflexiones y análisis que tienen como común denominador la intención de dibujar los difusos -aunque no inescrutables contornos- del tipo de sociedad y economía que nacerán una vez que el flagelo haya desaparecido. Sobran las razones para incursionar en esa clase de especulaciones, ojalá que bien informadas y controladas, porque si de algo estamos completamente seguros es que la primera víctima fatal que se cobró el COVID-19 fue la versión neoliberal del capitalismo, lo cual no es poca cosa luego de haber sufrido casi medio siglo de la pandemia del virus neoliberal, como solía llamarlo Samir Amin. Y si lo que hasta ayer era “normal” (por ejemplo, que los gobiernos permitieran, cuando no impulsaban abiertamente, que la atención médica o la venta de medicamentos fuesen lucrativos negocios) hoy constituye una aberración repudiada por grandes sectores de las sociedades contemporáneas que ante la visión dantesca de centenares de muertos apilados en grandes ciudades o enterrados en fosas comunes cae en la cuenta de lo absurdo de dicha política.[2] Y decimos la “versión” neoliberal del capitalismo porque no creemos que el virus en cuestión obre el milagro de acabar no sólo con el neoliberalismo sino también como la estructura que lo sustenta: el capitalismo como modo de producción y como organización económica internacional. Pero algo es algo y la era neoliberal ya es un cadáver aún insepulto pero imposible de resucitar. ¿Qué ocurrirá con el capitalismo a raíz de esta pandemia? En las próximas líneas ofreceremos algunas conjeturas al respecto.

Fin de una época 

Lo primero que podemos afirmar con total certeza es que el mundo que brotará de las ruinas dejadas a su paso por esta pandemia, la primera realmente global en la historia, no será la alegre continuidad del que le precedió. Consternado, Henry Kissinger, impune criminal de guerra, protagonista y atento observador de la realidad internacional lo reconoció en una nota publicada en la edición del fin de Semana del Wall Street Journal cuando escribió que “el mundo jamás volverá a ser el mismo luego del coronavirus.”[3]  La Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial y la reconstrucción keynesiana de la posguerra habían detenido por un tiempo el primado de las ideas liberales que predominaban desde mediados del siglo diecinueve. La bancarrota de la “ortodoxia”, como acostumbraba decir Raúl Prebisch, dio nacimiento a los “veinticinco años gloriosos” de la historia del capitalismo, transitados entre 1948 y 1973, momento en que el ciclo keynesiano comienza a derrumbarse. No obstante la restauración del viejo paradigma de gobernanza macroeconómica, ahora bajo el engañoso nombre de “neoliberal”, fue impotente para hacer retroceder el reloj de la historia hasta las vísperas del crack de la bolsa neoyorquina en octubre de 1929. Por más que se esforzaron los gobiernos de la oleada neoconservadora y neoliberal que azotaron tantos países luego del agotamiento del ciclo keynesiano sus intentos de regresar al “estado mínimo” del pasado y de emancipar a los mercados de cualquier tipo de regulación pública terminaron en un rotundo fracaso. El enorme crecimiento del gasto y el empleo público así como los avances en la regulación de los mercados no pudieron ser revertidos. Hubo sí una excepción porque el capital financiero habiendo resuelto a su favor la pugna con la burguesía industrial y convertido ya en la fracción hegemónica del bloque burgués logró desmarcarse de esa tendencia. Los sucesivos ocupantes de la Casa Blanca arrojaron la borda prácticamente todos los controles que aún quedaban de la época de Franklin D. Roosevelt y, envalentonado, el capital financiero salió a conquistar el mundo. Amparado por una impresionante red de “guaridas fiscales” que gozaban de la protección oficial y alimentan sin cesar al desregulado “sistema bancario en las sombras” (shadow banking system) en poco tiempo se convirtió en el “gobierno invisible” que tenía en su puño a la mayoría de los gobiernos de los capitalismos desarrollados. No obstante, en lo tocante al tamaño y el papel del estado los resultados fueron muy distintos. Fracasaron en su empeño restaurador nada menos que Ronald Reagan, Margaret Thatcher así como los gobiernos de centro derecha o derecha de Alemania y Japón. Los datos que sintetizamos en la siguiente tabla son elocuentes y ahorran miles de palabras. 

Gasto total de los gobiernos, 1900, 1929, 1975 y 2011
(países seleccionados, como % del PIB)

País                               1900         1929         1975        2011
Alemania                      19.3          14.5          51.7        47.0

Reino Unido                  11.8          26.5          53.1        48.1

Estados Unidos               2.9           3.6            36.6        43.7

Japón                                1.1            2.5           29.6        41.2

Fuente: IMF Data, Fiscal Affairs Departmental Data, Public Finances in Modern History, en Mauro, P., Romeu, R., Binder, A., & Zaman, A. (2015). “A modern history of fiscal prudence and profligacy”. Journal of Monetary Economics, 76, 55-70.

Estas cifras demuestran la magnitud del cambio experimentado por el paradigma de gobernanza macroeconómica del capitalismo después de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial y que tiene como una de sus puntales más firmes la vigorosa presencia del estado en la vida económica. Alemania más que triplicó el gasto público entre 1929 y 2011, aún luego del retroceso de casi 5 puntos impuesto por el auge de las ideas neoliberales a partir del derrumbe del ciclo keynesiano. El Reino Unido casi lo duplica entre aquellos mismos años, habiendo llegado a un pico previo al gobierno de Margaret Thatcher de 53.1 %. En Estados Unidos el crecimiento desde 1929 hasta los finales de la Administración Obama fue de doce veces, y en Japón, otro de los milagros económicos de posguerra, el gasto público se multiplicó por dieciséis. Más estado que mercado era necesario para sostener el proceso de democratización y ciudadanización de la posguerra. Salud, seguridad social, educación, vivienda y todos los bienes públicos que debe ofrecer el estado fueron los motores que impulsaron la creciente centralidad del estado en la vida económica y social. Y los recortes experimentados en los años de la hegemonía ideológica del neoliberalismo no alcanzaron a alterar, en lo esencial, el nuevo equilibrio alcanzado en la posguerra.

El desafío del Covid-19

De lo anterior se desprende que la pandemia que nos atribula está destinada a tener un impacto mayor aún a cualquier otro conocido. El sobrio y siempre muy bien informado Premio Nobel de Economía Paul Krugman escribía el 13 de Abril en el New York Times que “las recientes pérdidas de empleos son apocalípticas: casi 17 millones de trabajadores se inscribieron para recibir su seguro por desempleo en las últimas tres semanas.[4] Pero finales de ese mismo mes esa cifra trepaba por encima de 30 millones de personas, o sea una cifra cercana al 18 % de la fuerza laboral de Estados Unidos. Y a mediados de mayo ya eran 36 millones los que se presentaron por ventanilla a reclamar su precario seguro de desempleo, no todos los cuales lo recibían. Los datos oficiales hablan que al día de hoy la tasa de desempleo es del 11.1 %, después de haber llegado a un pico del 14.8 %, el mayor desde la época de la Gran Depresión.[5] Economistas independientes sugieren que la tasa de desempleo hoy rondaría mínimo en torno al 16 %, y tal vez más, aproximándose a la registrada en lo más profundo de la Gran Depresión”.[6] Expresiones anteriores de este economista, y otros, apelan a términos completamente desusados en las últimas décadas: “catástrofe”, “desastre”, “hundimiento” son algunos de los más socorridos, oídos por última vez, pero no con tanta unanimidad y tanto tiempo, en la crisis de octubre de 1987.

La respuesta del empresariado estadounidense (emulada por sus homólogos latinoamericanos) ha sido criminal. Naomi Klein ha informado que McDonald’s le negó la licencia paga por enfermedad a 510.000 empleados; Walmart a 347.000; Burger King a 165.000, Marriot a 139.000 y en la Argentina Techint y otras empresas están también adoptando el mismo criterio.[7] No sorprende por lo tanto comprobar que la credibilidad y el respeto por la economía capitalista se han resentido fuertemente en la medida en que en Estados Unidos y en casi todos los países europeos grandes sectores de la sociedad civil han caído en la cuenta que haber hecho de la atención médica y la producción de medicamentos un negocio puede ahora costarle la vida a centenares de miles de personas, si no millones. Por eso Noam Chomsky ha dicho, en una de sus más recientes intervenciones, que el fracaso del libre mercado como ideología ha sido “monumental”, y que la población, aún la menos politizada, ha tomado nota de eso. Seguir leyendo  EL MUNDO DESPUÉS DE LA PANDEMIA: CONJETURAS SOBRE EL FUTURO DEL CAPITALISMO Y EL “PROTOSOCIALISMO”. ATILIO A. BORÓN

ESTADOS UNIDOS: MACHACADO POR LA PANDEMIA. ÁNGEL GUERRA CABRERA

COVID EN LA FLORIDA

ÁNGEL GUERRA CABRERA

GUERRITASi Florida, el estado sureño de Estados Unidos, fuera un país ocuparía el cuarto lugar mundial por el número de fallecidos a consecuencia de la covid-19. Pero muy cerca de allí, en Cuba -bloqueada inmisericordemente- el 94 por ciento de los pacientes diagnosticados ya están recuperados y 32 brigadas médicas de la isla con más de 3 mil miembros combaten la enfermedad en el mundo. Florida, con 221629  casos y 4409 fallecidos, en medio de un aumento diario espectacular del número de enfermos. Cuba, con 2438 casos y 87 fallecidos; excepto La Habana, la gran mayoría de las provincias no reportan contagios hace semanas. Florida tiene cerca de cuatro veces la población de Cuba, de modo que si hiciéramos una hipotética proyección proporcional de las cifras, la isla no llegaría a 400 fallecidos, 10 veces menos que los de la península floridana.

La situación de Florida es fruto de la desastrosa gestión de la epidemia en Estados Unidos, en lo que Donald Trump tiene una alta cuota de responsabilidad. Un epidemiólogo estadounidense lo ha calificado de “genocidio por default”. Pero hay una pregunta obligada: ¿por qué un personaje de su pésima catadura moral(llamado gánster por Chomsky y fascista por el filósofo Cornel West y otros, acusado de “peligro para la democracia” por generales, almirantes y políticos de ambos partidos) pudo llegar a la máxima responsabilidad gubernamental de la potencia del norte? Por cierto, no estoy seguro de que pierda la elección del 3 de noviembre.

Otra pregunta importante es cuán distinta habría sido la gerencia de la pandemia por otro presidente. No creo que habría habido una diferencia sustantiva, pues al margen del desajuste conductual de Trump, de su obsesión enfermiza por la reelección, su desprecio por la ciencia y subestimación de la enfermedad, lo que se observa en Estados Unidos hoy es una situación de caos, al parecer originada en una grave fractura en la cúpula como la que precede a las guerras civiles. Mucho antes de esto W. Bush fue incapaz de enfrentar el paso del huracán Katrina por Nueva Orleans, que terminó en una gran tragedia. Pero, además, en la mayoría de los países capitalistas los gobiernos hacen grandes concesiones a las presiones del capital para que no se confine a la población y se proteja su salud.  Los rebrotes de envergadura que vemos en las últimas semanas en América Latina y Estados Unidos se deben a la flexibilización prematura de las medidas preventivas debido a esas presiones del capital.

El problema principal de Estados Unidos es que no existe en rigor un sistema de salud pública, agravado por el avance cada vez mayor de la privatización de los servicios médicos, con crecientes ganancias de las compañías de seguros y una población enferma, víctima de la obesidad, la diabetes y las cardiopatías. No es casual que la mayoría de los fallecidos por covid sean latinos o afros. La industria farmacéutica estadounidense es emblemática del negocio a costa de la vida humana. En este campo Washington lleva de lejos la delantera entre los países capitalistas ricos, con los más caros e ineficientes servicios de salud en ese grupo de estados.

No obstante, lo mismo en Europa, que en naciones de América del sur como Chile, Brasil, Colombia, Perú y Ecuador, es evidente que no estaban preparados para enfrentar    la pandemia por la enorme disminución en los presupuestos de salud y la progresiva degradación de su infraestructura hospitalaria ocasionados por las política neoliberales. Brasil, segundo país en el mundo por número de muertos y contagiados sufre precisamente el desmantelamiento del sistema de salud pública edificado por los gobiernos del PT, la expulsión de los médicos cubanos, el negacionismo de Bolsonaro y su guerra contra los intentos de gobernadores y alcaldes de proteger a la población. Pero el caso de Chile es particularmente escandaloso y revelador de cuanto se ha mentido sobre las maravillas de su modelo económico.  Con unos 20 millones de habitantes, el país andino tiene 319 mil casos y 7019 muertes. Con la mitad de la población que el estado de Florida, lo supera en ambas categorías y exhibe una de las más altas tasas de muertes en el mundo por 100 000 habitantes. El presidente Piñera se ha caracterizado por obstaculizar todas las iniciativas dirigidas a atenuar el sufrimiento de los grandes sectores chilenos en pobreza y carentes de atención médica.

Pero mientras el nuevo coronavirus avanzaba a paso de carga en Estados Unidos, Trump visitó Florida y ni mencionó la pandemia. Todo su tiempo estuvo dedicado a proferir teatralmente amenazas contra Cuba y Venezuela desde el Comando Sur y a recoger donaciones para su campaña electoral. Allí se reunió con un grupo de mercenarios de origen cubano y venezolano, verdaderos payasos que entre carantoñas e increíbles elogios, le aseguraron que él será el presidente que libere a “nuestro hemisferio” del socialismo. Tampoco veo seguro que el magnate gane en Florida. Como le advirtió el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, el presidente está mal asesorado.

Twitter: @aguerraguerra

Fuente: LA JORNADA

COMO PRESIDENTE, TRUMP HA MENTIDO 20 MIL VECES. DAVID BROOKS

Incluso Wall Street se harta

Rechaza la ciencia sobre el Covid-19 y ve la pandemia como un enemigo personal, que intenta impedir su relección // Las crisis de salud, económica y social, causas de su derrumbe en bastiones republicanos

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El panorama electoral para el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se oscurece. Aunque faltan 16 semanas para las elecciones del 3 de noviembre, no hay indicadores de que ni la pandemia ni la crisis económica mejoren en el corto plazo. Según los sondeos y los analistas, está perdiendo en gran medida por su manejo de estas dos contingencias. Foto Ap


david-brooksNueva York., Donald Trump ha mentido o engañado más de 20 mil veces, rechaza la ciencia sobre la pandemia que amenaza la relección del mejor presidente jamás, tal vez con excepción de Lincoln, o sea, él, y hasta Wall Street se está hartando.

El panorama electoral para Trump se va oscureciendo. Aunque falta una eternidad en términos electorales, 16 semanas, para los comicios del 3 de noviembre, no hay indicadores de que ni la pandemia ni la crisis económica mejoren en el corto plazo. Según los sondeos y los analistas, está perdiendo en gran medida por su manejo de estas dos contingencias.

Al mismo tiempo la insurgencia civil más grande de la historia del país bajo el lema de Black Lives Matter está fortaleciendo y consolidando fuerzas progresistas antes dispersas, y con su carácter multirracial y de fusión de varios sectores, ha demostrado su poder y potencial al impulsar un debate nacional nuevo sobre lo más antiguo del país, pero también cambios concretos, reformas iniciales y el rebautizo de marcas y hasta de equipos profesionales (los Pieles Rojas de Washington anunciaron que cambiarán de nombre y logo).

El presidente ha declarado que este movimiento de izquierda radical y sus aliados –que en las encuestas son la mayoría de la opinión pública– son el enemigo de la república.

Hasta Wall Street ha dejado de apostar por Trump, con el sector financiero ya preparándose por lo que anticipa como triunfo probable del candidato presidencial demócrata y ex vicepresidente Joe Biden, reporta Axios. Un sondeo a 140 gerentes de fondos por Citigroup encontró que 62 por ciento espera un triunfo de Biden. En los mercados de apuestas, Biden es el favorito por más de 20 puntos (estaban empatados hace seis semanas).

Biden ha mantenido una ventaja de nueve puntos sobre Trump a escala nacional. Pero aún más preocupante para Trump y su gente es que en los sondeos más recientes, el presidente se está debilitando en estados que los republicanos consideraban seguros.

El más sorprendente de estos es Texas. Esta semana, el Dallas Morning News sacudió a los republicanos con la noticia de que Biden gozaba de una ventaja de cinco puntos. Un candidato demócrata presidencial no ha ganado Texas desde 1976. Ahí, si el margen se mantiene así de cerrado, el voto latino podría ser determinante, al igual que en Arizona. Por ello, la campaña de Trump está ampliando su esfuerzos para elevar el apoyo del electorado latino en esas entidades.

Florida es otra entidad que preocupa cada vez más a la campaña de Trump, estado que ahora es epicentro de la pandemia (reportó un número récord de más de 15 mil nuevos contagios el domingo), mientras la contienda entre ambos políticos sigue más cerrada de lo esperado por los estrategas de Trump en otros estados considerados claves para el resultado, Pensilvania, Ohio, Virginia, Wisconsin y Michigan.

Frustración e ira brotan dentro de la campaña de Trump, llegando hasta los berrinches contra sus aliados más fieles. Ayer el presidente atacó a Fox News por ofrecer demasiadas noticias y sondeos negativos para él. “Tan difícil ver más a Fox News… La izquierda radical ha atemorizado a Fox News hasta la sumisión, igual que han hecho contra tantos otros. Triste, ¡pero sí GANAREMOS!”, escribió en un tuit.

Enfrentando la pandemia como si fuera un enemigo personal que le quiere robar la relección, Trump ha redoblado sus esfuerzos para minimizar los efectos del Covid-19 justo en momentos en los que los expertos han declarado que por ahora el contagio está fuera de control con unos 60 mil nuevos casos cada día. Florida y Texas, cuyos gobernadores obedecieron las recomendaciones del presidente de mantenerse abiertos, enfrentan ahora emergencias sin precedente. Otros, como California, que parecieron haber controlado la pandemia, se han visto obligados a retroceder de sus fases de reapertura con cierres de bares y restaurantes.

Trump insiste en que todo está bajo control, y para intentar imponer su versión de la realidad ha marginado a los propios expertos del gobierno, incluyendo al de mayor autoridad, el doctor Anthony Fauci, a tal extremo que no sólo ha rehúsado consultarlo en persona durante dos meses, sino ha intentado que no aparezca ante los medios e incluso ha buscado minar su credibilidad, con la Casa Blanca acusando que el experto principal de salud pública dentro del gobierno ha cometido muchos errores.

Trump insiste en la reapertura inmediata de las actividades económicas y ahora junto con su secretaria de Educación, Betsy DeVos, amenaza con suspender el financiamiento federal a las escuelas públicas si se atreven a permanecer cerradas al iniciar del próximo año académico en septiembre. El presidente afirma que todos están mintiendo sobre la severidad de la pandemia.

Hablando de mentiras, Trump ya logró emitir más de 20 mil mentiras, falsedades y engaños desde que inició su presidencia, según The Washington Post. Durante los pasados 14 meses, Trump ha mentido o engañado, en promedio, 23 veces cada día, lo que el rotativo califica de tsunami de no verdades. (https://cutt.ly/QpJ119L )

LA VOZ HUMANA. GRAZIELLA POGOLOTTI

ILUSTRACIÓN GRAZIELLA 2

GRAZKIELLA 2Yo también esperaba con impaciencia el anuncio del ingreso en la primera fase de la recuperación. Durante las interminables jornadas de reclusión forzosa, dispuse de tiempo para meditar. Me preguntaba si nos habíamos hundido en una pesadilla o si, por el contrario, la violenta sacudida producía un despertar del adormecimiento y un rescate de valores esenciales. La eficaz conducción de las políticas públicas centradas en la prioridad concedida a la preservación del ser humano, la fortaleza de un sistema de salud articulado desde la comunidad, y la participación del saber científico acumulado en la toma de decisiones nos han preservado de sufrir la pandemia en todo su horror. No hemos visto el derrumbe de los moribundos en las calles, el abandono de los pacientes por el colapso de los hospitales y por falta de recursos para acceder a la atención médica. Tampoco conocimos el desbordamiento de la capacidad de los cementerios. En suma, escapamos al espanto y a la sensación de desamparo.

Sin embargo, hemos percibido los efectos sicológicos del aislamiento, tanto por carencias afectivas como por esa necesidad, característica de la especie, de un intercambio vivo y plural. Recuerdo un lugar del Piamonte donde los hombres se reunían en un café para seguir en la televisión los partidos de fútbol. Todos disponían de equipos en sus hogares. Hubieran podido contemplar el espectáculo acomodados en un butacón con vestuario casero. Apremiados por el pequeño estratega sujeto con demandas participativas y protagónicas que todos llevamos dentro, preferían desplazarse para compartir opiniones apasionadas, sobre todo cuando se trataba de un desafío entre el Juventus y  el Milán. Algo similar sucede con nuestras animadas peñas de la afición pelotera. Locuaz y callejero, el cubano tiene la capacidad poco frecuente en otros países de entablar diálogo fluido con desconocidos y comunicar su  parecer sobre lo humano y lo divino. Solidario, también informa sobre la inminente llegada de la mercancía que todos esperan. Al iniciar la jornada laboral, indaga sobre el estado de salud de los familiares de los colegas más cercanos, comenta el último episodio de la telenovela y transmite las noticias más recientes, por no mencionar la pequeña y lamentable dosis de brete intercalado. Todavía no se ha generalizado la adicción esquizoide al móvil que induce a ignorar la presencia del amigo sentado en la cercanía.

El intercambio múltiple favorece la práctica del ejercicio del pensar. Años atrás, los campesinos del Escambray tuvieron la opción de decidir acerca de un cambio radical en sus estilos de vida. Se les ofrecía la posibilidad de incorporarse a pueblos de reciente construcción, dotados de todos los beneficios que ofrece la modernidad: servicios de agua corriente y electricidad, así como escuelas multigrado para sus hijos, lo cual significaba romper con el tradicional apego al terruño propio. En la zona, estudiantes universitarios recogían sus historias de vida.  Los campesinos solicitaban su presencia para que el diálogo los «ayudara a pensar». En otro plano, lo saben bien los sicólogos, contribuye a la búsqueda de soluciones y al reconocimiento de la verdad. En todos los campos del saber, el debate en caliente revela la complejidad de la interrelación multicausal de los fenómenos, plantea nuevas interrogantes y, por ende, abre nuevas vías al conocimiento. En el intercambio se va entretejiendo la cultura, esa señal identitaria de nuestra especie. El teatro vive en el intercambio activo entre la escena y su público. La participación multitudinaria en los festivales de cine evidencia que siguen respondiendo a una necesidad profunda, del magnetismo que emana de la vivencia compartida. Algo similar sucede con los conciertos de Silvio en los barrios.

A pesar de todas estas consideraciones, la pandemia está ahí. Hemos logrado conjurar su expansión, pero formamos parte de un  mundo interconectado. Es un mal invisible que se transmite por portadores asintomáticos. Hay que mantener las precauciones y encontrar el justo equilibrio entre las medidas sanitarias y las exigencias de la economía y de la subjetividad humana.

La pandemia ha descorrido el velo interpuesto sobre la realidad oculta de una humanidad enferma, situada al borde de un abismo sin regreso, enajenada por ilusorias promesas de felicidad, por la creencia en la universalidad de una errónea visión de la modernidad sustentada en la acumulación de bienes perecederos. Bajo el dominio del capital financiero, los medios de comunicación masiva y buena parte de las redes sociales modelan conciencias y fabrican demandas fútiles con olvido del fundamental derecho a la vida.  Algunos pretenden salvar la economía.  En verdad, procuran el rescate de las empresas con sacrificio de derechos sindicales conquistados en lucha secular y entrega del dinero de los contribuyentes al salvataje de las compañías en quiebra. Pocos se plantean la restauración de políticas públicas para garantizar el acceso a la salud y a la educación. Pero, en medio del caos reinante, una voz humana se dejó escuchar. Fue su último aliento mientras le ahogaba la rodilla del policía clavada en el cuello. Fue un disparo solitario de enorme resonancia, porque encarnaba la voz de muchos otros, aparentemente silenciosos. La llaga purulenta del racismo seguía estando ahí como subsisten los prejuicios que se levantan en su condición de muros insalvables entre los hombres. Por otra parte, mientras las llamas devoran aceleradamente la Amazonia, es hora de refundación y recomienzo. Es hora también de encontrar, en la voz humana, la palabra congregante.

Fuente: JUVENTUD REBELDE

IDIOTAS INIGUALABLES EN BRASILIA. ATILIO A. BORÓN

BOLSONARO CON EMBAJADOR YANQUI
¿Acaso el embajador Chapman tendría la COVID-19?

ATILIO A. BORÓN

Foto para el recuerdo de Jair Bolsonaro con el embajador de EEUU, Todd. C. Chapman (con sombrero), este 4 de Julio celebrando el día de la Independencia de EEUU. Reparto de Covid-19 a destajo por esta tropa de imbéciles sin barbijos, de «puro machos» que son. Esto en Brasil se llama «burricia», declinación de «burro», bruto, ignorante, etcétera.

No quiero ser malvado, pero siento que interpreto el anhelo generalizado al decir que si el Covid-19 se enojó ante las estúpidas fanfarronadas de Bolsonaro y decidiera llevárselo consigo le haría un inmenso favor a Brasil y a su pueblo, víctima de un sociópata incurable. Y de paso si se llevara también a Chapman, que antes de llegar a Brasilia se desempeñó como embajador en Ecuador y fue uno de los más sólidos apoyos del traidor Lenín Moreno.

Chapman nació en Houston, Texas, de ahí su afición a los sombreros texanos. De adolescente estuvo con sus padres viviendo en Sao Paulo, donde hizo sus estudios secundarios. De regreso a Estados Unidos pasó por Duke University donde obtuvo su bachillerato y después, en el 2000, un Master en Inteligencia Estratégica en la National Intelligence University (Bethesda, Maryland). Esa es la principal universidad para los espías de EEUU, donde se forman los más prominentes miembros de la así llamada Comunidad de Inteligencia de ese país, especializándose en recolección y análisis de informaciones sensibles y en lo que eufemísticamente llaman «técnicas de interrogación duras», o sea, torturas, trece en total formalmente reconocidas y legalmente aceptadas por el gobierno de Estados Unidos. ¡Que el Covid-19 se apiade de nosotros y se lo lleve también a él! Rezaremos por sus almas, que no lo duden. ¡Ah, un dato más!: «la embajada» en Brasilia cuenta con unas 1.400 personas, tal vez algo más ahora, según un informe del Departamento de Estado. (Julian Assange asegura que a comienzos del 2010 eran 71.000 en todo el mundo.) De aquellos 1400 habrá unos cien que se encargan de visados y cuestiones de trámites personales o comerciales. ¡Adivinen a qué se dedican los demás! ¿Y por casa cómo andamos?

TRUMP, EL MONTE RUSHMORE, LA COVID-19 Y EL KU KLUX KLAN. AMY GOODMAN y DENIS MOYNIHAN

MONTE RUSHMORE 1

AMY GOODMAN y DENIS MOYNIHAN

Amy Goodman y Denis MoynihanPaha Sapa es el nombre tradicional que el pueblo lakota le otorgó al centro sagrado de su universo. Esta región de Dakota del Sur también es conocida como “Colinas Negras” y es el hogar del icónico Monte Rushmore, que lleva el nombre de un abogado y especulador de la fiebre del oro. El Monumento Nacional Monte Rushmore luce las cabezas esculpidas en la montaña de cuatro presidentes de Estados Unidos: Washington, Jefferson, Lincoln y Theodore Roosevelt. Las gigantescas cabezas fueron talladas en el granito entre 1927 y 1941 por 400 trabajadores, dirigidos por el escultor Gutzon Borglum. Previo a ese proyecto, Borglum había sido reclutado por las Hijas Unidas de la Confederación para tallar el enorme monumento de Stone Mountain a los líderes confederados en Georgia. Si bien abandonó ese proyecto tras una disputa, Stone Mountain le permitió al escultor perfeccionar sus habilidades de tallado en la montaña, con las que logró el monumento Rushmore. Borglum era allegado al Ku Klux Klan y probablemente fuera miembro.

Este viernes 3 de julio*, para dar inicio al feriado del Día de la Independencia que tendrá lugar este fin de semana, el presidente Donald Trump realizará un mitin en el Monte Rushmore con un sobrevuelo de aviones de combate y fuegos artificiales, que están prohibidos en el área debido al gran riesgo de incendio forestal. Mientras los organizadores esperan la participación de 7.500 personas, la gobernadora de Dakota del Sur, Kristi Noem, acérrima aliada de Trump, declaró: “Regalaremos máscaras para cubrirse el rostro, para las personas que decidan usar una, pero no respetaremos el distanciamiento social”. Los tapabocas no serán obligatorios. Este evento de “retorno” ocurre al tiempo que Estados Unidos sufre un estallido de casos de COVID-19 y un cargado debate nacional sobre qué hacer con las estatuas y los símbolos que consagran el racismo sistémico.

Los gobiernos tribales y las organizaciones activistas de la región han reclamado la cancelación del evento. El presidente de la tribu oglala sioux Julian Bear Runner declaró al medio The Guardian: “Las tierras en las que está tallada esa montaña y las tierras que [Trump] está a punto de visitar pertenecen a la gran nación sioux”. Además, Runner aclaró: “No cuenta con el permiso de sus propietarios soberanos originales para ingresar al territorio en este momento. […] Va a desatar protestas si viene aquí”.

El incendiario y poco oportuno espectáculo de Trump evoca su fallido mitin del mes de junio en Tulsa, Oklahoma, que estaba programado para el 19 de junio, día en que se celebra el fin de la esclavitud en Estados Unidos desde 1865, en un lugar no muy lejano a la escena de una de las peores masacres de afroestadounidenses en la historia de Estados Unidos, la matanza racial de Tulsa de 1921. Bajo presión, Trump pospuso su evento para el 20 de junio, un día después de la importante fecha, conocida como Juneteenth. Un millón de personas se habían registrado para concurrir al mitin, pero la policía local estimó que hubo menos de 6.500 asistentes, lo que dejó miles de asientos del estadio vacíos. Un escenario al aire libre construido para que 40.000 personas más pudieran participar del evento desde afuera también quedó vacío. Este fracaso significó un desastre de proporciones épicas para las relaciones públicas de la campaña de Trump y Pence.

El gobierno de Estados Unidos reconoció la soberanía tribal sobre las Colinas Negras en dos tratados de Fort Laramie, en 1851 y 1868, donde se destinaba el territorio “para uso y ocupación absoluto e ininterrumpido de los sioux”. Sin embargo, en la década de 1870 se descubrió oro en esas tierras y el ejército estadounidense expulsó a los indígenas. La resistencia armada de los indígenas durante décadas contra las oleadas de colonos terminó efectivamente con la brutal masacre del ejército hacia mujeres, niños y ancianos lakota en la ciudad de Wounded Knee, el 29 de diciembre de 1890.

De todas formas, la resistencia nunca murió, a pesar de la pobreza y la violencia institucionalizadas por el sistema de reservas indígenas. A fines de los años sesenta y setenta, las ocupaciones de la isla de Alcatraz y la ciudad de Wounded Knee pusieron un foco en las demandas de justicia de los indígenas estadounidenses. Más recientemente, durante el enfrentamiento en Standing Rock, representantes de más de 200 tribus de todo el continente americano lograron retrasar la construcción del oleoducto Dakota Access. La resistencia indígena de primera línea todavía está a la vanguardia, y continúa desafiando esta construcción, así como la del oleoducto Keystone XL aprobado por Trump, las arenas alquitranadas de Alberta, en Canadá, y numerosos sitios de extracción de recursos en el Amazonas.

Los pueblos indígenas se han visto particularmente afectados por la pandemia de coronavirus y las tribus han tomado medidas para protegerse. Tanto la tribu sioux del río Cheyenne como la oglala sioux establecieron puntos de control en las carreteras, dejando ingresar a la reserva solamente a residentes e invitados de residentes. La gobernadora Kristi Noem amenazó con emprender acciones legales y le pidió auxilio al gobierno de Trump. Después de que la Casa Blanca amenazara con retener los fondos de ayuda para enfrentar la epidemia de COVID-19, la tribu sioux del río Cheyenne presentó una demanda contra Trump ante un tribunal federal. El caso está pendiente.

El presidente de la tribu sioux del río Cheyenne, Harold Frazier, se unió a Julian Bear Runner, de los oglala sioux, en un llamado a eliminar el Monumento Monte Rushmore. Frazier expresó: “Nada representa un mayor recordatorio para la Gran Nación Sioux de lo que significa un país que no puede cumplir promesas ni tratados que los rostros tallados en nuestra tierra sagrada en lo que Estados Unidos llama Monte Rushmore”. Los pueblos indígenas tienen planeado llevar a cabo fuertes manifestaciones de protesta.

Solamente en esta semana, Trump retuiteó el video de un seguidor que gritaba “¡poder blanco!”. Trump también firmó una orden ejecutiva para preservar monumentos, incluidas las estatuas confederadas. Desde Tulsa hasta las Colinas Negras, nuestro supremacista blanco en jefe aviva la llama del racismo, esperando que sea un impulso para su reelección.

Traducción al español del texto en inglés: Inés Coira. Edición: María Eva Blotta.

*Este artículo fue publicado el 2 de julio de 2020 en Democracy Now! en español.

Fuente: DEMOCRACY NOW

NO HAY “CAMINOS REALES” PARA OBTENER CONOCIMIENTOS CIENTÍFICOS. LUIS CARLOS SILVA AYCAGUER

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Ilustración: Ricardo Valdivia

LUIS CARLOS SILVA AYCAGUER*

luis carlos silva 3Es conocido que en muchas sociedades de la antigüedad existían senderos no accesibles a la plebe, que estaban reservados para facilitar el tránsito de la nobleza o los reyes. Eran los llamados “caminos reales”. Se cuenta que, cuando el rey egipcio Ptolomeo I, ansioso por dominar las bases de la geometría sin tener que someterse al estudio arduo y pausado de sus principios, solicitó al gran geómetra de su época, Euclides, que le diera una explicación sencilla y expedita de la disciplina, este le respondió: “Lo siento, alteza, pero no hay caminos reales para la Geometría”.

La pandemia de COVID-19 ha producido cambios profundos en las costumbres y prácticas cotidianas en la mayoría de los países del planeta. Tales modificaciones, cuyo alcance y forma “final” son hoy motivo de controversias, ansiedad e incertidumbre, ha alcanzado a la esfera de la producción científica. Una acelerada carrera en la búsqueda de soluciones preventivas, diagnósticas y terapéuticas comenzó desde que irrumpió la epidemia en la ciudad china de Wuhan a finales de 2019. Tanto en el diseño como en la implementación de las estrategias asociadas a cada una de estas tres esferas, en medio del apremio por hallar soluciones, se han venido sucediendo en muy corto plazo falacias y certezas, fracasos y progresos.

En este contexto resulta útil detenernos en lo que se ha convertido en el mayor escándalo científico asociado a la pandemia producida por la COVID-19: se trata de lo acaecido en torno a la hidroxicloroquina, un fármaco antipalúdico que había producido enormes esperanzas y no pocos recelos.

Las expectativas favorables fueron alimentadas cuando el 17 de marzo de 2020 el grupo de infectología del hospital de Marsella publicó una información que daba cuenta de una significativa reducción en la detección del virus en las vías respiratorias de pacientes tratados con ese fármaco. Sin embargo, se trataba de un “preprint” (manuscrito no revisado por pares), lo cual le restaba credibilidad. En condiciones normales, dicha revisión puede suponer semanas y hasta meses, como sabe todo investigador que aspire a publicar en revistas de alta visibilidad.

El artículo en cuestión dio lugar a intensos debates durante algunas semanas y fue seguido por varios estudios serios, muchos de los cuales no habían hallado utilidad del fármaco, ni como recurso terapéutico ni como instrumento preventivo, devaluando así los buenos augurios.

Discrepancias de esta naturaleza, en condiciones normales, son naturales y esperables: la verdad científica suele abrirse paso en medio de controversias que discurren mientras se acopian evidencias de uno u otro signo, o hasta que algún estudio muy poderoso deje zanjado el debate, al menos por un tiempo. En ese contexto, la hidroxicloroquina pasó a ser el recurso terapéutico más politizado de la pandemia cuando fue elogiado por Donald Trump y Jair Bolsonaro, quienes atribuyeron su magnífico estado de salud al hecho de haberlo consumido, a la vez que lo exaltaron -como si ellos fueran grandes autoridades científicas- como la solución de la crisis sanitaria. Con el paso de los días, Estados Unidos y Brasil fueron sumiéndose en una vorágine mortal producida por la COVID, para desconsuelo de sus respectivos presidentes.

En medio de esas turbulencias, las presuntas bondades de la hidroxicloroquina se vinieron abajo a raíz de un trabajo difundido el 22 de mayo por la prestigiosa revista británica The Lancet, conceptuada por muchos como la más encumbrada del mundo sanitario. Pero la revista no es un ente enteramente autónomo: es una publicación dependiente del grupo oligopólico Elsevier con casa matriz radicada en Ámsterdam. Se trata de la mayor editorial del mundo en materia de salud, la cual ejerce control sobre dos mil 500 revistas científicas e impone abusivas condiciones a universidades y centros de investigación para que puedan acceder mediante suscripciones al casi medio millón de artículos allí publicados.

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El estudio parecía demoledor, por estar basado en una muestra descomunal de 96 mil pacientes ingresados en 671 hospitales de seis continentes. Por su conducto se habría demostrado que el empleo de la hidroxicloroquina entrañaba un incremento de 30 por ciento en la probabilidad de muerte de los pacientes tratados con el fármaco. El artículo estaba firmado por tres destacados investigadores (de la Universidad de Utah, del Hospital Brigham de Mujeres de Boston y del Hospital Universitario de Zúrich) y por Sapan Desai, director ejecutivo de Surgisphere, la empresa norteamericana que había aportado los datos de las decenas de miles de pacientes incluidos en el ensayo. Seguir leyendo NO HAY “CAMINOS REALES” PARA OBTENER CONOCIMIENTOS CIENTÍFICOS. LUIS CARLOS SILVA AYCAGUER

SEMIÓTICA DE LA PANDEMIA (II). FERNANDO BUEN ABAD DOMÍNGUEZ

¿Flexibilización laboral a la sombra del Coronavirus?

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FERNANDO BUEN ABAD DOMÍNGUEZ

FERNANDO BUEN ABAD, ESCRITOR MEXICANO Y MÁSTER EN FILOSOFÍA PO

Sacudida planetaria. Aprendimos, a golpes de realidad “sorpresiva” (y avasallante) que poco será igual después de la pandemia del COVID-19. Especialmente los salarios y los empleos. Desde la palabra “virus” hasta la iconografía sanitaria, pasando por la noción de muerte y vida, tenemos “cambios” en marcha que darán por resultado territorios semánticos “nuevos” que, como todo campo semántico, es un escenario en disputa. Aprendimos, con la “nueva” didáctica del capitalismo, que nadie pide permiso y nadie ofrece disculpas por una tragedia global que ha costado millones de vidas y descalabros inmensos para la clase trabajadora.

Estamos asimilando los alfabetos actualizados de la dominación entre las ecuaciones malthusianas, y la didáctica del “sálvese quien pueda”: Inflación descontrolada, devaluaciones a placer, desempleo a mansalva y castración del poder adquisitivo. Nos han descargado sobre la espalda todo el paquete de las “reformas laborales” burguesas, en tiempo récord, mientras estamos en cuarentena. A la sombra de la pandemia un gran negocio camuflado. “A esta altura, ya nadie ignora que la pandemia no es sólo una crisis sanitaria. Es lo que las ciencias sociales califican de “hecho social total”, en el sentido de que convulsiona al conjunto de las relaciones sociales y conmociona a la totalidad de los actores, de las instituciones y de los valores”. Ignacio Ramonet https://www.eldiplo.org/wp-content/uploads/2020/04/Ramonet-pandemia-sistema-mundo.pdf

Algunos salieron ganando. “Cambia” de significado el Estado burgués que resucita desde los sótanos del neoliberalismo y se apresta, si nos descuidamos, a repetir más de lo mismo. “Cambia” de significado la “democracia” que ahora seguirá siendo burguesa, plagada de contradicciones y “defectos” muy convenientes para el establishment. “Cambia” todo para que nada cambie. Incluso los progresistas parecen conservadores al lado de la catarata de “cambios” que aluden a la “propiedad privada” burguesa (que en un diccionario decente debería significar saqueo o hurto). “Cambian”, en teoría, las Leyes y la Justicia, “cambia” el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial… ahora sesionan a distancia. “Cambian” las academias y sus saberes. No cambia el peso de la barbarie contra los oprimidos. Sólo se incrementa el desempleo, el hambre, la insalubridad, la intemperie, la carencia de educación, la falta de agua, luz, medicamentos… y respeto.

Hay más pobreza y desigualdad. Por “alguna razón” se hacen esfuerzos denodados para hacernos creer que el mundo será “distinto” sin tener que modificar el sistema económico capitalista. Incluso algunos andan con el cuento de que puede “mejorarse”, hacerse “más humano”, hacerse “progresista”. Tratan de convencernos de que “cambio” es lo mismo que “reformas”. Que “distinto” es lo mismo que “igual”. Que las guerras son un negocio que puede “salvarnos”; que los bancos son nuestra mejor ayuda con sus “créditos”; que los “mass media” son imprescindibles para ayudarnos a entender la “realidad” y que es mentira que existan las “Fake News”. El paraíso post-pandemia. “La Organización Internacional del Trabajo advirtió este miércoles que casi la mitad de la población activa mundial, unos 1600 millones de trabajadores que laboran en el sector informal, están en riesgo de perder sus medios de subsistencia debido al constante descenso del número de horas trabajadas a causa del brote del COVID-19.”  https://news.un.org/es/story/2020/04/1473582

Esto todavía no termina. Lo “nuevo” es quedarse en lo mismo y hacer lo imposible para que nos dure. En la refriega ideológica por dominar el “sentido común” el capitalismo convierte su agonía en Apocalipsis para nosotros. Y anhela que lo salvemos –entre todos– para ofrecerlo a nuestra prole como su mejor herencia. Como un “cambio” radical. ¿Cuántos rebrotes de pandemia hacen falta hasta pulverizar (hasta donde el capitalismo anhela) los salarios de la clase trabajadora? Tienen la palabra los “anti-cuarentena” globales. Dentro del capitalismo no hay solución a los problemas sanitarios mundiales. Ni solución para los problemas del planeta y de la humanidad en general.

Bajo el capitalismo nada es suficiente para cuidar a los pueblos. Unos cuantos ricos serán más ricos gracias a que habrá más pobres y más empobrecidos. De esa semántica no se habla pero toda la burguesía trabaja para darle forma. Los gobiernos que quieran tener “sentido” de pueblo deberán cambiarse desde sus entrañas y sacudirse todo reformismo parásito. Incluso los viejos conservadores que se atrincheraron en la “ciencia” y en la “academia”, con sus relatos de estadísticas tecnócratas y positivistas, hoy parecen adalides del progresismo ad hoc que maquillará al nuevo viejo Estado. Sin tocarle un pelo al capital. Cuándo alguien se asume “dueño” de un campo semántico, de manera explícita o implícita, en lo teórico o en lo práctico, ejerce un tutelaje auto-referencial despótico propio de una lógica mediocre y de una ignorancia supina.

Suelen hablar con suficiencia y jerigonza. Con énfasis y con superioridad demuelen el poder adquisitivo. Desde su perspectiva somos todos discapacitados intelectuales. Se los puede encontrar en congresos, simposios y conferencias. Van y vienen con sus papers, ponencias o textos empapados de exageraciones y exaltados por el éxito acelerado que se atribuyen a sí mismos gracias a los puntos ganados en las lides burocráticas entre certificados, diplomas y “publicaciones”. Todo por la salud del mercado. Son latifundistas de la nada asombrados por su inteligencia alpinista que en el “reino de los ciegos” funda tronos de nadería exhibicionista. Antípodas de la humildad. Pero mansos ante el capital. Las propias reglas del Mercado académico burgués han creado esos monstruos de sabiduría sedicente que llegan a creerse sus propios cuentos “científicos” a costillas de la paciencia, la ignorancia o la abulia imperantes. Mientras tanto, en la proliferación de publicaciones, PowerPoint y saliva “docta”, la ciencia de la opresión económica avanza en manos de esos “vendedores ambulantes” de programas económicos de espaldas a los pueblos. Infestaron las carreras, los posgrados y las bibliotecas. Impusieron sus destrezas burocráticas y formalistas para vaciar de contenido a la producción teórica. La prestidigitación cuantitativa sin firmeza lógica. La flexibilización laboral infestada por “asesores científicos”.

Nos quieren dóciles. Están haciendo de las suyas con los salarios de la clase trabajadora bajo el abrigo de la pandemia. El viejo truco de esconder los libros contables se acompaña con el viejo truco de apoderarse de los “diccionarios”, de imponer los significados que a la clase dominante le convengan. Dicen que el “coronavirus” es causante de una crisis económica sin precedentes, que debemos ayudar o rescatar algunas empresas sin detenernos demasiado en revisarles las cuentas ni los prontuarios. Nos cueste lo que nos cueste. Dicen que se debe crear millones de empleos pero no se fijan blindajes ni políticas para que no desciendan los salarios ni la calidad del trabajo. ¿Llegaremos a los excesos insaciables que determinen los dueños del mundo? Seguir leyendo SEMIÓTICA DE LA PANDEMIA (II). FERNANDO BUEN ABAD DOMÍNGUEZ

ERIC SADIN: “LA PANDEMIA FUE COMO UNA BURLA A NUESTRA VOLUNTAD DE CONTROLAR TODO.” EDUARDO FEBBRO

El filósofo francés desliza su denuncia en el momento más excesivo de la fascinación humana por la inteligencia artificial, desnudando la endeblez del transhumanismo futurista, y critica a quienes endiosan a las nuevas tecnologías. "Es la primera vez en la historia de la técnica que existen sistemas con el poder de mandar", sostiene.  

eric sadin
El filósofo francés Eric Sadin.

 EDUARDO FEBBRO 

Eduardo-Febbro (1)Desde París. Desafiar la modernidad es un gesto reservado a muy pocos. Algunos lo hacen desde la nostalgia del pasado porque son como viudos de un tiempo ido, otros, en cambio, deslindan los engaños, desarman las narrativas y los espejismos con los cuales los sistemas someten al presente del mundo. Eric Sadin pertenece a la segunda dinastía. Este filósofo francés forma parte del muy estrecho grupo de pensadores que sustentan una reflexión crítica sobre las nuevas tecnologías. Sadin tiene un pensamiento propio, una reflexión auténtica sobre lo que está realmente en juego dentro de la tecno ideología. Sus libros son una fuente imperdible de denuncia y reflexión y no uno de esos tediosos inventarios sobre tecnología que se limitan a enumerar sin entender el fenómeno. La elegancia de Eric Sadin está, entre muchos atributos, en que sus ensayos son en tiempo real y no un posteriori crítico, un diagnóstico post morten. Sadin desliza su reflexión en el momento más excesivo de la fascinación humana por las nuevas tecnologías. Lo hizo en 2011 con el libro «La société de l’anticipation : Le Web Précognitif ou la rupture anthropologique»(La sociedad de anticipación: investigación sobre las nuevas formas de control). El libro se publicó en francés dos años antes de que se conociera el espionaje mundial orquestado por los servicios secretos norteamericanos y revelado por el ex agente de la CIA y de la NSA Edward Snowden. En 2013 publicó «La Humanidad aumentada» (Editorial Caja Negra), donde exponía cómo las capacidades cognitivas de los sistemas digitales estaban gobernando los seres y las cosas. En 2015, apareció «La Vida Algorítmica, Crítica de la razón digital», un ensayo donde Sadin abordaba el proceso de captación y explotación de los datos digitales con el único fin de identificar correlaciones y comportamientos. En 2016, Caja Negra tradujo otro de sus libros más contundentes, La siliconización del mundo. El libro era una suerte de alegato desconstructivo de uno de los mitos más mastodónticos de la modernidad: la Silicon Valley. Allí se forjó el modelo técnico-económico dominante aceptado con una mansedumbre global espeluznante. Era, en ese momento, un contrataque feroz contra un modelo que se presentaba a si mismo como un buen operador del progreso de la condición humana, pero que, al final, como con el conjunto de las tecnologías de la información, sólo maniobraba en beneficio de intereses privados. En 2020 Caja Negra publica en las próximas semanas otro ensayo de Sadin donde el pensador francés desmonta otra gran mentira del siglo XXI: la Inteligencia Artificial. El título del ensayo declara sin rodeos sus intenciones: «La Inteligencia Artificial o el desafío del siglo. Anatomía de un antihumanismo radical» (traducción de Margarita Martínez).

Allí donde los medios baten la crema de un nuevo ser humano reparado de todas sus imperfecciones, Sadin le sigue la pista pasando del otro lado del espejo. Encuentra una impostura monumental cuyos contenidos desgrana en esta entrevista realizada en París. Se ha deslizado una tragedia global muy enriquecedora que da la razón a los análisis de Eric Sadin. La pandemia del coronavirus desarmó todas las retóricas sobre la utilidad humana de las nuevas tecnologías. No sirvieron ni para identificar el virus, ni para los pasos posteriores de la infección.

–La Inteligencia Artificial es, en los medios, poco menos que el nuevo El Dorado del horizonte humano. Sin embargo, usted ve en ella un proceso de deshumanización al mismo tiempo que un engreído discurso salvador y un trastorno mayor de los comportamientos humanos.

–Desde hace algunos años se expandió la idea de que la nueva lucha económica mundial se concentraba en la Inteligencia Artificial. Había dos ideas implícitas. La primera es que la Inteligencia Artificial era el horizonte económico ineluctable. La otra, que la IA ofrecería un montón de soluciones a muchísimos problemas individuales y colectivos. Esta idea se convirtió, entre 2015 y 2020, en la nueva doxa mundial que era preciso respaldar de forma masiva. Se produjo, en suma, una suerte de excitación colectiva a partir de la cual se estableció como una suerte de verdad probada, como un horizonte obligado. Nada puede ser menos verosímil. Son discursos entusiastas y luminosos muy alejados de la realidad. Se trata de una impostura. Desde el año 2010 estamos viviendo un cambio de estatuto. Las tecnologías digitales dejaron de ser un útil destinado a conservar, indexar o manipular la información para tener otra misión: se encargan de hacer un peritaje de lo real. Es decir que tienen por vocación revelarnos, a menudo en tiempo real, dimensiones que dependían de nuestra conciencia. Podemos recurrir al ejemplo de la aplicación Waze que se encarga de señalar el mejor recorrido para desplazarse de un lado a otro. Esa capacidad de hacer peritajes a velocidades infinitamente superiores a nuestras capacidades humanas caracteriza la Inteligencia Artificial. El sentido escondido de esto está en que la IA es como una instancia que nos dice la verdad. Y la verdad siempre reviste una función performática. Por ejemplo, la verdad religiosa enuncia dogmas e interpela a obedecerlos. La Inteligencia Artificial enuncia verdades con tal fuerza de peritaje que nos interpela a obedecerlas. Estamos entonces viviendo un momento donde las técnicas se dotan de un poder de mando. El problema radica en que nos plegamos al peritaje, nos conformamos con eso y ejecutamos las acciones correspondientes. Es la primera vez en la historia de la técnica que existen sistemas con el poder de mandar. Lo que ocurre de gravísimo es que esto tiene como objetivos responder a intereses privados u organizar a la sociedad de forma más optimizada.

–Este poder es, no obstante, apenas una etapa de ese proceso que funciona como una cadena de mando.

–Sí, el primero es el que acabo de describir: la técnica que da ordenes. Existe también el estado incitativo, que es como un primer nivel blando, digamos. Ese estado incitativo empezó a desarrollarse con la aparición de los Smartphones y las aplicaciones que nos aconsejaban sobre cosas cada vez más amplias de la realidad. Haga esto y no lo otro, vaya a este lugar que es mejor que el otro. Esto empezó con el IPhone y estaba ligado a la geolocalización. Su misión consistía en incitar a la gente a consumir. Es lícito reconocer que toda la esfera tecno industrial dio muestras de una genialidad sin igual. Inventaron constantemente nuevas cosas, forjaron discursos, supieron difundirlos y fueron y son una instancia de seducción desproporcionada. Algunos años después aparecieron los asistentes digitales virtuales, es el caso de Siri por ejemplo. Luego irrumpieron los altoparlantes conectados cuya particularidad es la de mantener una relación casi natural, intima, corpórea, con los usuarios gracias al conocimiento evolutivo de nuestros actos. Es turbador. La base de estos sistemas es el mismo: conducirnos a decidir esto o lo otro en función de la verdad enunciada. Encima, desde no hace mucho, esos sistemas hablan. La potencia de influencia de estos dispositivos es impresionante. Hablan, hacen peritajes, formulan, sugieren y dan órdenes. El grupo L’Oreal produce espejos conectados que, según el análisis de un rostro en el espejo, aconseja ponerse este producto, consumir este otro o ir a descansar a la montaña. La primera consecuencia de estas tecnologías es la mercantilización general de la vida. Esto le permite al liberalismo económico no verse confrontado por ninguna barrera y poder mercantilizar sin trabas el conocimiento de nuestros comportamientos. Casi a cada segundo y a escala planetaria, el liberalismo nos sugiere la mejor acción posible, es decir, la operación mercantil más pertinente. Vemos muy bien que el milagro de la Inteligencia Artificial no es para nosotros sino para la industria. Seguir leyendo ERIC SADIN: “LA PANDEMIA FUE COMO UNA BURLA A NUESTRA VOLUNTAD DE CONTROLAR TODO.” EDUARDO FEBBRO

LA POST-PANDEMIA Y EL CAPITALISMO QUE VIENE. MARCOS ROITMAN

PLANTAS LETALES

MARCOS ROITMAN ROSENMANN

MARCOS 2La versatilidad del capitalismo no tiene límite, salvo la extinción de la especie y el colapso del planeta. Pero mientras esto sucede, sus cambios se aceleran en busca de una mayor tasa de explotación e incremento de beneficios. Si la lucha por la apropiación del plusvalor es una de las características de la contradicción capital-trabajo, hoy nos enfrentamos a una reinvención de las formas de dominación, enajenación del excedente y construcción de hegemonía. El capitalismo digital se pone al día utilizando las nuevas tecnologías bajo la pandemia del Covid-19. Si hacemos historia, es un proceso similar al sufrido por el capitalismo histórico entre los siglos XVI y XVIII, donde la proto-industrialización y los descubrimientos científicos aceleraron el proceso de acumulación de capital y la revolución industrial. Sus fases van desde el capitalismo colonial, la esclavitud hasta el imperialismo y la consolidación de la dependencia industrial, tecnológica y financiera. Sin embargo, su evolución ha tenido reveses. Los proyectos emancipadores anticapitalistas han trastocado sus planes, aunque sea de forma momentánea. Las luchas de resistencia, los procesos revolucionarios y los movimientos populares han alterado su itinerario, obligándolo a retroceder. El siglo XX ha dejado una huella difícil de borrar en su desarrollo. Fueron dos guerras mundiales, seguido del holocausto nuclear no exento de conspiraciones, golpes de estado y procesos desestabilizadores cuyos efectos los reconocemos en un crecimiento exponencial de la desigualdad, el hambre, la miseria y la sobrexplotación de un tercio de la población mundial. En este recorrido, el fascismo, eje de la modernidad, se proyecta en el siglo XXI. El neoliberalismo asume sus principios y los gobernantes adoptan sus proclamas bajo un llamado a la xenofobia, el racismo y el discurso anticomunista. Como señaló George Mosse en su ensayo La nacionalización de las masas, Hitler y el nazismo se explican bajo un simbolismo, una liturgia y una estética que atrapó a la población bajo el culto al pueblo. Una nueva política que atrajo no sólo a los nacionalsocialistas, también a miembros de otros movimientos que encontraban su estilo atractivo y útil para sus propios propósitos. Léase Trump, Bolsonaro, Piñera o Duque.

En pleno siglo XXI, asistimos a tiempos convulsos. El capitalismo busca su reacomodo. Hacer frente a los problemas de organización, costos de explotación y reajustar la función del gobierno en la gestión privada de lo público. Igualmente debe pensar en una nueva división internacional de los mercados, la producción y el consumo. La digitalización, el big-data, la robotización y las tecnociencias se subsumen para responder a las lógicas del capital. Asimismo, la dinámica de la complejidad aplicada al proceso productivo fija pautas en la especialización flexible, la deslocalización y el proceso de toma de decisiones. La realidad aumentada acelera la concentración de las decisiones y el acceso inmediato a los datos modifica las lógicas de un poder que se hace más arbitrario, violento y omnímodo. El traslado del mando real del proceso de decisiones a una zona gris, de difícil acceso, facilita eludir las responsabilidades políticas o bien las oculta bajo el manto de la post-verdad o las mentiras en red.

La transición del capitalismo analógico al digital es ya una realidad. Algunos ejemplos nos dan pistas. Basta ver el mensaje lanzado por Inditex en España. El dueño de Zara, benefactor de la sanidad pública, hará desaparecer más de mil 200 tiendas en todo el mundo, bajo la necesidad de estar en sincronía con las nuevas formas de compra-venta on line. Así, realizará una inversión de mil millones de euros en su reconversión digital en dos años (2020-2022), destinando mil 700 millones para trasformar sus locales al concepto de tienda integrada. Un servicio permanente al cliente allá donde se encuentre. En otras palabras, tendrá en su dispositivo portátil una aplicación de Zara. En esta versión digital del capitalismo, otro de los cambios que llega para quedarse es el teletrabajo o trabajo en casa. Una vuelta de tuerca a la sobrexplotación. Los horarios, la disciplina y el control lo ejerce el trabajador sobre sí, lo cual supone un elevado nivel de estrés y jornadas ilimitadas. En cuanto a la educación, sólo en las universidades se baraja la idea de articular clases en las aulas con lecciones virtuales. Las lecciones presenciales irán perdiendo peso, hasta desdibujar el sentido que las vio nacer, forjar ciudadanía y aprender el valor de la crítica colectiva. La universidad se reducirá a expedir títulos donde el aprendizaje muta en autodidactismo.

El capitalismo post-pandemia acelera el cambio del mundo cotidiano. Las firmas digitales, las videoconferencias, el control biométrico, los diagnósticos por ordenador, son algunos de los cambios que terminarán generando una modificación antropobiológica del ser humano. Y tal vez en este sentido, la lenta sustitución del dinero en efectivo, por el pago con tarjetas será fuente no sólo de mayor control social y poder de la banca, supondrá una mayor exclusión social. Quiénes tendrán y quiénes no tendrán tarjetas de crédito o débito. Suecia anuncia que el papel moneda se extinguirá dentro de la siguiente década. Más pobres, más esclavos de los bancos. Ese es el futuro incierto del capitalismo que viene tras la pandemia.

Fuente: LA JORNADA

 

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