
Fidel, como José Martí, siempre concibió las decisiones políticas a partir de posiciones de principio y de valores morales no negociables, a la vez que con sentido del momento histórico y encomiable objetividad supo evaluar la correlación de fuerzas existente, así como adoptar las decisiones correspondientes a las exigencias políticas de cada circunstancia. Esta capacidad lo transformó en un estadista excepcional. El Che Guevara lo reconoce en su Carta de Despedida.
RAFAEL HIDALGO FERNÁNDEZ*PRIMERA PARTE
En pocas horas el líder histórico de la Revolución Cubana cumplirá 94 años. La ocasión es propicia para reflexionar sobre cómo fue la interrelación entre “Fidel Castro Ruz y la proyección internacional de la Revolución cubana”. El tema integra una de las muchas facetas de la realidad nacional que son objeto de deformación sistemática por la derecha internacional.
Estos dos artículos, ambos interrelacionados, tratan de expresar la gratitud que merece quien condujo la transformación de Cuba en baluarte internacional de dignidad, firmeza, solidaridad, internacionalismo y capacidad para encarar con éxito los más adversos desafíos internos y externos, a partir de la decisiva y consciente participación política de su heroico pueblo. Cada una de estas afirmaciones puede ser verificada por quien de forma sincera lo desee. Sobran los hechos que las avalan.
Los jóvenes que en América Latina y el Caribe luchan por cambios sociales y políticos en sus países son los destinatarios principales de ambos textos. Ellos, como es comprensible, no conocieron el magnetismo personal del líder cubano, no poseen una visión directa sobre las experiencias de construcción socialista en Cuba y, en cambio, las “conocen” principalmente por lo que desinforma la gran prensa de derecha en nuestro continente. Así lo ha confirmado el autor durante los últimos años.
Las experiencias de construcción socialista que el pueblo de Cuba protagoniza y asegura, no requieren de propaganda, sino de honestidad intelectual y de decisión para verificar los hechos que las avalan. Es este un llamado a esa honestidad y una invitación al estudio objetivo de la Revolución Cubana con sus inmensos logros humanistas; los inevitables errores de toda experiencia política, y que en su caso con valentía y honradez debaten la dirigencia del país y el pueblo; y las lógicas interrogantes de un trayecto histórico nuevo.
La osadía de las cubanas y cubanos al demostrar por más de 60 años que era falsa la tesis del “fatalismo geográfico”, al decidir, “contra viento y marea”, construir una sociedad socialista a 90 millas de la frontera sur del mayor y más brutal imperio de la historia, ¡claro que se paga caro, pero da sentido a la vida! Así piensa la mayoría revolucionaria. No constituye riesgo alguno asegurarlo.
Abordar la proyección internacional[1] de la Revolución Cubana es equivalente a reconocer, en primer lugar, el papel decisivo jugado por Fidel Castro Ruz como inspirador[2], arquitecto, conductor y ejecutor principal de la política exterior, así como su condición de actor clave de todas las acciones de alcance internacional desarrolladas por Cuba entre 1959 y el 2016. Implica, además, comprender la importancia de los valores morales y los principios éticos en cada una de sus actuaciones, tanto en la política interna como internacional.
Fidel, como José Martí, siempre concibió las decisiones políticas a partir de posiciones de principio y de valores morales no negociables, a la vez que con sentido del momento histórico y encomiable objetividad supo evaluar la correlación de fuerzas existente, así como adoptar las decisiones correspondientes a las exigencias políticas de cada circunstancia. Esta capacidad lo transformó en un estadista excepcional. El Che Guevara lo reconoce en su histórica Carta de Despedida.
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