

El Kiosco de Earle
Tres mariscales de campo (o de puente) regresaron sin gloria de Tienditas, frontera caliente de Venezuela y Colombia. Ese 23 de febrero sería la batalla final y, mediante la entrada -sí o sí- de la “ayuda humanitaria”, la liberación definitiva del país. Los presidentes de Paraguay, Chile y Colombia estuvieron allí, pero hubieron de regresar sin combatir, que es lo peor que le puede pasar a un mariscal de campo, trocha o rastrojos, que también los hay.
Henrique Capriles se metió a loquero y le dio por psicoanalizar a la Machado: “Cada loca con su tema”, diagnosticó, de lo más freudiano. El manicomio de la ultraderecha se le amotinó. La paciente, si no es, se hizo. Consciente de su costoso desvarío, Capriles se radicalizó para que la derecha lo perdone. Pide más sanciones, le jala al autroproclamado comparándolo con Bismarck y recurre al método para ganar puntos de Ramos Allup: insultar a Chávez. La paciente Machado no se da por aludida y lo que hace es mirar la luna fijamente y contar los deditos de sus manos, como la otra.
Después de robarse Citgo, previas sanciones a PDVSA y complicidad del autoproclamado, quien nombró un procurador que le dijo a Cristallex (demandante) cómo quedarse con su defendida (demandada), Donald Trump siguió dándole rienda suelta al destino manifiesto del imperio y decidió comprar Groenlandia, la isla más grande del mundo (después de Australia). La respuesta del reino de Dinamarca (palabras más, palabra menos, como dice el lugar común) fue tajante: “¡Groenlandia no es Citgo!”. Para que le quedara más claro, los daneses agregaron: “¡Ni está gobernada por un autoproclamado cualquiera!”.
Fuente: CORREO DEL ORINOCO
El vocablo es de Henrique Capriles. Lo extrae de Bolton, el más halcón de los halcones, al menos por la lengua.Es el pistolero fanfarrón que solo conoce el lenguaje de su Colt 45.
Capriles encasqueta el nuevo «ismo» a los ultraderechistas que, aunque bravucones, esperan que EEUU les haga el trabajo. No se debe confundir boltonismo con botulismo. Bolton es un fanático de la opción militar, la invasión y la muerte, un tipo de mentalidad plana y mediocridad redondita. Sus discípulos lo aman.
La derecha arremete contra Capriles no por diagnosticar sicológicamente a María Machado, sino por meterse con Bolton, enemigo jurado de todo diálogo. Le exige que deje en paz a este enemigo de la paz.
Fuente: El Kiosco de Earle
Los de mí época dirán que es un disco rayado. La muchachada de ahora, que es un chip. Pero la cantaleta es la misma: se meten en un golpe militar y después gimen que era una misa de aguinaldo al aire libre. Es el reiterado “yo no fui” de una derecha que en 20 años, no ha podido superar su caletre viral. Impresiona cómo el joven autoproclamado este 2019, se parece cada día más al anciano autojuramentado en 2002. El mimetismo tiene una exactitud que no se da en la naturaleza.
El 30 de abril se fueron al distribuidor Altamira, convocaron a sus carreadas masas, llevaron militares, tanquetas, ametralladoras, fusiles y municiones ocultas en guacales de cambures (una turista gringa exclamaría: “¡oh, propio banana country!” Cuando la asonada fue abortada y la estampida se zambulló en las embajadas comprometidas, dijeron que solo era un acto para presentar a Leopoldo López ante un público ansioso de verlo, tanto, que nunca llegó.
En 2002, al sabotaje petrolero lo llamaron “paro cívico”, el mismo que luego se incivilizó y se les escapó de las manos. Al golpe lo bautizaron “vacío de poder” y a los golpistas, “militares preñados de buenas intenciones”. Aunque sus firmas estaban allí, todos negaron haber rubricado el “Decreto de Carmona”. Dijeron que era un papel en blanco, una lista de asistencia y cosas por el estilo. Nada, el mismo disco rayado. O algo más cool, el mismo chip.
Trump, según el canciller español, es el cowboy que dispara desde la cintura, mezcla de Búfalo Bill, exterminador de indios y bisontes; Bat Masterson, pistolero y tahúr; Wyatt Earp, quien tenía en su Colt 45 al marshall, fiscal, juez y verdugo, y Billy The Kid, precoz asesino racista, entre cuyos muertos no marcaba en la cacha de su pistola “indios ni mexicanos” por no considerarlos humanos. De su lado, en el canciller hispano se mezclan Pizarro y Lope de Aguirre. Con esta gente bregamos.
Fuente: Ciudad Caracas