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RICARDO ALARCÓN DE QUESADA: LA EMIGRACIÓN ES PARTE DE LA NACIÓN CUBANA

ESTHER BARROSO SOSA


Ricardo Alarcón De Quesada

A los 84 años, después de haber sido representante de Cuba ante la ONU, ministro de Relaciones Exteriores y presidente del Parlamento durante dos décadas, entre otras funciones políticas, dedica sus días a “cosas como éstas”, es decir, a dar entrevistas, como la que le hemos solicitado para la serie de TV Relatos in(contables), una propuesta audiovisual aún en ciernes. Incluso conociendo que la grabación no tiene fecha de transmisión, no ha dudado en aceptar.

Enciende un tabaco solo después de concluida la larga conversación sobre un tema que le apasiona. Y es entonces cuando ante mi insistencia, responde: “Sí, estoy escribiendo algo sobre mi vida, pero si voy a contar todo lo que sé…” La respuesta inconclusa es probablemente más caliente que el habano que ya se consume mientras nos despedimos. Yo, con la promesa de publicar íntegramente y en letra impresa lo narrado. Él, recreándose con las formas que dibuja el humo de su puro.

Ricardo Alarcón de Quesada es descendiente de la familia de la segunda esposa del Padre de la Patria cubana: Ana de Quesada y Loynaz (1843-1910), quien murió en París, como una emigrada más y después de un breve paso por los EE.UU., a donde Carlos Manuel de Céspedes la envió intentando protegerla de los rigores de la manigua y de las amenazas que ya rondaban al presidente depuesto de la república en armas.

 El tema nación-emigración no ha sido ajeno para Alarcón. Todo lo contrario. Y no solo porque antecesores suyos estén dispersos por diversos sitios del mundo, sino porque él fue uno de los gestores del primer diálogo entre el gobierno revolucionario cubano y un grupo representativo de la comunidad cubana en los EE.UU.

Desde 1966 y hasta 1978, Alarcón permaneció en Nueva York, como Embajador-representante permanente de Cuba ante las Naciones Unidas. Desde allí fue testigo del nacimiento y evolución de iniciativas que buscaban un acercamiento, muchas veces crítico, a Cuba y a su Revolución. Organizaciones como Juventud Cubana Socialista, revistas como Areíto y Joven Cuba, el Instituto de Estudios Cubanos o la Brigada Antonio Maceo -con su impactante primer viaje a la Isla a finales de 1977-  fueron algunos de los antecedentes del Diálogo que finalmente se celebraría el 20 y 21 de noviembre de 1978, luego de una conferencia de prensa en septiembre en la que Fidel invitó a  personas representativas de la comunidad a venir a la isla con ese fin, con la única condición de que no acudieran cabecillas de la contrarrevolución ni terroristas en activo.

Participaron 75 miembros de la comunidad cubana en los Estados Unidos y 140 en un segundo encuentro celebrado el 8 de diciembre. Alarcón fue uno de los 9 dirigentes cubanos que, encabezados por Fidel, conformaban la representación del gobierno de la isla.

Esther: Poco antes de la celebración del Diálogo de 1978 usted acababa de regresar de la Misión de Cuba ante la ONU. Allí había vivido la experiencia del acercamiento de cubanos emigrados que tenían el interés de reencontrarse con su país. Se planteaban una visión acerca de la Revolución cubana diferente a la de los elementos más radicales de la derecha de la comunidad cubana en ese país. ¿Cómo ocurrió ese acercamiento, qué recuerda de esa etapa en Nueva York? 

Alarcón: Los diálogos de 1978 con la Comunidad fueron parte de un proceso interesante de acercamiento. Surgieron la Brigada Antonio Maceo y otros proyectos y todo cambió en aquel momento y cada vez va cambiar más. Fue en la Misión de Cuba ante la ONU, en Nueva York, donde comenzó todo eso. Yo era el único en aquella mesa que conocía a casi todos los cubanos emigrados que participaron en la reunión.

Desde que yo llegué a Nueva York tuve mucha relación con cubanos que estaban en la emigración. Eso no es posterior a la Revolución. No haces más que llegar allí y descubres que montones de cubanos que llegaron a EE.UU., muchos de ellos ilegalmente, en su origen habían recibido una visa B-29, un tipo de visa que daba EE.UU. para visitantes, y la clasificación era con la letra B y por 29 días.

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