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LECTURAS NAVIDEÑAS: NOTAS SOBRE UNA ARTICULACIÓN PLEBEYA. ENRIQUE UBIETA GÓMEZ

En Cuba no hay ni habrá cacerías de brujas. Tampoco impunidad. Los cubanos respetamos a quienes defienden criterios discrepantes de forma honesta. No son enemigos. Dialogamos, debatimos, confrontamos. Pero décadas de enfrentamiento al imperialismo nos han enseñado a descubrir la doble moral enemiga, la piel de oveja sobre el cuerpo del lobezno

Contra la violencia reaccionaria se irguió la Revolución. Y estableció un referente ético, político, humano, de justicia social, de inclusión, de democracia Foto: Internet

ENRIQUE UBIETA GÓMEZ

Una buena amiga, a la que comenté que en estos días navideños leía y releía algunos textos que expresaban sentimientos e ideas de un pequeño grupo intelectual que se arroga la representación de las mayorías en un manifiesto que llaman Articulación plebeya, y que me disponía a escribir sobre los temas que abordan, me sugirió un título: lecturas navideñas. No lo tomé en serio cuando lo dijo, pero después recordé que existieron unas Pascuas sangrientas en el ya lejano 1956, cuando la violencia de Estado ejercida por la dictadura de Batista le arrancó la vida, en apenas tres días, a 23 jóvenes cubanos. Como uno de los temas tratados es, precisamente, el de la violencia de Estado, el título me pareció pertinente. Cada asesinato, cada detenido torturado durante la dictadura batistiana, enardecía más al pueblo, porque si algo no admite el cubano es el abuso, el uso abusivo de la fuerza. La Revolución fue la respuesta a la violencia que le era consustancial al capitalismo neocolonial cubano: a la injerencia del Procónsul estadounidense (los presidentes del imperio ni siquiera se tomaban el trabajo de visitar este «paisito»), la de los marines yanquis sobre la estatua de Martí en el Parque Central o en los garitos y bares de La Habana, la del golpe de Estado que situaba en la presidencia al hombre más allegado a los intereses de Washington, la de las enormes diferencias entre ricos y pobres, o la que se ejercía, física o moral, contra las mujeres, los negros, los campesinos…

La serie televisiva Coisa mais linda producida por Netflix en Brasil –—ahora en nuestras pantallas—, ubica su trama entre los años 1959 y 1960; la sola presentación, no diría que frontal, pero sí lo suficientemente visible, del papel asignado a las mujeres y a los negros por la sociedad de la época, golpea al espectador cubano. No se trata solo de que nuestra mirada haya evolucionado. En aquellos años, precisamente, la Revolución removía en Cuba los viejos cimientos mentales e institucionales del racismo y del machismo. Una Revolución dentro de una Revolución, la calificó Fidel. No pocas películas del recién creado Icaic reflejaron ese acto revolucionario, necesariamente violento (porque enfrentaba una violencia histórica, institucionalizada) de liberación de la mujer cubana, y en general, de los oprimidos todos. Los cambios no se producían por decreto: los imponía la acción protagónica de las masas compuestas de individuos conscientes. Y el diálogo. La primera premisa del diálogo fue la alfabetización, la enseñanza general y gratuita. «No les pido que crean, les pido que lean», instaba Fidel. El diálogo creció en la Plaza, en los centros de trabajo, en las aulas; se convocó para aprobar declaraciones, congresos, constituciones, lineamientos, ayudas internacionalistas.

Cuando se repasan las luchas por la igualdad racial y de género en los Estados Unidos y en el Brasil de los años 60 del siglo pasado, se comprende cuánto había avanzado este pequeño archipiélago. Barack Obama había presumido en La Habana del significado de su elección como presidente, obviando, por supuesto, las más profundas enseñanzas de las décadas de los 60 y de los 70. La admiración de Malcolm X por la Revolución cubana y la rápida radicalización de su pensamiento tenían de trasfondo un contexto internacional de luchas populares. De ser líder de los negros, el afroamericano se había transformado en líder de los oprimidos, en un luchador anticapitalista. Ese cambio radical le costaría la vida.

Con los años, la Revolución ha podido visibilizar nuevos espacios de injusticias, y expande su fuerza rectificadora sobre ellos: el camino hacia la justicia total nunca termina. El cambio que necesita el mundo no es cosmético: para acabar con la depredación del medio ambiente —que nos trae estos virus «nuevos»—, con la violencia clasista, de género, racial y cultural —formas autónomas de violencia, pero interdependientes—, para refundar la democracia sobre bases diferentes a las ya inoperantes de la burguesía, y acceder a la justicia social, premisa de la verdadera libertad individual, para que la nave llamada mundo no naufrague, con sus ricos, sus pobres y sus desahuciados, todos pasajeros del mismo barco, es necesario un cambio de paradigmas, de modos de vida, de concepciones sobre el éxito y la felicidad.

Contra la violencia reaccionaria se irguió la Revolución. Y estableció un referente ético, político, humano, de justicia social, de inclusión, de democracia. Por eso resulta tan extraño que ese grupo clame por establecer un «nuevo» referente que huele a viejo. No puede obviarse el contexto: el imperialismo es más agresivo, acude a métodos que abiertamente contradicen la legalidad internacional, mientras la inmensa mayoría de los cubanos aprueba una Constitución que proclama el Estado socialista de Derecho. El imperialismo abandona el marco legal y ético del sistema burgués, que ya no logra sostener y reproducir su poder, y promueve golpes de Estado, fraudes electorales, asesinatos selectivos, golpes quirúrgicos, invasiones, bloqueos económicos y militares; pero hay una «izquierda» sistémica al capitalismo que persiste en enarbolar aquel marco inoperante, y une su voz y su firma a la de representantes de la derecha, y a la de conocidos e impresentables mercenarios.

Los conceptos que se proclaman de forma abstracta, el capitalismo los hace suyos. Sus portadores en Cuba se miran arrobados en el espejo roto de la Constitución del 40, de la República neocolonial. El pluralismo político (y el pluripartidismo, que defienden, algunos de forma sutil, otros abiertamente), es la base sobre la que se erige la violencia capitalista: dentro del sistema, todo, porque el dinero construye la hegemonía, y da gato por liebre. Como acertadamente dice el filósofo español Carlos Fernández Liria: «es absurdo alardear del hallazgo político de la división de poderes, ahí donde el poder no es político, sino económico».

¿De verdad creen los firmantes del manifiesto, que la supresión «del lenguaje político polarizante, [es la] condición para la superación de todas las formas de violencia y desigualdad»?, ¿creen de verdad que estos tienen su origen en el lenguaje polarizante? La «reconciliación» de la que hablan, ¿es entre explotados y explotadores, entre servidores del imperialismo y defensores de la independencia y la justicia social? «El “todos” de Martí, por lo tanto, no es meramente cuantitativo —insistía Cintio Vitier en mayo de 1995, en un panel en el que tuve el honor de participar—, parte de un abrazo de amor, pero también de un rechazo crítico, rechazo que no es inapelable pero que solo puede convertir en abrazo si los que engañan, yerran o “mienten”, aceptan la tesis central del discurso, que es la viabilidad histórica de una Cuba independiente y justa». Aunque desde el punto de vista semántico Patria y Socialismo no son lo mismo, lo son desde un punto de vista histórico: sin socialismo, solo nos queda el regreso al capitalismo neocolonial.

Los revolucionarios cubanos vemos cómo algunos intentan aplicar, metódicamente, los consejos de las llamadas (contra)revoluciones de colores en Cuba, para nada pacíficas. ¿Nos sentamos a observar?, ¿los dejamos hacer? Se comportan con cinismo los supuestos plebeyos cuando dicen rechazar toda acción estatal violenta. Néstor Kohan, un marxista argentino de sólida formación crítica, amigo de algunos de los autores –el dato no es superfluo, porque su malestar se ajusta a principios-, narraba así encuentros anteriores con ellos:

«En una de esas discusiones, escuché que me decían “Aquí, Néstor, [se trata de Cuba. N.K.], hay una DICTADURA” [sic]. Luego de refrenar mi tentación de carcajada, les pregunté: ¿Ustedes alguna vez han estado presos? Yo sí. ¿Ustedes alguna vez han enfrentado a la infantería de la policía con sus bastones, sus escopetas y fusiles recortados? Obviamente la respuesta fue negativa. Y continué: ¿Ustedes han participado en manifestaciones donde las fuerzas de represión y sus carros de asalto disparan los proyectiles de gases lacrimógenos directamente a la cara de la gente que se manifiesta? (…) En otra de las discusiones, algunos años después, me tomé el atrevimiento de dar un consejo. Como si fuera un viejo sabiondo y no un don nadie, simple militante de base. No aceptes dinero de la gente que te ofrece un blog de internet «para que escribas lo que tú quieras». En realidad, la frase exacta que pronuncié, en buen tono porteño de Argentina, fue: “para que escribas lo que vos querés”. NADA ES GRATIS, hermano. Si te ofrecen eso, siempre hay un peaje que pagar. Y nunca confundas al Vaticano con Camilo Torres… porque no son y nunca fueron lo mismo. Evidentemente no he sido un buen consejero. No me han hecho caso».

En Cuba no hay ni habrá cacerías de brujas. Tampoco impunidad. Los cubanos respetamos a quienes defienden criterios discrepantes de forma honesta. No son enemigos. Dialogamos, debatimos, confrontamos. Pero décadas de enfrentamiento al imperialismo nos han enseñado a descubrir la doble moral enemiga, la piel de oveja sobre el cuerpo del lobezno. Al final, este siempre salta.

Fuente: GRANMA

FREI BETTO:“EL FUNDAMENTALISMO NACE LIGADO AL PODER POLÍTICO”. ENRIQUE UBIETA GÓMEZ

ENRIQUE UBIETA GÓMEZ

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Praga, Foto © Virgilio PONCEEs la segunda vez que entrevisto a Frei Betto. La primera, en 1995, en Buenos Aires, durante el Seminario Continental “Perspectivas de Liberación en América Latina”, que convocaba la revista América Libre, de la que fue director. Han transcurrido casi 25 años, y el mundo es otro. El síndrome de la desesperanza y de la renuncia, provocados por la caída de los países del entonces llamado “socialismo real”, fue rebasado. En aquella entrevista Frei Betto me decía:

Vivimos un momento de oscuridad, de desencanto, un momento muy difícil, pero un momento también en que se percibe que el proyecto capitalista no presenta soluciones para los grandes desafíos de la humanidad  (…) Soy optimista en el sentido de que la historia no ha terminado, al contrario, la historia es cada vez más conflictiva, más contradictoria, y eso va a hacer que la gente busque nuevas salidas, nuevos paradigmas, nuevas formas de lucha por la liberación.

Por otro lado, yo estoy convencido de que no hay futuro para la humanidad fuera del socialismo, no hablo de este o de aquel modelo de socialismo, hablo de lo que propone la Biblia: no se puede vivir sin compartir los bienes de la tierra y los frutos del trabajo humano.

Tres años después arribaría Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela y en América Latina se reabriría, por la vía de las elecciones, el camino al socialismo. El imperialismo, desde luego, encontró a sus peones en la región y desató una guerra abierta contra los pueblos y los dirigentes rebeldes. En esa guerra participa de manera destacada el fundamentalismo religioso, siempre aliado al poder imperialista. Precisamente, sobre el factor subjetivo, advertía en 1995 Frei Betto:

El desafío más difícil para nosotros, revolucionarios y cristianos –porque en mi concepción todo cristiano tiene que ser un revolucionario–, es construir el hombre y la mujer nuevos. Por eso tenemos que hablar cada vez más de la subjetividad humana en los procesos políticos. Si tú me preguntas cuál ha sido la causa del desplome del socialismo en Europa yo respondería, hay muchas, pero una de las causas ha sido la deficiente atención a la subjetividad humana.

Esta vez conversamos durante su desayuno, en el Hotel Nacional de La Habana, una hora antes de que se inicie la segunda jornada del Diálogo entre Ciencia y Teología sobre la Justicia Climática, la Justicia de Género y la lucha contra los fundamentalismos (25 y 26 de noviembre de 2019). Mi intención es abordar su visión sobre este último tema.

¿Cómo diferenciar el conservadurismo del fundamentalismo religioso?

Yo diría que los conservadores son aquellos que tienen una visión tradicionalista de la religión, que tienen dificultad para adecuar el mensaje religioso a los avances de la ciencia y del pensamiento humanos, de la filosofía. Son personas muy aferradas a nociones que fueron propias de su niñez, de su catequesis, de su formación religiosa, de cuando eran muchachos. Y muchas veces los avances de la Iglesia crean problemas en sus conciencias. Por ejemplo, en el catolicismo hay muchos curas y obispos que todavía tienen dificultad para aceptar las conclusiones del Concilio Vaticano II, porque fueron formados en una teología más tradicional, una teología que no admitía, por ejemplo, la participación de las mujeres en la Iglesia, no admitía la misa en lenguas vernáculas, que concebía la misa en latín. Eso son los conservadores. Ahora, los fundamentalistas son aquellos que utilizan la religión para imponer su poder político…

¿El fundamentalismo nace ya con una proyección política?

Nace ligado al poder político. Esto empezó con fuerza en los Estados Unidos, cuando descubren que a través del evangelismo se podía movilizar a las masas, o quizás también cuando Rockefeller constata que la teología de la liberación es más peligrosa para los intereses de los Estados Unidos en América Latina que el marxismo. Yo creo que el ejemplo más reciente del fundamentalismo está en Pat Robertson, que es el dueño de la Coalición Evangélica y de un sistema de medios de comunicación en los Estados Unidos; ese hombre fue responsable de la elección de Bush y ejerció mucha influencia en la elección de Trump. Se trata de hacer que la gente considere que existe una intervención directa de Dios en la elección de los candidatos: Trump tiene que ser elegido porque solamente él es capaz de garantizar que los valores religiosos sean preservados, la lucha contra el aborto, contra el matrimonio igualitario, contra todo lo que huela a comunismo, a izquierdismo, a progresismo, porque existe un “vínculo simbiótico” entre democracia y capitalismo, solamente hay democracia donde hay capitalismo, todo capitalismo es democrático. Entonces, mi temor es que dentro de algunos años, como pasó ahora en Bolivia, esa gente empiece a tomar las armas, que se estructure la versión cristiana fundamentalista del fundamentalismo islámico: ataques, bombas, violaciones. Seguir leyendo FREI BETTO:“EL FUNDAMENTALISMO NACE LIGADO AL PODER POLÍTICO”. ENRIQUE UBIETA GÓMEZ

POR UNA CULTURA DE VIDA DIFERENTE. ENRIQUE UBIETA GÓMEZ

La ideología revolucionaria, aún cuando sea la vencedora en una Revolución, convive en permanente combate con la ideología contrarrevolucionaria. No llega empaquetada como regalo de cumpleaños: avanza entre obuses y minas enemigas.

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ENRIQUE UBIETA GÓMEZ

En la historia, los cubanos siempre han interpuesto algún recurso de impugnación a las declaraciones derrotistas: ante el Pacto del Zanjón (la firma en 1878 de un pacto de paz sin independencia con España), la Protesta de Baraguá ese mismo año y luego la Guerra de 1895; ante la debacle del llamado campo socialista europeo, el grito de «socialismo o muerte»; una tradición cultural que engendró y sostuvo a la Revolución antes y después de su triunfo en 1959.

Es una combinación de fe en la victoria –irreconciliable con la idea de la derrota– y de no aceptación de compromisos desmovilizadores, que nos hagan desistir del ideal soñado. «Convertir el revés en victoria», es la frase que Fidel enarboló ante el fracaso de la llamada Zafra de los Diez Millones en 1970, y que puede tomarse como símbolo del espíritu de la Revolución Cubana.

La guerra de las conciencias, la que transcurre en los medios, intenta pautar esa fe y achicar la noción de lo posible. En la década de los noventa, declaró el fin de la historia, es decir, la imposibilidad de superar el capitalismo. Sin embargo, a partir de 1998 fue evidente que la historia se movía y mucho, al menos en América Latina y el Caribe. Veinte años después se habla del fin del ciclo de las izquierdas. Pero los hechos demuestran lo contrario: los pueblos de la región no han renunciado a sus sueños de paz y justicia social, la ofensiva imperialista no se apoya en la reconquista del electorado, sino en actos criminales, golpes de estado, enjuiciamiento de líderes de izquierda que tendrían las mayores posibilidades de victoria en las urnas, asesinato de líderes políticos y sociales.

La ofensiva imperialista intenta arrasar con cada gobierno o líder rebelde, se apropia con cinismo del discurso tradicional de la izquierda y deshuesa sus contenidos, para mellar su alcance. A pesar de ello, casi la mitad del electorado colombiano votó por un candidato de izquierda, y en México no fue posible arrebatarle el triunfo, como otras veces, a López Obrador.

Sin embargo, los triunfos electorales de la izquierda descolonizadora y no sistémica –son no sistémicos todos aquellos gobiernos que rompen un eslabón de la cadena de control imperialista, por pequeño que sea– expresan una «rotura del sistema», porque este es infranqueable, no está hecho para que esa izquierda venza.

Ello no minimiza la conquista, ni escamotea el trabajo en las bases, pero ubica en su contexto el resultado. Una vez conseguida la victoria, la izquierda no puede olvidar que no solo hay que entregar tierras y casas, que no basta con legislar a favor del pueblo; el impulso concientizador de la victoria debe conducir a un cambio de paradigma de vida, debe convertir a las masas en colectividades de individuos, en protagonistas, para iniciar la construcción permanente de una cultura diferente a la capitalista.  Seguir leyendo POR UNA CULTURA DE VIDA DIFERENTE. ENRIQUE UBIETA GÓMEZ

EL REFORMISMO EN CUBA (1898-1902): CARTAS REVELADORAS. ENRIQUE UBIETA GÓMEZ

  Este texto es un fragmento del libro “Cuba ¿revolución o reforma?” (2012).
ENRIQUE UBIETA GÓMEZ / DIALOGAR, DIALOGAR / CUBADEBATE

En septiembre de 2001, asistí como ponente a uno de los maratónicos congresos de la Latin American Studies Association (LASA) en Washington. Permanecí en la ciudad otros dos meses, en una fructífera revisión de la papelería manuscrita de José Ignacio Rodríguez, que se conserva en la Biblioteca del Congreso. Se comprenderá por las fechas de mi estancia, que viví el estupor que causó en todos los hombres y mujeres honestos del mundo el desvío de los aviones civiles y el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York, y el ataque al Pentágono, en la capital estadounidense.

Viví la histeria belicista que preparó los ánimos para la invasión a Afganistán e Iraq, y el renacimiento del movimiento civil norteamericano contra la guerra.

La pesada puerta de la Biblioteca del Congreso en Washington separaba dos mundos lejanos pero semejantes: afuera, manifestaciones populares que denunciaban la guerra y el terrorismo de Estado, mientras algunos congresistas y políticos cubano-americanos cabildeaban para hacerle más dura la vida a quienes en la Isla de sus orígenes se atrevieron a enarbolar el ideal de independencia absoluta. Adentro, en disímiles caligrafías que transparentaban el temperamento de los autores y en ocasiones, el humor del día, aparecían, desnudos ante mis ojos, personajes y personajillos decimonónicos que conspiraban en Washington y en La Habana para evitar que se produjera la independencia cubana. Las cartas tienen un destinatario: José Ignacio Rodríguez. Y un contexto histórico preciso: los años de la primera ocupación militar norteamericana (1898-1902), después de la derrota de España en la guerra hispano-cubano-americana, aunque algunas misivas son de fechas anteriores y otras de fechas posteriores. El diálogo epistolar se produce entre autonomistas y anexionistas, las dos tendencias políticas del reformismo insular decimonónico.

Cabe una aclaración: en la historiografía cubana se acepta sin dificultad que el autonomismo es una corriente reformista, pero algunos autores dudan al calificar el anexionismo. Dos razones parecen interponerse: la creencia de que toda solución violenta es revolucionaria y la errada suposición de que la anexión es una solución radical. Ni lo uno ni lo otro. Se puede ser violento y reformista (y viceversa), y ninguna solución que apostara por la anexión podía solucionar los problemas de la nación desde su raíz. Creo que el anexionismo, por su dependencia de un poder externo que garantice los límites del cambio al que aspira, es esencialmente reformista. Las décadas que transcurren entre el fin y el inicio de los siglos XIX y XX, ofrecen suficientes evidencias de esta confluencia de propósitos e intereses.  Seguir leyendo EL REFORMISMO EN CUBA (1898-1902): CARTAS REVELADORAS. ENRIQUE UBIETA GÓMEZ

VENEZUELA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ. ENRIQUE UBIETA GÓMEZ

Enrique Ubieta

ENRIQUE UBIETA GÓMEZ 

“¡Defiéndannos, ustedes que saben escribir!”, le pedía una anciana a Carpentier y a los intelectuales que lo acompañaban, en julio de 1937, a su paso por un pequeño pueblo castellano, muy cerca de la asediada capital española. El escritor cubano recogería la anécdota en las crónicas sobre el II Congreso Internacional en Defensa de la Cultura que publicaría en la revista Carteles [1]. La exigencia tenía un fundamento: el pueblo español nos defendía a todos con las armas en las manos.

Alejo Carpentier. Crónicas publicadas en la revista Carteles:
 “!Defiéndannos, ustedes que saben escribir!”. Imágenes: Internet.

No hay cultura sin hombres y mujeres concretos. Bertolt Brecht lo había dicho durante el I Congreso, celebrado dos años antes en París: “Compadezcámonos de la cultura, ¡pero compadezcámonos primero de los hombres! La cultura estará salvada si los hombres se salvan”. Aquel primer encuentro atisbaba el peligro: el nazifascismo amenazaba con desbordarse, mientras las burguesías “democráticas” de Europa apostaban a que el golpe fuese en dirección a la entonces joven Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Ser de izquierdas, para los intelectuales del 30 —como en los 60 o en la primera década del siglo XXI, tras la esperanza de la revolución bolivariana—, era una toma de partido por la cultura, por los seres humanos, que se aferraba a proyectos concretos. Pero en el París de 1935 todavía un segmento de la izquierda intelectual divagaba en reclamos abstractos y oponía o al menos incomunicaba, la libertad de los seres humanos y la de los creadores. Seguir leyendo VENEZUELA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ. ENRIQUE UBIETA GÓMEZ

ELOGIO DEL PELOTERO CUBANO. ENRIQUE UBIETA GÓMEZ

Foto: Ricardo López Hevia

Sé que estas palabras se moverán a contracorriente, que el consenso que existe no respalda mi fe. Pero los consensos no son verdades, se construyen. A veces, expresan realidades; a veces, las producen. Un lento y arduo proceso de construcción ha convencido a muchos de la superioridad del profesionalismo (que no es igual a profesionalidad) en el deporte, sobre el ya casi extinto ideal del amateurismo. Y ese convencimiento –sobre el que pesan mitos, argumentos y deserciones bien remuneradas: toda una estrategia de imposición persuasiva–, ha disminuido nuestra autoestima en el deporte nacional. El más reciente Clásico Mundial –no por la ubicación conseguida en él, sino por las sucesivas derrotas que sufrió nuestro equipo en la segunda etapa, la última por nocaut– ha sido, para decirlo en términos beisboleros, el puntillazo. Algunos han dicho, supongo que sin alegría, «al fin podemos apreciar el nivel real del béisbol cubano».

No estoy de acuerdo con esa frase. Mi posición no pretende que se ignoren deficiencias y carencias actuales –organizativas, técnicas, incluso conceptuales– que sin duda afectan a nuestro deporte nacional, desde sus bases hasta el nivel superior. Durante décadas sostuvimos una Serie Nacional de alta calidad, a pesar de que el número de equipos y peloteros involucrados no se correspondía con la cantidad de habitantes en el país; en realidad, tampoco se «corresponde» la cantidad de médicos, de científicos o de bailarines clásicos, para solo citar tres ejemplos, pero de eso se trata cuando se habla de Revolución. Ello no significa que hoy, ante circunstancias nuevas, no podamos reestructurar la Serie y disminuir la cantidad de equipos contendientes ­–aunque esa no es la solución real–, para mantener la calidad.

Pero sobre estos y muchos otros temas, ya se ha escrito.

Quiero exponer mis criterios personales sobre aquellos tópicos que sobrepasan lo estrictamente deportivo, y que sin embargo lo condicionan. Porque la derrota transitoria del sistema deportivo socialista –que el atleta de alto rendimiento sea un profesional no significa que aceptemos gustosamente las reglas del profesionalismo; el socialismo no puede prescindir del mercado, pero se opone por esencia al mercantilismo en el arte y en el deporte–, es una de las consecuencias naturales de la derrota transitoria del ideal socialista. Dejaron de existir los escenarios internacionales de prestigio para el deporte amateur, y la guerra en torno al deporte cubano, y al béisbol –que es parte de la identidad nacional, de la autoestima que la Revolución sembró en el pueblo–, se intensifica.   Seguir leyendo ELOGIO DEL PELOTERO CUBANO. ENRIQUE UBIETA GÓMEZ

LAS COORDENADAS DE LA UTOPÍA. ENRIQUE UBIETA

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ENRIQUE UBIETA / GRANMA

Vivimos tiempos difíciles. La tierra que antes se divisaba en el horizonte y que nos compulsaba a remar con fuerza, sin reparar en obstáculos y sacrificios, se desdibujó en los años noventa; los agoreros del Apocalipsis dicen y repiten que no podrá alcanzarse, que apenas era un motivo literario que nos ayudaba a crecer, lo que nos dejaría a solas con el presente, un presente que sin pasado y sin futuro, sin una visión móvil, un desde y un hacia, se convierte en charco sucio, en agua estancada. Ciertas tendencias en la literatura, el teatro o el cine —y fuera o dentro del arte, en la crítica social—, son el reflejo del corte de luz, de la falta de percepción de (o la renuncia a) un horizonte. Son miradas miopes —no ven más allá de lo inmediato— que las trasnacionales promueven, las que establecen el nuevo dog­ma que debe paralizar la navegación. Un profesor de fotografía decía a sus alumnos, mientras mostraba la foto de un anciano desvalido que pasaba junto a un almendrón roto: esta es la imagen que tipifica a Cuba en el mundo. La que ellos quieren, desde luego. Es una verdad a medias decir que el arte refleja la realidad, también la construye.  Seguir leyendo LAS COORDENADAS DE LA UTOPÍA. ENRIQUE UBIETA

SER REVOLUCIONARIO EN CUBA, HOY

ENRIQUE UBIETA GÓMEZGRANMA

monte-de-banderas-3¿Qué significa ser revolucionario? Los estudiosos del marxismo saben que el partido socialdemócrata se fracturó en sus orígenes: los reformistas, que en lo adelante se alejarían cada vez más de las concepciones de Marx, se quedaron con el nombre y los revolucionarios crearon el partido comunista. La polémica «re­forma vs. revolución» tiene una larga historia.

Ahí están los textos de Lenin, de Rosa Luxem­burgo, entre otros.

Pero la definición o la opción revolucionaria, y su existencia práctica, no son exclusivas de un partido o de una clase social, aunque sí de una época. Los burgueses fueron revolucionarios en su momento y el movimiento anticolonial en la era del imperialismo tuvo por lo general un carácter revolucionario. José Martí creó el Partido Revolucionario para lograr la independencia de Cuba, y dicen que hablaba de la revolución necesaria que habría de iniciar una vez alcanzado el poder.

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La Patria posible

Enrique Ubieta Gómez
Fuente: Blog La Isla Desconocida

centroTodos los accesos al campo de batalla han sido minados. El campo es un círculo cerrado, y en él, un grupo de “ofendidos” apedrea al “ofensor”. Si te unes a los que lanzan piedras, “defiendes” la libertad de expresión, la diversidad; si tratas de defender el derecho a opinar, y reconoces algún atisbo de verdad en la opinión del que se pretende estigmatizar, eres un censor. Las advertencias son claras: el articulista que ha desatado la ira –y propiciado el contraataque que, esperan ellos, constituya una lección definitiva para todos los que piensan como él–, es “vil”, “mezquino”, “un ser de las sombras”. Seguir leyendo La Patria posible