A los 84 años, después de haber sido representante de Cuba ante la ONU, ministro de Relaciones Exteriores y presidente del Parlamento durante dos décadas, entre otras funciones políticas, dedica sus días a “cosas como éstas”, es decir, a dar entrevistas, como la que le hemos solicitado para la serie de TV Relatos in(contables), una propuesta audiovisual aún en ciernes. Incluso conociendo que la grabación no tiene fecha de transmisión, no ha dudado en aceptar.
Enciende un tabaco solo después de concluida la larga conversación sobre un tema que le apasiona. Y es entonces cuando ante mi insistencia, responde: “Sí, estoy escribiendo algo sobre mi vida, pero si voy a contar todo lo que sé…” La respuesta inconclusa es probablemente más caliente que el habano que ya se consume mientras nos despedimos. Yo, con la promesa de publicar íntegramente y en letra impresa lo narrado. Él, recreándose con las formas que dibuja el humo de su puro.
Ricardo Alarcón de Quesada es descendiente de la familia de la segunda esposa del Padre de la Patria cubana: Ana de Quesada y Loynaz (1843-1910), quien murió en París, como una emigrada más y después de un breve paso por los EE.UU., a donde Carlos Manuel de Céspedes la envió intentando protegerla de los rigores de la manigua y de las amenazas que ya rondaban al presidente depuesto de la república en armas.
El tema nación-emigración no ha sido ajeno para Alarcón. Todo lo contrario. Y no solo porque antecesores suyos estén dispersos por diversos sitios del mundo, sino porque él fue uno de los gestores del primer diálogo entre el gobierno revolucionario cubano y un grupo representativo de la comunidad cubana en los EE.UU.
Desde 1966 y hasta 1978, Alarcón permaneció en Nueva York, como Embajador-representante permanente de Cuba ante las Naciones Unidas. Desde allí fue testigo del nacimiento y evolución de iniciativas que buscaban un acercamiento, muchas veces crítico, a Cuba y a su Revolución. Organizaciones como Juventud Cubana Socialista, revistas como Areíto y Joven Cuba, el Instituto de Estudios Cubanos o la Brigada Antonio Maceo -con su impactante primer viaje a la Isla a finales de 1977- fueron algunos de los antecedentes del Diálogo que finalmente se celebraría el 20 y 21 de noviembre de 1978, luego de una conferencia de prensa en septiembre en la que Fidelinvitó a personas representativas de la comunidad a venir a la isla con ese fin, con la única condición de que no acudieran cabecillas de la contrarrevolución ni terroristas en activo.
Participaron 75 miembros de la comunidad cubana en los Estados Unidos y 140 en un segundo encuentro celebrado el 8 de diciembre.Alarcón fue uno de los 9 dirigentes cubanos que, encabezados por Fidel, conformaban la representación del gobierno de la isla.
Esther: Poco antes de la celebración del Diálogo de 1978 usted acababa de regresar de la Misión de Cuba ante la ONU. Allí había vivido la experiencia del acercamiento de cubanos emigrados que tenían el interés de reencontrarse con su país. Se planteaban una visión acerca de la Revolución cubana diferente a la de los elementos más radicales de la derecha de la comunidad cubana en ese país. ¿Cómo ocurrió ese acercamiento, qué recuerda de esa etapa en Nueva York?
Alarcón: Los diálogos de 1978 con la Comunidad fueron parte de un proceso interesante de acercamiento. Surgieron la Brigada Antonio Maceo y otros proyectos y todo cambió en aquel momento y cada vez va cambiar más. Fue en la Misión de Cuba ante la ONU, en Nueva York, donde comenzó todo eso. Yo era el único en aquella mesa que conocía a casi todos los cubanos emigrados que participaron en la reunión.
Desde que yo llegué a Nueva York tuve mucha relación con cubanos que estaban en la emigración. Eso no es posterior a la Revolución. No haces más que llegar allí y descubres que montones de cubanos que llegaron a EE.UU., muchos de ellos ilegalmente, en su origen habían recibido una visa B-29, un tipo de visa que daba EE.UU. para visitantes, y la clasificación era con la letra B y por 29 días.
Durante las dos últimas semanas se produjeron cuatro sucesos que brindan claves para comprender el devenir de las relaciones internacionales y sus efectos sobre América Latina y el Caribe. El 12 de marzo, la Asamblea Nacional Popular (ANP) de la República Popular China aprobó el XIV Plan Quinquenal que orientará sus políticas domésticas y exteriores en el próximo lustro. Cuatro días después Joe Biden amenazó a Rusia y calificó a Vladimir Putin de asesino. El 18 y 19 –en Anchorage, Alaska– se llevó a cabo una gélida reunión bilateral entre el responsable del área de Asuntos Exteriores del Partido Comunista de China, Yang Jiechi, y el jefe de Departamento de Estado, Anthony Blinken. Para concluir con la seguidilla de encuentros trascendentes y conexos, el 22 y 23 de marzo el jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov, visitó a su par chino, Wang Yi.
El Plan Quinquenal plantea cambios respecto a su capítulo previo, el XIII, aprobado en 2015. Desde 1953 las orientaciones definidas por Beijing han marcado el itinerario de las políticas desarrolladas e implementadas por el gobierno. Los objetivos comunicados por Xi Jinping el 11 de marzo incluyen un marco de referencia conceptual denominado Visión 2035, en el que explicitan los objetivos de mediano plazo debatidos durante el último año en el seno del Partido Comunista chino y en su ANP. Las seis metas relevantes, esbozadas en ambos documentos, pueden ser sintetizadas en:
Expandir la demanda interna, combatir los monopolios y sostener la exportación.
Promover el cuidado del medio ambiente y adecuar la producción a formatos ecológicos.
Reemplazar el crecimiento de alta velocidad con un crecimiento de alta calidad.
Impulsar la innovación mediante la inversión en Ciencia y Tecnología.
Reducir la interdependencia económica, financiera, comercial y tecnológica con Estados Unidos.
Mantener un entorno externo cooperativo con el resto del mundo.
Respecto al primer objetivo, el nuevo Plan Quinquenal considera la necesidad de superar la etapa de apalancamiento exportador, para pasar a un modelo de circulación dual, consistente en privilegiar el mercado interno para blindarse de la potencial volatilidad de los mercados internacionales y los continuos cambios de políticas de Washington. Para promover políticas más amigables con la naturaleza, el proyecto se propone disminuir la velocidad del crecimiento económico y priorizar la calidad de vida de su población por sobre el incremento del PBI. Ese concepto es denominado en el documento Visión 2035 como la cimentación de una futura sociedad moderadamente próspera, distante de la opulencia y la acumulación material desmedida. Con ese cometido, se estipula el cumplimiento del Acuerdo de París de 2015 sobre el cambio climático y la reducción sistemática de las emisiones de dióxido de carbono, para llegar al 2030 en equilibrio neutral con la naturaleza.
El planteo supone además una reconfiguración del modelo productivo, orientando la inversión pública y privada hacia la tecnología aeroespacial, la neurociencia, los circuitos integrados, la computación cuántica, la inteligencia artificial, la biotecnología, las energías renovables, la investigación genética y la exploración espacial. La mayor parte de las inversiones estará orientada –señala el Plan– al mercado interno, para mejorar la calidad de vida de la población, siguiendo la idea cardinal de que para el año 2049, cuando se cumplan los cien años de la República Popular China, los ciudadanos chinos gocen de una prosperidad moderada, lema del desarrollo planteado. Para su logro, advierte el Plan, se deberán combatir las prácticas monopólicas, hecho que ha quedado demostrado en los dos últimos años con las limitaciones impuestas a la empresa Alibaba –similar a MercadoLibre en Argentina–, propiedad del empresario Jack Ma.
La propuesta de Beijing ha sido calificada por diferentes analistas internacionales como tecnonacionalismo. En la actualidad, China y Estados Unidos controlan el 78% de las patentes de inteligencia artificial, el 50% de la inversión global de proyectos de 5G (denominado también como la internet de las cosas), el 75% del mercado informático en la nube y el 90 % de las principales plataformas digitales existentes. Según el primer ministro chino, Li Keqiang, el valor añadido al PBI de la Investigación y el Desarrollo (I+D) debería pasar del 7,8% de 2020 al 10% en 2025. «Mejoraremos nuestras capacidades en innovación independiente porque las innovaciones no se pueden comprar», afirmó Wang Zhigang, ministro de Ciencia y Tecnología. Cada vez más la productividad se articula con la producción de conocimiento. Las patentes, por su parte, expresan la acreditación futura de dicha acumulación de saberes, competencias y aplicaciones prácticas.
Expansión sin injerencia
Países con mayor solicitud de Patentes (2018).
En términos de su articulación internacional, Beijing propone multiplicar las inversiones de infraestructura en Asia, África y América Latina, profundizando su liderazgo en el sudeste asiático, su articulación con Rusia y su relación con la Unión Europea, con el claro objetivo de desacoplarse de Washington. Ante la perspectiva de posibles restricciones de las cadenas de suministro ligadas a Estados Unidos, el Plan Quinquenal impulsa la diversificación de las relaciones político-económicas y el fortalecimiento de su autosuficiencia, sustentada en el mercado interno de 1.400 millones de habitantes.
En 2020 la economía de China supuso el 16,8% del PBI global y exhibió un superávit en su cuenta corriente equivalente al récord histórico expuesto por cualquier otro país en la historia. A pesar de la ofensiva profundizada por el trumpismo, Beijing se convirtió en el mayor receptor de Inversión Extranjera Directa (IED), desplazando a Estados Unidos en ese rubro. También en 2020, el conjunto de 14 países integrantes del acuerdo del sudeste asiático conocido como RCEP (Regional Comprehensive Economic Partnership) se consolidó como el primer socio comercial de Beijing. La Unión Europea se ubicó en el segundo puesto y Estados Unidos fue desplazado al tercer lugar, prologando la desconexión y el desacoplamiento planteado por el Plan. El proyecto respecto a su vínculo con terceros países asume el compromiso de no injerencia político-gubernamental en los asuntos internos de ningún país, en un claro indicador diferencial respecto de Washington. En ese sentido se proyecta como una potencia dispuesta a contribuir a la generación de bienes públicos globales (medio ambiente, infraestructura, previsibilidad financiera, control de pandemias).
Pocos días después de la aprobación del XIV Plan Quinquenal se desarrolló en Alaska la reunión bilateral ente Estados Unidos y China, de la que participaron Antony Blinken y el consejero de Estado de Relaciones Exteriores Yang Jiechi. El encuentro escenificó el desacuerdo que Washington necesita exhibir para no exteriorizar debilidad frente al trumpismo residual. Como respuesta a esa dramatización de la administración estadounidense, que tuvo como prólogo el agravio de Biden a Putin, la cancillería china planificó una reunión con el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, en la ciudad de Guilin, ubicada en la Región Autónoma de Guangxi Zhuang.
Según el jefe de la diplomacia rusa, el objetivo estratégico de Washington es impedir el desarrollo tecnológico de China y Rusia para frustrar la consolidación de un mundo multipolar. En ese cónclave, China y Rusia acordaron cooperar en aspectos de infraestructura, de seguridad y de investigación espacial pero priorizado las alternativas disponibles para abandonar el dólar como moneda de cambio comercial y de atesoramiento. En la reunión el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, anunció la decisión de contrarrestar las sanciones impuestas por Washington a través de la sustitución del sistema de transferencias interbancarias, el Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication(SWIFT)
En la última década, China impulsó la utilización global del yuan, y la participación del dólar en el comercio bilateral entre Moscú y Beijing se redujo de un 90% en 2015 a un 46% en el primer trimestre de 2020. A nivel global, el dólar cayó del 40% en 2019 al 38% en 2020, mientras que el euro subió más de tres puntos porcentuales. El yuan, por su parte, creció de 0,77 puntos porcentuales hasta el 2,42%. A pesar de los intentos de Washington por utilizar SWIFT para multiplicar sanciones contra Rusia, China, Venezuela, Irán y otros países soberanos, la moneda de Bruselas y la de Beijing, combinadas, superaron por primera vez en 2020 a la divisa de Washington como dispositivo de compensación de valor.
La geopolítica a tres bandas ofrece a América Latina y el Caribe una progresiva posibilidad de limitar la condena de la subordinación hemisférica. La intensificación de la disputa hegemónica muestra una creciente debilidad relativa de Washington y al mismo tiempo una búsqueda por parte de Moscú y de Beijing de auspiciar modelos no injerencistas, cooperativos y multipolares. La enorme economía china requiere materias primas y recursos naturales que pueden fijar la productividad latinoamericana en un orden primarizador y extractivista. Sin embargo, su expansión y su necesidad de legitimidad global ofrecen la posibilidad de concretar inversiones en infraestructura y la eventualidad de articular joint-ventures tecnológicas con empresas privadas, mixtas y estatales instaladas en el sudeste asiático.
La animosidad de Washington contra Putin y Jinping no tiene como fundamento el subterfugio institucionalista que apela a los valores democráticos como justificativo para imponer condenas y sanciones. Existen múltiples evidencias que dan cuenta de la simpatía de Washington con diferentes dictaduras que ejecutaron variados genocidios en América Latina. El aval actual a las monarquías absolutistas de la península arábiga y el apoyo a grupos insurgentes del África subsahariana comprueban que no es el espíritu republicano el factor que guía su política exterior.
Lo que Washington busca en forma denodada es obstaculizar el desarrollo de quienes pueden transformarse en países decididamente soberanos y autónomos, capaces de desafiar o autonomizarse de las decisiones del sistema monopólico, corporativo y financiarizado. Cuanto más independientes son los Estados, menos autoridad poseen las lógicas imperiales para imponer su voluntad. Cuanto más pobres, menos desarrollados y más dependientes son los países, mayor preponderancia detenta el Departamento de Estado para seguir imponiendo sus políticas. Washington elogia a las elites que endeudan a sus sociedades y valora positivamente la desconexión de los países en vías de desarrollo respecto a nuevos centros de poder emergente como China y Rusia. En forma paralela, las guerras mediáticas y tribunalicias contra todos los proyectos emancipatorios impulsan y consolidan un formato de sometimiento al Departamento de Estado.
Las relaciones internacionales se están reconfigurando y se presentan oportunidades novedosas para América Latina y el Caribe. El multilateralismo no sólo implica una diversidad del tablero global. Supone, además, la oportunidad para tomar distancia (o liberarse) de la maldición hemisférica, planteada con desprecio por quienes siguen considerándonos como su patio trasero.
El último miércoles el Presidente de Estados Unidos Joe Biden calificó a su par ruso Vladimir Putin como un asesino y al líder chino Xi Jinping como un matón, en una sobreactuación orientada al doble objetivo de licuar la grieta con los republicanos trumpistas y al mismo tiempo recuperar un liderazgo global que cada vez se ve más desafiado por el multilateralismo creciente. La bravuconada que tensa las relaciones internacionales muestra que el regreso a la diplomacia anunciado por los aparatos de propaganda mediáticos globales fue solo un espectro: el bombardeo a Siria a fines de febrero y la seguidilla de agravios contra dos de los líderes más importantes del mundo exhiben una lógica estructural.
Una semana antes, el 3 de marzo, el Presidente Biden presentó junto a la Vicepresidenta Kamala Harris y el Secretario de Estado Antony Blinken la nueva Guía Estratégica Provisional de Seguridad Nacional, orientada a reemplazar la estrategia de seguridad nacional difundida en 2017 por la administración de Donald Trump. Durante la conferencia celebrada en la Casa Blanca, se informó que el documento pretende alinear a todas las agencias gubernamentales en una política exterior unificada.
El contenido de la Guía es coherente con el discurso belicista aplicado por las administraciones precedentes, todas ellas opuestas a la cooperación y al respeto de la soberanía de terceros países. La única diferencia planteada con la gestión anterior es que el trumpismo planteaba la inserción global como secundaria, mientras que Biden pretende recuperar el liderazgo para garantizar la supremacía hegemónica. Ambos modelos piensan sus relaciones con el resto del mundo en términos de subordinación y sometimiento.
El documento se plantea un doble objetivo. Por un lado, marcar las diferencias con el modelo trumpista en gestión global. Por el otro, otorgar certezas al entramado corporativo monopólico trasnacionalizado –de cuño neoliberal y financiarista– acerca de la defensa irrestricta de sus prerrogativas internacionales, tanto en sus aspectos de presencia como de acceso a los recursos naturales. El documento hace una única referencia explícita a América Latina y el Caribe para detallar el incremento de la pobreza, la corrupción, la violencia criminal, la recesión y la crisis de deuda, que se han agravado por la pandemia. No se nombra a Cuba ni a Venezuela, pero el documento señala como alarmante la presencia de China y Rusia en el hemisferio occidental, dando por sobreentendido que dicho espacio continental es de su incumbencia exclusiva.
En las dos docenas de páginas, China es aludida en 15 oportunidades y se la califica como potencia asertiva. Rusia, por su parte, es denominada como potencia desestabilizadora y es mencionada en 5 oportunidades. Para el Departamento de Estado, Beijing desafía la visión del mundo exigida por Washington porque no reproduce el sistema institucional estadounidense: la concepción subyacente muestra que la única forma de gestión social estatal legítima, según Washington, debe imitar el modelo impuesto por el Departamento de Estado, so pena de ser considerado réprobo e ilegítimo. Salvo en los casos, como Arabia Saudita, en que los intereses estratégicos permiten omitir esas nimiedades.
El documento se compromete a que “países como China rindan cuentas» ante una coalición democrática formada por sus socios y aliados, articulados a través de una ofensiva diplomática a formalizarse durante los próximos años. Con ese cometido, la Guía adelanta que intentará fragmentar a la Asociación Económica Regional Integral (RCEP, por sus siglas en inglés), de la cual forman parte Beijing y otros 14 países del sudeste asiático. La RCEP fue suscrita en noviembre de 2020 y congrega un mercado de 2.200 millones de personas, equivalente a un tercio de la producción económica mundial. Para ese cometido, diversos medios de Washington anuncian una próxima reunión virtual del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral, conocido como QUAD, conformado por Estados Unidos, Japón, Australia e India, los tres últimos integrantes del RCEP.
De Beijing a Moscú
Xi Jinping y Vladimir Putin. El nuevo eje del mal para Estados Unidos
.Según la Guía, China es el único competidor capaz de articular potencialidad económica, diplomática, militar y tecnológica para sostener un desafío al actual equilibrio global. Para legitimar el enfrentamiento contra Beijing, Washington ha necesitado –al igual que en periodos anteriores– estereotipar al nuevo enemigo: en una reciente encuesta del Pew Research Center, el 67% de los estadounidenses tiene una opinión negativa o muy negativa hacia los chinos. La misma pesquisa de opinión pública realizada en 2017 mostraba a un 46% de opiniones similares. En el último informe de 2021, el 89 % considera a Beijing como un competidor o un enemigo. El 84% considera peligroso su creciente poder tecnológico y la mitad de la población considera que es necesario y/o imprescindible limitar el poder y la influencia china en el mundo.
La construcción del enemigo en la que está comprometido Estados Unidos desde hace una década –cuando advirtió que el desarrollo económico y tecnológico implicaba un desafío a su hegemonía– ha llevado a una creciente estigmatización de los poseedores de rasgos fenotípicos orientales. El martes 16 un supremacista asesinó a ocho personas en Atlanta, seis de ellas asiático-estadounidenses, en un atentado que las autoridades caracterizaron de racista contra esa minoría. En 2020, las personas de esa identidad fueron víctimas de 3.800 incidentes de odio.
Tanto Beijing como Moscú han sido exitosos en sus esfuerzos destinados a limitar las históricas ventajas de Estados Unidos. Ambos han aprovechado la última década para extender sus espacios de interacción: China en América Latina, África y el sudeste asiático, y Rusia en el Cáucaso y en Medio Oriente. Si bien la Guía no menciona a la vacuna Sputnik, el texto deja entrever que la innovación del laboratorio Gamaleya ha lesionado la pretendida superioridad científico-tecnológica de Occidente, sobre todo después de las dudas planteadas en torno a la británica AstraZeneca.
Siria ha sido durante años el blanco perfecto de una furiosa guerra imperialista. Es un teatro de operaciones militares «beneficioso» para Estados Unidos y sus aliados, ávidos de ganancias en la confrontación geopolítica y proclives al cambio de régimen, allí donde los intereses son contrapuestos a los occidentales.
Desde las postrimerías de la administración Trump, como en experiencias anteriores, estaba en preparación una acción militar contra un objetivo iraní o un bombardeo en la Siria martirizada. Recordaremos el jueves 25 de febrero de 2021, cuando el flamante presidente de Estados Unidos, Joseph Robinette Biden Jr, ordenó contra Siria la primera operación militar de su periodo de gobierno.
Había transcurrido apenas un mes y unos días de su centelleante y prometedora toma de posesión. Algunos soñaban con una etapa de calma, reflexión y diplomacia multilateral, pero el gobierno permanente, en una nación de naturaleza militarista, indicó al presidente Biden la orden, que ya se esperaba en el ejército, de un ataque aéreo contra Siria, con el pretexto de que el objetivo destruido pertenecía a milicias respaldadas por Irán, en represalia a los ataques recientes sufridos por el personal estadounidense y su coalición en Irak.
Cualquiera que fuese el argumento esgrimido y la situación militar sobre el terreno, los bombardeos estadounidenses están muy lejos de constituir un factor de paz o una acción que prestigie la política exterior del gobierno de los Estados Unidos, desacreditado por su sobredimensionamiento militarista en Irak, Afganistán y la propia Siria. La reacción de los principales actores internacionales no se hizo esperar. Siria, país agredido, lo calificó de cobarde bombardeo aéreo y condenable en términos enérgicos, recibiendo de inmediato el apoyo de Rusia al exigir el respeto absoluto a la soberanía y la integridad territorial de su principal aliado en la región, al tiempo que confirmó su oposición a cualquier intento de convertir el territorio sirio en un polígono de arreglo de cuentas geopolíticas, lo cual es un hecho desde el inicio de esta guerra que no termina.
Y como en los tiempos de los días agonizantes de la Unión Soviética o los más convulsos momentos de la unipolaridad del sistema internacional, Rusia recibió una advertencia de cuatro a cinco minutos sobre la primera acción militar de la administración Biden, y el canciller Sergei Lavrov confirmó que el aviso llegó demasiado tarde para aliviar la situación. Este hecho no es un problema de comunicación puntual entre grandes potencias en rivalidad geopolítica. Observamos en él una acción militar deliberada y criminal, concebida y ejecutada sin la autorización del Congreso estadounidense y del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
A su turno, China, abogó porque todas las partes pertinentes respeten la soberanía, independencia e integridad territorial de Siria y sobre la necesidad de evitar nuevas complicaciones a la situación de ese país. Además de los dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, Cuba reiteró su posición de principios con una condena unánime de su canciller Bruno Rodríguez Parrilla, quien condenó la agresión y la calificó una violación flagrante de la soberanía y la integridad territorial de la hermana nación, pero también del Derecho Internacional y la Carta de la ONU. Se escucharon muchas más voces condenatorias, pero el contenido de esas tres declaraciones ejemplifica lo expresado en público y privado por otros actores del sistema internacional.
Reseña del libro Washington Bullets de Vijay Prashad
EVE OTTENBERG
Hasta el momento la política exterior de Joe Biden no difiere radicalmente de la de Trump. De hecho, su primera medida –reconocer al supuesto presidente no electo de Venezuela, Juan Guaidó– ha sido tan penosa como cualquiera de las adoptadas por Trump. Suscita el espectro de los golpes de Estado, asesinatos y cambios de régimen promovidos por la CIA y de las revoluciones de color orquestadas por Washington, que dos de los cargos nombrados para política exterior, Victoria Nuland y Samantha Power, acogieron entusiastas en el pasado. Está claro que estos golpes promovidos por EE.UU. son la antítesis de la democracia y su resultado completamente previsible es la destrucción de países enteros; pero así ha sido como EE.UU. ha ejercido su poder en el mundo (principalmente en el Sur global) desde, al menos, el inicio del siglo XX.
Vijay Prashad documenta este ignominioso historial de Estados Unidos en su nuevo libro Washington Bullets, cuya retahíla de depredaciones de la CIA es capaz de provocar la más absoluta desesperación: oportunidades perdidas; la historia humana desbaratada; dirigentes honestos eliminados por ser honestos; héroes asesinados; proyectos para mejorar la vida de millones de personas hechos añicos. El panorama global que describe es absolutamente desconsolador. Este libro describe el modo en que Washington gobierna el mundo, trata del poder en bruto y de lo inmoral, sangriento y criminal de dicho poder. Como explica Evo Morales en su introducción, Estados Unidos ha justificado sus asesinatos, sus golpes de Estado y sus masacres a cuenta de “la lucha contra el comunismo, luego de la lucha contra el narcotráfico y ahora de la lucha contra el terrorismo”. ¿Cuál será la siguiente lucha que emprenderá?”. Sin duda, algo relacionado con la Competencia entre las Grandes Potencias, algo innecesario y nuclear.
Una lista abreviada de los golpes de Estado y asesinatos contra diversos socialistas y demócratas incluye el derrocamiento del primer ministro iraní Mohammad Mosaddeq en 1953, el del presidente de Guatemala Jacobo Arbenz en 1954 –por atreverse a amenazar los intereses de una compañía, la United Fruit, de la que eran accionistas funcionarios del Departamento de Estado– ; la destitución y posterior ejecución del primer ministro del Congo, Patrice Lumumba en 1961; la destitución del primer ministro iraquí Abdul Karim Qásim en 1963; la destitución del presidente Joao Goulart en Brasil y del presidente Sukarno en Indonesia en 1965; el derrocamiento del presidente Juan José Torres en Bolivia en 1971; y el derrocamiento y asesinato del presidente Salvador Allende en Chile en 1973 entre otros violentos y brutales cambios de régimen.
También se incluyen los asesinatos de líderes de izquierda como Mehdi Ben Barka de Marruecos en 1965, del Che Guevara en Bolivia en 1967 y del presidente Thomas Sankara en Burkina Faso en 1987; y eso sin contar la secuencia de golpes de Estado instigados por EE.UU. en América Central y América del Sur en la primera parte del siglo XX. Mucho más tarde, hacia finales del siglo, llegó el derrocamiento de gobiernos socialistas en [el país de] Granada y en Haití, el secuestro del autócrata de Panamá Manuel Noriega, la invasión de Iraq y la disolución de su gobierno, la destrucción de Libia, la invasión de Afganistán y así sucesivamente. Esto es tan solo una muestra de los crímenes de Estados Unidos, y específicamente de la CIA, contra gobiernos y pueblos extranjeros.
Los hechos ocurridos este 27 de enero en la puerta del Ministerio de Cultura (Mincult) son una redición, en menor escala, del mismo guion aplicado dos meses antes en el mismo lugar. Esta vez fue un grupo más reducido y mucho menos heterodoxo.
Frente a la pluralidad de posturas y aspiraciones de noviembre, ahora todos los concurrentes estaban alineados políticamente en torno a un discurso que adversa, más o menos abiertamente, la institucionalidad cultural cubana. Los acompañaba un grupo de periodistas y comunicadores que trabajan para medios que sí son claramente financiados para adversar el Estado cubano.
La insistencia en torno al Mincult, en detrimento de otros ministerios mucho más relacionados con sus reclamos, da una idea de la importancia que tiene este Ministerio en el esquema de negación del orden social vigente. El no aceptar el diálogo ofrecido en múltiples ocasiones, y transmitido en video directo por ellos mismos, evidencia que la intención detrás de esta movida era esencialmente mediática.
El intento por capitalizar políticamente los hechos del 27 de noviembre lleva a forzar constantemente escenarios de tensión que posibiliten situaciones de conflicto. El objetivo a mediano plazo parece ser colocar regularmente en el debate público nacional este tipo de hechos, obligar a la institucionalidad a una larga cadena de explicaciones y contra demostraciones que la desgasten y dotar de una legitimidad simbólica a jóvenes figuras emergentes, con obras todavía en proceso de maduración y a otras sin obra alguna.
Se busca canalizar inquietudes artísticas legítimas, que muchas veces guardan relación con las propias carencias materiales de la actualidad, con la insuficiencia de las instituciones, etc. para irlas llevando cada vez más a posiciones con un sentido político directo.
La estrategia de fondo es ir vaciando de sentido progresivamente la institucionalidad cubana, no solo la cultural, hasta llevar al Estado a una situación de crisis donde se pueda forzar el cambio, ya sea por vía violenta, ya sea por la profunda crisis de funcionamiento, que haga inoperante el aparato.
Esto no es paranoia, es historia. Este fue el esquema que se aplicó en contra de las sociedades de Europa del Este y más particularmente en contra de la URSS. En su magnífico libro La CIA y la guerra fría cultural la investigadora Frances Stonor Saunders demuestra cómo el campo cultural era y es un espacio de batalla privilegiado.
El socialismo se realiza a través de sus instituciones. Al calor del proceso revolucionario, surgen las nuevas instituciones mediante las cuales se canalizará la voluntad política de este. La institucionalidad revolucionaria es resultado por un lado de los reclamos populares y, por otro, de la voluntad política. Esto no quiere decir, desde luego, que sean eternas o que cumplan siempre correctamente su función. Algunas tienden, con el tiempo, a enfermarse de ineficiencia y burocracia. Otras se vacían de sentido.
El deber del Gobierno revolucionario es someter a una revisión permanente el funcionamiento de la institucionalidad. Transformar prácticas, destrozar burócratas y llevar las instituciones a un funcionamiento que responda verdaderamente a las necesidades de los sectores sociales que representan. Y hacerlo mediante el diálogo permanente con el pueblo, sometidos al control crítico de este.
Pero este ejercicio necesario no tiene nada que ver con la negación total de la institucionalidad revolucionaria. Desear que un organismo funcione mejor no tiene nada que ver con desconocerlo. La estrategia que aplican sostenidamente hoy en contra del Mincult responde a un espíritu de deslegitimación y desconocimiento. De ahí que no interese entonces llegar a un diálogo resolutivo, sino generar situaciones de crisis. Interesa más el espectáculo que la palabra.
La experiencia de la URSS demuestra que, con todos los errores políticos y problemas sociales, los pueblos soviéticos vivían mejor bajo el socialismo que en el modelo neoliberal que lo sucedió. Y no porque consumieran más, el socialismo no puede ser un problema cuantitativo, sino porque tenían más oportunidades de desarrollo humano, distribuían mucho mejor la riqueza que se generaba y la esperanza y calidad de vida del pueblo era mucho más alta
Esto sin idealizar. La URSS tenía grandes y profundos problemas, como los tiene cualquier proyecto real y los cubanos hemos sacado y debemos continuar sacando múltiples lecciones de ese proceso. La principal, quizá, para el funcionamiento de las instituciones: el burocratismo es enemigo del socialismo.
Lo interesante del proceso en la URSS fue que se logró llevar a amplios sectores de la cultura y la sociedad a actuar en contra de sus propios intereses. Esta es una lección que no podemos perder de vista.
Tampoco se trata de demonizar los espacios no institucionales. En una sociedad civil rica y conectada con el mundo es normal que además de lo que se pueda gestar institucionalmente, existan numerosos proyectos paralelos. El deber de la institución es acompañarlos y apoyarlos siempre que se pueda. Ellos son parte de la riqueza cultural y espiritual de la nación. Pero hay que saber diferenciar sentidos y separar el trigo de la paja.
El ataque contra el Mincult es esencialmente contra el proyecto soberano y socialista de país. De ahí que se apele a fórmulas vagas, a reclamos políticos confusos que parecen pedir mucho y no comprometen a nada. Los conceptos son dados cargados. Pedir libertad de expresión, sin especificar la naturaleza y las formas de esta libertad, es apelar a la abstracción de las representaciones liberales, detrás de las cuales está siempre la lógica del capitalismo.
Hay mucho que sanar en el cuerpo de la cultura. Pero la solución no la traerán los especuladores del escándalo, sino las miles de cubanas y cubanos dispuestos a un diálogo inclusivo para pensar críticamente el país mejor que todos queremos.
El no aceptar el diálogo ofrecido en múltiples ocasiones, y transmitido en video directo por ellos mismos, evidencia que la intención detrás de esta movida era esencialmente mediática.
La institucionalidad revolucionaria es resultado por un lado de los reclamos populares y, por otro, de la voluntad política.
En una sociedad civil rica y conectada con el mundo es normal que además de lo que se pueda gestar institucionalmente, existan numerosos proyectos paralelos. El deber de la institución es acompañarlos y apoyarlos siempre que se pueda
Un día antes del asalto al Capitolio, los demócratas ganaron los dos escaños del Senado federal por Georgia, antes bastión republicano, y recuperaron el control de la cámara alta. En la imagen, partidarios de los dos candidatos, el pasado día 4.Foto Afp
Lo que se ha perdido de vista durante los últimos días desde el insólito asalto al Capitolio el 6 de enero en una intentona de golpe por fuerzas ultraderechistas instigadas por el propio presidente y sus secuelas es el hecho de que ese mandatario y su Partido Republicano fueron derrotados en el ámbito electoral por fuerzas progresistas de todo el país.
En los cuatro años de Trump, los demócratas reconquistaron el control de la cámara baja en 2018, retomaron la Casa Blanca en las elecciones de noviembre de 2020, y hace 12 días también el control del Senado.
Vale repetir: la elección presidencial no fue definida por un voto pro-Biden, sino por una lucha de resistencia contra la derecha y su proyecto neofascista encabezado por Trump.
Estos triunfos se deben a movilizaciones y organización encabezadas por afroestadunidenses, latinos, indígenas y otras minorías en varios estados claves, una nueva generación joven progresista (gran parte de la cual dice favorecer el socialismo) y nuevas coaliciones de defensores de derechos civiles, inmigrantes, ambientalistas de base, movimientos contra la violencia sistémica. Varios han sido parte de lo que es el movimiento de protesta social más grande en la historia de Estados Unidos detonado por la injusticia racial y por las vidas negras, el cual se expresó en cientos de ciudades con la participación de más de 26 millones de personas.
Hoy día, el llamado Caucus Progresista del Congreso federal es más grande que nunca con casi 100 legisladores (incluyendo entre su liderazgo a Raul Grijalva y Jesus Chuy Garcia, ambos de origen mexicano). Entre ellos hay un número creciente de los que se definen como socialistas, al igual que en gobiernos municipales y estatales.
Un día antes del asalto al Capitolio encabezado por supremacistas blancos, neonazis, antimigrantes y combatientes contra la izquierda radical (como acusa Trump a los movimientos de resistencia progresistas), los demócratas ganaron los dos escaños del Senado federal en disputa en una segunda vuelta en el antes bastión republicano de Georgia; y eso con dos políticos novatos. Uno de los ganadores fue nada menos que el reverendo progresista Raphael Warnock, encargado de la iglesia bautista donde se formó el reverendo Martin Luther King Jr (cuyo día oficial se festeja este lunes, y cuyo llamado a una revolución moral en este país sigue retumbando) y quien ahora será el primer senador negro enviado por ese estado a la cámara alta en su historia.
El otro ganador es el documentalista Jon Ossoff, el hombre más joven en ser electo al Senado en varias décadas, y para horror de los neonazis y antisemitas, de origen judío.
El destacado historiador Eric Foner, de la Universidad de Columbia, comentó esta semana que lo ocurrido en el Capitolio “refleja una ideología con raíces profundas en la sociedad estadunidense –el nacionalismo blanco… Se requiere de una constante lucha para enfrentar al neoklanismo, los grupos de supremacía blanca armados” que se han expresado a lo largo de la historia estadunidense. Eso implica, afirma, poner fin a la criminalización de la gente pobre y superar las profundas desigualdades de este país.
La historia oculta de Estados Unidos sigue siendo la de estas luchas democratizadoras, rebeldes y disidentes a lo largo de su existencia (aunque Howard Zinn y otros la rescatan). Las nuevas generaciones rebeldes, como en otros países, surgen de una lucha común y presente contra cuatro décadas de neoliberalismo.
Son estos movimientos democratizadores los que deberían ser reconocidos por sus contrapartes en México y otros países (tal vez hasta invitarlos a dialogar y chance bailar en lugar de perder tanto tiempo fijándose sólo en el ámbito oficial estadunidense) y festejar sus triunfos –son también los de nuestras diásporas en el norte–, ya que son al fin triunfos de todos los que luchan contra la derecha y el neoliberalismo, y por la justicia y la dignidad, en todas partes.
La imagen de Jake Angeli, con su gorro de piel con cuernos, su cara pintada de rojo, azul y blanco, y su torso tatuado, no fue casualmente la más difundida del intento de copamiento del Capitolio por parte de miembros de Qanon, uno de los grupos que alimentó y fogoneó el odio trumpista.
Hubo debate sobre a qué remitían los símbolos elegidos por esos descentrados cuya irrupción violenta provocó cuatro muertos. Este último número, cuatro, es el primer dato a destacar, porque los asaltantes eran blancos supremacistas. Si hubieran sido los negros que Trump estuvo instando a aplastar en todas las protestas que se vinieron desatando en los últimos años, después de cada asesinato a mansalva de ciudadanos negros por parte de la policía, los hubieran matado a todos.
Mucha gente aventuraba si esos supremacistas habían elegido evocar a Daniel Boom, si apelaban a disfraces para ser “neo-originarios”, si tomaban símbolos vikingos para adelantarse incluso a la primera colonización. Entre los disfrazados, posaban también los que llevaban remeras que decían que “6 millones no fue suficiente”: neonazismo explícito.
Roberto Pagani, un historiador italiano que se especializa, en una universidad de Islandia, en los estudios sobre la Edad Media nórdica, publicó esta semana en un sitio especializado en historia, un artículo en el que desmenuza los símbolos dispersos en las imágenes del Capitolio. Cuenta allí que los estudios filológicos germánicos comenzaron a tener auge en el siglo XIX, ya entonces motivados por la búsqueda ideológica en sentido racial: los propios nazis no ubicaron su supremacía aria en el territorio de lo que entonces era Alemania, sino precisamente en Islandia. Alemania era ya un entramado de sucesivas migraciones desde la Edad Media. El ideal lo colocaron en una prehistoria antojadiza pero como era desconocida, pasible de imaginerías: la supremacía blanca tenía su origen en el supremacismo nórdico, especialmente el islandés. Sólo allí existían viejos documentos sobre la mitología pagana germánica.
De allí sacaron el biotipo étnico que propulsaron y que estos nuevos grupos como Quanon retoman: hombres y mujeres altos, de piel transparente y ojos celestes muy claros, resistentes a los climas adversos y ansiosos por más conquistas. Ya entonces esos antecedentes eran viscosos: esos primeros documentos sobre los germánicos habían sido escritos doscientos años después por autores nórdicos convertidos al cristianismo. Pero el rigor histórico nunca fue un obstáculo para los nazis, ni los de antes ni los de ahora.
En esa mitología construida al servicio de una ideología supremacista, se encuentra el casco con cuernos. Muchos de los tatuajes de los Quanon, afirma el historiador, como el símbolo vegvisir y leyendas en alfabeto rúnico, también surgen de ese pasado que no existió tal como lo relatan.
De hecho, señala Pagani, a fines del año pasado la revista Science publicó un trabajo inconveniente para estos nuevos supremacistas que reivindican el medievalismo nórdico: se probó que ni siquiera entonces había ninguna “pureza”, y que los habitantes de las tierras heladas no eran una mayoría rubia, sino una mixtura con muchos habitantes castaños de tez mate.
Volviendo al Capitolio, Angeli volvió luego a ser noticia: se negó a comer nada que no sea vegano. Pura banalidad. Pura comedia. Disfraces. Ese eje es importante.
Las ultraderechas, como los nazis en su momento, no tienen argumentos ni pueden dar los debates para dar a conocer un proyecto político. Son pura antipolítica y lo dicen con sus disfraces. Son antidemocráticos, naturalmente, aunque su líder se sirvió de la política para ayudar a destruir el sistema político más hipócrita del mundo, y generar pseudomilicias armadas. No conciben nada que no implique la eliminación de otros.
Se disfrazan porque el disfraz es el uniforme de estos soldaditos que el plomo no lo llevan puesto sino listo para disparar sobre otros cuerpos. Se disfrazan como algunos que vemos por acá. El disfraz de lo primero que habla es de neoliberalismo, desde un baño de inmersión con patitos, o desde abajo de peinados que laboriosamente son pelucas bizarras.
A ninguno de estos exponentes en todo el mundo les importan tres balines las cosas públicas, aunque quienes los alentaron a juntarse y armarse sí están interesados en quedarse con todo. El líder inspirador de estos mamarrachos los habilitó como fuerza de choque. Los ubicó en un borde desde donde tarde o temprano saldría la violencia, aunque los demócratas pongan caras de asombro.
¿Y Trump, con su jopo de canario y su mujer barbie-florero no era un disfraz de político que se puso un hombre de negocios con otras intenciones? ¿Y Bolsonaro no es él mismo un disfraz de energúmeno que todos podríamos imitar, impostando la voz hasta la disfonía para decir cosas como que los brasileños no sirven para nada? ¿Carrió no es un disfraz de lo que fue ella misma, cuando usaba otros disfraces, como el de la mística de la cruz exagerada? ¿Su republiquita no es un disfraz de la república que ayuda a destruir? ¿Y Macri? ¿No era un disfraz de presidente ése que despreció a destajo a docentes y a alumnos pero ahora pide que se vuelvan ya, en un pico pandémico, las clases presenciales?
La ultraderecha no vendrá nunca a decirnos que tiene pensado copar el poder para alzarse con lo poco que queda, cueste las vidas que cueste. Con la ultraderecha no se puede pensar en debate, diálogo o intercambios armónicos. Su fuerte es el cinismo y su capacidad para atraer hacia su propia arena toda la luz mediática posible. La tienen.
No quieren nada parecido a la razón, porque su lógica es la del disfraz y no tienen idea de cómo contestarle a un argumento. Ahora mismo los vemos escupir sobre vacunas que la enorme mayoría del mundo espera ansiosamente.
Es mentira que descreen de la vacuna rusa o de la china. Puede que sus acólitos lo hagan pero los ideólogos de esas corrientes se podrían una de Corea del Norte si la hubiera porque también saben que la pandemia existe. Lo saben abajo del disfraz. Tampoco creen en lo que dicen. Repiten cualquier cosa que les convenga, sin pruritos por la verdad. Quieren inyectar todo el veneno posible, toda la confusión y el desequilibrio posible, porque es su llave del éxito.
Las ultraderechas apuestan por el disfraz, que es fotogénico. Muy pronto Jake Angeli tendrá un club de fans. Así funciona la sociedad occidental que brotó al calor de la brutalidad neoliberal, como un circo en el que a veces parece que hay payasos, pero se trata de otro circo: casi siempre hay esclavos a los que ellos les sueltan los leones.
Vaya por delante la condena. Pero de allí a lanzar loas a la democracia estadunidense es una falta de respeto. Menos aún señalar su ejemplaridad. Azuzados por el presidente Donald Trump, sus seguidores no dudaron en asaltar el Capitolio bajo la consigna de haber sido víctimas de fraude y robo en las elecciones presidenciales. Son muchos quienes le siguen, dentro y fuera de las instituciones. Cien representantes en la Cámara y siete senadores han negado validez al triunfo de Biden. Para ellos, América se encuentra secuestrada por vendepatrias. Por consiguiente, la sociedad estadunidense es víctima de una conspiración de negros, latinos, minorías sexuales, comunistas y socialistas, cuya finalidad es destruir el país.
Las imágenes de ciudadanos trepando paredes, rompiendo ventanas, invadiendo despachos, son un jarro de agua fría para quienes han aupado a Estados Unidos como salvaguarda de la democracia mundial. Analistas políticos, especialistas en relaciones internacionales, corresponsales, hacen piña. Sólo hay un responsable de la violencia: Donald Trump, un desequilibrado que no asume su derrota. Las cadenas de radio y televisión informan en tiempo real y a la par dan a conocer tuits de jefes de Estado y gobierno occidentales mostrando su rechazo a la toma del Capitolio y su reconocimiento a Joe Biden. El momento era relevante, se estaba validando formalmente, en sesión plenaria, la designación de Joe Biden como presidente. Penúltimo acto para el traspaso de poderes en la Casa Blanca el 20 de enero. Pero el ícono del poder legislativo, el Capitolio, era víctima de un ataque, según diría Hillary Clinton, perpetrado por terroristas nacionales. El acto protocolario se veía empañado, suspendiéndose la votación que ratificaba a Joe Biden como presidente. La invasión se cobraba la primera víctima, una mujer era abatida mientras trataba de colarse en la sala de sesiones.
Definir el sistema político estadunidense como una democracia, salvo que el concepto quede restringido a la mínima expresión, resulta poco serio. De ser así, son hechos auténticamente democráticos morirse de hambre o no tener cobertura médica. Pero vayamos a deshacer el entuerto. Esos senadores y diputados, reunidos en sesión plenaria, salvo excepciones, son los que, independientemente de su partido, han avalado anexiones territoriales, guerras, invasiones, golpes de Estado, bloqueos a terceros países, consolidado tiranías y financiado gobiernos autocráticos, lo cual contradice su respeto y apego a los valores democráticos. En América Latina, Asia y África hay ejemplos que harían enrojecer a cualquier demócrata. Sin olvidar que Trump no ha sido el primer presidente en mentir. Desde el genocidio de los pueblos originarios, la anexión de los territorios pertenecientes a México, la guerra contra Cuba, Vietnam y más recientemente la guerra contra Irak se fundan en mentiras. ¿Acaso se encontraron las armas de destrucción masiva? Ésa es la historia de Estados Unidos. Howard Zinn, Charles W. Mills, Sheldon Wolin o Noam Chomsky, entre otros, han cuestionado el sistema político que prevalece en Estados Unidos, tras sus actuaciones en Vietnam, Centroamérica, Chile e Irak, además de las leyes emergentes con posterioridad al 11 de septiembre de 2001. Totalitarismo invertido es la definición de Wolin para referirse al orden político en Estados Unidos, nacido de los atentados a las Torres Gemelas.
Presidentes como Kennedy, Nixon, Carter, Ford, Clinton, Reagan o Bush, padre e hijo, con todos los matices, se han saltado preceptos democráticos como la no intervención, el derecho de autodeterminación o el respeto a los derechos humanos. Además, durante sus administraciones, han utilizado mecanismos poco ortodoxos, democráticamente hablando, como avalar la tortura, crear noticias falsas, contratar mercenarios o desvalijar países enteros de sus riquezas. Sin despreciar la persecución a periodistas y aplicar la censura en las informaciones sobre las actividades de espionaje en su propio país o a sus aliados. Julian Assange y Edward Snowden son un ejemplo de lo dicho.
Crímenes y criminales de guerra, cuya impunidad está garantizada al no reconocer el Tribunal Internacional Penal, campan por su territorio, dan conferencias y reciben premios Nobel. Henry Kissinger, sin ir más lejos. Ninguna administración estadunidense está libre de haber patrocinado guerras, vender armas, traficar con estupefacientes, derrocar gobiernos democráticos y torcer el brazo a quienes se enfrentan y rechazan sus políticas unilaterales de corte autoritario. Pero si no es suficiente, debemos recordar que en su política doméstica Trump no ha sido una anomalía, al margen de sus excentricidades. Obtuvo más de setenta millones de votos. Además, las organizaciones supremacistas, neonazis, llevan décadas existiendo. La Asociación Nacional del Rifle y lobby, que van desde las farmacéuticas, compañías de seguros, multinacionales de la alimentación y las empresas tecnológicas de Silicon Valley, cuentan con un apoyo bipartidista. El Ku Klux Klan, el Tea Party, White Power, Skin Heads o Metal Militia no han sido creados por Trump, otra cosa es que los condene. Por otro lado, fue Barack Obama, premio Nobel de la Paz, quien aceleró la construcción del muro fronterizo con México, y según José Manuel Valenzuela Arce en Caminos del éxodo humano, durante su presidencia las deportaciones sumaron 2 millones 800 mil personas. En resumen, definir el sistema político bipartidista que rige Estados Unidos como un orden democrático es un despropósito si se trata de caracterizar el régimen político. Otra cosa es defender el imperialismo estadunidense, sus estructuras de poder y dominación y adjudicarles el papel de guardián de los valores occidentales, dizque democráticos. Pero ya sabemos, democracia y capitalismo son incompatibles.
El presidente se niega a aceptar la derrota y afirma que el Partido Republicano tiene que aprender a luchar
Pete Buttigieg, ex alcalde de South Bend, Indiana, ayer en una rueda de prensa en Wilmington, tras ser invitado a formar parte del gabinete del demócrata Joe Biden.Foto Afp
Nueva York. El presidente rehúsa aceptar su derrota pero cada día eso tiene menos peso en la cúpula política y económica del país que avanza rápidamente hacia la era pos–Trump –donde ya ni en su propia casa lo quieren– marcada por prosperidad para los más ricos y desastre para todos los demás.
Después de que el líder de la mayoría del Senado, el republicano Mitch McConnell, reconoció al demócrata Joe Biden como presidente electo el martes –abriendo así la puerta para que otros legisladores republicanos hicieran lo mismo–Trump aguantó hasta la una de la mañana de este miércoles para tuitear su respuesta, una vez más rehusando ceder ante la realidad: Mitch, 75 millones de votos, un récord para un presidente activo (por mucho). Demasiado temprano para rendirnos. El Partido Republicano finalmente tiene que aprender a luchar. La gente está enojada.
Trump no mencionó que Biden había ganado más de 81 millones de votos, y que su contrincante también ganó por amplio margen en el Colegio Electoral. Algunos interpretaron que la respuesta del magnate a su, hasta hace poco fiel aliado McConnell, representa una grieta creciente dentro del Partido Republicano, con la cúpula legislativa advirtiendo ya que ha llegado el momento de superar y dejar atrás la pugna electoral presidencial.
A la vez, vecinos de Trump en Palm Beach, Florida, enviaron un mensaje que prefieren no ser vecinos de quien será pronto el ex presidente. Entregaron una carta formal a las autoridades del pueblo y del Servicio Secreto argumentando que Trump perdió su derecho a vivir en su lujoso club privado Mar-a-Lago por un acuerdo que él mismo firmó en los años 90 al cambiar esa propiedad de residencia a club privado. Según eso, no puede ser su residencia y hogar.
Hablando de ricos, para las empresas más grandes del país este año ha sido, pues, nada malo. Desde marzo hasta la fecha, mientras cerca de 8 millones más se sumaron a las filas de los pobres, 45 de las 50 empresas más grandes del país registraron ganancias sustanciales, reporta el Washington Post.
Más aún, 27 de estas 50 empresas cesaron a más de 100 mil de sus trabajadores en ese periodo. El incremento en la pobreza registrado en 2020 es el salto más alto en sólo un año en casi seis décadas.
En el continuo análisis ofrecido por el proyecto Inequality.org del Institute for Policy Studies y Americans for Tax Fairness, se ha documentado que los 651 multimillonarios más ricos han incrementado sus fortunas colectivas por más de un billón de dólares desde marzo –o sea, el inicio de la crisis de la pandemia del Covid-19– hasta la fecha.
Con 20 millones de trabajadores recibiendo asistencia por desempleo en el sector formal, millones más están en peligro de ser expulsados de sus hogares al concluir una moratoria para evitar lanzar a la gente que no pude pagar sus rentas.
▲ El presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, anunció ayer la nominación del ex alcalde de South Bend, Indiana, Pete Buttigieg, para ocupar la Secretaría de Transporte, durante una videoconferencia en la que participó a distancia la vicepresidenta electa, Kamala Harris.Foto Afp
Ese traslado de riqueza a la clase multimillonaria es perturbador en momentos en que millones enfrentan el desalojo, la destitución y pérdidas, afirmó Chuck Collins, del Institute for Policy Studies.
Mientras, continúa la tendencia más que documentada de la devastación en la salud de los sectores más vulnerables durante la peor crisis de salud pública en un siglo. Entre las cifras de los más de 15 millones de contagiados se encuentran aquellos que literalmente no se pueden escapar del paso de la pandemia, con por lo menos 250 mil reos infectados en prisiones, parcelas y centros de detención de inmigrantes en éste, el país más encarcelado del mundo, según el Marshall Project. (https://www.themarshallproject.org/2020/05/01/a-state-by-state-look-at-coronavirus-in-prisons).
Se han reportado más de 100 acciones de protesta por estas condiciones en 39 estados, que incluyen huelgas de hambre en prisiones, cárceles y centros de detención de inmigrantes, según un informe de Perilous Chronicle. Esta semana se están realizando más acciones de protesta y solidaridad en varias partes del país (https://www.afsc.org/freethemall-december-days-action).
A la vez, otro integrante del círculo del presidente está en cuarentena por posible contagio de Covid-19. El secretario de Estado, Mike Pompeo, informó que se mantendrá aislado y bajo observación médica después de ser informado de que estuvo presente con otro individuo que resultó positivo. Más de 40 personas de la Casa Blanca, la campaña y asesores cercanos a Trump –incluido el propio presidente– han sido contagiados desde finales de septiembre, muchos en actos oficiales en la Casa Blanca, donde frecuentemente no se emplean medidas básicas de prevención de contagios.
El uso de cubrebocas se ha vuelto tema político, con Trump y sus fieles rechazando el consenso científico y declarando que todo reglamento obligando su uso es un atentado contra la libertad en el país líder en contagios y muertes por Covid. La alcaldesa de Dodge City en Kansas, Joyce Warshaw, ex directora de una escuela de primaria, de 69 años de edad, renunció el martes después de que fue repetidamente amenazada de muerte al aprobarse un mandato en esa entidad obligando el uso de cubrebocas en lugares públicos.
No es la única. Alcaldes, legisladores, funcionarios y directores de departamentos de salud locales en varias partes del país han sido amenazados en torno a reglamentos sobre el uso de cubrebocas y otras medidas de mitigación.
Todo esto mientras el Congreso aún no ha logrado aprobar el próximo paquete de rescate económico –incluyendo fondos de desempleo, estímulo y apoyo de gobiernos municipales y estatales– durante las últimas semanas en un país que está padeciendo crisis de salud, económica y política sin precedentes provocadas en gran medida por el presidente y el liderazgo legislativo de ambos partidos.
El sábado 27 de noviembre grupos de jóvenes de composición heterogénea se presentaron a las puertas del Ministerio de Cultura (MINCULT) en La Habana, lo que se ha prestado a las más mendaces versiones de los medios hegemónicos, convencionales y digitales. Investigadores de las redes digitales han encontrado el uso de estímulos dirigidos a activar reflejos condicionados previamente fabricados y a la creación de comunidades emocionales transitorias, proceso en el que está ausente la racionalidad y el discernimiento entre los hechos reales y los fabricados. La huelga de hambre fake del espurio Movimiento San Isidro, de presuntos artistas, y la supuestamente arbitraria condena a prisión de un dizque rapero, recibió un inusitado apoyo en las redes desde Miami basado en la mayor desinformación. Miami, centro de operaciones de la guerra de cuarta generación del gobierno de Estados Unidos contra Cuba, parte fundamental de la cual es el golpe blando, no tan blando, pues vimos en la entrega anterior el papel primordial del terrorismo. Las decisiones principales sobre la subversión contra la Revolución Cubana se han tomado en Washington siempre, pero por razones prácticas el caldo se cuece en la ciudad floridana. En esta época, estamos hablando, entre otras armas, de una ciberguerra, concepto tan crucial que el Pentágono le dedica un comando especializado, así como los tiene para áreas geográficas. Y estamos hablando de una inversión multimillonaria en la creación de numerosos medios e influencers digitales, con sus ejércitos de bots que trasmiten contra la isla desde Estados Unidos.
Estoy de acuerdo con el escritor cubano Abel Prieto cuando afirma que la mayoría de los que llegaron ante el MINCULT fueron impulsados a hacerlo por el ambiente creado en las redes. Muy poco o nada conocían del San Isidro y sobre los hechos allí ocurridos. Creo con Abel que esos jóvenes fueron honestamente a buscar el diálogo con las autoridades culturales. También coincido con él en que una minoría “participaba con total conciencia en un plan contra la Revolución… Sabía que estaba contribuyendo a justificar con mentiras las políticas de Trump contra su país. Solo le interesaba el ´diálogo´ para convertirlo en noticia, en show, y anotárselo como una victoria”. El diálogo, en efecto se dio esa misma jornada con una representación de los congregados ante el MINCULT. Pero la minoría que menciona Abel demostró no solo no estar interesada en continuar el diálogo sino su enorme interés en hacerlo trizas cuando horas antes de la nueva cita acordada presentó, con inaudita prepotencia, una serie de demandas “no negociables” como condición para continuar las pláticas, entre ellas la presencia del presidente de la república y ¡la de reconocidos asalariados de Estados Unidos! Es sabido que Cuba revolucionaria nunca ha aceptado condiciones de nadie.
Hay –pienso yo–, una falla de información del lado revolucionario, que recién inicia su aprendizaje para desenvolverse con la celeridad y la contundencia imprescindible en la ciberguerra. No obstante, tiene las potencialidades y la creatividad política para hacerlo y la prueba es la contraofensiva desencadenada desde el 27 de noviembre, en los medios cubanos, y también en las calles, que han desarmado sicológicamente a la contrarrevolución, al punto que sus voceros comienzan a culpar al pueblo de dejarse apabullar por la “dictadura”, justo en el momento en que, arguyen, era posible derrocarla. Esperaban un muerto el 27 de noviembre y, claro, la intervención yanqui, pero se quedaron con las ganas. Se trata de un gravísimo error de juicio del imperialismo y sus asalariados en Cuba y en Miami, que no son capaces de concebir la arcilla revolucionaria de que está hecho la mayor parte del pueblo cubano, incluyendo sus nuevas generaciones. No debe olvidarse que el grito “yo soy Fidel” surgió de un sector de la multitud colmado de jóvenes, en la ceremonia luctuosa por la muerte del líder histórico de la Revolución Cubana. De manera espontánea, un contingente de jóvenes proclamó su fidelidad a la Revolución el 28 de noviembre en el Parque Trillo, donde llegó el presidente Díaz-Canel.
La buena voluntad de la mayoría de quienes acudieron a la sede del MINCULT el 27 de noviembre se demostró en el diálogo celebrado con el ministro de cultura, el poeta Alpidio Alonso, una semana después, en el que participaron varios de ellos y así se palpa en entrevistas y comentarios. Hay problemas de comunicación y de no atención o solución expedita a problemas que afectan a la creación artística. Hay errores como en toda obra humana y es deber de las instituciones rectificarlos. Es obvio que se necesitan más, y más sistemáticos espacios de diálogo y debate como han señalado tanto artistas y escritores como dirigentes de la cultura (con frecuencia también artistas).
Lo que es inadmisible es la exageración y, peor, el invento de deficiencias y errores inexistentes de las instituciones y de una inexistente represión para servir a la agenda imperialista de cambio de régimen en Cuba.
>En medio de la crisis mundial provocada por la pandemia y el neoliberalismo global, Cuba sufre al mismo tiempo un acoso sin precedentes de EE.UU. Por eso se ha escogido este momento para financiar espectáculos que ofrezcan una imagen desfigurada del país.
>Todo creador que se acerque a las instituciones con objetivos legítimos encontrará interlocutores dispuestos a escucharlo y a apoyarlo.
«El escudo», obra del artista cubano Alexis Leyva Machado (Kcho)
No por azar se escogió el 20 de octubre como Día de la Cultura Cubana. Recuerdo con cuánto orgullo Armando Hart reiteraba la trascendencia de que la fecha en que se entonó por primera vez el Himno de Bayamo sirviera para rendir homenaje a los hombres y mujeres que protagonizan la vida cultural del país. Se había sintetizado así, de modo inmejorable –decía Hart–, la identificación orgánica entre nuestros creadores y los ideales patrióticos, antiesclavistas y anticoloniales de 1868, enriquecidos luego por Martí, Mella, Guiteras, Fidel.
La Revolución triunfante en 1959 recibió un apoyo entusiasta de la abrumadora mayoría de los artistas y escritores cubanos. Muchos, incluso, que vivían en el extranjero, regresaron a la Isla para sumarse a la edificación de un mundo nuevo.
Aunque la agresividad de EE.UU. empezó muy tempranamente, a través de presiones y amenazas, atentados, bombas, financiamiento de bandas armadas y una feroz campaña mediática, el gobierno revolucionario no descuidó la promoción de la cultura: fundó el ICAIC, la Casa de las Américas, la Imprenta Nacional y la primera escuela de instructores de arte, y llevó adelante la Campaña de Alfabetización.
Según dijo Carpentier, habían terminado para el escritor cubano los tiempos de la soledad y comenzado los de la solidaridad. Y es que la Revolución formó un público masivo y ávido para las artes y las letras. Dio espacio, además, a las expresiones más genuinas y discriminadas de las tradiciones populares y a las búsquedas más audaces en los diversos géneros artísticos.
Incapaces de percibir los nexos tan hondos entre cultura y Revolución, los yanquis se empeñaron en organizar grupos de «disidentes» en los medios intelectuales; pero fracasaron una y otra vez.
El caso de Armando Valladares fue fruto de la desesperación: lo exhibieron ante el mundo como un poeta inválido prisionero de conciencia. Hasta le publicaron un poemario con gran publicidad y un título dramático: Desde mi silla de ruedas. Pero no era poeta ni paralítico (subió ágilmente la escalerilla del avión cuando fue indultado), tenía un pasado turbio como policía de la tiranía de Batista y había sido sancionado por actividades terroristas.
Ahora, muchos años después, presentan un supuesto «movimiento» (San Isidro), un supuesto rapero procesado por desacato y una supuesta huelga de hambre de una decena de supuestos «artistas jóvenes». Los respaldó una fuerte campaña en la prensa extranjera, en los medios digitales pagados para la subversión y en las redes sociales. Contaron con el apoyo inmediato de Pompeo, Marco Rubio, Almagro y otros personajes.
A través de las redes sociales, se gestó un clima enrarecido, con una intensa carga emocional, para suscitar expresiones de adhesión y apoyo moral ante una hipotética injusticia.
Como ha sido estudiado por muchos analistas, apelar a las emociones en las redes envuelve a la gente en comunidades sentimentales transitorias, y paraliza la capacidad para razonar, juzgar y verificar dónde están los límites entre la realidad y la ficción.
Muchos (la mayoría) de los que se congregaron el 27 de noviembre ante las puertas del Ministerio de Cultura estaban influidos por la atmósfera creada en las redes. Pocos conocían lo acontecido efectivamente en San Isidro y a sus protagonistas. Quizá algunos habían tenido una u otra mala experiencia y se sentían dolidos. Creo que querían honestamente dialogar con la institución. Otros (una minoría) participaban con total conciencia en un plan contra la Revolución. Usaron las redes sociales para amplificar lo que allí sucedía y lo divulgaron de manera adulterada. Echaron a rodar noticias falsas en torno a una represión imaginaria que incluía gases lacrimógenos, gas pimienta y supuestas emboscadas contra los participantes. Sabían que estaban contribuyendo a justificar con mentiras las políticas de Trump contra su país. Solo les interesaba el «diálogo» para convertirlo en noticia, en show, y anotárselo como una victoria. Algunos necesitaban justificar el dinero que reciben.
Sin embargo, es necesario separar claramente la historieta de los marginales de San Isidro y lo sucedido en el Ministerio de Cultura. En el segundo caso, hay valiosos jóvenes que deben ser atendidos.
La política cultural de la Revolución ha abierto un espacio amplio y desprejuiciado para que los creadores puedan hacer su obra en total libertad. Es cierto que ha habido errores, incomprensiones y torpezas, pero el propio proceso revolucionario se ha encargado de rectificarlos.
Las instituciones, junto a la UNEAC y a la Asociación Hermanos Saíz, se mantienen abiertas al debate franco con artistas y escritores. Si por alguna razón el diálogo se interrumpe, existen los canales de comunicación apropiados para retomarlo.
Es totalmente legítimo dialogar sobre cómo consolidar los vínculos entre creadores e instituciones, sobre manifestaciones experimentales del arte que aún no han sido suficientemente comprendidas, sobre la imprescindible función crítica de la creación artística, sobre el «todo vale» de la visión postmoderna, sobre la libertad de expresión y otros muchos temas.
Lo que no resulta legítimo es el irrespeto a la ley, la pretensión de emplear el chantaje contra las instituciones, ultrajar los símbolos de la patria, buscar notoriedad mediante la provocación, participar en acciones pagadas por los enemigos de la nación, colaborar con quienes trabajan para destruirla, mentir para sumarse al coro anticubano en las redes, atizar el odio.
En medio de la crisis mundial provocada por la pandemia y el neoliberalismo global, Cuba sufre al mismo tiempo un acoso sin precedentes de EE.UU. Por eso se ha escogido este momento para financiar espectáculos que ofrezcan una imagen desfigurada del país.
Todo creador que se acerque a las instituciones con objetivos legítimos encontrará interlocutores dispuestos a escucharlo y a apoyarlo. Con los farsantes no hay diálogo posible.
La pobreza en el siglo XXI es diferente a la del XX. Podemos afirmar que en las primeras décadas de este siglo el modelo económico neoliberal, la globalización y la ideología neoliberal penetraron de tal modo, que ya se puede ver con claridad el nefasto impacto de este sistema e ideología en la población de casi todo el planeta.
Es difícil definir la pobreza neoliberal, porque, como dice George Mombiot, es tan omnipresente el neoliberalismo que rara vez lo reconocemos como ideología. Según el autor, el anonimato del neoliberalismo es la clave de su éxito y la esencia de su poder. Por eso recurrimos a esta definición etnográfica que nos pueda explicar con mayor claridad qué es y cómo se vive la pobreza neoliberal.
Para ello, retomo la entrevista que realizó Gabriela Cortés publicada en libro Caminos del éxodo humano. En octubre de 2018 Gabriela entrevistó a Nancy, una guatemalteca de 23 años que vivía en la capital de ese país y que se sumó a la caravana que llegó a Tijuana. Ella viajaba sola, había dejado a sus tres hijos con su madre y responde así a las preguntas sobre el lugar donde vive:
Pues a veces es peligroso, en ocasiones no, pero lo que más se vive es la violencia contra la mujer. El lugar es bonito, pero al mismo tiempo no hay trabajo, y cuando uno se quiere seguir superando cuesta mucho. Al menos a mí me cuesta mucho porque tengo tres niños y los tres estudian, entonces yo trabajaba vendiendo refacciones (comida) y a veces sacaba dinero y en ocasiones tenía que llevarme la comida de regreso a casa y ellos se la comían.
Nancy afirma que tiene una historia muy larga de abusos por parte de su marido, a quien metió a la cárcel por violencia familiar y le gustaría que la escuchara un juez de Estados Unidos, pero advierte que no ha traído los papeles para comprobarlo.
“Yo, para poder sacar adelante a mis hijos y poder darles de comer todos los días y para que no les faltara nada, llegué a meterme a la prostitución por eso… Porque fíjese, son tres y los tengo estudiando y a veces a la nena grande le dejan hacer investigaciones, y cuando ella dice: mamá, tengo que ir al Internet, y cuando va a dejar sus hojas me dice, mamá costaron 40 quetzales (3.85 dólares) o me cobran 30 quetzales, y a veces sólo tengo 20 o 25. Y me toca volver a ver qué hago y volverlos a traer.”
Sus aspiraciones son las de cualquier migrante: mi sueño es ponerme a trabajar y darle a mis hijos lo que yo nunca tuve para salir adelante. Y les dice a sus hijos cuando habla por teléfono: yo voy a regresar por ustedes, pero voy a volver con otra vida. Ya no voy a regresar a lo mismo que era antes. Finalmente, dice: Mi sueño es entrar a Estados Unidos y ponerme a trabajar. Y darle a mis hijos lo que yo nunca tuve. Salir Adelante. Hay veces en que me levanto con la autoestima muy baja y digo !no¡, yo agarro mis cosas y me regreso. Pero me acuerdo de mi nene que cada vez que habla conmigo me dice que él quiere su carrito de control remoto y yo quiero ver si el presidente Donald Trump me deja entrar, porque lo primero que quiero hacer cuando llegue, es encontrar un trabajo y comprarle un cochecito de control remoto y mandárselo. Eso es lo que me da fuerza para continuar aquí, sufriendo, aguantando, porque sí se aguanta mucho el frío. A veces hay comida, a veces no. Y mi hija quiere ser arquitecta y le quiero ayudar a alcanzar su sueño, deseo que lo logre.
No sabemos qué pasó con Nancy, si está trabajando en Estados Unidos, si tuvo que regresar a Guatemala, si se quedó en México, si solicitó refugio, si se cumplieron sus sueños. En el mejor de los casos Nancy se habrá integrado al sector de la clase obrera migrante y como ella misma afirma: yo, como digo, aunque sea limpiando baños, lo que me quieran poner a hacer.
Asumir el riesgo, para una mujer sola, de integrarse a la caravana, sin duda es una opción arriesgada y pone en evidencia su desesperación por salir de la situación de pobreza en la que vive, pero al mismo tiempo justificar todos los sufrimientos para la compra de un carrito de control remoto para su hijo; la define plenamente como consumidora en un mundo global.
La hija de Nancy que quiere ser arquitecta tiene acceso a la educación en línea, pero tiene que ir a un cibercafé porque no tiene computadora en su casa y mucho menos línea de Internet. Pero el costo de este servicio les resulta prohibitivo por lo que cuesta el tiempo de uso de la computadora y la impresión de las hojas que necesita para poder estudiar en casa.
Y es en esos detalles donde hoy se hace presente la pobreza, en un sistema que precisamente se ha empeñado en disminuir al máximo los salarios mínimos y en maximizar las expectativas y necesidades de consumo. Sea que se trate de unas simples hojas de papel, pero también las expectativas superfluas como un carrito de control remoto, que paradójicamente se colocan en el mismo plano como necesidades vitales.
Sin darse cuenta, ella se mueve en un sistema de expectativas de consumo que difícilmente podrá alcanzar, pero al mismo tiempo vive impregnada de la ideología neoliberal que ha llegado hasta los últimos rincones del planeta.
Hoy en día este tipo de pobreza neoliberal es una de las causas más importantes de la migración global.
Una escalada de sabotajes a la economía, dirigidas desde Estados Unidos, se ha producido en Cuba entre 2017 y 2020, continuada durante la pandemia de covid-19. El llamado Movimiento San Isidro (MSI), al que tanto espacio han dedicado los medios canallas en las últimas semanas no puede desligarse de esas acciones, que junto a otras, como la supuesta acción artística desplegada por este grupo de 4 personas sin prestigio alguno en la isla, forman parte del plan de golpe blando para derrocar al gobierno cubano (véase amplia información y videos en (www.cubadebate.cu/etiqueta/movimiento-san-isidro/). Vuelta al terrorismo que Washington, salvo por breves periodos, como durante el gobierno de Obama, ha practicado sistemáticamente contra la Revolución Cubana desde 1960. Lo que explica este repunte es la influencia sin precedente concedida por el presidente Donal Trump a la extrema derecha contrarrevolucionaria de Miami, a la que entregó virtualmente la dirección de la política de asfixia económica máxima y estimuló, con las brutales acciones y retórica contra Cuba de él mismo y de su gobierno, el surgimiento de una nueva generación de mercenarios del terror en La Florida totalmente tolerados por las autoridades yanquis y aceitados con un río de dinero, que también les permitió crear un nuevo sistema de medios de difusión contrarrevolucionarios new age. Esto significó también un incremento del uso de las redes digitales para crear fake news y posverdades, que venía desde la época de Obama, con formas más pragmáticas y moderadas.
El MSI, en consecuencia, es parte de un conjunto de células y actividades dentro y fuera de Cuba insertas en el plan golpista estadounidense. En este plan, el terrorismo, encaminado a sembrar caos y pánico, es un ingrediente de primer orden, como lo fue en las guarimbas de Venezuela. La liquidación del socialismo en Cuba no es para transitar a la “democracia”, como proclama Washington, sino al neoliberalismo 3.0, la forma más cruel de distribución de la riqueza y entre las más autoritarias y despóticas de gobierno. Por lo visto en Chile, Bolivia, Perú, Brasil, Colombia, Honduras, Guatemala y el propio Estados Unidos, en la actualidad es cada vez más delgada la línea que separa al Estado neoliberal de uno primo hermano del fascismo.
Los miembros del MSI, que se concentró en una casa del popular barrio de San Isidro, en La Habana, son 4 o 5 artistas jóvenes y sin apenas obra. Junto a ellos, otras 14 personas, que no son artistas, se sumaron a la totalmente falsa huelga de hambre y líquido que protagonizaron. No hay más que ver en los videos difundidos por ellos mismos la sana condición física de los allí reunidos y el refrigerador repleto de comida. Eso sí, se trata de un grupo, sin excepción, al servicio de los planes de Estados Unidos contra Cuba, incluyendo su vertiente terrorista y el cobro en dólares por delante. La demanda principal de los falsos huelguistas de hambre era la liberación del músico Dennys Solís, miembro del MSI que cumple una sentencia de ocho meces por desacato. La otra, la eliminación de las tiendas que venden en divisas, una medida vital para defender la economía del recrudecimiento del bloqueo. Solís, quien había sostenido pláticas telefónicas con José Luis Fernández Figueras, de origen cubano y residente en Estados Unidos, fue citado por la policía para aclarar su relación con este, nada menos que miembro de una organización terrorista de Miami llamada Lobos solitarios, buscado por las autoridades cubanas desde 2017 por su vinculación directa a hechos de sabotaje. Fernández Figueras le ofreció 200 dólares por seguir sus instrucciones, confiesa Solís en un video que circula en las redes digitales. “Lo que me interesaba era el dinero”, dice el artista. Al negarse a acudir a la convocatoria policial, fue citado personalmente por un agente, a quien cubrió de groserías e insultos, magníficamente documentado en otro video en las redes digitales. Es por el delito de desacato que fue sancionado a ocho meses de cárcel, sin que presentara apelación. Otro artista, el líder del grupo, Luis Manuel Otero Alcántara, se especializa en realizar performances repugnantes y ofensivos con la bandera cubana y su cuerpo. Esa labor artística mereció el reconocimiento y la alternancia con su autor de Mara Tekas, anterior encargada de negocios de Estados Unidos en Cuba, cuyo sustituto, Timothy Zúñiga Brown visitó a los huelguistas en tres ocasiones, quienes también recibieron trinos de apoyo del secretario de Estado Mike Pompeo, el subsecretario Michael Kozak y de Tekas, ahora coordinadora de asuntos cubanos del Departamento de Estado. Y, no podía faltar, el apoyo del tránsfuga Luis Almagro, secretario de la desprestigiada OEA.
Los huelguistas fueron removidos del lugar donde se encontraban y llevados a sus domicilios por la autoridad sanitaria cubana pues transgredieron gravemente las reglas de seguridad biológica emitidas durante la pandemia. El colmo habría sido que se les permitiera semejante delito. De eso y más hablaremos en la próxima entrega.
Donald Trump se va de la Casa Blanca doblemente derrotado: no pudo ganar la reelección presidencial, ni tampoco pudo derrocar los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua; contra los que empleó todos los métodos de castigo y agresión a su alcance.
Pero las fuerzas trumpistas no están acabadas, ni mucho menos. Están intentando dejar una profunda huella en la sociedad estadounidense y más allá. A estas alturas, todavía Trump no reconoce su amplia derrota en las elecciones; y tampoco deja de sembrarle problemas a la administración que vendrá: hace unos días hasta amenazó con atacar sitios nucleares iraníes para abortar todo propósito de diálogo con ese país.
Con Cuba, la actual administración tiene una particular rabia: más de 120 medidas punitivas que arrecian el de por sí criminal bloqueo económico, comercial y financiero, y no han podido derrocar a la Revolución.
Con esa espina y el aliento de las fuerzas de la derecha anticubana que le dieron el voto en las pasadas elecciones, la actual administración no cesa de organizar planes y provocaciones contra Cuba, esperanzados de dar la estocada final antes del 20 de enero; o al menos dejarle la pista bien caliente al gobierno de Biden para que no pueda plantearse una convivencia civilizada con el archipiélago caribeño.
El nuevo gobierno electo todavía no ha congeniado públicamente con esa derecha contrarrevolucionaria anticubana, que le votó en contra y lo acusó de “socialista” y hasta “comunista” en una feroz campaña mediática de corte maccarthista. Más bien, ha dicho públicamente que planea retornar a la política de acercamiento entre Cuba y EE.UU. que Obama solo logró comenzar en su último mandato, y que en tan poco tiempo pudo demostrar que sí es posible convivir en paz y cooperación, centrándonos en los puntos en común, respetando las diferencias.
Los vividores del conflicto, los promotores del mal contra el pueblo cubano, los que se han beneficiado de los millones y millones de dólares que Estados Unidos destina cada año a los planes agresivos y de subversión contra Cuba, andan por estos días en frenética ofensiva, intentado construir un pretexto para comprometer al futuro gobierno estadounidense con la agresiva hostilidad anticubana.
Buscan una actualizada versión de la archiconocida jugada «derribo de avionetas de Hermanos al Rescate» que forzó al presidente candidato de 1996 Bill Clinton a renunciar al acercamiento con Cuba y convertir en ley al proyecto Helms Burton para arreciar el bloqueo y dibujar el futuro neocolonial del rebelde país.
Pretenden fomentar la inestabilidad social, alentar las frustraciones, aprovechar las circunstancias difíciles de un país que ha tenido que librar una dura batalla contra la pandemia de COVID-19 en medio de arreciadas medidas de bloqueo y de la paralización de su principal fuente de ingresos, el turismo.
Apuestan al posible liderazgo desestabilizador de reducidos sectores de la cultura que han estado financiando y apadrinando durante años, y buscan confundir a sectores juveniles golpeados en sus aspiraciones y calidad de vida por la misma política de asfixia imperial contra Cuba.
Como expresara el General de Ejército Raúl Castro en un discurso ante elparlamento cubano el 19 de abril de 2018: “ …una de las permanentes apuestas de los enemigos de la Revolución es penetrar, confundir, dividir y alejar a nuestra combativa juventud de los ideales, la historia, la cultura y la obra revolucionaria, sembrar el individualismo, la codicia, la mercantilización de los sentimientos e inducir a las nuevas generaciones al pesimismo, al desapego hacia la ética y los valores humanistas, la solidaridad y el sentido del deber”.
Se pretende prender una chispa que desemboque en un estallido social al estilo de los ensayados y ejecutados en el mundo árabe o Ucrania. Y ello se alienta con total cinismo desde las redes sociales digitales, lo mismo desde el Departamento de Estado y su embajada en La Habana que desde la mafia anexionista de Miami. Quienes se alimentan informativamente sólo en esos espacios digitales pensarán que en Cuba hay una guerra civil en estos días o una protesta social generalizada. Hacia tal escenario quisieran conducir al país el imperio y sus peones de turno.
La Revolución cubana tiene la experiencia de sus más de 60 años de lucha contra las intenciones de dominación estadounidense y contra una contrarrevolución basada en el país del norte que ha recurrido hasta la invasión armada y el terrorismo para intentar derrocarla. Tiene, en especial, el apoyo mayoritario de un pueblo, cuya movilización en estos días de amenazas es la principal fortaleza y el mejor bastión ante los despropósitos. Y cuenta además, con una cultura, una intelectualidad, una pléyade de artistas y creadores raigalmente antimperialistas, que son espada y escudo de la nación ante los intentos de dominación.
Cuba vive un nuevo momento de desafío al que se le debe y da respuesta desde la inteligencia, la firmeza de principios, la capacidad de diálogo para hacer mejor al país y la fuerza esencialmente revolucionaria de su pueblo.
Nos advierte desde el siglo XIX el gran pensador cubano José Antonio Saco: «No seamos el juguete desgraciado de hombres que con sacrificio nuestro quisieran apoderarse de nuestra tierra, no para nuestra felicidad, sino para su provecho» […]»yo desearía que Cuba no solo fuese rica, ilustrada, moral y poderosa, sino que fuese Cuba cubana y no anglo-americana».
Seis décadas atrás, un 14 de noviembre de 1960, una niña de 6 años llamada Ruby Bridges ingresaba en la escuela William Frantz Elementary de Nueva Orleans, Louisiana. Era la primera vez que esa institución recibía una alumna afrodescendiente. Para poder ingresar, en el medio de los insultos de los padres y madres supremacistas, fue escoltada por agente del FBI enviados por el presidente de los Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower. La comunidad blanca había decidido impedir su ingreso porque reclamaba la continuidad de las políticas de segregación racial, declaradas como ilegales por la Corte Suprema en 1954.
Ruby había nació en Tylertown, Mississippi en 1954. Pero su trayecto a la escuela en 1960 se percibió como una afrenta para la comunidad supremacista que evaluaba como un pecado la interacción de niñxs blancos con criaturas afrodescendientes. Estos últimos podían ser valorados como mano de obra esclava o barata, pero nunca como sujetos de derechos similares a los herederos de los colonos europeos.
En el mismo periodo en que Ruby subió las escalinatas de la escuela algo que quebró. Esa imagen habría de quedar grabada en la conciencia política de toda una generación. Algo similar había ocurrido seis años antes, en diciembre de 1955, cuando Rosa Park decidió negarle su asiento, en un transporte público, a un ciudadano blanco, tal como exigían las tradiciones de respeto hacia los hombres considerados superiores.
Ruby fue la primera niña en asistir a una escuela que no estaba diseñada para estudiantes negros. Para impedir que pudiera ingresar –pese a las decisiones federales–, las autoridades escolares resolvieron tomarle un examen con la esperanza de poder rechazarla con criterios pseudo-educativos, dado que consideraban a los negros como inferiores intelectualmente. Ruby y otrxs 5 niñxs de la comunidad afroamericana lograron superar la prueba pero solo la familia Bridges se animó a desafiar a la horda de padres que se oponían en forma terminante con que una niña de sus características tuviese contactos con sus hijxs. Cuando Ruby llegó acompañada de los agente del FBI tenía puesto un jumper gris y una camisa blanca. Antes de subir la escalera le tiraron huevos y tomates podridos.
El día del inicio de las clases las autoridades educativas, lxs maestros y los funcionarios de la gobernación de Louisiana condenaron la presencia de Ruby y vaciaron la escuela con la esperanza de que los Bridges desistieran. Para garantizar las clases, la secretaría de educación hizo una convocatoria ad-hoc y logró que una maestra de Boston accediese a trasladarse 2000 kilómetros para ser la docente de Ruby.
“Yo no entendía qué pasaba –relató años después Ruby–, nunca imaginé que habían organizado una manifestación para impedir que yo acudiese a la escuela. Portaban pancartas, coreaban consignas que decían: ´No queremos integración´. Cuando entré con los funcionarios del gobierno federal, los padres y las madres decidieron retirar a sus hijxs porque especulaban con que las autoridades de la escuela no iban a permitirme ingresar. Mientras las maestras y los padres se iban con sus niñxs, me gritaban cosas que no podía entender, a través de una ventana”.
El colegio quedó desierto. En el segundo día de clases las autoridades resolvieron que lxs niñxs siguieran sus cursos sin la presencia de Ruby. Sin embargo, ese día le informaron a los padres de la niña que nadie aceptaba ser su compañera de clase. Pero su familia no se amedrentó. Ruby fue a su segundo día de clase y la recibió una mujer que la iluminó con una sonrisa: “Cuando entré vi a una mujer que dijo: ´Hola, soy tu maestra´. Lo primero que pensé fue: ´Pero… ¡Es blanca!´, Nunca había tenido vínculo con una persona blanca. Resultó ser la mejor maestra que jamas haya podido tener y por ella amé la escuela.”
La maestra Henry hizo 2000 kilómetros de historia. Viajó desde Boston porque lxs docentes de la ciudad rehusaban a darle clase a niñxs negrxs. La señora Henry también fue discriminada en su estancia en New Orleans porque siendo blanca accedió a mezclarse con una criatura negra. “Fue como una segunda madre para mí –señaló Ruby varios décadas después– y nos convertimos en las mejores amigas.” Eran Ruby y la Sera Henry. Solas. Nadie más. Todo su primer año fue igual, sin compañerxs de curso. Sin recreos. Sin juegos con otrxs niñxs. Sin tareas compartidas. Sin amigxs. Solo ellas dos.
La industria cultural estadounidense desempeña un papel sustancial en la reproducción simbólica del capitalismo y, por tanto, en su sostenimiento como sistema, garantizando el triunfo de los estereotipos como formas superiores de la ideología.
La gran fábrica del «entretenimiento», la industria del espectáculo frívolo, que reproduce estrellas y celebridades sin esencia y sin alma, es la matriz del esclavo asumido que pulula en las urbes superpobladas y cada vez más violentas del capitalismo.
El producto cultural estadounidense y sus sucedáneos, científicamente elaborados, nos causan placer, nos entretienen y descomplejizan los procesos de pensamiento y análisis de la realidad.
Productos televisivos creados en laboratorio, los gossip show, los psicological talk show, invaden nuestras casas, el espacio de la familia, y esos seres irreales, tontos y frívolos, comparten nuestras vidas.
La distancia cada vez se acorta más. Los televisores son cada vez más grandes y ocupan un espacio mayor, conquistan cada habitación, cada pared y desde ellas nos hablan, nos dicen, nos entretienen.
Es la «familia» sonriente que sustituye al vecino, al juego de mesa, a la extensa sobremesa familiar, alimentada con el café, el té y las vivencias del día.
Un ejército glamuroso, simpático y banal se apodera de las mentes, de la conducta y de las emociones, desde televisores, computadoras y teléfonos inteligentes, artefactos que se fusionan cada vez más.
Su voluntad está siendo tomada por nuevas e invisibles fuerzas de ocupación sin que usted sospeche nada. Las balas de esta guerra ya no apuntan al cuerpo, sino a sus emociones, contradicciones y vulnerabilidades.
Bezmenov, periodista soviético de 36 años y colaborador de la KGB estaba designado en la India de donde desertó en 1970 para dedicarse el resto de su vida a revelar un supuesto plan del Kremlin para desestabilizar a los Estados Unidos desde dentro en una versión anticipada, pero al revés de las “Revoluciones de Colores” que se desarrollarían medio siglo después contra gobiernos incómodos para Washington y sus aliados.
El desertor se graduó en el Instituto de Lenguas orientales de Moscú y fue reclutado por la KGB y enviado como agente de propaganda en la embajada soviética en Nueva Delhi, en 1968-69 para atender a políticos, periodistas, escritores, artistas y hombres de negocios locales a quienes atiborraba de vodka en comidas y recepciones para convencerlos de las bondades del sistema soviético.
Según relató Bezmenov, preparó con antelación su fuga para Occidente que realizó en la noche del 8 de febrero de 1970 cuando cambió su traje de cuello y corbata, vistió un gastado vaquero, se puso collares de hueso, peluca y bigote y se diluyó entre la comunidad de hippies estadounidense quienes varados en Nueva Delhi disfrutaban de la cultura hindú, su música, el yoga, y la marihuana, mientras evadían el reclutamiento para ir a la guerra de Vietn Nam.
Lo que no pudo ni imaginar Bezmenov, fallecido el 5 de enero de 1993 a los 54 años, que su teoría que debía ser considerada una pintoresca reliquia de la Guerra Fría nunca demostrada, será promovida como argumento de la nueva saga de juego de guerra Call of Duty: Black Ops Cold War presentado en agosto último.
Así volverán a sus andadas en el espacio virtual los agentes rusos presentados como continuadores de la KGB. que manipulan las elecciones presidenciales, chantajean al presidente estadounidense y socavan la seguridad nacional del país, como antes lo hizo el “imperio del mal”, como se refería Ronald Reagan a la URSS.
Moscú y su “república bananera”
Una conferencia del ex KGB acompañará el juego bajo el precepto de “desconocer la historia es correr el peligro de volver a vivirla” que deberá inspirar a millones de usuarios, la inmensa mayoría jóvenes, para que “dispararen ” contra de los invasores en defensa de EEUU.
Bezmenov repitió en libros, conferencias y entrevistas los principales argumentos sobre los pretendidos planes de “invasión silenciosa” de la URSS a los Estados Unidos de agentes de influencia dirigidos un gigantesco aparato de “subversión ideológica” y de “medidas activas” que consumía más del 70 por ciento de los recursos del espionaje soviético.
En su teoría precisó que esas acciones se desarrollarían en cuatro etapas para alcanzar la desmoralización del país en 15-20 años por medio del cual se adiestrarían a estudiantes, intelectuales, políticos, dirigentes sindicales y políticos para convertirlos en activistas de la ideología marxistas para enfrentarlos al gobierno junto a organizaciones y movimientos públicos secretamente apoyados por los soviéticos.
A 50 años de la histórica victorial electoral de Salvador Allende, abanderado de la Unidad Popular (UP) a la presidencia de Chile, es necesario reflexionar sobre aquel primer intento, a escala universal, de avanzar hacia el socialismo por vía electoral. El gobierno de la UP duró escasamente cuatro años pero pudo acumular en ese tiempo valiosas experiencias en la construcción socialista. Aunque sus enseñanzas también son válidas para gobiernos que no se proponen el socialismo, como los actuales de Argentina y México, pero tienen en común con aquel el afectar importantes intereses oligárquicos e imperialistas, que no se resignan a perder sus privilegios y por eso ofrecen la más encarnizada resistencia a los gobiernos populares, a costa incluso de arremeter contra el Estado de derecho, en una actitud crecientemente golpista.
Después del triunfo de la revolución cubana, América Latina y el Caribe devinieron campo de batalla política y, en algunos casos militar, entre el imperialismo yanqui, aliado a las oligarquías locales, y las fuerzas populares. Chile fue un caso emblemático. Allí, como en ningún otro país en nuestra región, un experimentado movimiento de izquierda de orientación marxista y una clase obrera combativa, organizada y politizada habían conquistado un espacio político e institucional considerable y tenían posibilidades de llegar al gobierno por vía electoral con un programa socialista de hondo contenido antimperialista. Existía, además, un prestigioso líder, Allende, que aunque no contaba con el respaldo de sectores de su propio Partido Socialista (PS), poseía gran arrastre electoral, sobre todo en la clase obrera, y gozaba del apoyo del Partido Comunista de Chile y la entrañable amistad y solidaridad de Fidel Castro. Una radicalización a la izquierda de sectores de clases medias llevó a numerosos militantes jóvenes a abandonar la Democracia Cristiana (DC) para apoyar a Allende. En el PS muchos no creían en la audaz propuesta de su candidato, quien, a partir de un análisis de las singulares condiciones de Chile postulaba la tesis de que en su país era posible transitar al socialismo por vía electoral. En efecto, el gran líder popular resultó ganador de la presidencia en las elecciones de 1970.
Estados Unidos había decidido desde antes echar en el país andino un pulso decisivo en el enfrentamiento de clase que se desplegaba a escala de nuestra América. Acuñó con el candidato de la Democracia Cristiana (DC) Eduardo Frei el demagógico lema de “revolución en libertad” para contraponerlo a la Revolución Cubana, que había desencadenado al sur del río Bravo un prolongado y vigoroso ciclo de luchas populares. Como demuestran documentos desclasificados, la CIA, desde las elecciones presidenciales de 1964, en que Allende se enfrentaba como candidato a Frei, inyectó a favor de su campaña 2.6 millones de dólares, invirtió 3 millones de dólares en propaganda contra Allende y posteriormente se ufanó de que esa y otras maniobras fueron indispensables para el éxito de Frei. En las elecciones del 4 de septiembre de 1970, la agencia canalizó 350 mil dólares a la campaña del derechista Jorge Alessandri por medio de la trasnacional ITT e invirtió entre 800 mil y un millón de dólares para manipular el resultado electoral, consignó después el informe del Comité Church del Senado estadunidense.
El resultado de los comicios: Allende, 36.6 por ciento; Alessandri, 34.9 y el candidato de la DC Radomiro Tomic, 27.8. El 24 de octubre el pleno del Congreso, de acuerdo con la Constitución, debía elegir entre las dos mayorías más altas. Desde Washington, el presidente Richard Nixon ordenó a la CIA evitar que Allende asumiera la presidencia. Pero no le funcionó su plan porque Allende y Tomic (aunque democristiano, de orientación constitucionalista y progresista) habían acordado que uno reconocería la victoria del otro si la diferencia superaba los 5 mil sufragios. Para colmo un plan B de la CIA, que culminó en el asesinato de René Schneider, comandante en jefe del ejército, favoreció el voto de la DC a favor de Allende.
Nacionalización del cobre, profundización de la reforma agraria, constitución de un amplio sector social de la economía con participación obrera, incluyendo los bancos, aumento de salarios, robustecimiento del mercado interno, política exterior latinoamericanista, no alineada y de paz, restablecimiento de relaciones con la Cuba hermana, son, entre otros, grandes logros del gobierno de la UP. La gestión allendista heredó quebradas las arcas públicas por todas las importaciones suntuarias realizadas para mejorar la imagen de Frei. Encima Estados Unidos lo asfixió económicamente y desencadenó una terrible ola fascista culminada con el sangriento golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, que, trágico presagio, encontró a los revolucionarios chilenos desunidos. La soldadesca fascista conminó a Allende a rendirse, pero este resistió horas en el Palacio de la Moneda, donde murió abrazado al fusil Kalachnikov que un día le obsequiara Fidel. ¡Allende vive hoy en la rebelión antineoliberal chilena!