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REBELIONES. DAVID BROOKS

American curios

▲ La batalla actual para sindicalizar un mega-almacén de Amazon en Alabama se acompaña, como todas las luchas en Estados Unidos, por los ecos de la historia de rebelión en el país. En la imagen del viernes pasado, un participante en una protesta de apoyo a la sindicalización de trabajadoras de la empresa Amazon en Nueva York. Foto Afp

DAVID BROOKS

La historia de Estados Unidos, como todas, no se puede entender sin contar las rebeliones. Esa historia está sujeta a incesantes intentos de borrarla, purificarla, domarla –hasta proclamar días festivos oficiales a líderes rebeldes y ponerles monumentos que ocultan más de lo que revelan– y mantenerla semisecuestrada para que no vaya a inspirar a nuevas generaciones. Todos los días se batalla por la historia real y completa del país, y cada movimiento contemporáneo tiene que dedicarse a rescatar a sus antecesores. Esa historia rebelde es aun menos conocida afuera de este país, y sin ella es fácil reducir la visión sobre lo que ocurre en Estados Unidos a una versión de estereotipos demasiada centrada en Washington, Hollywood y Disneylandia.

La lucha contra la amnesia histórica no es tan simple, ya que no es resultado de censura explícita y más aún existe material vasto, con algunas aportaciones excepcionales, generado por Hollywood y la televisión (comprobando que una parte de la izquierda estadunidense se puede encontrar en ese mundo entre guionistas y directores).

Esa historia es presentada de manera fragmentaria en museos y en la academia, como en bibliotecas y por innumerables proyectos literarios. Aun así, esa historia de rebeliones es capturada y presentada de tal manera para que no vaya a provocar, pues, rebelión.

Uno puede visitar los monumentos a Martin Luther King y festejar su día oficial, al igual hay avenidas llamadas César Chávez en California, ver películas sobre Malcolm X y John Reed, y algunas clásicas basadas en los libros de Steinbeck y más recientes como la del Juicio de los 7 de Chicago, como todo tipo de expresiones y exposiciones sobre líderes de la lucha feminista, de los gays, algunas –muchas menos– de luchas obreras, ambientalistas, y más pocas aún sobre luchas indígenas.

Vale recordar que historiadores rebeldes como Howard Zinn dedicaron su vida a rescatar la otra historia de este país, junto con Mike Davis, Eric Foner, Greg Grandin entre otros, junto con periodistas que hacen presente la historia como Studs Terkel y Bill Moyers, y existe un magnífico mosaico de proyectos de educación popular como los impulsados por el Highlander Center en Tennessee que hacen viva y resucitan la historia rebelde del país, junto con otros proyectos (https://www.zinnedproject.orghttps://studsterkel.wfmt.comhttps://highlandercenter.org).

Nuevos movimientos están rescatando a sus antecesores y los hacen presentes hoy día. La Campaña de los Pobres explícitamente reinicia la última lucha del reverendo King, donde él fusionó las demandas por derechos civiles con las de la justicia económica y derechos de los trabajadores (algo de lo cual casi nunca se menciona en los festejos oficiales de su vida). La lucha indígena apache en defensa de su tierra sagrada en Arizona contra mineras transnacionales, como la de los pueblos sioux y otros contra los gasoductos en el norte del país; la batalla actual para sindicalizar un mega-almacén de Amazon en Alabama, su dueño el multimillonario más rico del planeta.

La batalla de años por elevar el salario mínimo a 15 dólares impulsado por trabajadores de comida rápida y ahora bajo debate en el Congreso, las luchas que fueron claves en derrotar el proyecto neofascista en las elecciones federales, sobre todo las impulsadas por coaliciones y alianzas extraordinarias y sin precedente entre movimientos afroestadunidenses, latinos e indígenas, así como las incesantes luchas por los derechos de los inmigrantes -–que usan consignas de luchas anteriores aquí como las de las luchas de sus pueblos de origen–, todas son acompañadas por los ecos de la historia de rebelión en Estados Unidos.

Pero el rescate de la historia de los pueblos es parte del rescate de su futuro. Quien controla el pasado, controla el futuro. Y quien controla el presente, controla el pasado, dijo George Orwell. Por eso, en los ecos de historia de rebelión que se manifiestan hoy, están las claves del futuro de este país.

Bruce Springsteen & Tom Morello. Ghost of Tom Joad:  https://www.youtube.com/watch?v=B-c6GphpAeY

Fuente: LA JORNADA

EL FIN DE LA HEGEMONÍA. LUIS BRITTO GARCÍA

LUIS BRITTO GARCÍA

Sociedad

Estados Unidos abrió el siglo con la ilusión de que iniciaba un “New American Century”, según el manifiesto del think tank “New Cityzenship Project”. La realidad lo refutó. Global Trends 2012 preveía un crecimiento exponencial de la clase media. Pero proporciones cada vez mayores de ésta se abisman en la pobreza y la marginalidad, creando la “basura blanca” que votó por Trump. Por falta de un sistema de salud adecuado, EEUU tiene el mayor índice de contagios y defunciones por Covid. Según la Reserva Federal, 1 % de las familias concentra el 38,6% de la riqueza del país. Cerca de cuarenta millones de personas están bajo el nivel de pobreza; el número de pobres afrodescendientes duplica el de blancos y sus ingresos por familia son la mitad de los de éstos. Su sistema carcelario confina 1,3 millones de personas: es porcentualmente el más poblado del mundo, el 33% de sus reclusos son afrodescendientes, su tasa de encarcelamiento es 6 veces mayor que la de blancos, y las cárceles son campos de trabajos forzados privados para beneficio de las corporaciones. El racismo dificulta la integración de morenos, hispanos, asiáticos, europeos: de todo lo diferente. Los segregados protagonizan motines, cada vez más masivos, frecuentes y generalizados.

Economía

Estados Unidos impuso su hegemonía obligando en 1944 en los Acuerdos de Breton Woods a los demás países a mantener sus reservas monetarias en dólares. Logró así hasta hoy pagar sus compromisos imprimiendo un papel verde que desde 1974 no tiene más respaldo que la amenaza, y obligando a los productores de petróleo a vender sus hidrocarburos en esa divisa. Pero el dólar pierde terreno ante el yen, parcialmente respaldado en oro. Global Trends 2012 preveía que la economía china superaría a la estadounidense hacia 2020. Pero en octubre de 2014 el FMI reconoció que la República Popular China era la primera economía del mundo, con un PIB de 17,6 billones de dólares, que superaba los 17,4 billones del de Estados Unidos. (Para los anglosajones un billón es un millón de millones). Esa tendencia no era reversible, y aventajaría a otras economías cada vez más. Así como relojes y automóviles estadounidenses fueron desplazados por los europeos y los asiáticos, sus restantes mercancías dejan progresivamente de ser competitivas, al punto de que Donald Trump intentó impedir las importaciones de China con impuestos proteccionistas, y se retiró de Tratados de Libre Comercio con el Pacífico y con México. La Deuda Pública de Estados Unidos sobrepasa el monto de su PIB anual: éste sufre una caída desde 2,2% en 2019 hasta -3,5% en 2020, mientras el de China crece hasta 4,9% para el tercer trimestre de ese año. Los capitalistas yankis invierten en el exterior, evaden impuestos en Paraísos Fiscales, y no repatrian ganancias. La especulación financiera provoca crisis cada vez más devastadoras, como la de 2008 y la actual. La economía deviene inviable. Como señala Paul Craig Roberts, esta declinación operó por la salida al exterior de capitales hacia China y otros países: “El Offshoring sirvió a los intereses de los ejecutivos corporativos y los accionistas. Los costos del trabajo más bajos elevaron los beneficios, los bonos de los ejecutivos y los precios de las acciones, resultando en beneficios capitales para los accionistas. Estas ganancias fluyeron sólo hacia un pequeño porcentaje de la población. Para todos los demás estos atesorados beneficios impusieron costos externos muy superiores a los réditos. La fuerza de trabajo norteamericana fue devastada, y también la base tributaria de las ciudades, los Estados y el Gobierno Federal. La clase media se encogió” (Paul Craig Roberts: The Failure of Laissez Faire Capitalism, Clarity Press, 2013). La economía de la especulación suplantó a la productiva.

Diplomacia

Estados Unidos usurpó la hegemonía planetaria gracias a su comando militar de las fuerzas de la Alianza Atlántica en la Segunda Guerra Mundial. La ONU funcionó como su instrumento, al punto de que se permitió retrasar durante décadas la admisión de la República Popular China. Europa devino continente ocupado por los ejércitos de la OTAN; el resto del mundo quedó amenazado por cerca de un millar de bases estadounidenses, los países productores de hidrocarburos intervenidos. Esta prepotencia no tardaría en suscitar respuestas en la creación de un Movimiento de los No Alineados, en la de la OPEP, que la castigó con embargos energéticos, en varias revoluciones del Tercer Mundo y en la creación de uniones de países latinoamericanos y caribeños disidentes: Mercosur, ALBA, la Celac, Unasur. Poderosas organizaciones, como la ASEAN, agrupan en forma independiente a los países asiáticos donde reside el 60 % de la población mundial.

Política

¿Qué decir de un país que se dice campeón de la democracia, en donde acostumbra a proclamar Presidente al candidato que ha obtenido menos votos la maquinaria vetusta y oligárquica de la elección en segundo grado por colegios electorales? ¿Cómo entender que una elección presidencial tarde semanas y hasta meses en arrojar resultados, y que el supuesto perdedor amenace decidirla convocando turbas violentas contra las instituciones? ¿Será creíble que se autoproclame defensor de la libertad de expresión un gobierno que no tolera que un Snowden o un Assange informe a la opinión sobre sus crímenes de guerra? ¿Que se presente como modelo institucional un poder legislativo que autorizó la entrega de sumas de dinero o más bien sobornos a sus propios parlamentarios? ¿Que intenta condenar a otros por violación de los Derechos Humanos un gobierno que no ha suscrito un solo tratado que lo someta a los organismos internacionales en la materia?

Estrategia

A pesar de su formidable gasto armamentista, que supera por sí solo el de todos los demás países del planeta juntos, Estados Unidos perdió la hegemonía militar. El gasto del complejo militar industrial mantiene el empleo y la industria, pero produce bienes que no pueden ser consumidos y concentra todavía más la riqueza en las grandes empresas. En Estados Unidos hay más armas de fuego privadas que habitantes. Desde fines del siglo pasado la resistencia a la recluta le impuso crear un ejército de mercenarios con sus propias marginalidades y las de otros países. Pero la aviación y la cohetería rusa son actualmente las más avanzadas del mundo; China dispone de la flota más poderosa. Sin embargo, sigue empantanado Estados Unidos en la “Forever War” eterna sucesión de intervenciones que no son más que confesión de su impotencia para imponer la hegemonía por otro medio que la fuerza bruta, y en las medidas coercitivas unilaterales, estrategia que consiste en aplicar la extorsión cuando ha fracasado la economía. Este sobredimensionado gasto militar se hace a costas del resto de la economía. En entrevista publicada por la revista Newsweek, el ex presidente Jimmy Carter manifestó a Donald Trump: «Yo normalicé las relaciones diplomáticas con Beijing en 1979. Desde esa fecha, ¿sabes cuántas veces China ha entrado en guerra con alguien? Ni una sola vez, mientras que nosotros estamos constantemente en guerra. Estados Unidos es la nación más guerrera en la historia del mundo porque quiere imponer estados que responden a nuestro gobierno y los valores estadounidenses en todo occidente, controlar las empresas que disponen de recursos energéticos en otros países. China, por su parte, está invirtiendo sus recursos en proyectos como ferrocarriles, infraestructura, trenes bala intercontinentales y transoceánicos, tecnología 6G, inteligencia robótica, universidades, hospitales, puertos, edificios y trenes de alta velocidad en lugar de utilizarlos en gastos militares.

«¿Cuántos kilómetros de trenes de alta velocidad tenemos en este país?

«Hemos desperdiciado $ 300 billones en gastos militares para someter a países que buscaban salirse de nuestra hegemonía. China no ha malgastado ni un centavo por la guerra, y es por eso que nos supera en casi todas las áreas. Y si hubiéramos tomado $ 300 billones para instalar infraestructuras, robots, salud pública en los EE.UU., tendríamos trenes bala transoceánicos de alta velocidad. Tendríamos puentes que no colapsen, sistema de salud gratis para los estadounidenses, no se infectarían miles de estadounidenses más que cualquier país del mundo por el COVID-19. Tendríamos caminos que se mantengan adecuadamente. Nuestro sistema educativo sería tan bueno como el de Corea del Sur o Shanghái».

Cultura

El aparato comunicacional de Estados Unidos difundió por todo el mundo su industria cultural, intentando posicionarla como cultura universal. A fines del siglo pasado, de cada tres películas que se exhibían en Europa, dos eran estadounidenses. Pero su sistema de Educación Superior es esencialmente privado, reservado para los pudientes. Quizá por ello desde hace medio siglo la potencia del Norte no origina una sola ideología, un solo movimiento estético de resonancia universal. Pierde pie incluso en el campo de la ciencia y la innovación tecnológica. Una simple pandemia, que otros países combaten exitosamente, la rinde con el mayor porcentaje y número de contagiados y muertos en todo el planeta. Gran parte de sus avances hacia mediados del siglo XX, como las armas nucleares y la exploración del espacio, se debieron a científicos o técnicos importados: Leo Szylard, Albert Einstein, Werner von Braun. Sus logros en informática se concentraron en producir en masa y a costos accesibles artilugios previstos por científicos europeos como Kurt Godel, David Hilbert, Alan Turing. Actualmente libra una competencia sin esperanzas con China por el dominio de las plataformas 5G y 6G y la inteligencia artificial fuerte.

El fin

El fin de la hegemonía es inminente, pero no inmediato. No nos atemos al cuello las piedras de molino neoliberales que han ahogado a la que fue la primera potencia de la tierra. Dejemos a los neoliberales sepultarse en la tumba que ellos mismos se han cavado: no se nos ocurra enterrarnos con ellos. Para sobrevivir, aprovechemos los resquicios de la lucha entre potencias. Queremos liberarnos de la hegemonía, no sustituirla.

Fuente: Blog del autor

Tomado de CULTURA Y RESISTENCIA

CLARINADA DE BERNIE SANDERS. ÁNGEL GUERRA CABRERA

ÁNGEL GUERRA CABRERA

“Si permitimos que los republicanos establezcan los parámetros del debate en curso, como lo han hecho en el actual paquete COVID de ayuda, los próximos dos o cuatro años van a ser un desastre”, expresó en un correo electrónico a sus seguidores el senador Bernie Sanders.

La lucha de clases se refleja pocas veces tan nítidamente en  las actividades gubernamentales como en la discusión parlamentaria de la asignación de fondos públicos. Se trata de una puja por la distribución de los recursos públicos entre los representantes de las distintas   clases y capas sociales. Nunca en la historia del capitalismo los sectores desfavorecidos resultaron más despojados en la asignación de recursos que en la etapa neoliberal. De la misma manera, nunca los sectores más privilegiados recibieron beneficios mayores del presupuesto que en ese período.

El mensaje de Sanders a sus seguidores es un ejemplo muy claro de esto. Argumenta contundentemente las deficiencias del paquete de ayuda para los afectados por la COVID-19 y la crisis económica que ha generado, más grave debido al ligero y criminal manejo de la pandemia por el presidente Trump.

Reconoce que el paquete contiene un aumento no retroactivo del seguro de desempleo hasta marzo de 300 dólares por semana y dedica fondos a escuelas, cuidado de niños, Internet, ayuda para comida y vivienda, distribución de vacunas y -gracias a los esfuerzos de legisladores progresistas y organizaciones- incluye un pago directo de 600 dólares a muchos estadounidenses.

No obstante, afirma que “dada la enorme carencia económica que tantas familias trabajadoras están experimentando, en modo alguno (el paquete) está cerca de ser suficiente para lo que se necesita”

Sanders censura al Partido Demócrata por su actitud capituladora en la negociación del paquete con los republicanos y, en contraste con el presidente Biden, que lo ha presentado como un “modelo” de cooperación bipartidista señala: “Al llegar a este acuerdo, estamos sentando un mal precedente y preparando el escenario para un regreso a las políticas de austeridad, ahora que Joe Biden está por asumir la presidencia. El principal problema político de nuestro tiempo –enfatiza– es: ¿vamos a permitir a Mitch McConnel, al Partido Republicano, al Estados Unidos corporativo, que nos regrese a las políticas de austeridad, o vamos a construir una economía dinámica que trabaje para cada uno?

Sanders resume los esfuerzos legislativos en relación con la pandemia. Desde mayo “hemos ido” de una asignación de 3.4 billones a una de 2.2, a otra de 1.1 hasta llegar ahora a 340 mil millones, escasamente el 10 por ciento de lo que los demócratas consideraban necesario originalmente y la mitad de lo que Trump y McConnel ofrecieron en pagos directos.  Esto no es una buena negociación. ¡Es un colapso!

Una vez se hizo claro que Biden había ganado las elecciones –continúa el senador por Vermont– mis colegas legisladores republicanos comenzaron a hablar de su “viejo amigo” el déficit.  Pagos directos de 1200 dólares por trabajador y 500 por sus hijos, ayuda fiscal a gobiernos locales y estaduales y más robustos beneficios de desempleo, se convertían –añade con sorna– en “no lo podemos costear a causa del déficit”.

La ironía –apunta Sanders– es que “ese mismo Partido Republicano preocupado por el déficit” es el que: aprobó 1.9 billones de dólares en beneficios fiscales para los más ricos a costa de la inmensa mayoría, gastó billones en guerras en las últimas dos décadas; aprobó la semana pasada –con apoyo demócrata añado yo, pues solo 23 miembros de ese partido votaron en contra– un presupuesto para el Pentágono de 740 billones, el mayor en la historia del país, “que supera los de las 10 naciones que le siguen sumados”; prodiga cientos de miles de millones en subsidios a la  industria de combustibles fósiles destructora del clima; provee miles de millones a corporaciones rentables “que pagan salarios  de hambre a sus trabajadores… apoyadas por los contribuyentes”.  “Y durante el debate de estas medidas, ¿recuerdan ustedes a alguno de mis colegas republicanos preguntar cómo se iba a pagar por ellas?”, continúa el texto de Sanders. Yo no, se responde. ¡Es pura hipocresía!

Al subrayar la generalización del desempleo, la pobreza, el hambre y la inseguridad habitacional, Sanders apunta que hay más necesidad económica en el país que en ningún momento después de la Gran Depresión. Razona que acometer la solución de cada uno de los problemas que tiene la clase obrera y reconstruir la infraestructrura del país costará dinero. Sentencia: en un momento en que “crece el abismo entre los más ricos y todos los demás” los demócratas deben estar junto a la clase obrera.

Ojalá que se diera el milagro Bernie. Pero la historia de Estados Unidos enseña que solo grandes movilizaciones pueden lograrlo.

Twitter: @aguerraguerra

TRUMP EN LA “PRESIDENCIA IMPERIAL”. JOHN SAXE-FERNÁNDEZ

Ya en marzo de 2017 el gobierno de Trump había superado el promedio mensual de muertes registrado por Obama.

Obama avaló la continuidad y el aumento de las matanzas semanales de “sospechosos de terrorismo” desde aviones no tripulados (drones), otra expresión de la nazificación de esa política exterior.

Aquel discurso de Trump en la ONU nos dejó atónitos. Fue una bofetada a la humanidad, al derecho internacional, empezando por la Carta de Naciones Unidas, como sólo Adolfo Hitler, un criminal de guerra, pudo haber escenificado ante el mundo.

JOHN SAXE 1

JOHN SAXE-FERNÁNDEZ / REVISTA MEMORIA

  1. Preámbulo

JOHN SAXE 2La especificación de los referentes empíricos de las configuraciones de clase y Estado resulta condición sine que non para delinear parámetros clave de un acontecimiento político e histórico como el ascenso de Donald Trump a la “presidencia imperial”1 estadounidense. Magnate de la industria inmobiliaria y personaje televisivo, pertenece a esa pléyade de celebridades empresariales con gente como Ted Turner quienes, a decir del economista Jeff Faux, “llenan las páginas de los diarios y las revistas, e inundan el tiempo de la televisión y los espacios de la prensa amarillista. Son iconos que hay que venerar o envidiar como individuos”2 mas, para muchos analistas críticos, no como clase digna de pleitesía.

La vulgaridad, la abismal ignorancia histórica y la ausencia de empatía y tacto con las otras y los otros hacen difícil el trato con Trump en asuntos tan sensibles como los derechos humanos, la guerra y la paz, y el entorno del estado de derecho, doméstico e internacional. Por sus decires y “haceres”, y colocado Trump en las cumbres de un poder en manos de una oficina presidencial con tendencia histórica hacia la usurpación de funciones legislativas y judiciales, ahora a cargo de los resortes de decisión, además de la sustancia de la personalidad hasta ahora revelada, ha demostrado alta potencia para la catástrofe en estos 11 meses en la Oficina Oval.

Con referencia al cargo, la “presidencia imperial“, se mueve bajo dos fuerzas de difícil manejo: por un lado, la desestabilización y el caos desatados doméstica e internacionalmente por la centrifugación capitalista en su etapa monopólica, de financiarización y especulación, que se traduce en la búsqueda de oportunidad, de ganancia, haciendo trizas de paso el tejido social; y por otro, la centripetación del poder policial-militar y de los instrumentos de criminalidad de Estado, conocidos como “comunidad de inteligencia”.

La referida centralización y concentración de proyección coercitiva se orienta a restablecer el orden en ultramar, apenas logrando lo suficiente para garantizar otro ciclo de inversión, explotación y extracción de riqueza de la periferia al centro.3 Esta dinámica imperialista puede, fácilmente, salirse de control.4 Es un proceso visible en cualquier revisión de las imprudentes e insensatas guerras de agresión en pos de recursos naturales vitales –petróleo, gas, minerales, agua, granos–, y posiciones estratégicas en la periferia capitalista, bajo cubierta de una ofensiva antiterrorista (que esconde crecientes contradicciones intercapitalistas) luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001 (11/S).

Se trata de una vasta campaña desplegada al amparo del 11/S por el régimen de Bush II desde la intervención y ocupación de Afganistán, la catastrófica guerra de agresión contra Irak, y continuada durante los ocho años de Barack Obama quien, por cierto, como premio Nobel de la Paz y conferencista en derecho constitucional en la Universidad de Chicago, presidió la destrucción de Libia, todo un país con su población e infraestructura hechas añicos, pero con los yacimientos de un petróleo de alta calidad, codiciado por las refinerías de integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, financiada y encabezada (mangoneada) por EUA.  Seguir leyendo TRUMP EN LA “PRESIDENCIA IMPERIAL”. JOHN SAXE-FERNÁNDEZ