MAR DE LEVA
Varias veces le oímos a Hugo Chávez aplicarse a si mismo un concepto de compromiso tomado de Simón Bolívar y que lo resumía en la frase: “Donde yo estoy, estoy completo”.
En su caso, sin duda, con el sentido de una entrega total de vida, sin condiciones, para lo grande, pero también para lo pequeño, en lo que hiciera falta. Tanto es así, que incluso le oímos decir también en un momento difícil, “me consumiré gustosamente al servicio del pueblo sufriente”, como una idea que definía el grado de su compromiso.
Ser de izquierda, hoy, después de Chávez, quiere decir de alguna manera asumir esa condición de estar completo. De ofrecerse a sí mismo.
No, desde luego, para alcanzar aquel grado de entrega total, de servicio a una llama interior, a un “ardimiento” como en otra ocasión lo definió el mismo Chávez, al que solo algunas personas y grupos muy excepcionales acceden para convertirse en referentes de humanidad. Porque esa capacidad y esa voluntad demuestran tenerla solamente seres muy especiales. Por algo decía el Ernesto Guevara que los revolucionarios son “el escalón más alto de la especie humana”.
De modo que no se trata de eso, de que cada persona que se asuma de izquierda, se consuma en una hoguera particular. Pero, sí, de que cada quien en ese caso, haga lo que pueda hacer desde su personal circunstancia de vida, sin acomodos, sin relativizarlo todo a cada rato. Cada individuo, cada grupo, cada movimiento, en su disposición a transformar la realidad.
No es un tema de cantidad, es lo que quiero decir, pero sí de la calidad del compromiso, de la sinceridad con que se asuma. Estar completo en lo que se hace. Sin trampas ni autoengaños. Para “graduarse de hombre”, como añadía el Che a la frase citada. O de mujer, si es el caso.
Pues no es de izquierda el individuo que juega a la política como si lo hiciera a las cartas, poniendo pura cabeza en el juego y nada de sentimiento. El que pone un poquito de sí, de modo muy calculado, pero se reserva el resto, no es de izquierda. Es otra cosa, llámese como se llame.
Esa posición política que, aun no sintiéndose a sí misma de derecha, es sin embargo incompleta, resbalosa, acomodaticia con el “sentido común”, adaptativa, incluso neoliberal en algunos casos, como tanto se estila en estos tiempos de “fin de la historia”, no es izquierda. Aunque a veces se auto defina como tal. No lo es esa posición “civilizada” heredera de formas establecidas por los poderes dominantes.
Y es que la izquierda, siendo subversiva por definición y de naturaleza inquieta y transformadora, tiene además la característica esencial de que a su razón le añade su corazón, y lo pone completo.
(Apuntes para mi libro Ser de izquierda a partir de Chávez)