Fidel es luz. Así lo han visto y nos lo devuelve un grupo de artistas visuales cubanos, de diversas generaciones y estilos, que se unen en la muestra colectiva Candil, auspiciada por la Casa del Alba Cultural de La Habana y organizada por la Galería Transeúntes.
“A petición de la casa del ALBA de organizar una exposición virtual dedicada a Fidel convoque a un grupo de artistas y amigos, les pedí la imagen de una obra que tuviera que ver con Fidel, no necesariamente una obra con su imagen, Fidel es parte imprescindible de la historia universal de los últimos tiempos, Fidel Cuba, Fidel es humanidad. Por eso escogí como título Candil.
«Titán», obra de Sándor González Vilar, también curador de la exposición Candil.
“De los artistas convocados, 29 respondieron inmediatamente y me enviaron su obra, algunos me hicieron llegar varias para que yo seleccionará e incluso hubo quien hizo la pieza específicamente para esta muestra”, explica el artista Sándor González Vilar.
Participan jóvenes, autodidactas, consagrados, incluso artistas que ya no están entre nosotros como Raúl Corrales, se juntan todos con un mismo motivo en esta expo, algunos participan por primera vez en una exposición de arte.
Transeúntes se ha caracterizado, desde su fundación, hace 20 años, por promover arte, sin ánimos de lucro, principalmente el de los más jóvenes y desfavorecidos por la crítica o la promoción. Como siempre invitamos a una exposición de estilos diversos, pero sin dudas, una exposición muy sincera.
El 28 de junio de 1987, al finalizar una entrevista de dieciséis horas, Fidel Castro comparó el trabajo que realizamos con el de dos cronistas y concluyó con ironía: «No sé si esto es un récord mundial, pero dieciséis horas seguidas de diálogo con un periodista de televisión, para mí, representan un récord al menos en el Caribe».
Terminamos una larga entrevista que, por sus revelaciones políticas, podríamos definir como histórica. Me cambió la vida y me permitió conocer amigos (Jesús Montané, Pedro Álvarez Tabío, entre otros) con quienes compartí mi vida, y ahora, el recuerdo.
Al comandante, sin embargo, siempre le gustó hablar, con esa voz ronca, casi sin aliento. Uno de los temas favoritos de sus enemigos, para empañar su imagen, era por ejemplo presentarlo como un dictador charlatán que se atrevía a pronunciar un discurso por horas, porque muchas veces era difícil enfrentar sus tesis.
Por otra parte, es cierto, Fidel nunca se limitó en sus discursos públicos; sin embargo, rara vez concedía entrevistas y cuando lo hacía siempre elegía al entrevistador dependiendo de la zona del mundo a la cual Cuba quería dejar un mensaje.
Por otro lado, consciente de la tendencia a distraerse que la información occidental manipula cuando quiere apoyar tesis prefabricadas, Castro siempre ha utilizado la comunicación con cautela. Sus entrevistas siempre habían sido concedidas para favorecer desarrollos políticos que hubieran sido posibles si la administración estadounidense, quizás, hubiera decidido disminuir su hostilidad hacia Cuba.
“En Cuba – como dijo Eduardo Galeano – nacieron la democracia y el socialismo como nombres de un mismo proyecto. La Revolución cubana, que no vino de arriba, ni se impuso desde afuera, creció con el pueblo, no contra él, ni al margen de él. Esta experiencia permitió desarrollar una conciencia colectiva de la Patria: un imprescindible auto-respeto que es la base de la autodeterminación”.
Este «mal ejemplo» de dignidad es el pecado mortal de Cuba, condenada por un anti histórico bloqueo. Pero con la COVID, desordenando el mundo, Trump ha considerado oportuno apretar más la soga al cuello de los cubanos.
Furio Colombo, un profesional de mi generación, dice que los periodistas están asediados por un mar de informaciones interesadas. Están en el borde de una mina a cielo abierto (que ha sido cavada por otros cuyas manos no hemos visto, cuyas herramientas no hemos visto, cuyas intenciones no conocemos) y en ese borde nos empujan y nos dicen: miren que maravilla de noticias, ¿por qué no cogen una y la colocan en la portada de vuestro periódico?
Castro conocía bien estos mecanismos y también los enamoramientos y las borracheras juveniles alrededor de la Revolución cubana, muchas veces incomprendidas, aunque este pasado histórico había causado algún remordimiento en muchos ex militantes de la izquierda europea. Una vez Fidel, en una conversación privada, fue muy polémico: «Debemos en cambio estar orgullosos de la historia que dejamos escrita a favor de los trabajadores, del progreso de los hombres, de las luchas contra el colonialismo y en favor de los pobres y olvidados del mundo. Cualquier error, cualquier exageración que haya cometido el movimiento comunista, cualquier malentendido que haya mortificado su historia, no podemos dejar de estar orgullosos de lo que hemos hecho por millones de seres humanos».
Como me había dicho Gabo Márquez, pocas veces citaba frases ajenas, tanto en la conversación como en el estrado, exceptuando las de José Martí, que era su autor preferido. Conocía a fondo los veintiocho volúmenes de su obra y tenía la inteligencia de mezclar sus ideas con el torrente sanguíneo de una revolución marxista.
En el 1993, a una pregunta mía para l’Unità, sobre hacia dónde se dirigía Cuba, con un pragmatismo no oculto, respondió: «La política es el arte de lo posible, pero en este momento para nosotros los cubanos la política es el arte de lo imposible, el arte de salvar nuestras conquistas sociales. Nos vimos obligados a ser realistas, pero yo, después de tantos años de carreras y de luchas, sigo pensando, como Simón Bolívar, precursor del pensamiento de la unidad latinoamericana, que los sueños de hoy serán la certeza del mañana».
Sin duda una lectura realista, pero el romanticismo visionario de la primera entrevista, la de 1987, siguió siendo especial.
Dedicado al 4to aniversario de su partida y coordinado por la Cátedra de pensamiento Fidel Castro de la Universidad de las Artes (ISA). Participan Miguel Barnet, José Villa Soberón, Rogelio Polanco y Omar González
En homenaje al 4to aniversario de su partida física se reunieron, de manera virtual, un grupo de integrantes de la Red en Defensa de la Humanidad para recordar entre anécdotas y vivencias la impronta de sus ideas, luchas y ejemplo no solo en Cuba sino a nivel mundial.
Con Enrique Ubieta, investigador, ensayista y director Revista Cuba Socialista como moderador se desarrollo este emotivo panel en el que intervinieron, Juliana Marino, exembajadora de Argentina en Cuba; Milagros Rivera, presidenta del Comité de Solidaridad con Cuba en Puerto Rico y coordinadora de la brigada Juan Rius Rivera; Pedro Calzadilla, historiador venezolano y Coordinador General de la REDH. Por Cuba participaron, Gerardo Hernández Nordelo, Héroe de la República de Cuba y Coordinador Nacional de los Comités de Defensa de la Revolución, Arleen Rodríguez Derivet, periodista y conductora del programa de la televisión cubana «Mesa Redonda» y Carlos Alberto (Tin) Cremata, Director Compañía teatral la Colmenita.
También en el panel se pueden ver mensajes de Gianni Miná, periodista, escritor, conductor de televisión italiano y amigo personal del Comandante; Leonardo Boff, teólogo brasileño; Hildebrando Pérez Grande, poeta, profesor, Premio Casa de la Américas y Coordinador REDH en Perú y Ángel Guerra Cabrera, periodista cubano y columnista del diario La Jornada e integrante de la Secretaría Ejecutiva REDH.
Intelectuales latinoamericanos recuerdan a Fidel Castro en el 4to aniversario de su partida física. Participantes: Frei Betto, Fernando Buen Abad y Arantxa Tirado
A 50 años de la histórica victorial electoral de Salvador Allende, abanderado de la Unidad Popular (UP) a la presidencia de Chile, es necesario reflexionar sobre aquel primer intento, a escala universal, de avanzar hacia el socialismo por vía electoral. El gobierno de la UP duró escasamente cuatro años pero pudo acumular en ese tiempo valiosas experiencias en la construcción socialista. Aunque sus enseñanzas también son válidas para gobiernos que no se proponen el socialismo, como los actuales de Argentina y México, pero tienen en común con aquel el afectar importantes intereses oligárquicos e imperialistas, que no se resignan a perder sus privilegios y por eso ofrecen la más encarnizada resistencia a los gobiernos populares, a costa incluso de arremeter contra el Estado de derecho, en una actitud crecientemente golpista.
Después del triunfo de la revolución cubana, América Latina y el Caribe devinieron campo de batalla política y, en algunos casos militar, entre el imperialismo yanqui, aliado a las oligarquías locales, y las fuerzas populares. Chile fue un caso emblemático. Allí, como en ningún otro país en nuestra región, un experimentado movimiento de izquierda de orientación marxista y una clase obrera combativa, organizada y politizada habían conquistado un espacio político e institucional considerable y tenían posibilidades de llegar al gobierno por vía electoral con un programa socialista de hondo contenido antimperialista. Existía, además, un prestigioso líder, Allende, que aunque no contaba con el respaldo de sectores de su propio Partido Socialista (PS), poseía gran arrastre electoral, sobre todo en la clase obrera, y gozaba del apoyo del Partido Comunista de Chile y la entrañable amistad y solidaridad de Fidel Castro. Una radicalización a la izquierda de sectores de clases medias llevó a numerosos militantes jóvenes a abandonar la Democracia Cristiana (DC) para apoyar a Allende. En el PS muchos no creían en la audaz propuesta de su candidato, quien, a partir de un análisis de las singulares condiciones de Chile postulaba la tesis de que en su país era posible transitar al socialismo por vía electoral. En efecto, el gran líder popular resultó ganador de la presidencia en las elecciones de 1970.
Estados Unidos había decidido desde antes echar en el país andino un pulso decisivo en el enfrentamiento de clase que se desplegaba a escala de nuestra América. Acuñó con el candidato de la Democracia Cristiana (DC) Eduardo Frei el demagógico lema de “revolución en libertad” para contraponerlo a la Revolución Cubana, que había desencadenado al sur del río Bravo un prolongado y vigoroso ciclo de luchas populares. Como demuestran documentos desclasificados, la CIA, desde las elecciones presidenciales de 1964, en que Allende se enfrentaba como candidato a Frei, inyectó a favor de su campaña 2.6 millones de dólares, invirtió 3 millones de dólares en propaganda contra Allende y posteriormente se ufanó de que esa y otras maniobras fueron indispensables para el éxito de Frei. En las elecciones del 4 de septiembre de 1970, la agencia canalizó 350 mil dólares a la campaña del derechista Jorge Alessandri por medio de la trasnacional ITT e invirtió entre 800 mil y un millón de dólares para manipular el resultado electoral, consignó después el informe del Comité Church del Senado estadunidense.
El resultado de los comicios: Allende, 36.6 por ciento; Alessandri, 34.9 y el candidato de la DC Radomiro Tomic, 27.8. El 24 de octubre el pleno del Congreso, de acuerdo con la Constitución, debía elegir entre las dos mayorías más altas. Desde Washington, el presidente Richard Nixon ordenó a la CIA evitar que Allende asumiera la presidencia. Pero no le funcionó su plan porque Allende y Tomic (aunque democristiano, de orientación constitucionalista y progresista) habían acordado que uno reconocería la victoria del otro si la diferencia superaba los 5 mil sufragios. Para colmo un plan B de la CIA, que culminó en el asesinato de René Schneider, comandante en jefe del ejército, favoreció el voto de la DC a favor de Allende.
Nacionalización del cobre, profundización de la reforma agraria, constitución de un amplio sector social de la economía con participación obrera, incluyendo los bancos, aumento de salarios, robustecimiento del mercado interno, política exterior latinoamericanista, no alineada y de paz, restablecimiento de relaciones con la Cuba hermana, son, entre otros, grandes logros del gobierno de la UP. La gestión allendista heredó quebradas las arcas públicas por todas las importaciones suntuarias realizadas para mejorar la imagen de Frei. Encima Estados Unidos lo asfixió económicamente y desencadenó una terrible ola fascista culminada con el sangriento golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, que, trágico presagio, encontró a los revolucionarios chilenos desunidos. La soldadesca fascista conminó a Allende a rendirse, pero este resistió horas en el Palacio de la Moneda, donde murió abrazado al fusil Kalachnikov que un día le obsequiara Fidel. ¡Allende vive hoy en la rebelión antineoliberal chilena!
9 de agosto, Día Internacional de los Crímenes Estadounidenses contra la Humanidad.
En marzo de 2003, Fidel visitó el Memorial de la Paz, en Hiroshima. En el libro de homenaje, escribió: “Que jamás vuelva a ocurrir semejante barbarie”.
El lanzamiento de la bomba atómica sobre las ciudades inermes de Hiroshima y Nagasaki, los días 6 y 9 de agosto de 1945, conmovieron dramática e inolvidablemente a Fidel. Reconoció como sobrecogedores los relatos de la explosión y sus terribles consecuencias. Apenas unas semanas atrás había concluido sus estudios de bachillerato en el Colegio de Belén y, durante las semanas de regreso al espacio entrañable de la casona grande en Birán, se alistaba para comenzar la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana en septiembre de aquel año. En el momento que se dio la noticia del bombardeo a Hiroshima, Fidel se encontraba de visita en Santiago de Cuba. Nadie tenía entonces ni la menor idea de la existencia de un arma de tal naturaleza. Tres días después bombardearon Nagasaki. Experimentó un sentimiento de repulsa y un rechazo total a aquel acto criminal, una opinión que se mantuvo invariable a lo largo de toda su vida.
En Birán, desde 1936, cuando contaba diez años de edad, había comenzado a inquietarse con cuanto sucedía en el mundo, al leer en voz alta al cocinero Manuel García, las noticias de la Guerra Civil Española que, con mayor o menor fortuna para el bando republicano, reportaban los diarios llegados de la capital. Incluso, desde mediados del año anterior -1935- y durante los meses que duró, siguió con mucho interés la Guerra en Abisinia. Así, había tenido, por primera vez, la noción de que el mundo era un lugar estremecido e injusto, donde aún se dirimían grandes batallas. Los héroes y antihéroes no eran algo del pasado o la Antigüedad remota. Mientras estudiaba en los colegios sintió fascinación tremenda por las personalidades descollantes de la historia, como Alejandro Magno, Aníbal o Napoleón, pero luego, respeto y admiración profunda por los que no eran conquistadores, sino libertadores de los pueblos: Miranda, Simón Bolívar, Sucre, San Martín, y casi de inmediato admiración y orgullo por los más próximos y entrañables para los habitantes del archipiélago cubano: el Apóstol José Martí, el Generalísimo Máximo Gómez y el Titán de Bronce Antonio Maceo.
En 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial. Con 13, 14 años, se mantenía al tanto de las novedades en el frente bélico. Los acontecimientos de la época dejaron una profunda huella en él. Aún no podía vislumbrar que para defender causas nobles, habría de librar una lucha guerrillera en las montañas y después en la arena internacional como un gladiador de la paz, la solidaridad y la justicia en defensa de los pueblos, los humildes, la humanidad toda, contra la hegemónica dominación imperial y el capitalismo globalizado. En ese camino, inexorablemente, estaría el recuerdo de la devastación y el sufrimiento causados por el inhumano y criminal bombardeo atómico norteamericano a los pobladores de Hiroshima y Nagasaki, una tragedia que puso ante sus ojos el poder devastador de otro tipo de guerra.
Fidel era un convencido del principio martiano: “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra” y siempre consideró que para la guerra de carácter popular, los imperios no tenían fórmula eficaz, que para la guerra convencional, para una guerra contra un pueblo, no valía toda la fuerza militar y tecnológica del mundo. Ponía un ejemplo histórico, el de Napoleón, que según sus palabras: “era general victorioso en toda Europa, invadió España y el pueblo español lo derrotó. No sirvió de nada toda la capacidad estratégica de Napoleón, todas las maniobras, luchando contra campesinos, trabajadores del pueblo; lo derrotaron con otro tipo de lucha. Quizás Napoleón, contra un ejército español de 100 000 hombres lo derrota, igual que en Austerlitz y en tantos lugares. A él mismo lo derrotaron en Waterloo, una batalla que tenía ganada; pero una tropa enemiga que él creía que estaba distante, se apareció de repente y lo derrotó. Ese tipo de batalla se puede ganar o perder; en la guerra contra el pueblo, es difícil”.
Pero, lo sucedido en Hiroshima y Nagasaki planteaba otra situación, radicalmente diferente, desbordaba cuanto había leído en los diarios o en La Guerra y la Paz, de León Tolstoi, una novela que aborda una encrucijada crucial y donde el autor reflexiona sobre lo que significa en pérdidas y dolor un conflicto. Fidel, tuvo a partir del criminal bombardeo atómico de Estados Unidos a Japón la nítida convicción de que en nuestro tiempo, existía otro tipo de guerra, una guerra de dimensiones apocalípticas, devastadoras incluso para la existencia de la especie humana en el planeta: la guerra nuclear, al borde de la cual, Cuba estuvo durante la Crisis de Octubre en 1962. Una amenaza que perduró a lo largo del tiempo y se mantuvo latente en su pensamiento como una preocupación y un motivo de lucha por la paz para todos los pueblos.
En el criterio de Fidel los problemas que plantea la guerra nuclear son insolubles y por eso sostuvo siempre que lo mejor sería que todas las armas nucleares fueran destruidas. Abogó incansablemente por el desarme total para que la Tierra no se viera obligada a vivir con el perenne peligro que implica la posibilidad de que se desate una guerra de dicha magnitud, un verdadero cataclismo. Alertaba que hasta por error, podía desatarse una tragedia así, porque desgraciadamente, las colosales energías que los científicos fueron capaces de poner en manos del hombre, habían servido entre otras cosas para crear un instrumento autodestructivo y cruel como el arma nuclear.
En marzo del año 2003, tras un intenso recorrido que lo llevó a China, Vietnam y Malasia, donde asistió a la Décimo Tercera Reunión Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, durante una visita de tránsito por tierra nipona, el histórico líder de la Revolución Cubana llegó hasta la ciudad de Hiroshima. Denunció que, desgraciadamente, lo ocurrido no sirvió de lección al mundo. Recordó que después de lo terrible acontecido allí, el orbe se encaminó hacia una increíble carrera armamentista. Visitó el Memorial de la Paz, donde el silencio sobrecoge y cada año se recuerda a las víctimas del holocausto nuclear. En el libro de homenaje, Fidel escribió: “Que jamás vuelva a ocurrir semejante barbarie”. Hiere en lo más profundo pensar que un acto así tuvo lugar para intimidar a la Unión Soviética y a todos los pueblos del mundo, y asegurar la superioridad geopolítica entonces, y no como se narra en alguna historiografía, para ganar la guerra al Imperio Japonés, aliado a la Alemania e Italia fascistas. Seguir leyendo FIDEL Y LA PAZ. KATIUSKA BLANCO→
Llena de fuerzas y de energías renovadas arriba la Revolución Cubana al aniversario 67 de los hechos del Moncada, en un año cargado de retos y tensiones, al que sumó desafíos extraordinarios la pandemia de la que nos recuperamos. La firme voluntad de vencer propicia llegar con orgullo y optimismo a esta fecha, que celebraremos con la prudencia requerida ante la situación sanitaria
Foto:Archivo de Granma
Llena de fuerzas y de energías renovadas arriba la Revolución Cubana al aniversario 67 de los hechos del Moncada, en un año cargado de retos y tensiones, al que sumó desafíos extraordinarios la pandemia de la que nos recuperamos. La firme voluntad de vencer propicia llegar con orgullo y optimismo a esta fecha, que celebraremos con la prudencia requerida ante la situación sanitaria.
Con la fe puesta en la bondad y grandeza de lo creado, ha vuelto a prevalecer la unidad del pueblo cubano, la solidaridad y la disciplina en el cumplimiento de la estrategia aprobada por el Partido, y conducida por el Gobierno y los Consejos de Defensa, en lo que ha sido determinante la fortaleza de un sistema de Salud articulado desde la comunidad, la participación del saber científico acumulado en la toma de decisiones, el trabajo de las organizaciones de masas y el oportuno seguimiento de nuestros medios de comunicación.
Enfrentamos este escenario a partir de la obra ejemplar de Fidel, quien nos formó con una vocación humanista y nos legó todo ese caudal de fuerzas integradas, e instituciones y profesionales que han vuelto a demostrar la entrega digna y la capacidad conmovedora de Cuba socialista.
Todo lo vivido es suficiente para ratificar que el 26 de Julio marcó el inicio de una nueva era en la historia cubana. Quienes no dejaron morir las ideas del Apóstol con ese colosal asalto a la segunda fortaleza militar de Cuba, junto al cuartel Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo, han reconocido que nunca sospecharon, cuando en la mañana de la Santa Ana se propusieron derrotar a la tiranía batistiana, haber llegado hasta estos días tras más de seis décadas de lucha continuada, ni siquiera cuando, en cumplimiento de la orden del Comandante en Jefe, entraron triunfantes a Santiago de Cuba el primero de enero de 1959, exactamente cinco años, cinco meses y cinco días después del Moncada.
Esos jóvenes de espíritu diferente, a puro amor de hijos y desinterés de héroes, hicieron suya la causa de los mambises que, en 1868, con Céspedes a la cabeza, iniciaron la guerra contra el yugo español; como no abandonaron el ideal de Maceo y Gómez, con quienes José Martí en 1895 retomó la gesta libertaria, hasta que la victoria fuera usurpada con la intervención norteamericana.
Ni siquiera en esas difíciles circunstancias se apagó la llama redentora, enarbolada por figuras de la talla de Baliño, Mella, Villena, Guiteras y Jesús Menéndez, entre muchos otros que no se resignaron a vivir con semejante afrenta.
Fue ese el afán que motivó a la Generación del Centenario, bajo la conducción de Fidel, a asaltar los cuarteles el 26 de julio de 1953, dispuesta a no tolerar, a cien años del nacimiento de Martí, los crímenes y abusos de una tiranía sangrienta totalmente subordinada a los intereses de Estados Unidos.
Luego del revés militar y del vil asesinato de muchos de sus hermanos de lucha, lograron sobreponerse a las vejaciones de la prisión, y convirtieron esta etapa en un aprendizaje fecundo. Tampoco conocieron el descanso en el exilio en México, donde prepararon la próxima y decisiva etapa de batalla tras desembarcar en el yate Granma.
También soportaron el duro golpe de Alegría de Pío y se adentraron en la Sierra Maestra para empezar la contienda guerrillera del naciente Ejército Rebelde, cuyo Comandante en Jefe, con su indiscutible liderazgo, supo forjar la unidad de todas las fuerzas revolucionarias y conducirlas a la victoria del primero de enero de 1959.
Se iniciaba entonces otra etapa que estremecería los cimientos de la sociedad cubana. Las premonitorias palabras de Fidel, expresadas el 8 de enero a su llegada a La Habana, no tardaron en hacerse realidad: «La tiranía ha sido derrocada, la alegría es inmensa y sin embargo queda mucho por hacer todavía…».
La Revolución heredó un cuadro de desgobierno, corrupción, analfabetismo, prostitución, miserias y desigualdades. En La historia me absolverá, Fidel denunció con cifras que no admitían réplica la dramática situación de nuestro pueblo, 55 años después de la intervención norteamericana.
A partir del cumplimiento del Programa del Moncada, el pueblo fue dueño de la tierra, las industrias y las viviendas, se alfabetizó y se construyeron escuelas y universidades, se prepararon médicos para Cuba y el mundo, y se sentaron las bases para democratizar los espacios de creación, difusión y acceso a la cultura. En esencia, se hizo realidad el profundo anhelo martiano, que preside la nueva Constitución, del culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.
La Revolución, como expresara nuestro Primer Secretario del Comité Central del Partido, General de Ejército Raúl Castro, puso fin a varios mitos, entre ellos, el de que no era posible construir el socialismo en una pequeña isla a 90 millas de Estados Unidos. Una Revolución que no fue consecuencia de una confrontación internacional, que no se limitó a la sustitución de un poder por otro, sino que disolvió la maquinaria represiva del régimen dictatorial y sentó las bases de una sociedad nueva, así como construyó un ejército que es el pueblo uniformado, y elaboró, para defenderse, su propia doctrina militar, la guerra de todo el pueblo.
En una comprensión que puede ser más honda, es imposible olvidar los heroicos sacrificios ante la larga lista de hechos que se han debido enfrentar, como el fomento y la organización del terrorismo de Estado mediante el sabotaje y el bandidismo financiado por el Gobierno norteamericano; la ruptura de relaciones diplomáticas por todos los países latinoamericanos, con la honrosa excepción de México; la invasión de Playa Girón; el genocida bloqueo económico, comercial y financiero; la masiva campaña mediática difamatoria contra el proceso emancipador y sus líderes, en especial contra Fidel, objetivo de más de 600 planes de atentado; la Crisis de Octubre; el secuestro y ataques a embarcaciones y aeronaves civiles, y las canalladas que han provocado el terrible saldo, hasta ahora, de 3 478 muertos y 2 099 incapacitados.
Estos últimos 62 años han estado marcados singularmente por la incesante lucha frente a los designios de 12 administraciones estadounidenses, que no han abandonado los propósitos de cambiar el orden político, económico y social que hemos elegido; apagar el ejemplo de Cuba en la región y el resto del mundo, y reinstaurar el dominio imperialista sobre nuestro archipiélago.
También recibimos el abrazo noble y generoso de muchos pueblos hermanos, al tiempo que hemos brindado nuestra solidaridad en distintas regiones, tanto en las gloriosas misiones internacionalistas como en los programas de colaboración médica, educacional, deportiva y en otras esferas, haciendo valer la altura del amor de Martí hacia la humanidad.
El pueblo heroico de ayer y de hoy, orgulloso de su historia y cultura nacionales, se fue curtiendo en difíciles frentes, y ha sabido hacer mucho con muy poco sin desalentarse. Prueba decisiva fue su tenacidad y su inconmovible firmeza durante el período especial a que nos vimos sometidos como consecuencia de la desaparición del campo socialista y de la Unión Soviética, en medio de la ola de incertidumbre y desmoralización que esos dramáticos acontecimientos generaron en buena parte de las fuerzas progresistas.
Cuando nadie en el mundo habría apostado por la supervivencia de la Revolución, este pueblo resistió y demostró que sí se puede sin hacer concesiones en sus principios éticos y humanitarios, y mereció el inestimable apoyo de los movimientos de solidaridad que nunca dejaron de creer en el ejemplo que emana de la actuación de nuestra gente.
La historia ha colocado los hechos y los protagonistas en su lugar, a pesar de que la ultraderecha en la Florida se empecine en arreciar la política de Estados Unidos contra Cuba, para beneplácito de las fuerzas más hostiles de ese gobierno.
Con el ánimo de promover rupturas generacionales y la incertidumbre para desmantelar desde dentro al socialismo, también se afanan en vender a los más jóvenes las supuestas ventajas de prescindir de ideologías y conciencia social.
Hemos dado pruebas suficientes de que el socialismo lo defendemos porque creemos en la justicia, en el desarrollo equilibrado y sostenible, en la solidaridad y en la democracia del pueblo y no en el poder del capital; repudiamos las manifestaciones de discriminación y combatimos el crimen organizado, el narcotráfico, el terrorismo, la trata de personas y todas las formas de esclavitud, y defendemos los derechos humanos de los ciudadanos.
Cuba no solo libra grandes batallas en el campo de las ideas, se enfrenta además a problemas asociados a la crisis mundial, quizá la más aguda que haya vivido la humanidad a partir de esta pandemia, a lo que se añade como invariable telón de fondo la redoblada agresividad del Gobierno de Estados Unidos, que promueve sistemáticas acciones para obstaculizar el desempeño de la economía nacional y asfixiar al pueblo.
Con el conjunto de medidas concebidas para enfrentar las actuales condiciones de la economía nacional y, sobre todo, dinamizarla, crece el desafío de comprender los alcances de esta transformación orientada además a la defensa de la soberanía y a la exploración de caminos hacia el desarrollo.
Pese a enemigos y manipuladores, pese a quienes todavía no lo entienden, el pueblo cubano hará valer otra vez, como en aquel histórico 26, la suprema fortaleza de su espiritualidad en su búsqueda incansable de un mejor país. Esa herencia conmovedora, que marca nuestros pasos desde el fervor que concita, también ilumina el porvenir de nuestra Revolución, dueña de una fuerza arrasadora en la persecución de un ideal, de la defensa infinita de la justicia y belleza colectivas.
Cuando la gesta del Moncada es presencia viva en la memoria y en el aliento renovado, Cuba cuenta con toda su gente y, muy especialmente, con la sabiduría y fuerza apasionada de sus jóvenes, en quienes habita el fulgor perenne de los que a su edad supieron derrumbar los muros de la ignominia para enaltecer el alma de la Patria.
A partir de Palabras a los intelectuales, pronunciadas por Fidel el 30 de junio de 1961 en la Biblioteca Nacional, las cosas tomaron un rumbo diferente, o más bien, se definieron posiciones ideológicas que se cocían en varios ambientes de intelectuales y artistas
Fidel junto a Nicolás Guillén, Alfredo Guevara y Alejo Carpentier, en el II Congreso de la UNEAC; al fondo, Lilia Esteban de Carpentier. Foto: Mario Ferrer
El año 1961 produjo un violento giro de inflexión en la vida cultural cubana. A partir de Palabras a los intelectuales, pronunciadas por Fidel el 30 de junio de 1961 en la Biblioteca Nacional, las cosas tomaron un rumbo diferente, o más bien, se definieron posiciones ideológicas que se cocían en varios ambientes de intelectuales y artistas.
De una parte, urgía despejar dudas, evitar resquemores y espantar fantasmas que planeaban en los círculos de creadores; de otra, se requería definir plataformas, hallar puntos de contacto, desbrozar caminos que facilitaran la inserción del arte y la literatura en el proceso de transformaciones sociales.
Tuve el privilegio de ser testigo del acontecimiento. Había cumplido 21 años y estaba lejos de imaginar que sería uno de los
participantes más jóvenes del encuentro entre la dirección de la Revolución y un nutrido grupo de creadores, en su inmensa mayoría escritores. Yo trabajaba a la sazón con Argeliers León, compositor, etnólogo e intelectual de sobresaliente ejecutoria que había confiado en mí para asistirlo en la Biblioteca Nacional y orientarme en el campo de la antropología social.
Ya habían transcurrido dos encuentros previos, los días 16 y 23 de junio, en los que no estuve presente. Pero el 30 Argeliers me dice que el Comandante se iba a reunir en el teatro de la Biblioteca. Era tal mi inquietud que Argeliers cargó conmigo, y me senté junto a él en una de las primeras filas. Alguien, con delicadeza, indicó me trasladase a la parte posterior de la sala. Al contarlo mucho después en un panel conmemorativo, utilicé una imagen del béisbol: me pusieron a jugar en los jardines, detrás del diamante. Después de todo, desde allí se oía mejor. Hice apuntes que luego perdí, pero permanecen en mi memoria los hitos fundamentales.
Fue un discurso, para mí, revelador. Me cambió completamente la vida. Yo venía de una clase media y no tenía una formación política, pero sí una vocación sociológica, antropológica y de patria muy grande, que es la que me hizo permanecer aquí. Ese día había olor a manigua, olor a Sierra. Admiré mucho más a aquel hombre, treintañero y desaliñado, con su traje verde olivo, que venía con otro discurso. Yo estaba acostumbrado al lenguaje hueco y mediatizado de algunos de los intelectuales de entonces, que debatían en programas de radio como Ante la prensa, de cmq. Los tiempos de la tiranía también fueron tiempos de una censura brutal. La retórica campeaba, en un lenguaje grandilocuente de lugares comunes. De pronto escuché a Fidel, que ya desde Columbia el 8 de enero de 1959, llevaba adelante un discurso fresco, moderno, directo y coloquial; que llegaba al alma a todo el mundo, porque estaba diciendo verdades contundentes.
¿Cuál hubiera sido mi destino sin la Revolución? Empleado público, oficinista o, cuando más, profesor de español en un colegio norteamericano. Diletante intelectual a lo sumo. Viajero de los ferries a Miami y cazador de fruslerías y dinero. Antes de Palabras a los intelectuales, y mucho más después, supe que mi destino era Cuba, la Cuba que tendríamos que construir y que tanto nos ha costado. Muchos años después, en la Casa de las Américas –Eusebio Leal nunca lo olvida- le dije a Fidel: «Yo no me quedé, me fui quedando».
Esa reunión en la Biblioteca fue crucial para que Fidel midiera la complejidad de aquella numerosa y variopinta asamblea de escritores y artistas. La Uneac, que surgió como resultado del Primer Congreso de Escritores y Artistas, dos meses después con Nicolás Guillén a la cabeza, ejerció un papel de cohesión. Todo, en medio, de un intenso y polémico debate que produjo, a su vez, un caleidoscopio de ricas expresiones de la cultura cubana.
Solemos congelar en una frase la significación de Palabras a los intelectuales. Debemos ir más allá. Piedra angular de la política cultural de la Revolución no se detuvo en el tiempo. Al volver la vista observo cómo allí Fidel sembró la idea de una verdadera democratización del arte y de la necesaria unidad dentro de la diversidad.
En cuanto a mis intereses más cercanos, el basamento conceptual expresado por él hizo posible la toma de conciencia en torno a la reivindicación de las culturas populares y, de modo particular, las de origen africano, preteridas y marginadas hasta entonces. Fernando Ortiz ya había abierto una brecha, rompiendo esquemas y prejuicios raciales.
El próximo año se cumplirán seis décadas de aquel pronunciamiento medular. Estamos en la obligación de desentrañar el hilo conductor entre las ideas expresadas por Fidel y el ulterior desarrollo de la política cultural de la Revolución; de separar lo esencial de lo accesorio. Poner al día, e incluso polemizar en buena lid, con el legado de Palabras a los intelectuales pudiera ser un nuevo punto de partida para una concepción más cabal de la cultura cubana.
El terrorismo de Estados Unidos contra Cuba, ya existía bajo el gobierno del dictador Fulgencio Batista, que sometió al pueblo cubano por el terror y era sostenido por Washington y sus mafias, lo que terminó con el triunfo de la Revolución Cubana a inicios de 1959 y la fuga de los cómplices o beneficiarios de esa dictadura a Miami, lo que facilitó a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) el reclutamiento de sectores de los emigrados para accionar en principio contra la figura del líder cubano Fidel Castro Ruz.
En su libro “la Guerra Secreta Operación ZR/Rifle” el general cubano Fabián Escalante Font (Editorial Ciencias Sociales, Cuba 2006), hace un seguimiento de todos las operaciones y proyectos criminales (643 admitidos luego por la CIA) de Estados Unidos para asesinar a Fidel Castro entre 1958 y el año 2000, en una investigación con profusa documentación que nos lleva a entrar a los laberintos de un mundo -jamás imaginado- hasta la matriz del terrorismo que azotó a Cuba y lo sigue haciendo hasta hoy.
En el informe de la Comisión Church, del senado estadounidense, creada bajo la presidencia del senador Frank Church, quien investigó en 1975 los intentos de asesinato de la CIA contra líderes políticos extranjeros, figura el comandante Fidel Castro como el blanco número uno de los planes terroristas desde los años 60.
Sólo mencionaremos algunos datos asombrosos que figuran en ese informe con testimonios además de algunos terroristas cubano-americanos, integrados a los organismos de inteligencia estadounidenses, conformando una serie de organizaciones que desde Miami asolaron a Cuba, América Latina y a diversos países del mundo.
También se menciona en el informe -entre tantos otros- el período de marzo a agosto de 1960: “Durante el último año de la administración (Dwight) Eisenhower, la CIA estudió planes con vistas a socavar la simpatía carismática de Castro, por medio del sabotaje contra sus discursos (…) Según informaciones del Inspector General de la CIA en 1967, un funcionario de la División Servicios Técnicos (TDS) recordó haber discutido un plan para rociar el estudio de televisión de Castro, con un agente químico que producía efectos similares al LSD”. Pero que se había rechazado por no ser un agente químico confiable …”
“Durante ese período el TDS impregnó una caja de tabacos (cigarros) que producía una desorientación temporal, con la esperanza de lograr que Castro se fumara uno de los tabacos antes de empezar su discurso…”
Más adelante refiere que “una anotación en los expedientes de la División de Operaciones de Servicios Médicos de la CIA indica que el 16 de agosto de 1960 se le entregó una caja con los tabacos favoritos de Castro y las instrucciones de darle tratamiento con un veneno letal. A los tabacos se les impregnó una toxina de botulina tan potente que una persona moriría con sólo ponérselo en la boca-. El oficial informó que el 7 de octubre de 1960 los tabacos estaban listos…”
De la misma manera figura que “en agosto de 1960, la CIA dio pasos para enrolar a miembros del bajo mundo criminal con contactos con el Sindicato del juego organizado, para que ayudasen a asesinar a Castro, según el informe del Inspector General de la CIA”.
La sola lectura de estos planes nos lleva a entender el mundo creado entre la CIA y otros servicios de inteligencia con los terroristas cubano-americanos, además de conocidos integrantes de las mafias y asesinos seriales utilizados por éstas. Fueron y son verdaderos “batallones de la muerte”, de guerras sucias y encubiertas, y del terrorismo que desde entonces nunca detuvo su siniestra mano.
A lo largo de este informe de la Comisión Church figuran operaciones que ni siquiera la ficción pudo concebir, planes delirantes para usar los más impensables recursos con el objetivo de matar y destruir. Desde entonces hasta ahora pasó más de medio siglo de asedio a Cuba, violando la legislación internacional y humanitaria con absoluta impunidad.
La tercerización de la guerra no es tal, ya que las empresas de mercenarios a los que eufemísticamente llaman ahora “contratistas” pertenecen en realidad a los servicios de inteligencia de Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel y otros, y están bajo dirección de ex oficiales de tropas “especiales” de estos países.
Las “empresas” de mercenarios -algunas de la cuales figuran como Agencias de Seguridad Privadas– se crearon para utilizar menos tropas propias y tratando de difuminar la presencia de Estados Unidos y sus asociados en acciones terroristas.
Esto se vio y entres otros casos en Nicaragua, en la guerra encubierta contra los sandinistas en los años 80, en Libia (2011), Siria (2012), en Playa Girón, Cuba (1961) en la Guaira, Chuao y otros lugares de Venezuela (2020) con el intento de invasión o infiltración en el territorio del 3 de mayo pasado, donde fueron derrotados y detenidos por el gobierno, el pueblo y sus fuerzas armadas.
En cuanto al uso de mercenarios, como en el caso de Alazo Baró que llegó ante la embajada de Cuba portando un fusil AK-47, 32 casquillos de proyectiles que dejaron el mismo número de orificios de bala evidenciando que sabía perfectamente que había ido con la intención de agredir y de matar, tal como lo señaló el canciller cubano Bruno Rodríguez.
Sólo para no olvidar en esta larga historia de asedio Cuba, uno de los atentados más brutales contra ese país sucedió el 6 de octubre de 1976, cuando hicieron explotar un avión de la compañía cubana de aviación en pleno vuelo, matando a 73 personas poco después de haber despegado del Aeropuerto de Barbados y que fue considerado el peor atentado del “hemisferio occidental” en esos momentos. Seguir leyendo TERRORISMO IMPERIAL SIGLO XXI. CUBA, MEDIO SIGLO DE TERROR (SEGUNDA PARTE). STELLA CALLONI→
Autodefinido como fidelista a muerte, tuvo por el comandante gran admiración. Para él, Castro fue un líder fuera de serie, que rompió el molde. Apoyó con todo a la Revolución cubana.
Óscar Chávez fue una figura nodal en la formación de una cultura crítica de masas y en la educación sentimental de varias generaciones. Mantuvo vivo el cancionero popular mexicano. Recuperó y difundió las canciones de nuestras tres grandes revoluciones sociales. Escribió o interpretó melodías de culto en las luchas sociales de los últimos 50 años.
A lo largo de su trayectoria como cantautor, desde sus primeras tocadas en el movimiento estudiantil de 1968 hasta sus recitales con los zapatistas en Oventic o los grandes conciertos en el Auditorio Nacional, forjó un público transgeneracional masivo y leal, integrado por gente de su edad y por sus nietos y bisnietos.
Óscar nació en la colonia Portales en 1935, vivió en Ixmiquilpan y Puebla y creció en Santa María la Ribera. Creció escuchando a su padre que, aunque nunca se dedicó profesionalmente al canto, en la bohemia era un buen intérprete de música tradicional mexicana, trova yucateca y cubana, y ritmos colombianos.
Arrancó su carrera artística estudiando teatro en la escuela de Bellas Artes, en la academia del maestro Seki Sano y en la UNAM. Participó en obras experimentales tanto como actor o director, en radioteatro, telenovelas y cine. Su papel como El Estilos, en el filme Los caifanes, lo inmortalizó. Hizo cabaret político entre 1970 y 1979 en La Edad de Oro y el Café Corona, cuando la ciudad tenía una agradable y rica vida nocturna.
Rompió con la Asociación Nacional de Actores (ANDA) y fue parte del Sindicato de Actores Independientes (SAI) que dirigió su primo y amigo entrañable Enrique Lizalde. Sus integrantes armaron una buena remambaramba para depurar y democratizar el gremio. Cuando la aventura del SAI llegó a su fin, asfixiada por el autoritarismo gubernamental, se negó a regresar a las filas de la ANDA, que nunca le perdonó la afrenta y le cerró cuanto espacio de actuación pudo. Su congruencia tuvo un gran costo para él, porque le quitaron la posibilidad de actuar en palenques y en otros foros.
En 1963 grabó Herencia lírica mexicana, su primer disco de una lista de cerca de 90. Desde ese momento, comenzó, a través de su obra, un alucinante viaje por la historia de México y América Latina. Recuperó y difundió las canciones de nuestras tres grandes revoluciones sociales (Independencia, Reforma e Intervención Francesa y la de 1910-17). Hizo un vinilo completamente dedicado a Benito Juárez. Musicalizó a José Martí y le cantó a Genaro Vázquez Rojas, a Salvador Allende, a Chiapas y a los pueblos indios que resisten con dignidad.
Se zambulló de lleno en la parodia política. Fuera de la disputa (en la tipología de Federico Arana) entre fans del folklorito venceremos y seguidores del huaraches de ante azul, Óscar desarrolló un estilo propio, más allá de la canción testimonial.
“El dinero –decía– impone lo que se toca, lo que se difunde. Lo hace en todo. Lo hace en la radio, en la televisión, en el cine, en la literatura, en todo. El dinero pone las reglas. Para mucha gente creativa en nuestro continente, esto es muy difícil. Es doble trabajo.” Sin embargo, a pesar de ello, produjo una obra vastísima al margen de las presiones comerciales.
Su apuesta fue transmitir y mantener viva una larga tradición musical que viene de siglos atrás. Este legado fue su raíz y su fuente. “Esto de la canción de protesta o testimonial –explicaba– es una gran tradición en nuestro país. He cantado parodias políticas que se cantaban en el virreinato. Los versos del poeta popular, que era el negrito José Vasconcelos, son críticas a los virreyes y a los gobernantes. Es impresionante. Uno no está inventando nada. Ya existe” (https://bit.ly/2xvmDY2).
A lo largo de su carrera, tuvo varias escaramuzas con el poder. Su disco Mariguana fue censurado durante un tiempo, a pesar de que el material que lo integra son piezas tradicionales mexicanas. La canción Mariguana, por ejemplo, se escribió para criticar a Antonio López de Santa Anna, a quien el autor de Por ti definía como nuestro mejor vendedor.
Óscar creía que, aunque la canción no transforma las cosas, es una herramienta, un arma muy poderosa, muy importante para informar, para opinar, para hablar bien, para hablar mal e incluso para insultar y también para burlarte.
Militante de la Liga Leninista Espartaco de José Revueltas, al lado de Eduardo y Enrique Lizalde, Chávez fue, a lo largo de su vida, solidario con las causas más justas. Autodefinido como fidelista a muerte, tuvo por el comandante gran admiración. Para él, Castro fue un líder fuera de serie, que rompió el molde. Apoyó con todo a la Revolución cubana.
Fue solidario desde los primeros días de levantamiento armado con el EZLN. Sigo apoyándolos, sigo creyendo en ellos. Me merecen mucho respeto. Me merecen más respeto que muchos políticos a los que no les tengo ninguno, decía. En 2018 fue promotor de la iniciativa para incorporar a Marichuy a la boleta electoral como vocera del Concejo Indígena de Gobierno y firme opositor a la construcción del Tren Maya.
En reciprocidad, recibió el cariño y reconocimiento de indios y rebeldes. En 2000, los zapatistas lo llamaron hermano grande. A raíz de su muerte, el Congreso Nacional Indígena saludó su vida solidaria y sus sueños que se atreven a imaginar justicia y hacerla mensaje y música. La vida –decía apenas hace unos meses– hay que vivirla hasta que lo permita la energía. Lo de más es lo de menos. Así lo hizo.
Menos de cuatro meses después del 1º de enero de 1959, un día como hoy, 28 de abril, se creó la Casa de las Américas.
En medio de campañas mediáticas difamatorias, amenazas del presidente Eisenhower, secuestros de aviones y atentados terroristas, la Revolución se defendía y daba los primeros pasos en su proyecto emancipador. Convertía en ciudad escolar la fortaleza de Columbia, entregaba la propiedad de sus tierras a más de trescientos campesinos, fundaba el ICAIC y la Imprenta Nacional.
Pronto los Estados Unidos usarían su poder en la región para aislar a Cuba y su “mal ejemplo” de soberanía y justicia social. Lograron excluirla de ciertos foros y romper vínculos diplomáticos, acuerdos, papeles; pero no les fue posible quebrar otros lazos asociados al instinto y a las raíces de los pueblos, a su memoria, a sus sueños. La Casa, guiada por una personalidad tan luminosa como Haydee Santamaría, junto a un equipo comprometido y leal, contribuyó de manera decisiva a que Cuba no fuera espiritualmente desgajada de Nuestra América.
Inspirada en Bolívar, Martí y Fidel, nutrida de modo cotidiano por el pensamiento anticolonial de Roberto Fernández Retamar y la visión de vanguardia de Mariano Rodríguez, la institución encontró aliados en los mejores creadores de la región. Martínez Estrada, Galich, Benedetti y muchos otros intelectuales y artistas relevantes habitaron la Casa, la hicieron suya, y enriquecieron sus conceptos y estrategias.
La Casa, con los años, fue ampliando su mirada. Al examen y la promoción de las letras, la música, el teatro, las artes visuales y la cultura caribeña, se añadieron estudios sobre la mujer, los pueblos originarios, los latinos en los Estados Unidos y la presencia de África en América.
Celebramos este aniversario en una situación de emergencia para la región y para todo el planeta. Una doble pandemia se ensaña en los más pobres: el coronavirus y el neoliberalismo.
Negros y latinos sobresalen en las estadísticas de contagiados y fallecidos en los Estados Unidos. Los indígenas del Norte y del Sur de las Américas, tradicionalmente despojados de sus derechos, son en extremo vulnerables. Trabajadores informales, indigentes sin techo, habitantes de viviendas precarias en los suburbios de las ciudades, inmigrantes sin documentos ni destino y un largo etcétera parecen predestinados a una muerte segura, aunque no figuren luego en las cifras oficiales.
Muchos artistas, víctimas del desmontaje de las políticas culturales y de las propias circunstancias, se ven hoy en total desamparo.
Las personalidades más sensibles y juiciosas del mundo han venido reclamando un enfrentamiento a la crisis basado en la colaboración, en el esfuerzo coordinado, en la solidaridad.
La Casa, en el aniversario de su nacimiento, quiere insistir en esa palabra: solidaridad. Martí dijo: “Patria es humanidad” —y Fidel convirtió esta definición en patrimonio de todos los cubanos y en guía y sentido de la proyección internacional de la Isla.
Los médicos cubanos batallan hoy contra la pandemia en más de veinte países. Arriesgan sus vidas, como han hecho en tantas ocasiones, para salvar otras, y dejan un ejemplo moral intolerable para políticos e ideólogos neoliberales. De ahí que utilicen sin tregua su poderosa maquinaria de producir y circular mentiras para atacar la generosidad de la Revolución Cubana y de sus hijos.
La Casa de las Américas respalda la carta abierta “Simplemente, ¡ya basta!” de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad, que, entre otros temas cruciales, denuncia el cinismo de quienes fomentan la campaña contra la vocación solidaria e internacionalista de Cuba y no dicen una palabra acerca del bloqueo que impide, incluso, adquirir cualquier tipo de insumos para frenar la pandemia.
Y es que el coronavirus también ha agudizado la barbarie: la cultura del odio, violenta, fascistoide, xenófoba, racista. Frente a esas tendencias oscuras, la Casa, al igual que los representantes dignos de los pueblos latinoamericanos y caribeños, apuesta por la cultura de la paz, de la hermandad entre los seres humanos. Una cultura, además, que conviva respetuosamente con la Madre Tierra.
Un valioso aporte a estos debates lo constituye el número 298 de la revista Casa, que incluye el dossier “Encrucijadas de la América Latina” y desde hoy estará a disposición de los lectores en www.casadelasamericas.org. Estamos empleando la Web y las redes sociales para difundir publicaciones, obras de arte y textos investigativos, como parte de la razón de ser de la institución desde el 28 de abril de 1959.
Como en aquellos tiempos difíciles de su fundación, la Casa trabaja día a día para mantener sus vínculos con los que defienden, en medio de la crisis actual, la auténtica cultura de la emancipación en América Latina, en el Caribe y dentro de los propios Estados Unidos.
El 18 de mayo de 2019, como homenaje al aniversario 124 de la caída en combate de José Martí, el sitio Presidencia de Cuba publicó este artículo del Dr. Elier Ramírez Cañedo. En él se rinde honores también al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Lo reproducimos hoy 28 de enero, cuando se cumplen 167 años del natalicio del Apóstol de la independencia de Cuba.
Sin duda, Fidel Castro ha sido el más aventajado discípulo de las ideas y la praxis revolucionaria de José Martí.
No fue pura coincidencia histórica, sino que el líder de la Revolución Cubana asumió el ideario martiano de manera consciente y entregada.
Así lo ratificó en 1985 en sus conversaciones con Frei Betto: “Yo, antes de ser comunista utópico o marxista, soy martiano; lo voy siendo desde el bachillerato: no debo olvidar la atracción enorme del pensamiento de Martí sobre todos nosotros, la admiración por Martí”.
En marzo de 1949, cuando marines yanquis profanaron la estatua del Héroe Nacional en el habanero Parque Central, Fidel fue uno de los que encabezó la airada protesta frente a la embajada de los Estados Unidos; en 1953, declararía a Martí como el autor intelectual de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes; durante su alegato de autodefensa conocido como la Historia me absolverá denunció como le habían impedido consultar las obras de Martí, pero que no importaba, pues traía en “el corazón las doctrinas del maestro”, el primer frente en la Sierra Maestra, dirigido por Fidel, ostentaría el nombre de José Martí. Estas son apenas algunas pinceladas que ilustran la hondísima vocación martiana de Fidel, algo que parecía genético. Hoy el líder de la Revolución descansa para siempre junto al Apóstol en el Cementerio de Santa Ifigenia en Santiago de Cuba, en una piedra que alude a la conocida frase martiana que Fidel convirtió en una de las máximas fundamentales de su existencia: “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”.
Ambos fueron raigalmente humanistas, anticolonialistas y antiimperialistas, pero jamás antiestadounidenses, su política hacia la nación del Norte estuvo siempre basada en la fuerza de las ideas y los principios, no en odios y fanatismos.
Con “ojos judiciales” supieron distinguir las dos Norteamérica, la de Lincoln y la de Cutting. De la primera reconocieron sus virtudes y valores culturales, de la segunda -a la cual Martí llegó a nombrar como la Roma Americana o águila temible – no solo criticaron los aspectos políticos que más conocemos, sino también el modo de vida estadounidense que exalta la violencia, la irracionalidad y el culto desmedido hacia el dinero. Y es que una de las primeras similitudes que encontramos entre Martí y Fidel, es la ciclópea labor ideológica que desarrollaron para descolonizar el pensamiento que desde nuestra región exaltaba al Norte como el modelo a imitar.
Con apenas 18 años, Martí había hecho ya la siguiente observación:
“Los norteamericanos posponen a la utilidad el sentimiento, – Nosotros posponemos el sentimiento la utilidad// Y si hay diferencia de organización, de ser, si ellos vendían mientras nosotros llorábamos, si nosotros reemplazamos su cabeza fría y calculadora por nuestra cabeza imaginativa y su corazón de algodón y de buques por un corazón tan especial, tan sensible, tan nuevo que solo puede llamarse corazón cubano, ¿cómo queréis que nosotros nos legislemos por las leyes con que ellos se legislan?// Imitemos. ¡No! –Es bueno, nos dicen. Es americano, decimos.- Creemos, porque tenemos necesidad de creer. Nuestra vida no se asemeja a la suya, ni debe en muchos puntos asemejarse. La sensibilidad entre nosotros es muy vehemente. La inteligencia es menos positiva, las costumbres son más puras ¿cómo con leyes iguales vamos a regir dos pueblos diferentes?// Las leyes americanas han dado al Norte alto grado de prosperidad, y lo han elevado también al más alto grado de corrupción. Lo han metalificado para hacerlo próspero. ¡Maldita sea la prosperidad a tanta costa¡
Martí vivió en los Estados Unidos durante casi 15 años, y aunque Fidel no tuvo la misma experiencia, llegó a ver en sus entrañas de una manera tan aguda como lo hizo el Apóstol. En esto influyeron sus estudios y lecturas –entre ellas las ideas de Martí sobre los Estados Unidos- y el contacto con la propia realidad, en especial la cubana, donde eran notorios los efectos más nocivos de la dominación imperialista del Norte.
Fidel llegó a convertirse en un verdadero experto en el conocimiento sobre los Estados Unidos, tanto de su dinámica interna como de su política exterior. Sobre esta cualidad de Fidel señaló Gabriel García Márquez: “El país del cual sabe más después de Cuba, es Estados Unidos. Conoce a fondo la índole de su gente, sus estructuras de poder, las segundas intenciones de sus gobiernos, y esto le ha ayudado a sortear la tormenta incesante del bloqueo”.
La estrategia revolucionaria de Fidel hacia los Estados Unidos, sintetiza en gran medida todo el pensamiento y la experiencia legada por José Martí, ajustada siempre, por supuesto, a las coordenadas de su tiempo histórico.
Y una vez en Cuba los Estados Unidos, ¿quién los saca de ella?
Uno de los grandes desvelos de Martí con relación al ya naciente imperialismo estadounidense fue la posibilidad de que este encontrara un pretexto, un recurso, para intervenir en la Isla, y de esa manera se frustrara la independencia cubana, garantía del equilibrio en las Américas y el mundo.
De ahí que se planteara la necesidad de una guerra “breve y directa como el rayo” que impidiera a tiempo que se extendieran por las Antillas los Estados Unidos. “Y una vez en Cuba los Estados Unidos, ¿quién los saca de ella?”, le había escrito Martí a Gonzalo de Quesada desde 1889.
Poco tiempo después le advertía: “Sobre nuestra tierra, Gonzalo hay otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos, y es el inicuo de forzar a la Isla, de precipitarla, a la guerra, -para tener pretexto de intervenir en ella, y con el crédito de mediador y de garantizador, quedarse con ella. Cosa más soberbia no la hay en los anales de los pueblos libres: -ni maldad más fría”.
Esta fue también una de las grandes obsesiones de Fidel, evitar por todos los medios posibles un escenario que facilitara o estimulara una intervención de los Estados Unidos en Cuba, que escamoteara la victoria a los rebeldes frente a la tiranía batistiana.
En los meses finales de 1958, ese peligro se hizo mayor al producirse varios incidentes, evidentemente fabricados por el dictador Fulgencio Batista y el embajador yanqui, con la intención de generar una situación que provocara la intervención de los marines en Cuba.
La estrategia martiana de tomar cuenta la correlación de fuerzas y las condiciones objetivas y subjetivas, antes de plantear abiertamente sus objetivos revolucionarios más radicales, también fue seguida por Fidel, para evitar la hostilidad prematura del gobierno de los Estados Unidos:
“En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente, porque hay cosas que para logradas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin”, le escribía el Héroe Nacional a su amigo Manuel Mercado horas antes de caer en combate el 19 de mayo de 1895.
Después del triunfo revolucionario de 1959, se haría aun más notoria la maestría del líder de la Revolución Cubana, para evitar cualquier circunstancia que pudiera servir como excusa a los Estados Unidos para intervenir militarmente en la Isla.
Entrar en la lengua y hábitos del norte con mayor facilidad y rapidez que los del norte en las civilizaciones ajenas.
Dentro de la estrategia martiana de organización de la Revolución en Cuba y para la futura República, estuvo la de influir políticamente tanto en el pueblo de los Estados Unidos, como en los propios sectores de poder en ese país. Martí hablaba de la necesidad de entrar “en la lengua y hábitos del norte con mayor facilidad y rapidez que los del norte en las civilizaciones ajenas”.
En un extraordinario libro de Rolando González Patricio, que lleva por título La diplomacia del delegado, el autor sostiene que Martí se propuso ganar la simpatía estadounidense, “…sin la cual la independencia sería muy difícil de lograr y muy difícil de mantener”. Su estrategia estaba dirigida a ganar al menos el respeto del gobierno de los Estados Unidos a las aspiraciones cubanas y a movilizar el respaldo moral del pueblo de esa nación.
Como parte de ese esfuerzo, no debe dejar de mencionarse el ingreso del Apóstol como socio del Club Crespúsculo de Nueva York, institución integrada por personalidades de gran influencia en los más diversos ámbitos de la sociedad estadounidense, agrupadas en esa asociación no solo por amor a la naturaleza y a la justicia, sino para encontrar respuestas a la crisis moral, ética y política en que se encontraban los Estados Unidos.
No cabe duda, que Martí vio en este Club, una vía importante para llegar al pueblo estadounidense con la verdad de Cuba y buscar aliados potenciales a la causa independentista de la Isla. Y no estaba equivocado, pues meses después de la muerte de Martí, en sesión regular del 9 de abril de 1896, el Club Crepúsculo aprobó una resolución favorable a los revolucionarios cubanos, donde pedía al presidente Cleveland que los reconociera como beligerantes.
Esta capacidad de influir en la sociedad estadounidense para mostrar la realidad sobre Cuba y los nobles propósitos de la Revolución, destruyendo todo tipo de estereotipos, así como falacias construidas y repetidas hasta el cansancio por los medios de comunicación hegemónicos, fue precisamente uno de los mayores éxitos de Fidel desde que se encontraba en las montañas de la Sierra Maestra.
El líder cubano recibió numerosos periodistas estadounidenses en la Sierra, y a través de ellos, además de asestar fuertes golpes mediáticos a la dictadura, logró trasladar importantes mensajes hacia los Estados Unidos.
Al más conocido de todos, el periodista Herbert Matthews, del New York Times, le expresó Fidel el 17 de febrero de 1958: “Puedo asegurar que no tenemos animosidad contra los Estados Unidos y el pueblo norteamericano”. Mensajes similares trasladaría Fidel al resto de los periodistas que continuarían la senda abierta por Matthews.
Mensajes conciliadores hacia el pueblo y gobierno de los Estados Unidos trasladó Fidel cuando viajó a ese país en abril de 1959. Asimismo se encargó de desmentir todo tipo de calumnias que sobre la Revolución se venían reproduciendo en los medios de comunicación occidentales y en declaraciones de representantes de la administración Eisenhower.
Después de producirse la ruptura de las relaciones diplomáticas en enero de 1961 el líder de la Revolución no perdió oportunidad alguna en construir los puentes necesarios con la sociedad estadounidense y la clase política de ese país, que pudieran fomentar las tendencias favorables al cambio en la política de los Estados Unidos hacia Cuba y la normalización de las relaciones.
Durante años el Comandante en Jefe dedicó largas horas de su apretada agenda a recibir y atender personalidades de la política, los medios y la cultura de los Estados Unidos.
La gran mayoría de esos visitantes regresaban a su país con una visión distinta sobre Cuba y del propio líder de la Revolución, y en muchos casos se convertían en abanderados en la lucha contra el bloqueo y por la normalización de las relaciones entre ambas naciones. Seguir leyendo MARTÍ Y FIDEL FRENTE A LOS ESTADOS UNIDOS. ELIER RAMÍREZ CAÑEDO→
Nadie como ella hizo del gesto y el vuelo la insuperable parábola de la belleza; nadie puso tan alto el intenso drama de Giselle. Alicia en este y otros mundos para siempre. La celebro en el recuerdo, la vivo y lloro en este instante. Hay un abismo en la danza. Cuba contigo.
No por sabido deja de ser muy justo recordar que Alicia Alonso figura entre quienes fundaron la Red en Defensa de la Humanidad en 2003 y que su firma y su colaboración no faltaron nunca en los documentos más importantes emitidos por este movimiento en su historia.
La recordamos no sólo adhiriéndose a las convocatorias y denuncias ante cualquier injusticia, sino aportando ideas y exigiendo que no faltara nunca su firma en los pronunciamientos que se emitían. Pedro Simón, su compañero de muchos años, puede dar fe de ello. Alicia fue una de las artistas cubanas más genuinamente leales a la Patria y a la Revolución que he conocido. Bailó para los campesinos, obreros, soldados, niños y niñas y no vaciló en vestirse de miliciana cuando las circunstancias lo exigieron.
Fidel la admiraba muchísimo (esto era recíproco) y no ocultaba en nada su respeto por ella ni su preocupación porque sus criterios fueran escuchados y atendidos en el Ministerio de Cultura, donde el compañero Matías Maragoto actuaba como enlace permanente con ella, y en otras dependencias del Gobierno y del Estado. Raúl, Almeida, Diaz-Canel y otros compañeros la arropaban con especial sensibilidad y afecto. Era venerada porque lo merecía, no porque lo procuraba.
Fue una criatura divina, excepcional, irrepetible, adorada por su pueblo y el mundo en la dimensión humana de los dioses. Será eterna y será para siempre nuestra.
“Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo». Fidel Castro Ruz
Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo,
Río de Janeiro, 12 de junio de 1992
La Red en Defensa de la Humanidad se suma a la movilización mundial en protesta por el desastre ecológico que están produciendo los incendios en la Amazonia y en contra de las corporaciones transnacionales y los políticos directamente responsables de la catástrofe.
Como dijera Fidel hace veintisiete años, la especie humana “está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida”. Y añadía una categórica exhortación: “Cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos, cesen la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño.”
En los últimos días, las extensas nubes de humo sobre la Amazonia constituyen una gravísima señal de alarma. Sin embargo, no puede verse como un hecho aislado. Su principal causa es el sistema capitalista y su concepción de crecimiento económico infinito que da prioridad a la producción y reproducción del capital en lugar de a la producción y reproducción de la vida. Lo que sucede hoy en la Amazonia, sucede también en vastas áreas en África y otras regiones del planeta.
Empresarios y políticos neoliberales, en su ambición desenfrenada en busca de mayores ganancias, no escuchan las crecientes e inquietantes advertencias de las instituciones científicas y de los defensores de la Amazonia, y emprenden y aprueban proyectos cada vez más agresivos sin tener en cuenta las consecuencias irreparables de su acción. Los intereses expansivos de las transnacionales mineras, petroleras, acuíferas, y del agronegocio, han encontrado un aliado incondicional en el actual gobierno neofascista de Brasil.
Bolsonaro ha venido promoviendo la deforestación de la Amazonia, el debilitamiento de todo control y fiscalización sobre las empresas y la reducción de los fondos para la protección y conservación de la región. Ha convertido en una práctica la persecución de líderes y comunidades indígenas y campesinas que defienden sus derechos y sus territorios. Estos pueblos, con sus culturas, cosmovisiones y saberes milenarios, son los que mejor han defendido –y en muchos casos lo han garantizado al precio de sus vidas–, la conservación de esta gran región como el mayor reservorio de biodiversidad del planeta, cuya pérdida o deterioro implicará un daño irreversible a la ya precaria salud de los ecosistemas a nivel global.
Ante estos hechos, la Red en Defensa de la Humanidad expresa su solidaridad con todos los pueblos originarios de nuestra Amazonia, víctimas de las políticas de despojo y de la más cruel violencia del capital transnacional, y denuncia la actitud del gobierno de Jair Bolsonaro, que además de propiciar el ecocidio, da la espalda a su gente, y solo después de veinte días de incendios anuncia, para enfrentarlo, la militarización de la región, lo que puede constituirse en un peligroso paso para propiciar el control de una zona geopolítica estratégica, a través del tutelaje internacional y la intervención directa de las transnacionales, escudados en una supuesta filantropía.
Es necesario recordar que la “ayuda” de otras naciones de sesgo imperial ante desastres similares, ha sido utilizada históricamente como pretexto para la intervención, la desestabilización y el saqueo, en lo cual las grandes potencias han contado siempre con las más diversas herramientas de dominación y, por supuesto, con la manipulación constante de la opinión pública. Debemos defender el principio de que si existe voluntad real de ayuda, esta debe encauzarse por la vía de los Estados y los organismos internacionales con pleno respeto a la soberanía.
Denunciamos la falsa moral de los países que han sido los mayores responsables de la crisis ecológica a nivel mundial, (entre ellos los miembros del G7) y que expresan hoy su preocupación por la Amazonia, obviando todo tipo de conexión entre los incendios y el desarrollismo capitalista. Son las transnacionales de estos mismos países las que se extienden por los reductos naturales del mundo en búsqueda de recursos de toda índole, tierras y fuentes de energía. Ninguna aparente polémica afecta al vínculo medular entre un gobierno neoliberal y entreguista como el de Bolsonaro, los poderes transnacionales y las grandes potencias. Apoyamos, en contraste, las acciones impulsadas por el gobierno del Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales Ayma, que ha demostrado un espíritu de unidad en la adversidad, y verdadera preocupación por enfrentar el incendio no sólo en su país, sino en la región, y aplaudimos también el llamado realizado por su gobierno y el de la República Bolivariana de Venezuela para que se concreten acciones regionales que permitan abordar la emergencia con celeridad y eficacia.
La Red en Defensa de la Humanidad, haciéndose eco de las expresiones de preocupación y dolor ante la tragedia de muchas personas sensibles del planeta, exige al gobierno de Brasil que sean tomadas medidas urgentes para salvaguardar la vida de los pueblos y culturas que están en peligro hoy en la Amazonia. Con los incendios, están siendo privados, además, del sustento material y espiritual de su existencia. Cuando arde un árbol, siempre arde una casa.
Exhortamos al Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, a activar los recursos establecidos por los instrumentos normativos internacionales para garantizar de manera inmediata la protección de los más de cuatrocientos pueblos afectados y, a su vez, de la soberanía de los ocho países amazónicos. Instamos a promover denuncias ante la Corte Penal Internacional y otras instancias competentes de embestidas como éstas contra el medio ambiente, que deben ser consideradas como crímenes contra la Humanidad.
Alentamos a trabajar en la impostergable articulación de plataformas populares en un frente de acción común y coordinado ante los desastres ecológicos y sociales, que permita una comunicación alternativa, veraz, certera y oportuna, al tiempo que convocamos a revelar y difundir con énfasis la conexión causal existente entre el sistema capitalista y la debacle ambiental que estamos presenciando. Esto hace imprescindible enlazar las luchas anticapitalistas y la de los movimientos ambientales en defensa de la Amazonia y de otras zonas del planeta.
Convocamos a realizar actividades en todos nuestros países, movilizaciones populares, plantones, marchas, mítines y denuncias a través de las redes sociales, o lo que es lo mismo, a utilizar toda posible tribuna para mostrar este crimen contra la naturaleza, acusar a sus responsables y advertir sobre el peligro de que el impacto mediático que ha tenido esta tragedia sea utilizado por las grandes potencias imperialistas para intervenir en la Amazonia y consolidar y legitimar el despojo de manera concertada con autoridades venales.
Hacemos un llamado, además, a la transformación de nuestras lógicas de consumo y contra la contaminación y degradación ambiental que estas producen, vinculadas al modo de producción capitalista y su inviable paradigma civilizatorio.
¡Salvemos la Amazonia! ¡Salvemos el planeta! Como dijera Fidel en 1992: “Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo.”
Fidel cargó a mi hija Natasha y le dio un beso, me di cuenta de cuánta bondad había en su mirada… y confié más que nunca
Terezhina Nunes Fabriano y su hija Natasha, víctimas del accidente radiológico de Goiânia. Foto: Felicia Hondal
RAÚL ANTONIO CAPOTE
El 13 septiembre de 1987 ocurrió en la ciudad brasileña de Goiânia, capital del estado de Goiás, en Brasil, lo que fue considerado el peor accidente radiactivo de la historia fuera de una instalación nuclear.
Dos recolectores de basura, en busca de chatarra para vender, entraron a un hospital abandonado y encontraron lo que les pareció una extraña máquina, la desmontaron y la subieron a una carretilla. Una vez en la casa, utilizando destornilladores, abrieron la tapa de plomo que sellaba el aparato, en realidad un equipo de radiografía, y extrajeron un cilindro del interior, luego fueron a un desguace con el ánimo de venderlo.
El dueño del desguace se quedó con el artefacto, días más tarde, entró al local donde había guardado el cilindro y vio que un «hermoso brillo azul» brotaba de la cápsula, pensó que se trataba de algo sobrenatural y la llevó para su casa.
El hombre repartió entre familiares y amigos fragmentos del material que se encontraba en el interior del objeto, un material fácil de desmenuzar, que se convertía en polvo, un polvo brillante. Se trataba de cloruro de cesio enriquecido con isótopo radiactivo, cesio 137.
Pronto, muchas personas enfermaron. Alrededor de una docena fueron trasladados a uno de los hospitales de Goiânia. En total, más de 110 000 personas fueron examinadas, de ellas 249 tenían niveles significativos de material radiactivo en sus cuerpos, cientos de personas presentaban contaminaciones leves y tuvieron que permanecer en refugios especiales.
CUBA RESPONDE
Cinco años después del accidente, en una de las actividades colaterales de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, ECO-92, en Río de Janeiro, –más conocida como Cumbre de la Tierra–, Terezinha Nunes Fabiano, presidenta de la Asociación de Damnificados, recibió la propuesta de Fidel de atender a los afectados por la contaminación radiactiva.
«Conocíamos de la experiencia cubana atendiendo a los niños de Chernóbil, mucha gente dudaba porque había sufrido tantas decepciones, pero cuando en Brasil Fidel cargó a mi hija Natasha y le dio un beso, me di cuenta de cuánta bondad había en su mirada…y confié más que nunca», dijo entonces Terezinha Nunes.
Fue en la histórica Cumbre de la Tierra donde el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, pronunció aquellas proféticas palabras:
«Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre».
Decenas de afectados por la radiactividad recibieron atención médica gratuita en cumplimiento del protocolo de colaboración científica con Brasil, firmado por Fidel durante ECO-92; las víctimas del accidente compartieron el Campamento de Pioneros José Martí de Tarará con 116 niños ucranianos que sufrían las consecuencias de la catástrofe de Chernóbil, con un grupo de infantes ecuatorianos y con unos 200 cubanos asmáticos y diabéticos bajo tratamiento para esos padecimientos.
En octubre de 1992 regresaron a Brasil los pacientes una vez concluido el programa de atención y tratamiento recibido en la Isla, viajaron acompañados de una delegación de especialistas cubanos que informaron a las autoridades sanitarias brasileñas, de las conclusiones diagnósticas y recomendaciones, resultado de las siete semanas de exámenes a que habían sido sometidos.
El personal cubano de la salud demostró una vez más su profesionalidad, que fue altamente apreciada por los especialistas del gigante sudamericano, pero, sobre todo, demostraron el gran valor humano, la entrega y el espíritu solidario que les caracteriza, fruto de su formación revolucionaria y del ejemplo de Fidel.
Terezinha Nunes, quien viajó a Cuba con sus tres hijas, para recibir diagnóstico y tratamiento, expresó al marcharse: «Me voy con el corazón dividido, porque ahora tengo dos patrias, Cuba y Brasil».
EPÍLOGO DE UNA TRAGEDIA
Cuatro personas fallecieron y 249 personas recibieron altos índices de radiación y hoy padecen de múltiples enfermedades, sobre todo cáncer.
Las personas afectadas por la radiación en el incidente, hasta el día de hoy sufren de discriminación.
Término ambiguo como casi todos, la palabra improvisación tiene muchos sentidos. Existen los intérpretes del punto cubano. Hubo, tradicionalmente, los oficiantes de despedidas de duelo, sobre los cuales el fallecido manzanillero Julio Girona, Premio Nacional de Artes Plásticas, ha dejado una deliciosa estampa. Con abundancia de adjetivos y retórica vacía se aprestaban a despedir a cualquier desconocido. Aunque descarten el uso de apuntes, hay otros que no son improvisadores en el sentido cabal del término. Preguntado en una entrevista sobre por qué improvisaba, Fidel respondió, con sabiduría política: «Porque a la gente le gusta asistir al parto de las ideas».
Sin haber estudiado comunicología, sin valerse de generalizaciones abstractas, su aguda percepción de la política, su permanente vínculo con las masas, su atinada visión de las realidades concretas nacionales, lo llevaron a transformar la oratoria en diálogo activo. Logró mantener en vilo a la Asamblea General de Naciones Unidas durante el discurso más prolongado que se haya escuchado en ese lugar. Comprendió como nadie las transformaciones producidas por el paso del dominio de la radio al de la televisión.
Con anterioridad, la radio había sido el medio idóneo para transmitir orientaciones a un pueblo altamente politizado. En un horario estelar de los domingos, las mayorías se conectaban, luego del Himno Invasor, a la voz de Eduardo Chibás. Su poder de convocatoria no se basaba en el desarrollo de conceptos programáticos. En realidad, las bases ideológicas del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) fueron elaboradas en gran medida, atemperadas al panorama de la época, por Leonardo Fernández Sánchez, cercano compañero de lucha de Julio Antonio Mella y distanciado del Partido Comunista a partir de la alianza de este con Batista, asesino de su hermano Ivo.
No muy favorecido por la voz, Chibás diseñaba con cuidado la estructura dramatúrgica de sus discursos. Su palabra sacaba a la luz verdades que otros silenciaban. Su tono y su énfasis evidenciaban autenticidad. Por un fallo técnico no salió al aire el disparo mortal que ratificaba su último aldabonazo. Su capacidad movilizadora se fundaba en la denuncia y la exhortación.
Los tiempos eran otros y Fidel cambió las reglas del juego. En circunstancias señaladas, convocaba a las masas a la Plaza de la Revolución. La distancia física y la presencia multitudinaria imponían sus leyes, que Fidel trataba de modificar al formular, a través de preguntas, esbozos de diálogo.
Sobre todo en la primera etapa, en los días en que los cambios se precipitaban en una escalada de golpes y contragolpes, cuando se imponían las respuestas rápidas a las agresiones del enemigo, Fidel concurría a la televisión. Entraba en los hogares en una conversación para todos y, simultáneamente, individualizada. Tanta era la naturalidad del diálogo que, desde la penumbra de sus butacas, muchos asentían y formulaban preguntas.
La palabra se había convertido en arte y en esta materia intervienen el oficio y un largo proceso de aprendizaje. La facundia es un don. La tienen los oficiantes de despedida de duelo que con similar palabrería visten a cualquier santo. Tras la soltura en el uso del verbo, tiene que latir la convicción profunda, la transmisión de la autenticidad, el conocimiento del tema y la percepción clara de las expectativas del destinatario, además de la valoración de las particularidades del contexto en que se produce el discurso.
Una buena amiga, Maruja Iglesias, miembro activo del Frente Cívico de Mujeres Martianas, compartió en sus años estudiantiles la misma casa de huéspedes que Fidel. Contaba dos anécdotas reveladoras. Por lo general, en todas las carreras universitarias, algunas asignaturas inspiran terror. En la Facultad de Derecho, era Economía Política, basada en un texto del liberal Charles Yeats. Mientras preparaba el examen, Fidel leía despaciosamente las páginas con extrema concentración activa, hasta el punto de entablar debate con algunas de ellas. Rasgaba las hojas en la medida que las repasaba. Eran aquellas páginas malamente reproducidas en un mimeógrafo para uso de los universitarios de entonces. Dirigente estudiantil, alguna vez tenía que pronunciar un discurso conmemorativo. Entonces, sentaba a nuestra amiga en el comedor solitario para utilizarla como espectadora de su ejercicio oratorio. El talento nace, pero si no se cultiva, muere por inanición.
Las anécdotas referidas ilustran dos aspectos esenciales. Uno de ellos: el poder de concentración. En sus discursos, Fidel tenía una enorme facilidad para manejar cifras y datos precisos. No eran el resultado de una práctica memorística sino de su esencial interrelación con un profundo análisis que tenía en cuenta multiplicidad de aspectos. Dicen los poetas que el primer verso nace de una inspiración. Tendríamos que preguntarnos entonces cuánto tiempo de meditación inconsciente, de libertad de asociación, de razonamiento entreverado en el quehacer de cada día, se oculta, como lava acumulada, tras el brote volcánico de la oratoria.
Por esas razones, no me gusta escuchar aquí y allá, a veces con pretextos baladíes, citas aisladas, situadas fuera de contexto. En el acumulado infinito de sus discursos, muchos de ellos coyunturales, hay un pensamiento construido sobre sólidos cimientos, en debate con pensadores a lo Gide, en lecturas apasionadas de los testimonios de nuestra historia, en el bombardeo de interrogantes a los que sometía a sus interlocutores. Seguir leyendo EL PARTO DE LAS IDEAS. GRAZIELLA POGOLOTTI→
A partir del triunfo de la Revolución, la Biblioteca Nacional se había convertido en uno de los centros más activos de la vida cultural habanera. Cumplía su función de rescate, ordenamiento y preservación de libros, periódicos, grabados, mapas y otros documentos que constituían su patrimonio esencial.
La Biblioteca favoreció el desarrollo del interés por la lectura en niños y jóvenes, al ofrecer las novedades literarias en calidad de préstamo. Abrió áreas especializadas para la difusión de la música y de las artes visuales. Impulsó un trabajo de extensión cultural con los sindicatos. En su teatro, ciclos de conferencias abordaban las más diversas temáticas y se escuchaban las voces de los más prominentes intelectuales que visitaban la Isla.
Bajo la dirección de María Teresa Freyre de Andrade, un modelo similar se implantó en la red de bibliotecas, organizada a través de todo el país. En medio de la efervescencia revolucionaria, abiertas oportunidades hasta entonces inimaginables, se multiplicaba la voluntad de aprender, que incitaba un espíritu de superación permanente.
Por sus dimensiones, por la cercanía existente entre el estrado presidencial y el lunetario destinado a los invitados, favorecedor de un diálogo ágil y carente de excesivas fórmulas protocolares, el teatro de la Biblioteca Nacional fue utilizado para el necesario intercambio de ideas entre la dirección del país y los escritores y artistas, a fin de establecer aspectos sustantivos de la política cultural de la Revolución.
El discurso conclusivo de Fidel se conoce con el nombre de Palabras a los intelectuales. Mucho se ha escrito al respecto en panfletos, publicaciones periódicas y hasta en el mundo académico. Poco se ha hecho para intentar el rescate del decisivo e impalpable ambiente epocal. Corría el Año de la Alfabetización. Acababa de producirse la victoria de Girón. Después de haber implementado fórmulas de subversión de toda índole: asesinatos de milicianos, la explosión del vapor La Coubre, quema de campos de caña o la distribución de un fraudulento documento según el cual las familias habrían de ser privadas de sus derechos de patria potestad, la conocida operación Peter Pan –que envió a un destino incierto a miles de menores de edad– la invasión confirmaba que el imperio había declarado una guerra a muerte contra una revolución popular, agraria y antimperialista.
El bombardeo al aeropuerto de Ciudad Libertad indicaba el inicio de la agresión armada. Ante una multitud fervorosa, con los fusiles en alto, Fidel declaraba el carácter socialista de la Revolución.
Transcurridos apenas dos años y medio desde el triunfo de enero de 1959 se habían establecido instituciones fundamentales para ofrecer el sostén indispensable al desarrollo y la difusión de la creación artístico-literaria. Cuajaban proyectos que los creadores habían ido forjando, mediante enormes sacrificios personales, desde tiempo atrás.
En su inmensa mayoría no se habían comprometido con la dictadura batistiana, que tomó represalias con el Ballet Alicia Alonso al privarlo de una magra subvención gubernamental, a la vez que los artistas plásticos de todas las generaciones se opusieron a la bienal patrocinada por los regímenes totalitarios de Franco y Batista.
Nada debían a un capitalismo periférico, vuelto de espaldas al patrocinio de una cultura popular nacional. Sin embargo, existían preocupaciones respecto a la doctrina estética del realismo socialista, implantada como política de Estado en la Europa socialista, devenida freno de la experimentación en el terreno del arte, con graves repercusiones en la vida y en la obra de personalidades de alta significación. Seguir leyendo AQUELLOS DÍAS EN LA BIBLIOTECA NACIONAL. GRAZIELLA POGOLOTTI→
Después de la desaparición del llamado socialismo «real» –una formulación irónica concebida por sus enemigos para contraponerlo al ideal, porque había sido reducido de río a charco de aguas estancadas–, los burócratas y los positivistas del marxismo renunciaron a Carlos Marx (1818-1883). Los «viejos» tomos de Marx, Engels y Lenin fueron expulsados de sus bibliotecas personales. «Aquellos que no tenían un compromiso con los pobres –me dijo Frei Betto en una entrevista realizada en 1995–, y tenían la liberación como mera ideología teórica, se quedaron muy desorientados».
Paradójicamente, fueron los capitalistas, ajenos a cualquier conflicto de conciencia, quienes empezaron a reivindicar el legado del mayor estudioso del capitalismo, no para subvertirlo, sino para maximizar sus ganancias. En el artículo El regreso de Carlos Marx, de octubre de 1997, que publicara The New Yorker, por ejemplo, el periodista reproducía las palabras de un amigo cuya exitosa carrera de economista lo había llevado a un importante banco neoyorquino: «Mientras más tiempo paso en Walt Street, más me convenzo de que Marx tenía razón. (…) Hay un premio Nobel esperando por el economista que resucite a Marx y componga todo en un modelo coherente. Estoy absolutamente convencido de que el enfoque de Marx es la mejor forma de analizar el capitalismo».
El modelo coherente que reclamaba el banquero no aspiraba desde luego a redimir a los pobres, sino a recomponer el capitalismo, a salvarlo de sí mismo. Pero no podrá: un sistema que amenaza a la Humanidad (a ricos y a pobres por igual) con su destrucción, no puede salvarse, tiene que ser superado. La Revolución Cubana, en cambio, se salvó, porque no renunció a su esencia martiana y marxista, porque contó con el liderazgo de un hombre que unía esas tradiciones: Fidel Castro.
Armando Hart apuntaba en un comentario al artículo citado, escrito también en 1997: «El profeta del socialismo no nos habló solo de economía, sus descubrimientos se refieren a la economía política, tienen fundamentos filosóficos y nacen de una cultura ética fundamentada en la redención universal del hombre». La tradición patriótica cubana, anticolonial y antineocolonial, es y será necesariamente anticapitalista y antimperialista. Los pobres del mundo, en lucha por sus derechos fragmentados –lo que los hace inalcanzables, aunque esa fragmentación ilumine injusticias hasta entonces invisibilizadas–, han reincorporado el marxismo como una necesidad de signo inverso a la de sus explotadores. Hoy pocos dudan de su vigencia, aunque enfrentemos retos y circunstancias desconocidas por el Gigante de Tréveris.
Los problemas globales se agudizan: la pobreza y las desigualdades sociales, la brecha entre ricos y pobres, las discriminaciones de género, raciales, de credo, entre otras, y las desventajas sociales que de ellas se derivan, las migraciones al Norte, las guerras (a veces disfrazadas o revestidas de conflictos étnicos o religiosos, a veces descaradamente enunciadas como actos de fuerza imperial), el deterioro del medioambiente, la explotación de los países pobres por los países ricos… Mientras, nos envuelve una burbuja gigante: falsas noticias, construcción de modelos únicos de pensamiento, ilusionismo hollywoodense. Frente a todo ello, el marxismo es un arma insustituible, porque nos dota de pensamiento crítico y nos llama a la acción.