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GRAZIELLA POGOLOTTI: UNA EXTRAORDINARIA INTELECTUAL QUE HA PUESTO TODO SU TALENTO AL SERVICIO DE LA DESCOLONIZACIÓN, DEL MEJORAMIENTO HUMANO. ABEL PRIETO JIMÉNEZ

Palabras de elogio en el acto de entrega de la Orden Nacional “José Martí” a la doctora Graziella Pogolotti

El presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez condecora a la intelectual cubana Graziella Pogolotti Jacobson con la Orden Nacional José Martí.

ABEL PRIETO

Hoy es un día de alegría y orgullo para la cultura cubana y para toda Cuba. Nos hemos reunido para rendir homenaje a una de nuestras figuras esenciales: la doctora Graziella Pogolotti.

Se trata, como sabemos, de una extraordinaria intelectual que ha puesto todo su talento al servicio de la descolonización, del “mejoramiento humano”, de los ideales y valores de la Revolución. Es igualmente una educadora de enorme prestigio, ajena a toda retórica, a toda rigidez esquemática, siempre cómplice, siempre cercana a sus estudiantes, a los jóvenes, algo que ha sido una obsesión para ella: la comunicación fluida y permanente con los jóvenes. Graziella se destaca también por ser una articulista única, hondísima, de lenguaje sencillo y accesible, capaz de sorprendernos cada domingo con nuevas verdades inesperadas sobre hechos, temas y personajes históricos que creíamos conocer a fondo.

Pero, más allá de sus dotes intelectuales, Graziella es, indudablemente, una persona digna de la mayor admiración.

Desde su primer empleo en la Biblioteca Nacional hasta el cargo que desempeña actualmente como Presidenta de la Fundación Alejo Carpentier, Graziella se ha entregado a su trabajo con pasión y constancia. Nada le ha impedido trabajar intensamente a lo largo de los años, nada, ningún obstáculo, ninguna adversidad, ningún problema de salud, por grave que sea. Su desinterés y desprendimiento son proverbiales. No ha habido en ella, jamás, el más mínimo apego hacia los bienes materiales. Ha estado iluminada en todo momento por ese “sol del mundo moral” del que habló Luz y Caballero y Cintio instaló en lo más alto del itinerario de Cuba como nación. Ante cada hecho, de toda índole, grande o diminuto, proveniente de la Historia con mayúscula o de la microhistoria con minúscula, Graziella actúa con idéntica honestidad. Su vocación ética es absoluta e intransigente. Pocas veces la he visto tan angustiada como cuando ha descubierto señales turbias en la conducta de alguien en quien depositó su confianza.

Esa íntima fibra ética (pieza sustancial de su modo de concebirse a sí misma y de concebir su entorno y su relación con los demás) la condujo desde su temprana juventud hacia el lado de los que soñaban con una República independiente, basada en la igualdad, en la justicia y en la limpieza moral. Por eso hizo suya para siempre esta Revolución martiana, fidelista y socialista.

El pasado 25 de enero, a propuesta de Alpidio, nuestro Ministro de Cultura, el Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez firmó el Decreto Presidencial número 102, que otorga la Orden Nacional José Martí a la doctora Graziella Pogolotti Jacobson.

Esta Orden se concede, según la Ley 1239 del 2 de diciembre de 1972, a ciudadanos cubanos y extranjeros que, entre otras razones, hayan hecho “valiosos y extraordinarios aportes en la educación, la cultura, (y) las ciencias” y ostenten “méritos extraordinarios y actitudes destacadas en el trabajo creador”.

El referido Decreto Presidencial destaca su importantísima obra como escritora y su “compromiso irrestricto con la Revolución” y subraya sus contribuciones a la promoción y al estudio de las artes plásticas, el teatro y la literatura, a la enseñanza en la Escuela de Letras y Arte y en el Instituto Superior de Arte y “al impulso de las ciencias sociales en la universalización de la universidad y al aprendizaje de técnicas investigativas de la antropología cultural”.

(El Decreto Presidencial se está refiriendo en este último pasaje a una faceta poco conocida de los aportes de Graziella a aquella idea impulsada por Fidel que se llamó “universalización de la universidad”. Graziella, vicedecana de investigaciones de la Escuela de Letras, propuso un Proyecto de Investigación-Desarrollo en las áreas de los Planes Especiales del antiguo Regional Escambray, justamente donde estaba el Grupo de Teatro Escambray. Ese proyecto se extendió entre 1971 y 1974, y lo dirigió Graziella, con Helmo como segundo al mando, que era entonces un joven profesor. Fue una experiencia que nos marcó a los estudiantes de Letras que pasamos por allí, y es verdad que conocimos otro país y otra cultura. Dejó del mismo modo, según las valoraciones que he leído, una huella fecunda en las comunidades en las que trabajamos. Recuerdo a Graziella, que entonces tendría 40 años, aunque ya era un mito para todos nosotros, montando a caballo, distribuyendo el trabajo, entregada con pasión a aquella otra manera de ser útil.)

Estoy seguro de que este reconocimiento a Graziella no va a alegrar solamente a los escritores y artistas cubanos y a los trabajadores de la cultura. Maestros, profesores, periodistas, comunicadores, muchos hombres y mujeres de nuestro pueblo, reconocen su magisterio, leen su columna semanal, la siguen y la admiran. Creo que mucha gente va a entender que la patria, a través del Presidente Díaz-Canel, está premiando a una cubana muy especial.

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DIÁLOGO CON FIDEL. GRAZIELLA POGOLOTTI

GRAZIELLA POGOLOTTI

Han transcurrido seis décadas desde que la Biblioteca Nacional acogió las decisivas jornadas de diálogo de Fidel con los intelectuales cubanos. El paso del tiempo ha ido borrando de mis recuerdos muchos detalles anecdóticos, pero conservo viva la memoria de la atmósfera epocal. 

Tras el derrocamiento de la tiranía de Batista, la Revolución iniciaba la construcción de un proyecto de justicia social y de rescate de la siempre postergada emancipación nacional.  La reciente victoria de Playa Girón ratificaba ese propósito liberador. De esa manera se definía una plataforma programática que se convertiría en punto de convergencia para amplios sectores de la sociedad, así como para escritores y artistas adscritos a una pluralidad de tendencias estéticas e ideológicas. 

Algunos —muy pocos— procedían de las filas del primer partido de los comunistas cubanos. Otros habían colaborado con el Movimiento 26 de julio y se situaban en el amplio espectro de un pensamiento de izquierda, muy marcado por una perspectiva latinoamericanista y antineocolonial. Algunos profesaban un credo materialista y librepensador. Otros se inclinaban a un ideario trascendentalista de raigambre católica. Por encima de las divergencias se imponía la voluntad de hacer un país.

En su naturaleza más profunda el arte constituye una vía específica de conocimiento de la realidad, revelación de zonas ocultas tras las apariencias. De ahí la necesidad de preservar el espacio de la experimentación. Ese espíritu anticonformista e indagador se avenía al carácter de una Revolución ajena a dogmas y afincada en su diseño al examen de las realidades concretas de un país que se planteaba el desafío de alcanzar el socialismo, venciendo el subdesarrollo y el legado colonial. 

La singularidad del propósito conducía a descartar la copia mecánica de modelos prestablecidos. En el terreno de la creación artística, la Europa socialista había establecido las normativas estéticas del llamado «realismo socialista», convirtiendo en razón de Estado la propuesta aprobada por el congreso de escritores celebrado en Moscú en 1934.  Traspasada la mitad del siglo XX, eran obvias las consecuencias negativas de esa decisión. También en este terreno Cuba tenía que definir su propio camino, lo que se fue haciendo sobre la marcha, no exenta de acalorados debates.

Con su enorme poder de concentración y su capacidad de escucha, Fidel siguió el curso de las controversias y atendió la diversidad de criterios acerca de temas del arte, el pensamiento y la historia. En sus Palabras a los intelectuales pueden advertirse respuestas implícitas a muchos de ellos. Pero lo esencial de un discurso tantas veces mal citado trasciende lo circunstancial. Desde un punto de vista conceptual expresa una noción de la cultura estrechamente imbricada con el indispensable y emergente desarrollo de la educación. 

El auspicio de la creación artística debe complementarse con una acción liberadora sustentada en la conquista mayoritaria de las posibilidades de apropiarse creativamente de los bienes del espíritu. La formación de un ciudadano consciente, dueño del más amplio saber, constituye el cimiento indispensable para la edificación de una sociedad renovada.  Años más tarde, la continuidad de esa visión se manifestó en el impulso a la universalización de la enseñanza superior. Desde esa perspectiva, el aprendizaje rebasa lo utilitario para convertirse en puntal del pleno desarrollo humano, irrenunciable aún en las condiciones más difíciles.

En los años 90 el mundo asistía al derrumbe del socialismo europeo, al desconcierto de los movimientos de izquierda y a una agresiva reconfiguración del pensamiento de la derecha, con formulaciones tales como el proclamado fin de la historia y el choque de civilizaciones. 

Los cubanos padecimos una vertiginosa caída del Producto Interno Bruto, sufrimos la pesadilla de los prolongados apagones, así como la parálisis de la producción editorial y de la realización cinematográfica, que produjeron fuerte impacto en el sector artístico. 

En tan difíciles circunstancias prevaleció el empeño común por salvar la nación. A través de la UNEAC, el diálogo con Fidel se sistematizó en los congresos que entonces se celebraron y en las reuniones regulares de los consejos nacionales. Ante los desafíos del momento, no primaron reclamaciones gremiales. Para muchos era más perentorio abrir la agenda al análisis de los problemas que afectaban a la sociedad en aquellas circunstancias, cuando se manifestaban los rebrotes de actitudes racistas mientras muchos jóvenes se distanciaban del estudio y el trabajo.

Ámbito primordial de la cultura, espacio de convivencia y cohesión social, la ciudad fue objeto de atención sistemática. La mano de Eusebio Leal estaba salvaguardando el casco histórico de la capital. Pero los valores primordiales de La Habana se extendían mucho más allá de los límites de la zona colonial. Constituían el resultado de la obra de generaciones sucesivas, incluidos notables logros correspondientes a la etapa revolucionaria. 

A los efectos del paso del tiempo y del acelerado crecimiento demográfico se añadían intervenciones constructivas que agredían el perfil urbano de algunos barrios. El reclamo de los artistas detuvo proyectos que hubieran podido afectar el hermoso trazado de la Avenida Paseo, en el Vedado. Con total desinterés, los arquitectos se dispusieron a colaborar en la actualización de las regulaciones urbanas de la capital.

En un contexto de suma precariedad, el intercambio de ideas afianzaba el compromiso de todos en la edificación de un país.

Fuente: JUVENTUD REBELDE

LA PÁGINA EN BLANCO. GRAZIELLA POGOLOTTI

GRAZIELLA POGOLOTTI

En los días de mi infancia pasé de las biografías de artistas e inventores a las novelas de Alejandro Dumas, desde los pasajes de Los tres mosqueteros a las intrigas de la corte de Catalina de Médicis y su sangrienta noche de San Bartolomé, para llegar a las aventuras relatadas por Julio Verne. De este último, recuerdo ahora Los hijos del capitán Grant.

La historia de la búsqueda del padre perdido en una isla desconocida del Pacífico comienza con el hallazgo de un mensaje, un llamado de socorro lanzado al mar en una botella. Comprendí entonces que el acto de escribir implica la necesaria búsqueda del interlocutor.

Por ese motivo, ante la página en blanco, a la hora de redactar mi columna semanal, me oprime una singular sensación de angustia. Trato de imaginar el perfil del destinatario desconocido, mi indispensable contraparte en un diálogo silencioso. Coincide conmigo en las preocupaciones ineludibles en estos tiempos de pandemia, configurados también por los apremiantes ajustes mentales derivados de los cambios económicos y sus repercusiones en la vida cotidiana de todos y cada uno de nosotros. 

En tan complejas circunstancias afloran las contradicciones latentes en el subsuelo del tejido social, tanto en el plano de las conductas como en el de los valores. Se manifiesta el vividor, dispuesto a extraer beneficios al margen de la ley y también aquel otro, con descomunales agallas, motivado por desmedidos afanes de lucro. Como manchas de aceite sobre una superficie de aguas claras se revelan también la desidia y el formalismo en el cumplimiento mecanicista de las tareas.

Menos visibles, quizá, se encuentran quienes se sobreponen a las dificultades del ahora y mantienen el palpitar de la vida. Cautelosos ante las amenazas de la pandemia, cuando apenas asoma el amanecer, aguardan el medio de transporte, marchan al trabajo para asegurar el funcionamiento de los hospitales, los servicios bancarios y otras demandas básicas del pueblo. 

Entre ellos habrán de reconocerse mis interlocutores, por lo cual percibo la angustia que emana del compromiso y la responsabilidad, a la vez que se multiplican las interrogantes acerca del papel del periodismo en los días que corren, marcados por el influjo creciente de una digitalización que entrega, con rapidez fulgurante, la información del ahora mismo.

El trabajador de la prensa ha dejado de ser el cazador de la noticia, también retratado otrora en las novelas de Julio Verne. En ese contexto, sin embargo, la letra impresa en papel, con su olor a tinta fresca, sigue estando ahí. Destinada a una lectura reposada, ofrece el espacio necesario para la reflexión y el recuento, para el ejercicio de la crítica y el rescate de los paradigmas ajustados al modelo de sociedad que aspiramos a construir.

Las tendencias dominantes en el mundo propagan una filosofía del éxito, conducente a la acelerada depredación del planeta y a la exacerbación del individualismo. Nuestro camino es otro. Hemos apostado en favor de la emancipación humana. En medio de las dificultades agigantadas por la pandemia, nuestra opción consiste en juntar voluntades, mancomunar esfuerzos en bien de todos y reivindicar el valor del trabajo como forma de realización personal, vía de crecimiento mediante el llamado a la permanente superación. 

En esas circunstancias, quienes mayor empeño pongan en la obra común y obtengan con ello los mejores frutos, habrán de recibir justa remuneración. Pero el estímulo material no es la única compensación valedera, porque en este momento complejo su comportamiento los convierte en verdaderos protagonistas, en portadores de una auténtica ejemplaridad, en modelos que habrán de expandirse a través de la conducta de muchos otros. Se trata, por tanto, de no menoscabar la acción en el plano de la conciencia. 

Hoy, como ayer, tenemos que seguir apuntalando los valores espirituales en el sitio que merecen. Es una responsabilidad que atañe a la sociedad en su conjunto, desde el proceso de formación de niños y jóvenes hasta el debate en el ámbito público promovido por la prensa.

El toque de subjetividad característico de la crónica, el enfoque analítico del artículo y el vuelo narrativo del reportaje garantizan una comunicación efectiva con el lector en la búsqueda de la verdad subyacente en el trasfondo de la noticia. A contrapelo del agobiante vivir cotidiano, el periodismo puede contribuir a la preservación de una conciencia lúcida, indispensable para discernir la causa de las cosas, fortalecer los vínculos entre ética y sociedad y combatir los males que se interponen en el propósito de construir una sociedad mejor. 

En la evocación seductora de la memoria histórica podremos encontrar los paradigmas que ahora demandamos. Tenemos que descubrirlos también en la masa anónima que hoy comparte nuestros afanes y desvelos.

Fuente: JUVENTUD REBELDE

HACE 60 AÑOS. GRAZIELLA POGOLOTTI

Hoy Graziella está de cumpleaños. Desde que la conozco –hace más de cuatro décadas– siempre he sentido por ella una admiración sustentada en su integridad, su inteligencia, su sabiduría, su constancia y su lealtad creadora a la Patria y a la Revolución. Felicidades, maestra.

GRAZIELLA POGOLOTTI

Amanecía 1961. No lo sabíamos todavía, pero estábamos entrando en un año decisivo. En Nueva York, con el rostro aún tumefacto al cabo de una serie de operaciones, de súbito me llegó la noticia. Estados Unidos había roto las relaciones diplomáticas con Cuba. Aceleré los trámites de regreso. Al llegar a La Habana me encontré con un paisaje sorprendente.  El país estaba sobre las armas. La guardia miliciana reforzaba los puntos estratégicos. Había emplazamientos artilleros en el Hotel Nacional y los milicianos aseguraban la vigilancia en los edificios más altos de la ciudad.

La fulminante victoria de Playa Girón reafirmaba la confianza en nuestra capacidad de defender, ante todo, la independencia de la Patria. Con esa convicción arraigada había que proseguir el esfuerzo por romper el pasado, lastre del legado colonial en el plano de las deformaciones estructurales de la economía, así como en el de la conformación de las subjetividades.

Por eso, la prioridad concedida a los preparativos para la defensa del país no interfirió en el sostenido impulso a la Campaña de Alfabetización, punto de partida, aunque así no lo percibiéramos en aquel momento, de una profunda revolución cultural.

Impaciente, deseosa de crecer a través de la participación en un empeño histórico, la muchachada encaró el desafío de lanzarse hacia lo desconocido. Disponía tan solo de una cartilla y de un simbólico farol para dar acceso al conocimiento letrado a los marginados de siempre. Sin percatarse de ello, los presuntos maestros se convertían en aprendices. Compelidos a compartir vivienda y quehaceres cotidianos en condiciones de suma precariedad, luego del cansancio de la faena diurna, conducían el lápiz en las manos endurecidas desde la primera infancia por los rigores del trabajo. Descubrieron la dimensión social de la cultura y la fractura existente en el seno del país. Sin que llegaran a formularlo en términos conceptuales, habían topado con la naturaleza del subdesarrollo. En efecto, la disponibilidad de servicios y de información situaba a las ciudades en el contexto de la modernidad, mientras otros territorios permanecían al margen del tiempo.

 Superar las barreras del subdesarrollo requiere un esfuerzo prolongado. Algo después de la Alfabetización, estudiantes y profesores de la universidad fuimos convocados a llevar a cabo tareas de difusión cultural en territorios entonces desfavorecidos. Me correspondió hacerlo en Moa.

La pericia del ingeniero Demetrio Presilla había logrado echar a andar la fábrica, abandonada por sus propietarios. Pero la distribución urbana conservaba la impronta imperial. Sobre una suave colina se edificaba la casa, otrora destinada a los directivos del establecimiento minero. Más abajo, tras un terreno baldío de varios kilómetros, se ubicaba el caserío improvisado destinado a los obreros.

Dotada de escuela y de un policlínico, la zona privilegiada había estado separada de las tierras viejas por una reja, solo abierta en las mañanas y en las tardes para garantizar la entrada y la salida de la servidumbre. Aquellos cubanos habían sido víctimas de un verdadero apartheid en su propio país. Dado el poco tiempo transcurrido, la Revolución no había podido transformar las condiciones físicas del lugar.  Puso, sin embargo, la escuela y los servicios médicos al alcance de todos y, fundamentalmente, derribó la reja, rescate de soberanía y dignidad para los habitantes del conglomerado urbano.

De manera conjunta, la Alfabetización y la victoria de Girón afianzaron la soberanía y la democratización de la sociedad. Desaparecidas paulatinamente las zonas de silencio, el dominio de la letra y el acceso a la información favorecieron la participación consciente de los ciudadanos en la vida pública.

En tan difíciles circunstancias se había diseñado una audaz estrategia de desarrollo con el impulso a la educación de adultos y la fundación de los primeros centros de investigación científica, aun cuando escaseaban todavía los egresados de la educación superior. Entonces, el propósito parecía quimérico.

La noción de plena soberanía incluye también el dominio del saber más avanzado. Del universo otrora preterido surgieron profesionales universitarios, artistas talentosos y científicos destacados por su contribución al adelanto de determinadas áreas del saber. La inversión en la cultura y la educación ha sido altamente rentable.

Han transcurrido más de seis décadas de asedio. Al fracaso del ataque frontal en Playa Girón sucedió el empleo de otras formas de subversión, entre las cuales se destaca el progresivo y sistemático recrudecimiento del bloqueo, destinado a privar de oxígeno a los habitantes de la nación caribeña. Y, sin embargo, el país ha sobrevivido, ha afrontado duras carencias, ha mantenido la continuidad de su práctica de solidaridad internacionalista, ratificada ante la pandemia que invade el planeta.

La clave del enigma se encuentra en el arraigo a profundas convicciones asentadas en lo esencial del espíritu de la nación, en una conducción que no subestimó el peso específico de los estímulos morales, en una prédica ajena a tentaciones demagógicas, que supo convertir en aprendizaje cada acontecimiento, y en el diseño de una estrategia que, aun en las circunstancias más difíciles, no renunció a mantener la vitalidad de una perspectiva de desarrollo.

Fuente: JUVENTUD REBELDE

FIDEL Y LA CULTURA. GRAZIELLA POGOLOTTI

GRAZIELLA POGOLOTTI

Soy una superviviente de aquellas intensas jornadas de debate en la Biblioteca Nacional clausuradas por el discurso de Fidel conocido luego con el nombre de Palabras a los intelectuales. Los participantes respondían a un variado perfil. La mayoría estaba conformada por escritores y artistas. Había también historiadores y arquitectos, en correspondencia con una concepción amplia de la cultura. Era junio de 1961, transcurridos apenas dos meses desde la victoria de Girón. Faltaba poco para la celebración del congreso que daría lugar al nacimiento de la Uneac.

La conmemoración de las efemérides no puede congelarse en un ritual evocativo de un conjunto de fotos fijas detenidas en el tiempo. Ofrece la oportunidad de convocar a la reflexión productiva, volcada hacia los grandes temas de la contemporaneidad. Raudales de tinta se han derramado en torno a un acontecimiento que sentaba las bases de la política cultural de la Revolución Cubana. Animados por intereses políticos contrapuestos, se han centrado en el análisis de la célebre fórmula “dentro de la Revolución todo, contra la Revolución, nada”, síntesis de uno de los aspectos abordados en el examen del ancho campo de la cultura. Se daba así respuestas a las interrogantes sobre la libertad de creación, planteada a partir del veto interpuesto por el Icaic a la exhibición en los cines del documental PM.

El enfoque segmentado prescinde del contexto. La victoria alcanzada en Girón no implicaba el abandono del asedio al que estaba sometida Cuba. La subversión que alentaba el uso de la violencia prosiguió. Con ese respaldo, los alzados subsistían en el Escambray y en otros territorios rurales. Imponían la concentración de recursos militares y paralizaban el desarrollo económico en esas zonas. El reclamo del cese de las agresiones condujo a la Crisis de Octubre. Por lo demás, la Revolución no renunciaba a la singularidad de su proyecto. La opción socialista se fundía orgánicamente con la fidelidad a la causa descolonizadora y al compromiso internacionalista, tal y como se ratificaría en la II Declaración de La Habana, a comienzos de 1962.

El camino socialista garantizaba la defensa de la siempre postergada soberanía nacional. Sin embargo, como lo afirmaría Fidel en numerosas ocasiones a lo largo de su vida, quedaba por dilucidar el mejor modo de hacerlo. Son bien conocidas las polémicas de la época al respecto, muchas de ellas estimuladas por el Che. Sin acallar la pluralidad de puntos de vista, había que construir consenso en la vida pública y en la cultura, lo cual no significaba la imposición de la homogeneidad en el pensar, sino la conjunción de voluntades diversas en función del logro de un proyecto social.

En el ámbito de la cultura, la directiva de la Uneac ratificaba el reconocimiento de la convergencia generacional y el compromiso activo de los portadores de distintas orientaciones estéticas. Alrededor de Nicolás Guillén se congregaban Lezama y Carpentier, así como Roberto Fernández Retamar, Lisandro Otero y Fayad Jamís. Pablo Armando Fernández sería el portador de las llaves de la casona de 17 y H.

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DE EMILITO A EUSEBIO. GRAZIELLA POGOLOTTI

El primer Historiador de La Habana, Emilio Roig de Leuchsenring, en su despacho. Foto: Archivo de Granma

GRAZIELLA POGOLOTTI

Todos le decían Emilito, más por afecto que en razón de su estatura. Cursaba todavía el bachillerato cuando empecé a asistir, por iniciativa propia, a los ciclos de conferencias que auspiciaba en el Palacio Lombillo. En las noches, pasando de Peña Pobre a Cuba, desembocaba por Empedrado, en la Plaza de la Catedral, apacible y silenciosa a pesar de la mala fama que envolvía al solar del Chorro. Pude observarlo desde la distancia, inquieto, nervioso, en ocasiones explosivo, como cuando los marines ultrajaron el monumento a Martí en el Parque Central. Entonces, desde la radio, pronunció en inglés palabras que dichas en castellano no podrían transmitirse por ese medio por violar las normas morales en torno al uso del léxico impropio. Sons of a bitch eludía la censura existente.

En obediencia a las leyes de la dialéctica, en la República neocolonial los Gobiernos sumisos al imperio se bañaban en la corrupción más desvergonzada aunque salpicaran un poco. El desmesurado crecimiento del latifundio azucarero acrecentó la deformación estructural de la economía y acentuó la dependencia a la merced de las cuotas otorgadas por nuestro principal comprador. El pensamiento anexionista se infiltraba por diversas vías. Cuando el panorama crítico amenazaba con provocar estallidos, el injerencismo auspició tiranías sangrientas.

Por otra parte, la memoria del legado independentista se mantuvo vigente y nutrió distintas formas de resistencia que adoptaron una característica de acentuada radicalización en los sectores obreros, campesinos, femeninos, estudiantiles y también entre los intelectuales. Estos movimientos sociales se hicieron visibles y forjaron alianzas en los años 20 del pasado siglo, la denominada por Juan Marinello década crítica, preludio de la Revolución del 30.

El complejo panorama socioeconómico del país y la consiguiente radicalización política determinaron que, en 1934, una comisión de especialistas estadounidenses emprendiera una investigación acerca de la situación cubana.  Publicada con el título de Problemas de la nueva Cuba, la obra contenía recomendaciones al Gobierno del país vecino, entre ellas, la supresión de la base naval de Guantánamo

Ese contexto permite valorar en su integralidad la trayectoria de Emilio Roig. Como historiador, para contrarrestar las influencias anexionistas, insistió en demostrar que Cuba no le debe su independencia a Estados Unidos. Su papel en el campo de la cultura fue fundamental.  Desarrolló una intensa labor periodística de claro acento político dirigida a un amplio público lector en la revista Carteles y se hizo cargo de la revista Social, de peso decisivo en la configuración del paisaje, en tanto vocero de las ideas de la primera vanguardia. Fue uno de los puntales del Grupo Minorista, informal en su estructura, pero sustentado en una plataforma inspirada en gran medida por Rubén Martínez Villena, que conjugaba renovación artística y compromiso político.

Desde sus funciones como historiador de la ciudad, Emilio Roig batalló para preservar La Habana colonial. Valoró la importancia de ese tesoro patrimonial, también reconocido por escritores, artistas y por los arquitectos Bens Arrate y Joaquín Weiss. Tropezó con poderosísimos intereses creados. La injerencia norteamericana en la República neocolonial había convertido esa área de la capital en nuestro minúsculo y subdesarrollado Wall Street, con las sedes matrices de los principales bancos y oficinas de abogados al servicio del poder hegemónico. El precio del metro cuadrado de terreno se agigantó. Así pudo derrumbarse la Universidad de San Gerónimo con uno de los mejores artesonados mudéjares de América Latina para edificar la insípida estructura rectangular destinada a constituirse en terminal de helicópteros.

Dotado de inmensa fuerza de voluntad, Eusebio superó las limitaciones debidas a su origen humilde. Con esfuerzo propio, se hizo historiador. Fiel al legado de Emilito, reverenció su memoria y extrajo del olvido buena parte de su obra. La Revolución detuvo el mercado especulativo en torno al valor de los suelos. A pie de obra, Eusebio rescató la Plaza Vieja, la preciosa capilla de la Alameda de Paula. Su verbo brillante despertó en el pueblo el amor por lo propio y convenció a los decisores de la imperiosa necesidad de conceder prioridad al salvamento del patrimonio aún en las circunstancias económicas más difíciles. Su logro mayor residió en demostrar la factibilidad práctica de la aparente utopía. Los gastos de gran magnitud se revertían en inversiones para afrontar las acuciantes demandas financieras de un país cercado por un bloqueo implacable. El encanto de la ciudad rescatada imantó el desarrollo de un turismo de ciudad en una isla caribeña condenada a depender tan solo de las bondades del sol y la playa.

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CIENCIA Y SOCIEDAD. GRAZIELLA POGOLOTTI

ILUSTRACIÓN GRAZIELLA 3

GRAZIELLA POGOLOTTI

GRAZIELLA 1Según Carpentier, los viajes de Cristóbal Colón redondearon el planeta. La aventura se complementó con la circunnavegación de la Tierra efectuada por Magallanes. Se estaba iniciando el proceso de interconexión del mundo en que habitamos. Antes, el viaje de Marco Polo al Asia había sembrado en el imaginario la noción de la existencia de miríficas y apetitosas civilizaciones, pero entonces la pequeña Europa no estaba en condiciones de intentar hazañas de dominación de esa naturaleza.

Expulsados los árabes de España, sentadas las bases de la configuración de estados nacionales, podía emprenderse la apropiación de otros territorios con la mirada puesta hacia África y América. En este lado del Atlántico refulgían el oro, la plata y otros minerales, recursos que constituyeron palanca para el desarrollo del capitalismo. Llegaría luego la Revolución industrial con la producción masiva de mercancías de toda índole. La multiplicación indetenible requirió el crecimiento de la demanda. A las disputas por la expansión territorial de los imperios se añadió la competencia en la conquista de los mercados.

El resultado de ese proceso histórico se tradujo en un alto costo en vidas humanas y en el ejercicio masivo de nuevas formas de violencia. Se desencadenaron guerras con el uso de armas cada vez más mortíferas. Millones de víctimas fueron sometidas a la esclavitud y a distintas formas de servidumbre. Se truncó el desarrollo de civilizaciones con rasgos diferentes, se proclamaron supremacías raciales y se elaboraron modelos sofisticados de manipulación de las conciencias. Por otra parte, en nuestra América, un número incalculable de integrantes de los pueblos originarios pereció por el contagio de enfermedades traídas por los conquistadores, para las cuales no tenían anticuerpos.

Los cambios en lo económico y en lo político plantearon nuevas interrogantes. En el siglo XIX, las dinámicas sociales se convirtieron en objeto de estudio. Impusieron la búsqueda de métodos científicos adecuados. Se refinó, así mismo, el análisis de las motivaciones de la conducta humana para encontrar razones de comportamientos que proceden de zonas sumergidas bajo la aparente racionalidad. De esa inédita problematización de la realidad emergieron con perfil propio, en tanto disciplinas independientes con sustento científico, la historia, la economía, la sociología, la antropología y la sicología.

Sus contribuciones en el plano conceptual y en lo que respecta a la implementación de técnicas de investigación se utilizaron en la formulación de políticas y en el manejo de la opinión pública a través de la expansión de los medios de comunicación, primero con el abaratamiento del papel periódico y luego con la sucesiva aparición de la radio y la televisión, con la añadidura ahora del influjo de las tecnologías.

Los monopolios farmacéuticos invierten más en publicidad que en investigación científica. Los usuarios pagan los costos. Las indagaciones de las ciencias sociales y las técnicas elaboradas para el estudio de la sociedad y de la conducta humana se utilizan sistemáticamente para la satisfacción de intereses mercantiles y políticos con el propósito de modelar comportamientos y aspiraciones.

En Cuba, a través de la radio y la televisión comerciales, conocimos la etapa de expansión del fenómeno. El empleo de los métodos de rastreo de opinión medía la recepción de los mensajes. Pero el análisis iba mucho más allá. Se conocían con exactitud los rasgos característicos de cada sector de la sociedad. La noción de una masa indiscriminada de destinatarios se sustituía por la definición precisa del perfil de cada grupo.

Fuimos pioneros de las radionovelas. El anunciante que auspiciaba el programa imponía las reglas del juego. La radionovela matutina se dirigía a las mujeres dedicadas al trabajo doméstico que lavaban, a golpes de muñeca, ropas manchadas por labores de la tierra. Para captar su atención y resultar verosímiles, las historias podían abordar conflictos sociales, pero el desenlace debía ser conciliatorio. El hijo del patrón implacable, joven guapo y bondadoso, rompía las barreras y se casaba con la muchacha desamparada.

De la publicidad dirigida a vender jabones de buen rendimiento para lavar la ruda ropa empleada en las faenas agrícolas, y a mostrar la ilusoria felicidad posible sin derribar el andamiaje de un sistema de explotación, se ha pasado al marketing a gran escala, según las medidas de un mundo estrechamente interconectado.

Con el apoyo del instrumental de las ciencias sociales y de un eficaz lenguaje audiovisual se venden marcas iconizadas, se promueven proyectos de vida, se estimula la creciente alienación del ser humano respecto a su realidad, se construyen consumidores pasivos de ideas, se fabrican apetencias insaciables de los aparentes símbolos de modernidad; todo ello al servicio de los grandes intereses corporativos transnacionales.

El mensaje llega a lo más íntimo de la persona mediante los teléfonos celulares. Con la digitalización se rompen los muros cada vez más endebles de la privacidad, no solo porque el mensaje aparenta individualizarse a la escucha y la visión de cada uno, sino porque nuestra exigencia de comunicación grupal es estimulada a transmitir huellas de la cotidianidad, reveladoras de zonas secretas de nuestra personalidad. Así lo mostró el escándalo de Cambridge Analytica, pero la exposición de lo que somos a las miradas escrutadoras sigue estando ahí, al servicio de mercaderes y políticos.

La batalla en favor de la emancipación humana se vincula ahora con el apremio de salvar la especie. Estamos comprometidos en una desafiante batalla de ideas. En esa confrontación es indispensable utilizar el instrumental de las ciencias sociales e impulsar su desarrollo.

Fuente: JUVENTUD REBELDE

LA VOZ HUMANA. GRAZIELLA POGOLOTTI

ILUSTRACIÓN GRAZIELLA 2

GRAZKIELLA 2Yo también esperaba con impaciencia el anuncio del ingreso en la primera fase de la recuperación. Durante las interminables jornadas de reclusión forzosa, dispuse de tiempo para meditar. Me preguntaba si nos habíamos hundido en una pesadilla o si, por el contrario, la violenta sacudida producía un despertar del adormecimiento y un rescate de valores esenciales. La eficaz conducción de las políticas públicas centradas en la prioridad concedida a la preservación del ser humano, la fortaleza de un sistema de salud articulado desde la comunidad, y la participación del saber científico acumulado en la toma de decisiones nos han preservado de sufrir la pandemia en todo su horror. No hemos visto el derrumbe de los moribundos en las calles, el abandono de los pacientes por el colapso de los hospitales y por falta de recursos para acceder a la atención médica. Tampoco conocimos el desbordamiento de la capacidad de los cementerios. En suma, escapamos al espanto y a la sensación de desamparo.

Sin embargo, hemos percibido los efectos sicológicos del aislamiento, tanto por carencias afectivas como por esa necesidad, característica de la especie, de un intercambio vivo y plural. Recuerdo un lugar del Piamonte donde los hombres se reunían en un café para seguir en la televisión los partidos de fútbol. Todos disponían de equipos en sus hogares. Hubieran podido contemplar el espectáculo acomodados en un butacón con vestuario casero. Apremiados por el pequeño estratega sujeto con demandas participativas y protagónicas que todos llevamos dentro, preferían desplazarse para compartir opiniones apasionadas, sobre todo cuando se trataba de un desafío entre el Juventus y  el Milán. Algo similar sucede con nuestras animadas peñas de la afición pelotera. Locuaz y callejero, el cubano tiene la capacidad poco frecuente en otros países de entablar diálogo fluido con desconocidos y comunicar su  parecer sobre lo humano y lo divino. Solidario, también informa sobre la inminente llegada de la mercancía que todos esperan. Al iniciar la jornada laboral, indaga sobre el estado de salud de los familiares de los colegas más cercanos, comenta el último episodio de la telenovela y transmite las noticias más recientes, por no mencionar la pequeña y lamentable dosis de brete intercalado. Todavía no se ha generalizado la adicción esquizoide al móvil que induce a ignorar la presencia del amigo sentado en la cercanía.

El intercambio múltiple favorece la práctica del ejercicio del pensar. Años atrás, los campesinos del Escambray tuvieron la opción de decidir acerca de un cambio radical en sus estilos de vida. Se les ofrecía la posibilidad de incorporarse a pueblos de reciente construcción, dotados de todos los beneficios que ofrece la modernidad: servicios de agua corriente y electricidad, así como escuelas multigrado para sus hijos, lo cual significaba romper con el tradicional apego al terruño propio. En la zona, estudiantes universitarios recogían sus historias de vida.  Los campesinos solicitaban su presencia para que el diálogo los «ayudara a pensar». En otro plano, lo saben bien los sicólogos, contribuye a la búsqueda de soluciones y al reconocimiento de la verdad. En todos los campos del saber, el debate en caliente revela la complejidad de la interrelación multicausal de los fenómenos, plantea nuevas interrogantes y, por ende, abre nuevas vías al conocimiento. En el intercambio se va entretejiendo la cultura, esa señal identitaria de nuestra especie. El teatro vive en el intercambio activo entre la escena y su público. La participación multitudinaria en los festivales de cine evidencia que siguen respondiendo a una necesidad profunda, del magnetismo que emana de la vivencia compartida. Algo similar sucede con los conciertos de Silvio en los barrios.

A pesar de todas estas consideraciones, la pandemia está ahí. Hemos logrado conjurar su expansión, pero formamos parte de un  mundo interconectado. Es un mal invisible que se transmite por portadores asintomáticos. Hay que mantener las precauciones y encontrar el justo equilibrio entre las medidas sanitarias y las exigencias de la economía y de la subjetividad humana.

La pandemia ha descorrido el velo interpuesto sobre la realidad oculta de una humanidad enferma, situada al borde de un abismo sin regreso, enajenada por ilusorias promesas de felicidad, por la creencia en la universalidad de una errónea visión de la modernidad sustentada en la acumulación de bienes perecederos. Bajo el dominio del capital financiero, los medios de comunicación masiva y buena parte de las redes sociales modelan conciencias y fabrican demandas fútiles con olvido del fundamental derecho a la vida.  Algunos pretenden salvar la economía.  En verdad, procuran el rescate de las empresas con sacrificio de derechos sindicales conquistados en lucha secular y entrega del dinero de los contribuyentes al salvataje de las compañías en quiebra. Pocos se plantean la restauración de políticas públicas para garantizar el acceso a la salud y a la educación. Pero, en medio del caos reinante, una voz humana se dejó escuchar. Fue su último aliento mientras le ahogaba la rodilla del policía clavada en el cuello. Fue un disparo solitario de enorme resonancia, porque encarnaba la voz de muchos otros, aparentemente silenciosos. La llaga purulenta del racismo seguía estando ahí como subsisten los prejuicios que se levantan en su condición de muros insalvables entre los hombres. Por otra parte, mientras las llamas devoran aceleradamente la Amazonia, es hora de refundación y recomienzo. Es hora también de encontrar, en la voz humana, la palabra congregante.

Fuente: JUVENTUD REBELDE

ELISEO. GRAZIELLA POGOLOTTI

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GRAZIELLA POGOLOTTI

GRAZIELLA 1Por desidia, las palabras se amontonan en el rincón de los objetos inservibles. Allí, por desuso, se van cubriendo de herrumbre. De esa manera, los seres humanos contribuimos, devorados por la indiferencia y la ley del menor esfuerzo, a mutilar las antenas que nos comunican con nuestros semejantes, afinan el delicado temblor de la sensibilidad y favorecen el acceso al amplio horizonte del conocimiento, todo lo cual configura el perfil distintivo de la especie.  El poeta se hace cargo del vocablo herrumbroso, lo pule, lo devuelve a la vida y multiplica su significado mediante el engarce inesperado con otras imágenes. Abre nuestros sentidos a la percepción de zonas silenciadas de la realidad, nos induce a escuchar «el dulce lamentar de dos pastores» y motiva el despertar del alma dormida para recordar «cuán pronto se pasa la vida y se viene la muerte». La desidia también promueve la indiferencia ante lo hermoso del mundo que nos rodea, tanto el paisaje natural como el entorno edificado por las manos de nuestros antepasados.

Mediaba el siglo XX cuando apareció En la Calzada de Jesús del Monte. Sin demorar en tanteos promisorios, había nacido un poeta de mirada singular y en plenitud de forma expresiva. La historia de la literatura cubana sitúa a Eliseo Diego como uno de los integrantes del grupo reunido por José Lezama Lima bajo la advocación del nombre de su revista más conocida. En las circunstancias infaustas de una república neocolonial corrupta, con la independencia mutilada y sometida a los dictados del imperio, la cultura era refugio para un trabajo de creación proyectado en la espera de un porvenir en que habría de cristalizar el milagro de Cuba. Empezaron por encontrarse en el apartamento de Centro Habana de las hermanas Fina y Bella García Marruz. Recorrían las librerías de la calle Obispo.  Hicieron luego de la casa de Eliseo, en Arroyo Naranjo, ese sitio donde tan bien se estaba, el mítico lugar para el intercambio regular, acogedor de poetas, músicos como Julián Orbón y pintores como Mariano y Portocarrero. La comunidad de intereses no implicaba, sin embargo, la cancelación del sello personal de cada uno de los convocados por el magisterio de Lezama. Desde el primer momento, Eliseo emergió con voz propia. Conjuraba la angustia derivada del reconocimiento de la condición efímera de la existencia humana mediante la revelación de la maravilla escondida en las pequeñas cosas de nuestro universo inmediato. Conducida por su mano, desafiando el vacío de la página en blanco, la palabra de todos adquiere un fulgor inédito. Escribir no constituyó para él oficio o tarea. Respondió a la íntima y apremiante necesidad de explorar en lo profundo de la propia identidad y de lanzar su mensaje solitario al ruedo de una más amplia comunicación humana.

Después del triunfo de la Revolución, Eliseo Diego formó parte del equipo intelectual que diseñó el proyecto cultural desarrollado desde la Biblioteca Nacional. Su base conceptual se definía teniendo en cuenta las demandas latentes en un país que luchaba por salir del subdesarrollo. Era indispensable, por una parte, rescatar, desempolvar y ordenar la documentación patrimonial arrumbada en almacenes. Por la otra, se imponía la exigencia de dinamizar la vida cultural y favorecer el acceso de los marginados de ayer a la apropiación emancipadora del conocimiento. El polígrafo Juan Pérez de la Riva, los escritores Cintio Vitier y Fina García Marruz, venciendo el calor apabullante y la irrespirable atmósfera polvorienta, se entregaron a la cotidiana operación de salvamento. Allí estaban las fuentes de los estudios que emprendieron entonces. Argeliers León se dedicaba, junto con María Teresa Linares, a la difusión de la música. Eliseo se consagró a la gran tarea de formación de lectores.

El poeta había meditado largamente sobre el tema. En algunos de sus ensayos evocadores a veces de sus primeros años recogió parte de sus reflexiones. Supo eludir los escollos que entorpecen con frecuencia las acciones mejor intencionadas en favor del fomento de la lectura. En el punto de partida sustancial se encontraba el respeto profundo por el universo de la infancia, pródigo en imaginación castrada a menudo por una errónea concepción pedagógica, dotado así mismo de una fina sensibilidad encallecida luego por los encontronazos de la vida. Son los tesoros que debemos cuidar como se protegen los retoños de una planta en vías de crecimiento. Tiene que eludirse también la tentación de establecer falsos linderos entre lo utilitario y lo recreativo. En el comienzo de todo está la seducción de la palabra, llave maestra de la imaginación, de la creatividad, del descubrimiento innovador, de la comunicación humana, garantía por ende de la fortaleza del tejido social. El disfrute de la palabra habrá de preceder al aprendizaje de la letra.

De esos conceptos básicos emanó una práctica concreta. Un pequeño local en penumbra acogía el reino de las palabras.  Sin falsos oropeles declamatorios, la voz de la narradora iba desgranando un cuento. Para los oyentes, los vocablos se iban corporeizando en imágenes calzadas con las enormes botas del gato que edificaba la fortuna del hijo del molinero. Convocados por el «érase una vez», dimensión que rompe las coordenadas del tiempo y el espacio, afirmaba Eliseo, se descorría el telón, puerta de acceso al mundo de la maravilla. Seducidos por la palabra, una vez conquistado el dominio de la letra, los niños acudían espontáneamente a tomar en préstamo los libros de la biblioteca juvenil.

El homenaje por el centenario del nacimiento de Eliseo Diego no puede reducirse a los festejos de unos pocos días.  Su obra tiene que reinstalarse en nuestra cotidianidad para abrir los ojos al mundo y reconocer lo que somos. La patria se hace con el concurso de muchas manos, con los que siembran y producen, con los que curan, enseñan e investigan, con los que crean obras de arte, eslabones de la configuración de nuestra identidad y nutrientes de hálito vital, conocido con el nombre de alma.

Fuente: JUVENTUD REBELDE

CIVILIZACIÓN Y BARBARIE. GRAZIELLA POGOLOTTI

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GRAZIELLA POGOLOTTI

GRAZKIELLA 2El último número de la revista Casa de las Américas rinde homenaje a Roberto Fernández Retamar, quien fue su director durante muchos años. Contiene, entre otras cosas, una excelente selección de su poesía y de sus ensayos.

Volver a esas páginas, conocidas ayer, recién salidas del horno, me ha quemado los dedos y me ha sumergido en la tormenta de ideas que involucró a nuestra generación, a la vez que me confirmaba la vigencia de ese pensamiento en la hora actual.

Juntos recorrimos un largo camino, adquirimos conciencia generacional, compartimos peleas e instantes de angustia, perplejidad y regocijo, tanto como días de inmensa plenitud. Maestros ambos, pudimos observar el paso de las generaciones que sucedieron a la nuestra, sabedores de que ninguna es homogénea, que están definidas por el cabal entendimiento de los referentes de una época, que en cada una coexisten los indiferentes, los conformistas y los portadores de una fecunda inconformidad, volcada hacia el batallar por el mejoramiento humano.

Los jóvenes que van emergiendo son hijos de un espíritu epocal, pero también son nuestros hijos, comprometidos como estamos en contribuir a su formación y en abrir las puertas a su integración participativa en la sociedad y a la realización de sus proyectos de vida.

Estábamos a punto de licenciarnos en la Universidad cuando Fulgencio Batista perpetró el Golpe del 10 de marzo. En esa madrugada el mundo pareció derrumbarse. Por eso, en el amanecer de enero del 59, Roberto dio a conocer su poemario Vuelta de la antigua esperanza.

En las aulas, en el ámbito extracurricular de la Galería de los Mártires, en la entonces llamada Plaza Cadenas —ahora Agramonte— habíamos descubierto afinidades y diferencias, sentamos las bases de una concepción del mundo que nos situaba del lado de las ideas de izquierda, el lado del corazón. Seguir leyendo CIVILIZACIÓN Y BARBARIE. GRAZIELLA POGOLOTTI

PATRIMONIO Y MEMORIA HISTÓRICA. GRAZIELLA POGOLOTTI

BIBLIOTECA NACIONAL JM

GRAZIELLA POGOLOTTI

GRAZKIELLA 2Recuerdo los tiempos en que un erróneo concepto de modernidad, junto con la codicia derivada de la especulación en torno al valor del suelo, causó la desaparición de valiosos monumentos arquitectónicos preservados en nuestras ciudades. A la Revolución se debió, en gran medida, la implantación de políticas orientadas al reconocimiento de la importancia de este legado y el diseño de acciones concretas para su rescate y restauración. Nuestros centros históricos cobraron nueva vida y se expandió la conciencia de su importancia.

Con el paso de los tiempos, generaciones sucesivas han seguido entregando construcciones que constituyen aportes indiscutibles a nuestra cultura, obras relevantes y conjuntos urbanos notables. Nosotros también lo hemos hecho. El patrimonio no subsiste en un ayer congelado. Es testimonio tangible del recorrido de la historia.

Durante algunos años trabajé en la Biblioteca Nacional, centro rector del patrimonio documental. Después de mucho tiempo de estancia penosa en el Castillo de la Fuerza, se acababa de trasladar al edificio que hoy ocupa en la Plaza de la Revolución. Como suele ocurrir en una mudanza de tales dimensiones, libros, periódicos, grabados, mapas antiguos descansaban en los almacenes carentes de registro y de organización. Cada exploración ofrecía un hallazgo feliz. Sin reparar en el calor y en el polvo, intelectuales de primer rango, como Juan Pérez de la Riva, Cintio Vitier y Fina García Marruz, subordinaban las tareas propias de su oficio para sumergirse en aquellos depósitos, al rescate de tesoros escondidos.

La posesión de un significativo patrimonio documental no es solo privilegio capitalino. Existe en todo el país, allí donde hubo periódicos de amplia o escasa circulación, donde escritores y artistas dejaron manuscritos, partituras, apuntes que testimonian su proceso creador, correspondencia reveladora de angustias personales y de redes de relaciones; allí donde hubo teatros y fueron quedando los textos de las obras representadas, allí donde se construyó y subsisten los planos originales, allí donde los registros notariales guardan el entramado secreto de la historia económica.

Aquí y allá, el transcurso de la Revolución también ha ido haciendo historia. Sustrato de los grandes acontecimientos, la marca de los cambios en el pensar y el hacer está en los numerosos documentos que hemos ido dejando, en la evolución de la prensa, en las revistas culturales y científicas, en publicaciones especializadas de organismos gubernamentales. Impresos en papel de pobre calidad, los periódicos de ayer subsisten en condiciones de suma fragilidad. Preservar y restaurar la enorme papelería acumulada es imprescindible, requerida de recursos y de la atención de expertos.

El desarrollo de nuevas técnicas acrecentó el ámbito de los registros patrimoniales. A su valor artístico intrínseco, la fotografía añade la capacidad de captar para la eternidad el paso de lo efímero. Sus imágenes recogen el modo de vestir y de comportarse en otro tiempo, la visión de los edificios hoy desaparecidos, la constancia de lo frívolo y de lo trágico, del batallar de las manifestaciones estudiantiles y de las grandes concentraciones masivas en nuestra Plaza de la Revolución. Más tarde llegó el cine, con desafíos renovadores en el campo del arte y de la comunicación y posibilidad sin precedentes de preservar la vida en movimiento. En el celuloide volvemos a encontrar los días de Girón y aquellos otros, también dramáticos, del ciclón Flora, que modificó, con su sacudida, la geografía del territorio oriental. Hecha al ritmo apretado de los acontecimientos, la obra de Santiago Álvarez ha entrado en la memoria del mundo.

La invención del disco ofreció otro modo de detener lo efímero. Nada sabemos de los areítos que, según los conquistadores, convocaban a los primitivos habitantes de la Isla. De ellos apenas han quedado las expresiones dejadas en algunas cuevas, la mención del bohío y del huracán, términos incorporados a nuestro vocabulario, y los nombres de algunos lugares que no pudieron ser suplantados por los nuevos ocupantes de Cuba. Ahora, en cambio, podemos escuchar las voces de la trova tradicional, de Rita Montaner, de Esther Borja, de Benny Moré. Las matrices originales de aquellas grabaciones forman parte de un patrimonio irrenunciable. Seguir leyendo PATRIMONIO Y MEMORIA HISTÓRICA. GRAZIELLA POGOLOTTI

HABANERIDAD. GRAZIELLA POGOLOTTI

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Calle Peña Pobre en la actualidad

 

GRAZKIELLA 2Estaba a punto de cumplir ocho años cuando llegué a la Isla sin saber una palabra de español. Desde entonces, vivimos 12 años en una callejuela de tres cuadras, nombrada Peña Pobre. El nombre tenía prosapia. Venía del Amadís de Gaula, una de las novelas de caballería que alimentó la mente afiebrada del Quijote. Formaba parte del coto fundador de la ciudad, aunque sus modestas construcciones poco tenían que ver con el ambiente colonial, destruido por el tiempo, por los ataques piratas y por los frecuentes incendios.

Allí, en el barrio, me hice cubana y aprendí a descifrar algunos componentes de nuestra sociedad. Conocía a los vecinos uno por uno. El carpintero del frente, que sin pretensiones de ebanista, hizo una repisa que conserva, 80 años después, su brillo original; los vecinos inmediatos, dependientes de la sastrería J. Vallés y de la droguería Johnson. Las de abajo, una de ellas sargento política, con la que descubrí los secretos de la «paloma mensajera», mediante la entrega de una boleta marcada y, al regreso, el pago de los diez pesos a cambio de una boleta virgen. Las otras, prostitutas por cuenta propia, protagonizaban escándalos cada vez que la paga era insatisfactoria.

La situación me obligaba a emigrar a la Biblioteca Nacional, en el Castillo de la Fuerza, para disponer de alguna tranquilidad. Tenía mi asiento reservado y desde la ventana contemplaba los barcos que entraban, salían y cargaban combustible. Mi madre consideraba a la prostituta de marras víctima de la sociedad, hasta que pude descubrir una maravillosa palabra: lumpen proletario. Así fue, en efecto. Por una denuncia de ella, colaboradora de los esbirros de Ventura, mi madre fue sometida a un interrogatorio en el BRAC. Acosados, tuvimos que abandonar el barrio.

Con la República neocolonial, La Habana Vieja se había convertido en el pequeño Wall Street cubano. Era el centro bancario, de los bufetes de las grandes empresas, de importantes ministerios, del trasiego de mercancías al puerto. Las calles estrechas la hacían intransitable.

La especulación sobre el valor del suelo es uno de los rasgos característicos del capitalismo. La Habana Vieja se contaminaba por la presencia de una población empobrecida y por el entorno prostibulario que, por lo demás, tendía redes en toda la ciudad. En un lugar que resultaba tentador con vistas a la expansión, en el entorno bien comunicado de anchas avenidas, existía una zona relativamente desatendida.

La construcción del actual cine Yara y de los estudios de radio y televisión contribuyó a la veloz subida del valor de los terrenos. La arquitectura cubana había alcanzado la plenitud del movimiento moderno que tendía a la integración de las artes desde los inicios de los proyectos de diseño. Más de un edificio de la época lleva esa marca.

Los clásicos de la vanguardia pictórica se vinculaban con un momento de particular madurez creativa en la arquitectura. Estaba naciendo La Rampa con la representación de agencias de automóviles, filiales de bancos, edificios concebidos para combinar boutiques y parqueos, un cine que se complementaba con una galería de arte y un estanquillo de venta de libros y revistas. Poco peso tenía en aquella atmósfera de refinada modernidad, la tonalidad fúnebre de la más lujosa funeraria habanera. Para    cerrar el ciclo, cuando la década estaba terminando, se edificaba el hotel Habana Hilton, pronto convertido con el ya inminente triunfo de la Revolución en Habana Libre. El cambio de nombre era la representación simbólica del nuevo poder, caracterizado para siempre por las imágenes de los barbudos.

MURAL AMELIA
En la fachada del Hotel Habana Libre, en la calle L, «se desplegaban los inconfundibles colores de Amelia Peláez»

El hotel ostentaba obras de indiscutible valor patrimonial. Lamentablemente perdido, un mural de Cundo Bermúdez aparecía en el costado de la calle 23. En el interior, existe una obra de René Portocarrero. Definitivamente integrado al perfil de la ciudad, en la fachada de la calle L, se desplegaban los inconfundibles colores de Amelia Peláez, una de las reputadas autoras clásicas de nuestra primera vanguardia. La pintora había descubierto el valor artístico de la cerámica en el modestísimo taller de Rodríguez de la Cruz, en Santiago de las Vegas, un verdadero chinchal donde se producían porrones y ceniceros con carácter comercial. Ese sitio olvidado forma parte de la historia de las artes visuales. Sobre el tema existen dos trabajos importantes de María Elena Jubrías. Uno de ellos recoge la historia del taller, donde también se iniciaron artistas de primera línea de la vanguardia, y otro de la propia autora sobre la cerámica de Amelia Peláez. La pintora trabajaba sobre objetos artesanales. Decoraba la pieza que, una vez sometida a la cocción, quedaba definitivamente integrada al barro.

Un accidente lamentable exigió hace algunos años una primera restauración. Dirigía entonces el Consejo de Patrimonio Marta Arjona, destacadísima ceramista que estudió en París las técnicas más modernas. Renunció al arte en favor del servicio público. Se rescataron cuidadosamente las piezas originales del mural de Amelia. El problema radicaba en la diferencia de calentamiento entre el concreto y la cerámica. Colocar una malla protectora que atemperara ese contraste fue la solución más eficaz encontrada para salvar un símbolo asociado a la imagen de la ciudad, de valor patrimonial incontrovertible.

Se comenta que no ha sobrevivido ninguna pieza original. Se dice también que se tratará de recuperar el colorido de la artista sobre material de granito y que, posiblemente, no se vuelva a cubrir la totalidad de la fachada. Aunque mutilada, la Victoria de Samotracia sigue emprendiendo vuelo desde lo alto de la escalera del Museo del Louvre.

En el barrio, me hice cubana. Con el triunfo de la Revolución, La Rampa se hizo de todos nosotros. La presencia de los barbudos simbolizaba una nueva era. Las losas de granito con reproducciones de obras de artistas cubanos entregaban al pueblo lo que había estado confinado en los museos. Los valores patrimoniales no se reducen a lo heredado de tiempos remotos. La Revolución también ha fundado patrimonio. Hay que identificarlo, reconocerlo y defenderlo.

Sobre la historia de la capital hay una extensa bibliografía. Hay investigadores modestos, entregados al trabajo, como Carlos Venegas, que van dejando obras fundamentales. Sobre la arquitectura y el urbanismo, Joaquín Weiss dejó una obra precursora, todavía válida. Lilian Llánez ha abordado el tema de los maestros de obra y de la formación de los arquitectos. El Presidente Díaz-Canel insiste en el vínculo con las universidades. A ellas podríamos añadir los centros de investigación y todas las fuentes de saber útiles para pensar integralmente.

Fuente: JUVENTUD REBELDE

UNA FRASE QUE NO DIJO EL QUIJOTE. ABEL PRIETO

CULTURA Y RESISTENCIA

En el Congreso de la Uneac, efectuado recientemente en La Habana, se presentó un documento que afirma: «La batalla de nuestro tiempo es eminentemente cultural, entre la imposición hegemónica y los paradigmas emancipatorios, entre la estulticia y la libertad»

STALLONE

ABEL PRIETO

ABELEl texto «Ballenas y tiburones» provocó el repudio de nuestros enemigos o –más bien– de los empleados de nuestros enemigos. No encontré sin embargo, ninguna tentativa seria de refutarlo; sino insultos y descalificaciones soeces, es decir, lo habitual. La única impugnación de cierto peso, llamémosle así, pretendió ridiculizar el hecho mismo de hablar sobre «cine de tiburones» en un país con tantas dificultades económicas.

Los que sueñan con la restauración capitalista no quieren que se debata en torno a la guerra cultural. Aspiran a que nuestra gente haga suyos los patrones y lentejuelas de la Maquinaria, que se sumerja alegremente en el limbo de la frivolidad y vea estos procesos como algo «divertido». En suma, que se aparte del camino martiano y fidelista de alcanzar la libertad a través de la auténtica cultura.

En el Congreso de la Uneac se presentó un documento que afirma: «La batalla de nuestro tiempo es eminentemente cultural, entre la imposición hegemónica y los paradigmas emancipatorios, entre la estulticia y la libertad».

Graziella Pogolotti se refirió a su vez a la necesidad de contribuir desde la experiencia cubana a enriquecer «un pensamiento de izquierda descolonizador».

Los escritores Víctor Fowler y Alberto Marrero abordaron el intento de absorbernos espiritualmente. El primero explicó que la Maquinaria instala en la mayoría oprimida la idea de que son seres inferiores. El segundo recordó los planes contra la URSS de Allen Dulles, director de la CIA. «Antes que los portaaviones y los misiles», dijo Dulles, enviaremos nuestros símbolos, «universales, glamurosos, modernos», para lograr que «las víctimas lleguen a compartir la lógica de sus verdugos».

En su discurso de clausura, Díaz-Canel citó el mensaje de Raúl a la Uneac en su aniversario 55: «Hoy estamos doblemente amenazados en el campo de la cultura: por los proyectos subversivos que pretenden dividirnos y por la oleada colonizadora global». Y añadió Díaz-Canel: «Esta plataforma colonizadora promueve los paradigmas más neoliberales… atentos a los que ponen por delante mercado y no cultura; egoísmo y vanidad personal y no compromiso social de la cultura».

Resuenan ahora los ladridos de la empleomanía anexionista, inquieta ante los aportes al pensamiento cultural revolucionario que hizo en el evento la vanguardia intelectual. Les resulta intolerable que ganemos espacio en la gestación de una mirada penetrante, redimida, lúcida.

«Ladran, Sancho, señal que cabalgamos», es una frase que se atribuye por error al Quijote. Aparece, sin la referencia a Sancho, por supuesto, en un poema de Goethe; y hay quien ha sugerido que el autor de Fausto la tomó de un antiguo proverbio turco. Sea de Goethe o de algún turco remoto y anónimo, nos viene como anillo al dedo para entender las reacciones de la jauría.

En los años 90 del siglo pasado, en la Uneac de entonces, evocábamos a los «antimperialistas diurnos», en horario laboral, que pronto se convertían en «proimperialistas nocturnos», cuando se atiborraban antes de dormir con las más infames películas yanquis. Sufrían un padecimiento similar quizás al estudiado por los siquiatras como «trastorno de identidad disociativo». Nótese que hablábamos de adultos. Y es que la convivencia «disociativa» de antimperialismo político y colonización cultural puede presentarse de un modo u otro en cualquier generación. Seguir leyendo UNA FRASE QUE NO DIJO EL QUIJOTE. ABEL PRIETO

AQUELLOS DÍAS EN LA BIBLIOTECA NACIONAL. GRAZIELLA POGOLOTTI

FIDEL EN GIRÓN
Fidel en la batalla contra la invasión mercenaria por Playa Girón, abril de 1961

GRAZIELLA POGOLOTTI

GRAZKIELLA 2A partir del triunfo de la Revolución, la Biblioteca Nacional se había convertido en uno de los centros más activos de la vida cultural habanera. Cumplía su función de rescate, ordenamiento y preservación de libros, periódicos, grabados, mapas y otros documentos que constituían su patrimonio esencial.

La Biblioteca favoreció el desarrollo del interés por la lectura en niños y jóvenes, al ofrecer las novedades literarias en calidad de préstamo. Abrió áreas especializadas para la difusión de la música y de las artes visuales. Impulsó un trabajo de extensión cultural con los sindicatos. En su teatro, ciclos de conferencias abordaban las más diversas temáticas y se escuchaban las voces de los más prominentes intelectuales que visitaban la Isla.

Bajo la dirección de María Teresa Freyre de Andrade, un modelo similar se implantó en la red de bibliotecas, organizada a través de todo el país. En medio de la efervescencia revolucionaria, abiertas oportunidades hasta entonces inimaginables, se multiplicaba la voluntad de aprender, que incitaba un espíritu de superación permanente.

Por sus dimensiones, por la cercanía existente entre el estrado presidencial y el lunetario destinado a los invitados, favorecedor de un diálogo ágil y carente de excesivas fórmulas protocolares, el teatro de la Biblioteca Nacional fue utilizado para el necesario intercambio de ideas entre la dirección del país y los escritores y artistas, a fin de establecer aspectos sustantivos de la política cultural de la Revolución.

El discurso conclusivo de Fidel se conoce con el nombre de Palabras a los intelectuales. Mucho se ha escrito al respecto en panfletos, publicaciones periódicas y hasta en el mundo académico. Poco se ha hecho para intentar el rescate del decisivo e impalpable ambiente epocal. Corría el Año de la Alfabetización. Acababa de producirse la victoria de Girón. Después de haber implementado fórmulas de subversión de toda índole: asesinatos de milicianos, la explosión del vapor La Coubre, quema de campos de caña o la distribución de un fraudulento documento según el cual las familias habrían de ser privadas de sus derechos de patria potestad, la conocida operación Peter Pan –que envió a un destino incierto a miles de menores de edad– la invasión confirmaba que el imperio había declarado una guerra a muerte contra una revolución popular, agraria y antimperialista.

FIDEL 5

El bombardeo al aeropuerto de Ciudad Libertad indicaba el inicio de la agresión armada. Ante una multitud fervorosa, con los fusiles en alto, Fidel declaraba el carácter socialista de la Revolución.

Transcurridos apenas dos años y medio desde el triunfo de enero de 1959 se habían establecido instituciones fundamentales para ofrecer el sostén indispensable al desarrollo y la difusión de la creación artístico-literaria. Cuajaban proyectos que los creadores habían ido forjando, mediante enormes sacrificios personales, desde tiempo atrás.

En su inmensa mayoría no se habían comprometido con la dictadura batistiana, que tomó represalias con el Ballet Alicia Alonso al privarlo de una magra subvención gubernamental, a la vez que los artistas plásticos de todas las generaciones se opusieron a la bienal patrocinada por los regímenes totalitarios de Franco y Batista.

Nada debían a un capitalismo periférico, vuelto de espaldas al patrocinio de una cultura popular nacional. Sin embargo, existían preocupaciones respecto a la doctrina estética del realismo socialista, implantada como política de Estado en la Europa socialista, devenida freno de la experimentación en el terreno del arte, con graves repercusiones en la vida y en la obra de personalidades de alta significación. Seguir leyendo AQUELLOS DÍAS EN LA BIBLIOTECA NACIONAL. GRAZIELLA POGOLOTTI

LA REPÚBLICA NEOCOLONIAL. GRAZIELLA POGOLOTTI

GRAZIELLA POGOLOTTI

graziellaMuchos se alegraron al ver izarse la bandera nacional un 20 de mayo. Al mismo tiempo, la desilusión se iba apoderando de las conciencias. La guerra había desembocado en la intervención norteamericana, la imposición de la Enmienda Platt y el Tratado de Reciprocidad Comercial. La Isla quedaba en lo político y en lo económico subordinada al mercado norteamericano y con las tierras invadidas por el latifundio.

El panorama se tornaba más sombrío ante el ascenso arribista y el avance desaforado de la corrupción. El escepticismo, que se fue adueñando de las conciencias, se expresó en la voz de los intelectuales y en una tradición costumbrista que venía del siglo XIX. La imagen gráfica del chivo se asoció al fenómeno de la malversación de fondos públicos. La guataca simbolizó al adulador en procura de privilegios.

La narrativa que emergía entonces centró la mirada en lo social. Desde esa perspectiva, hay que repasar la obra de Carlos  Loveira. El protagonista de Juan Criollo nace en la miseria en tiempos de la colonia. Huérfano, recibe la protección humillante de una familia acaudalada. Al estallar la insurrección emigra con sus protectores a México. Obligado a valerse por sí mismo, se instala en un medio situado en los linderos entre la clase obrera y el hampa. Con el fin de la guerra, regresa a Cuba. Padece la pobreza extrema y el desempleo. No tiene contacto con los poderosos que dispensan favores y trabajo. La representación del espectáculo fraudulento de la justicia decide su cambio de rumbo. Entra en el juego de la politiquería. En pocos años conquista fortuna y poder. Para el novelista, Juan Cabrera se ha convertido en Juan Criollo. La visión amarga del proceso no puede ser más derrotista.

Otros ángulos lacerantes, legado fatal del medio siglo republicano, quedaron fuera de la mirada de los narradores. El racismo se afianzó. La base combatiente del Ejército mambí quedó en el abandono. Las creencias de origen africano fueron satanizadas. Las comparsas se prohibieron. Leyendas atroces en torno a los abakuá se divulgaron por todos los medios. La policía secuestró los tambores rituales. Al cumplirse el centenario del sacrificio de Aponte se desató la llamada Guerrita de los negros, contra los Independientes de Color. Fue un genocidio. Aún no se conocen las cifras de las víctimas.

La discriminación se impuso en el otorgamiento de empleos y en el acceso a muchos lugares. En la década de los 50 —lo recuerdo por haberlo vivido— hubo que librar batallas para que las tiendas aceptaran empleadas no blancas. La fragancia de El Encanto incluía el color de la piel. Entonces, simbólicamente, contrataron a una o dos mestizas. Los  bares adquirieron el nombre de club, con porteros que descartaban a los no admisibles.

Un comité de estudiantes universitarios, animado por Walterio Carbonell y respaldado por Fidel, encabezó una campaña contra esa arbitrariedad violatoria de los principios constitucionales. Algo similar ocurría con el alquiler de los apartamentos en la década de los 50.

La Habana reflejaba la típica imagen de las capitales del mundo subdesarrollado. Mostraba una hermosa vitrina con elegantes edificios de apartamentos, hoteles, cabarés y salas de juegos (algunos en poder de la mafia). Tras esa   vitrina anidaba una pobreza extrema y una extensa geografía prostibularia, y unos pocos burdeles destinados a la clientela rica, con cuidadosa aplicación de medidas sanitarias.

Cuando el triunfo de la dictadura de Batista, la represión  política se añadió a la violencia social. La República entregó héroes y mártires. Muchos sucumbieron bajo torturas atroces. Otros sobrevivieron con sus cuerpos marcados por las laceraciones.

Tras la fachada ostentosa subsistía un mundo campesino de precaristas, carentes de acceso al mercado, a la educación y a la medicina, sujetos a la amenaza del desalojo, con los niños devorados por los parásitos y el raquitismo. La tuberculosis alcanzaba cifras exorbitantes. El país transitaba por una crisis política, social y económica.

Mi padre admiraba en su pueblo la capacidad de reponerse de los golpes infligidos por la historia, de recuperar la esperanza y preservar los ideales de República soberana con justicia social, con voz propia en los foros internacionales y transparencia en la gestión administrativa.

La República nació bajo el signo de la intervención norteamericana. Se estrenaba con ella el primer experimento neocolonial de la historia. Vino el desencanto de la demagogia chambelonera de José Miguel Gómez y con los intereses hegemónicos del mayoral de Chaparra Mario García Menocal; algunos como Enrique José Varona se retiraron de la vida política. Fue una etapa transitoria de escepticismo.

No había concluido el segundo decenio del siglo XX cuando  se manifestaron los síntomas de recuperación. Con las cenizas todavía ardientes renacía el espíritu de lucha y se forjaba una cultura de resistencia. El concepto parece algo abstracto. En mi próxima entrega, intentaré descifrar algunos de sus componentes para entender de dónde venimos. Es preciso recorrer una historia que, si bien tuvo sus altibajos, mantuvo una línea de continuidad.

Fuente: JUVENTUD REBELDE

http://www.juventudrebelde.cu/opinion/2019-06-01/la-republica-neocolonial

TENÍA APENAS 42 AÑOS. GRAZIELLA POGOLOTTI

MARTÍ RANCA
Obra de Ernesto Rancaño

graziellaCuando cayó en Dos Ríos había cumplido obra de gigante. Poeta visionario, se echó sobre los hombros del cuerpo frágil la tarea de hacer patria. Desde el dolor compartido aprendió a conocer con profundidad las contradicciones de los seres humanos concretos.

Descubrió lágrimas en los ojos de Don Mariano, su padre, el soldado, ante el cuerpo del hijo desgarrado por los grillos en el trabajo de las canteras y la brutal violencia ejercida por el poder de sus coterráneos. Separados por la política, nacería entre ambos una complicidad secreta y la comprensión silenciosa del padre ante la entrega del hijo a una causa que, a pesar de todo, no era la suya.

Antes, en los días del Hanábana, José Martí había contemplado con espanto el castigo impuesto al negro esclavo. Desterrado en España, prosiguió el aprendizaje de la historia. Comprendió los rejuegos políticos de liberales y conservadores que en nada se diferenciaban respecto a la necesidad de preservar su dominio sobre la Isla.

Descubrió también la naturaleza del país profundo, por lo cual llegada la independencia, los cubanos no guardarían rencor a los peninsulares que optaran por permanecer en Cuba, modestos trabajadores muchos de ellos. Examinó al detalle la historia viviente de las repúblicas latinoamericanas recién liberadas, para detectar las causas que obstaculizaron la plena realización del proyecto emancipatorio.

Al instalarse en Estados Unidos valoró los avances de la nación en desarrollo en relación con Europa, donde prevalecían regímenes autocráticos, pero descubrió muy pronto el peligro latente en el país que emergía para el futuro de la América Latina. Su saber enciclopédico e integrador y su preclara visión de la naturaleza de los fenómenos financieros le permitieron detectar los peligros que se cernían con la Conferencia Monetaria Panamericana. Su pensamiento de entonces conserva plena vigencia.

En ese contexto, José Martí tenía pendiente la asignatura  Cuba. Había que despejar a fondo las razones del fracaso de la Guerra Grande. No se conocía entonces el patético diario de Francisco Vicente Aguilera, uno de los más poderosos terratenientes de la zona oriental del país. Entregó la fortuna toda a la causa mayor. Por sus contradicciones insalvables con Céspedes y Quesada, fue enviado a representar los intereses de Cuba en el exterior. De una honestidad impoluta, llevaba al detalle las cuentas de los gastos incurridos. Nada guardaba para sí. Se privaba de las atenciones médicas elementales.

A pesar de los bienes heredados, Vicente Aguilera no había completado su aprendizaje en otros países. Desconocía los rejuegos de la alta política. Se vio atrapado en las maniobras de los Aldama, que mucho ofrecían y nada entregaban. Invirtió esfuerzos inútiles con políticos norteamericanos sin desentrañar los intereses reales de los vecinos del norte, nunca dispuestos a reconocer la República en Armas en espera de que la fruta madura cayera en sus manos. Enviado luego a Europa, desconocedor de sus lenguas y culturas, menos pudo hacer. Murió solo, en atroz agonía, devorado por el cáncer.

Martí se dio a la tarea de juntar voluntades, de devolver la fe a quienes la habían perdido. Para ganar la confianza de los veteranos sabía que habría de vencer obstáculos de toda índole. Para los antiguos combatientes era un intelectual inexperto, un improvisado sin experiencia alguna en las armas.

Se dedicó a una incansable labor persuasiva. Inmerso en el dominio de la realidad concreta, en Nueva York, en Cayo Hueso, en Tampa, se volvió hacia los de abajo. Contó con la generosidad extrema de quienes entregaban, sin pedir nada a cambio, los escasos ahorros y ofrecían alojamiento y comida al peregrino de la levita raída.

Centavo a centavo, obtuvo los recursos necesarios. Evitó contraer compromisos que lastraran el futuro de la nación. Trabajaba con sigilo, porque se sabía sometido a una vigilancia permanente. La traición de La Fernandina corroboró sus sospechas. Pero la suerte estaba echada. Había que iniciar la lucha con las manos vacías.

Para hacer patria era indispensable ganar la guerra con esfuerzo propio, libre de intromisiones y compromisos. Parejamente, era impostergable construir conciencia y nutrir el imaginario de la nación. Su palabra fue incansable, para liberarnos del lastre perverso del racismo. Teníamos que librarnos. No hay razas. El combate y la lucha  por la supervivencia en la manigua sería un crisol. La frontera del color era un instrumento del dominio hegemónico que horadaba desde la conciencia prejuiciada la unidad de la nación.

Martí fue reseñando las obras de nuestros escritores y artistas, aunque lo fundamental se revela en su creación personal, en su poesía y en su prosa, desbordante como los grandes ríos del continente, siempre seductora, aunque con frecuencia utilitaria. En sus últimos diarios accede a lo más alto de las letras hispanas. El recorrido de Playita a Dos Ríos, trazado con prisa en los momentos robados al descanso, encuentro tangible con el suelo añorado, con la naturaleza y el escalar montañas que hermana hombres, expresa la plenitud del ser en la fusión del sueño y la realidad.

En lo más profundo del desamparo de la República neocolonial, los intelectuales de la vanguardia iniciaron el rescate de su inmensa obra dispersa. Con el triunfo de la Revolución el trabajo se sistematizó; fueron saliendo sus Obras Completas. Es un capital que no podemos desperdiciar en la reiteración de las mismas citas reducidas a axiomas descontextualizados. Como hiciera en vida, tiene que seguir enseñándonos a pensar, con la pasión que animó su existencia gigante.

Sobrecoge contemplar cómo pudo hacer tanto en vida tan breve. Ante la áspera orilla de Playita de Cajobabo, me sobrevino la imagen del cuerpo endeble, remero inexperto, con las manos ampolladas, que se mantenía impulsando la embarcación al ritmo de sus compañeros de viaje. La férrea voluntad se sobreponía al dolor. Debió sentir una felicidad suprema. En la oscuridad de la noche, percibía la patria cercana.

Fuente. JUVENTUD REBELDE

Ilustración: Obra de Ernesto Rancaño

EVOCACIÓN DE RAMIRO. GRAZIELLA POGOLOTTI

graziella 2La semana laboral transcurre devorada por las múltiples tareas impuestas por mi centro de trabajo. Reservo para los fines de semana el disfrute de establecer este diálogo con interlocutores conocidos y desconocidos.

Es lo que me impide ofrecer respuestas inmediatas a los acontecimientos de la actualidad.

En esta ocasión, aunque hayan pasado muchos días desde su desaparición física, no puedo renunciar a la evocación, desde mi perspectiva personal, de uno de los fundadores de nuestra cultura nacional, de Ramiro Guerra y su contribución efectiva a redondear la imagen de lo que somos.

Todavía muy jóvenes, nos conocimos probablemente en Nuestro Tiempo, agrupación de escritores y artistas progresistas, soñadores de un futuro mejor para la nación y orientada por el Partido Socialista Popular.

Aspirantes a cineastas, teatristas, músicos, escritores y artistas de la Plástica, representantes todos de una vanguardia prometedora, confrontaban ideas y se aventuraban en la experimentación en sus campos respectivos.

Nuestra relación devino amistad verdadera cuando coincidimos en una larga travesía marítima que nos llevaría desde La Habana hasta las costas de Francia. Entonces la aviación civil no era de uso corriente, sobre todo para quienes disponían de pocos centavos, ahorrados trabajosamente, con el propósito de abrirnos a horizontes más amplios, aprender y regresar a Cuba para incorporar los nuevos conocimientos a proyectos de gestación.

El Reina del Mar, con bandera británica, salía de Valparaíso, recogía en los puertos del Pacífico a jóvenes latinoamericanos movidos por inquietudes similares a las nuestras y terminaba el recorrido en Liverpool. En esa ocasión, viajaba también Violeta Casal, la actriz que había representado, con la poderosa expresividad de su voz, los protagónicos de las tragedias griegas estrenadas por Teatro Universitario. Sería más tarde la voz inconfundible que identificaba a Radio Rebelde desde la Sierra Maestra.

En aquellos días difíciles, el ballet Alicia Alonso –despojado de ayuda oficial– sobrevivía con dificultad, aunque hubiera conquistado un sector del público, admirados del talento excepcional de la gran intérprete de Giselle.

En tan ingrato ambiente, Ramiro Guerra soñaba con sentar las bases para el desarrollo de la danza moderna en Cuba. Con el triunfo de la Revolución, los obstáculos se allanaron. Se constituyó el Ballet Nacional de Cuba y en el primer semestre del 59 Isabel Monal recibió el encargo de echar a andar el Teatro Nacional. El edificio de la Plaza de la Revolución era un elefante blanco. Los planos habían desaparecido. La sala Covarrubias resultaba un espacio sordo. Sin embargo, la recién estrenada directora de la institución supo desplegar su capacidad de animadora cultural. Sabía escuchar y se rodeó de un grupo que, desafiando los tiempos difíciles, movido por la fe y la esperanza, había acumulado saber y experiencia. Seguir leyendo EVOCACIÓN DE RAMIRO. GRAZIELLA POGOLOTTI

POR QUÉ ME CONCIERNE LA POLÍTICA. GRAZIELLA POGOLOTTI

 

GRAZIELLA POGOLOTTI

Tenía apenas siete años. Vivía en Italia con mi tía abuela. En la escuela gozaba de mucha popularidad entre mis compañeras. Me sentía muy feliz. En aquel verano de 1939, como siempre, estaba pasando las vacaciones en la aldea natal de mi abuelo paterno. Con el grupito de amigos salía a buscar setas en los bosques. Jugábamos en la yerba recién cortada, apilada para preparar el heno que alimentaría a los animales en el duro invierno nevado. Algunos de aquellos muchachos, lo supe mucho después, se alzarían en la resistencia antifascista y morirían en la contienda.

De repente, estalló la tormenta. En la frontera de Polonia había comenzado la guerra. Para mí, Polonia era el nombre desconocido de un lugar ignoto. Con extrema urgencia había que recoger los pocos bártulos que me acompañaron en las vacaciones, marchar a París y seguir viaje a Cuba. En el tren se mostraban las señales de aquelarre. Jóvenes turistas británicos, convocados al servicio militar, llenaban los pasillos portando shorts y raquetas de tenis. Quizá algunos marchaban hacia la muerte.

En París conocí las ventanas tapiadas, la alarma por amenaza de ataques aéreos a cualquier hora, el refugio apresurado en los sótanos, las máscaras antigás. Después de muchos avatares que he contado en otra parte, llegué a Cuba, junto con mis padres. Portaba una hoja con una foto y un sello oficial que se llamaba pasaporte. Nada sabía de la Isla. Caí en medio de un idioma ininteligible, entre personas y costumbres desconocidas. Tuve que esperar por septiembre del año siguiente para integrarme a la escuela. Un mes más tarde ya había aprendido el significado del 10 de Octubre y algo sabía de Carlos Manuel de Céspedes. Pero el trauma del desarraigo tardó mucho en superarse. Fueron noches de dormir inquieto, de irritabilidad siempre a flor de piel. Me llegaron cartas de mis 40 compañeritas de clases que me recordaban y me echaban de menos. Luego, la guerra impuso el silencio.

Comprendí entonces que cualquier acontecimiento político ocurrido en algún lugar del planeta podía tener consecuencias en mi vida y mi destino. Tenía que aprender y entender.

Fui siguiendo el desarrollo de la guerra en un mapa de Europa. Escuchaba la lectura de prensa. En la medida en que mi nueva identidad me iba entrando en la piel y en el alma, me involucré en los sucesos de la nación. Mientras iba madurando, se acrecentaban mi conciencia ciudadana, mi necesidad de explorar las esencias del país y mi voluntad participativa, mi sentimiento solidario con el dolor de nuestra especie.

Mi vivencia personal contribuyó a que me estremeciera la lectura del diario de Ana Frank, culpable tan solo de haber nacido judía. Comprendí la violencia brutal ejercida a través de todas las formas de racismo. Sobre todo, porque pude palparlo desde la cercanía, me indignó el crimen cometido contra la inocencia de la infancia a través de la llamada operación Peter Pan.

Ante la falacia propagada acerca de la supuesta privación de la patria potestad, miles de niños fueron enviados hacia lo desconocido. Muchos de ellos padecieron las ásperas condiciones de los orfanatos. La gran mayoría quedó marcada para siempre por una experiencia traumática.

Me concierne la política porque tengo que discernir la verdad en un planeta amenazado por la depredación, por la supresión de la diversidad cultural, por la propagación del racismo, por el arranque doctrinal contra los derechos de la mujer, por la imposición de una filosofía basada en el todo vale, por el ascenso de ideas sustentadas por sectas fanáticas, por la reivindicación de las dictaduras que asolaron buena parte de Nuestra América en nombre de una falsa versión de democracia. Seguir leyendo POR QUÉ ME CONCIERNE LA POLÍTICA. GRAZIELLA POGOLOTTI

LOS MISIONEROS QUE PREDICAN LA RESTAURACIÓN CAPITALISTA EN CUBA (III). ABEL PRIETO

Los “nostálgicos” de La Habana de los 50

MISIONEROS 1

ABEL PRIETO

ABEL 1Muchos de los misioneros procapitalistas cultivan la “nostalgia” por una espléndida Cuba prerrevolucionaria que nunca existió. Se han especializado en la Habana de los 50, ciudad de hoteles fastuosos, cubierta de luces, con cabarets, música, casinos, con una vida nocturna digna de las grandes capitales del mundo, con un turismo VIP proveniente de Hollywood. Es la Habana rebosante de eso que llaman “glamour”, es decir, de seducción, de encanto irresistible.

Graziella Pogolotti se refirió en su columna semanal de Juventud Rebelde a “La Habana combatiente” y recordó a aquellos jóvenes, muy jóvenes (la mayoría no había cumplido 20 años), que fueron salvajemente torturados y asesinados por los cuerpos represivos de Batista, precisamente en “los dorados 50”. Esos crímenes, nos dice Graziella, formaban parte del rostro oculto de la Habana, desconocido por los turistas que venían los fines de semana a clubes y casinos.

Los “nostálgicos”, por supuesto, no recuerdan la ciudad ensangrentada por la tiranía. Tampoco recuerdan la masa de indigentes, mendigos, niños hambrientos, sin escuelas ni hogar. Ni los prostíbulos. Ni la droga. Ni la presencia de la Mafia.

Esos “padrinos”, por cierto, se aliaron con el dictador y sus acólitos y con poderosos empresarios yanquis para convertir la Habana en lo que sería después las Vegas. En esta ciudad no iba a quedar en pie nada de valor patrimonial, nada de lo que ha restaurado amorosamente Eusebio; porque iban a convertirla sin remedio en una Disneylandia de ruletas, póker, bacará (tan frecuente en la saga de James Bond), blackjack, máquinas “tragamonedas”, letreros de neón, prostitutas, prostitutos y todo lo que pueda desear un pervertido con dinero.

Por eso dije en un tuit (y lo repito ahora) que a la Habana la salvó la Revolución. Por muchos viejos edificios que haya que reconstruir, hoy tenemos una ciudad “a escala humana”, como decía Lezama, que no ha sufrido la agresión del boom inmobiliario propiciado por el lavado de dinero y no dirigido a solucionar los problemas de la gente. El hecho es que los mafiosos tuvieron que mudarse con sus proyectos a las Vegas. El auge de las Vegas, de la llamada “ciudad del pecado”, se debe al triunfo de 1959. Esto no es en lo absoluto una idea mía. Varios investigadores (en especial Enrique Cirules) han demostrado hasta la saciedad el destino funesto que se estaba tejiendo para nuestra capital.

La manipulación de la historia de Cuba por los misioneros procapitalistas va más allá. Algunos han pretendido “lavar” la imagen de una criatura tan abominable como Batista. Cada una de esas maniobras requiere ser desmontada con argumentos, con pruebas, con razones. Dejémosle a ellos el insulto. No tienen nada más.

Fuente: EL VUELO DEL GATO

LOS MISIONEROS QUE PREDICAN LA RESTAURACIÓN CAPITALISTA EN CUBA (I) 

LOS MISIONEROS QUE PREDICAN LA RESTAURACIÓN CAPITALISTA EN CUBA (II)

TIEMPOS DE FUNDACIÓN. GRAZIELLA POGOLOTTI

GRAZIELLA 1Con un inmenso respaldo popular, la Revolución llegó al poder libre de compromisos que la ataran a los desmanes de la política del pasado. Los tenía tan solo con el pueblo y con una historia de independencia mutilada, de inequidad y frustración de un proyecto republicano delineado en un batallar contra el dominio colonial que prosiguió en el siglo XX, a lo largo del cual se forjó un imaginario que alentaba sueños y aspiraciones.

Al arribar a los 60 años de aquella victoria y volver la mirada hacia atrás para valorar un recorrido lleno de obstáculos, la arrancada se perfila como un tiempo de fundación. El nacimiento del Icaic, el 24 de marzo de 1959, colmó muchas expectativas y contribuyó, simbólicamente, a definir el rumbo que tomaría la política cultural revolucionaria.

Las primeras salas de cine se habían abierto entre nosotros casi inmediatamente después de la aparición del nuevo invento. Aparente representación de la realidad  percibida a través del ojo de la cámara, abría las ventanas hacia un universo ilusorio.

Al principio, la imagen mítica de sus grandes días llegaba de Europa. Luego, con la Primera Guerra Mundial, su centro emisor se desplazó hacia Hollywood. Muy pronto sedujo a las grandes mayorías. Con la sustitución del silente por el sonoro apareció un sector del público que se acomodaba mejor a seguir el curso de la narración en español.

La distribución comercial sirvió entonces de base a una producción procedente de México con soporte de corrido y el perfil machista de algunos de sus personajes más reconocidos, así como de la Argentina, consecuente con la gran expansión del tango. Era, sin duda, la expresión artística que por su alcance, su capacidad innovadora y comunicativa configuraba decisivamente la cultura del siglo XX.

Nosotros, los cubanos, pertenecíamos a esa parte de la humanidad condenada, por la falta de respaldo industrial y por nuestra subalternidad dependiente y periférica, a la condición de meros receptores de historias contadas en otras partes. Las pantallas mostraban un universo ancho y, en gran medida, ajeno. Necesitábamos también reconocernos en nuestra voz, nuestra imagen, nuestra sonoridad y nuestros conflictos.

La generación nacida alrededor de los años 30 estaba poblada de cinéfilos y aspirantes a cineastas. Aparecieron los cineclubs y el cine adquirió rango académico en la escuela de verano de la Universidad de La Habana. El tema convocaba al estudio y a la formulación de un pensamiento teórico. En espera de las posibilidades de hacer, ambos fueron madurando en la década del 50.

La Revolución entregó los recursos necesarios. Había que producir con rapidez y eficiencia. Solo Tomás Gutiérrez Alea y Julio García Espinosa habían pasado por un aprendizaje en Roma. Los nuevos cineastas, directores, encargados de la fotografía, sonidistas, productores, todo el equipo técnico oculto tras el resultado final, se formaron sobre la marcha, a través de la realización de documentales y de largometrajes de ficción.

También se fue desarrollando un intenso debate intelectual, animado por el intercambio entre teoría y práctica, por el análisis de las tendencias que dominaban la contemporaneidad, por la relación entre los nuevos lenguajes y la creación artística, y por los desafíos impuestos en un proceso descolonizador.

Investigaron zonas poco exploradas de nuestra realidad, afrontaron la construcción de un relato histórico, plantearon en términos críticos los problemas que entorpecían el crecimiento de un proyecto socialista. Elaboraron, además, un pensamiento original en torno a la relación entre la obra y su destinatario, considerado factor activo en una dialéctica de la creación, nunca consumidor pasivo de un mensaje didáctico y adormecedor. Reaccionaron contra cualquier intento de subestimación del sujeto, potencialmente autocrítico, que ocupaba una butaca en la sala oscura y el que se estaba entrenando en las regiones remotas, carentes de electricidad, donde ese espectáculo estaba llegando por primera vez.

Esencialmente comprometidos con las ideas de la Revolución, se interrogaron acerca del diálogo entre cultura y sociedad con el propósito de encarrilar sus búsquedas en la misma dirección, sin acudir a fórmulas simplonas, sin eludir los desafíos de la complejidad y sin desmedro de la calidad artística.

El sexagésimo aniversario del Icaic coincide con el centenario del nacimiento de Santiago Álvarez, innovador de las fórmulas comunicativas del noticiero y el documental. En el primer caso, estábamos acostumbrados a recibir una información plana, reseña inocua del desfile de los acontecimientos. Santiago propuso al espectador un acercamiento comprometido y crítico de la realidad, mediante el empleo del montaje y de una dialéctica contrastante entre el sonido y la imagen.

El instrumental artístico de la contemporaneidad se puso al servicio del empeño por sacar al espectador de la modorra, de activar la inteligencia y la sensibilidad y hacerlo partícipe del descubrimiento del trasfondo oculto tras los sucesos más significativos de la época. La aventura del conocimiento se sustentaba en el disfrute de la obra hecha con rigor y sin concesiones.

El cine cubano se adentró en la investigación del complejo entramado de la Isla. América Latina, entendida como patria grande, fue su referente inmediato. Estableció un vínculo orgánico con los cineastas que emergían en nuestro ámbito mayor. Con esas premisas, auspició la formación de un público que, todavía hoy, seis décadas más tarde, inclina su preferencia a la obra de nuestros creadores.

Fuente: JUVENTUD REBELDE