A cambio del crimen, los asesinos recibieron 500 pesetas y ascensos
Han tenido que transcurrir nada menos que 80 años – ¡casi un siglo! – para lograr que los rostros de los asesinos de Federico García Lorca hayan sido identificados y, por fin, sus nombres sean conocidos . Un guardia civil, tres guardias de asalto, dos policías y un fascista exaltado, fueron los sicarios que acabaron con su vida. Ya se conoce cuales fueron sus biografías, que revelan que no sólo acabaron con la vida de Lorca, sino también con la de otras muchas víctimas. El autor de la investigación, Miguel Caballero, descubrió a través de un arduo su trabajo de investigación, la identidad y el rostro de los asesinos de nuestro insigne poeta.
MIGUEL CABALLERO PEREZ (*)
Desde que Gerald Brenan iniciara el camino hace ya décadas, numerosos investigadores (Penon, Vila San Juan, Couffon, Auclair, Molina Fajardo y, finalmente, Gibson) han tratado de desentrañar las claves de la muerte de García Lorca.
De todos, quien más y mejor ha documentado algunas de las incógnitas que rodean ese crimen ha sido el granadino Eduardo Molina Fajardo, quien en su libro Los últimos días de García Lorca aporta datos fundamentales sobre los postreros momentos del poeta y el lugar de su ejecución. Aparte de que nadie le negó en Granada ningún documento en razón de su posición social, Molina contó con importantes testimonios orales de personas que intervinieron en los hechos y los describieron con la confianza de contárselo a un viejo camarada de Falange Española, director del diario «Patria».
De este modo pudo recoger los relatos de varios falangistas: José María Nestares, capitán y jefe del sector militar donde se produjo el crimen; Joaquín Espigares Díaz, agricultor y panadero de Víznar, jefe de Centuria de Falange en dicha zona; Pedro Cuesta Hernández, agricultor y jefe de escuadra de Falange, que fue durante años el alcalde del pueblo granadino de Güevejar y que custodió el edificio donde el poeta paso su ultima noche y, asimismo, del masón granadino, que el investigador esconde tras las siglas A.M.de la F., detenido junto al poeta.
También colaboró el hijo de Nestares, Fernando, que entrevistaría a un desganado y reticente Ruiz Alonso. Una de las virtudes fidedignas de estas declaraciones es que fueron hechas en distintas épocas y fechas –pues cuando Molina Fajardo habló con los diversos testigos, – éstos no mantenían ningún tipo de relación entre sí y ni se habían tratado entre ellos desde el final de la Guerra Civil– y que son coincidentes en las circunstancias y hechos.
Partiendo de ahí, mi investigación consistió en comprobar documentalmente los mencionados testimonios, labor que realicé durante varios años, cotejando multitud de documentos oficiales y consultando numerosos archivos. Así quedó demostrado que las confesiones recogidas por Molina tienen un alto grado de verosimilitud. y que sus autores no mintieron cuando los entrevistó. Sin embargo, el prematuro fallecimiento del periodista dejó pendiente la identificación certera de los autores materiales de la muerte de García Lorca, aunque me dio las pistas necesarias, con ciertas confusiones, para poder llevarla a término. Y a este empeño he dedicado buena parte de mi labor, de la que puede servir de ejemplo el proceso que condujo a identificar al jefe del pelotón asesino: Mariano Ajenjo.
Molina afirma que los ejecutores formaban parte de una escuadra destacada en el sector de Víznar, perteneciente a la 30ª compañía de la Guardia de Asalto, con base en Granada, al mando de un cabo que identifica como Mariano Asenjo y natural del pueblo granadino de Jun. A partir de ahí, inicié una laboriosa búsqueda, sin ningún éxito, entre las personas mayores de esa localidad que pudieran conocerle y en el cementerio. Sin embargo, tuve mejor suerte con los libros del Registro Civil y encontré la partida de su matrimonio, en 1915, con una mujer de Jun, lo que demostraba que se llamaba Mariano Ajeno Moreno y era natural del pueblo toledano de Huerta de Valdecarábanos. Conocido su verdadero y completo nombre, procedí a comprobar si había sido guardia de asalto y, tras confirmarlo con su familia, una consulta de su propio expediente personal, conservado en la Dirección Geneal de Policía, demostró inequívocamente que era el jefe del pelotón que asesinó a Lorca en la fecha en que fue fusilado el poeta, en la madrugada que va del día 16 al 17 de agosto.
ANTONIO BENAVIDES, presumía de haber sido el que mató a Lorca.
Pesquisas semejantes me llevaron a descubrir y comprobar la identidad de los restantes miembros del grupo que acabó con la vida del poeta, así como la de quienes le condujeron de Granada a Víznar y le vigilaron en sus últimas horas.
Cabe añadir que las lápidas de los cementerios, convenientemente rastreadas, me aportaron indicios clave para poner rostro y seguir la peripecia, tras la Guerra Civil, de los asesinos de Lorca y de otras tantas personas inocentes que reposan forzosamente en las fosas de Víznar y Alfacar.
Asimismo, conservo un listado oficial bastante completo de los participantes en aquellas matanzas selectivas, ocurridas entre julio y diciembre de 1936, período álgido por el número de asesinatos. Los verdugos, unos voluntarios y otros forzados, recibieron un premio en metálico de 500 pesetas y un ascenso en el escalafón del cuerpo de la Guardia de Asalto y Seguridad, posteriormente conocida como Policía Armada y de Tráfico.
(*) MIGUEL CABALLERO PÉREZ, es autor del libro Las trece últimas horas en la vida de García Lorca, Madrid, editorial La Esfera.
El lector recordará quizá la noticia por lo fortuito de las circunstancias que la estamparon en los periódicos. Un memorioso ciudadano residente en Barcelona se reencontró con su imagen de adolescente en una de las 3.000 fotografías inéditas de Robert Capa que sobre la Guerra de España se descubrieron en México en enero de 2008. Solo tenía Xavier Camps 15 años cuando se encaramó a la carlinga de un avión alemán abatido en los Jardinets de Gràcia. Le acompañan en la foto sus amigos de aquel mes de enero de 1939, cuando la capital catalana vivía los dramáticos estertores del conflicto.
Xavier Camps
El rescate de esa imagen perdida en la que se identificó su protagonista me recordó la imposibilidad de rememoración que tuvieron los abuelos y padres republicanos durante el franquismo. Entonces solo cabía la versión única del bando vencedor y con esa falsa perspectiva histórica crecieron y fueron adoctrinadas varias generaciones de españoles, hasta que, con la agonía de la dictadura primero y durante la transición democrática después, pudimos elegir otras interpretaciones, unas más objetivas que otras, que permitieron un mayor y mejor conocimiento del conflicto, así como de la Segunda República y el régimen de Franco.
Es sabido que la llamada Guerra Civil española configura uno de los episodios que más bibliografía ha reportado como materia de estudio de cuantos se han sucedido a lo largo de la Historia. En los últimos años, además de una permanente continuidad en la elaboración de libros por parte de nuevos y meritorios autores, hemos asistido en nuestro país a una floración de seudo-historiadores revisionistas, apegados a una derecha mediática revanchista, que pretenden rescatar y hacer valer las razones del Movimiento Nacional para auspiciar el Golpe de Estado fascista que acabó con la Segunda República, llegando al punto de sostener como la más delirante impostura que aquel periodo histórico fue justo y necesario para desembocar en la actual monarquía constitucional y democrática.
Sin embargo, por profusa y creciente que sea la bibliografía en torno a nuestros años treinta del pasado siglo, su calado didáctico efectivo en nuestros planes de enseñanza es precario, con todo lo que implica eso de inconsciencia e irresponsabilidad, pues al pasar por alto ese pasado se corre más riesgo de que sus trágicas y traumáticas consecuencias puedan repetirse en el futuro. Es muy revelador en sentido contrario lo que comentaba en un artículo el escritor Jordi Soler a propósito de una gira por los liceos franceses para hablar de alguna de sus novelas sobre el exilio republicano en México. En lugar de un desconocimiento distante por parte de los escolares, propio del que se da en el país que fue escenario del conflicto, a Soler le sorprendieron el avisado discernimiento e interés de los alumnos, fruto sin duda de la dedicación que sus profesores han concedido a un hecho histórico clave para el entendimiento histórico del siglo XX en Europa. Seguir leyendo LA DERROTA DE LA IGNORANCIA. FÉLIX POBLACIÓN→
"Alejo Carpentier había contraído un compromiso con el dolor de España, encarnado en los niños huérfanos de Badajoz. Para dar voz a los silenciados, su tarea de hombre y de intelectual se expresó en la necesidad de informar a los cubanos. Lo hizo a través de Carteles, una revista de amplia circulación. No se valió de prédica moralizante. Diseñó lo que habría de denominar estrategia de corazón."
Era julio de 1937. Abandonada por sus aliados naturales, las democracias occidentales, la España republicana se enfrentaba a la sublevación franquista, que contaba con el respaldo de la Alemania nazi y de la Italia fascista. Allá se entrenaba la maquinaria de guerra más moderna y eficiente. Las bombas caían sobre ciudades abiertas. Dejaban un saldo atroz de muertos y heridos entre la población civil. En esas circunstancias, prestigiosísimos intelectuales de Europa y América se reunieron en Valencia con el propósito de defender la cultura de la España asediada. Entre los latinoamericanos, aparecían figuras que muy pronto ocuparían los primeros planos en nuestras letras, como los chilenos Pablo Neruda y Vicente Huidobro, el peruano César Vallejo y el mexicano Octavio Paz. Cuba estuvo representada por Juan Marinello, Nicolás Guillén, Félix Pita Rodríguez, Alejo Carpentier y Leonardo Fernández Sánchez. El Congreso se reunió en Valencia y Madrid. Al trasladarse de una a otra ciudad, calaron en lo más profundo del dolor de España. Testigo de los acontecimientos, Alejo Carpentier publicó en Carteles una serie de reportajes de fuerte impacto en la opinión pública nacional.
«Defiéndannos, ustedes que saben escribir», les había dicho una aldeana analfabeta, toda vestida de negro, rodeada por medio centenar de niños huérfanos de Badajoz. El llamado de aquella mujer sencilla resumía, con más eficiencia que mucha retórica académica, el papel que corresponde a los intelectuales. Entrenados para la comunicación, les toca ser voceros de todos aquellos que no tienen voz para convocar a la solidaridad y señalar los peligros que amenazan a nuestra especie. Ahora, sometidos a una avalancha informativa aplastante en la que todo vale, desconfiados de las ideologías y entrampados en las que se ocultan tras la falsa objetividad, son muchos los que callan.
Más allá de tendencias políticas, los intelectuales que participaron en el congreso de Valencia representaban el pensamiento más lúcido de la época. Sabían que en España se estaba dilucidando el destino de buena parte del mundo. En efecto, la República cayó en la primavera de 1939. A los pocos meses, en el otoño de ese año, se desencadenaba la Segunda Guerra Mundial. No se hablaba entonces de globalización. Pero se vivía ya en un planeta interdependiente, marcado por las rivalidades en el dominio de los mercados. Seguir leyendo LA LÓGICA DEL CORAZÓN. GRAZIELLA POGOLOTTI→
El filósofo Carlos Fernández Liria y la historiadora Silvia Casado Arenas publican una réplica exacta a la del novelista, más cruda y menos equidistante: «No miente, pero no es objetivo».
Los libros de Alfaguara y Akal, enfrentados por el relato de la Guerra Civil.
La Guerra Civil contada a los jóvenes ya tiene contestación: ¿Qué fue de la Guerra Civil? Nuestra historia explicada a los jóvenes. Un año y medio después de la aparición de la equidistante obra del novelista Arturo Pérez-Reverte, publicada por Alfaguara, aparece la contestación del filósofo Carlos Fernández Liria y la historiadora y profesora Silvia Casado Arenas, en Akal. Y las diferencias son abismales, a pesar de que la novedad es una réplica editorial al original.
Han planteado un interesante debate para caldear los escaparates de las librerías y el conocimiento de los lectores juveniles: mismo tamaño, similar estructura y extensión, una fórmula didáctica clavada. La ofensiva es llamativa a simple vista, y al abrirlos aparecen dos visiones muy enfrentadas. Una amable y otra cruda. Con el libro de Akal, la visión de Pérez-Reverte se descubre limitada a la guerra, mientras que la contestación abarca hasta nuestros días. Porque, como asegura su editor Tomás Rodríguez, “nuestra democracia es hija de esa Guerra Civil, nos guste o no”.
Cuenta el editor que cuando apareció el libro del académico reaccionaron en contra, porque su idea es mostrar que en esta guerra no hubo inocentes, que todos fueron culpables. Cada libro defiende posturas distintas: uno defiende el consenso, el otro que el consenso es inviable. “Nuestra versión obedece a la necesidad de poner en cuestión el relato establecido”, asegura Rodríguez. Carlos Fernández Liria explicó en su día a este periódico que “el libro de Pérez-Reverte no miente, pero no es objetivo por todo lo que calla”.
CONTRA LA EQUIDISTANCIA
Así que han publicado el mismo libro, pero contándolo de otra manera. Para Fernández Liria lo más peligroso es la equidistancia. “Lo que cuenta el libro de Pérez-Reverte es, en general, muy cierto. Ante todo, pretende ser equidistante, sin renunciar, desde luego, a denunciar el Golpe de Estado de Francisco Franco y sus aliados, el fascismo italiano y el nazismo alemán”, se puede leer en el prólogo. “Sin embargo, la equidistancia respecto a los acontecimientos históricos no depende tan sólo de lo que se dice. También depende de lo que no se dice”. Reclaman menos azúcar, en la revisión de los hechos. Seguir leyendo ESPAÑA: GUERRA CIVIL PARA JÓVENES: UN LIBRO RESPONDE A LA VERSIÓN DE PÉREZ-REVERTE→
A casi ochenta años del II Congreso de Intelectuales Antifascistas, efectuado en Valencia y Madrid en 1937, conviene analizar el caso del Diccionario Biográfico de la Real Academia de Historia como ejemplo fehaciente de manipulación de los hechos; esa eterna vocación de la derecha. (OG)
La obra ‘Los mitos del 18 de julio’ repasa las leyendas sobre la República y la Guerra Civil construidas ya en la misma contienda por los golpistas y rejuvenecidas en democracia por sus herederos naturales que culminaron en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de Historia.
Llegó la hora de la respuesta, de “dejar las cosas claras respecto al origen inmediato de la guerra civil” y contrarrestar el revisionismo de derechas que descalifica la República para legitimar la rebelión de militar de 1936. Todo comenzó en la primavera de 2011 cuando la Real Academia de Historia (RAH) sorprendió con la publicación de los primeros volúmenes del Diccionario Biográfico Español. Los mitos y leyendas construidos durante los años posteriores a la Guerra Civil por los golpistas y rejuvenecidos por parte de la derecha española durante la democracia se disfrazaron de verdad absoluta bajo el manto de la RAH a cargo de los Presupuestos Generales del Estado (6,4 millones de euros). Más que un diccionario, la obra pareció una burla de proporciones históricas.
La historiografía española, agraviada ante el despropósito financiado por el erario público, se puso desde el primer momento manos a la obra para desmontar las afirmaciones y falacias que el diccionario vierte. En abril vio la luz En el combate por la historia (Editorial Pasado y presente) y esta semana ha llegado a las librerías Los mitos del 18 de julio (Crítica), “uno de los mayores y más completos esfuerzos de demolición de ciertas interpretaciones sobre el golpe, y la guerra civil que sobrevino a continuación”, según escribe en el prólogo Francisco Sánchez Pérez, coordinador de la obra, en la que también participan los historiadores Fernando Puell de la Villa, Julio Aróstegui, Eduardo González Calleja, Hilari Raguer, Xosé M. Núñez Seixas, Fernando Hernández Sánchez y José Luis Ledesma.
La obra trata de sintetizar y esclarecer las razones que propiciaron que el golpe de Estado se produjera exactamente el 18 de julio, el papel que desarrollaron en la sublevación el cuerpo civil y militar, la idea revolucionaria de las izquierdas y la contrarrevolucionaria de las derechas, el peso de la defensa del catolicismo y de la nación entre los sublevados, la presunta amenaza comunista y la realidad de la España de 1936. En definitiva, un libro que planta batalla al revisionismo de derechas que descalifica la República para legitimar la rebelión militar.
Siempre que he visitado la ciudad española de Valencia, lo he hecho bajo la advocación del Segundo Congreso de Escritores en Defensa de la Cultura, o de Escritores Antifascistas, efectuado en julio de 1937. Y como yo, muchísimos otros latinoamericanos y latinoamericanas. Por eso, más allá de nuestras preferencias literarias, siempre llegamos de la mano de Alejo Carpentier, Pablo Neruda, Nicolás Guillén, Octavio Paz, Vicente Huidobro, César Vallejo, Juan Marinello, Carlos Pellicer, Félix Pita Rodríguez, y Rafael Alberti, María Teresa León, Manuel Altolaguirre, Miguel Hernández, León Felipe, André Malraux, Ilya Ehremburg y todos los que, hasta sumar más de ciento cincuenta, se dieron cita mientras llovía metralla y España se desangraba en ríos de muerte y valentía. En fin, jamás llegamos solos.
Pocas veces como durante la Guerra Civil Española, e inmediatamente después, “el paso de las ideas entre los mares” fue tan humano y acendrado; nunca como entonces caló tan hondo el sentimiento de hermandad entre los hombres y mujeres de la cultura de habla española. Nuestra identidad, forjada en siglos de lucha contra el colonialismo –sin excluir el fardo de la perenne injerencia norteamericana–, los intercambios, las negaciones y apropiaciones recíprocas; nuestra identidad, decía, creció hasta que sentimos que éramos uno frente a la extensión del páramo y la barbarie que comportaba (y comporta) el fascismo. Después fue el mundo el que volvió los ojos sobre sí mismo, y tras su despertar –ojalá que para toda la vida–, sobrevinieron las causas de Cuba y de Vietnam, que ahora pudieran llamarse Gaza, Cuba todavía, Venezuela, Argentina, Ecuador o el calvario de la globalización neoliberal, con su secuela de injusticia y la persistente impunidad del crimen y la incivilidad. Seguir leyendo DE VALENCIA Y ESPAÑA, DE LAS GUERRAS QUE SOMOS. OMAR GONZÁLEZ→
Durante los últimos 15 meses he visto asesinatos en España, cometidos por los invasores fascistas. El asesinato es diferente de la guerra. Se puede odiar la guerra y ser contrario a ella como un modo de vida cuando se lucha para defender el propio país contra un invasor y por el derecho a vivir y trabajar como un hombre libre. En este caso ningún hombre que merezca el nombre de tal concede mucha importancia a su vida porque están en juego cosas mucho más importantes.
Así pues, cuando el Messerschmitt alemán baja en picado sobre tu coche, disparando sus cuatro ametralladoras, te desvías bruscamente hacia la cuneta y saltas del coche. Te echas bajo un árbol, si hay un árbol, o dentro de una zanja, si hay una zanja, o a veces en el campo abierto. Y cuando el avión vuelve para intentar matarte de nuevo y sus balas levantan surtidores de polvo sobre tu espalda, y yaces con la boca seca. Pero te ríes del avión porque estás vivo.
No sientes odio. Es la guerra. No hay amargura cuando los fascistas intentan matarte. Porque tienen derecho a hacerlo. Incluso por error. Sin embargo, sientes cólera y odio cuando los ves asesinar. Y los ves hacerlo casi todos los días.
Los ves hacerlo en Barcelona cuando bombardean los barrios obreros desde una altura tan grande que es imposible que su objetivo sea otro que los bloques de apartamentos donde vive la población. Ves a los niños asesinados con las piernas retorcidas, los brazos doblados en direcciones absurdas y los rostros espolvoreados de yeso. Ves a las mujeres, a veces sin marcas cuando mueren por conmoción, con las caras grises y una sustancia verde brotando de sus bocas. Y odias a los asesinos italianos y alemanes que hacen esto, como no has odiado nunca. Seguir leyendo EL ASESINATO EN LA GUERRA. ERNEST HEMINGWAY→
Robert Capa (Budapest, 1913 – Thai Binh, Vietnam, 1954), pseudónimo de André Ernö Friedmann, es reconocido muy tempranamente en su carrera como el mejor fotógrafo de guerra del mundo, tal como pone de manifiesto el artículo de la revista Picture Post (núm. 10, 3 diciembre 1938) con motivo de la publicación de uno de los más sobresalientes reportajes fotográficos sobre la Guerra Civil española. Su activismo político en su juventud deviene compromiso al comprobar el enrarecimiento de las políticas culturales, sociales y económicas tanto en su país, como en Alemania, país donde se instala en 1931 y del que se marcha dos años después. Su condición de judío y su afinidad ideológica con el Partido Comunista y con las tendencias anarquistas, le impulsan a convertirse en un exiliado voluntario y a poner su incipiente oficio de reportero al servicio de la lucha antifascista. (…) Seguir leyendo ROBERT CAPA, EL FOTÓGRAFO DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (1936-1939)→