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IMPERIOS EN GUERRA. TARIQ ALÍ

TARIQ 6

6.- Imperios en guerra

En 1887, FRIEDRICH ENGELS describía con escalofriante clarividencia cómo podría ser un nuevo conflicto en Europa. Sugería que iba a ser una guerra mundial de unas características jamás vistas hasta entonces, y en ella participarían entre ocho y diez millones de soldados, que, según él:

se aniquilarán entre sí y al hacerlo arrasarán Europa como hasta ahora nunca lo ha hecho una plaga de langostas. […] La devastación provocada por la Guerra de los Treinta años se concentrará en tres o cuatro años y se extenderá por todo el continente. […] y todo acabará en una bancarrota general, en el hundimiento de los viejos Estados y su sabiduría política tradicional […] la total imposibilidad de prever cómo terminará todo ello y quién saldrá victorioso de esta contienda; tan sólo hay una consecuencia absolutamente cierta: el agotamiento general y la creación de las condiciones para la victoria final de la clase obrera.

En 1907, tras un largo debate en el Congreso de la Segunda Internacional celebrado en Stuttgart, durante el que se daba por descontado la inminencia de una guerra, el Congreso aprobó por unanimidad una resolución redactada conjuntamente por Lenin, Rosa Luxemburgo y Mártov. Como consta en las actas, la resolución fue acogida «con una ovación apoteósica, prolongada y reiterada, con particular entusiasmo por parte de la delegación francesa». Dice así:

Ante la amenaza del estallido de una guerra, el deber de las clases trabajadoras y de sus representantes parlamentarios en los países implicados, apoyados por la actividad de coordinación del Buró Socialista Internacional, consiste en hacer todos los esfuerzos posibles para evitar el estallido de la guerra por los medios que consideren más eficaces, que naturalmente variarán en función del agravamiento de la lucha de clases y el empeoramiento de la situación política general.

En caso de que la guerra estalle de todas formas, su deber es intervenir en favor de su rápida conclusión, y utilizar con todas sus fuerzas la crisis económica y política creada por la guerra para levantar a las masas y con ello acelerar la caída del dominio de la clase capitalista.

La resolución fue un compromiso entre las distintas partes. El SPD alemán se negaba a aceptar el llamamiento a una huelga general inmediata a escala europea en contra de la guerra. Algunos de los argumentos de Bebel eran realistas, pues señalaban que la guerra tenía un efecto muy perturbador en la conciencia de clase, y que una huelga general resultaba poco realista. Sin embargo, el grueso de sus argumentos tenía que ver con lo que ocurriría una vez iniciada la guerra: el deterioro de la vida familiar, la concentración en las industrias de guerra, el bloqueo a las exportaciones, etcétera. No obstante, lo que proponían Lenin, Keir Hardie y Luxemburgo era una huelga general preventiva para impedir que la guerra tuviera lugar. Puede que resultara utópico, pero nunca se intentó. Bebel clausuró oficialmente el congreso con la intención, dijo, de que la unidad de todos los delegados en contra de la inminente guerra fuese recordada «con letras de oro» como el momento cumbre de la Internacional.

Tomado de  Tariq Ali, Los dilemas de Lenin. Terrorismo, Guerra, Imperio, Amor, Revolución, Alianza Editorial, 2017. Traducción: Alejandro Pradera