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EL MONCADA ILUMINA EL DESTINO DE CUBA

cuartel moncada
Foto: Archivo de Granma

Llena de fuerzas y de energías renovadas arriba la Revolución Cubana al aniversario 67 de los hechos del Moncada, en un año cargado de retos y tensiones, al que sumó desafíos extraordinarios la pandemia de la que nos recuperamos. La firme voluntad de vencer propicia llegar con orgullo y optimismo a esta fecha, que celebraremos con la prudencia requerida ante la situación sanitaria.

Con la fe puesta en la bondad y grandeza de lo creado, ha vuelto a prevalecer la unidad del pueblo cubano, la solidaridad y la disciplina en el cumplimiento de la estrategia aprobada por el Partido, y conducida por el Gobierno y los Consejos de Defensa, en lo que ha sido determinante la fortaleza de un sistema de Salud articulado desde la comunidad, la participación del saber científico acumulado en la toma de decisiones, el trabajo de las organizaciones de masas y el oportuno seguimiento de nuestros medios de comunicación.

Enfrentamos este escenario a partir de la obra ejemplar de Fidel, quien nos formó con una vocación humanista y nos legó todo ese caudal de fuerzas integradas, e instituciones y profesionales que han vuelto a demostrar la entrega digna y la capacidad conmovedora de Cuba socialista.

Todo lo vivido es suficiente para ratificar que el 26 de Julio marcó el inicio de una nueva era en la historia cubana. Quienes no dejaron morir las ideas del Apóstol con ese colosal asalto a la segunda fortaleza militar de Cuba, junto al cuartel Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo, han reconocido que nunca sospecharon, cuando en la mañana de la Santa Ana se propusieron derrotar a la tiranía batistiana, haber llegado hasta estos días tras más de seis décadas de lucha continuada, ni siquiera cuando, en cumplimiento de la orden del Comandante en Jefe, entraron triunfantes a Santiago de Cuba el primero de enero de 1959, exactamente cinco años, cinco meses y cinco días después del Moncada.

Esos jóvenes de espíritu diferente, a puro amor de hijos y desinterés de héroes, hicieron suya la causa de los mambises que, en 1868, con Céspedes a la cabeza, iniciaron la guerra contra el yugo español; como no abandonaron el ideal de Maceo y Gómez, con quienes José Martí en 1895 retomó la gesta libertaria, hasta que la victoria fuera usurpada con la intervención norteamericana.

Ni siquiera en esas difíciles circunstancias se apagó la llama redentora, enarbolada por figuras de la talla de Baliño, Mella, Villena, Guiteras y Jesús Menéndez, entre muchos otros que no se resignaron a vivir con semejante afrenta.

Fue ese el afán que motivó a la Generación del Centenario, bajo la conducción de Fidel, a asaltar los cuarteles el 26 de julio de 1953, ­dispuesta a no tolerar, a cien años del nacimiento de Martí, los crímenes y abusos de una tiranía sangrienta totalmente subordinada a los intereses de Estados Unidos.

Luego del revés militar y del vil asesinato de muchos de sus hermanos de lucha, lograron sobreponerse a las vejaciones de la prisión, y convirtieron esta etapa en un aprendizaje fecundo. Tampoco conocieron el descanso en el exilio en México, donde prepararon la próxima y decisiva etapa de batalla tras desembarcar en el yate Granma.

También soportaron el duro golpe de Alegría de Pío y se adentraron en la Sierra Maestra para empezar la contienda guerrillera del naciente Ejército Rebelde, cuyo Comandante en Jefe, con su indiscutible liderazgo, supo forjar la unidad de todas las fuerzas revolucionarias y conducirlas a la victoria del primero de enero de 1959.

Se iniciaba entonces otra etapa que estremecería los cimientos de la sociedad cubana. Las premonitorias palabras de Fidel, expresadas el 8 de enero a su llegada a La Habana, no tardaron en hacerse realidad: «La tiranía ha sido derrocada, la alegría es inmensa y sin embargo queda mucho por hacer todavía…».

La Revolución heredó un cuadro de desgobierno, corrupción, analfabetismo, prostitución, miserias y ­desigualdades. En La historia me absolverá, Fidel denunció con cifras que no admitían réplica la dramática situación de nuestro pueblo, 55 años después de la intervención norteamericana.

A partir del cumplimiento del Programa del Moncada, el pueblo fue dueño de la tierra, las industrias y las viviendas, se alfabetizó y se construyeron escuelas y universidades, se prepararon médicos para Cuba y el mundo, y se sentaron las bases para democratizar los espacios de creación, difusión y acceso a la cultura. En esencia, se hizo realidad el profundo anhelo martiano, que preside la nueva Constitución, del culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.

La Revolución, como expresara nuestro Primer Secretario del Comité Central del Partido, General de ­Ejército Raúl Castro, puso fin a varios mitos, entre ellos, el de que no era posible construir el socialismo en una pequeña isla a 90 millas de Estados Unidos. Una Revolución que no fue consecuencia de una confrontación internacional, que no se limitó a la sustitución de un poder por otro, sino que disolvió la maquinaria represiva del régimen dictatorial y sentó las bases de una sociedad nueva, así como construyó un ejército que es el pueblo uniformado, y elaboró, para defenderse, su propia doctrina militar, la guerra de todo el pueblo.

En una comprensión que puede ser más honda, es imposible olvidar los heroicos sacrificios ante la larga lista de hechos que se han debido enfrentar, como el fomento y la organización del terrorismo de Estado mediante el sabotaje y el bandidismo financiado por el Gobierno norteamericano; la ruptura de relaciones diplomáticas por todos los países latinoamericanos, con la honrosa excepción de México; la invasión de Playa Girón; el genocida bloqueo económico, comercial y financiero; la masiva campaña mediática difamatoria contra el proceso emancipador y sus líderes, en especial contra Fidel, objetivo de más de 600 planes de atentado; la Crisis de Octubre; el secuestro y ataques a embarcaciones y aeronaves civiles, y las canalladas que han provocado el terrible saldo, hasta ahora, de 3 478 muertos y 2 099 incapacitados.

Estos últimos 62 años han estado marcados singularmente por la incesante lucha frente a los designios de 12 administraciones estadounidenses, que no han abandonado los propósitos de cambiar el orden político, económico y social que hemos elegido; apagar el ejemplo de Cuba en la región y el resto del mundo, y reinstaurar el dominio imperialista sobre nuestro archipiélago.

También recibimos el abrazo noble y generoso de muchos pueblos hermanos, al tiempo que hemos brindado nuestra solidaridad en distintas regiones, tanto en las gloriosas misiones internacionalistas como en los programas de colaboración médica, educacional, deportiva y en otras esferas, haciendo valer la altura del amor de Martí hacia la humanidad.

El pueblo heroico de ayer y de hoy, orgulloso de su historia y cultura nacionales, se fue curtiendo en difíciles frentes, y ha sabido hacer mucho con muy poco sin desalentarse. Prueba decisiva fue su tenacidad y su inconmovible firmeza durante el período especial a que nos vimos sometidos como consecuencia de la desaparición del campo socialista y de la Unión Soviética, en medio de la ola de incertidumbre y desmoralización que esos dramáticos acontecimientos generaron en buena parte de las fuerzas progresistas.

Cuando nadie en el mundo habría apostado por la supervivencia de la Revolución, este pueblo resistió y demostró que sí se puede sin hacer concesiones en sus principios éticos y humanitarios, y mereció el inestimable apoyo de los movimientos de solidaridad que nunca dejaron de creer en el ejemplo que emana de la actuación de nuestra gente.

La historia ha colocado los hechos y los protagonistas en su lugar, a pesar de que la ultraderecha en la Florida se empecine en arreciar la política de Estados Unidos contra Cuba, para beneplácito de las fuerzas más hostiles de ese gobierno.

Con el ánimo de promover rupturas generacionales y la incertidumbre para desmantelar desde dentro al socialismo, también se afanan en vender a los más jóvenes las supuestas ventajas de prescindir de ideologías y conciencia social.

Hemos dado pruebas suficientes de que el socialismo lo defendemos porque creemos en la justicia, en el desarrollo equilibrado y sostenible, en la solidaridad y en la democracia del pueblo y no en el poder del capital; repudiamos las manifestaciones de discriminación y combatimos el crimen organizado, el narcotráfico, el terrorismo, la trata de personas y todas las formas de esclavitud, y defendemos los derechos humanos de los ciudadanos.

Cuba no solo libra grandes batallas en el campo de las ideas, se enfrenta además a problemas asociados a la crisis mundial, quizá la más aguda que haya vivido la humanidad a partir de esta pandemia, a lo que se añade como invariable telón de fondo la redoblada agresividad del Gobierno de Estados Unidos, que promueve sistemáticas acciones para obstaculizar el desempeño de la economía nacional y asfixiar al pueblo.

Con el conjunto de medidas concebidas para enfrentar las actuales condiciones de la economía nacional y, sobre todo, dinamizarla, crece el desafío de comprender los alcances de esta transformación orientada además a la defensa de la soberanía y a la exploración de caminos hacia el desarrollo.

Pese a enemigos y manipuladores, pese a quienes todavía no lo entienden, el pueblo cubano hará valer otra vez, como en aquel histórico 26, la suprema fortaleza de su espiritualidad en su búsqueda incansable de un mejor país. Esa herencia conmovedora, que marca nuestros pasos desde el fervor que concita, también ilumina el porvenir de nuestra Revolución, dueña de una fuerza arrasadora en la persecución de un ideal, de la defensa infinita de la justicia y belleza colectivas.

Cuando la gesta del Moncada es presencia viva en la memoria y en el aliento renovado, Cuba cuenta con toda su gente y, muy especialmente, con la sabiduría y fuerza apasionada de sus jóvenes, en quienes habita el fulgor perenne de los que a su edad supieron derrumbar los muros de la ignominia para enaltecer el alma de la Patria.

Fuente: GRANMA

EL ODIO SIEMPRE HA SIDO EL COMBUSTIBLE PARA ESTE TIPO DE AGRESIONES. JOSÉ VILLA SOBERÓN

Lo advierte el Premio Nacional de Artes Plásticas (2008), José Villa Soberón, en diálogo con el periódico Escambray en torno al reciente acto terrorista perpetrado contra la embajada de Cuba en Washington D. C., donde la escultura concebida por el reconocido artista, también recibió el impacto de los disparos

ENRIQUE OJITO

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Obras de Villa Soberón han sido emplazadas en más de 20 naciones.

Martí sigue vigilante en el jardín, mirando hacia la Avenida 16 de Washington D. C., en el barrio Adams Morgan, siempre bulliciosa, ahora en calma por la cuarentena debido a la COVID-19. Sigue erguido, aunque un disparo haya intentado eclipsar su estatura de héroe, ahí de bronce, gracias a las manos del escultor José Villa Soberón, Premio Nacional de Artes Plásticas (2008).

Detrás, también baleados, muros, columnas y un ventanal de la mansión de estilo neoclásico marcada con el número 2630, sede de la embajada de Cuba en Estados Unidos, acto terrorista que algunos medios tratan de disfrazar como crimen de odio, cometido por un ciudadano identificado como Alexander Alazo, de 42 años, residente en Aubrey, Texas, pasadas las dos de la madrugada del 30 de abril.

—¡Dispárame si quieres, dispararme! ¡Estoy aquí! ¡Soy americano, soy yanqui!, gritó el atacante, hundido en la noche, AK-47 en mano.

A esa hora apenas había siete funcionarios en la sede diplomática. “Si esto hubiera ocurrido a mediodía hubiera habido una matanza”, expuso a la AP el embajador cubano en el país norteño, José Ramón Cabañas. A mitad de jornada habitualmente unas 50 personas, incluidos dignatarios extranjeros y otros visitantes, se encuentran en la misión.

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Oficiales del Servicio Secreto investigan en el lugar de los hechos. (Foto: AP)

EL MARTÍ DE WASHINGTON D. C.

José Villa Soberón, con creaciones desgranadas en América, Europa y África, le ha seguido el curso a la noticia del ataque a la sede de la representación de la isla caribeña en Washington D. C., donde quedó emplazada una escultura suya a José Martí el primero de julio del 2019, al conmemorarse el aniversario 130 de la salida a la luz en Nueva York, por primera vez, de La Edad de Oro.

En diálogo con Escambray, Villa Soberón sostuvo que este proyecto nació a instancias de Cabañas, cuando la Sección de Intereses de la Mayor de las Antillas en la capital estadounidense devino embajada, al restablecerse oficialmente las relaciones diplomáticas entre ambas naciones el 20 de julio del 2015.

La estatua ubicada en Washington D. C. tuvo como precedente la realizada por él con la colaboración de Gabriel Cisneros, e inaugurada en julio del 2017 en Santiago de Chile, en cuya base puede leerse la frase de Gabriela Mistral: “El mejor hombre de nuestra raza”.

“Cuando de Washington me pidieron una obra, utilicé ese modelo original; le hicimos transformaciones para que fuera más funcional en el emplazamiento en la embajada”, refiere el profesor de Escultura por varias décadas.

¿Qué referente fotográfico le sirvió de partida para realizar la escultura de la capital estadounidense?

Al menos hay dos o tres fotos en las que Martí aparece posando con las manos detrás, por ejemplo, la de Jamaica (octubre de 1892) y otra con uno de sus amigos (Fermín Valdés Domínguez, mayo de 1894 en Cayo Hueso). Ese gesto de tener las manos detrás no puedo especular que haya sido natural y común en él; pero siempre me ha resultado atractivo. Es una imagen atractiva en el sentido de que es delicada, muy personal y muy sugerente. Por eso me pareció una imagen potente, que podía expresar su personalidad. Martí era un hombre con mucho control; sin embargo, con pasión.

Martí tiene a su favor que prácticamente ha sido el tema permanente de los escultores cubanos del siglo XX. Cada generación de escultores, cada escultor importante siempre lo ha trabajado y eso vale, sirve como referente para las esculturas.

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Foto tomada a Martí en octubre de 1892 en Jamaica, referente para la escultura emplazada en Washington D. C.

Ud. sitúa a Martí en un momento histórico complejo: la organización de la Guerra Necesaria. ¿Qué rasgos de su personalidad optó por resaltar a partir de ese contexto?

Siempre me ha dado la impresión de que Martí no solo fue una persona brillante, culta, sensible; debió ser, un hombre contenido, no de acciones impulsivas, a pesar de lo difícil y la cantidad de contradicciones que tuvo que enfrentar en ese momento de su vida. Debió ser un hombre que se controlaba mucho para manejar esas situaciones complejas. Son apreciaciones, visiones que puede tener uno como artista a la hora de hacer una escultura. No soy un especialista, un estudioso de Martí; pero lo he sentido así.

En Miami, Florida, se fundió en bronce el molde original de esta obra en el taller de Lázaro Valdés y su equipo ASUbronze.

Yo conocía a Lázaro. Cuatro o cinco esculturas que he hecho para diferentes partes del mundo, las he modelado en Cuba y se las he enviado a él, que tiene un excelente taller de fundición. Nosotros enviamos el modelo hecho en resina para Washington. Yo no sabía que iba a ser con Lázaro, cuando la embajada lo contactó. Creo, incluso, que solo cobró por los materiales; fue una participación hermosa de su parte.

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Durante el acto terrorista, una bala impactó en la escultura de Villa Soberón. (Foto: AP)

Más allá del daño físico a la escultura en el ataque a la embajada, ¿cómo interpreta, desde lo simbólico, este acto contra el Maestro?

Ese es un fenómeno que merece estudiarse con profundidad. Este tipo de escultura es un arte público, que trabaja con muchos símbolos. Casi siempre cuando el odio se desencadena incontrolablemente, no sé por qué razón una de las primeras agresiones se hace contra las esculturas públicas, los símbolos. En los momentos turbios vimos muchas veces cómo se agredieron las de Lenin, cómo se han agredido en diferentes partes del mundo esculturas por ser símbolo de una ideología, de una nación. Seguir leyendo EL ODIO SIEMPRE HA SIDO EL COMBUSTIBLE PARA ESTE TIPO DE AGRESIONES. JOSÉ VILLA SOBERÓN

DIARIO DE CAMPAÑA DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS. JOSÉ MARTÍ

Ilustración de Sandor González Vilar

Día 17 de mayo de 1895

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Gómez sale, con los 40 caballos, a molestar el convoy de Bayamo. Me quedo, escribiendo con Garriga y Feria, que copian las Instrucciones Generales a los jefes y oficiales-conmigo doce hombres, bajo el teniente Chacón, con tres guardias, a los tres caminos; y junto a mí, Graciano Pérez. Rosalío, en su arrenquín, con el fango a la rodilla, me trae, en su jaba de casa, el almuerzo cariñoso: “por usted doy mi vida”. Vienen, recién salidos de Santiago, los hermanos Chacón, dueño el uno del arria cogida antier, y su hermano rubio, bachiller, y como letrado,-y José Cabrera, zapatero de Jiguaní, trabado y franco,-y Duane, negro joven, y como… en camisa, pantalón y gran cinto, y… Avalos, tímido, y Rafael Vázquez, y Desiderio Soler, de 16 años, a quien Chacón trae como hijo.- Otro hijo hay aquí, Ezequiel Morales, con 18 años, de padre muerto con las guerras. Y estos que vienen, me cuentan de Rosa Moreno, la campesina viuda que le mandó a Rabí su hijo único Melesio, de 16 años: “allá murió tu padre: ya yo no puedo ir: tú ve”. Asan plátanos, y majan tasajo de vaca, con una piedra en el pilón, para los recién venidos. Está muy turbia el agua crecida del Contramaestre,–y me trae Valentín un jarro hervido en dulce, con hojas de higo…

DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS

Ilustración: Obra de Sándor González Vilar

DIARIO DE CAMPAÑA DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS. JOSÉ MARTÍ

Día 16 de mayo de 1895

MARTÍ 1Ilustración de ChocoSale Gómez a visitar los alrededores. Antes, registro de los sacos, del Teniente Chacón, Oficial Díaz, Sargento P. Rico, que murmuran, para hallar un robo de 1/ botella de grasa.-Convicción de Pacheco, el Capitán: que el cubano quiere cariño, y no despotismo: que por el despotismo se fueron muchos cubanos al gobierno y se volverán a ir: que lo que está en el campo, es un pueblo, que ha salido a buscar quien lo trate mejor que el español, y halla justo que le reconozcan su sacrificio. Calmo,-y desvío sus demostraciones de afecto a mí, y las de todos. Marco, el dominicano: “i Hasta sus huellas!” De casa de Rosalío vuelve Gómez.-Se va libre el alcalde de La Venta; que los soldados de La Venta, andaluces, se nos quieren pasar.-Lluvia, escribir, leer.

DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS

Ilustración: Obra de Eduardo Roca (Choco)

DIARIO DE CAMPAÑA DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS. JOSÉ MARTÍ

Día 15 de mayo de 1895

MARTÍ 1Ilustración de Ernesto RancañoLa lluvia de la noche, el fango, el baño en el Contramaestre: la caricia del agua que corre: la seda del agua. A la tarde viene la guerrilla: que Masó anda por la Sabana, y nos lo buscan: traen un convoy, cogido en la Ratonera. Lo vacían a la puerta: lo reparte Bellito: vienen telas, que Bellito mide al brazo: tanto a la escolta,-tanto a Pacheco, el capitán del convoy, y la gente de Bellito,-tanto al Estado Mayor: velas, una pieza para la mujer de Rosalío, cebollas y ajos, y papas y aceitunas para Valentín.

Cuando llegó el convoy, allí, el primero Valentín, al pie, como diciendo, ansioso. Luego, la gente alrededor. A ellos, un galón de “vino de composición para tabaco”,- más vino dulce: Que el convoy de Bayamo sigue sin molestar a Baire, repartiendo raciones. Lleva once prácticos, y Francisco Diéguez entre ellos : “Pero él vendrá: él me ha escrito: lo que pasa es que en la fuerza teníamos a los bandidos que persiguió él, y no quiere venir, los bandidos de EL, Brujito, el muerto de Hato del Medio”.- Y no hay fuerzas alrededor con que salirle al convoy, que va con 500 hombres. Rabí,-dicen-atacó el tren de Cuba en San Luis, y quedó allá.-De Limbano hablamos, de sobremesa: y se recuerda su muerte, como la contó al práctico de Mayarí, que había acudido a salvarlo, y llegó tarde. Limbano iba con Mongo, ya deshecho, y llegó a casa de Gabriel Reyes, de mala mujer, a quien le había hecho mucho favor: le dio las monedas que llevaba; la mitad para su hijo de Limbano y para Gabriel la otra mitad, a que fuera a Cuba, a las diligencias de su salida y el hombre volvió, con la promesa de 2,000 pesos, que ganó envenenando a Limbano. Gabriel fue al puesto de la guardia civil, que vino, y disparó sobre el cadáver, para que apareciera muerto de ella. Gabriel vive en Cuba, acusado de todos los suyos: su ahijado le dijo: “Padrino, me voy del lado de usted, porque usted es muy infame”.-Artigas, al acostarnos pone grasa de puerco sin sal sobre una hoja de tomate, y me cubre la boca del nacido.

DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS

Ilustración: Obra de Ernesto Rancaño

DIARIO DE CAMPAÑA DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS. JOSÉ MARTÍ

MARTÍ 1Ilustración de Roberto FabeloSale una guerrilla para La Venta, el caserío con la tienda de Rebentoso, y el fuerte de 25 hombres. Mandan, horas después, al alcalde; el gallego José González, casado en el país, que dice que es alcalde a la fuerza, y espera en el rancho de Miguel Pérez, el pardo que está aquí de cuidador, barbero. Escribo, poco y mal, porque estoy pensando con zozobra y amargura. ¿Hasta qué punto será útil a mi país mi desistimiento? Y debo desistir, en cuanto llegase la hora propia, para tener libertad de aconsejar, y poder moral para resistir el peligro que de años atrás preveo, y en la soledad en que voy, impere acaso, por la desorganización e incomunicación que en mi aislamiento no puedo vencer, aunque, a campo libre, la revolución entraría, naturalmente, por su unidad de alma, en las formas que asegurarían y acelerarían su triunfo.-Rosalío va y viene, trayendo recados, leche, cubiertos, platos: ya es prefecto de Dos Ríos. Su andaluza prepara para un enfermo una purga de higuereta, de un catre le hace hamaca, le acomoda un traje: el enfermo es José Gómez, granadino, risueño, de franca dentadura: “Y usted, Gómez, cómo se nos vino para acá? Cuénteme, desde que vino a Cuba.” “Pues yo vine hace dos años, y me rebajaron, y me quedé trabajando en el Camagüey. Nos rebajaron así a todos, para cobrarse nuestro sueldo, y nosotros de lo que trabajábamos vivíamos. Yo no veía más que criollos, que me trataban muy bien: yo siempre vestí bien, y gané dinero, y tuve amigos: de mi paga en dos años, sólo alcancé doce pesos.-Y ahora me llamaron al cuartel, y no sufrí tanto como otros, porque me hicieron cabo; pero aquello era maltratar a los hombres, que yo no lo podría sufrir, y cuando un oficial me pegó dos cocotazos, me callé y me dije que no me pegaría más: y me tomé el fusil y las cápsulas, y aquí estoy.” Y a caballo, en su jipijapa y saco pardo, con el rifle por el arzón de su potranca, y siempre sonriendo.-Se agolpan al rancho, venideros de la Sabana, de Hato del Medio, los balseros que fueron a preguntar si podían arrear la madera: vuelven a Cauto del Embarcadero, pero no a arrearla: prohibidos, los trabajos que den provecho, directo o indirecto, al enemigo. Ellos no murmuran: querían saber: están preparados a salir con el comandante Contiño.-Veo venir a caballo, a paso sereno bajo la lluvia, a un magnífico hombre, negro de color, con gran sombrero de ala vuelta, que se queda oyendo, atrás del grupo y con la cabeza por sobre él. Es Casiano Leyva, vecino de Rosalío, práctico por Guamo, entre los triunfadores el primero, con su hacha potente: y al descubrirse le veo el noble rostro, frente alta y fugitiva, combada al medio, ojos mansos y firmes, de gran cuenca; entre pómulos anchos, nariz pura; y hacia la barba aguda la pera canosa: es heroica la caja del cuerpo, subida en las piernas delgadas: una bala, en la pierna: él lleva permiso de dar carne al vecindario; para que no maten demasiada res. Habla suavemente; y cuanto hace tiene inteligencia y majestad. El luego irá por Guamo .-Escribo las instrucciones generales a los jefes y oficiales.

DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS

Ilustración: Obra de Roberto Fabelo

DIARIO DE CAMPAÑA DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS. JOSÉ MARTÍ

Día 13 de mayo de 1895

MARTÍ 1foto-inc3a9dita-de-josc3a9-martc3ad-580x7792Esperaremos a Masó en lugar menos abierto, cerca de Rosalfo, en casa de su hermano. Voy aquietando: a Bellito, a Pacheco, y a la vez impidiendo que me muestren demasiado cariño. Recorremos de vuelta los potreros de ayer, seguimos Cauto arriba, y Bellito pica espuelas para enseñarme el bello estribo, de copudo verdor, donde, con un ancho recodo al frente se encuentran los dos ríos: el Contramaestre entra allí al Cauto. Allí, en aquel estribo, que da por su fondo a los potreros de la Travesía, ha tenido Bellito campamento: buen campamento: allí arboleda oscura, y una gran ceiba. Cruzamos el Contramaestre, y, a poco, nos apeamos en los ranchos abandonados de Pacheco. Aquí. fue cuando esto era monte, el campamento de Los Ríos, donde O’Kelly se dio primero con los insurrectos, antes de ir a Céspedes-Y hablamos de las tres Altagracias- Altagracia la Cubana, donde estuvimos.-Altagracia de Manduley.-Y Altagracia la Bayamesa.-De sombreros: “tanta tejedora que hay en Holguín”.-De Holguín, que es tierra seca, que se bebe la lluvia, con sus casas a cordel y sus patios grandes, “hay mil vacas paridas en Holguín”.- Me buscan hojas de zarza, o de tomate, para untarlas de sebo, sobre los nacidos. Artigas le saca flecos a la jáquima que me trae Bellito.-Ya está el rancho barrido: hamacas, escribir; leer; lluvia; sueño inquieto.

DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS

DIARIO DE CAMPAÑA DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS. JOSÉ MARTÍ

Día 12 de mayo de 1895

MARTÍ 1jose-marti4De La Travesía a La Jatía, por los potreros, aún ricos en reses, de La Travesía, Guayacanes y La Vuelta. La yerba ya es espesa, con la lluvia continua. Gran pasto, y campo, para caballería. Hay que echar abajo las cercas de alambre, y abrir el ganado al monte, o el español se lo lleva, cuando ponga en La Vuelta el campamento, al cruce de todos estos caminos. Con barrancas como las del Cauto asoma el Contramaestre, más delgado y claro y luego lo cruzamos y bebemos. Hablamos de hijos: con los tres suyos está Teodosio Rodríguez, de Holguín: Artigas trae el suyo: con los dos suyos de 21 y 18 años, viene Bellito. Una vaca pasa rápida, mugiendo dolorosa y salta el cercado: despacio viene a ella, como viendo poco, el ternero perdido; y de pronto, como si la reconociera, se enarca y arrima a ella, con la cola al aire, y se pone a la ubre: aún muge la madre.-La Jatía es casa buena, de cedro y de corredor de zinc, ya abandonada de Agustín Maysana, español rico; de cartas y papeles están los suelos llenos. Escribo al aire, al Camagüey, todas las cartas que va a llevar Calunga, diciendo lo visto, anunciando el viaje, al Marqués, a Mola, a Montejo.-Escribo la circular prohibiendo el pase de reses, y la carta a Rabí. Masó anda por la sabana con Maceo, y le escribimos: una semana hemos de quedamos por aquí, esperándolo.-Vienen tres veteranos de las Villas, uno con tres balazos en el ataque imprudente a Arimao, bajo Mariano Torres,- y el hermano, por salvarlo, con uno: van de compra y noticias a Jaguaní: Jaguaní tiene un fuerte, bueno, fuera de la población, y en la plaza dos tambores de mampostería, y los otros dos sin acabar, porque los carpinteros, que atendían a la madera desaparecieron: y así dicen: “vean como están estos paisanos, que ni pagados quieren estarse con nosotros”.-Al acostarnos, desde las hamacas, luego de plátano y queso, acabado lo de escribir, hablamos de la casa de Rosalío, donde estuvimos por la mañana, al café a que nos esperaba él, de brazos en la cerca. El hombre es fornido, y viril, de trabajo rudo, y bello mozo, con el rostro blanco ya rugoso, y barba negra corrida.- “Aquí tienen a mi señora”, dice el marido fiel, y con orgullo: y allí está en su túnico morado, el pie sin medias en la pantufla de flores, la linda andaluza, subida a un poyo, pilando el café. En casco tiene alzado el cabello por detrás, y de allí le cuelga en cauda: se le ve sonrisa y pena. Ella no quiere ir a Guantánamo, con las hermanas de Rosalío: ella quiere estar “donde esté Rosalío”. La hija mayor, blanca, de puro óvalo, con el rico cabello corto abierto en dos y enmarañado, aquieta a un criaturín huesoso, con la nuca de hilo, y la cabeza colgante, en un gorrito de encaje: es el último parto. Rosalío levantó la finca; tiene vacas, prensa quesos: a lonjas de a libra nos comemos su queso, remojado en café: con la tetera, en su taburete, da leche Rosalío a un angelón de hijo, desnudo, que muerde a los hermanos que se quieren acercar al padre: Emilia de puntillas, saca una taza de la alacena que ha hecho de cajones-, contra la pared del rancho. 0 nos oye sentada; con su sonrisa dolorosa, y alrededor se le cuelgan sus hijos.-

DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS

DIARIO DE CAMPAÑA DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS. JOSÉ MARTÍ

Día 11 de mayo de 1895

MARTÍ 1A más allá, en la misma Travesía, a casa menos fangosa. Se va Miró, con su gente. Llegando a pronto. A Rosalío Pacheco; que sirvió en toda la guerra, y fue deportado a España en la Chiquita; y allá casó con una andaluza, lo increpa reciamente Gómez-Pacheco sufre, sentado en la camilla de varas al pie de mi hamaca.-Notas, conversación continúa sobre la necesidad de activar la guerra, y el asedio de las ciudades.

DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS

DIARIO DE CAMPAÑA DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS. JOSÉ MARTÍ

Día 10 de mayo de 1895

MARTÍ 1Gomez MartíDe Altagracia vamos a La Travesía. – Allí volví a ver de pronto, a la llegada, el Cauto, que ya venía crecido, con su curso ancho en lo hondo, y a los lados, en vasto declive, los barrancos. Y pensé de pronto, ante aquella hermosura, en las pasiones bajas y feroces del hombre. Al ir llegando, corrió Pablo una novilla, negra, de astas nacientes, y la echan contra un árbol, donde, a vueltas, le van acortando la soga. Los caballos, erguidos, resoplan: les brillan los ojos. Gómez toma del cinto de un escolta el machete, y abre un tajo, rojo, en el muslo de la novilla. – “Desjarreten esa novilla!” Uno, de un golpe, la desjarreta, y se arrodilla el animal, mugiendo: Pancho, al oír la orden de matar, le mete, mal, el machete por el pecho, una vez y otra: tuno, más certero, le entra hasta el corazón; y vacila y cae la res, y de la boca sale en chorro la sangre. Se la llevan arrastrando. Viene Francisco Pérez, de buen continente, enérgico y carirredondo, capitán natural de sus pocos caballos buenos, hombre sano y seguro. Viene el capitán Pacheco, de cuerpo pequeño, de palabra tenaz y envuelta, con el decoro y la aptitud abajo: tomó un arria, sus mismos cubanos le maltrataron la casa y le rompieron el burén, “yo no he venido a aspirar, sino a servir a la patria”, pero habla sin cesar y como a medias, de los que hacen y de los que no hacen, y de que los que hacen menos suelen alcanzar más que el que hace, “¡pero él sólo ha venido a servir a la patria!” “i Mis polainas son éstas!“, – las pantorrillas desnudas: el pantalón a la rodilla, los borceguíes de vaqueta: el yarey, amarillo y púrpura. Viene Bellito, el coronel Bellito de Jaguaní, que por enfermo había quedado acá. Lo adivino leal, de ojo claro de asalto, valiente en hacer y en decir. Gusta de hablar su lengua confusa, en que, en las palabras inventadas, se le ha de sorprender el pensamiento. “La revolución murió por aquella infamia de deponer a su caudillo.” “Eso llenó de tristeza el corazón de la gente.” “Desde entonces empezó la  revolución a volver atrás.” “Ellos fueron los que nos dieron el ejemplo”,-ellos, los de la Cámara .-Cuando Gómez censura agrio las rebeliones de García, y su cohorte de consejeros: Belisario Peralta, el venezolano Barreto, Bravo y Senties, Fonseca, Limbano Sánchez y luego Collado,-Bello habla dándose paseos, como quien espía al enemigo, o lo divisa, o cae sobre él, o salta de él. “Eso es lo que la gente quiere: el buen carácter en el mando.” “No, señor, a nosotros no se nos debe hablar así, porque no se lo aguanto a hombre nacido.” “Yo he sufrido por mi patria cuanto haiga sufrido el mejor General.” Se encara a Gómez, que lo increpa porque los oficiales dejan pasar a Jaguaní las reses que llevan pase en nombre de Rabí.-“Los que sean; y además ésa es la orden del jefe, y nosotros tenemos que obedecer a nuestro jefe.” “Ya sé que eso está mal, y no debe entrar res; pero el menor tiene que obedecer al mayor.” Y cuando Gómez dice: “Pues lo tienen a usted bueno con lo de Presidente. Martí no será Presidente mientras yo esté vivo”: y enseguida, “porque yo no sé qué le pasa a los Ptes., que en cuanto llegan ya se echan a perder, excepto Juárez, y eso un poco y Washington”.-Bello, animado, se levanta, y da dos o tres brincos, y el machete le baila a la cintura: “Eso será a la voluntad del pueblo”: y murmura: “Porque nosotros,-me dijo otra vez, acodado a mi mesa con Pacheco,-hemos venido a la revolución para ser hombres, y no para que nadie nos ofenda en la dignidad de hombre”.- En lluvias, jarros de café, y plática de Holguín y Jaguaní llega la noche. Por noticias de Masó esperamos. ¿Habrá ido a la concentración con Maceo? Miró a oscuras, roe en la púa una paloma rabiche.-Mañana mudaremos de casa.

DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS

 

DIARIO DE CAMPAÑA DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS. JOSÉ MARTÍ

Día 9 de mayo de 1895

José MartíMARTÍ 1Adiós a Banderas,-a Moncada,-al fino Carvajal que quisiera irse con nosotros, a los ranchos donde asoma la gente, saludando con los yareyes : “¡ Dios los lleve con bien, mis hermanos!” Pasamos sin que uno solo vuelva a ella los ojos, junto a la sepultura. Y a poco andar, por el hato lodoso se sale a la sabana, y a unos mangos al fondo: es Baraguá: son los mangos, aquellos dos troncos con una sola copa, donde Martínez Campos conferenció con Maceo. Va de práctico un mayaricero que estuvo allí entonces: “Martínez Campos lo fue a abrazar, y Maceo le puso el brazo por delante, así: ahí fue que tiró el sombrero al suelo. Y cuando le dijo que ya Garcia había entrado, viera el hombre cuando Antonio le dijo: ‘¿quiere usted que le presente a Garcia?‘: García estaba allí, en ese monte; todo ese monte era de cubanos no más. Y de ese lado había otra fuerza, por si venían con traición.” De los llanos de la protesta salimos al borde alto, del rancho abandonado, de donde se ve el brazo del rio, aún seco ahora, con todo el cauce de yerbal y los troncos caídos cubiertos de bejuco, con flores azules y amarillas, y luego de un recodo, la súbita bajada: “¡ Ah, Cauto-dice Gómez,-cuánto tiempo hacia que no te veía!” Las barrancas feraces y elevadas penden, desgarradas a trechos, hacia el cauce, estrecho aún, por donde corren,  turbias y revueltas, las primeras lluvias.

De suave reverencia se hincha el pecho, y cariño poderoso, ante cual vasto paisaje del río amado. Lo cruzamos, por cerca de una ceiba, y, luego del saludo a una familia mambí, muy gozosa de vernos, entramos al bosque claro, de sol dulce, de arbolado ligero, de hoja acuosa. Como por sobre alfombra van los caballos, de lo mucho del césped. Arriba el curujeyal da al cielo azul, o la palma nueva, o el dagame que da la flor más fina, amada de la abeja, o la guásima, o la jatía. Todo es festón y hojeo, y por entre los claros, a la derecha, se ve el verde del limpio, a la otra margen, abrigado y espeso. Veo allí el ateje, de copa alta y menuda, de parásitas y curujeyes; el caguairán, “el palo más fuerte de Cuba”, el grueso júcaro, el almácigo, de piel de seda, la jagua, de hoja ancha, la preñada güira, el jigüe duro, de negro corazón para bastones, y cáscara de curtir, el jubabán, de fronda leve, cuyas hojas, capa a capa, “vuelven raso el tabaco”, la caoba, de corteza brusca, la quiebrahacha, de tronco estriado, y abierto en ramos recios, cerca de las raíces, (el caímitillo y el cupey y la picapica) y la yamagua, que estanca la sangre:-A Cosme Pereira nos hallamos en el camino, y con él a un hijo de Eusebio Venero, que se vuelve a anunciarnos a Altagracia. Aún está en Altagracia Manuel Venero, tronco de patriotas, cuya hermosa hija Panchita murió, de no querer ceder, al machete del asturiano Federicón. Con los Venero era muy íntimo Gómez, que de Manuel osado hizo un temido jefe de guerrilla, y por Panchita sentía viva amistad, que la opinión llamaba amores. El asturiano se llevó la casa un día y en la marcha iba dejando a Panchita atrás, y solicitándola y resistiendo ella.- “¿Tú no quieres porque eres la querida de Gómez?” Se irguió ella, y él la acabó, con su propia mano.-Su casa hoy nos recibe con alegría, en la lluvia oscura y con buen café.- Con sus holguineros se alberga allí Miró, que vino a alcanzarnos al camino: de aviso envió a Pancho Díaz, mozo que por una muerte que hizo se fue a asilar a Montecristi, y es práctico de ‘ríos, que los cruza en la cresta, y enlazador, y hoceador de puercos, que mata a machetazos. Miró llega, cortés en su buen caballo: le veo el cariño cuando me saluda: él tiene fuerte habla catalana; tipo fino, barba en punta y calva, ojos vivaces. Dio a Guerra su gente, y con su escolta de mocetones subió a encontrarnos.-‘Venga, Rafael.“-Y se acerca, en su saco de nípe amarillo, chaleco blanco, y jipijapa de ala corta a la oreja, Rafael Manduley, el Procurador de Holguín, que acaba de salir al campo. La gente, bien montada, es de muy buena cepa. Jaime Muñoz, peinado al medio, que administra bien, José González, Bartolo Rocaval, Pablo García, el práctico astuto sagaz, Rafael Ramírez, Sargento primero de la guerra, enjuto, de bigotillo negro, Juan Oro, Augusto Feria, alto y bueno, del pueblo, cajista y de letra, Teodorico Torres, Nolasco Peña, Rafael Peña, Luis Pérez, Francisco Díaz, Inocencio Sosa, Rafael Rodríguez,-Y Plutarco Artigas, amo de campo, rubio y tuerto, puro y servicial: dejó su casa grande, su bienestar, y “nueve hijos de los diez que tengo, porque el mayor me lo traje conmigo”. Su hamaca es grande, con la almohadilla hecha de manos tiernas; su caballo es recio, y de lo mejor de la comarca; él se va lejos, a otra jurisdicción, para que de cerca “no lo tenga amarrado su familia”: y “mis hijitos se me hacían una piña alrededor y se dormían conmigo”. Aún vienen Miró y Manduley henchidos de su política local; a Manduley “no le habían dicho nada de la guerra”, a él que tiene fama de erguido, y de autoridad moral; trae espejeras: iba a ver a Masó “y yo, que alimentaba a mis hijos científicamente; quién sabe lo que comerán ahora”. Miró, de gesto animado y verbo bullente, alude a su campaña de siete años en La Doctrina de Holguín, y luego en El Liberal de Manzanillo que le pagaban Calvar y Beattie, y donde les sacó las raíces a los “cuad.ilongos”, a los “astures”, a “la malla integrista “. “Dejó hija y mujer, y ha paseado, sin mucha pelea, su caballería de buena gente por la comarca”. Me habla de los esfuerzos de Gálvez, en la Habana, para rebajar la revolución: del grande odio con que Gálvez habla de mí, y de Juan Gualberto: “a usted, a usted es a quien ellos le temen “: “a voz en cuello decían que no vendría usted, y eso es lo que los va ahora a confundir”.-Me sorprende, aquí como en todas partes, el cariño que se nos muestra, y la unidad de alma, a que no se permitirá condensación, y a la que se desconocerá, y de la que prescindirá, con daño, o por lo menos el daño de demora, de la revolución, en su primer año de ímpetu . El espíritu que sembré, es el que ha cundido, y el de la Isla, y con él, y guía conforme a él, triunfaríamos brevemente, y con mejor victoria, y para paz mejor. Preveo que, por cierto tiempo al menos, se divorciará a la fuerza a la revolución de este espíritu, – se le privará del encanto y gusto, y poder de vencer de este consorcio natural, – se le robará el beneficio de esta conjunción entre la actividad de estas fuerzas revolucionarias y el espíritu que las anima. – Un detalle: Presidente me han llamado, desde mi entrada al campo, las fuerzas todas, a pesar de mi pública repulsa, y a cada campo que llego, el respeto renace, y cierto suave entusiasmo del general cariño, y muestras del goce de la gente en mi presencia y sencillez. -Y al acercarse hoy uno: Presidente, y sonreír yo: “No me le digan a Martí Presidente: díganle General: él viene aquí como General: no me le digan Presidente”. “¿Y quién contiene el impulso de la gente, General?“; le dice Miró: “eso les nace del corazón a todos”. “Bueno: pero él no es Presidente todavía: es el Delegado”. – Callaba yo, y noté el embarazo y desagrado en todos, y en algunos como el agravio. – Miró vuelve a Holguín, de Coronel; no se opondrá a Guerra: lo acatará: hablamos de la necesidad de una persecución activa, de sacar al enemigo de las ciudades, de picarlo por el campo, de cortarle todas las proveedurías, de seguirle los convoyes. Manduley vuelve también, no muy a gusto, a influir en la comarca que lo conoce, a ponérsele a Guerra de buen consejero, a amalgamar las fuerzas de Holguín e impedir sus choques, a mantener el acuerdo de Guerra, Miró y Feria. -Dormimos, apiñados, entre cortinas de lluvia. Los perros, ahítos de la matazón, vomitan la res. Así dormimos en Altagracia. – En el camino, el único caserío fue Arroyo Blanco: la tienda vacía: el grupo de ranchos: el ranchero barrigudo, blanco, egoísta, con el pico de la nariz caído entre las alas del poco bigote negro: la mujer, negra: la vieja ciega se asomó a la puerta, apoyada a un lado, y en el báculo amarillo el brazo tendido: limpia, con un pañuelo a la cabeza: “¿Y los patipeludos matan gente ahora?” Los cubanos no me hicieron nadita a mí nunca, – no señor.

DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS

ÓSCAR CHÁVEZ, EL HERMANO GRANDE. LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO

Autodefinido como fidelista a muerte, tuvo por el comandante gran admiración. Para él, Castro fue un líder fuera de serie, que rompió el molde. Apoyó con todo a la Revolución cubana.
ÓSCAR CHÁVEZ 3
luis hernández navarro 3Óscar Chávez fue una figura nodal en la formación de una cultura crítica de masas y en la educación sentimental de varias generaciones. Mantuvo vivo el cancionero popular mexicano. Recuperó y difundió las canciones de nuestras tres grandes revoluciones sociales. Escribió o interpretó melodías de culto en las luchas sociales de los últimos 50 años.

A lo largo de su trayectoria como cantautor, desde sus primeras tocadas en el movimiento estudiantil de 1968 hasta sus recitales con los zapatistas en Oventic o los grandes conciertos en el Auditorio Nacional, forjó un público transgeneracional masivo y leal, integrado por gente de su edad y por sus nietos y bisnietos.

Óscar nació en la colonia Portales en 1935, vivió en Ixmiquilpan y Puebla y creció en Santa María la Ribera. Creció escuchando a su padre que, aunque nunca se dedicó profesionalmente al canto, en la bohemia era un buen intérprete de música tradicional mexicana, trova yucateca y cubana, y ritmos colombianos.

Arrancó su carrera artística estudiando teatro en la escuela de Bellas Artes, en la academia del maestro Seki Sano y en la UNAM. Participó en obras experimentales tanto como actor o director, en radioteatro, telenovelas y cine. Su papel como El Estilos, en el filme Los caifanes, lo inmortalizó. Hizo cabaret político entre 1970 y 1979 en La Edad de Oro y el Café Corona, cuando la ciudad tenía una agradable y rica vida nocturna.

Rompió con la Asociación Nacional de Actores (ANDA) y fue parte del Sindicato de Actores Independientes (SAI) que dirigió su primo y amigo entrañable Enrique Lizalde. Sus integrantes armaron una buena remambaramba para depurar y democratizar el gremio. Cuando la aventura del SAI llegó a su fin, asfixiada por el autoritarismo gubernamental, se negó a regresar a las filas de la ANDA, que nunca le perdonó la afrenta y le cerró cuanto espacio de actuación pudo. Su congruencia tuvo un gran costo para él, porque le quitaron la posibilidad de actuar en palenques y en otros foros.

En 1963 grabó Herencia lírica mexicana, su primer disco de una lista de cerca de 90. Desde ese momento, comenzó, a través de su obra, un alucinante viaje por la historia de México y América Latina. Recuperó y difundió las canciones de nuestras tres grandes revoluciones sociales (Independencia, Reforma e Intervención Francesa y la de 1910-17). Hizo un vinilo completamente dedicado a Benito Juárez. Musicalizó a José Martí y le cantó a Genaro Vázquez Rojas, a Salvador Allende, a Chiapas y a los pueblos indios que resisten con dignidad.

Se zambulló de lleno en la parodia política. Fuera de la disputa (en la tipología de Federico Arana) entre fans del folklorito venceremos y seguidores del huaraches de ante azul, Óscar desarrolló un estilo propio, más allá de la canción testimonial.

“El dinero –decía– impone lo que se toca, lo que se difunde. Lo hace en todo. Lo hace en la radio, en la televisión, en el cine, en la literatura, en todo. El dinero pone las reglas. Para mucha gente creativa en nuestro continente, esto es muy difícil. Es doble trabajo.” Sin embargo, a pesar de ello, produjo una obra vastísima al margen de las presiones comerciales.

Su apuesta fue transmitir y mantener viva una larga tradición musical que viene de siglos atrás. Este legado fue su raíz y su fuente. “Esto de la canción de protesta o testimonial –explicaba– es una gran tradición en nuestro país. He cantado parodias políticas que se cantaban en el virreinato. Los versos del poeta popular, que era el negrito José Vasconcelos, son críticas a los virreyes y a los gobernantes. Es impresionante. Uno no está inventando nada. Ya existe” (https://bit.ly/2xvmDY2).

A lo largo de su carrera, tuvo varias escaramuzas con el poder. Su disco Mariguana fue censurado durante un tiempo, a pesar de que el material que lo integra son piezas tradicionales mexicanas. La canción Mariguana, por ejemplo, se escribió para criticar a Antonio López de Santa Anna, a quien el autor de Por ti definía como nuestro mejor vendedor.

Óscar creía que, aunque la canción no transforma las cosas, es una herramienta, un arma muy poderosa, muy importante para informar, para opinar, para hablar bien, para hablar mal e incluso para insultar y también para burlarte.

Militante de la Liga Leninista Espartaco de José Revueltas, al lado de Eduardo y Enrique Lizalde, Chávez fue, a lo largo de su vida, solidario con las causas más justas. Autodefinido como fidelista a muerte, tuvo por el comandante gran admiración. Para él, Castro fue un líder fuera de serie, que rompió el molde. Apoyó con todo a la Revolución cubana.

Fue solidario desde los primeros días de levantamiento armado con el EZLN. Sigo apoyándolos, sigo creyendo en ellos. Me merecen mucho respeto. Me merecen más respeto que muchos políticos a los que no les tengo ninguno, decía. En 2018 fue promotor de la iniciativa para incorporar a Marichuy a la boleta electoral como vocera del Concejo Indígena de Gobierno y firme opositor a la construcción del Tren Maya.

En reciprocidad, recibió el cariño y reconocimiento de indios y rebeldes. En 2000, los zapatistas lo llamaron hermano grande. A raíz de su muerte, el Congreso Nacional Indígena saludó su vida solidaria y sus sueños que se atreven a imaginar justicia y hacerla mensaje y música. La vida –decía apenas hace unos meses– hay que vivirla hasta que lo permita la energía. Lo de más es lo de menos. Así lo hizo.

Twitter: @lhan55

Fuente:LA JORNADA

DIARIO DE CAMPAÑA DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS. JOSÉ MARTÍ

Día 8 de mayo de 1895

MartíMARTÍ 1A trabajar, a una altura vecina, donde levantan el nuevo campamento: ranchos de troncos, atados con bejuco, techados con palma. – Nos limpian un árbol, y escribimos al pie. – Cartas a Miró: -de G., como a Coronel, seguro de que ayudará “al Brigadier Ángel Guerra, nombrado Jefe de Operaciones”, – mía, con el fin de que, sin desnudarle el pensamiento, vea la conveniencia y justicia de aceptar y ayudar a Guerra. -Miró hace de árbitro de la comarca, como Coronel. Guerra sirvió los 10 años, y no le obedecería. -Cartas a prominentes de Holguín, y circulares: – a Guadalupe Pérez, acaudalado, – a Rafael Manduley, procurador, – a Francisco Frexes, abogado. – En la mesa, sin rumbo, funge el consejo de guerra de Isidro Tejera, y Onofre y José de la 0. Rodríguez: los pacíficos dijeron parte del terror en que pusieron al vecindario: el capitán Juan Peña y Jiménez. – Juan el Cojo, que sirvió “en las tres guerras”, de una pierna sólo tiene el muñón, y monta a caballo de un salto, – oyó el susto a los vecinos, y vio las casas abandonadas, y define que los tres le negaron las armas, y profirieron amenazas de muerte. – El consejo, enderezado de la confusión, los sentencia a muerte. Vamos al rancho nuevo, de las alas bajas, sin paredes. – José Gutiérrez, el corneta afable que se lleva Paquito, toca a formación. Al silencio de las filas traen los reos; y lee Ramón Garriga la sentencia, y el perdón. Habla Gómez de la necesidad de la honra en las banderas: “ese criminal ha manchado nuestra bandera”. Isidro, que venía llorando, pide licencia de hablar: habla gimiendo, y sin idea, que muere sin culpa, que no le dejarán morir, que es imposible que tantos hermanos no le pidan el perdón. Tocan marcha. Nadie habla. El gime, se retuerce en la cuerda, no quiere andar. Tocan marcha otra vez, y las filas siguen, de dos en fondo. Con el reo implora Chacón y entre rifles, empujándolos. Detrás, solo, sin sus polainas, saco azul y sombrero pequeño, Gómez -Otros atrás, pocos, y Moncada, – que no ve al reo, ya en el lugar de muerte, llamando desolado, sacándose el reloj, que Chacón le arrebata, y tira en la yerba…manda Gómez, con el rostro demudado, y empuña su revólver, a pocos pasos del reo. Lo arrodillan, al hombre, espantado, que aún, en aquella rapidez, tiene tiempo, sombrero en mano, para volver la cara dos o tres veces. A dos varas de él, los rifles bajos. iApunten!, dice Gómez: iFuego! Y cae sobre la yerba muerto. -De los dos perdonados, – cuyo perdón aconsejé y obtuve, -uno, ligeramente cambiando de color pardo, no muestra espanto, sino sudor frío: otro, en sus cuerdas por los codos, está como si aún se hiciese atrás, como si huyese el cuerpo, ido de un lado lo mismo que el rostro, que se le chupó y desencajó.-El, cuando les leyeron la sentencia, en el viento y las nubes de la tarde, sentados los tres por tierra, con el pie en el cepo de varas, se apretaba con la mano las sienes. El otro, Onofre, oía como sin entender, y volvía la cabeza a los ruidos. “El Brujito”, el muerto, mientras esperaba el fallo, escarbaba, doblado, la tierra, – o alzaba de repente el rostro negro, de ojos pequeños y nariz hundida de puente ancho. – El cepo fue hecho al vuelo: una vara recia en tierra, otra más fina al lado, atada por arriba, – y clavada abajo de modo que deje paso estrecho al pie preso. – “El Brujito”, decían luego, era bandido de antes: “puede usted jurar, decía Moncada, que deja su entierro de catorce  mil pesos.”

Sentado en un baúl, en el rancho, alrededor de la vela de cera, Moncada cuenta la última marcha de Guillermo moribundo; cuando iba a la cita con Masó. A la prisión entró Guillermo sano, y salió de ella delgado, caído, echando sangre en cuajos a cada tos. Un día, en la marcha, se sentó en el camino, con la mano en la frente: “me duele el cerebro”; y echó a chorros la sangre, en cuajos rojos. -“Estos son de la pulmonía” -decía luego Guillermo, revolviéndolos; – “y éstos, los negros, son de la espalda.” Zefí cuenta, y Gómez, de la fortaleza de Moncada. “Un día, dice, lo hirieron en la rodilla, y se le montó un hueso sobre el otro, así”, y se puso al pecho un brazo sobre otro: “no se podía poner los huesos en lugar, y entonces, por debajo de los brazos lo colgamos, en aquel rancho más alto que éste, y yo me abrace a su pierna, y con todas mis fuerzas me dejé descolgar, y el hueso volvió a su puesto, y el hombre no dijo palabra.” Zefí es altazo, de músculo seco: “y me quedo de bandido en el monte si quieren otra vez acabar esto con infamias”. “Una cosa tan bien plantificada como está, dice Moncada, y andar con ella trafagando”. – Se queja él, con amargura, del abandono y engaño en que tenía a Guillermo, Urbano Sánchez. -Guillermo, ansioso siempre de la compañía blanca: “le digo que en Cuba hay una división horrorosa”. Y se le ve el recuerdo rencoroso en la censura violenta a Mariano Sánchez, cuando en el Ramón de las Yaguas abogó porque se cumpliese al Teniente rendido la palabra de respetarle las armas, y M. que se veía con escopeta, y otros más, quería echarse sobre los 60 rifles.-“¿Y usted quién es, dice N. que le dijo M., para dar voto en esto? “-Y G. expresa la idea de que M. “no tiene cara de cubano, por más que usted me lo diga,-y dispénseme”. Y de que el padre anda fuera, y mandó al hijo adentro, para estar a la vez en los dos campos. Mucho vamos hablando de la necesidad de picar al enemigo aturdido, y sacarlo sin descanso a la pelea,-de cuajar con la pelea el ejército revolucionario desocupado, -de mudar campos como éste, de 400 hombres, que cada día aumentan y comen en paz y guardan 300 caballos, en fuerza más ordenada y activa, que: “yo, con mis escopetas y mis dos armas de precisión, sé cómo armarme”, dice Banderas: Banderas, que pasó allá abajo el día, en su hamaca solitaria, en el rancho fétido.

DIARIO DE CAMPAÑA DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS. JOSÉ MARTÍ

Día 7 de mayo de 1895

jamaica_martiMARTÍ 1De Jagua salimos, y de sus mambises viejos y leales, por el Mijial. En el Mijial, los caballos comen la piña forastera, y de ella, y de cedros hacen tapas, para galones. A César le dan agua de hojas de guanábana, que es pectoral bueno, y cocimiento grato. En el camino nos salió Prudencio Bravo, el guardián de los heridos, a decirnos adiós. Vimos a la hija de Nicolás Cedeño, que habla contenta, y se va con sus 5 hijos a su monte de Holguín. Por el camino de Barajagua – “aquí se peleó mucho”, “todo esto llegó a ser nuestro” -vamos hablando de la guerra vieja. Allí, del monte tupido de los lados, o de los altos y codos enlomados del camino, se picaban a las columnas, que al fin, cesaron: por el camino se va a Palma y a Holguín. Zefí dice que por ahí trajo él a Martínez Campos, cuando vino a su primera conferencia con Maceo: “El hombre salió colorado como un tomate, y tan furioso que tiró el sombrero al suelo, y me fue a esperar a media legua.” Andamos cerca de Baraguá. Del camino salimos a la sabana de Pinalito, que cae, corta al arroyo de las Piedras, y tras él, a la loma de La Risueña, de suelo rojo y pedregal, combada como un huevo, y al fondo graciosas cabezas de monte, de extraños contornos: un bosquecillo, una altura que es como una silla de montar, una escalera de lomas. Damos de lleno en la sabana de Vio, concha verde, con el monte en torno, y palmeras en él, y en lo abierto un cayo u otro, como florones, o un espino solo, que da buena leña: las sendas negras van por la yerba verde, matizada de flor morada y blanca. A la derecha, por lo alto de la sierra espesa, la cresta de pinos. Lluvia recia. Adelante va la vanguardia, uno con la yagua a la cabeza otro con una caña por el arzón, o la yagua en descanso, o la escopeta. El alambre del telégrafo se revuelca en la tierra. Pedro pasa, con el portabandera desnudo, – una vara de…: A Zefí, con la cuchara de plomo en la cruz de la bandolera, le cose la escarapela el ala de atrás. A Chacón, descalzo, le relumbra, de la cintura a la rodilla, el pavón del rifle. A Zambrana, que se hala, le cuelga por la cadera el cacharro de hervir. Otro, por sobre el saco, lleva una levita negra. Miro atrás, por donde vienen, de cola de la marcha, los mulos y los bueyes, y las tercerolas de retaguardia, y sobre el cielo gris veo, a paso pesado, tres… Y uno, como poncho, lleva por la cabeza una yagua. Por la sabana que sigue, por Hato del Medio, famosa en la guerra, seguimos con la yerba ahogada del aluvión, al campamento, allá detrás de aquellas pocas reses. “Aquí, me dijo Gómez, nació el cólera, cuando yo vine con doscientas armas y 4,000 libertos, para que no se los llevasen los españoles, y estaba esto cerrado de reses, y mataron tantas, que del hedor se empezó a morir la gente, y fui regando la mancha con cadáveres: 500 cadáveres dejé en el camino a Tacajó.” Y entonces me cuenta lo de Tacajó, el acuerdo entre Céspedes y Donato Mármol. Céspedes, después de la toma de Bayarno desapareció. Eduardo Mármol, culto y funesto, aconsejó a Donato, la dictadura. Felix Figueredo pidió a Gómez que apoyase a Donato, y entrase en lo de dictadura, a lo que Gómez le dijo que ya lo había pensado hacer, y lo hacía, no por el consejo de él, sino para estar dentro, y de adentro impedirlo mejor: “Sí, decía Félix, porque a la revolución le ha nacido una víbora.” “Y lo mismo era él”, me dijo Gómez. De Tacajó envió Céspedes a citar a Donato a conferencia cuando ya Gómez estaba con él, y quiso Gómez ir primero, y enviar luego recado. Al llegar donde Céspedes, como Gómez se venía con la guardia que halló como a un cuarto de legua, creyó notar confusión y zozobra en el campamento, hasta que Marcano salió a Gómez que le dijo: “Ven acá, dame un abrazo”. – Y cuando los Mármol llegaron, a la mesa de cincuenta cubiertos, y se habló allí de la diferencia, desde las primeras consultas se vio que, como Gómez, los demás opinaban por el acatamiento a la autoridad de Céspedes. “Eduardo se puso negro. ” “Nunca olvidare el discurso de Eduardo Arteaga: El sol, dijo, con todo su esplendor, suele ver oscurecida su luz por repentino eclipse; pero luego brilla con nuevo fulgor, más luciente por su pasajero oscurecimiento: así ha sucedido al sol Céspedes.” Habló José Joaquín Palma. “¿Eduardo? Dormía la siesta un día, y los negros hacían bulla en el batey. Mandó callar, y aún hablaban. ‘¿Ah, no quieren entender?’ Tomó el revólver, -él era muy buen tirador: y hombre al suelo, con una bala en el pecho. Siguió durmiendo.“- Ya llegamos, a son de corneta, a los ranchos, y la tropa formada bajo la lluvia, de Quintín Banderas. Nos abraza, muy negro, de bigote y barbija, en botas, capa y jipijapa, Narciso Moncada, el hermano de Guillermo: i“Ah, solo que falta un número!” Quintín, sesentón, con la cabeza metida en los hombros, troncudo el cuerpo, la mirada baja y la palabra poca, nos recibe a la puerta del rancho: arde de la calentura: se envuelve en su hamaca: el ojo, pequeño y amarillo, parece como que le viene de hondo, y hay que asomarse a él: a la cabeza de su hamaca hay un tamboril. Deodato Carvajal es su teniente, de cuerpo fino, y mente de ascenso, capaz y ordenada: la palabra, por afinarse, se revuelve, pero hay en él método y mando, y brío para su derecho y el ajeno: me dice que por él recibía mis cartas Moncada. Narciso Moncada, verboso y fornido, es de bondad y pompa: “en verbo de licor, no gasto nada”: su hermano está enterrado – “más abajo de la altura de un hombre, con planos de ingeniero, donde solo lo sabemos unos pocos, y sí, yo me muero, otro sabe, y si ese se muere, otro, y la sepultura siempre se salvará”. “ ¡Y a nuestra madre, que nos la han tratado como si fuera la madre de la patria!” ‘Dominga Moncada ha estado en el Morro tres veces: y todo porque aquel General que se murió la llamó para decirle que tenía que ir a proponerles a sus hijos, y ella le dijo: Mire, General, si yo veo venir a mis hijos, por una vereda, y lo veo venir a V. por el otro lado, les grito: huyan, mis hijos, que este es el general español.” A caballo entramos al rancho, por el mucho fango de afuera, para podernos desmontar, y del lodo y el aire viene hedor, de la mucha res que han muerto cerca: el rancho, gacho, está tupido de hamacas. A un rincón, en un cocinazo, hierven calderos. Nos traen café, ajengibre, cocimiento de hojas de guanábana. Moncada, yendo y viniendo, alude al abandono en que dejó Quintín a Guillermo. – Quintín me habla así: “y luego tuvo el negocio que se presentó con Moncada, o lo tuvo el conmigo, cuando me quiso mandar con-Masó, y pedí mi baja”. Carvajal había hablado de las decepciones sufridas por Banderas. Ricardo Sartorius, desde su hamaca, me habla de Purnio, cuando les llegó el telegrama falso de Cienfuegos para alzarse: me habla de la alevosía con su hermano Manuel, a quien Miró hurtó sus fuerzas, y “forzó a presentarse”: “le iba esto”, la garganta. -Vino Calunga, de Masó, con cartas para Maceo: no acudirá a la cita de M. muy pronto, porque está amparando una expedición del Sur, que acaba de llegar. Se pelea mucho en Bayamo. Está en armas Camagüey. Se alzó el Marqués, y el hijo de Agramonte. -Hiede.

DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS

DIARIO DE CAMPAÑA DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS. JOSÉ MARTÍ

Día 5 de mayo de 1895

Marti y MaceoMARTÍ 1Maceo nos había citado para Bocucy, adonde no podemos llegar a las 12, a la hora que nos cita. Fue anoche el propio, a que espere en su campamento. Vamos, con la fuerza da. De pronto, unos jinetes. Maceo, con un caballo dorado, en traje de holanda gris: ya tiene plata la silla, airosa y con estrellas. Salió a buscarnos, porque tiene a su gente de marcha; al ingenio cercano, a Mejorana, va Maspon a que adelanten almuerzo para cien. El ingenio nos ve como de fiesta: a criados y trabajadores se les ve el gozo y la admiración: el amo, anciano colorado y de patillas, de jipijapa y pie pequeño, trae vermouth, tabacos, ron, malvasía. “Maten tres, cinco, diez, catorce gallinas.” De seno abierto y chancletas viene una mujer a ofrecernos aguardiente verde, de yerbas: otra trae ron puro. Va y viene el gentío. De ayudante de Maceo lleva y trae, ágil y verboso, Castro Palomino. Maceo y G. hablan bajo, cerca de mí: me llaman a poco, allí en el portal: que Maceo tiene otro pensamiento de gobierno: una junta de los generales con mando, por sus representantes, – y una Secretaría General: -la patria, pues, y todos los oficios de ella, que crea y anima al ejército, como Secretaría del Ejército. Nos vamos a un cuarto a hablar. No puedo desenredarle a Maceo la conversación: “pero V. se queda conmigo o se va con Gómez?” Y me habla, cortándome las palabras, como si fuese yo la continuación del gobierno leguleyo, y su representante. Lo veo herido – “lo quiero – me dice – menos de lo que lo quería”- por su reducción a Flor en el encargo de la expedición, y gasto de sus dineros. Insisto en deponerme ante los representantes que se reúnan a elegir gobierno. No quiere que cada jefe de operaciones mande el suyo, nacido de su fuerza: él mandará los cuatro de Oriente: “dentro de 15 días estarán con Ud.– y serán gentes que no me las pueda enredar allá el doctor Martí”. -En la mesa, opulenta y premiosa, de gallina y lechón, vuélvese al asunto: me hiere, y me repugna: comprendo que he de sacudir el cargo, con que se me intenta marcar, de defensor ciudadanesco de las trabas hostiles al movimiento militar. Mantengo, rudo: el Ejército, libre, – y el país, como país y con toda su dignidad representado. Muestro mi descontento de semejante indiscreta y forzada conversación, a mesa abierta, en la prisa de Maceo por partir. Que va a caer la noche sobre Cuba, y ha de andar seis horas. Allí cerca, están sus fuerzas: pero no nos lleva a verlas: las fuerzas reunidas de Oriente-Rabí, de Jiguaní, Busto, de Cuba, las de José, que trajimos. A caballo, adiós rápido. “Por ahí se van Uds.” – y seguimos, con la escolta mohína; ya entrada la tarde, sin los asistentes, que quedaron con José, sin rumbo cierto, a un galpón del camino, donde no desensillamos. Van por los asistentes: seguimos, a otro rancho fangoso, fuera de los campamentos, abierto a ataque. Por carne manda G, al campo de José: la traen los asistentes. Y así, como echados, y con ideas tristes, dormimos.

Faltan las hojas correspondientes al 6 de mayo.

DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS

DIARIO DE CAMPAÑA DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS. JOSÉ MARTÍ

A 125 años de que José Martí, Apóstol de la Independencia de Cuba, cayera en combate, publicamos nuevamente su diario de campaña. Queremos recordarlo vivo, cabalgando hacia la inmortalidad. Desde hoy, 4 de mayo, hasta el próximo día 19, revisitaremos diariamente sus últimos pasajes vitales y lo acompañaremos en su mirada amorosa a la tierra que lo vio nacer. Hoy Martí es gloria y aliento de todas las cubanas y cubanos dignos. Vive en su pueblo y en la Humanidad. Va en nosotros y jamás permitiremos que conozca la muerte. (OG)

Dia 4 de mayo de 1895

José MartíMARTÍ 1Se va Bryson. Poco después, el consejo de guerra de Masabó. Violo y robó. Rafael preside, y Mariano acusa. Masabó sombrío, niega: rostro brutal. Su defensor invoca nuestra llegada, y pide merced. A muerte. Cuando leían la sentencia, al fondo del gentío un hombre pela una caña. Gómez arenga.  “Este hombre no es nuestro compañero: es un vil gusano.”

Masabó, que no se ha sentado, alza con odio los ojos hacia él. Las fuerzas, en gran silencio, oyen y aplauden: “¡Que viva!” Y mientras ordenan la marcha, en pie queda Masabó, sin que se le caigan los ojos, ni en la caja del cuerpo se vea miedo: los pantalones, anchos y ligeros, le vuelan sin cesar, como a un viento rápido. Al fin van, la caballería, el reo, la fuerza entera, a un bajo cercano; al sol.Grave momento, el de la fuerza callada, apiñada. Suenan los tiros, y otro más,y otro de remate. Masabó ha muerto valiente. “Cómo me pongo, Coronel? ¿De frente o de espalda?” “De frente.” En la pelea era bravo.

DE CABO HAITIANO A DOS RÍOS

EL POETA WALT WHITMAN. JOSÉ MARTÍ

WHITMAN 2

“Un poeta.—Walt Whitman.—Su vida, su obra y su genio.—Una fiesta literaria en Nueva York.”
Nueva York, abril 23 de 1887.

Señor Director de La Nación:

MARTÍ 2“Parecía un dios anoche, sentado en su sillón de terciopelo rojo, todo el cabello blanco, la barba sobre el pecho, la mano en un cayado.” Esto dice un diario de hoy del poeta Walt Whitman, anciano de setenta años, a quien los críticos profundos, que siempre son los menos, asignan puesto extraordinario en la literatura de su país y de su época. Sólo los libros sagrados de la antigüedad, ofrecen una doctrina comparable por su profético lenguaje y robusta poesía, a la que en grandiosos y sacerdotales apotegmas emite, a manera de bocanadas de luz, este poeta viejo, cuyo libro pasmoso está prohibido.

¿Cómo no, si es un libro natural? Las universidades y latines han puesto a los hombres de manera que ya no se conocen; en vez de echarse unos en brazos de otros, atraídos por lo esencial y eterno, se apartan, piropeándose como placeras, por diferencias de meros accidentes como el pudín sobre la budinera, el hombre queda amoldado sobre el libro o maestro enérgico con que le puso en contacto el azar o la moda de su tiempo: las escuelas filosóficas, religiosas o literarias, encogullan a los hombres, como al lacayo la librea: los hombres se dejan marcar, como los caballos y los toros, y van por el mundo ostentando su hierro: de modo que cuando se ven delante del hombre desnudo, virginal, amoroso, sincero, potente; del hombre que camina, que ama, que pelea, que rema; del hombre que, sin dejarse cegar por la desdicha, lee la promesa de final ventura en el equilibrio y la gracia del mundo; cuando se ven frente al hombre padre, nervudo y angélico de Walt Whitman, huyen como de su propia conciencia, y se resisten a reconocer a esa humanidad fragante y superior el tipo verdadero de su especie, descolorida, encasacada, amuñecada.

Dice el diario que ayer, cuando ese otro viejo adorable, Gladstone, acababa de aleccionar a sus adversarios en el Parlamento sobre la justicia de conceder un gobierno propio a Irlanda, parecía él como mastín pujante, erguido sin rival entre la turba, y ellos a sus pies como un tropel de dogos. Así parece Whitman con su “persona natural”, con su “naturaleza sin freno en original energía”, con sus “miríadas de mancebos hermosos y gigantes”, con su creencia en que “el más breve retoño demuestra que en realidad no hay muerte”, con el recuento formidable de pueblos y razas en su “saludo al mundo”, con su determinación de “callar mientras los demás discuten, e ir a bañarse y a admirarse a sí mismo, conociendo la perfecta propiedad y armonía de las cosas”; así parece Whitman, “el que no dice estas poesías por un peso”, el que “está satisfecho, y ve, baila, canta y ríe”, el que “no tiene cátedra, ni filosofía, ni escuela”, cuando se le compara a esos poetas y filósofos canijos, filósofos de un detalle o de un solo aspecto,?poetas de aguamiel, de patrón, de libro,?figurines filosóficos o literarios!

Hay que estudiarlo, porque si no es el poeta de mejor gusto, es el más intrépido, abarcador y desembarazado de su tiempo. En su casita de madera, que casi está al borde de la miseria, luce en una ventana, orlado de luto, el retrato de Víctor Hugo; Emerson, cuya lectura purifica y exalta, le echaba el brazo por el hombro y le llamó su amigo; Tennyson, que es de los que ven las raíces de las cosas, envía desde su silla de roble en Inglaterra, tiernísimos mensajes al “gran viejo”.

Robert Buchanan, el inglés de palabra briosa, “¿qué habéis de saber de letras,—grita a los norteamericanos,—si estáis dejando correr, sin los honores eminentes que le corresponden, la vejez de vuestro colosal Walt Whitman?”. La verdad es que su poesía, aunque al principio causa asombro, deja en el alma, atormentada por el empequeñecimiento universal, una sensación deleitosa de convalescencia. Él se crea su gramática y su lógica: él lee en el ojo del buey y en la savia de la hoja: “Ese que limpia suciedades de vuestra casa, ese es mi hermano”. Su irregularidad aparente, que en el primer momento desconcierta, resulta luego ser, salvo breves instantes de portentoso extravío, aquel orden y composición sublimes con que se dibujan las cumbres sobre el horizonte.

Fuente: JOSÉ MARTÍ

CIVILIZACIÓN Y BARBARIE. GRAZIELLA POGOLOTTI

roberto-fernandez-retamar

GRAZIELLA POGOLOTTI

GRAZKIELLA 2El último número de la revista Casa de las Américas rinde homenaje a Roberto Fernández Retamar, quien fue su director durante muchos años. Contiene, entre otras cosas, una excelente selección de su poesía y de sus ensayos.

Volver a esas páginas, conocidas ayer, recién salidas del horno, me ha quemado los dedos y me ha sumergido en la tormenta de ideas que involucró a nuestra generación, a la vez que me confirmaba la vigencia de ese pensamiento en la hora actual.

Juntos recorrimos un largo camino, adquirimos conciencia generacional, compartimos peleas e instantes de angustia, perplejidad y regocijo, tanto como días de inmensa plenitud. Maestros ambos, pudimos observar el paso de las generaciones que sucedieron a la nuestra, sabedores de que ninguna es homogénea, que están definidas por el cabal entendimiento de los referentes de una época, que en cada una coexisten los indiferentes, los conformistas y los portadores de una fecunda inconformidad, volcada hacia el batallar por el mejoramiento humano.

Los jóvenes que van emergiendo son hijos de un espíritu epocal, pero también son nuestros hijos, comprometidos como estamos en contribuir a su formación y en abrir las puertas a su integración participativa en la sociedad y a la realización de sus proyectos de vida.

Estábamos a punto de licenciarnos en la Universidad cuando Fulgencio Batista perpetró el Golpe del 10 de marzo. En esa madrugada el mundo pareció derrumbarse. Por eso, en el amanecer de enero del 59, Roberto dio a conocer su poemario Vuelta de la antigua esperanza.

En las aulas, en el ámbito extracurricular de la Galería de los Mártires, en la entonces llamada Plaza Cadenas —ahora Agramonte— habíamos descubierto afinidades y diferencias, sentamos las bases de una concepción del mundo que nos situaba del lado de las ideas de izquierda, el lado del corazón. Seguir leyendo CIVILIZACIÓN Y BARBARIE. GRAZIELLA POGOLOTTI

“MARTÍ CONMIGO, CON NOSOTROS”. MIGUEL DÍAZ-CANEL BERMÚDEZ

 

Martí

MIGUEL DÍAZ-CANEL BERMÚDEZ

Presidente Díaz-CanelHe leído con placer decenas de mensajes escritos en el sitio de la Presidencia, a propósito de la convocatoria de enero para rendir justo homenaje al más universal de los cubanos. Algunos son tan hermosos que dan ganas de reproducirlos como grafitis.

Aunque sólo escriben nombres o seudónimos, no oficios ni edades, es muy reconfortante advertir que, además de numerosos martianos conocidos, son mayoría los educadores y los jóvenes interesados en hacer públicos sus sentimientos hacia Martí.

Ela, maestra de círculos, ha escrito que se emocionó mucho cuando les habló sobre Martí a niños de 5to año de vida, porque en ese momento ellos, espontáneamente, corrieron a abrazar y besar el busto junto al que ponen flores cada mañana.

Enrique, joven profesional, cuenta orgulloso que, siendo niño, representó al Apóstol en una parada martiana en su pueblo natal, Placetas y que al graduarse de la Universidad subió la bandera cubana hasta el Pico Turquino sólo para rendirle homenaje.

Como afirma Yamaris Pedraza “todo cubano tiene un Martí dentro, todos hemos leído e interpretado sus obras, pensamientos”.

¡Y cómo hay pensamientos de Martí iluminándonos! Tengo amigos memoriosos que lo citan constantemente para probar que habló de todo, que tocó todos los asuntos y que en sus escritos podemos encontrar respuestas a las preguntas más difíciles. Nuestras escuelas podrían organizar concursos para encontrar sentencias martianas útiles al crecimiento humano. Verán qué manantial de valores éticos los inundan.

A Pedro Pablo  Rodríguez, director de la edición crítica de sus Obras Completas, le escuché una vez que aquel hombre que sólo vivió 42 años, dejó un legado realmente infinito. De forma tan frecuente y constante aparecen novedades relacionadas con Martí, que su trabajo parece que no terminará nunca.

Esa obra y la que ha generado su estudio en Cuba y por todo el mundo, anda ya por las redes sociales, donde hay muchachos que lo comparten y entienden, al fin, que hay mucho Martí por conocer debajo de la prosa y el verso que los fascinan. Descubren emocionados que no es un hombre del siglo pasado sino de todos los siglos.

¿Pero eso es de Martí? preguntan muchos, asombrados de la extraordinaria vigencia de sus afirmaciones y de la universalidad de los asuntos que abordó.

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EUSEBIO LEAL: “MARTÍ ES EL SÍMBOLO DE LA VIRTUD”. WILMER RODRÍGUEZ

ENTREVISTA AL DOCTOR EUSEBIO LEAL SPENGLER SOBRE EL SER HUMANO QUE FUE JOSÉ MARTÍ

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WILMER RODRÍGUEZ: Nos encontramos en los estudios de Habana Radio, para conversar con un hombre que toda Cuba lo quiere y lo venera. Un martiano convencido, un fidelista profundo. Por eso le estamos dando la bienvenida al Doctor Eusebio Leal Spengler. Buenas noches doctor.

EUSEBIO LEAL: Buenas noches, muchas gracias.

WILMER RODRÍGUEZ: Doctor, el aniversario 167 del natalicio de José Martí, el más universal de los cubanos, un hombre que ha marcado la ruta con su herencia de la nacionalidad cubana. Un Martí que nació en La Habana, un niño que nació en esta ciudad. ¿Cómo pudiera usted imaginar aquel Martí de niño, por estas calles de La Habana Vieja?

EUSEBIO LEAL: Imaginarse un poco ese tiempo. Fue un tiempo muy violento. Los años 49, 50, 51 fueron los años de las conspiraciones anexionistas, fueron los años en que debutan en La Habana los cuerpos de voluntarios para enfrentar el movimiento de Narciso López, es la ejecución de Ramón Pintó. Son años muy complicados. Es al mismo tiempo los años donde llega a la crisis el sistema esclavista, está al borde del colapso, y al mismo tiempo a él le corresponde nacer en un hogar de inmigrantes pobres, que tiene la connotación, para mí que conozco los lugares, he estado allí, de que tanto en Canarias, en Tenerife, donde nació su madre, como en Valencia, en la calle de Cordelet, donde nació el padre, la naturaleza de la gente es muy parecida, es muy entrañable, es muy amable; y me imagino que ellos aquí trataron de adaptarse, en medio de condiciones económicas muy difíciles. Independientemente de esos retratos bonitos que aparecen del padre y de la madre, y que generalmente eran retratos cuyos ropajes eran suministrados en el estudio fotográfico, quiere decir, que ellos debieron ser personas de muy modesta condición.

Segundo, un hogar de niñas, donde el único varón es Pepe, el único varón es él. Eso tiene una connotación en esa época, una connotación económica futura para la familia; una expectativa del padre con relación a su destino, para ayudarle; un padre que era hombre de pocas luces pero de sentimientos inmensos; una madre buena y generosa, que como toda madre es absolutamente amor; pero una madre que tiene que lavar para ocho, que tiene que lavar para la calle, que tiene que cocinar, que tiene que hacer mil acciones para vivir.

Eusebio Leal en la Casa natal de José Martí

Eusebio Leal en la casa natal de José Martí

Hoy, la casa natal nos parece una cosa preciosa, pitada, arreglada, cuidada, pero es una casa de los arrabales, a 50 metros de la muralla, una casa de periferia, una casa en la cual ellos ocupaban en la planta alta un pequeño espacio.

Si hay algo que me llama la atención de la casa de Martí es la cocina, apenas cabe una persona para poder trabajar en la pequeña cocinita de la casa. Quiere decir que esa humildad y esa modestia, y esa pobreza, y la fragilidad de la salud del padre y de algunas de las niñas, marcaron un poco el destino de su niñez.

WILMER RODRÍGUEZ: Y ese destino de su niñez, de su vida, ¿iba a ser Cuba, Doctor?

EUSEBIO LEAL: Sí, sobre todo porque el papel del maestro es muy importante. Tanto José Sixto Casado, por ejemplo, que se menciona poco, como el gran maestro Rafael María de Mendive, o el contacto posible allí en el colegio de Prado, con Anselmo Suárez y Romero, y otros profesores de categoría que le dieron un sentido profundamente cubano a su naturaleza. Yo no sé por qué, me lo he preguntado muchas veces, los hijos de españoles aquí nacían ya con una forma de expresión y una forma de vida diferente, era una cosa asombrosa. Yo conozco ancianos ahora, aquí, en la Habana Vieja, que llevan 80 años en Cuba y conservan todavía el acento español, como virtud, y sin embargo los que ya nacían en Cuba nacían con el hablar cubano, y particularmente con el hablar habanero, que fue el hablar de Martí.

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