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ELISEO. GRAZIELLA POGOLOTTI

eliseo diego 2

GRAZIELLA POGOLOTTI

GRAZIELLA 1Por desidia, las palabras se amontonan en el rincón de los objetos inservibles. Allí, por desuso, se van cubriendo de herrumbre. De esa manera, los seres humanos contribuimos, devorados por la indiferencia y la ley del menor esfuerzo, a mutilar las antenas que nos comunican con nuestros semejantes, afinan el delicado temblor de la sensibilidad y favorecen el acceso al amplio horizonte del conocimiento, todo lo cual configura el perfil distintivo de la especie.  El poeta se hace cargo del vocablo herrumbroso, lo pule, lo devuelve a la vida y multiplica su significado mediante el engarce inesperado con otras imágenes. Abre nuestros sentidos a la percepción de zonas silenciadas de la realidad, nos induce a escuchar «el dulce lamentar de dos pastores» y motiva el despertar del alma dormida para recordar «cuán pronto se pasa la vida y se viene la muerte». La desidia también promueve la indiferencia ante lo hermoso del mundo que nos rodea, tanto el paisaje natural como el entorno edificado por las manos de nuestros antepasados.

Mediaba el siglo XX cuando apareció En la Calzada de Jesús del Monte. Sin demorar en tanteos promisorios, había nacido un poeta de mirada singular y en plenitud de forma expresiva. La historia de la literatura cubana sitúa a Eliseo Diego como uno de los integrantes del grupo reunido por José Lezama Lima bajo la advocación del nombre de su revista más conocida. En las circunstancias infaustas de una república neocolonial corrupta, con la independencia mutilada y sometida a los dictados del imperio, la cultura era refugio para un trabajo de creación proyectado en la espera de un porvenir en que habría de cristalizar el milagro de Cuba. Empezaron por encontrarse en el apartamento de Centro Habana de las hermanas Fina y Bella García Marruz. Recorrían las librerías de la calle Obispo.  Hicieron luego de la casa de Eliseo, en Arroyo Naranjo, ese sitio donde tan bien se estaba, el mítico lugar para el intercambio regular, acogedor de poetas, músicos como Julián Orbón y pintores como Mariano y Portocarrero. La comunidad de intereses no implicaba, sin embargo, la cancelación del sello personal de cada uno de los convocados por el magisterio de Lezama. Desde el primer momento, Eliseo emergió con voz propia. Conjuraba la angustia derivada del reconocimiento de la condición efímera de la existencia humana mediante la revelación de la maravilla escondida en las pequeñas cosas de nuestro universo inmediato. Conducida por su mano, desafiando el vacío de la página en blanco, la palabra de todos adquiere un fulgor inédito. Escribir no constituyó para él oficio o tarea. Respondió a la íntima y apremiante necesidad de explorar en lo profundo de la propia identidad y de lanzar su mensaje solitario al ruedo de una más amplia comunicación humana.

Después del triunfo de la Revolución, Eliseo Diego formó parte del equipo intelectual que diseñó el proyecto cultural desarrollado desde la Biblioteca Nacional. Su base conceptual se definía teniendo en cuenta las demandas latentes en un país que luchaba por salir del subdesarrollo. Era indispensable, por una parte, rescatar, desempolvar y ordenar la documentación patrimonial arrumbada en almacenes. Por la otra, se imponía la exigencia de dinamizar la vida cultural y favorecer el acceso de los marginados de ayer a la apropiación emancipadora del conocimiento. El polígrafo Juan Pérez de la Riva, los escritores Cintio Vitier y Fina García Marruz, venciendo el calor apabullante y la irrespirable atmósfera polvorienta, se entregaron a la cotidiana operación de salvamento. Allí estaban las fuentes de los estudios que emprendieron entonces. Argeliers León se dedicaba, junto con María Teresa Linares, a la difusión de la música. Eliseo se consagró a la gran tarea de formación de lectores.

El poeta había meditado largamente sobre el tema. En algunos de sus ensayos evocadores a veces de sus primeros años recogió parte de sus reflexiones. Supo eludir los escollos que entorpecen con frecuencia las acciones mejor intencionadas en favor del fomento de la lectura. En el punto de partida sustancial se encontraba el respeto profundo por el universo de la infancia, pródigo en imaginación castrada a menudo por una errónea concepción pedagógica, dotado así mismo de una fina sensibilidad encallecida luego por los encontronazos de la vida. Son los tesoros que debemos cuidar como se protegen los retoños de una planta en vías de crecimiento. Tiene que eludirse también la tentación de establecer falsos linderos entre lo utilitario y lo recreativo. En el comienzo de todo está la seducción de la palabra, llave maestra de la imaginación, de la creatividad, del descubrimiento innovador, de la comunicación humana, garantía por ende de la fortaleza del tejido social. El disfrute de la palabra habrá de preceder al aprendizaje de la letra.

De esos conceptos básicos emanó una práctica concreta. Un pequeño local en penumbra acogía el reino de las palabras.  Sin falsos oropeles declamatorios, la voz de la narradora iba desgranando un cuento. Para los oyentes, los vocablos se iban corporeizando en imágenes calzadas con las enormes botas del gato que edificaba la fortuna del hijo del molinero. Convocados por el «érase una vez», dimensión que rompe las coordenadas del tiempo y el espacio, afirmaba Eliseo, se descorría el telón, puerta de acceso al mundo de la maravilla. Seducidos por la palabra, una vez conquistado el dominio de la letra, los niños acudían espontáneamente a tomar en préstamo los libros de la biblioteca juvenil.

El homenaje por el centenario del nacimiento de Eliseo Diego no puede reducirse a los festejos de unos pocos días.  Su obra tiene que reinstalarse en nuestra cotidianidad para abrir los ojos al mundo y reconocer lo que somos. La patria se hace con el concurso de muchas manos, con los que siembran y producen, con los que curan, enseñan e investigan, con los que crean obras de arte, eslabones de la configuración de nuestra identidad y nutrientes de hálito vital, conocido con el nombre de alma.

Fuente: JUVENTUD REBELDE

Y NOMBRARÉ LAS COSAS, TAN DESPACIO… ELISEO DIEGO

ELISEO 5

ELISEO DIEGO

 

EL OSCURO ESPLENDOR

Juega el niño con unas pocas piedras inocentes
en el cantero gastado y roto
como paño de vieja.

Yo pregunto:
qué irremediable catástrofe separa
sus manos de mi frente de arena,
su boca de mis ojos impasibles.

Y suplico
al menudo señor que sabe conmover
la tranquila tristeza de las flores, la sagrada
costumbre de los árboles dormidos.

Sin quererlo
el niño distraídamente solitario empuja
la domada furia de las cosas, olvidando
el oscuro esplendor que me ciega y él desdeña.

 

VOY A NOMBRAR LAS COSAS

Voy a nombrar las cosas, los sonoros
altos que ven el festejar del viento,
los portales profundos, las mamparas
cerradas a la sombra y al silencio.

Y el interior sagrado, la penumbra
que surcan los oficios polvorientos,
la madera del hombre, la nocturna
madera de mi cuerpo cuando duermo.

Y la pobreza del lugar, y el polvo
en que testaron las huellas de mi padre,
sitios de piedra decidida y limpia,
despojados de sombra, siempre iguales.

Sin olvidar la compasión del fuego
en la intemperie del solar distante
ni el sacramento gozoso de la lluvia
en el humilde cáliz de mi parque.

Ni el estupendo muro, mediodía,
terso y añil e interminable.

Con la mirada inmóvil del verano
mi cariño sabrá de las veredas
por donde huyen los ávidos domingos
y regresan, ya lunes, cabizbajos.

Y nombraré las cosas, tan despacio
que cuando pierda el Paraíso de mi calle
y mis olvidos me la vuelvan sueño,
pueda llamarla de pronto con el alba.

 

ELEGÍA CON UN POCO DE AMARGURA

Ésta es otra elegía, pero
dedicada a un hombre desagradable,
vecino mío, que nunca
quiso saludarme.
No sé, por tanto, cómo se llamaba.

Cara de limón, cara de perro malo,
jamás se rebajó a mirarme
siquiera. Vivíamos
los dos en la misma calle.

Un día tras otro nos desencontrábamos.
Primero por la mañana, y luego
por la tarde.

Se murió, y,
naturalmente,
dejó de no saludarme.

Ayer lo vi venir tan él como de costumbre
y me alegró que todo fuese igual que antes.

Pero no era ni por la tarde ni por la mañana,
y en cuanto a él, tampoco era él,
como adrede.

 

ARQUEOLOGÍA

Dirán entonces: aquí estuvo
la sala, y más allá,
donde encontramos los fragmentos
de levísimo barro, el sitio
del calor y la dicha.
Luego

vendrá una pausa, mientras
el viento alisa los hierbajos
inconsolables; pero
ni un soplo habrá que les evoque
la risa, el buenas tardes,
el adiós.

 

TESTAMENTO

Habiendo llegado al tiempo en que
la penumbra ya no me consuela más
y me apocan los presagios pequeños;

habiendo llegado a este tiempo;

y como las heces del café
abren de pronto ahora para mí
sus redondas bocas amargas;

habiendo llegado a este tiempo;

y perdida ya toda esperanza de
algún merecido ascenso, de
ver el manar sereno de la sombra;

y no poseyendo más que este tiempo;

no poseyendo más, en fin,
que mi memoria de las noches y
su vibrante delicadeza enorme;

no poseyendo más
entre cielo y tierra que
mi memoria, que este tiempo;

decido hacer mi testamento.

Es este:
les dejo
el tiempo, todo el tiempo.

ISMAELILLO. DEDICATORIA. JOSÉ MARTÍ

(… para mi nieta Eirene, que leerá a Martí)

marti y su hijo

Hijo:

Espantado de todo me refugio en ti.

Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti.

Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así. Tal como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. Cuando he cesado de verte en una forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos han pasado por mi corazón.

¡Lleguen al tuyo!

ISMAELILLO PORTADILLA

 

USTED TENÍA RAZÓN, TALLET: SOMOS HOMBRES DE TRANSICIÓN. ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR

Y será por tus no pocos textos memorables –imprescindibles para saber quiénes somos y hacia dónde vamos–, y por poemas como este, que ofrezco casi de memoria, y por haber vivido la vida como tú la viviste, siempre desde y en la lealtad, querido Roberto, que no te olvidaremos nunca. Hoy hace muchísima tristeza aquí en La Habana: parte un amigo, un hermano, un maestro; mas nadie dice adiós. Te quedas en nosotros.

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ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR 

Entre los blancos a quienes, cuando son casi polares, se les ve
circular la sangre por los ojos, debajo del pelo pajizo,
Y los negros nocturnos, azules a veces, escogidos y purificados a través
de pruebas horribles, de modo que sólo los mejores sobrevivieron y
son la única raza realmente superior del planeta;
Entre los que sobresaltaba la bomba que primero había hecho
parpadear a la lámpara y remataba en un joven colgando del poste de
la esquina,
Y los que aprenden a vivir con el canto marchando vamos hacia un ideal,
y deletrean Camilo (quizá más joven que nosotros) como nosotros
Ignacio Agramonte (tan viejo ya como los egipcios cuando fuimos a
las primeras aulas);
Entre los que tuvieron que esperar, sudándoles las manos, por un trabajo,
por cualquier trabajo,
Y los que pueden escoger y rechazar trabajos sin humillarse, sin mentir,
sin callar, y hay trabajos que nadie quiere hacerlos ya por dinero, y
tienen que ir (tenemos que ir) los trabajadores voluntarios para que
el país siga viviendo;
Entre las salpicadas flojeras, las negaciones de San Pedro, de casi todos
los días en casi todas las calles,
Y el heroísmo de quienes han esparcido sus nombres por escuelas,
granjas, comités de defensa, fábricas, etcétera;
Entre una clase a la que no pertenecimos, porque no podíamos ir a sus
colegios ni llegamos a creer en sus dioses,
Ni mandamos en sus oficinas ni vivimos en sus casas ni bailamos en sus
salones ni nos bañamos en sus playas ni hicimos juntos el amor ni nos
saludamos,
Y otra clase en la cual pedimos un lugar, pero no tenemos del todo sus
memorias ni tenemos del todo las mismas humillaciones,
Y que señala con sus manos encallecidas, hinchadas, para siempre
deformes,
A nuestras manos que alisó el papel o trastearon los números;
Entre el atormentado descubrimiento del placer,
La gloria eléctrica de los cuerpos y la pena, el temor de hacerlo mal, de
ir a hacerlo mal,,
Y la plenitud de la belleza y la gracia, la posesión hermosa de una mujer
por un hombre, de una muchacha por un muchacho,
Escogidos uno a la otra como frutas, como verdades en la luz;
Entre el insomnio masticado por el reloj de la pared,
La mano que no puede firmar el acta de examen o llevarse la maldita
cuchara de sopa a la boca,
El miedo al miedo, las lágrimas de la rabia sorda e impotente,
Y el júbilo del que recibe en el cuerpo la fatiga trabajadora del día y el
reposo justiciero de la noche,
Del que levanta sin pensarlo herramientas y armas, y también un cuerpo
querido que tiembla de ilusión;
Entre creer un montón de cosas, de la tierra, del cielo y del infierno,
Y no creer absolutamente nada, ni siquiera que el incrédulo existe de
veras;
Entre la certidumbre de que todo es una gran trampa, una broma
descomunal,y qué demonios estamos haciendo aquí, y qué es aquí,
Y la esperanza de que las cosas pueden ser diferentes, deben ser
diferentes, serán diferentes;
Entre lo que no queremos ser más y hubiéramos preferido no ser, y lo
que todavía querríamos ser,
Y lo que queremos, lo que esperamos llegar a ser un día, si tenemos
tiempo y corazón y entrañas;
Entre algún guapo de barrio, Roenervio por ejemplo, que podía más que
uno, qué coño,
Y José Martí, que exaltaba y avergonzaba, brillando como una estrella;
Entre el pasado en el que, evidentemente, no habíamos estado, y por
eso era pasado,
Y el porvenir en el que tampoco íbamos a estar, y por eso era porvenir,
Aunque nosotros fuéramos el pasado y el porvenir, que sin nosotros no
existirían.
Y, desde luego, no queremos (y bien sabemos que no recibiremos)
piedad ni perdón ni conmiseración,
Quizá ni siquiera comprensión, de los hombres mejores que vendrán
luego, que deben venir luego: la historia no es para eso,
Sino para vivirla cada quien del todo, sin resquicios si es posible
(Con amor sí, porque es probable que sea lo único verdadero.
Y los muertos estarán muertos, con sus ropas, sus libros, sus
conversaciones, sus sueños, sus dolores, sus suspiros, sus grandezas,
sus pequeñeces.
Y porque también nosotros hemos sido la historia, y también hemos
construido alegría, hermosura y verdad, y hemos asistido a la luz, como
hoy formamos parte del presente.
Y porque después de todo, compañeros, quién sabe
Si sólo los muertos no son hombres de transición.

ESCRITOR FRANCISCO LÓPEZ SACHA DISERTA EN SERBIA ACERCA DE PROCESO HISTÓRICO DE LA CULTURA CUBANA

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Francisco López Sacha, escritor cubano. Foto: ARCHIVO
Belgrado, 7 jun (PL) Sabemos lo que vale la cultura, la hemos pagado con nuestra sangre, y no se la vamos a regalar al mercado, sentenció hoy el escritor cubano Francisco López Sacha en una tribuna celebrada en esta capital.

ALEJO CARPENTIER, ESCRITOR Y CIUDADANO DIPUTADO. RAMÓN CHAO

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«Setenta y cuatro años, cubano, escritor, musicólogo y diplomático, Alejo Carpentier acaba de ser galardonado con el Premio Cervantes de Literatura. El autor de El siglo de las luces o El reino de este mundo ha sido entrevistado en París por nuestro colaborador Ramón Chao, a los pocos días de haberse conocido la noticia de la concesión de dicho galardón, el más importante de la lengua castellana.

Ramón Chao: Sabemos que nació usted en La Habana, en 1904; que su madre era rusa; que su padre, arquitecto francés, emigró a Cuba a raíz del «affaire Dreyfus», «asqueado de Europa», como dijo usted en alguna ocasión. Y que sus primeros años transcurrieron en el campo.

 Alejo Carpentier: –Sí, porque, en vistas de que la enseñanza en la capital era muy mala, y que yo tenía una inteligencia bastante despierta, mi padre, que había comprado una gran propiedad en las cercanías de La Habana, me llevó al campo y me puso al frente de aquella finca, encargándome de las recolecciones, del cultivo, así como de la cría de ciertos animales. No sé si recuerda, pero al final de mi novela El reino de este mundo hay un capítulo dedicado a las ocas; pues bien: el origen de ese capítulo es que yo tuve una gran manada de ocas. Así que llevaba una vida muy sana, muy sencilla, montando a caballo siete horas por día, y de esta forma transcurrió mi infancia y mi adolescencia.

Sobre esto de la educación, mi padre tenía unas ideas muy particulares. Era un poco rousseauniano y creía que se aprendía más montando a caballo y tratando con la gente que encerrándose en las clases de los colegios. 

¿Cree usted ahora que tenía razón?

 -En gran parte, sí. Picasso dijo, en cierta ocasión, que a partir de los cinco anos de edad el hombre no hace más que repetirle, no inventa ya nada. Es una boutade, claro, pero creo que lo que más marca a un hombre son sus años de la infancia y de la primera adolescencia. Y yo estoy muy contento de haberlos vivido como los viví. Estuve en relación con los campesinos. Recuerdo que había gente extraordinaria, como unos negros que me contaban historias que habían recogido, a su vez, de sus antepasados. En particular, Viaje a la semilla es el resultado de aquellos años. Creo, además, que algunas de mis ideas actuales, o de mis puntos de vista filosóficos o políticos, deben mucho a esos años de vida en común con los hombres del campo, que podían ser analfabetos, pero que me enseñaron algunas de las cosas esenciales de la vida: el respeto de ciertos valores humanos y una visión algo así como maniqueísta de lo que es el bien y de lo que es el mal, de lo que es limpio y de lo que es sucio, de lo que es justo y de lo que es injusto. 

De todas formas, llegó el día en que tuvo que ir a estudiar a la capital.

 -Sí; en 1921. Fui a La Habana porque mi padre quería que estudiase arquitectura. Yo tenía una cultura musical bastante grande y todas las ambiciones literarias que puede tener un chico de esa edad.

Mi familia tenía una gran afición por la música. Mi padre había sido violoncellista, habiendo estudiado con Pablo Casáls, de quien guardaba un recuerdo maravilloso. Mi abuela tocaba muy bien el piano y había sido alumna de César Franck. Me contaban cómo iba ella todos los días a la iglesia de Santa Clotilde a las cinco de la mañana para tomar las lecciones con él. Mi madre era también pianista, así que pronto me dediqué a la música. Se tocaba mucho en casa; teníamos amigos músicos y yo estudié todo lo que debe aprender un estudiante de música: solfeo, armonía, orquestación, etcétera. 

O sea, que podía ser usted músico o escritor, porque ya entonces tenía una pequeña obra.

 -A los quince años escribí una pequeña novela bajo la influencia de Flaubert y de Eca de Queiroz. Ocurría en Jerusalén. en tiempos de Pilatos. Para suerte mía, permaneció inédita. Antes escribí otros cuentos inspirados en Baroja y en Anatole France. A los once años tenía una novela policíaca; y otra, imitada de Salgari. Cosa curiosa, desde mis primeros balbuceos siempre tuve la seguridad absoluta de que sería escritor.  Seguir leyendo ALEJO CARPENTIER, ESCRITOR Y CIUDADANO DIPUTADO. RAMÓN CHAO

PALABRAS DE AGRADECIMIENTO EN EL ACTO DE ENTREGA DEL PREMIO NACIONAL DE LITERATURA 2017. LUIS ÁLVAREZ ÁLVAREZ

luis álvarez

LUIS ÁLVAREZ ÁLVAREZ

Ante todo mi gratitud al jurado —Marta Lesmes, Marylín Bobes, Margarita Mateo, Enrique Pérez Díaz y Arturo Arango—, que con sobrada generosidad me ha otorgado este premio. Este reconocimiento, en estricta justicia, debo compartirlo con las diferentes editoriales que han dado acogida a textos míos, entre ellas Ácana, Letras Cubanas, Cubaliteraria, Oriente, Holguín, Casa de las Américas, Centro de Estudios Martianos, Pablo de la Torriente Brau, Matanzas, Ávila, ICAIC, Ciencias Sociales, Unión y Abril, así como también, fuera de Cuba, entre otras, Siglo XXI Editores, Fundación Ayacucho de Venezuela, Editorial Jitanjáfora de México, Editora de Furg de Brasil o las editoras de las universidades de Santiago de Compostela y de Seúl.

Asimismo hago extensivo este premio a los editores que han velado por la calidad de mi escritura: no puedo aquí nombrarlos a todos, pero al menos quiero mencionar a mi primer editor y amigo, Juan Nicolás Padrón, y también a Consuelo Muñiz, Teresa Blanco, Clara Hernández, Asela Suárez, Lincoln Capote, Maitée García, Enid Vian, Vitalina Alfonso, Sandra González y Mayelín Portales. Asimismo mi reconocimiento a los diseñadores que me han acompañado en distintos momentos de mi trabajo, como Marta Mosquera, Alejandro Escobar y Eduardo Rodríguez.

Jorge Luis Borges dijo alguna vez que estaba más orgulloso de los libros que había leído, que de los que él mismo había escrito. Hago mía esa afirmación del gran argentino, con énfasis en lo que se refiere a la cabal prosa reflexiva cubana, varios de cuyos rasgos entrañables se ven ya despuntar en Papel Periódico de la Havana, donde el P. José Agustín Caballero se atrevió a fustigar la indecible crueldad de la esclavitud practicada en la Isla.

Nos falta mucho para una justa apreciación de un género que, como el ensayo, se ha caracterizado en Cuba por sus complejas funciones histórico-culturales y un dinamismo estilístico indiscutible: a lo largo de cinco centurias, textos que originalmente fueron creados como literatura epistolar, discurso histórico, crónica periodística o incluso discurso judicial, terminaron por asumirse como ensayos trascendentales.

En tal sentido, la obra del P. Félix Varela resulta fundadora, pero no solo porque debemos considerarlo como el maestro fundamental que nos enseñó a / en pensar, sino también porque fue, es y será una guía para la meditación patriótica. Sus Cartas a Elpidio constituyen verdaderos ensayos sobre la esperanza en el futuro de Cuba, pues es obra orientada a modelar la juventud insular. Esas cartas marcan el brillante nacimiento de la prosa reflexiva nacional con una aspiración ética de gran calibre. El P. Varela sentó las bases de lo que habría de ser esencia de la gran ensayística cubana: la preocupación moral y el llamamiento a las nuevas generaciones. Varela nos legó dos metas principales: el crecimiento de la nación y la ética como componente básico para nuestra sociedad. Constituyó, pues, la ética como eje primordial para Cuba, una orientación que, más de un siglo después, Cintio Vitier analizaría intensamente en su ensayo Ese sol del mundo moral, ensayo cuyo propósito fue “señalar aquellos momentos claves en el proceso de forja de la nacionalidad que denotan un fundamento y una continuidad de raíz ética”.[1]

Arango y Parreño, fundador del ensayo económico en Cuba, halló necesario referirse a la “avidez de oro”[2], como característica distintiva de la sicología social de los sacarócratas, quienes, sin embargo, fueron también víctimas —aunque en menor medida que el pueblo más humilde, ya fuera libre o esclavo— de la entonces absurda economía española, entrampada entre un feudalismo del que no había podido librarse y un capitalismo que tampoco había logrado instalarse en la existencia peninsular. Esa entreverada e inestable economía española fue no solo un componente valorado por Arango y Parreño, sino que habría de considerarse —por él y por otros pensadores de la Isla— como inevitable detonante de los cambios diversos que se gestarían en la ideología de la Cuba colonial.

Avanzadas las primeras décadas del siglo. XIX, los intelectuales cubanos se asomaron con creciente atención al tema de la cultura, como fue el caso de José Antonio Saco, Domingo del Monte y Gaspar Betancourt Cisneros. Esto se produce como resultado de la gradual maduración del pensamiento nacional, cada vez más próximo a la comprensión de que la especificidad de la cultura es inseparable de la madurez de la sociedad y, por ende, con la defensa del derecho a la independencia económica y política, pero también con el crecimiento moral de la población. De modo que el desarrollo de la meditación sobre la cultura no se produjo como una fortuita curiosidad, sino como un factor esencial en la maduración de la conciencia cubana. Saco, que también fue continuador de ciertos perfiles cabales del pensamiento del P. Varela, analizó además problemas graves de la sicología social del cubano y a ello responde su impresionante Memoria sobre la vagancia en Cuba, la cual abordó esa nefasta conducta social no como un problema simple o secundario, sino como una cuestión vinculada con difíciles herencias culturales de España. El análisis de Saco, y su brillante correlato, la meditación de Domingo del Monte, fueron hasta hoy cimientos duraderos que, empinándose sobre la reflexión vareliana acerca de la defensa de la ética, habrían de servir también para el enorme panorama antropológico que levantaría luego Fernando Ortiz. Poco después de la labor de nuestros primeros pensadores, Antonio Bachiller y Morales se encargaría también de trazar el itinerario cultural de Cuba y de valorar, con penetración singular, el componente africano de la cultura nacional.

El siglo antepasado cerró con la arquitectura enorme del pensamiento martiano. Todo su periodismo, rápidamente devenido modelo ético para la ensayística cubana, reveló buena parte de nuestras esencias idiosincrásicas. Analizó Martí esta isla, pero con la finalidad de interpretar, remodelar y salvar —esas tres metas vitales del ensayo de gran estirpe—. La autenticidad, el predominio de lo cubano entrañable lo llevaron a una afirmación que sigue siendo válida hoy: el grave peligro que el cubano, “[…] llevado de ideas extranjerizas, y los rencores que fomentan, olvidara, esclavo de las palabras ajenas y de los libros traducidos, que el amor […] es el único modo seguro de felicidad y gobierno entre los hombres”.[3] La prosa reflexiva cubana debe mantener ese legado esencial e incluso acrecentarlo. De aquí que Fernando Ortiz profundizase en la realidad del país y en sus esencias hondamente mestizas —por hibridez no de razas, pues, como insistió el Apóstol, no las hay, sino de fértil confluencia de culturas—.  Seguir leyendo PALABRAS DE AGRADECIMIENTO EN EL ACTO DE ENTREGA DEL PREMIO NACIONAL DE LITERATURA 2017. LUIS ÁLVAREZ ÁLVAREZ

CELEBRACIÓN DE LOS PREMIO CERVANTES A ALEJO CARPENTIER Y DULCE MARÍA LOYNAZ. MIREYA CASTAÑEDA

Al novelista cubano Alejo Carpentier le otorgaron el Premio Cervantes en 1977, luego que en la primera edición el año antes lo recibiera el español Jorge Guillén. Foto: Archivo

EL azar concurrente que tan bien enunciara José Lezama Lima propició este año que un amoroso regalo filial por un aniversario de quien escribe le permitiera llegar a Alcalá de Henares, donde hace ahora 40 y 25 años, respectivamente, fueran acogidos en homenaje literario dos cubanos insignes, Alejo Carpentier y Dulce Maria Loynaz.

Conocer  la urbe cervantina, no obstante, es mas una parada obligatoria que una casualidad, pues estando a solo 30 kilómetros de Madrid hubiera sido impensable no apreciar una ciudad declarada en 1998 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) Patrimonio de la Humanidad.

En la madrileña estación de Atocha se toma el tren que rápidamente lo llevará hasta la milenaria Alcalá de Henares. A la llegada, luego de un café en un bar humorísticamente llamado La oficina, usted indefectiblemente va en busca de calles y monumentos, va en busca de historia y cultura, va en busca del recuerdo del gran novelista y la excelsa poeta.

LA UNIVERSIDAD, EL PARANINFO, EL PREMIO CERVANTES

La famosa Universidad fue construida en 1499 por el cardenal Cisneros y por sus aulas pasaron importantes personalidades. Calderón de la Barca, Francisco de Quevedo, Gaspar Melchor de Jovellanos, Lope de Vega, San Ignacio de Loyola, San Juan de la Cruz, Tirso de Molina. Y no, la Universidad no puede vanagloriarse del inmortal Cervantes.

Integrada por varios edificios, uno de los históricos es el Colegio Mayor de San Ildefonso, sede hoy del rectorado, con su  bellísima fachada renacentista, la Capilla y  el espectacular Paraninfo.

Al traspasar el pórtico usted ve directamente uno de sus famosos tres patios, ese primero el de Santo Tomás de Villanueva, uno de los más notados alumnos complutenses, y a través de él se llega al legendario Paraninfo, donde se entrega desde 1976, cada 23 de abril en conmemoración de la muerte de Miguel de Cervantes (Madrid, 1616), el Premio de Literatura más importantes en Lengua Castellana.

Hace 25 años la poeta cubana Dulce María Loynaz fue la segunda mujer y la primera latinoamericana en recibir el Premio Cervantes. La primera en 1988 fue la española María Zambrano. Foto: Juvenal Balán

ALEJO CARPENTIER Y DULCE MARÍA LOYNAZ RECIBEN EL CERVANTES  

En el muro entre el Paraninfo mismo y la Sala de Togas se han colocado las efigies en bronce de los galardonados con el Premio y allí vimos, con orgullo y emoción, la del novelista cubano Alejo Carpentier, el segundo Cervantes, de 1977, y la de la también cubana Dulce María Loynaz, la segunda mujer en recibirlo, en 1992.

Ya en el Paraninfo, ese el lugar mágico y estremecedor por excelencia, sorprende en primer lugar la techumbre de la sala, y luego, en uno de los laterales, la Cátedra o tribuna de los oradores.

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LOS DIEZ PREMIOS DE LA CRITICA LITERARIA EN CUBA

JUVENTUD REBELDE

La cinta métrica

indexLa poesía como asunto de vida o muerte que se instala en la biografía de un poeta suicida, la poesía entendida como diario devenir de quebrantos, silencios, gritos, rabia, dolor, ausencia, mucho más allá de la escritura misma y en abierta discusión con sus exigencias… La poesía como santo y seña de la pesquisa que lleva adelante el narrador de una historia donde las diversas coordenadas de una existencia —la del poeta, léase lo posible de su nombre ubicuo, Ángel Escobar— deslindan luces y sombras de una palabra herida: he ahí el firme trazado narrativo de La cinta métrica, de Efraín Rodríguez Santana, novela que a partir de aquellas demarcaciones se convierte en un audaz thriller metafísico, donde también se asiste a una novela de formación apartando los visillos en la ventana del lector. El autor logra mantener un suspense de raro pero pertinaz equilibrio en esta historia de una voz desgarrada y doliente, un destino cumplido desde la condición de poeta piel adentro. (Eugenio Marrón)

Esperando por el sol

Destaca en este conjunto de relatos titulado Esperando por el sol, de Raúl Flores Iriarte (Ediciones Matanzas), el sinsentido de una realidad, el modo un tanto rocambolesco en que los acontecimientos van llevando a los personajes de una situación a la otra, en medio de un caos que ya no intentan comprender y a través del cual fluyen como imperturbables testigos de sus propias vidas. Entre los mayores aciertos del autor están precisamente esa mirada fría, desprejuiciada, y su habilidad para construir relatos desbordantes que sin embargo logran cerrar sobre sí mismos y atrapar un sentido, una imagen reveladora, cierto orden que prevalece a pesar de la arrolladora fuerza centrífuga del absurdo. (Daniel Díaz Mantilla) Seguir leyendo LOS DIEZ PREMIOS DE LA CRITICA LITERARIA EN CUBA

ENRIQUE CIRULES: COMPROMETIDO CON LA HISTORIA Y LA MEMORIA DE CUBA. ASTRID BARNET

El escritor cubano Enrique Cirules
ASTRID BARNET / CUBARTE 

Los temas en la narrativa del escritor Enrique Cirules (Nuevitas, Camaguey, 1938) resultan inusuales. Éstos no son los acostumbrados a hurgar en los vericuetos de la vida nacional a través del lenguaje literario, sino aquellos implicados e identificados con los que él califica como “los de la Cuba profunda: aquella de la que casi nada se sabe, de la que casi nada se ve ni se habla, pero que hace la historia y la memoria del país. Está en su esencia y en la prefiguración de su destino”. Así, este excelente narrador cubano, con  quien quisimos dialogar para el sitio web de CUBARTE, nos ha eclipsado a todos durante años, al lograr mostrarnos –tras enjundiosas investigaciones y disímiles contactos–, otros valores humanos al partir de contextos en ocasiones ocultos o misteriosos, pero que nunca cualquier lector suspicaz dejará pasar por alto. Tan sólo recordemos sus títulos más recientes: La vida secreta de Meyer Lansky en La Habana, (2004)  y Santa Clara Santa (2007), como  primera parte de una trilogía narrativa.

¿Cómo se inicia en la Literatura?

“Como ocurre siempre con todo aprendizaje, a través de un extenso y dilatado proceso. Publiqué mi primer libro cuando tenía 33 años. “Los perseguidos: diez cuentos”. Antes, había sido un lector voraz.

“Nací en Nuevitas, donde transcurrieron mis primeros veintidós años. Un paraje en el que ni siquiera existía una biblioteca, a pesar de que este puerto era un importante enclave para la exportación de azúcar, el mayor del mundo. Pero eran los pescadores, los tortugueros, los trabajadores del puerto, los que resguardaban la memoria histórica de aquella comarca.

“A ese puerto arribaban cada año unos trescientos buques de gran porte, de todas partes del mundo, bajo todas las banderas, y ese tránsito conformaba un fabuloso universo de misterio, de fascinación. Por entonces, sostuve incluso amistad con un príncipe hindú que navegaba en un Liberty inglés, en sus estudios y entrenamientos, en una Escuela Naval de Inglaterra.

“Te decía que por esa época no existía en Nuevitas una biblioteca, ni movimiento cultural, ni libros, ni escritores. Allí había nacido la escritora Emilia Bernal, quien se había marchado cuando tenía seis años, y nunca regresó.

“Sin embargo, esa comarca, con la cayería de Romano, eran parajes que albergaban las más intensas fabulaciones, sitios plagados de leyendas y mitos. En el embarcadero del Guincho se producían encantadoras tertulias espontáneas. Igual ocurría en la estrepitosa barriada del Puente. En la barbería del célebre Felo Centellas supe cómo habían baleado a Chano Pozo, en un cafetín de corta y roja, en New York. Lo supe por lo que solían contar los viajeros, en sus alardes de aventuras. Allí, en esa barbería, también escuché las primeras historias de la Guerra Civil Española, por boca de los exiliados españoles que se habían refugiado en las zonas boscosas de cayo Sabinal.   Seguir leyendo ENRIQUE CIRULES: COMPROMETIDO CON LA HISTORIA Y LA MEMORIA DE CUBA. ASTRID BARNET

SOLER CUMPLE CIEN AÑOS. ENTREVISTA A AIDA BAHR

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El gran escritor cubano  José Soler Puig cumpliría cien años en estos días. Recordarlo es saldar una deuda con lo mejor de nuestra cultura.

Del 8 al 10 de noviembre pasados, se efectuó en Santiago de Cuba un  coloquio dedicado al centenario del notable novelista cubano, ganador del Premio Casa de las Américas en su edición inaugural. La escritora Aida Bahr dialogó con el periódico Juventud Rebelde a propósito de la fecha y la significación de este autor y su obra para la cultura cubana.

JOSÉ LUIS ESTRADA BETANCOURT / JUVENTUD REBELDE

Un deber elemental. Así lo considera la destacada narradora Aida Bahr cuando JR la interroga sobre las razones que la llevaron a involucrarse con tamaña entrega en la organización de las celebraciones por el centenario del natalicio (10 de noviembre de 1916) de uno de los más grandes novelistas cubanos de todos los tiempos: el Premio Casa de las Américas, en su edición inaugural.

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La escritora y editora cubana Aida Barh.

«Es que soy hija literaria de José Soler Puig», reafirma con orgullo Aida Bahr antes de admitir que le hubiera encantado que la iniciativa le perteneciera. «La idea partió de Rodulfo Vaillant, presidente de la Uneac en Santiago de Cuba. Después que me lo dijo le he puesto la vida, el alma, el cuerpo, porque nada que haga pagará mi enorme deuda de gratitud con Soler. No es que no hubiera sido escritora, pero sin dudas soy mejor porque lo tuve a él como mentor».  Seguir leyendo SOLER CUMPLE CIEN AÑOS. ENTREVISTA A AIDA BAHR

ALEJO CARPENTIER EN (Y) LA MÚSICA EN CUBA (I y II). LUIS ÁLVAREZ ÁLVAREZ

«La música en Cuba (…) es mucho más que una investigación sobre el desarrollo histórico de ese arte en la isla: no puedo insistir bastante en que rebasa esa aspiración declarada, y se convierte en un brillante texto sobre la cultura cubana en su sentido más orgánico y en sus elementos diferenciadores y específicos.»

LUIS ÁLVAREZ ÁLVAREZ* / CUBALITERARIA

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ALEJO CARPENTIER EN LA MÚSICA EN CUBA (I)

La música en Cuba aparece en 1946, publicado por Fondo de Cultura Económica en México. Se trata, en efecto, de una obra de muy difícil construcción, un complejo edificio conceptual que, a juzgar por los testimonios del propio Carpentier, exigió una labor sostenida entre 1939 y 1945. Se trata, desde luego, del primer panorama integrador de la historia de la música en la isla. Pero no es ese aspecto el que me interesa particularmente aquí. Más allá del análisis del desarrollo gradual del arte musical en Cuba, se trata nada menos que de una interpretación —realizada desde la música— del proceso general de la cultura cubana. Por otra parte, la importancia del tema era y es en sí misma trascendental para la comprensión de Cuba. Zoila Lapique, por cierto, deja sentado el hecho esencial de que a lo largo de la evolución histórica de la Cuba colonial no solo hubo un tangible desarrollo de la música y lo demuestra a partir de una serie de documentos históricos que se suman a los que en su día había identificado Carpentier, sino que también se refiere con nitidez al interés que una serie de intelectuales —cubanos y españoles— que a lo largo de los siglos XVIII y XIX manifestaron interés por la historia específica de la música insular, tales como Buenaventura Pascual Ferrer o Antonio Bachiller y Morales,  entre otros.

El sustrato teórico de una obra de tal magnitud es sumamente complejo. La música en Cuba debe ser considerada, para nuestro país, como parte integrante, dinámica y consciente, de una renovación de las ciencias sociales en general, y de los estudios sobre cultura y artes en particular. No puede olvidarse la irradiación que el nuevo pensamiento europeo del s. XX en relación con la cultura proyectó sobre la intelectualidad latinoamericana. No puede olvidarse la trascendencia de una antropología cultural que desde el siglo XIX estaba influyendo específicamente sobre Cuba, hasta el punto de que José Martí se interesó mucho por esa disciplina. La antropología cubana se gesta desde el s. XIX —como constata Armando Rangel Rivero en su excelente libro Antropología en Cuba. Orígenes y desarrollo 3 —, de modo que la magna obra de Fernando Ortiz no es un chispazo en el vacío, sino que tiene como antecedente —claramente reconocido por el gran polígrafo cubano— los estudios precursores de Antonio Bachiller y Morales, pero también las indagaciones de figuras que solo son conocidas por la academia cubana desde el punto de vista histórico, y no antropológico, como Fermín Valdés-Domínguez y Quintanó, el amigo entrañable de Martí.  Seguir leyendo ALEJO CARPENTIER EN (Y) LA MÚSICA EN CUBA (I y II). LUIS ÁLVAREZ ÁLVAREZ