El rol de las nuevas aplicaciones en el irresistible ascenso de Bolsonaro.
JORGE ELBAUM
El rol de las redes sociales y las aplicaciones de mensajes directos (básicamente WhatsApp) en la campaña electoral de Jair Messias Bolsonaro es uno de los temas centrales de las nuevas formas de configuración política en Latinoamérica. Las noticias falsas, la propaganda, la construcción de un sentido común acrítico y la siembra de odio no son prácticas innovadoras ni en la historia política ni en la guerra. El intento de configurar sujetos pasivos y maleables ha sido estudiando desde hace siglos como sustrato de las luchas ideológicas orientadas a captar la voluntad social colectiva y dirigirla en provecho de intereses corporativos. Lo que ha cambiado es el canal de su propagación, su direccionalidad y el territorio donde se hacen más efectivas la circulación de mitos, versiones y consignas convincentes y sensibilizadoras.
La viralidad y la interactividad han suplantado la histórica verticalidad del discurso político. Estas han sustituido la característica direccionalidad descendente de los contenidos propuestos por el partido, el programa y el candidato. La campaña de Bolsonaro se sostuvo con gestualidades brutales y se apoyó en mitologías presentes en los miedos sociales acumulados, mucho más que en propuestas y proyectos. Para una gran parte de la población brasileña, sobre todo a aquella que posee menos capacidad crítica de evaluación de contenidos, la complejidad intrínseca de las políticas públicas es percibida como una entelequia enrevesada e incomprensible. Lula, un obrero metalúrgico, ha dejado su lugar a un brillante académico paulista. Bolsonaro es la retórica desnuda y brutal del cuartel. El PT endosó la simplicidad en un militar.
Los brasileños han cambiado las formas de interacción comunicacional y el acceso a la información. El celular ha pasado a ser el receptor prioritario de los intercambios noticiosos y sus habitantes acceden a novedades a partir de WhatsApp que cuenta con 120 millones de usuarios jóvenes y adultos, integrados en redes de afinidad que brindan una significativa pátina de confiabilidad sobre lo que envían y reciben. Dichos usuarios representan el 80 por ciento de todos los votantes brasileños y la campaña de Bolsonaro se efectivizó fundamentalmente por esa vía, sumada a la plataforma de cuatro redes sociales; Facebook, Twitter, Instagram y YouTube.
Según un informe elaborado por la Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica, (CELAG) la distribución entre receptores de redes sociales de Bolsonaro, Haddad y Lula muestra una clara preponderancia del primero sobre los otros dos, incluso en la sumatoria de ambos dirigentes petistas. La particularidad de estos datos es que el peso etario de los seguidores se asienta en los más jóvenes, los denominados millenials, que tienen limitada exposición a la TV, no escuchan radio de frecuencia sino de internet y que se informan únicamente a través de redes segmentadas por grupos de interés. [1]
Seguidores de Redes Sociales (en millones de usuarios) | |||
Bolsonaro | Lula | Haddad | |
7 | 5 | 1 | |
1,5 | 0,5 | 0,8 | |
4,5 | 0,5 | 0,5 | |
13 | 6 | 2,3 |
Una gran parte de la campaña fue instrumentada por consultoras expertas en algoritmos y análisis de audiencias, capaces de detectar los miedos y rechazos emocionales más profundos que atraviesan la sociedad. Varios de esos temores fueron previamente inoculados con inusitada persistencia por los medios hegemónicos, y luego dirigidos a específicos segmentos detectados con precisión demográfica y estadística. Estos últimos terminaron constituyéndose en el activismo político central del capitán del ejército, exonerado en 1988, bajo la acusación de programar atentados con explosivos en la central de abastecimiento Adutora del Guandu, que proveía de agua potable al municipio de Río de Janeiro. El paso subsiguiente consistió en utilizar a miles de influencers de redes (previamente detectados por poseer gran cantidad de seguidores) para multiplicar geométricamente las amenazas, las mentiras y las ocasionales tergiversaciones que pudieran maximizarse en la campaña. El paso final incluyó el uso de aplicaciones robotizadas capaces de analizar la big data inicial (provista por los ensayos de recepción), y dispuestas a evaluar el éxito o fracaso de las fake-news. Con esa información, los analistas se reorientaban y reposicionaban de forma precisa y ajustada en los ejes más consentidos. Seguir leyendo LA PESTE EN RED. JORGE ELBAUM