RAFAEL HIDALGO FERNÁNDEZ*
Jair Messias Bolsonaro, el excapitán-presidente que desearía ser la encarnación de Donald Trump en esta parte del mundo, no es –-por paradójico que parezca– el principal problema del Brasil que las políticas de Lula llevaron a la condición de sexta economía mundial y transformaron en referente de lucha contra la pobreza, a partir de programas sociales con alcances sin precedentes en el país.
El excapitán que desconoce sus deberes republicanos y apoya de forma explícita el retorno de la dictadura como régimen político es, apenas, una de las expresiones grotescas de las múltiples crisis que hoy afectan, de manera simultánea, a esta nación sudamericana. Todas ellas agravadas por el desempeño, los intereses de dominación y el odio genético del llamado “bolsonarismo”, muy bien identificado por el excanciller Celso Amorín[1].
Sobran los análisis de la prensa que concentran en Bolsonaro la atención a la hora de explicar la conflictiva evolución de la política interna de su país, pero este es el camino más corto para confundir las ramas con el bosque. Las crisis que hoy laceran la vida de los brasileños y que ponen en peligro el régimen democrático en el país, tienen raíces más profundas.
En consecuencia, la historia y los nexos estructurales de los actuales problemas económicos, sociales, políticos y ambientales del gigante sudamericano, son mayores y más complejos que los derivados de la gestión reciente de un gobierno u otro, de un presidente u otro.
Una pandemia, la del Coronavirus SAR-COV2, se transformó en catalizador de todos ellos, los llevó al status de crisis multidimensional agudizada y puso al desnudo las iniquidades inherentes a un sistema político que sigue funcionando a favor de una insultante minoría privilegiada.
Los actuales problemas internos de Brasil guardan relación, en primer lugar, con el régimen de dominación de clases cuyas estructuras de desigualdad, desde la colonia a la fecha, nunca fueron rotas y hoy hacen estragos.
Se explican por el tipo de inserción a la economía mundial que hicieron las élites oligárquicas del país en el siglo XIX, luego de la independencia de Portugal, a partir de un modelo de desarrollo capitalista dependiente y anuente a las principales potencias occidentales, que ahora retoma fuerza con el bolsonarismo.
Revelan, en un altísimo grado, los inevitables efectos del proceso de creciente transnacionalización de la propiedad y la riqueza en el país, sobre la cultura y la práctica políticas de los distintos grupos de poder que dominaron (y dominan) la economía y la vida nacional, siempre amparados en el papel tutelar de las fuerzas armadas. Así lo confirman las principales constituciones del país, incluida la vigente, aprobada en 1988 con contenidos mucho más avanzados que sus antecesoras. Ello explica por qué hoy Bolsonaro ataca con tanta vehemencia sus contenidos “izquierdistas”.
La comprensión del momento político pasa, además, por la necesidad de descifrar el alcance de los nexos orgánicos entre los intereses del gran capital brasileño y los del capital transnacional, al cual el primero está supeditado en diversos grados.
Demanda identificar cómo están operando en sistema las distintas expresiones institucionales (políticas, económicas, parlamentarias, judiciales, militares e ideológicas) de esta élite brasileña con sus pares externos, e incluye también conocer las zonas de conflicto que de hecho se están observando en el seno de ella, pero dentro de un marco de retrocesos múltiples para el país.
Desde las premisas expuestas[2], es factible anticipar que una eventual implosión del gobierno de Bolsonaro, sea vía Impeachment u otra, pasa hoy por el comportamiento que asuman las fuerzas armadas como corporación; depende del modo como se den las contradicciones de intereses en el seno de la derecha que facilitó su ascenso y, en particular, está sujeta al grado en que se debilite el “bolsonarismo”; y guarda relación con el nivel de apoyo externo que, de manera solapada y vía aliados internos, tengan Bolsonaro y la ultraderecha que le da sustento.
Para desenredar la madeja
Jair Bolsonaro deviene Presidente gracias a una vasta operación política de la derecha nacional e internacional, que logró sus objetivos retrógrados no porque portase banderas alternativas favorables a la mayoría de los brasileños, sino porque gracias a las aberraciones procesales del entonces juez Sergio Moro, Lula no pudo ser candidato presidencial.
Fue beneficiario, vía Operación Lava Jato, de una estrategia geopolítica articulada desde los Estados Unidos de objetivos múltiples. Entre ellos, poner al servicio de las petroleras estadounidenses, principalmente, las vastas riquezas del PRESAL, así como anular el protagonismo internacional de Brasil a partir de la política exterior activa y altiva instalada por Lula.
Logró la primera magistratura porque se mintió a todos sin escrúpulos de ningún tipo respecto al Partido de los Trabajadores (PT) y sus líderes, y en gran parte porque la derecha supo cabalgar con eficacia sobre ciertas fallas, omisiones y errores del PT y el campo aliado. Seguir leyendo LA DIALÉCTICA DESTRUCTIVA DE BOLSONARO Y EL BOLSONARISMO: ALGUNAS CLAVES PARA DESCIFRARLA. RAFAEL HIDALGO FERNÁNDEZ