Dedicado al 4to aniversario de su partida y coordinado por la Cátedra de pensamiento Fidel Castro de la Universidad de las Artes (ISA). Participan Miguel Barnet, José Villa Soberón, Rogelio Polanco y Omar González
Por los días en que el joven poeta y etnólogo en formación, a punto de irrumpir en la lírica con paso firme y sentar los pilares de la novela testimonio, visitaba al sabio en la casona de L y 27, en el Vedado, tenía muy claro ya la enorme trascendencia de la obra de aquel hombre y el valor imperecedero de sus lecciones, pero distaba mucho de imaginar que tres décadas después, alentado por Armando Hart y Abel Prieto, asumiría a plenitud la misión de multiplicar el legado del maestro, a partir de la creación, el 21 de septiembre de 1995, de la Fundación Fernando Ortiz.
Miguel Barnet y sus colaboradores, y junto a ellos la comunidad académica y el movimiento intelectual y artístico cubanos, pueden mirar con orgullo la cosecha de la Fundación a lo largo de estos 25 años, y la consecuencia con que han desplegado los objetivos y proyectos de una institución que prestigia a la sociedad civil insular.
Si como ha dicho el presidente de la Fundación, Don Fernando fue «un espejo de lo cubano que nos hizo descubrir y revalorizar zonas ocultas de la realidad», también cabe decir que, en el tiempo transcurrido, sobre la base del principio orticiano de cultivar «ciencia y conciencia», han sido fecundas las contribuciones a la vida cultural y al tejido social de la nación.
Esa labor, metódica, sistemática, persistente, muchas veces fuera del foco de los reflectores y renunciando a golpes de efecto mediáticos, se ha sostenido desde el entendimiento de una vocación de servicio en la que el ejercicio científico dinamita compartimentos estancos para debatir e insertarse en procesos de cambio tan complejos como los que ha registrado el país en el cruce de uno a otro siglo.
Un primer anillo de interés se sitúa, por supuesto, en la promoción de la obra de Don Fernando: reediciones, rescate de textos inéditos y desarrollo de estudios acerca de los diversos campos en los que actuó el sabio. Entre las más recientes novedades destaca el ingente trabajo de clasificación, ordenamiento y depuración del epistolario del polígrafo en cuatro tomos, que abarcan el dilatado plazo de 1920 a 1963. Tantos empeños cristalizaron con la proclamación de la obra y el legado de Fernando Ortiz como Patrimonio Cultural de la Nación.
A partir de Palabras a los intelectuales, pronunciadas por Fidel el 30 de junio de 1961 en la Biblioteca Nacional, las cosas tomaron un rumbo diferente, o más bien, se definieron posiciones ideológicas que se cocían en varios ambientes de intelectuales y artistas
Fidel junto a Nicolás Guillén, Alfredo Guevara y Alejo Carpentier, en el II Congreso de la UNEAC; al fondo, Lilia Esteban de Carpentier. Foto: Mario Ferrer
El año 1961 produjo un violento giro de inflexión en la vida cultural cubana. A partir de Palabras a los intelectuales, pronunciadas por Fidel el 30 de junio de 1961 en la Biblioteca Nacional, las cosas tomaron un rumbo diferente, o más bien, se definieron posiciones ideológicas que se cocían en varios ambientes de intelectuales y artistas.
De una parte, urgía despejar dudas, evitar resquemores y espantar fantasmas que planeaban en los círculos de creadores; de otra, se requería definir plataformas, hallar puntos de contacto, desbrozar caminos que facilitaran la inserción del arte y la literatura en el proceso de transformaciones sociales.
Tuve el privilegio de ser testigo del acontecimiento. Había cumplido 21 años y estaba lejos de imaginar que sería uno de los
participantes más jóvenes del encuentro entre la dirección de la Revolución y un nutrido grupo de creadores, en su inmensa mayoría escritores. Yo trabajaba a la sazón con Argeliers León, compositor, etnólogo e intelectual de sobresaliente ejecutoria que había confiado en mí para asistirlo en la Biblioteca Nacional y orientarme en el campo de la antropología social.
Ya habían transcurrido dos encuentros previos, los días 16 y 23 de junio, en los que no estuve presente. Pero el 30 Argeliers me dice que el Comandante se iba a reunir en el teatro de la Biblioteca. Era tal mi inquietud que Argeliers cargó conmigo, y me senté junto a él en una de las primeras filas. Alguien, con delicadeza, indicó me trasladase a la parte posterior de la sala. Al contarlo mucho después en un panel conmemorativo, utilicé una imagen del béisbol: me pusieron a jugar en los jardines, detrás del diamante. Después de todo, desde allí se oía mejor. Hice apuntes que luego perdí, pero permanecen en mi memoria los hitos fundamentales.
Fue un discurso, para mí, revelador. Me cambió completamente la vida. Yo venía de una clase media y no tenía una formación política, pero sí una vocación sociológica, antropológica y de patria muy grande, que es la que me hizo permanecer aquí. Ese día había olor a manigua, olor a Sierra. Admiré mucho más a aquel hombre, treintañero y desaliñado, con su traje verde olivo, que venía con otro discurso. Yo estaba acostumbrado al lenguaje hueco y mediatizado de algunos de los intelectuales de entonces, que debatían en programas de radio como Ante la prensa, de cmq. Los tiempos de la tiranía también fueron tiempos de una censura brutal. La retórica campeaba, en un lenguaje grandilocuente de lugares comunes. De pronto escuché a Fidel, que ya desde Columbia el 8 de enero de 1959, llevaba adelante un discurso fresco, moderno, directo y coloquial; que llegaba al alma a todo el mundo, porque estaba diciendo verdades contundentes.
¿Cuál hubiera sido mi destino sin la Revolución? Empleado público, oficinista o, cuando más, profesor de español en un colegio norteamericano. Diletante intelectual a lo sumo. Viajero de los ferries a Miami y cazador de fruslerías y dinero. Antes de Palabras a los intelectuales, y mucho más después, supe que mi destino era Cuba, la Cuba que tendríamos que construir y que tanto nos ha costado. Muchos años después, en la Casa de las Américas –Eusebio Leal nunca lo olvida- le dije a Fidel: «Yo no me quedé, me fui quedando».
Esa reunión en la Biblioteca fue crucial para que Fidel midiera la complejidad de aquella numerosa y variopinta asamblea de escritores y artistas. La Uneac, que surgió como resultado del Primer Congreso de Escritores y Artistas, dos meses después con Nicolás Guillén a la cabeza, ejerció un papel de cohesión. Todo, en medio, de un intenso y polémico debate que produjo, a su vez, un caleidoscopio de ricas expresiones de la cultura cubana.
Solemos congelar en una frase la significación de Palabras a los intelectuales. Debemos ir más allá. Piedra angular de la política cultural de la Revolución no se detuvo en el tiempo. Al volver la vista observo cómo allí Fidel sembró la idea de una verdadera democratización del arte y de la necesaria unidad dentro de la diversidad.
En cuanto a mis intereses más cercanos, el basamento conceptual expresado por él hizo posible la toma de conciencia en torno a la reivindicación de las culturas populares y, de modo particular, las de origen africano, preteridas y marginadas hasta entonces. Fernando Ortiz ya había abierto una brecha, rompiendo esquemas y prejuicios raciales.
El próximo año se cumplirán seis décadas de aquel pronunciamiento medular. Estamos en la obligación de desentrañar el hilo conductor entre las ideas expresadas por Fidel y el ulterior desarrollo de la política cultural de la Revolución; de separar lo esencial de lo accesorio. Poner al día, e incluso polemizar en buena lid, con el legado de Palabras a los intelectuales pudiera ser un nuevo punto de partida para una concepción más cabal de la cultura cubana.
Frente a la campaña de mentiras y tergiversaciones que nos ha acosado desde 1959, los escritores y artistas cubanos hemos sido siempre defensores de la causa de la Revolución en todos los escenarios nacionales e internacionales
Desde que se iniciaron los trabajos preparatorios de este IX Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, los intercambios en las diferentes comisiones y en los comités provinciales de la organización, se ha propiciado entre nosotros una honda reflexión colectiva en torno a los desafíos que encara la cultura cubana en los tiempos actuales, íntimamente vinculados con los que enfrenta hoy la Revolución. Varias preguntas esenciales han estado presentes en todo momento: ¿cómo podemos los escritores y artistas agrupados en la Uneac ayudar más a nuestro país en la presente coyuntura?; ¿cómo contribuir de manera más activa al perfeccionamiento de nuestra política cultural?; ¿cómo combatir con mayor eficacia los intentos de dividirnos y el impacto de la oleada colonizadora global en la sociedad cubana?; ¿cuáles propuestas podernos hacer que nos aproximen a la conquista de nuevos espacios para el crecimiento de la vida espiritual de la nación?
Se hace necesario evaluar en primer término del contexto internacional en que este foro tiene lugar.
Nuestra región logró avances en la pasada década en materia de integración, salud, educación, cultura, inclusión social y soberanía, a partir del impulso que recibieron de Fidel y de Chávez los ideales de Bolívar y Martí. A ellos se sumaron Lula y Dilma, Evo, Correa, Daniel, Néstor y Cristina Kirchner, y se llegó a crear la CELAC –reverso ético y solidario de la desprestigiada OEA– que proclamó a nuestra región como «zona de paz».
Hoy, como sabemos, la situación ha cambiado de modo trágico. Nuestra América y el Caribe sufren la arremetida del Imperio y de una ultraderecha neofascista que actúa sin ningún pudor. Emplean sistemáticamente la mentira, las llamadas fake news y acuden a la manipulación más sofisticada de la opinión pública a través de los medios y las redes sociales; se apoyan en amañados procesos parlamentarios y judiciales para inhabilitar a líderes de izquierda; y violan las normas más elementales de la convivencia internacional, mientras legitiman la injerencia, la ley del más fuerte y las agresiones de toda índole, incluida la amenaza militar directa.
El gobierno de Estados Unidos ha resucitado la Doctrina Monroe y la filosofía del macartismo para lanzar una ofensiva abierta dirigida de manera particular contra Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Derrotar a la Revolución cubana es una de sus principales obsesiones. Ha recrudecido de manera feroz e implacable el bloqueo con la activación de la Ley Helms-Burton en todo su alcance; plan de saqueo y recolonización de carácter abiertamente extraterritorial. Persigue sin tregua las transacciones financieras de Cuba y hace lo imposible por desalentar la inversión extranjera y obstruir cada uno de los empeños del país para salir adelante.
Frente a la campaña de mentiras y tergiversaciones que nos ha acosado desde 1959, los escritores y artistas cubanos hemos sido siempre defensores de la causa de la Revolución en todos los escenarios nacionales e internacionales. El lenguaje del arte y de nuestros intelectuales ha llegado muchas veces adonde no pueden acceder diplomáticos y representantes oficiales del país. Ahora las circunstancias exigen más de nosotros. Contamos con innumerables creadores e instituciones a los que podemos acudir en esta hora decisiva. Debemos ser portadores de la verdad de Cuba dondequiera que pueda hacerse escuchar.
La dirección de la Revolución sabe que hoy, como en todas las coyunturas, puede contar con nosotros.
Estamos comprometidos con la vocación de resistencia y transformación revolucionaria de nuestra sociedad. El legado de la generación histórica que nos condujo hasta aquí se afianza y multiplica. Raúl, al frente del Partido, es depositario de la tradición emancipatoria que permanentemente nos convoca.
El presidente Díaz-Canel y la nueva generación de dirigentes, que cuentan con el apoyo de la inmensa mayoría del pueblo y, como parte de él, de nuestros intelectuales y artistas, son hoy expresión de continuidad, inspirada en la obra y el ejemplo de los que fundaron la Cuba que nació en 1959. Nuestro gobierno ha mostrado un estilo de trabajo incansable, transparente, en contacto directo con la población, pendiente siempre de los más necesitados, en una batalla cotidiana contra la burocracia, la corrupción, la rutina y la insensibilidad.
Luego de la aprobación por amplia mayoría de la nueva Constitución de la República, nuestra institucionalidad se halla inmersa en un proceso de cambios trascendentes que se reflejan, de un modo u otro, en la cultura.
Al ratificar la voluntad de seguir avanzando en la construcción de una sociedad socialista, caracterizada por la sostenibilidad del desarrollo económico y social, la democracia participativa, la solidaridad, la inclusión, la justicia y estrategias que promuevan la equidad; los escritores y artistas tenemos el deber de ayudar desde la creación y el pensamiento a la materialización de las aspiraciones del pueblo cubano. Seguir leyendo DESAFÍOS ACTUALES DE LA CULTURA CUBANA. MIGUEL BARNET→
La política es el arte de hacer el bien
a quien lo necesita, o mejor dicho, al prójimo
para que sepa más a un versículo de la Biblia
La política es bella cuando no se enmascara de política
cuando nace como un retoño de siemprevivas
cuando no se maquilla para parecer más bella de lo que realmente es
cuando levanta puentes y derriba murallas
La política no es una araña peluda como muchos creen
Tampoco es un tierno osito de peluche
la política nada tiene que ver con los llamados
partidos políticos ni con las arengas de barricada
La política se vuelve caricatura
en manos de los malos políticos
es decir, de los que nada saben de política
ni de verdades como puños cerrados
La política no tiene que ver con fracasos sentimentales
ni con duras frustraciones personales
Dejen la política tranquila en su tierra de humildad
porque como dijo el más sabio de los cubanos
ella como la Patria es ara y no pedestal
La política no es como el béisbol que se puede
debatir en los parques públicos y en las redes sociales
Casi todo el mundo en el mundo sabe tanto
de política como de medicina
Aunque en verdad la política es un bálsamo
como los ungüentos de las abuelas cuando se saben aplicar
No abusen de ella
No la maldigan por gusto
Déjenla tranquila que cumpla con su cometido en su cuartel general
No la metan en Facebook ni dejen que se contamine
con las nuevas tecnologías
Ella es enemiga de la promiscuidad
Los creyentes que se ocupen de sus creencias
y de sus misterios religiosos que son muchos
y hasta ahora nadie los ha podido descifrar
Como el big bang la política nació
con un estallido de cólera
y con una vocación irrefrenable de justicia
La política no puede ser un entretenimiento
para los burócratas aburridos
ni para los políticos de pacotilla
El carpintero es el que sabe cortar la madera
El panadero es el que sabe amasar el pan
Zapatero a su zapato
La política es de los revolucionarios verdaderos.
Imposible en unas breves líneas fijar las coincidencias entre dos hombres que fueron sostén de la cultura cubana y pilares de la identidad de la nación.
Ambos, salvando los años que los separaron, compartieron principios que hoy tienen más vigencia que nunca.
José Martí, nuestro Héroe Nacional, iluminó a varias generaciones con su apostolado humanista y su poesía. Fernando Ortiz en las numerosas páginas que le dedicó, colocó su obra en el pedestal de los más esclarecidos pensadores del continente y en el de los más lúcidos indagadores en el controvertido tema de las razas en la cultura y en los valores civiles.
El antirracismo de Don Fernando no solo se nutrió de sus conocimientos antropológicos y de su experiencia personal sino del humanismo del mayor de los cubanos, a cuya obra le dedicó muchas horas de lecturas. Don Fernando tuvo el privilegio de estar cerca, muy cerca, de uno de sus más entrañables amigos, de su albacea Gonzalo de Quesada y Aróstegui. Su suegro, el escritor y polígrafo Raimundo Cabrera, fue de los primeros en reconocer la inmensa obra pionera de Gonzalo de Quesada. Por esta cercanía y por su talento precoz asumió, a la muerte de Cabrera, la dirección de la Sociedad Económica Amigos del País y de su órgano de divulgación, la Revista Bimestre Cubana. Todo ello, más su profunda inquietud de humanista, lo acercaron a la obra de Martí. Tuvo, además, el privilegio de que en sus manos cayeran los primeros tomos de las obras del Apóstol apenas salidos de la imprenta.
Muchas fueron las coincidencias que unieron a estos dos hombres y que los llevaron, en circunstancias diferentes, al combate frente a la desidia, el colonialismo cultural y el racismo imperante.
En 1996 la Fundación Fernando Ortiz publicó una selección de los textos del maestro de los estudios antropológicos en Cuba, José Martí, al cuidado de Isaac Barrial y Norma Suárez, con una curiosa introducción de Ana Cairo enriquecida con datos biográficos y anecdóticos.
Con Martí humanista, título del libro, iniciamos aspectos poco conocidos de la obra de quien Juan Marinello calificó como el tercer descubridor de Cuba.
Duele y dolerá la ausencia de Ana Cairo Ballester en la cultura cubana. La recuerdo en algunos debates en la UNEAC hace varios años, en la penúltima edición de la Feria del Libro, en los Jueves y otros actos de la revista Temas; la recuerdo entrando y saliendo de la Escuela de Letras con el ímpetu de un arroyo en crecimiento, torrencial a veces, y conversando en la presidencia del ICAIC sobre asuntos de y para el cine cubano. La recuerdo y veo tan vital que nunca podré imaginar su muerte. Ella, que fue profesora y, al mismo tiempo, colegiala inconforme; ella, que jamás calló verdades y siempre fue leal a su Patria. Los estudios cubanos de Ana perdurarán en el tiempo y en la memoria de sus muchos lectores y discípulos. Al recordarla viva, como debiera ser, vuelvo sobre estas palabras suyas, pronunciadas en el panel con motivo de los 50 años de Biografía de un Cimarrón, la célebre novela de Miguel Barnet, en el Pabellón Cuba, el 24 de febrero de 2016. Queden con Ana.
ANA CAIRO BALLESTER
Hoy es 24 de febrero, aniversario del inicio de la Revolución de 1895. Creo que el día se ha escogido muy bien, porque Esteban Montejo, el protagonista de este libro, fue también un combatiente del Ejército Libertador. De este modo, realizamos un homenaje a esos miles de hombres humildes que formaron parte de nuestro Ejército Libertador.
Pienso que el libro de Barnet es esencialmente patriótico. José Martí escribió que “El patriotismo es de cuantas se conocen hasta hoy la levadura mayor de todas las virtudes humanas” [1].
El sentido más fecundo que puede tener el patriotismo es cuando se siente, cuando te emociona y no se dice, cuando no se recalca.
La novela de Barnet enseña a entender al pueblo de Cuba, en su diversidad, en sus contradicciones, en los modos de verse a sí mismo y valorarse en distintos momentos de su historia. Además, quisiera hoy recordar una experiencia que ha sido muy rara, excepcional, en la historia de la intelectualidad cubana.
Barnet es un hombre con mucha suerte. Quizá los santeros dirían que tiene buen aché. En estos días él ha logrado disfrutar la singular emoción de asistir al cincuentenario de la publicación de su novela. Como soy profesora de literatura, evoco al gran poeta, narrador y dramaturgo alemán Goethe, quien, en 1825, festejó el mismo aniversario de su famosa novela romántica Las cuitas del joven Werter.
La novela de Barnet enseña a entender al pueblo de Cuba, en su diversidad, en sus contradicciones, en los modos de verse a sí mismo y valorarse en distintos momentos de su historia.
Goethe escribió y difundió un poema. No sé si Barnet terminará haciendo en estos días un poema a esa situación de extrañeza —evocando a José Lezama Lima— de ver que un libro suyo alcanzó la plena autonomía. Siempre recuerdo a Juan Pérez de la Riva cuando afirmaba que cada libro publicado era una especie de hijo que salía a correr una aventura por el mundo. Me parece muy importante el hecho de que un libro alcance trascendencia precisamente porque ha resistido la prueba del tiempo. Goethe y Barnet tuvieron la experiencia similar de descubrir que desde la primera edición ya el libro comenzaba a recepcionarse como un clásico, adjetivo que sintetizaba un interés mundializado.
Alejo Carpentier leyó el mecanuscrito de Biografía de un cimarrón. Felicitó al joven narrador, quien gestó una obra que se hermanaba con El reino de este mundo (1949). Estuvo entre los primeros en reconocer que Biografía… nacería como libro y ya pertenecería al linaje de nuestros clásicos.
Foto: Yander Zamora
El año 1966 fue muy importante para la literatura cubana. Propongo que en algún momento nos reunamos para festejar el cincuentenario de Paradiso, la gran novela de José Lezama Lima.
A los pocos días de la publicación de Paradiso, Lezama concedió una entrevista a Salvador Bueno en la que expresó su sorpresa y entusiasmo porque la tirada se había vendido completa. Rápidamente devino un clásico. En particular, esa edición ha sido muy cotizada por los bibliófilos nacionales y extranjeros. Amigos de Lezama, quienes tenían ejemplares con dedicatorias, sufrieron lamentables robos.
Es cierto que el presbítero Félix Varela nos enseñó a pensar, pero a pensar en nosotros y hacia nuestros ideales, pero también es cierto que José Martí esclareció con su pensamiento cuáles debían ser nuestros ideales y cómo enfrentar el pensamiento hegemónico del Norte al que calificó de «revuelto y brutal». Su apotegma de Patria es Humanidad ha adquirido con la Revolución Cubana su más claro sentido. Asimismo, Fernando Ortiz, desde una óptica cóncava, nos aclaró qué era la cubanía y cómo se debía definir la cubanidad, su prima hermana, y enfatizó en que la vocación de ser cubano era tan legítima o más que la del simple hecho de nacer en Cuba. Pero Fidel Castro, en lúcido corolario, nos demostró que en la acción y el pensamiento contemporáneos estaba la clave de una nación verdadera, aquella que se construyó en la Revolución y de la cual él fue su mayor artífice. Una nación digna y soberana sin enmiendas foráneas ni concesiones sino con la realización plena de un socialismo cada vez más democrático y participativo.
Esa ha sido su más profunda y conspicua lección. Seamos fieles a su pensamiento y ese será el mejor homenaje que los buenos cubanos le haremos para que su memoria no quede como una reliquia sino como un ejemplo vivo del diario quehacer.
Hoy con sus 80 años mantiene aún aquella pureza del hombre que no acuna resentimientos ni prejuicios hacia nada y hacia nadie. Ahí está, seguro de que ha hecho una contribución fundamental a la cultura cubana y al mundo
Rogelio Martínez Furé. Foto: Juvenal Balán
Me parece mentira que aquel joven espigado, de estirpe matancera y tez aceitunada hasta la quinta esencia de la mulatez, acabe de cumplir este agosto ya 80 años. El Seminario de Etnología y Folclore del año 60 lo atrajo como un imán. Su solicitud contenía, lo recuerdo bien, un expediente muy nutrido, que entre otras cosas, reseñaba una novela sobre Haití que acababa de escribir y nunca publicó. Había matriculado Derecho en la Universidad de La Habana pero abandonó los estudios jurídicos para dedicarse por entero a la investigación folclórica y a la selección de lo mejor de la poesía africana.
De aquel seminario fue él de los pocos que permaneció sin vacilación a pesar de las estadísticas y las áridas asignaturas de bibliotecología y economía política. En todo sobresalió, pero fueron las noches de juergas bohemias y los estudios sobre los cabildos y las ceremonias funerarias de la Regla de Ocha a lo que más tiempo dedicó, dedicamos mejor, en esos años de formación académica.
Tanto Argeliers León como el resto de los muy talentosos profesores que tuvimos, lo señalaron como el más dotado. Yo siempre admiré su devoción por los valores permanentes de la cultura popular cubana porque su visión no era localista sino universal y proteica como la del maestro que ambos veneramos: Don Fernando Ortiz.
Me incitó a escribir los primeros orikis de la poesía cubana contemporánea. Visitamos innumerables sitios del país donde resonaban los tambores batá evocando a la variedad de culturas yorubas y congas que habían arribado en los barcos negreros a las costas cubanas. Seguir leyendo A LOS OCHENTA AÑOS DE ROGELIO MARTÍNEZ FURÉ. MIGUEL BARNET→
Aquí estuvo asentada una de las comunidades más prósperas de los pobladores originarios de la isla. En una comarca cercana, Hatuey, llegado desde tierras vecinas, dio un temprano ejemplo de rebeldía contra la colonización española y pagó con su vida, en la hoguera.
Bayamo también se ubica en la geografía fundacional de las letras cubanas, pues desde esta villa en 1604 partieron varios de sus habitantes a combatir al pirata Gilberto Girón, sucesos recogidos en el poema Espejo de Paciencia. «Comenzar una literatura con un título de tan milenario refinamiento como Espejo de Paciencia, nos sobresalta y acampa, nos maravilla y resguarda», dijo Lezama Lima. No deja de ser elocuente la descripción que el autor de la obra, Silvestre de Balboa, hace del héroe del episodio:
Andaba entre los nuestros diligente
Un etíope digno de alabanza,
Llamado Salvador, negro valiente,
De los que tiene Yara en su labranza;
Hijo de Golomón, viejo prudente:
El cual armado de machete y lanza
Cuando vio a Gilberto andar brioso,
Arremete contra él cual león furioso…
El idioma es un instrumento esencial de conocimiento. Sus diversos registros arrojan luz sobre la formación de las culturas. Fijan un modo peculiar, un estilo y la entonación que define la lengua de los pueblos. En Cuba hemos tenido grandes comunicadores a lo largo de nuestra historia. Maestros de la oratoria y dueños de la palabra. José Martí convencía con el fuego de su verbo cargado de imágenes poéticas y verdades absolutas. En su época nadie seguramente lo superó.
¿Por qué hechizaba a todos? Porque en sus discursos había, junto al torrente metafórico, un pensamiento claro y la certeza de que la historia no la hacen solo los héroes, sino los pueblos.
Y completó la idea de Patria con su visión integral como símbolo de la Nación y de su designio histórico. Su palabra llegó a convertirse en acción. No por capricho Fidel Castro afirmó en La Historia me absolverá que Martí fue el autor intelectual del Moncada. Preconizó el destino de Cuba y vio como nadie la semilla del imperialismo regarse en las tierras de Nuestra América. Seguir leyendo Fidel rescató la dignidad→
«Soy un cubano atípico», reconoce el poeta Miguel Barnet. Foto: Juventud Rebelde
¿Qué otra cosa mejor puede hacer un creador?, se pregunta el Premio Nacional de Literatura (1994) y Presidente de la Uneac. Porque es en la casa donde uno sueña, donde uno vive, donde uno ama. ¿Qué mejor puede hacer un poeta que empujar un país?