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ESO QUE LLAMAN «PERIODISMO». FERNANDO BUEN ABAD DOMÍNGUEZ

La lucha de clases no se detiene en las puertas de los “diarios”.Cada día más mediocre, más corrupto y más servil eso que llaman «periodismo», en las empresas mercantilizadoras de «noticias» o «información», constituye hoy una de las maquinarias de guerra ideológica capitalistas más degeneradas… Su degeneración es su fracaso y al mismo tiempo su delación. Se delata su definición a partir de su función distorsiva y […]

PERIÓDICOS BULTO 2

FERNANDO BUEN ABAD DOMÍNGUEZ

buen abad 1Cada día más mediocre, más corrupto y más servil eso que llaman «periodismo», en las empresas mercantilizadoras de «noticias» o «información», constituye hoy una de las maquinarias de guerra ideológica capitalistas más degeneradas… Su degeneración es su fracaso y al mismo tiempo su delación. Se delata su definición a partir de su función distorsiva y lo que debiera servir para orientar a la sociedad es, en realidad, un negocio para desorientar.

No es lo mismo «periodismo» que mercadeo de noticias. Aunque se ha instalado la idea perversa de que sólo lo que vende diarios es información, y con ello se han creado cátedras, carreras, posgrados y especialidades… aunque reine en la cabeza de muchos la idea de que «periodismo» es el arte mercenario de vender la pluma al mejor postor… aunque impere el criterio peregrino de que un periodista es mercader de confiabilidad… y, aunque se machaque con la falacia de que el periodismo es el arte demagógico la «objetividad» burguesa… lo cierto es que lo que llaman y practican como «periodismo» en las empresas de periódicos es una mercancía más sometida a las peores leyes del capitalismo. Lo saben bien los trabajadores.

Los hechos que genera la vida social, económicos, políticos, artísticos, culturales… a partir de su motor histórico que es la lucha de clases, no pueden ser privatizados por maniobra comercial alguna aunque esta sea capaz de convertirlos, según sus intereses, en «información» o «noticia». Los hechos cotidianos (ocurran cuando ocurran) producto de las relaciones sociales, hasta hoy divididas en clases, además de requerir registros y análisis científicos, exigen capacidad de relato clarificante, creativo y emancipador, para contribuir a elevar el nivel de la conciencia colectiva incluso en la resolución de problemas individuales. La terea de producir análisis e información periodística además de ser parxis ética cotidiana, debe ser trabajo organizador para la transformación del mundo. Así lo ejerció el propio John Reed.

En las empresas que han hecho de la información una mercancía caprichosa y desleal con la verdad, el trabajo de los «periodistas» ha sido deformado hasta la ignominia de la esclavitud del pensamiento y la explotación de personas obligadas a traicionar la conciencia (individual y colectiva) sobre la realidad. Se vive diariamente un desfalco informativo en contra de todo sentido común y se humilla la inteligencia de los trabajadores de la información sometiéndolos a principios y fines empresariales cada día más mediocres, corruptos y mafiosos. La Sociedad Interamericana de Prensa conoce bien esta historia.

En las escuelas hay no pocas tendencias empeñadas en «formar» mano de obra barata, mansa y a-crítica dispuesta a tragarse, con disfraz academicista, las condiciones laborales más aberrantes a cambio de ilusiones de fama burguesa, prestigio de mercachifles y, desde luego, rentabilidad de cómplices muy creativos a la hora de inivisibilizar las verdades más duras, criminalizar a quienes luchan por emanciparse y asegurar las ventas de los «informativos». Títulos universitarios de «periodista» amancebados con el capitalismo y sus odios, así sea necesario mentir, calumniar o matar. Así sea necesario auspiciar golpes de estado o magnicidios. Los hemos visto y los vemos a diario. Para la tele, para la web, para la radio… para los impresos.

Dignificar el trabajo del «periodista» es un reto social enorme que no se resuelve sólo de manera «gremialista», ni sólo con «educación de excelencia», ni sólo con «buena voluntad». Se trata de una profesión, un oficio y una tarea política… atascada en el pantano de la guerra ideológica y la guerra mediática burguesa. Dignificar la definición y la función de periodista comprende factores muy diversos que parten de la base concreta de luchar contra el trabajo alienado y contra las condiciones de insalubridad ideológica extrema en que, bajo el capitalismo, se desarrolla. Dignificar el trabajo periodístico implica emprender, a diario, una revolución de conciencia y acción que devuelvan a la producción informativa su alma socialista y su poder como herramienta emancipadora de conciencias… implica pues devolver al «periodismo» sus brújulas y sus responsabilidades en el camino de la revolución.

Eso implica exigencias programáticas, organizativas y disciplinarias cuya base es la lucha de clases y cuya praxis debe andar al lado de las luchas emancipadoras de la clase trabajadora. Ya basta de que cualquier payaso capaz de publicar, bajo cualquier método y medio, sus canalladas se haga llamar «periodista» a costa de degenerar la verdad que es de todos. Frenarlos en seco implica desarrollo científico y político para conquistar un poder profesional y militante capaz de ponerse al servicio de la clase que emancipará a la humanidad. Ese es su lugar mejor. Eso implica impulsar escuelas nuevas, estilos nuevos, sintaxis, comunicación y conciencia revolucionarios. Eso implica impulsar generaciones nuevas de trabajadores del periodismo emancipados de la lógica del mercado informativo. Nada menos.

Ahora que estamos asqueados por la desfachatez y la impunidad con que exhiben sus canalladas omnipresentemente los amos y sus siervos «periodísticos», hay que fortalecernos para combatirlos. Ahora que la náusea nos sacude y la irracionalidad del mercado informativo se vuelve comando golpista y magnicida, en todo el mundo, es preciso organizarnos de manera democrática, plural y combativa. Ahora que se despliegan las acometidas más feroces de las mafias comerciales que venden «diarios» contra la verdad de los pueblos en lucha y contra sus logros más caros… nosotros requerimos la unidad y la acción organizada y desde abajo como causa ética suprema. Ahora que se alían las mafias mediáticas y forman su ejército de «periodistas» para bombardearnos con misiles de injurias y mentira… nosotros debemos hacer del «periodismo» un frente riguroso en sus principios y adaptable en su organización para sumarnos abiertamente a todas las fuerzas de la comunicación emancipadora donde se propicie colaboración revolucionaria irrestricta. Al menos. Así, eso que llaman «periodismo» dejará de ser, muy pronto, reducto de farsantes mercenarios enfermos consuetudinarios de la mentira para convertirse, de una vez por todas, en herramienta creativa de la verdad al servicio de la Revolución. Y ya hay muchos trabajadores que avanzan en esa ruta. A diario.

Fuente: REBELIÓN, 7 de julio de 2015

FARIDE ZERÁN: “LA POVERDAD ES LA EXPRESIÓN DEL MAL PERIODISMO O DE LA MUERTE DEL PERIODISMO SI NO NOS PONEMOS SERIOS”. MATÍAS RIVAS

Hace poco más de dos años que la periodista y académica chilena Faride Zerán concedió esta entrevista al escritor Matías Rivas para El Mostrador. Otro era el contexto latinoamericano entonces y, en particular, otro el chileno, caracterizado hoy por el derrumbe del "proyecto" neoliberal y la rebeldía de las masas ante la injusticia y la desigualdad imperantes. Chile es hoy un referente mundial de la resistencia popular contra el neoliberalismo. No obstante el tiempo transcurrido, la entrevista conserva en muchos de sus pasajes una vigencia indiscutible, al punto de que resulta anticipatoria de la crisis de los medios corporativos chilenos y de la sociedad en su conjunto.

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MATÍAS RIVAS A. 

MATÍAS RIVAS 4La escritora, Premio Nacional de Periodismo 2007, descarta que el llamado “fenómeno de la posverdad” sea nuevo, pero advierte que hay que prestarle atención, especialmente con la masificación de las redes sociales. “En el anonimato de las redes se esconde mucha basura pero, por sobre todo, mucha mentira disfrazada de información seria. La posverdad ha sido definida como el espacio donde la información y los datos duros pesan menos que las emociones, el resentimiento, o lo que cada uno cree o intuye o imagina”. Pero para los periodistas, para las escuelas que forman profesionales –agrega– “el tema es más complejo, ya que la posverdad como fenómeno creciente golpea la esencia de esta profesión que radica precisamente en la confianza y en su dimensión ética y demanda de veracidad”.

La posverdad ha sido tema obligado de las últimas semanas. Los casos más comentados fueron el falso testimonio de Pablo Oporto, quien dijo que cargaba en su conciencia con el peso de haber matado a 12 delincuentes que le habían intentado robar; y “las entrevistas que no debimos publicar”, que se refiere a diversas colaboraciones que envió una periodista chilena radicada en España a La Tercera y que resultaron ser falsas.

En entrevista con El Mostrador, la vicerrerectora de Extensión y Comunicaciones de la Universidad de Chile y Premio Nacional de Periodismo 2007, Faride Zerán, explica que “estamos en la era de la sospecha” y que, cuando decimos posverdad, “estamos hablando de noticias falsas, de verdades a medias, de ausencia de fuentes confiables, de rutinas periodísticas que fallan en cuestiones tan elementales como chequear las fuentes. Ocultar viejas prácticas en nombres nuevos no nos salva del bochorno de asumir que la posverdad es la expresión del mal periodismo o de la muerte del periodismo, si no nos ponemos serios”.

-¿En qué se diferencia la posverdad de las noticias falsas  o, derechamente, del mal trabajo periodístico?

-No se diferencian en nada. Son sinónimos. El hecho de que el diccionario de Oxford definiera “posverdad” como la palabra del año 2016 no significa que estemos ante un fenómeno nuevo. Desde que el periodismo existe, ha tenido que lidiar precisamente con la permanente tentación de quienes lo asumen como instrumento para falsear los hechos, alterar la realidad, mentir, omitir, censurar o construir realidades a partir de premisas falsas. Y si bien el término surge con fuerza en medio de hechos sorpresivos, porque los sondeos de opinión decían otra cosa –el triunfo del Brexit en el Reino Unido; el de Trump en las elecciones estadounidenses o el NO del plebiscito  en Colombia en el marco de respaldar el proceso de paz con las FARC–, tampoco hay que salir de Chile cuando tenemos varios ejemplos criollos. Que la verdad se manipula y controla lo sabía Goebbels durante el nazismo; lo imaginaba Orwell, en 1984, y todos los dictadores de todas las épocas. ¿Qué fue el Plan Z con la lista de “condenados a muerte por los rojos partidarios de Allende” (que “el oportuno pronunciamiento militar desbarató”) sino una mentira que sirvió para infundir terror entre la gente y justificar las violaciones a los derechos humanos de la incipiente dictadura? Ni hablar de los cometas, chupacabras y otras distracciones a una realidad  que no daba para chistes. Para no remontarnos tanto en la historia, un ejemplo reciente, aparte de los episodios de estas semanas: hace unos meses circuló en las redes  que la diputada Camila Vallejo poseía un Audi de 50 millones de pesos y muchos lo creyeron, aportando a esa mentira las consiguientes descalificaciones e insultos en contra de la parlamentaria,  reacciones propias de linchamiento en la plaza pública.

-¿En qué medida las redes sociales han ayudado a masificar el fenómeno de la posverdad?

-En bastante medida. En el anonimato de las redes se esconde mucha basura pero, por sobre todo, mucha mentira disfrazada de información seria.  La posverdad ha sido definida como el espacio donde la información  y los datos duros pesan menos que las emociones, el resentimiento,  o lo que cada uno cree o intuye o imagina. Pero, para los periodistas, para las escuelas que forman profesionales,  el tema es más complejo, ya que la posverdad como fenómeno creciente golpea la esencia de esta profesión que radica precisamente en la confianza y en su dimensión ética y demanda de veracidad.

 -¿Ha afectado mucho la posverdad al periodismo chileno y al periodismo mundial?

-Sin duda. Estamos en la era de la sospecha, lo que en Chile además coincide con la creciente desconfianza de la gente hacia las instituciones y las elites. De esta desconfianza, que sin duda tiene sustento –basta leer el último informe del PNUD, “Desiguales”, cuyo correlato es la exclusión– para entender el origen de este sentimiento extendido en el conjunto de la sociedad chilena. Y es justamente en esa desconfianza –desconfianza en lo que prometes, dices, haces–, es en esa fisura donde nadie le cree a nadie y en la que todo es posible, que se instala esta sospecha, como el huevo de la serpiente, que contamina las salas de clases y las de redacción, los estudios de TV, las redes , los medios. En un país que a diario parece decirte que ¡todo vale en la política, la economía, la empresa privada y la pública!, en sus  instituciones militares, en la Iglesia, en las empresas de servicios básicos como la luz y el agua; en la derecha, el centro y la izquierda, ¿por qué el periodismo va a estar al margen? En Chile ya adoptamos la moda: el periodismo también traiciona las confianzas. ¡Y eso es complejo, porque finalmente estamos hablando de democracia, de la solvencia de una democracia! Seguir leyendo FARIDE ZERÁN: “LA POVERDAD ES LA EXPRESIÓN DEL MAL PERIODISMO O DE LA MUERTE DEL PERIODISMO SI NO NOS PONEMOS SERIOS”. MATÍAS RIVAS