La necesaria articulación entre el mundo digital y la militancia emancipatoria
El primero de marzo detuvieron al ex presidente del club Barcelona Josep María Bartomeu, bajo la acusación de organizar una operación de difamación contra jugadores y funcionarios de su propio club, motorizada a través de las redes sociales. La investigación policial –que llegó a los titulares de los medios como Barçagate– identificó la contratación de un empresa de marketing digital cuya tarea consistía en desacreditar, desinformar y fabricar noticias falsas para debilitar a oponentes dirigenciales y lograr mejores condiciones de renegociación de contratos para el club, una vez que las cotizaciones de los futbolistas se hayan deteriorado.
El Barçagate motivó un debate en España y en la Unión Europea en relación con el rol institucional que han asumido determinados actores sociales corporativos, decididos a manipular a la opinión pública, con el aval o la indiferencia de las plataformas. Dado que el objetivo último de las mismas es mercantilizar todos los aspectos de la vida, son inexistentes las regulaciones dispuestas para limitar las operaciones de desprestigio, los discursos de odio, las estigmatizaciones y –sobre todo– los etiquetamientos ofensivos contra grupos vulnerables u organizaciones comprometidas en visibilizar situaciones de inequidad o expoliación..
Apenas una semana antes, el 24 de febrero, Jeremy Fleming, el director del Government Communications Head Quarters (GCHQ) –la oficina de ciber investigaciones del M18, la central de inteligencia del Reino Unido– difundió una síntesis de su programa bianual, en la que posiciona a la Inteligencia Artificial (IA) y el espionaje de redes como elemento central de sus operaciones estratégicas para –afirman– combatir la desinformación y las noticias falsas. Según el documento difundido por Fleming, la IA ofrece capacidades para bloquear los ataques cibernéticos, prever patrones de actividad en redes y dispositivos, detectar transacciones financieras opacas y limitar las actividades de los enemigos del Reino Unido.
Los portales británicos que difundieron el documento del GCHQ silenciaron, sin embargo, el fallo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en 2018 –pleno proceso de negociación del Brexit–, que consideró como ilegales a los programas de vigilancia masiva organizados por esa agencia desde hace una década. Entre las iniciativas de la GCHQ denunciadas figuran operaciones de vigilancia de 22.000 niños de escuelas primarias y secundarias británicas –sin consentimiento de sus padres– en el marco de un relevamiento de competencias futuras de los estudiantes.
Las agencias de inteligencia como la GCHQ y las empresas de marketing digital comparten dos tareas centrales interconectadas: las expositivas y las extractivas. Las primeras se orientan a influir en segmentos permeables (previamente detectados y estudiados), y las segundas buscan recolectar información de los usuarios apropiándose de los datos provenientes de los diferentes soportes (celular, TV, computadora, tablet), con el objeto de sumarlos a la minería de datos imprescindibles para la Inteligencia Artificial (IA).
Quienes compran o alquilan soportes para difamar o construir agendas aptas a los intereses hegemónicos se escudan en la libertad de expresión y en la ausencia de regulaciones globales y nacionales. Las guaridas digitales desde donde se operativizan las campañas de desprestigio, con alta presencia en América Latina y el Caribe (ALyC), cuentan con servidores ubicados en jurisdicciones ajenas a los territorios en los que se llevan a cabo las operaciones.
La pandemia incrementó la virtualidad, y los relevamientos muestran que aumentará su impacto en áreas tan disímiles como las campañas electorales, la comercialización y la educación. Pero también incrementará su capacidad de daño en el desarrollo de cruzadas contra dirigentes políticos antipáticos para el capitalismo monopólico digitalizado. Sus tareas planificadas incluyen, además, la diseminación de pequeñas discrepancias al interior de los grupos subalternos, con el evidente objeto de impedir su articulación política con referentes opuestos a la lógica neoliberal.
Canales y soportes
Alexander Nix, CEO de Cambridge Analytica, reconoce en el Parlamento británico su participación en campañas contra Cristina Fernández de Kirchner.
Los canales a través de los cuales se concentra la emisión y la vigilancia de la IA en América Latina y el Caribe son:
- Las Redes Sociales (RRSS) como Twitter, Facebook, Instagram y Tik Tok.
- Los soportes de mensajería instantánea como WhatsApp, Telegram y Signal.
- Los foros en línea y tableros de mensajes como Reddit.
- El correo electrónico.
- Y los tableros lúdicos, que agrupan comunidades de juego en línea.
Esos soportes son atravesados por una cronología explícita que modela gran parte de la agenda político-comunicacional que se instala y es recuperada, en Argentina, por la trifecta mediática (Clarín, La Nación e Infobae). Las cuatro etapas son:
(a) La Instalación, mediante la cual, un grupo de referentes preasignados propone la cruzada en formato de difamación organizada.
(b) La replicación a través de activistas y trolls contratados que amplían las imputaciones falsas.
(c) La irradiación: los bots –dispositivos automáticos que desparraman información con ayuda de la IA– se encargan de ampliar las operaciones propagandísticas de los referentes preasignados con el objetivo explícito de convertir sus posteos en hashtags/etiquetas (palabras o frases que se convierten en el centro de gravedad de las opiniones) aptas para reducir el debate y, al mismo tiempo, evitar que se hable de temas alternativos. Un bot es una cuenta automatizada, administrada por un algoritmo: no por una persona real. Está diseñado para replicar posteos sin intervención humana. Un troll es diferente de un bot porque el primero es un usuario real, generalmente contratado, mientras que los bots son automáticos. La actividad de trolling se sirve de los bots para extender sus mensajes.
(d) El Apalancamiento: las propaladoras de los medios concentrados recuperan la ofensiva desatada en las tres etapas anteriores y le brindan un barniz de rigurosidad periodística: cada vez más los soportes de las corporaciones neoliberales utilizan el entramado digital, como base, para fundamentar sus difamaciones políticas y auxiliar a los magistrados (cooptados por la derecha) para perseguir a sus enemigos políticos y empresariales en los estrados.
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