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HUBO RACISMO, RECONOCE FINALMENTE DISNEY. ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

Lo estuvieron negando durante muchos años, pero los negocios, y el peso de la realidad, terminaron por inclinar la balanza: hubo estereotipos racistas y otras ofensas, reconoce finalmente Disney en su gigantesca plataforma de streaming donde, a tono con los nuevos tiempos de exhibición, presenta su amplia variedad de títulos.

Críticos y estudiosos lo señalaron desde siempre, pero los defensores de la casa productora alegaban que tales denuncias eran infundadas, al igual que los reproches de racista y misógino endilgados, en lo personal, al fundador de la empresa, Walt Disney.

Generaciones enteras habían crecido disfrutando esos clásicos del dibujo animado, y no todos estaban dispuestos a revisar un pasado infantil marcado por el entusiasmo, ni pedirle cuenta al bonachón Walter Elias Disney por dejar pasar, o incluir él mismo, escenas de contenidos ofensivos a la condición humana.

Pero los tiempos cambian, y los nietos y bisnietos de aquellos que no se percataron, o a los que no les importó el gato por liebre, comenzaron a darse cuenta de que, no obstante el empaque creativo de esos filmes, Disney no escapaba de la impronta racista, machista y xenófoba que, desde su nacimiento, había marcado a Hollywood.

El propio Walt Disney trató, muy temprano, de eludir responsabilidades declarando: «Hago películas para entretener y después la Academia de Hollywood me dice lo que significan». Pero ya desde los años 30 del pasado siglo, no faltaron especialistas en afirmar que en aquellas bellas historias para niños «había algo oscuro».

Las críticas abarcaban las tergiversaciones culturales de la industria Disney, como sucedió con la leyenda china Mulan (1998), y hace solo cuatro años con Moana, cinta en la que Maui, figura mitológica venerada en la Polinesia, era convertida en un chistoso gordito en taparrabos.

La lucha contra posiciones racistas que se libra en el mundo parece haber sido determinante para que la casa Disney se llamara a contar. En noviembre del pasado año, los filmes exhibidos en su plataforma empezaron a llevar la siguiente advertencia: «Este programa se presenta como se creó originalmente, puede contener representaciones culturales obsoletas».

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ROLANDO PÉREZ BETANCOURT: “YO PREFIERO EL RIESGO”

FLOR DE PAZ

A los 72 años Rolando Pérez Betancourt casi se muere. Pero logró sobrevivir a una infección nosocomial contraída en una sencilla intervención quirúrgica. Tres años después llega a los 75 y, como hace tiempo, cada viernes en la noche se nos asoma en la pantalla a través de su programa televisivo La séptima puerta, esa que abre al mundo de un cine sustentado en valores ideoestéticos.

Nació en La Habana, el 25 de septiembre de 1945, cuando apenas había finalizado la Segunda Guerra Mundial. Recuerda haber escuchado hablar de la guerra y también cómo en Cuba se sentían sus estragos: las carencias materiales, la falta de alimentos… Su abuela y su madre se lo contaban.

A la izquierda, en los talleres del periódico Hoy

Es hijo de una familia muy humilde, de un padre sin trabajo y de una madre ama de casa: “viví una pobreza extrema”. Al terminar el octavo grado empezó a trabajar como aprendiz de caja en el periódico Hoy (órgano oficial del Partido Socialista Popular). Allí se hizo tipógrafo.

Fueron los viejos comunistas de aquel rotativo —que vieron a Rolando desarrollarse en los talleres de Hoy—, quienes lo llevaron al Diario de la Marina, donde se hizo diseñador empírico, a partir de lo que había aprendido en las cajas. Luego, cuando tenía 16 años, cuando Hoy Granma se unieron, el joven formó parte de los fundadores de la publicación.

—La primera página la hizo Fidel en 1965. Y a partir de ese momento empiezo a hacer las primeras páginas del periódico Granma como diseñador, aunque también escribía.

Fue cronista deportivo, porque practicó deportes. Sin ser periodista todavía —desde que trabajaba en las cajas—, subía a la redacción de madrugada, cuando la gente se iba, y practicaba en la máquina de escribir. En 1962, o principios de 1963, hizo sus primeros textos. Y un día se decidió a tocar a la puerta de Blas Roca Calderío, y le dijo:

—Blas, yo quiero ser periodista

—¿Qué nivel de escolaridad tienes?, le respondió.

—Octavo grado

—Con octavo grado puedes hacer ciertas cosas, zanjó.

Escribió en esa época algunos trabajos sobre deporte. Blas lo ayudó mucho, también Gabriel Molina, que era jefe de información del periódico, y algunos compañeros más.

Durante la entrevista. Fotos: Flor de Paz.

Más tarde, ya como periodista, hizo coberturas nacionales. Iba a las provincias y descubría todo lo que estaba haciendo la Revolución allí: los muchachos que ya tenían escuelas, el desarrollo de la salud pública…

—Escribí muchas crónicas; fui un cronista por excelencia en aquella época. Ganaba muchos premios de crónica y reportaje. Me fui formando en el periodismo literario y en lo que realmente me interesaba, ahondar en lo humano de quienes participaban en la Revolución. Aprendí, como todo periodista, a hacer periodismo noticioso, que es elemental, pero no daba la vida por una buena noticia. Canté muchas loas a la Revolución.

Cuenta que luego quiso escribir sobre ciertas contradicciones que empezó a percibir, aunque le resultó muy difícil. “No es fácil hacer un tipo de periodismo a noventa millas del imperialismo, tenemos que desarrollar un periodismo que nos cuide de ellos, pero que al mismo tiempo sea lo suficientemente crítico para ayudarnos en la formación de nuestros valores”.

—Siempre he dicho que la Revolución es verdad y que el periodismo revolucionario es la verdad, y hay que trabajar con esa verdad siempre en función de esclarecer y de que la gente participe.

Pero entonces no pudo hacer el periodismo que quería y se decidió por el cultural, por la crítica de cine. “Hace más de cuarenta años hago la sección Crónica del espectador. No existe en Cuba una sección de cine tan vieja como esa”.

En el periódico Granma, fue jefe de la página cultural y jefe de redacción por veinticinco años, hasta que se cansó y se dedicó a escribir.

La crítica de cine, un nuevo capítulo

Haberse dedicado a la crítica de cine ha sido para Rolando una especie de sueño realizado: de muchacho había sido un gran cinéfilo. Por otra parte, su determinación a dedicarse al análisis de ese arte desde el periodismo coincidió con otra circunstancia: Granma necesitó tener un crítico de cine que respondiera a los intereses del periódico.

—Porque criticar una película cubana en Cuba en aquella época no era nada fácil, como no lo era criticar la política de exhibición que tenía el ICAIC. Fue en ese ambiente que empecé como crítico de cine, y desde entonces hasta ahora he sido crítico de Granma, durante más de cuarenta años.

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HOLLYWOOD, ¿Y AHORA QUÉ? ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

Para muchos, Parásitos es el mejor filme de todos los realizados en el año 2019. Foto: Fotograma de la Película

 

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

ROLANDITO¿Cambiarán para bien los tradicionales premios de la Academia de Hollywood tras el aplastante triunfo de Parásitos, primera vez, a lo largo de 92 años, que el Oscar a la mejor película y al mejor director se rinden ante una producción extranjera, hablada «para colmo» –dirían los más conservadores de la institución– en coreano?

Cortarles las alas de la exhibición a las buenas películas extranjeras que no sean habladas en inglés ha sido larga costumbre en Hollywood. Pero como atenuante a lo que pudiera considerarse una soberbia comercial, nunca faltaron proposiciones –indecorosas, después de todo– dirigidas a aquellos filmes que pudieran funcionar en la taquilla nacional: comprarles los derechos de autor y confeccionar remakes muy «a la americana».

Ya al recibir la Palma de oro en Cannes por su drama social Parásitos, el director Bong Joon-ho sacó a relucir un tono cáustico para recomendarle a la audiencia bajar los ojos unos centímetros y acostumbrarse a leer los subtítulos, lo que le permitiría descubrir filmes maravillosos realizados en otras lenguas.

El coreano tenía un antecedente muy próximo, pues en el Oscar de 2019, Alfonso Cuarón, director de Roma, había estado a punto de lograr la hazaña de combinar el doblete de mejor película y mejor director, lo que pareció demasiado a los académicos, que optaron por otorgar el más apreciado de los Oscar al filme estadounidense El libro verde, comedia de aceptables tintes dramáticos, aunque a ojos vista muy inferior al filme mexicano.

Asentado en grandes estrellas, fabulosas producciones y un marketing internacional que no admite comparación, Hollywood terminó de monopolizar el cine mundial tras finalizar la Segunda Guerra Mundial. Impusieron las reglas de un gusto abierto lo mismo a la reiteración masiva que a los aportes del arte y crearon un sistema de premios dominado, en lo fundamental, por una narrativa clásica. Cierto que hubo etapas en que se «infiltraron» al Oscar películas con aires de renovación, pero fue el peso de industria lo prevaleciente.

Y he aquí que solo un año después del malabarismo esquivo con RomaParásitos, una película excepcional, hay que remarcarlo, ajena al gran sistema de producción y con artistas por entero coreanos, penetra el bunker de Hollywood y luego de erigirse en la gran triunfadora (cuatro Oscar en total) le lanza una señal al mundo: la llamada Meca del cine y su academia, están cediendo. Una transformación dada por las circunstancias, porque los tiempos son otros y el cine es mucho más que sentarse en una butaca frente a una gran pantalla.

Las nuevas tecnologías y la expansión de internet, las plataformas streaming, como Netflix, negadas en un principio por Hollywood y finalmente aceptadas, la globalización cinematográfica, con una inmediatez impresionante que nada tiene que ver con esperar a que las grandes producciones estadounidenses lleguen a los países, han ido conformando una audiencia diferente y bien informada, que sabe dónde está lo bueno y sale a buscarlo.

Se irán acabando los tiempos de la vieja escuela, en que Hollywood forzaba a que le compraran internacionalmente una película taquillera convoyada de cinco o seis desastres, para al menos sacar los costos de producción de estas últimas.

 No será de la noche a la mañana, pero el negocio del cine obliga a la transformación de Hollywood, lo que no quiere decir que se renuncie al dominio de las riendas. No pueden negarse los cambios de la Academia en estos últimos años, con puertas abiertas a representantes foráneos, también el hecho de que la edad promedio de los votantes haya bajado considerablemente, pero si ahora Parásitos resultó premiada como ninguna otra, compitiendo frente a varios pesos pesados de la industria, se debió también a que un público conocedor no hubiera perdonado otro desliz mayúsculo.

 En tal sentido, Bong Joon-ho tiene el mérito de haber sido el primero en quebrar el techo de una industria centenaria habituada, entre afeites y argucias, a vivir solo para ella.

GRANMA

VOLVER A SANTIAGO. ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

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ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

rolando-perezSin ser periodista de formación ni tener el cine como oficio, Santiago Álvarez pronto encontró el camino hacia la obra perdurable.

Dos factores fueron fundamentales en ese crecimiento comenzado cuando él ya tenía 40 años de edad: la sensibilidad y el talento. Después vendrían la pasión, el trabajo sin horarios, la vocación revolucionaria, que le hicieron dirigir clásicos del documental y cimas del mejor periodismo, concretadas en el Noticiero Icaic Latinoamericano.

Lo conocí en 1967, junto a Iván Nápoles, encaramados en el techo de una embarcación durante el Campeonato Mundial de Caza submarina celebrado en Cayo Ávalos. Como sucedería muchas veces, director y camarógrafo discutían sin ponerse de acuerdo (en pocas ocasiones un director de cine y su camarógrafo predilecto han sido tan disparejos. Viéndolos trabajar parecía como si no se entendieran. Santiago, un puro nervio inmerso en el trance creativo; Iván, la calma exterior, la búsqueda por dentro. Luego, el resultado de la obra vendría a demostrar que los dos habían nacido para complementarse gracias al arte).

En Santiago convivían el periodista y el poeta. ¿Cuál primero, cuál después?

Una posible respuesta pudiera encontrarse en la imaginación y en el poder asociativo que lo caracterizaban y Hanoi, martes 13 es una prueba de ello. En 1966 lo sorprende un bombardeo estadounidense a esa ciudad y no se limita a captar el genocidio del hecho noticioso, del cual es un testigo excepcional. Quiere más, mucho más, y arma un documental que hoy está considerado entre los clásicos mundiales del género, entre otros aspectos porque hace gala de un montaje asociativo que habrá de caracterizarlo a lo largo de su carrera. Combina en esa obra a Martí y los niños, Martí y su texto sobre los anamitas, hace una denuncia in situ al genocidio yanqui, recurre a imágenes de archivo y logra que la figura del presidente Lyndon Baines Johnson emerja, cual máximo representante de una arrogancia imperialista que no vacila en sembrar desolación y muerte a su paso por una tierra en la que, moralmente, no tienen nada que ir a buscar.

El documental corta el aliento, pero también deja una sensación nada panfletaria de que Vietnam vencerá. Y ello en los momentos más duros de la contienda.

Santiago hizo de la invasión de Estados Unidos a Vietnam (15 viajes allá) su propia guerra. Quienes lo conocieron saben que el tiempo era su obsesión. Llegaba, se encerraba en el Icaic y en unos pocos días el material estaba listo. La urgencia periodística marcó no pocas veces al artista responsabilizado con dar a conocer al mundo lo que en ese mismo minuto estaba sucediendo. En esa inmediatez indispensable, el periodista sí se le impuso al poeta, sin que el poeta dejara de aparecer.

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TRUMP, SU PELÍCULA. ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

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ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

Aunque la crítica no se ha pronunciado al respecto, 1 200 cines estadounidenses estrenaron el pasado mes Las profecías de Trump, también conocida como El enviado de Dios, producida a un costo de tres millones de dólares entre ReelWorks StuDios y la escuela de cine Liberty University, una institución cristiana evangélica de Lynchburg considerada como la universidad más conservadora de los Estados Unidos.

El estreno hace afilar la mirada porque es la segunda vez en la historia que un filme sale directamente de una universidad a la pantalla grande, y máxime si el hecho tiene lugar a las puertas de las elecciones bicamerales que acaban de celebrarse en ese país.

La película recoge la historia de un milagro procedente no del evangelio  –argumento harto explotado por Hollywood–, sino de la vida política estadounidense: la ascensión a la presidencia del magnate Donald Trump, empedernido mujeriego y estrella de la televisión, a quien un mandato divino le encomienda reencaminar a Estados Unidos por el sendero del bien y los valores morales extraviados por culpa de ineptos estrategas.

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LOS LABIOS DE JEANNE MOREAU. ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

Fue imposible entonces ir a ver sus muchas película sin apartar los ojos de aquellos labios; al reírse, al llorar, al pronunciar un parlamento cualquiera  con su voz eternamente grave.

Ninguna firma de cosméticos la  hubiera contratado para un anuncio (portadora ella de una belleza tan poco convencional para los años 50-60), y sin  embargo, nunca tuvo el cine labios tan diferentes y explícitos a la hora de expresar un sentimiento.

Desconozco si algunos de los grandes directores que desde muy temprano la buscaron  repararon en ese don. Es de suponer que sí, ellos tan capaces de explotar los movimientos  de su cuerpo (entrenado en el teatro), la expresividad de los ojos, su don de transmitir  una sensualidad tan libre como misteriosa.

Cuando Jeanne Moreau, deidad de la Nueva Ola y protagonista de muchos filmes más, falleció en el 2017 a la edad de 89 años, lo primero que me vino a la mente fue la forma de sus labios y las excelentes películas en las que, una tras otra,  dejó estampadas sus huellas.

Fuente: Periódico Granma

RITA HAYWORTH Y LA GLOBALIZACIÓN DEL CHISMORREO. ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

Cada vez más la globalización  del chismorreo le gana terreno a la magnitud social y cultural.

–¡Qué barbaridad!, fulana se divorció de fulano después de terminar su última película.

–Sí, pero él andaba  ya con otra.

–¿Con otra, o con otro?

El chisme banal y despolitizado en función (abarcadora)  de secuestrar el razonamiento trascendente.

Allá en los años 50, siendo un niño,  conocí  del asunto –sin comprenderlo entonces– leyendo revistas del corazón coleccionadas por una prima que, no obstante  gastarse una fortuna en tinte rojo y tacones altos, nunca alcanzó sus sueños de parecerse a Rita Hayworth y, por carambola,  matrimoniarse con un príncipe asentado en lejanas tierras.

Los chismes de la farándula de entonces no son nada comparados con la explosión que hoy alcanzan en las grandes plataformas de la información dominantes en internet, donde un titular acerca de la última matanza de escolares en Estados Unidos puede estar a la par, o por debajo, del último vestido vaporoso exhibido por Jennifer López, o cualquiera otra con menos talento artístico, pero con suficientes curvas, vida pública, o dinero como para mantenerse en el bombo publicitario.

El mito y la fama individual en función de banalizar la cultura y acaparar la atención de un público ávido en seguir la vida rimbombante  de los famosos, por encima  de acontecimientos políticos, culturales o económicos que, en su tejido  de implicaciones humanas, sí pudieran influir en  sus propias vidas.

El sensacionalismo irradiado por las  individualidades ganándole la batalla al hecho social como parte de la norteamericanización del mito, que sin barcazas de desembarco ni ablandamiento aéreo invade y seduce a millones de mentes asentadas en Europa (que también es una exportadora de esos desvalores), Asia y América Latina.

Maniobra «informativa» con claro objetivo dominante en su interés de que la despolitización y la banalización rijan el cada día de una sociedad internacional que, se pretende, sea cada vez más individual y privada por encima de lo colectivo y  lo social.

Un modelo cultural basado en la trascendencia desmedida de la imagen, el sensacionalismo, la exaltación de celebridades (verdaderas o fabricadas), todo encaminado a focalizar la atención popular en principios egocéntricos con pretensiones adormecedoras, las mismas, pero ahora en escala inimaginable  a mediado del siglo xx, que un día le hicieron errar el tiro a mi prima en su intención de parecerse a Rita Hayworth.

LA LECCIÓN. ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

Me puse a ver una película que, de tan mala, seguí viéndola para comprobar hasta dónde podía llegar el cúmulo de sus impericias.

Historia sosa tomada muy en serio por su director, diálogos reiterativos, decorados que amenazaban con venirse abajo al primer estornudo, escenitas de sexo sin un mínimo de simulacro erótico, tiros a raudales y actuaciones tan lejos de ser consideradas que movían a la risa.

Películas similares las suelo «tumbar» antes de que alcancen los cinco minutos en pantalla, esta, sin embargo, la dejé rodar movido por un ánimo de indagación vinculado a una tendencia que ha venido tomando auge en los últimos tiempos: convertir las películas muy malas en buenas… para reírse de ellas.

El asunto no tiene nada que ver con las hoy consideradas películas de culto filmadas por Ed Wodd a ritmo de inspiradas torpezas y,  en menor  medida, las del mexicano-español Juan Orol, o aquellos filmes de ciencia ficción de los años 50 pletóricos de monstruos y naves espaciales a los que es preferible recordar envueltos en el mismo halo romántico que nos invadió en aquellos días (y pasar así por alto el trucaje de poca monta, en ocasiones imposible de ser disimulado por las cámaras de entonces).

Tampoco se refieren estas líneas a los premios Frambuesas entregados en Hollywood  –en coincidencia con los Oscar– a lo peor del año, y uno de cuyos máximos acaparadores ha sido Sylvester Stallone. Se trata entonces de películas concebidas por sus directores (las antes  mencionadas igualmente) con el ánimo de triunfar en la gran cartelera, pero que terminaron ganando el aplauso de un público ávido en  aglomerarse  en los cines para burlarse en colectivo de ellas.

El término «burla», vinculado con el  arte, no resulta en lo absoluto estimulante, pero es un hecho del cual dan fe cintas como The Room (Tom Wiseau, 2003) rodada a un costo de 6 millones de dólares y considerada por no pocos críticos como la peor película de la historia.

El filme cayó en manos de los cultivadores del cine malo que no faltan en diversos países y hasta celebran sus convenciones, a las que acuden disfrazados de los personajes impugnados y con  diálogos aprendidos de memoria para lanzarse  al ataque  bajo la máxima ( según Carlos Palencia, director de cinecutre.com) de que «ver en soledad películas malas es insoportable, pero verlas en compañía de gente que ríe a carcajadas y disfruta los comentarios y chistes en voz alta es una experiencia extraordinaria».

Un público diferente que, organizado en las redes sociales, sale a cazar filmes que muevan a la risa sin pretenderlo y para el que encontrar una película peor a la anteriormente vista es un pretexto que le permite organizar «fiestones de desquites».

Un público que, sin embargo, le hizo recuperar al actor, escritor y director de The Room el presupuesto invertido en su bodrio, y hasta obtener un dinerito extra. Un Tom Wiseau que, convertido en estrella de nuevo tipo, no ha tenido recato en insinuar que hizo su película tan mala con la mayor intención.

Fuente: Granma

LOS BENEFICIOS DE LA IGNORANCIA. ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT / GRANMA

La ignorancia media (está la otra, la de los trogloditas contemporáneos) tiene sus beneficios… para los que se aprovechan de aquellos sumidos en ella.

No es difícil manipular a un ignorante de esa especie.

De ahí que en los últimos tiempos crezca en el mundo una subcultura de la ignorancia diseñada especialmente para los que, aunque no lo digan, gustan pensar poco y reflexionar menos, quizá para no verse obligados a actuar más.

Siempre habrá personas, o maquinarias pensantes, que se ocupen de trazarles los rumbos al ignorante medio recurriendo a una especulación influyente abrigada por las reiteraciones, la publicidad y la propaganda.

No hay que olvidar que la desinformación, proveniente de lo que creemos es información, se ha convertido en la principal herramienta del dominio intelectual.

Películas, libros, música, tendencias políticas, ideologías, modas, xenofobias, homofobias, racismos, discriminaciones, y pudiera seguirse la lista.

El sentido humanístico y la espiritualidad –sustentadores de la era moderna– son relegados en aras de fabricar una «cultura común a todas las especies», genérica, suave, que no exija demasiado y al mismo tiempo haga pensar al ignorante que está lejos de serlo, o más bien que integra una amplia masa de bendecidos por el entretenimiento superfluo.  Seguir leyendo LOS BENEFICIOS DE LA IGNORANCIA. ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

LUZ DE LUNA (MOONLIGHT). ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

CRÓNICA DE UN ESPECTADOR

Alguna que otra pluma aviesa ha sugerido que el Oscar a la mejor película obtenido por Luz de Luna (Moonlight) ha sido una respuesta de la Academia de Hollywood a la acusación de racista que recibió el pasado año

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ROLANDO PÉREZ BETANCOURT / GRANMA

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Luz de luna, un premio diferente.

Alguna que otra pluma aviesa ha sugerido que el Oscar a la mejor película obtenido por Luz de Luna (Moonlight) ha sido una respuesta de la Academia de Hollywood a la acusación de racista que recibió el pasado año. Y en un intento de restarle mérito al filme hasta se ha escrito en la red que «hay que ser negro y gay para ganar un Oscar», ofensa que ha recibido un aluvión de críticas y más de una palabra contundente.

Reacia a galardonar como mejor película filmes de temáticas gay (el caso más sonado fue el premio que le dieron a la mediocre Crash por encima de Brokeback Mountain) la Academia ha distinguido actuaciones como las de Tom Hanks, en Filadelfia y Sean Penn, en Milk. En la primera no aparecían muestras de afectos típicas de una relación gay y el eje dramático se centraba en las reclamaciones de un abogado despedido de su trabajo por estar enfermo de sida, y en la segunda, aunque sí las había sin llegar a extremos, el tema principal era el asesinato de un político homosexual norteamericano en los años 70.

Luz de luna, filme independiente realizado con escasos presupuestos y actores negros, se basa en una obra teatral de corte autobiográfico, a la que el director Barry Jenkins le hizo aportaciones, y sí es un filme de temática homosexual, aunque tampoco presenta escenas que la imposibiliten ser exhibida ante una amplia audiencia.

Más allá de especular si ese premio será el inicio de una apertura que desde hace tanto tiempo se le pide a la conservadora Academia —lo que es de dudar, entre otras razones porque hay mucho dinero apostando tanto al cine clásico de Hollywood, como a los gustos por él fomentados, y la muestra más reciente es la inflada La La Land— de lo que si no cabe duda es que Luz de luna es una excelente película basada en un tema duro y al mismo tiempo lleno de poesía. Seguir leyendo LUZ DE LUNA (MOONLIGHT). ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

LA HISTORIA A TRAVÉS DEL AUDIOVISUAL. ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

>>Soy partidario de algo que pudiera denominarse la alfabetización del gusto y del conocimiento libre de influencias manipuladoras. El gusto, aunque alguna gente no esté de acuerdo, se puede alfabetizar a partir de un trabajo inteligente y culto. Hay que influir en la gente, no para que piensen como nosotros, sino para que tengan herramientas para analizar, para que no se queden como “enanos intelectuales”<<.
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Intervención en el Panel organizado por la Red En defensa de la humanidad en el Congreso Pedagogía 2017 el 3 de febrero de 2017, en el Palacio de Convenciones de La Habana, Cuba.

Para hablar de la historia vista a través del audiovisual habría  que empezar necesariamente por el cine, cuando el cine lo era todo antes de formar parte de ese amplio concepto que es el audiovisual.

rpb-1Hablo, para empezar refiriéndome a nuestros país, de los días en que Teddy Roosevelt –––tres años más tarde presidente de los Estados Unidos–– desembarca en Cuba con su cuerpo de voluntarios, los llamados rough riders.  Pero antes de plantar un pie en tierra esos soldados, son los técnicos, las cámaras de cine, los que toman posición para recoger la triunfal llegada de las tropas. Y esto tiene lugar en 1898, solo tres años después de que los hermanos Lumiere inventaran el cinematógrafo. Teddy Roosevelt está presente en la toma de la Loma de San Juan, la hazaña más divulgada en los Estados Unidos  en relación con la Guerra Hispano-americana y reconstruida cinematográficamente para ponderarse el heroísmo de la tropa y por supuesto, de Teddy… (No importa que tan solo sea la toma de una loma). Tanto las escenas fílmicas  que  se vieron en ese país como la propaganda de la prensa escrita resultaron esenciales para que el cowboy Teddy Roosevelt fuera electo, primero gobernador de Nueva York y más tarde,  vicepresidente.

Y posiblemente fueron esas imágenes las primera en dar pie a lo que luego sería la  “americanización del héroe”, sustancia ideológica capital recreada en el cine de Hollywood, vista desde las primeras películas realizadas por esa industria, hasta los días de hoy y que consiste en que cualquier hecho de tintes históricos, narrado en cualquier país, siempre tendrá a un héroe norteamericano resaltando en medio de la lucha de la población nativa contra cualquier  injusticia.

rpb-santiagoUn buen ejemplo sería la película “Santiago”, producida por la Warner Brothers en 1956 en  la cual José Martí es un regordete de barriga cervecera,  una suerte de vividor viviendo en 1898 en un palacio en Haití, donde contrata los servicios de un contrabandista norteamericano (interpretado por Alan Ladd) para que transporte un cargamento de armas a la provincia de Oriente. El general Antonio Maceo, que recibirá las armas (¡también está vivo  en 1898!), es un soldado de aspecto siniestro y con un  bigotillo a lo David Niven, que viste un uniforme de oficial similar al del Ejército Confederado en la Guerra de Secesión. Antes, como carta de presentación, el Martí de la Warner Brothers le ha dicho al cowboy Alan Ladd que Maceo “ha matado a dos mil soldados españoles con sus propias manos”.   Seguir leyendo LA HISTORIA A TRAVÉS DEL AUDIOVISUAL. ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

SABER MIRAR ES SABER ASOCIAR. ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

Cien años después de aquellos primeros intentos de Chaplin y otros pocos por marcar la diferencia con un Hollywood ramplón y repetidor de fórmulas, sigue reinando en el mundo una subcultura de la ignorancia

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ROLANDO PÉREZ BETANCOURT / GRANMA

Difícilmente exista una definición del proceso creativo tan simple como la ofrecida por Chaplin al referirse al método para mantener el argumento de sus películas: «meter a la gente en apuros, y después hacerla salir de ellos».

Parecería una receta fácil, pero —talento mediante— ella dio lugar a un símbolo universal (el vagabundo Charlot y sus historias) hoy estudiados no solo por aquellos interesados en el cine, sino también por los que pretenden tomarle el pulso a una época en sus más diversas connotaciones, incluyendo el crack bursátil de 1929, magistralmente reflejado en Tiempos modernos (1936).

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El Chaplin que había comenzado como un estereotipo del payaso enredador creció hasta convertirse en un artista pletórico de humanidad y empatía social, a tono con una verdad que buscó y que pocos discutirían: La cultura no debe acomodar al ser humano, sino elevarlo.

Cien años después de aquellos primeros intentos de Chaplin y otros pocos por marcar la diferencia con un Hollywood ramplón y repetidor de fórmulas, sigue reinando en el mundo una subcultura de la ignorancia, que se vigoriza gracias a los encargados de alimentarla: la llamada Gran Industria del entretenimiento, que si bien satisface a muchos con productos reiterativos y envueltos en celofanes, está interesada en la fabricación de un «consumidor tipo» que acepte sin reparos —y hasta se vanaglorie— de la mediocridad intelectual recibida.  Seguir leyendo SABER MIRAR ES SABER ASOCIAR. ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

CRÍTICOS Y CRITICADOS

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT/GRANMA

Fotograma de la cinta inglesa El vestidor, con Anthony Hopkins e Ian McKellen.

En el filme inglés El vestidor (Richard Eyre, 2015) hay una escena en la que un viejo actor especializado en Shakespeare (Anthony Hopkins) desbarra contra los críticos, en especial aquellos que no supieron considerar su obra, y le dice a su asistente (Ian McKellen) no haberlos tenido nunca en cuenta. Avanzado el metraje, sumido en un estallido de emotividad, el actor muestra una agenda donde conserva —finamente clasificadas— las críticas recibidas a lo largo de su carrera.

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Hollywood, la Academia, y sus nuevos integrantes

Rolando Pérez Betancourt
Fuente: Granma

Cheryl Boone Isaacs, presidenta de la Academia de Hollywood. Foto: To­ma­da de rtve.es
Cheryl Boone Isaacs, presidenta de la Academia de Hollywood.

Las invitaciones formuladas por la Academia de Hollywood a 683 per­sonalidades del mundo de la pantalla para que se sumen al grupo integrado por poco más de 6 mil 200 académicos “tradicionales”, han si­do consideradas por algunos como una revolución dentro de la llamada Meca del cine.

Aunque el término “revolución” resulta inmoderado, el optimismo es comprensible si se tiene en cuenta que hasta hace unos días la Aca­demia estuvo integrada en un 93 % de blancos, 76 % de hombres, y una edad promedio de 63 años, cifras que se reiteraron en los medios tras el intento de boicot que sufrió la última entrega del Oscar al no aparecer, en dos años consecutivos, un solo actor negro nominado en las diversas categorías. Seguir leyendo Hollywood, la Academia, y sus nuevos integrantes

El teque en la memoria


Fuente: Granma

TequeFue a principio de los años sesenta cuando oí hablar por primera vez del teque.

Trabajaba en la imprenta del periódico HOY, pero Daniel Reguera, jefe de la página deportiva, me enviaba a cubrir mis primeras informaciones en los ratos libres.

En una de ellas ––reunión relacionada con la selección de un equipo que iría a competir al extranjero–– alguien recordó lo imperioso de darle “un teque” a los atletas que no integrarían el grupo, de manera que no se quedaran deprimidos.

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Life


Fuente: Granma

f0062321Para una generación de espectadores que a finales de los años cincuenta tenía el don de descubrir lo diferente, James Dean es, y será, un mito capaz de resistir el análisis del tiempo.

No importa que sea fácil demostrar —por ejemplo— que en su última película, Gigante (George Stevens, 1956), el personaje ya envejecido que interpreta el actor tenga mucho de “viejo disfrazado”, porque, después de todo, eso no era lo suyo. Seguir leyendo Life

¿Cine de Hollywood en Cuba?


Fuente: Granma

hMás de 40 años escribiendo la Crónica de un espectador en Granma, y casi 20 en la televisión conduciendo programas de cine, han he­cho que no falten espectadores que se me acerquen, o me escriban, para decirme: “compadre, no apriete tanto con Hollywood”.
Pero qué remedio.

Cualquier crítico que se respete sabe lo que el Hollywood mayoritario significa: gran espectáculo, gran negocio, fórmulas comerciales reiteradas, audiencias adormecidas frente a un tipo de producto concebido para que el espectador no se interese por nada más y, al final, mucho dinero engrosando las arcas de una de las industrias más poderosas del mundo.

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Boicot negro para un Oscar demasiado blanco

Rolando Pérez Betancourt
Tomado de Granma

Spike Lee, uno de los iniciadores de esta denuncia
Spike Lee, uno de los iniciadores de esta denuncia

Dos años consecutivos sin un solo actor negro nominado al Oscar en sus diversas categorías resulta de­masiado para una comunidad artística que sabe tanto de sus valores co­mo de la pata de que cojea Ho­lly­wood, cuya Academia está integrada por un 93 % de blancos, 76 % de hombres, y una edad promedio de 63 años.

De ahí que artistas negros estén amenazando con boicotear la en­trega de las estatuillas, que tendrá lugar el próximo 28 de febrero.

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