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SILVIO RODRÍGUEZ: “TODAS LAS CANCIONES, HABLEN DE LO QUE HABLEN, SON POLÍTICAS”. BÁRBARA SCHIJMAN

El trovador cubano habla sobre su último trabajo, su vida y la pandemia*

Sus canciones son testimonio de honestidad y de un compromiso social que abriga y reparte desde que era muy niño. En diálogo con Página/12, se refiere a Para la espera, una obra que dedicó a siete “excelentes creadores que el mundo ha perdido”. Su música, sus lugares, sus tiempos y la gente de su vida.

En junio último Silvio Rodríguez presentó Para la espera, un trabajo compuesto por trece canciones, diez inéditas y tres divulgadas anteriormente.

BÁRBARA SCHIJMAN

Para la espera incluye algunas de las canciones que he compuesto en los últimos años. En todos los casos son primeras versiones, realizadas poco tiempo después de haberlas compuesto”, aclara Silvio. “Los instrumentos y voces que aquí se escuchan soy yo mismo, tomando apuntes para desarrollar después. Solo tres de estos temas fueron divulgados anteriormente: ‘Jugábamos a Dios’ (2010) para los créditos del filme ‘Afinidades’ –dirigido por Jorge Perugorría y Vladimir Cruz–, ‘Viene la cosa’ (2016), interpretada en múltiples conciertos en barrios de La Habana y ‘Noche sin fin y mar’ (2017), dedicado a mi querido amigo Eduardo Aute. Los 10 temas restantes son inéditos”, detalla.

El total se completa con “La adivinanza”, “Aunque no quiero, veo que me alejo”, “Conteo atrás”, “Si Lucifer Volviera al Paraíso”, “Una sombra”, “Los Aliviadores”, “Modo frigio”, “Danzón para la Espera”, “Después de vivir”, y en la instrumental “Página Final”. El disco, que llega cinco años después de Amoríos (2015), tiene de todo: melancolía, reflexión, causas justas, esperas, familia y amigos.

Trece canciones en su regreso a un formato solitario, donde se acompaña con la guitarra, pero también toca el bajo, la percusión y hace las segundas voces. Intimidad y comunión para dedicar su nueva entrega a siete amigos que murieron entre marzo y abril de este año: Tupac Pinilla, Juan Padrón, Luis Eduardo Aute, César López, Luis Sepúlveda, Marcos Mundstock y Óscar Chávez.

Se presenta como “trovador nacido en San Antonio de los Baños, Cuba, en 1946, hijo de Argelia y Dagoberto”.

–Dedicó Para la espera a siete amigos que murieron este año. El nombre del disco aparece en “Danzón para la espera”, una canción que habla sobre las esperas, la esperanza, los danzones que se van. ¿De los anhelos más profundos, hay alguno que espere especialmente?

–Algunos de los más profundos anhelos suelen vivir en una incertidumbre constante: sí pero no, pero sí, pero a lo mejor… La suerte es que uno es tan insolente (o necesitado) que apuesta.Sobre la dedicatoria, unos fueron más cercanos que otros, pero con todos tuve algún vínculo entrañable por su quehacer. En Para la espera hay canciones que visitan o se asoman a misterios. Una es “Noche sin fin y mar”, que le dediqué a Eduardo Aute, amigo de muchos años y de muchas cosas. Su familia es mi familia española. Está también “Después de vivir”, que es como una pausa, una suerte de respiro antes de soltar amarras, aunque todos los grandes cambios suelen tener sus preámbulos, sus limbos.

–Es músico de contacto, de mirada y aplauso cercano. En este contexto, ¿cómo vivió la experiencia de lanzar y presentar su nuevo disco en plataformas digitales?

–Hay que decir que ha sido el disco más gentil de los que he hecho. No tuve que ir a dar la lata a ningún sitio. Nadie tuvo que cambiar planes y movilizarse. Suavidad que nos regala el éter (aunque la musculatura se resienta).

–De chico soñaba con ser astronauta y, de hecho, muchas de sus canciones hacen referencia a la astronomía, al espacio. ¿Qué lugar ocupa lo lúdico en su música?

–Las estrellas son muy atractivas a los niños, todos nos preguntamos qué hay allá; supongo que era eso. También dije que quería ser astrónomo. Lo cierto es que yo leía comics de ciencia ficción: Buck Rogers, Flash Gordon, Cadetes del Espacio y otros. Años después fui dibujante de comics. Ahora los canto. Imagínese que a mi pueblo le dicen San Antonio del Humor. Se lo ganó por haber dado a dos de los dibujantes más importantes de la historia de Cuba: Eduardo Abela y René de la Nuez; y a un tercero que, aunque nació en Asturias, vivió con nosotros desde su adolescencia: José Luis Posada. Por eso en mi pueblo hay una Bienal del Humor y un Museo del Humor. Esto no quiere decir que todos los nacidos en el Ariguanabo seamos graciosos. Yo, por ejemplo, he tenido muy mala suerte haciendo chistes. Casi nunca la gente se percata de mis bromas y me toman en serio. Aunque por suerte cuando he hablado en serio me han tomado en broma.

–El documental Silvio Rodríguez. Mi primera gran tarea, realizado por The Literacy Project (El proyecto Alfabetizador) y producido por la realizadora Catherine Murphy, que se presentó en septiembre pasado, relata su fuerte compromiso social desde muy temprana edad. ¿Se identifica con la imagen que reproduce el trabajo de Murphy?

–Nombrar y clasificar ayuda al conocimiento, por eso es bueno tener organizado lo que se sabe; pero, tratándose de personas, me parece que nadie es en realidad el cartelito que le ponen. No somos más que una vida que casualmente apareció en una geografía; los nietos de nuestros abuelos, los hijos de nuestros padres; la muchacha o el muchacho que vivía en tal calle y edificio, en un número de apartamento; el compañero de clase de muchos. Los que por alguna razón nos visibilizamos tampoco sabíamos lo que nos esperaba, mucho menos que habría nuevas clasificaciones y exámenes de rendimiento. Uno nunca se despoja de sus ancestros, de su historia, de su familia, de los rincones de su vida; todos andamos con eso a todas partes.

–Justamente, sobre los rincones de su vida, ¿cómo fueron los tiempos en San Antonio de los Baños?

–En San Antonio viví en varios lugares: en casa de mis abuelos, que fue donde nací; después en una cuartería (ustedes les llaman conventillos); luego en una casita de madera que tenía un patio común con otra familia; más tarde en casa de un primo y por último en otra casita donde mi madre peinaba señoras y yo subía por las noches a los ómnibus locales a cantar, con varios compinches. Pero lo que más tengo presente de mi pueblo es el río y el monte, a donde me escapaba cada vez que podía (y cuando no también). La mayoría de mis mejores recuerdos de infancia tienen que ver con mi pueblo. De La Habana recuerdo felizmente las noches de los viernes en que mi tío Angelito me llevaba al cine, y al final íbamos a los chinos, a comer arroz frito.

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SIGAMOS EN CASA. SILVIO RODRÍGUEZ

LIBRO ABIERTO

SILVIO RODRÍGUEZ

SILVIO 3Cierto, como dijo L. E. Aute, que “el pensamiento no puede tomar asiento”. Por eso siempre doy bienvenida a la inconformidad, que es una puerta hacia el aprendizaje. Aunque me reservo, como derecho humano particular, el principio de ser crítico incluso con ideas aceptadas comúnmente como “buenas”. Por eso disculpen si no me fío de voces que aparentan rebeldía, porque me parece que también expresan la enajenación que provoca lo inédito de esta situación que, para salvarnos, nos limita.

El coronavirus empezó como un pegador insólitamente fuerte. Por eso ante su violencia el instinto fue cubrirse, sin chistar. Ahora, tras varias semanas de confinamiento, empiezan a aparecer voces que cuestionan la precaución, incluso vinculando la cautela con retrocesos en conquistas sociales como la libertad. Como si el principal inconveniente de la pandemia fueran las medidas de los gobiernos para mantener a la gente en sus casas. Como si un virus tiránico se hubiera adueñado de las voluntades dirigentes de todo el mundo. A esta tendencia del pensamiento actual no sé si llamarle épica, temeraria o delirante.

Señalan mucho de donde vino el virus, y con él las medidas de enclaustro para combatirlo, medidas que vulneran una suerte de “sentido de libertad occidental”. Y el virus, aunque aún no está claro su verdadero origen, casualmente vino del país al que los más ricos del mundo declararon una guerra comercial no hace mucho.

Los ricos son los que menos soportan el confinamiento, porque son los que más tienen que perder. Los pobres ahora mismo están dando guerra para no carecer de lo poco que tenían.

Por eso no puedo evitar conectar las aparentemente elevadas ideas sobre las libertades que ahora surgen con el deseo de los ricos. Y como los ricos saben bien el beneficio que les espera si se cuidan, dudo mucho que ahora mismo se atrevan a ejercer esa libertad que lloran.

Dios (la sensatez, el espíritu de supervivencia o lo que sea) nos libre de ideas que inciten a la especie –no la plaga– a un suicidio masivo.

Los que no seamos imprescindibles afuera, sigamos en casa.

Y que vivan los médicos, el personal de la salud, y todos los que trabajan ahora mismo para sostener la vida.

Fuente: SEGUNDA CITA

DIMENSIÓN DE EUSEBIO. SILVIO RODRÍGUEZ

SILVIO, EUSEBIO, CINTIO Y FINA EN VENECIA
Fina García Marruz, Cintio Vitier, Silvio Rodríguez y Eusebio Leal en Venecia

SILVIO RODRÍGUEZ

SILVIO 3Querido Eusebio. La primera vez que nos cruzamos no tuve forma de adivinar tu verdadera dimensión. Como sé que recuerdas, fue en la oficina que Aida tuvo en San Ignacio y Empedrado. Aquella mañana entraste un momento, le susurraste algo y después continuaste con tu paso silencioso y tu camisa de todos los cubanos. Fueron tan tenues tu entrada y tu salida que pude haber soñado tu presencia. Pero enseguida aquella entrañable mujer me contó que habías estado expuesto a “las crueles realidades de nuestras vidas”. Tú no lo supiste, pero desde ese instante estuve contigo.

Esto debió ocurrir hace apenas medio siglo. No recuerdo si Aida mencionó que eras el nuevo Historiador de la Ciudad. La verdad es que por entonces hablábamos poco de lo que éramos, siempre estábamos en lo que queríamos ser. En una ciudad donde cada jornada era historia vivísima del mundo, podían ser invisibles un estudioso, una funcionaria genial, un trovador.

Después empecé a distinguirte, siempre fugazmente, más allá de terceras y cuartas filas, como si prefirieras los perfiles bajos, como si huyeras de las luces. “Debe ser un vampiro”, pensé una vez que te vi al amparo de las sombras, desplegando tus artes. Pero llegaron los setentas y apareciste aquel equipo de arquitectos al que aporté, casualmente, unas fotos. Entonces comenzaba a perfilarse lo que venías bordando con paciencia de chino, y tuve un atisbo de tu dimensión. Por eso un día, en Camagüey, cuando develabas la placa de Agramonte, te dije bajito: “Hermano, yo creo que Ud. también va para el bronce”.

Nunca olvido aquella semana en que Alfredo nos hizo coincidir y tu explicabas el día que fundaron Venecia, en una plaza San Marcos que para mi sorpresa se anegaba, cerca de Caffe Florian, con Fina y con Cintio bajo el Puente de los Suspiros, donde hubo aquellas fotos. Luego, en la noche, nos descubríamos merodeando La Fenice, locos y emparentados por el mismo apetito.

Somos tan distintos, querido Eusebio, y a la vez tan iguales, que sobrecoge. Tú estuviste junto a tu madre hasta el fin, y yo vivo con la mía hasta que uno de los dos se vaya. Tú, aún cuando lo amado no siempre te ha correspondido, contra viento y marea has continuado amando. Y lo mejor es que has sabido hacerlo dejando fuera lo banal, maravilla cada vez más extraña.

Hoy, cuando tu obra y tu dimensión se hacen casi inabarcables, te confieso que me veo en ti, querido Hermano; no en tu incomparable estatura, benefactora de la ciudad y del país, sino en el cotidiano afán por extraer del fondo de nosotros lo que nos hace buenos.

Gracias por eso, desde y para siempre.

Silvio, 2 de julio y 2017

Fuente: SEGUNDA CITA

SANTIAGO DE CHILE. SILVIO RODRÍGUEZ

SILVIO RODRÍGUEZ

Esta canción la hice una mañana como esta, en 1973 (sacar cuenta).

Allí amé a una mujer terrible,
llorando por el humo siempre eterno
de aquella ciudad acorralada
por símbolos de invierno.

Allí aprendí a quitar con piel el frío
y a echar luego mi cuerpo a la llovizna,
en manos de la niebla dura y blanca,
en calles del enigma.

Eso no está muerto:
no me lo mataron
ni con la distancia
ni con el vil soldado.

Allí, entre los cerros, tuve amigos
que entre bombas de humo eran hermanos.
Allí yo tuve más de cuatro cosas
que siempre he deseado.

Allí nuestra canción se hizo pequeña
entre la multitud desesperada:
un poderoso canto de la tierra
era quien más cantaba.

Eso no está muerto:
no me lo mataron
ni con la distancia
ni con el vil soldado.

Hasta allí me siguió, como una sombra,
el rostro del que ya no se veía.
Y en el oído me susurró la muerte
que ya aparecería.

Allí yo tuve un odio, una vergüenza,
niños mendigos de la madrugada.
Y el deseo de cambiar cada cuerda
por un saco de balas.

Eso no está muerto:
no me lo mataron
ni con la distancia
ni con el vil soldado.

Fuente: SEGUNDA CITA

CENTENARIO DEL BENNY. SILVIO RODRÍGUEZ

SILVIO RODRÍGUEZ

BENNY SILVIO

SILVIO 3Lo vi en persona, al frente de su “banda gigante”, en dos o en tres ocasiones, en mi pueblo natal, San Antonio de los Baños, donde todos los fines de semana había bailes con las mejores orquestas de Cuba.

Con él pasaba algo especial: a pesar de tener una de las orquestas que interpretaba la música cubana con más sabor y originalidad, el público, al menos al principio de sus presentaciones, no atinaba a bailar, fascinado por su fuerte personalidad escénica. Es que el Benny se ponía a dirigir la banda con todo su cuerpo y era un espectáculo que ni los bailadores querían perderse. Después, poco a poco, la gente iba “entrando en caja” y moviendo los pies, hasta que todo el salón o la calle –donde fuera el baile– se incorporaba al rito.

Es un privilegio haber coincidido con él en tiempo y espacio. Una de las gracias que merece dársele a la vida. Benny Moré, sin duda alguna, es uno de los músicos más geniales que ha dado esta tierra de excelentes músicos. Hoy cumpliría 100 años. No hace falta pedirle gloria eterna. Siempre la ha tenido y la tendrá.

Fuente: SEGUNDA CITA

ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR: POESÍA COMO UN HIMNO. LUIS ROGELIO NOGUERAS

ROBERTO Y SILVIO
Roberto y Silvio

LUIS ROGELIO NOGUERAS

wichy 1Cuentan que, en su lecho de muerte, cierto escritor español le hizo señas de que se acercara a uno de los amigos literatos que lo rodeaban. «Voy a hacerte una confesión» —le susurró con voz apagada; emocionado, el amigo contuvo la respiración y aproximó una oreja a los pálidos labios del moribundo: «Me aburre el Dante.»

No voy a esperar a mi (ojalá lejana) hora postrera para decir cuánto me ha gustado siempre la poesía de Fernández Retamar, esa poesía que desde los gallardos y juveniles endecasílabos de Elegía como un himno (1950) a los maduros versos de Juana y otros poemas… (1980) ha recorrido ya treinta intensos años. Una de las principales virtudes que tiene cualquier antología literaria personal es la de ofrecer —desplegados, por decirlo así, en abanico sincrónico— los avances, estremecimientos y transformaciones de un modo de escribir — en este caso concreto, de un modo de escribir poesía—; pero también —lo cual es, al fin y al cabo, lo más importante— los avances, estremecimientos y transformaciones de un hombre. Es por eso que en Palabras de mi pueblo (selección de poemas de Fernández Retamar publicada recientemente por la editorial Letras Cubanas en su colección Giraldilla) hay algo más que versos: hay tres décadas de una vida, miles de nocturnas y diurnas horas de apasionada fidelidad a la poesía.

Palabras de mi pueblo reúne fragmentos de Elegía como un himno y 131 poemas de otros nueve libros: Patria (1949-1951), Alabanzas, conversaciones (1951-1955), Aquellas poesías (1955-1958), Sí a la Revolución (1958-1952), Buena suerte viviendo (1962-1965), Que veremos arder (1966-1969), Cuaderno paralelo (1970), Circunstancia de poesía (1971-1974) y Juana y otros poemas personales(1980). La selección ilustra magníficamente el porqué del reconocido prestigio de que goza la poesía de Roberto hoy en el mundo de habla hispana.

Íntima y cotidiana. ¿Podrían acomodársele estos adjetivos a la obra poética de Retamar? ¡Y por qué no! Creo —estoy seguro él mismo lo reconocería— es en esos versos suyos, nacidos de experiencias acaso o casi siempre comunes (la Revolución, el amor, la amistad, la muerte), pero que han sido vividas en el papel de una manera íntima e intransferible, donde está lo mejor de su poesía. Los momentos más felices de Alabanzas, conversaciones, de la memorable compilación Con las mismas manos, del intenso cuadernillo Historia antigua, o de Buena suerte viviendo; los grandes poemas de Circunstancia de poesía («Para una torcaza», por ejemplo, o «Aniversario») son aquellos que reconocemos como muy próximos a nuestras más caras y cotidianas experiencias —esos «latidos humanos» del día a día, que van desde la política hasta el amor. No importa si el acercamiento formal a un tema se produce a través de la gravedad o del suave humor (Roberto Fernández Retamar es un maestro del tono, el detalle, la palabra justa). Lo que importa, en este caso, es la convincente, conversadora intimidad que en sus mejores poemas logra trasmitir. Cuando sentimos que un poeta habla por nosotros (el poeta habla por todos, decía Lope); cuando nos reconocemos en sus versos; cuando decimos, después de leerlo, «en efecto: así me fue a mí en este o aquel minuto de mi vida», entonces, se ha producido ese mágico contacto entre el que escribe y el que lee, esa fraternal e invencible relación entre el que habla y el que escucha sin los cuales no vale la pena siquiera hablar de poesía.

Algunos poetas tienen el don tronante de la épica pero no saben susurrar. Poquísimos —como Neruda— truenan y susurran, y en ambos casos el idioma sale enriquecido y ganando el lector.

Roberto Fernández Retamar —el mejor Roberto Fernández Retamar— canta en voz baja. No estoy hablando de esa estúpida y falsa diferenciación entre poetas mayores y menores (¿Garcilaso un poeta menor? ¿Quintana un poeta mayor?) que algunos críticos miopes asocian con el coro y el aria. En voz baja también dijeron lo suyo en su hora Boscán y Machado. ¿Y quién niega que en voz baja no puedan cantarse también himnos?

De esos treinta años de poesía, mi generación ha aprendido mucho. A veces pienso que debe ser una inmensa alegría descubrir (como habrá hecho, en complacido silencio, Retamar) algunas de sus huellas en los poetas que vinieron después. Debe de ser una experiencia estremecedora sobrevivir en la obra de otros, saber que nuestras palabras no cayeron en el vacío, que no escribimos en vano.

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*Artículo de Luis Rogelio Nogueras publicado en Granma [La Habana], 4 de noviembre de 1980, p. 6. (Enviado a Segunda Cita por nuestra querida Kitty)


Fuente: SEGUNDA CITA

HAYDÉE Y NUESTRA AMÉRICA. ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR

Además de cubanos, Haydée mantuvo relaciones estrechas con muchísimos intelectuales latinoamericanos.
Además de cubanos, Haydée mantuvo relaciones estrechas con muchísimos intelectuales latinoamericanos.Foto: Fernando Lezcano

ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR

RETAMAR 2Heroína del Moncada, la Sierra y la lucha clandestina, Haydée Santamaría era ya una leyenda viva cuando se le encomendó crear, a raíz del triunfo revolucionario en 1959, la Casa de las Américas. Y lo hizo con la misma capacidad y la misma pasión con que hizo todo.

Llevó a la nueva tarea su valor, su carisma, su excepcional inteligencia, su intuición, su bondad, su don para dirigir, su lealtad a Fidel. Martiana de raíz, se volcó en lo que el Maestro había llamado «Nuestra América». Atrajo a grandes figuras del área, como el argentino Ezequiel Martínez Estrada, el guatemalteco Manuel Galich, quien fundó la dirección de Teatro, el uruguayo Mario Benedetti, quien hizo nacer el Centro de Investigaciones Literarias, los cubanos Mariano Rodríguez y Harold Gramatges, fundadores, respectivamente, de las direcciones de Artes Plásticas y Música. (Sobrevivimos en la Casa, del Consejo de Dirección del tiempo de Haydée, las compañeras Marcia Leiseca, Silvia Gil y Chiki Salsamendi y quien esto escribe).

Además de cubanos, Haydée mantuvo relaciones estrechas con muchísimos intelectuales latinoamericanos, como los argentinos Arnaldo Orfila, Julio Cortázar, David Viñas y Haroldo Conti, los uruguayos Idea Vilariño, Ángel Rama y Eduardo Galeano, los colombianos Gabriel García Márquez y Alejandro Obregón, los dominicanos Camila Henríquez Ureña y Juan Bosch, el venezolano Aquiles Nazoa, el mexicano Efraín Huerta, el peruano José María Arguedas, los salvadoreños Claribel Alegría y Roque Dalton, los chilenos Roberto Matta y Víctor Jara, el brasileño Thiago de Mello, el nicaragüense Ernesto Cardenal, el ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, el puertorriqueño Manolín Maldonado Denis, para solo mencionar a algunos. He contado en otras ocasiones lo aleccionador que era, por ejemplo, ver a un escritor como Cortázar o a un pintor como Matta escuchar a Haydée con inmensa admiración, reconociendo la sabiduría de aquella mujer autodidacta y genial.

Se sabe lo decisiva que fue la defensa que Haydée hiciera de jóvenes músicos cubanos como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola. En ocasión memorable, Silvio dijo que el útero de la Nueva Trova había sido la Casa de las Américas: se refería, en verdad, a Haydée. Igual sentido de justicia la llevó a ella a intensificar su presencia en la Casa durante lo que Ambrosio Fornet llamó «el Quinquenio Gris».

Con la conducción de Haydée la Casa, a semejanza de lo que hizo el Icaic dirigido por Alfredo Guevara, logró que Cuba conservara vínculos con los demás países de nuestra América cuando los gobiernos de estos, salvo la honrosa excepción de México, rompieron relaciones diplomáticas con Cuba cumpliendo órdenes imperiales. La conducta inquebrantablemente revolucionaria de Haydée la llevó a presidir, a mediados de 1967, la conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS). Al inaugurarse dicha conferencia, un telón de fondo ostentaba el rostro de Simón Bolívar; y al clausurarse, el rostro era el del Che, quien peleaba entonces en Bolivia. Su asesinato, meses más tarde, hizo que Haydée le escribiera una conmovedora carta, publicada al frente de la entrega que dedicó al héroe la revista que es órgano de la Casa.

La Casa de las Américas sigue y seguirá siendo la Casa de Haydée. Los que tuvimos el privilegio de trabajar junto a ella, y los nuevos que nos acompañan, sabemos todos que la Casa es su hechura, y que están vivas sus claras orientaciones.

Fuente: GRANMA

EN ESPERA DE SILVIO. GRAZIELLA POGOLOTTI

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Haydée y Silvio

GRAZIELLA POGOLOTTI

grazkiella-2-1.jpgEl próximo 26 de abril Silvio ofrecerá uno de sus ya habituales conciertos en la esquina de Tercera y Avenida de los Presidentes, en pleno corazón del Vedado. Será  horas antes del sexagésimo aniversario de la Casa de las Américas, la institución fundada por Haydée Santamaría para tender puentes entre Cuba, la América Latina y el Caribe.

El lugar escogido para nuclear a hombres y mujeres de Nuestra América, hasta entonces aislados, era un edificio que había permanecido silencioso durante años. Se nombraba Sociedad Colombista Panamericana y en su denominación podía reconocerse el rezago de plataformas conceptuales de raigambre colonial y neocolonial. Según algunos investigadores, había algo más. Era una pantalla para el trasiego de sobornos, procedentes en ciertos casos, de la atroz tiranía de Trujillo.

En el año del triunfo de la Revolución el país vestía ropajes nuevos. La deuda con el pasado era inmensa. Simultáneamente, la impaciencia por hacer  y el impulso creador contenido se desataron en todas las direcciones. Se rediseñaba y se expandía la educación y se abrían nuevos cauces para la cultura. La visión resultaba integral e integradora. A la necesaria cohesión interna se añadía el proyecto de afianzar la siempre soñada unidad latinoamericana.

Al volver la mirada hacia atrás, la tarea realizada adquiere dimensiones gigantescas. Articulada a un proyecto transformador de enormes dimensiones, la Casa de las Américas acompañó a la Revolución Cubana en el campo de la cultura. Contra todo pronóstico, en la Isla un puñado de guerrilleros había logrado vencer a un ejército profesional armado y sostenido por Estados Unidos.

En las Naciones Unidas, Fidel afirmaba un programa descolonizador y tercermundista. Desde todas partes las miradas se volvían hacia un pequeño país conocido hasta ese momento, acaso, como productor de azúcar y tabaco. En América Latina la resonancia fue aún mayor. Los escritores y artistas cobijaban propuestas renovadoras desprovistas de vías de realización concreta.

Estaba madurando una literatura que muy pronto conquistaría preeminencia más allá de nuestras fronteras. Para la Casa de las Américas la acción inmediata se tradujo en la convocatoria a un premio literario que amplió progresivamente su perfil y ha subsistido, con rostros ajustados a las demandas de cada época, hasta nuestros días. Ofrecía en recompensa una modesta remuneración y la posibilidad de publicar las obras seleccionadas. De esa manera se dieron a conocer autores que hoy son nombres establecidos en nuestras letras.

La capacidad movilizadora se extendió a las artes visuales, a la música, al teatro. No hubo fronteras entre lo culto y lo popular. Resultado de esos vínculos solidarios y de la apertura hacia los más anchos horizontes, la Casa acumula en la actualidad una excelente colección de arte y de artesanía latinoamericanos.

En su sexagenaria trayectoria ha brindado apoyo a la auténtica alternatividad, aquella que anda a contracorriente del poder hegemónico y subsiste en la precariedad material, silenciada por los medios de comunicación dominantes.

Así ocurrió con los teatristas que estaban construyendo nuevos públicos en el continente, bajo las dictaduras y entre las comunidades chicanas y puertorriqueñas de Estados Unidos. Al convertirse en hogar de la nueva canción, obtuvo mayor alcance popular. Su línea editorial fue entregando un panorama de nuestra literatura y de nuestro pensamiento desde los orígenes hasta la actualidad.

Las revistas Conjunto y Casa constituyen desde hace tiempo referencia obligada para los estudiosos  de América Latina. Casa ha concedido siempre espacio a las artes y a las letras, sin soslayar por ello los debates fundamentales en lo concerniente a las ideas. Al repasar sus páginas, se redescubren las complejidades de un pensamiento en permanente desarrollo, registra las señales de cambio sin perder el rumbo del irrenunciable propósito emancipador. Entre los autores que allí aparecen encontraremos una amplia nómina de intelectuales, escritores, científicos sociales, políticos. Muchos, apenas conocidos cuando firmaban sus primeras colaboraciones, se han convertido en figuras de rango internacional.

Pertenece a la vanguardia, término que se ha vulgarizado un tanto, quien se sitúa en la avanzada de una formación. Son los exploradores que perciben lo que otros no advierten. Tal ha sido el papel esencial desempeñado por la revista, encarnación del espíritu esencial de la institución.

Siguiendo su práctica usual, la OEA intentó aislar a Cuba del continente. Sabido es que, sometidos a dictados, todos los países, salvo México, rompieron las relaciones con Cuba. En tan difíciles circunstancias, los intelectuales mantuvieron su fidelidad a los llamados de Casa de las Américas. Ante los obstáculos interpuestos, los amigos de la Casa cruzaban el Atlántico dos veces. Tenían que llegar a una capital europea para emprender desde allí el vuelo  hasta La Habana. Nada impedía seguir juntándose en la Casa de las Américas, la Casa de Haydée, nuestra Casa, el sitio donde la sabiduría de Haydée Santamaría animó un espíritu de quehacer colectivo, despojado de burocratismo, anclado en la pasión, la inteligencia  y la intuición.

El 26 de abril disfrutaremos el cantar de Silvio. En sus piezas más célebres nos uniremos a su voz para rendir homenaje a la Casa de las Américas.

Fuente: JUVENTUD REBELDE

SILVIO RODRÍGUEZ A RUBÉN BLADES: “ES OBVIO QUE NO PENSAMOS IGUAL SOBRE LO QUE ESTÁ PASANDO VENEZUELA”

SILVIO RODRÍGUEZ

Rubén (no te respondo en tu página porque no encontré como):

Silvio-canta-CheEs una pena que haya ocurrido esta confusión con el escrito de Guillermo(aclarada por mi hace 5 años) y más penoso aún que la redundancia te pueda parecer manipulación. Yo soy de los que siempre han admirado al creador que eres y reconozco los incuestionables aportes que has hecho a la canción bailable.

Por otra parte, es obvio que no pensamos igual sobre lo que está pasando Venezuela. Tú piensas que ese país hermano tiene dos presidentes, yo sólo veo a uno: a Nicolás Maduro. El otro es un presidente autoproclamado y en gran medida sostenido desde afuera, una maniobra de presión para desacreditar al gobierno que más elecciones ha hecho en Nuestra América; también para conseguir que los militares incumplan su compromiso patriótico y cedan al clarísimo chantaje que les han hecho repetidamente varios congresistas norteamericanos y, hace sólo unas horas, el mismísimo Presidente de EE.UU.

Venezuela es un país que ha venido sufriendo una progresiva asfixia económica, como Cuba, pero carga con la suerte-desgracia de tener una de las reservas petrolíferas más grandes del mundo; por esa razón los que acabaron con Irak, Libia y Siria van ahora a por ella. Para colmo los venezolanos se han atrevido a hacer tratos comerciales con China y con Rusia, cosa que evidentemente pone muy nervioso al tiburón.

Yo soy crítico con la realidad cubana porque la conozco, pero me cuido de opinar sobre lo ajeno, más cuando los círculos de poder despliegan tanta propaganda y hay tantos intereses confundiendo. Es obvio que Venezuela está dividida, pero creo que son los venezolanos quienes deben conversar sus diferencias y resolverlas, sin ningún tipo de presión. Creo que las presiones indignan, y en vez de conducir a la solución de los problemas, avivan las tensiones. No es sólo la paz de Venezuela lo que está en peligro. Qué pena que algunos no se den cuenta del incendio terrible que está en juego.

Qué vivan siempre las sardinas, Rubén. Muy buena suerte en todo.

Silvio

FUENTE: SEGUNDA CITA 

SILVIO RODRÍGUEZ: “CUANDO ESCRIBÍ ‘EL NECIO’ ESTABA PENSANDO EN FIDEL”. (VÍDEO DE LA CANCIÓN)

Hace una década, en medio de una entrevista con Radio Nacional de Venezuela, Silvio Rodríguez contó la historia tras “El necio”, una canción publicada en 1992, en un disco titulado simplemente Silvio, donde el trovador evoca al líder de la Revolución cubana, a quien llamó “un maestro del humanismo”.

“Cuando escribí ‘El necio’, estaba pensando en Fidel y, hasta cierto punto, en mí”, comienza el relato de Silvio Rodríguez.

“Lo que me llevó a escribir —dijo el músico— fue el ambiente ideológico de fines de los 80, principios de los 90, el derrumbe del campo socialista. Ya estaba la glásnost en la Unión Soviética y se veía que aquello apuntaba hacia algo catastrófico. Hubo varios periodistas en La Habana que me preguntaban por qué no me pronunciaba al respecto. Y yo pensaba, sigo pensando y siempre pensé igual, que no tengo tampoco por qué pronunciarme acerca de cada cosa que sucede. Ese no es mi oficio, no es mi trabajo. A veces no tengo nada que decir, o se está produciendo todavía un proceso de acumulación necesario para que en algún momento se convierta en expresión y brote. Mientras tanto, no puedo hacer nada, ni forzar las cosas, porque no me sale una buena canción”.

Según el trovador cubano, “es mejor quedarse con la boca cerrada a hablar boberías. Y en el caso de la canción, es más imperdonable todavía, porque, ¿cómo tú vas a hacer trascender algo que no vale la pena?”.

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SILVIO RODRÍGUEZ: «VEO ESTE CAMBIO CON ESPERANZA, ES BUENO PARA CUBA Y LA REVOLUCIÓN». RAFAEL CORREA

RAFAEL CORREA / RT (RUSSIA TODAY)

¿Tienen derecho a descansar las grandes figuras de la revolución cubana? ¿Qué rol cumple el arte en un proceso revolucionario? Estos son solo algunos de los temas que trata el expresidente de Ecuador Rafael Correa en la nueva edición de su programa con el cantautor, guitarrista y poeta cubano Silvio Rodríguez.

Entrevistado por Rafael Correa, el cantautor y representante de la Nueva Trova cubana, Silvio Rodríguez, se refirió al rol de los artistas en los procesos revolucionarios. En ese sentido opinó que estos «son siempre apasionantes porque revuelven la realidad, la cuestionan, hacen avanzar el mundo en distintas direcciones».

Según el músico cubano, es allí donde las distintas manifestaciones artísticas como la música, la fotografía, la danza, entre otras, «pueden ser usadas por artistas conscientes». Para Rodríguez estos son aquellos que, «además de querer dejar su testimonio, quieren comprometidamente hacer un aporte a esa cosa apasionante que está sucediendo en su realidad».

«La conciencia es ya algo que le sucede al individuo, incluso antes de tener una vocación», opinó el cantautor, recordando su propia historia en la que, con tan solo 12 años, vivió la Revolución Cubana de 1959. Por aquellos años participó de la campaña de alfabetización y se sumó a la milicia durante la invasión de Playa Girón.

Silvio explicó que fue uno de los jóvenes que «entendió a través de los velos que nos quitó la revolución y, sobre todo, la palabra de Fidel, lo que era nuestro país, las necesidades que había y lo hermoso que era entregarse a trabajar por el bienestar de todos«. «Aquella cosa que digo en una canción del niño que se arranca los juegos de un tirón, eso fue lo que nos pasó a nosotros: la realidad nos obligó a dar un salto», añadió.

El arte revolucionario

Para el músico cubano es importante «no solamente tener un compromiso con lo social», sino también «tener un compromiso con el arte». Desde su perspectiva, «el arte tiene que ser revolucionario, pero si no es de calidad no es arte».

Recordó su viaje en el barco pesquero Playa Girón, en el cual estuvo casi cuatro meses cantando a los marineros que estaban llevando a cabo «un trabajo heroico» ya que, hasta el momento, no había una flota cubana de pesca. «Un pescador compartía su camarote conmigo», rememoró el cantautor, detallando que cuando este se iba a trabajar él se quedaba «solo con una grabadorita pequeña» y con tres cassettes de 90 minutos. «Ahí grabé todo lo que se me ocurrió», apuntó.

«Ahí escribí Ojalá y una canción que a mí me gusta y que considero que es algo de lo que he hecho que vale la pena: Playa Girón«, dijo. A partir de esa experiencia pudo reflexionar: «Cómo me ubico, cuál es el papel de lo que yo hago en medio de este gran movimiento de gente»

Cuba y América Latina

Consultado sobre el nuevo presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, el cantautor fue contundente: «Veo este cambio con esperanza, lo apruebo, lo aplaudo». Para Silvio los dirigentes «históricos» tienen «la responsabilidad de haber echado a andar la revolución, pero son personas que le han dedicado toda su vida a esto y tienen derecho a descansar«.

Es por eso que consideró que este relevo «desde hace tiempo era necesario». «Es bueno para Cuba, es bueno para la revolución y cuán bueno será, eso lo dirá el tiempo», destacó.

«Evidentemente no basta con sacar de la miseria a la gente, hay que explicarles por qué, crearles conciencia de lo que se está haciendo por ellos y de lo necesario de que se comprometan con las ideas».Silvio Rodríguez, músico cubano.

También expresó su admiración por Raúl Castro, principalmente por «su capacidad autocrítica«, que «nos da una lección a todos constantemente» aunque «algunos no la quieren oír y la soslayan». En relación a Fidel, simplemente se acotó a señalar que es «el padre» de todos los cubanos.

Finalmente, opinó sobre otros líderes, donde consideró a Hugo Chávez «un iluminado» y a Evo Morales como «la dignidad de América». Respecto a Lula da Silva, analizó que «de lo único que es culpable es de haber sacado de la miseria a millones de brasileños».

«El problema es que evidentemente no basta con sacar de la miseria a la gente», reflexionó el cantautor, agregando: «Hay que explicarles por qué, crearles conciencia de lo que se está haciendo por ellos y de lo necesario de que se comprometan con las ideas». Por eso volvió a recordar a Fidel. En Cuba «hubo una persona que durante décadas se paraba, casi todos los días delante del pueblo, a explicar las cosas», concluyó.

Durante este encuentro, Rafael Correa y Silvio Rodríguez profundizan también en otras cuestiones de actualidad y de gran interés, que podrán ver en el video del programa que les ofrecemos aquí en su totalidad.

FELICIDADES, MARTA HERNÁNDEZ. SILVIO RODRÍGUEZ

Conocí a Marta Hernández varios años después de los que cuenta Silvio en esta crónica, exactamente en 1984. Trabajamos juntos en el Canal 6 de la Televisión Cubana, al igual  que lo hice con Juanito Vilar y con Juan Pin, hijo de ambos. A todos les agradezco haber sido mis compañeros y amigos (de verdad) en aquellos días de difícil aprendizaje para mí; a Silvio, una vez más, le agradezco su buena y leal memoria al escribir textos como este. Estar con Marta en ocasión de su cumpleaños, debe haber sido una fiesta para los sentimientos. La foto como que lo dice todo. 

SILVIO Y MARTA

Silvio con Marta, a las 11:30 de sus 90

SILVIO RODRÍGUEZ SEGUNDA CITA

En junio de 1967, pocos días después de mi debut televisivo en el programa Música y Estrella, un actor con el que había hecho muy buenas migas me invitó a una reunión en su casa. Se trataba de Humberto García Espinosa, a quien todo el mundo conocía por los sketches semanales que el ICAIC exhibía en los cines. El deseaba presentarme a algunos de sus amigos. Por mi parte yo empezaba a habituarme a que me invitaran a reuniones nocturnas, donde en algún momento alguien me pedía que cantara. Era una especie de ritual que, en aquellos días de descubrimientos, asumía incluso con placer. Por eso acudí, como siempre, acompañado de mi guitarra.

En aquellas reuniones, por modestas que fueran, solía haber alguito de picar, no mucho, y otro poquito de beber… Yo no era muy dado a la bebida. Tenía 20 años y los últimos tres los había pasado en las fuerzas armadas. No había tenido tiempo ni ocasión de aprender. Por eso me limitaba a probar, por cortesía, para no parecer desdeñoso.

Después de presentaciones y saludos, Humbertico dijo a los presentes que me había invitado a su casa porque quería que ellos, sus amigos, escucharan lo que yo hacía. Yo ignoraba que, entre aquellas personas, estarían una bella señora que había estudiado piano y cultivaba un refinado gusto musical, y su marido, un caballero delgado y sonriente, que en aquellos momentos era el administrador general de la radio y la televisión cubanas: me refiero a Marta Hernández y a Juanito Vilar.

Aquella fue una reunión más, de las miles que se celebraban esa noche en La Habana, ciudad de brindis y convites, si los hay. Sin embargo comprendo que para mi fue mucho más que eso, porque entre aquellos amigos amables y amantes, de cierta manera, quedó sellado mi destino. En aquella reunión ocurrió la chispa que después se convertiría en el programa Mientras Tanto y en todo lo que vino después… Fue Marta Hernández la que, por sus estudios musicales, argumentó con sensibilidad y juicios la idea de darle una oportunidad a un muchacho recién desmovilizado que hacía canciones. Y, de todos los presentes, el único que podía tomar una decisión al respecto, o al menos hacer una propuesta a sus superiores, era su esposo, Juan Vilar (quien fue mi amigo hasta que nos dejó).

Lo único que pretendo decir es que, en la cadena de bondades que me han traído hasta hoy, hasta esta mañana de un cálido abril en que me siento a recordar y escribir para ustedes, vibra y suena fuerte el eslabón de aquella señora inteligente y bella que se llama Marta Hernández y que hoy cumple 90 años.

Felicidades, querida amiga de mi alma.

(Publicada el sábado, 14 de abril de 2018)

EDUARDO RAMOS. SILVIO RODRÍGUEZ

SILVIO RODRÍGUEZ / SEGUNDA CITA

EDUARDO RAMOS 2
Foto: Miguel Clarasó

En la madrugada de hoy, viernes 16 de marzo de 2018, se nos fue Eduardo Ramos Montes, hermano, bajista y uno de los fundadores del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC. Pongo la nota que escribí en enero para su último disco, que debe salir pronto. Segunda Cita abraza a Popy, a Elis Regina, a Jean Franco y a Laura, y desea el mejor de los viajes a este amigo querido, excelente músico e impecable caballero en todas las circunstancias de la existencia.

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Hace unos días, pensando las palabras que debía pronunciar como inauguración del Premio Casa de las Américas, cuando recordaba que en el próximo febrero se iba a cumplir medio siglo de que algunos trovadores de mi generación habían cantado por primera vez en aquella importante institución de la cultura Latinoamericana, recordaba que, aquel 19 de febrero de 1968, uno de los presentes concertantes fue Eduardo Ramos.

Yo había conocido a Eduardo un par de meses antes, porque habíamos coincidido en las actividades colaterales al Primer Festival de la Canción Popular, en el famoso balneario de Varadero. Recuerdo hasta la primera vez que hablamos, en los jardines del hotel Kawama, en cuyo cabaret nos habían asignado actuar. Eduardo por entonces era la segunda guitarra del importante grupo Sonorama 6, que dirigía Martín Rojas e integraban músicos que luego fueron de mucha trascendencia como Enrique Pla, Changuito, Carlos del Puerto, Carlos Averoff.

Eduardo ya escribía canciones con unas armonías muy particulares y llegó a desarrollar uno de esos estilos tan peculiares que son únicos. Sus temas me fascinaban, tenían unas atmósferas oscuras, con giros armónicos y melódicos inhabituales, y estoy seguro de que, en aquellos años en que yo me formaba, me sirvió de mucho la honestidad de un autor como él, para completar mi conciencia exigente respecto al arte de la canción.

Desde entonces fundamos una amistad invariable, basada siempre en goces y afinidades tanto estéticas como éticas. Recuerdo cuando vivía en el barrio de Pogolotti, con sus padres; recuerdo cuando nació cada uno de sus hijos. Vivimos años inolvidables en el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC –donde él quedaba como director cuando Leo Brouwer se ausentaba–. Para aquel grupo legendario Eduardo escribió páginas fundamentales y, como bajista, fue uno de los autores de su sonoridad. En aquella etapa me ayudó con varias orquestaciones y fue el productor de mi álbum Tríptico. Después viajamos juntos a muchos eventos musicales.

Eduardo fue elegido, por aclamación, el segundo dirigente que tuvo el Movimiento de la Nueva Trova, y en los años 90, cuando fundamos los estudios Abdala, fue de los primeros en acudir a echarnos una mano, siempre con la responsabilidad que le caracteriza.

Para mi, más que gusto, es honor presentar este disco de uno de los músicos que más quiero y respeto, por ser siempre intranquilo, por no achantarse, por estar siempre dispuesto a dar un paso más, como hacen los que eligen el arte como forma de vida y se hacen niños para siempre. Así es Eduardo Ramos, quien tiene residencia en el infinito parque de diversiones de la música.

Silvio Rodríguez Domínguez
La Habana, 8 de enero, 2018.

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Fallece el músico cubano Eduardo Ramos a los 71 años

El compositor cubano Eduardo Ramos. Foto de archivo tomada del Facebook de Eduardo Ramos.

PALABRAS PARA INAUGURAR EL PREMIO CASA DE LAS AMÉRICAS 2018. SILVIO RODRÍGUEZ

SILVIO RODRÍGUEZ / SEGUNDA CITA

La Habana, 15 de enero de 2018.

Hermanos que convoca esta Casa:

Si a un siglo de su nacimiento José Martí fue identificado como responsable de los hechos revolucionarios que inauguraron nuestra etapa libertaria de 1953, también pudiera decirse que esta Casa de las Américas fue fundada por nuestro Apóstol, por su compromiso con los próceres que empezaron las guerras de emancipación continental contra el colonialismo. Para colmo, una joven de la generación del centenario del nacimiento de Martí, protagonista de aquella jornada terrible y simbólicamente hermosa fue, a su vez, quien fundó y animó a esta institución, que ha reunido escritores como haciendo un ensayo hogareño de aquel ideal llamado Nuestra América.

Otro imprescindible de esta Casa, mi amigo poeta y pensador Roberto Fernández Retamar, el año pasado me pidió estas palabras de inauguración al Premio número nº 59. Y es que Roberto sabe que, aunque este entrañable evento aún no ha incluido la modalidad de canción, es incuestionable que aquí se ha cantado mucho, tanto con lírica como con guitárrica.

Por ejemplo, el mes que viene hará medio siglo de que varios trovadores de mi generación estuvimos por primera vez en este mismo salón. Aún no se llamaba Che Guevara, aunque ese fue un nombre que nos sobrevoló aquella noche. Lo que era yo, estaba bastante azorado, casi no me lo creía, porque en febrero de 1968 Casa de las Américas era ya un lugar honroso y querido, liderado por una heroína y respaldado por brillantes artistas y escritores.

Faltaban por llegar muchas novelas, narraciones, piezas de teatro; faltaban inolvidables libros de poesía. Y faltaban por ausentarse, o por sernos arrebatados, varios hermanos queridos. Porque esta Casa y este Premio siempre tuvieron la virtud de reunir a mujeres y a hombres más interesados en la suerte de sus pueblos que en la de sus palabras; gente entregada en el ingenio, pero mucho también en carne y hueso. Así que faltaban por ocurrir sorpresas en muchos escenarios, noticias esperadas o inconcebibles, esperanzas y angustias de diversas honduras.

También faltaban iluminaciones, torpezas, aprendizajes; faltaba tiempo, partícula a partícula, haciendo lo que la brisa y el agua cuando corren. Faltaba, después de la espuma, el sedimento revelador que nos hace reconocer y desafiar, entre las miserias del mundo, lo triste de nuestra propia naturaleza.

A algunos incluso nos faltaba más de la mitad de nuestras vidas, aunque no lo sabíamos. Y todos éramos aprendices de todo: de la historia escrita, de la que pensábamos que faltaba por hacer y escribir y, por supuesto, la de la hormiga cotidiana: la historia real que, entre acorralado y desafiante, ha escrito este pequeño país, capaz de proyectar las enormes luces de sus sueños.

Algunos sueños acaso no los llegaremos a tocar, al menos del todo, porque el acoso constante sin dudas nos limita. Estamos donde una larga, compleja y desigual batalla nos permite. Esto nos ha hecho desarrollar un arte de defensa que nos sostiene. Y aunque el que se defiende bien a veces logra sobrevivir, verse obligado a basar la existencia bajo esa premisa no es lo más saludable.  Seguir leyendo PALABRAS PARA INAUGURAR EL PREMIO CASA DE LAS AMÉRICAS 2018. SILVIO RODRÍGUEZ

FIDEL ENTRE DOS INFANCIAS. SILVIO RODRÍGUEZ

SILVIO RODRÍGUEZ / SEGUNDA CITA

Escuché hablar de Fidel por primera vez en mi infancia, bastante antes del 1º de enero de 1959. Por entonces su nombre se decía en voz baja y a veces se percibía en los murmullos de los mayores. Una noche lo escuché mencionar en la radio, también a bajo volumen, en casa de unos parientes que tenían onda corta. Allí escuchábamos una emisora clandestina que trasmitía desde las montañas de la Sierra Maestra, donde aquel nombre prohibido y sus amigos se peleaban a tiros con el ejército.

Así que lo primero que aprendí de Fidel es que a veces había que ser discreto: no se podía decir su nombre, no se podía decir que escuchábamos aquella emisora, como tampoco se podía decir que en la panadería de enfrente se vendían bonos del 26 de julio. Por lo mismo también fue secreto que, de mis soldaditos de juguete, mis afines eran los rebeldes, y que sus enemigos eran los mismos enemigos de los rebeldes de la realidad.

Apenas dos años después del triunfo revolucionario, Fidel, para mi, fue aquel hombre joven, enérgico y barbudo que a unos metros por encima de mi cabeza, en la playa de Varadero, despedía a un ejército de la enseñanza que al amanecer partiría a los campos y montañas de Cuba, armados de faroles y cartillas de alfabetización.

Aquel fue el primer discurso en directo que le escuché, y se me quedó el gusto, porque desde entonces muchas veces volví a estar cerca de donde Fidel se paraba a hacer historia. Incluso cuando mi servicio militar, si alguno de mis escasos permisos coincidía con un acto público, ahí estaba yo, lo más cerca posible de la tribuna. Puedo contar que estuve en el estadio en que aquel joven colombiano, armado de su acordeón, nos dio a conocer “Cuba sí, yanquis no”. Y también aquella vez de la escalinata universitaria, cuando alguien omitió la palabra Dios de un escrito de José Antonio Echeverría, y Fidel se indignó e hizo el memorable discurso donde nombró a los estrechos de miras como “mancos mentales”.  Seguir leyendo FIDEL ENTRE DOS INFANCIAS. SILVIO RODRÍGUEZ

AGRADECIMIENTO A LA UNIVERSIDAD DE LAS ARTES DE CUBA. SILVIO RODRÍGUEZ

Silvio_Rodriguez_1969

SILVIO RODRÍGUEZ / SEGUNDA CITA

En reconocimiento a su muy relevante carrera artística y a su legado para la cultura cubana, el trovador Silvio Rodríguez mereció este martes el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de las Artes (ISA), en La Habana. La ceremonia estuvo encabezada por el ministro de Cultura de Cuba, Abel Prieto, y el rector del ISA, Alexis Seijo.
A continuación, las palabras de agradecimiento de Silvio.

La Habana, martes 13 de junio de 2017

Queridos amigos:

Como vengo de la calle, de la vida, a menudo de lo que tengo deseos de hablar es de lo difícil, de lo complejo, de todas las preguntas que necesariamente nos estamos haciendo los cubanos. En ese sentido no soy muy diferente del muchacho que hace tiempo escribió:

¿Qué silencio aprendido nos preserva la vida?
¿Qué silencio oportuno nos convierte en prudentes?
¿Qué silencio asesino nos llena la barriga?
¿Cuántas veces al día merecemos la muerte?

Pero la vida es rica, diversa, y en nuestro país especialmente generosa, y también invita a felicitar al sistema cubano de enseñanza artística –a los gigantes que lo soñaron y lo hicieron posible, a sus trabajadores y a sus educandos–, a esta Universidad de las Artes que no discrimina a nadie, a todo lo profundamente hermoso que en estos días cumple 55 años.

Yo estoy cumpliendo un poco menos: hace apenas 50 revoluciones de la Tierra alrededor del sol, un martes 13 como hoy, a esta misma hora estaba en el estudio 19 del Focsa, ensayando los temas que iba a doblar por la noche en el programa Música y Estrellas.

Guillermo Rosales, un excompañero del semanario Mella, me había llevado a casa de Mario Romeu, y a este músico extraordinario se le había ocurrido orquestarme dos temas y sentarme ante las cámaras de televisión.

Por increíble que parezca, el día anterior me habían dado la baja, luego de más de tres años de servicio militar. Recuerdo que los únicos zapatos que tenía eran mis botas rusas, que por supuesto también salieron al aire.

En este medio siglo, creo que más por terquedad que por maña,  he logrado aprender algo de mi oficio. También aprendí que los rechazos y las críticas que más duelen son las que vienen del seno familiar, de quienes queremos, del propio país. Igual que los abrazos que más emocionan.

La verdad es que pudiera decir muchas cosas, temo que demasiadas. Le he dado tantas vueltas que pude haber empezado con un verso apócrifo: “Cómo gasto papeles dando gracias”.

Por suerte mi querida esposa me dio un consejo: “Tú lo que haces son canciones, canta una”… Sin embargo, por la hora y por respeto a esta audiencia, omitiré la música y sólo voy a recitar las sencillas palabras de una tonada que compuse hace años:

LA ESCALERA

Iba silbando mi trino
por una calle cualquiera,
cuando a un lado del camino
me encontré con la escalera.

Era una escala sencilla,
de rústico enmaderado,
desde la calle amarilla
hasta el rojo de un tejado.

«¿Qué se verá desde el techo?»,
dijo la voz de lo extraño.
Y sin meditar el trecho
le puse afán al peldaño.

La brisa me acompañaba
en el ascenso y el alma,
y mi camisa volaba
junto al sinsonte y la palma.

Mientras más ganaba altura,
la calle me parecía
más pequeña, menos dura,
como de juguetería.

Y sucedió de repente
que, después de alimentarme
con la visión diferente,
sólo quedaba bajarme.

Dejé la altura en su calma,
dejé el cielo en su horizonte.
Siguió batiendo la palma,
siguió volando el sinsonte.

Me encontré con la escalera
cuando a un lado del camino,
por un calle cualquiera,
iba silbando mi trino.

Muchas gracias.

LA NUEVA TROVA ES UN MOVIMIENTO MUSICAL E IDEOLÓGICO. SILVIO RODRÍGUEZ

SILVIO 1.jpgEL PAÍS, 6 JUL 1978

«Yo soy un joven cubano como hay 100.000, que en el año 61 cambiamos la comodidad de nuestra casa por irnos al monte a alfabetizar campesinos, y que luego, como otros cien o 200.000 jóvenes más, viví los embates de la lucha de clases en la década de los sesenta. No soy todo lo revolucionario que podría ser y trato de acercarme a la imagen que querría de mí. Pero si se me pregunta si soy antes revolucionario o compositor, me inclinaría por lo primero, porque si no, no podría componer canciones revolucionarias», dijo el martes Silvio Rodríguez, miembro de la Nueva Trova Cubana, que ha venido a España para presentar su último disco. Silvio Rodríguez definió la Nueva Trova Cubana como un movimiento no sólo musical y artístico, sino también ideológico, que plantea una actitud concreta ante la vida, y dijo que antes de que surgiera el grupo sus componentes tenían ya unos criterios sobre el papel del arte en una revolución y sabían que «si no tienes una actitud revolucionaria ante la vida, es demagógico hacer canción revolucionaria».

La Nueva Trova Cubana surgió como un frente de jóvenes compositores de distintos puntos del país que pretendían luchar por unas mismas concepciones de la política y la estética, el arte y la vida. En 1972 la Unión de Jóvenes Comunistas propuso oficializar el movimiento, cosa que aceptaron sus componentes. No obstante, a juicio de Silvio Rodríguez, «nuestra institucionalización no supuso que nos convirtiéramos en asalariados del pensamiento oficial, como decía el Che».

« La labor de la Nueva Trova hacia el exterior -sigue el compositor cubano- contribuye a romper el bloqueo económico y cultural de nuestro país. En la medida en que colaboramos en divulgar los sentimientos de la revolución cubano colaboramos a extenderla. En cuanto a nuestra labor en el interior, somos trabajadores de la cultura que tenemos como trinchera la guitarra y nos sumamos a la construcción del socialismo.»  Seguir leyendo LA NUEVA TROVA ES UN MOVIMIENTO MUSICAL E IDEOLÓGICO. SILVIO RODRÍGUEZ

EL ÁNGEL HERIDO. SILVIO RODRÍGUEZ

Hasta ayer no conocía al pintor Hugo Simberg. Y de pronto tuve ante mis ojos «El ángel herido», su obra más sugestiva, o una de las más. Representa a dos niños llevando en una parihuela a un ángel con la cabeza vendada y un ala rota. El primero de los niños, abriendo el paso, parece ensimismado en el camino; el segundo nos mira gravemente, acaso sin propósito, como si llevar un ángel herido no fuera tan extraño.
Cuál es la historia del momento que captura el cuadro, cómo el ángel se hirió o fue herido, son preguntas que asaltan. Acaso porque conozco un poco el tema no me ha sido difícil imaginar que pudiera tratarse de un ángel de la guarda accidentado mientras cumplía su deber. Viéndole, me pregunto si podría ser el que intentaba socorrer a Lorca o el que trataba de impedir que soltaran la bomba en Hiroshima. Quién sabe si incluso fuera el primero de los ángeles que se me ocurrió, y que no puse en la canción, el que intentó detener la hoja que bajaba hacia el cuello de María Antonieta.
Hugo Simberg nació en Viipuri y vivió entre 1873 y 1917. Viipuri es una ciudad portuaria que primero fue finlandesa, luego sueca, luego rusa, luego otra vez finlandesa y a partir de 1940 ha vuelvo a ser parte de Rusia y lleva por nombre Viborg.
Simberg pintó «El ángel herido en 1903 y en 2006 la obra de arte fue votada como «pintura nacional».
Han sido tantas las preguntas que me he hecho, mirando este cuadro, que no tuve más remedio que reconocer que jamás llegaré a la verdadera historia de aquella herida, de aquel ángel con unas florecitas silvestres en la mano y de aquellos niños que lo llevaban, supongo que a curar. No dudo que esa fuera la intención de Hugo Simberg, cuando lo pintó.

SOY UN HOMBRE DEL CENTRO. SILVIO RODRÍGUEZ

silvio-1SILVIO RODRÍGUEZ / SEGUNDA CITA

Soy un hombre de centro. Empecé por nacer, sin darme cuenta, para verme en el centro de la vida. Todavía era un niño cuando me arranqué de mi familia para lanzarme al centro de la noche, con la yesca de una cartilla y un manual. No mucho después llegué al centro de mi mismo, con un arma en la mano, defendiendo un país que llegaba a su centro. Había llegado al centro de la conciencia colectiva y aún no conocía el centro de la existencia humana. Ese centro supremo me esperaba en las intimidades de una joven. Y fue el centro del mundo, del goce y el dolor, de la dicha y la muerte, relámpagos, diluvios. Del desierto anterior y esa humedad llegué al centro de mis palabras. Al centro de espasmos le di vida a inocentes. Al centro de la amistad hice un credo y desafié montañas. Al centro de la muerte he sobrevivido a mis propias miserias. Y si adelante hay algún centro allí estaré, en la neblina fantasmal de millones de nombres que continúan en el centro de todo, aprendiendo a nacer.

MARIO ROMEU. SILVIO RODRÍGUEZ

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Mario Romeu

SILVIO RODRÍGUEZ / SEGUNDA CITA

Para Belinda, Mayito y Rosalía.

Cuando transcurría mi último año de servicio militar, que fue en la revista Verde Olivo, se apareció en mi unidad Guillermo Rosales, un amigo escritor de mis tiempos en el semanario Mella, y me hizo pedir permiso para ausentarme del mando.  El me había prometido llevarme a casa de “una muchacha que hace canciones, como tú”.

No recuerdo si agarramos una guagua o fuimos a pie. El lugar de destino hacía esquina en 17 y D, en el arbóreo barrio de El Vedado. Había que subir desde la calle hasta un amplio portal para llegar a la puerta, que estaba abierta. Guillermo tocó por cortesía, pero entró con confianza porque su familia y la de esa casa eran viejas amigas. La amable señora que nos recibió se llamaba Rosalía. Nos invitó a sentarnos y nos dijo que enseguida llamaba a su hija.

La muchacha que apareció era una adolescente delgada, con el pelo partido en dos por una raya que parecía un camino perfecto en un trigal, y se sentó recatadamente en un sofá que había a la derecha de la puerta de entrada. No recuerdo las presentaciones. La mamá de la chica, la única persona mayor de la escena (y aclaro que en realidad no era tan mayor), nos dejó solos a los jóvenes. Belinda, que así se llamaba la muchacha, evidentemente era tan tímida o más que yo y, luego de frases retraídas de ambas partes, sacó una guitarra y me la puso en las manos y me pidió que cantara alguna de mis canciones. Seguir leyendo MARIO ROMEU. SILVIO RODRÍGUEZ