JULIO MARTÍNEZ MOLINA / LA VIÑA DE LOS LUMIERE
Hastiado quien escribe de la mayor parte de las innumerables series de abogados, policías y médicos -las cuales en la práctica circunvalan sobre un mismo ritornello argumental y similares esquemas compositivos-, le impresionó sobremanera una perteneciente a la última parcela temática, convertida en abono nuevo para fertilizar un subgénero serial fagocitado hasta la náusea.
Se trata de The Knick, de Steven Soderbergh, en transmisión por el Canal Educativo, de la Televisión Cubana. Una obra rigurosa, de personal puesta en pantalla, alejada de convencionalismos y de la hojarasca acompañante de tanto exponente genérico, dueña de un estilo visual propio debido en notable medida a la cámara del propio director de la serie, irrigada por la riquísima apoyatura musical de Cliff Martínez (habitual de Soderbergh, quien aquí hace del soundtrack un elemento cuasi protagónico del relato) y blanco de una reconstrucción de época de antología gracias a un diseño de producción de veras impecable.
Un material que combina, por consecuencia, logros formales y narrativos, con sinergia y resultados artísticos escasamente vistos en la televisión contemporánea.
No en balde, detrás de esta creación televisiva se encuentra el realizador norteamericano Steven Soderberg, a quien el cine -al margen de su cuota de películas descartables, pues también las tiene-, le debe estimables películas desde que debutara en el Festival de Cannes en 1989 por conducto de Sexo, mentiras y videos, con sobresaliente para su díptico sobre el Che (Guerrilla y El Argentino) y destaque para la hoy casi olvidada Out of Sight y The Limey, entre otras.
Pero el director de Behind the Candelabra ya también posee una historia en el universo serial, tras su adaptación (estupenda) a la pequeña pantalla de su fallida aventura fílmica The Girlfriend Experiencie y la recién finalizada e irregular Mosaic, la cual he acabado de digerir mucho más por oficio que por deseo.
The Knick, la primera serie dirigida por Soderbergh, no es un drama médico televisivo más al uso. Antes bien se erige en relato antropológico de las condiciones de subsistencia social de una época (el Nueva York de inicios del siglo XX de barrios nauseabundos y minorías en la opulencia) y hunde el escalpelo en escenarios poco abordados por las narraciones seriadas norteamericanas, con agudeza y fabulosa percepción de registro.
La crudeza derivada de la objetividad de las situaciones recreadas, y no la crudeza gratuita dimanada de la necesidad de buscar rating y alargar temporadas, es apreciable desde esa operación quirúrgica en primer plano que el espectador observa en los primeros minutos del mismo primer capítulo, explícita hasta en los mínimos detalles, con un naturalismo hiperrealista que indicará el camino moral de la serie. Seguir leyendo SODERBERGH PISA FIRME, TAMBIÉN, EN TELEVISIÓN. JULIO MARTÍNEZ MOLINA