

Más allá de la formación y los valores éticos que adquirió en el seno de su familia, su conocimiento del marxismo era anterior a su estancia parisina. “Cuando estaba yo estudiando en la Escuela Bancaria y Comercial –le contó a Claudio Albertani–, recuerdo que una vez pusimos, un amigo tranviario y yo, un letrero que decía: ‘El comunismo os salvará de las garras asquerosas del capitalismo.’”
Sin embargo, sería cursando la carrera de historia en El Colegio de México, como profundizó su conocimiento de este tema, de la mano de Wenceslao Roces (el traductor de El capital al español) y del cubano Julio Le Riverend, un marxista-leninista que lo acercó a José Martí, una de las influencias seminales en la formación política de don Pablo.
En Francia, González Casanova estudió dialéctica con Jean Hyppolite y conoció la obra de Antonio Gramsci, cuando Vicente Lombardo Toledano le obsequió las obras del autor de Cuadernos de la cárcel en italiano. El teziuteco era tío de su primera esposa, Natacha, y los visitaba en París, camino a Moscú o Roma. Pero su influencia en el escritor de La democracia en México –libro que el Fondo de Cultura Económica se negó a publicar– fue mucho más allá de las relaciones familiares. Lo consideraba un hombre brillante, que le dio al nacionalismo revolucionario mexicano una política exterior universal impulsando las relaciones con la Unión Soviética y el apoyo a los movimientos de liberación en América Latina
.
Sin embargo, su visión del materialismo histórico poco tenía que ver con la de Lombardo o con la de la izquierda ortodoxa de aquellos años. Para él, el quid del pensamiento crítico y del marxismo no está en la economía, la dialéctica o en otra estructura de la sociedad, “la clave –asegura–, desde el Manifiesto el Partido Comunista, es la categoría de relaciones de explotación. No hay que dejarse marear: toda la diferencia con las ciencias y el pensamiento capitalista radica en asumir las relaciones de explotación en el centro de la acción y del pensamiento”.
Pese al consejo de sus camaradas franceses, a su regreso a México en 1950, el doctor Casanova no ingresó al Partido Comunista Mexicano (PCM), que en aquellos años vivía una crisis interminable. Por el contrario, entabló con sus dirigentes una larga y difícil relación, que duraría hasta la disolución del partido. Lo descalificaban considerándolo demócrata, no revolucionario.
El partido desempeñó un papel importante en la crisis en la UNAM de 1972, que llevó a don Pablo a renunciar a la rectoría (ante la inminencia de la entrada de la policía a la institución), por su negativa a reconocer al sindicato de trabajadores de esa casa de estudios la cláusula de exclusión (figura que permitía pactar en los contratos colectivos la facultad para pedir al patrón la separación del empleo del trabajador expulsado del sindicato al que pertenece). Seguir leyendo PABLO GONZÁLEZ CASANOVA: EL AMOR Y LA LUCHA. LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO