1 He señalado que todo proceso progresista es atacado simultáneamente por una contrarrevolución externa y otra interna. El bolivarianismo no es la excepción. En forma coordinada, sincronizada, cómplice, unen sus fuerzas el Imperio y la derecha criolla para destruirlo.
2 En dos décadas de ofensiva, cada día se revela un nuevo ataque, militar, paramilitar, jurídico, político, diplomático, económico, mediático, informático o simplemente terrorista contra Venezuela. Esta ofensiva de mil cabezas, que parecería operar en el desorden y la anarquía por la dispersión y diversidad de sus esfuerzos, es sin embargo metódica concreción de un plan preparado en los laboratorios de potencias extranjeras para ser aplicado por carne de cañón mercenaria. Se pretende aplicar a Venezuela una receta prefabricada que había funcionado en otros ámbitos: la “revolución de colores”, contrarrevolución de eventos mediáticos destinados a excusar el derrocamiento por la fuerza de un gobierno ingrato al Imperio.
3 Las tácticas para ello constan en tres manuales de funcionarios del Gobierno estadounidense: From Dictatorship to Democracy, del politólogo Gene Sharp, y Mastertroke y Operation Venezuela Freedom 2, del almirante Kurt Tidd, jefe del South Command. Decían los positivistas de principios del siglo pasado que en Venezuela había una constitución invisible, que se aplicaba a despecho de la escrita. Para la Asamblea Legislativa en desacato, la única constitución aplicable y aplicada la integran los tres documentos citados.
4 Un observador acucioso puede descifrar en ellos las claves de todas y cada una de las medidas inspiradas por la mayoría opositora en la vergonzosa Asamblea Nacional 2016-2020. Comencemos por From Dictatorship to Democracy, de Gene Sharp. Díganos el lector si reconoce en las políticas de la Vergonzosa el surtido de tácticas que consta en el Apéndice Primero de dicho recetario: “22. Desnudos de protesta (recordemos la obsesión de los manifestantes por mostrar sus traseros). 31. Atormentar sicológicamente a oficiales. 32. Burlarse de oficiales. 63. Desobediencia social. 70. Emigración de protesta. 81. Boicoteo comercial. 86. Retiro masivo de depósitos bancarios. 92. Embargo doméstico. 93. Poner en lista negra a grupos de comerciantes. 94. Embargar a proveedores internacionales. 95. Embargar a compradores internacionales. 96. Embargar el comercio internacional. 119. Cierre económico. 123. Boicoteo de cuerpos legislativos. 124. Boicoteo de elecciones. 141. Desobediencia de leyes consideradas “ilegítimas”. 151. Retener el reconocimiento diplomático. 154. Ruptura de relaciones diplomáticas. 155. Retiro de organizaciones internacionales. 170. Invasión “no violenta”. 178. Teatro de Guerrilla. 190. Creación de mercados alternativos. 198. Soberanía dual y gobierno paralelo”. Reconozcamos que Gene Sharp olvidó incluir el único acto creativo de la oposición vergonzosa: prenderle fuego a sus conciudadanos que por vestimenta o tono de piel pudieran parecer adversarios.
Venezuela celebrará elecciones parlamentarias en diciembre próximo cumpliendo con el mandato constitucional. El obstáculo restante para poder convocar los comicios fue subsanado mediante una resolución “por omisión legislativa” del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que nombró a los nuevos rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE) en uso de sus atribuciones. Este trámite debió haberse solventado por la Asamblea Nacional, pero jamás la directiva opositora lo puso en el orden del día, a pesar de responder a un acuerdo en la mesa de diálogo entre el gobierno y la oposición. Ésta puso como condición para presentarse a los comicios la renovación en pleno del CNE pese a que fue el mismo órgano electoral que, sin chistar, le reconoció su victoria en las parlamentarias y a que sus funcionarios no terminaban su mandato en esta fecha. Fue una de las concesiones que el gobierno hizo en la mesa del diálogo para estimular la participación política de los opositores interesados en la vía democrática, e incluso, de atraer a ella a los opositores declaradamente golpistas y cómplices de los planes conspirativos de Washington.
De modo que el chavismo se ha propuesto rescatar la mayoría, que conservó durante diecisiete años, en la Asamblea Nacional. Esta semana el presidente Nicolás Maduro instó a Diosdado Cabello, vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), a trabajar cuanto antes con los partidos aliados del Polo Patriótico para proceder a la elección de los candidatos de la revolución al cuerpo legislativo.
Después de la muerte de Hugo Chávez (2013), la oposición se alzó, en 2015, con su única victoria electoral de gran importancia en 17 años, desde la elección a la presidencia del líder bolivariano en 1998 y hasta hoy, al capturar 112 de los 167 cargos de diputados.
Pero la oposición no supo administrar su resonante victoria y dilapidó el capital político adquirido, principalmente por su total subordinación a los objetivos golpistas y desestabilizadores del gobierno de Estados Unidos, desesperado por salir de Maduro de una vez por todas. Embriagada por un éxito que no esperaba, tan pronto se instaló en el parlamento la directiva opositora anunció que a Maduro le quedaban tres meses y pretendió comenzar a gobernar por sobre los demás poderes del Estado. Lo que, unido a la codicia de dinero, fácil y rápido, heredada por los líderes de los partidos tradicionales de la cuarta república y por las nuevas formaciones surgidas con fines terroristas en el período chavista creó el caldo de cultivo para la destrucción de los partidos opositores. Sea como guarimbas, como intentos de golpe de Estado, invasiones, ataques a cuarteles o la inmisericorde guerra económica del imperio, hay una parte de los partidarios de la oposición que los desaprueba pues los percibe como quiebres de la Constitución y tendentes al derramamiento de sangre, que no desean.
El TSJ ha respondido a solicitudes de amparo de miembros de partidos opositores contra la negativa de sus ejecutivas a participar en las elecciones y a organizar comicios internos. Esto ha dado lugar al remplazo de Henry Ramos Allup, presidente durante 19 años del viejo Acción Democrática, por Bernabé Gutiérrez, el hace 17 años secretario general, partido que de socialdemócrata nunca tuvo más que un barniz, fundado por Rómulo Batancourt. Ya en 1948 organizó una asonada que derrocó al presidente Luis Medina Angarita en unión de un sector golpista del ejército.
El fracaso de todos los intentos subversivos de la oposición golpista, y de Juan Guaidó en particular, por derrocar al presidente Maduro ha sido evidente: intento magnicida contra el gobierno en pleno (2018), plan, concierto fake mediante, para provocar un enfrentamiento armado en la frontera colombo venezolana el 23 de febrero de 2019, con el ingreso de la supuesta ayuda humanitaria, conato de golpe de Estado del 30 de abril de 2019, fallida y desarticulada invasión armada de militares desertores y mercenarios gringos desde Colombia, vía un contrato firmado por Guaidó y adláteres con un agencia proveedora de mercenarios de Miami, que, de triunfar, habría supuesto la disolución del Estado nacional venezolano, enriquecimiento escandaloso de Guaidó con los dineros robados a Venezuela y entregados al presidente encargado (es un decir) por el departamento del tesoro de Estados Unidos. Así como la apropiación por él y Henry Ramos Allup de la filial Monómeros en Colombia, de la estatal PDVSA. Como si fuera poco sus vínculos con el sanguinario grupo narcoterrorista Los Rastrojos y su asociación con el impopular presidente colombiano Iván Duque. Ha trascendido que el autoproclamado está padeciendo una crisis depresiva y se la ha prescrito reposo. No es para menos. Competirán con el chavismo partidos despedazados por la política fascista de Estados Unidos contra Venezuela y un grupo de pequeñas formaciones que por ahora declaran su deseo de una solución política y sin tutelaje externo. El chavismo tiene la mesa servida.
Es inevitable pensar en los paralelismos existentes entre las formas de protesta de las élites españolas y las élites venezolanas, sus gritos de “¡libertad!” o sus denuncias de “¡dictadura!” resonando en las calles de Caracas o Madrid
Marcha de protesta contra Maduro el 2 de Febrero del 2019 en Caracas. Foto: Alex Cabello Leyva (@ALEXCOCOPRO)
Las manifestaciones de estos días contra la gestión del Gobierno de coalición español han tenido su “zona cero” en el barrio de Salamanca de Madrid. Una revuelta de ricos que se produce en el barrio al que han ido a parar buena parte de los autodenominados “exiliados políticos” venezolanos de mayor poder adquisitivo. Esta Little Venezuela que marca la agenda mediática y política sobre lo que se publica y opina en España en relación con su país de origen pero que empieza también a participar en la política española, cada vez con más peso. La cara más visible es la del padre de Leopoldo López ejerciendo como eurodiputado del Partido Popular (PP), pero los vínculos entre la derecha española y la derecha venezolana no empiezan ni acaban en López Gil o el PP. Hay toda una red de relaciones no tan públicas, todavía por investigar, que extiende sus tentáculos por las altas esferas del poder económico y el poder mediático. Aunque también se encuentra a otros niveles, propiciada por la presencia creciente de una comunidad venezolana, mayoritariamente opositora, en contacto con la población española, que está situando en el imaginario colectivo la idea de una “Venezuela apocalíptica sumida en el caos por culpa de un gobierno dictatorial”. Una exageración, a todas luces, pero que se asume acríticamente ante la falta de contraste con otra versión. Para quienes conocemos la realidad venezolana, se trata de una disociación entre la realidad y la lectura política que, por desgracia, estamos empezando también a vivir en el Estado español. España va camino de ser Venezuela, pero quizás son las élites las que nos van a llevar a un clima político como el venezolano.
La escalada de tensión en las calles va in crescendo pues en muchos barrios obreros del Estado, y también en barrios acomodados, se ha decidido salir a contrarrestar las manifestaciones de la derecha y la ultraderecha españolista con consignas antifascistas y de defensa de la sanidad pública. Aunque estemos lejos de las guarimbas venezolanas, una estrategia de protesta callejera basada en levantar trincheras urbanas, impedir el paso de vehículos o la salida de vecinos de sus casas, que dejó un saldo de muertos a su paso, llegando a la aberración de quemar vivas a personas por ser chavistas, los primeros conatos de violencia ya se están produciendo y pueden ir a más. La derecha española se ha propuesto incendiar las calles y tiene en sus padres venezolanos una escuela. Es inevitable pensar en los paralelismos existentes entre las formas de protesta de las élites españolas y las élites venezolanas, sus gritos de “¡libertad!” o sus denuncias de “¡dictadura!” resonando en las calles de Caracas o Madrid. Para mayor inri, buena parte de los manifestantes que están saliendo para protestar al grito de “¡Sánchez vete ya!” y consideran que el Gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y de Unidas Podemos (UP) es una suerte de reencarnación del bolivarianismo que pretende, como expresaba el testimonio de un manifestante recogido el otro día en el Financial Times: “Acabar con España para convertirla en Venezuela”.
Paradójicamente, quienes más temen que España se convierta en Venezuela son los que nos están haciendo sentir estos días en Venezuela
Pero, paradójicamente, quienes más temen que España se convierta en Venezuela son los que nos están haciendo sentir estos días en Venezuela, copiando el comportamiento antidemocrático de la oposición venezolana, trayendo a este país el clima de confrontación en forma de “acoso y derribo” al que las élites latinoamericanas nos han acostumbrado en estos últimos años de gobiernos de izquierda y golpes de Estado en la región latinoamericano-caribeña. Una actitud que, cabe recordar, tiene raíces propias en la derecha hispana actual, heredera política directa de quienes dieron un golpe de Estado en 1936 contra el Gobierno de la II República, instauraron una dictadura de 40 años y, no contentos con el cambio gatopardiano en forma de “Transición a la democracia” que lograron instalar, se permiten hacer pataletas en la calle y chantajes en los despachos ante cualquier leve atisbo de cambiar la correlación de fuerzas existente en este régimen del 78.
Como sabemos, Venezuela se ha convertido en el coco al que acude la derecha y la ultraderecha española para recordarnos, cada dos por tres, lo mal que le puede ir a un país cuando opta por “elegir mal” en las urnas. Nos presentan una Venezuela apocalíptica, en una grave crisis económica y con altos grados de confrontación política, pero nunca nos explican los porqués de la foto fija. Mucho menos se dedican a informar con objetividad o, cuando menos, con un mínimo de ecuanimidad en el enfoque. Por tanto, los propietarios de los medios pero también los periodistas a su servicio, a un lado y otro del Atlántico, son responsables de la imagen distorsionada que buena parte de la población española tiene sobre la realidad venezolana. Pero también son responsables de ocultarnos información fundamental para entender el golpismo permanente que acosa a la Revolución Bolivariana desde sus inicios y cuyo último episodio recibe el título de Operación Gedeón.
‘Operación Gedeón’ o cómo se silencia el golpismo de las élites mundiales contra Venezuela
El pasado 3 de mayo de 2020 en las costas venezolanas del centro del país se produjo un acontecimiento que no recibió la suficiente cobertura de nuestros medios, pese a la gravedad de los hechos. El gobierno de los Estados Unidos, a través de una operación encubierta, intentó derrocar a un gobierno suramericano mediante el uso de las armas. Siguiendo el patrón de las intervenciones militares por delegación aplicado en años recientes sobre Libia y Siria, Washington tercerizó la ejecución del golpe en una compañía de mercenarios estadounidenses denominada Silvercorp USA, cuyo dueño es el veterano ex boina verde Jordan Goudreau. La lógica neoliberal de la subcontratación, una de las características de la guerra híbrida, fue llevada a la práctica en esta ocasión.
Decenas de hombres armados realizarían un desembarco en las costas de Macuto con el propósito de raptar a Maduro e instalar a Guaidó como presidente
Bajo el nombre de ‘Operación Gedeón’ (que hace referencia a un guerrero elegido por Yavé para liderar una “guerra de liberación” de Israel en el Antiguo Testamento), decenas de hombres armados realizarían un desembarco en las costas de Macuto (estado La Guaira, a 30 minutos de la capital Caracas) con el propósito de raptar a Nicolás Maduro e instalar al diputado Juan Guaidó como presidente de facto. La tropa llevaba semanas entrenándose en la Alta Guajira colombiana y mezclaba tanto a desertores militares venezolanos como a mercenarios estadounidenses contratados por Silvercorp. Desde una finca propiedad del narcotraficante colombiano Elkin Javier López, apodado “Doble Rueda”, salieron dos lanchas rápidas hacia Venezuela. Aunque intentaron un desembarco sigiloso en horas de la madrugada del 3 de mayo por Macuto, los cuerpos de seguridad venezolanos desmantelaron la incursión tras un combate.
El intento encalló, trascendió a los medios nacionales e internacionales y, rápidamente, el diputado Juan Guaidó se desmarcó. Indicó a través de sus redes sociales que se trataba de un montaje de Nicolás Maduro. Sin embargo, la hipótesis del autogolpe, que ya se había utilizado cuando el atentado con drones contra el presidente venezolano en agosto de 2018, duraría pocas horas. El mismo día, el ex boina verde Jordan Goudreau filtró un contrato firmado por Juan Guaidó y sus asesores más cercanos con la empresa Silvercorp USA. Se establecía un pago de 212 millones 900 mil dólares por los servicios de una incursión armada que concluiría, según cita el contrato, con la “eliminación del régimen de Nicolás Maduro” y la instalación de Guaidó. Goudreau alegó que el pago no se había realizado, aunque sí hubo un anticipo de 1 millón 500 mil dólares, por lo que decidió emprender la operación de forma apresurada. Luego, en un giro de 180 grados, y otorgándole beligerancia, Guaidó emitió un comunicado exigiendo que se respetaran los derechos humanos de los involucrados en la Operación Gedeón. Hasta ese momento, el diputado, autoproclamado jefe del Estado venezolano, había negado su conocimiento del contrato y su rúbrica en él. Días después, se vino abajo este argumento, pues uno de sus asesores más cercanos, el colombiano Juan José Rendón, confirmó en una entrevista que Guaidó efectivamente sí había firmado el contrato, confirmando su vinculación directa con la intentona golpista. El contrato firmado por Guaidó (y filtrado por Goudreau) estipulaba en sus cláusulas la persecución policial de las personas identificadas con el chavismo independientemente de su estatus, incluso “autorizaba” detenciones masivas, requisas a viviendas e instituciones y ataques armados, de ser necesario, contra quienes ofrecieran resistencia al golpe de Estado. Además, los mercenarios detenidos afirmaron que el objetivo de la operación era asesinar al presidente Maduro y confirmaron los vínculos del narcotraficante colombiano “Doble Rueda” y la libertad con la que realizaban los entrenamientos y preparativos en territorio colombiano.
Los gobiernos de Colombia y de los EE.UU. se vieron obviamente salpicados por las confesiones e informaciones que iban desvelando minuto a minuto el plan. Cada uno por su lado se desmarcó negando todo vínculo o conocimiento de la incursión, pero ya era demasiado tarde. A finales de marzo, EE.UU. había ofrecido una recompensa de 15 millones de dólares a quien suministrara información relevante o capturara a Nicolás Maduro, tras una imputación por narcotráfico encabezada por el Departamento de Justicia contra altos funcionarios del Estado venezolano, en un esfuerzo por apuntalar el relato de que Venezuela es un “narcoestado”. En los últimos meses, los funcionarios estadounidenses encargados de la política exterior hacia Venezuela han escalado su retórica agresiva. El secretario de Estado Mike Pompeo, ha insistido en reiteradas ocasiones en que “Maduro debe irse”. Por su parte, el afamado halcón Elliott Abrams, representante de EE.UU. para Venezuela, recalcó semanas antes del fallido golpe que si Maduro no aceptaba renunciar a su cargo, eso igual ocurriría pero de forma más “peligrosa” y “brusca”. Resulta difícil creer que el gobierno estadounidense no haya estado vinculado, dado que la incursión subcontratada a Silvercorp encaja a la perfección con los reclamos contantes de Washington sobre una salida abrupta de Maduro. Seguir leyendo LA VENEZUALIZACIÓN DE LA ULTRADERECHA ESPAÑOLA. ARANTXA TIRADO Y WILLIAM SERAFINO→
El 29 de abril Mike Pompeo, secretario de Estado estadounidense y ex director de la CIA, pidió, con apremio y no poca alucinación, el alistamiento de su embajada en Caracas “para cuando Maduro deje el poder”. No es necesario ser estratega político para percatarse de que era un guiño al grupo de mercenarios entrenados desde hacía meses por ex boinas verdes de Estados Unidos en tres campamentos situados en la vecina Colombia para realizar una incursión militar en Venezuela. Una incursión que 72 horas después recibió una soberana paliza de la unión cívico-militar-policial bolivariana y en la que participaban dos ex militares de Estados Unidos pertenecientes a la empresa de seguridad de ese país Silvercorp USA. La existencia de los campamentos había sido denunciada varias veces por el presidente venezolano Nicolás Maduro, quien ofreció detalles sobre la complicidad, el apoyo y el auspicio del gobierno colombiano a estas actividades. Poco después de la última visita a la Casa Blanca del presidente de Colombia, Iván Duque, Maduro, que evidentemente tiene excelentes fuentes en Bogotá, sentenció que este había regresado con orden de Trump de poner en práctica una agresión contra Venezuela.
Justamente, a la sazón había estallado un escándalo en el país vecino al declarar el ex general y desertor del ejército de Venezuela, Cliver Alcalá, que un alijo de armas ocupado por la fiscalía colombiana estaba bajo su responsabilidad y destinado al ingreso en Venezuela de tres grupos de ex militares venezolanos que atentarían contra la vida de Maduro y los principales líderes bolivarianos. Alcalá, que residía en Colombia hacía tres años hizo esta declaración a la emisora de radio W desde su casa y fue muy preciso: “Las armas incautadas en Colombia pertenecían al pueblo venezolano, en el marco de un pacto o de un convenio firmado por el presidente (Juan) Guaidó, el señor JJ Rendón, el señor (Sergio) Vergara y asesores norteamericanos”. Añadió que había informado este extremo a las autoridades colombianas. La firma del contrato y la participación de SivercorpUSA fue confirmada el domingo pasado en un video por el dueño de la firma, el también ex boina verde Jordan Goudreau. Curiosamente, Alcalá no solo no fue molestado por los cuerpos de seguridad colombianos sino que estos facilitaron su entrega al gobierno de Estados Unidos, que extrañamente acababa de ofrecer una recompensa por su captura, por haber pertenecido al inexistente “cartel de los soles” cuando tenía posición de mando militar, un invento de la ruin campaña de difamación antivenezolana de Estados Unidos.
Después de todo esto, cuando no es secreto que Duque sea un lacayo de Trump ni que existen siete bases militares estadounidenses en Colombia, habría que ser muy ingenuo para creer que el pupilo de Uribe y Trump no están perfectamente informados de los planes subversivos contra Venezuela. Vamos, que estos se cocinan en el Palacio de Nariño con aliño directo de la Casa Blanca. Por ello tiene una importante carga política el fulminante desmantelamiento por el chavismo de la incursión mercenaria procedente de Colombia y confirma su unidad, cohesión y alta combatividad. Ha sido una acción de unidades navales y militares bolivarianas en la que han tenido un destacado papel la inteligencia popular y las milicias. Es muy aleccionadora la captura de uno de los grupos mercenarios por un puñado de pescadores milicianos y policías municipales que rindieron a los invasores a bordo de la misma lancha en la que pretendían desembarcar. Macuto, en el estado de La Guaira el punto de la costa del Estado de la Guaira, por donde pretendía penetrar el grupo terrorista desarticulado el domingo 3 con varias bajas, se encuentra situado a menos de 50 kilómetros de Caracas. Ese dato y la composición comando del contingente, que viajó en dos lanchas rápidas, tiende a confirmar los informes de los servicios de inteligencia bolivarianos, de que el plan de los terroristas era atacar el Palacio de Miraflores y asesinar el presidente Maduro. Sin embargo, llama la atención la declaración de uno de los dos ex militares estadounidenses del grupo capturado en Venezuela, quien afirmó que tenía órdenes de su jefe, de apresar al ejecutivo venezolano y conducirlo a Estados Unidos. ¿Desinformación? ¿Delirio?
Estos hechos se producen en un contexto muy vicioso, cuando Trump acaba de lanzar “la mayor operación antidrogas realizada en el Caribe”. Pero, con inaudito cinismo dirigida contra Venezuela. No contra Colombia, que produce el 90 por ciento de la cocaína del mundo. En medio de la pandemia el grupo delictivo de la Casa Blanca siembra odios, racismo, supremacismo blanco, conflictos. Acusa a la OMS y a China por la extensión mundial del coronavirus en el intento de desviar la atención de su irresponsable, inepto y criminal gestión de la pandemia en Estados Unidos. Todo en busca de la reelección del peor presidente de la historia de Estados Unidos.
Nada de extraño tiene encontrar a un nieto piropeando a su abuela. Después de tantos arrumacos recibidos, la nieta o el nieto van a devolver con gratitud los amores, dádivas y protecciones de los abuelos.
Yo voy a referirme aquí a una abuela hecha memoria ancestral, petrificada en jaspe y cargada de la poderosa energía del pueblo Pelón, la cual lleva por nombre Kueka.
La abuela Kueka es noticia por estos días debido a su regreso, luego de un largo secuestro de 21 años, por parte de un traficante de bienes culturales que la «compró» y trasladó hasta Alemania para integrar la caprichosa colección que él mismo exhibe en un parque al aire libre, de Berlín.
La abuela Kueka «desapareció» de su espacio natural en La Gran Sabana venezolana, en 1998. Una negociación absolutamente ilegítima y corrupta tapó la boca de los últimos gobernantes del llamado «puntofijismo», durante la IV República.
Con un franco desprecio hacia la memoria cultural de nuestros pueblos indígenas, se pretendió reducir a la Abuela Kueka a simple piedra vistosa y mercadeable, como suele ocurrir con toda cosificación en capitalismo, con fines exclusivamente lucrativos o de acumulación de capital.
Resulta que la Abuela Kueka es memoria y no mercancía. La memoria auténtica es inalienable, incanjeable, incomprable e invendible. La memoria es valor cultural y, en el caso de la Abuela Kueka valor cultural de uso por el pueblo Pemón, según su sistema de creencias y tradiciones.
Solamente un Estado de nuevo tipo, con principios socialistas, del socialismo del siglo XXI, y un gobierno revolucionario, Bolivariano y Chavista, como el que el Pueblo se dio al elegir al Comandante Hugo Chávez como su Presidente Constitucional, podía dedicarse inmediatamente a investigar y trabajar para sancionar el delito de tráfico de bienes culturales y la defensa de la memoria de los pueblos indígenas, en este caso del Pemón.
Con firme decisión decolonizadora y antiimperialista, los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, emprendieron la digna tarea de defender nuestras raíces, patrimonio e identidad cultural, en el caso presente referidos al rescate y repatriación de la Abuela Kueka.
La abuela ancestral nos asume pemones a todos y todas las patriotas de hoy, Bolivarianos y Chavistas también, y su reencuentro directo con estos nietos, se hace compañía, protección, rebeldía y dignidad de originarios de Abyayala, que nos reivindicamos en un socialismo genuino, indigenista, mestizo y, sobre todo, proletario, en estos tiempos cuando la lucha de clases es y será -sin dudas- derrota definitiva del capitalismo.
Por más que Trump haya supeditado criminalmente la gestión de la crisis al éxito empresarial, a sus payasadas y a su afán reeleccionista, un sistema basado en el lucro y atravesado por una profunda crisis multidimensional, no podía conseguir mucho más.
Una formidable industria médica como la estadounidense, dominada al extremo por la ganancia capitalista, se ha mostrado incapaz de enfrentar al coronavirus. Por más que Trump haya supeditado criminalmente la gestión de la crisis al éxito empresarial, a sus payasadas y a su afán reeleccionista, un sistema basado en el lucro y atravesado por una profunda crisis multidimensional, no podía conseguir mucho más.
El hecho es que Estados Unidos se ha visto superado en su desempeño frente al ataque del patógeno por el de países pobres y subdesarrollados como Argentina, Venezuela y México. No se diga Cuba, cuyo complejo científico y biomédico, con el apoyo de Raúl y Díaz-Canel, está consiguiendo valiosos hallazgos terapéuticos en el combate a la COVID-19, y, al final de la jornada, quedarán seguramente confirmados por sus positivos resultados. El férreo bloqueo de Estados Unidos no se lo ha podido impedir, como tampoco el rápido despliegue de 20 brigadas médicas para batir al virus desde el Caribe, pasando por África, hasta el mismo corazón de Europa occidental.
A diferencia de sus homólogos neoliberales, los presidentes Alberto Fernández y López Obrador han puesto en primer lugar el respeto a sus comunidades científicas y a la vida en la estrategia ante la enfermedad e impreso un sello social a la protección de los más necesitados. De la misma manera, Venezuela, donde el más despiadado cerco económico, la amenaza de acciones militares yanquis y los bajos precios del petróleo no han conseguido doblar al gobierno del presidente Maduro, que adoptó temprano una estrategia integral para proteger del patógeno a la población. La pandemia, magna tragedia planetaria, ha tenido en cambio la virtud de mostrar al total desnudo la incompatibilidad del neoliberalismo con la preservación de la vida y el carácter intrínsecamente genocida de este modelo.
Cuando Estados Unidos, no obstante su colosal avance científico y en medicina, encabeza tanto el conteo mundial de contagiados con casi 900 000 como el de fallecidos, con 45 150, queda claro que la ciencia, lejos de favorecer al ser humano, puede llegar a convertirse en su enemigo si no va acompañada del alto sentido humanista que le ha de ser intrínseco y no pasa de ser un instrumento al servicio exclusivo de las elites explotadoras del trabajo y depredadoras de la naturaleza. ¿Cómo es posible que médicos y enfermeros no hayan dispuesto ni siquiera de los equipos de protección personal indispensables para preservar su vida y la de los pacientes en la potencia del norte, que gasta anualmente 618 mil setecientos millones de dólares en publicidad y 8 mil billones de dólares en armamentos y guerras? ¿Que esos equipos hayan conformado, estimulado por una Casa Blanca de mercaderes, un lucrativo mercado negro especulativo, lejos del alcance de las instituciones de salud? He leído el conmovedor relato del director de un hospital que para disponer de estos materiales tuvo que viajar lejos por ellos, haciendo pasar los camiones por trasportadores de alimentos para poder escapar al hostigamiento de las agencias federales. (www.commondreams./2020/04/20/ a snapshot for a system in breakdown )
De no haber sido por cuantiosos suministros chinos, México, Venezuela, Argentina y Cuba no habrían dispuesto a tiempo de estos útiles indispensables para salvar la vida de médicos y pacientes. La Habana, por cierto, perdió un alijo de ventiladores debido a la compra de dos entidades proveedoras por una empresa estadounidense, que invocó el bloqueo para no entregarle el contrato pactado.
Ante el avance del virus, China y Rusia han mantenido un saludable espíritu de cooperación internacional en el marco de los principios de la ONU y de la Organización Mundial de la Salud, muy distante de las actitudes egoístas de Estados Unidos con respecto al mundo y de Alemania y Holanda con relación a los miembros mediterráneos de la Unión Europea (UE). Sería un milagro que la UE sobreviviera al doble embate de la pandemia y la magna depresión económica que se avecina con decenas de millones de desempleados. De la misma manera que asombra el liderazgo internacional que ha perdido Washington, una tendencia observada desde principios de siglo, pero extraordinariamente acelerada por Trump y su pandilla de blancos multimillonarios, sionistas tipo Jared Kushner y cristianos sionistas del talante del secretario de Estado Pompeo.
Ninguna epidemia es motor de cambio social, aunque dada la enorme magnitud de esta y la gigantesca crisis económica que la acompaña, sí puede servir de oportunidad para que las fuerzas populares y progresistas consigan avanzar resueltamente lo que no habían imaginado ni en sus sueños más optimistas. Pero en Washington es la ultraderecha trumpista la que hace aprobar ya en las cámaras planes que si acaso entregan migajas a los más necesitados y le sirven con cuchara gorda a los adinerados amiguetes. Ya Trump ha dicho que salvará a la maligna industria del petróleo de esquisto.
Con la gunboat diplomacy (diplomacia de cañoneras) a mano, Trump intenta neutralizar la eficaz y bienvenida proyección médica de la Revolución cubana contra la pandemia del Covid-19, sin dejar la brutal ofensiva económica y paramilitar contra Venezuela. Para hacer el anuncio, Trump suspendió una conferencia de prensa en la Casa Blanca sobre la epidemia en Estados Unidos (EU) y se hizo acompañar de Mark Esper, secretario de Defensa de Estados Unidos. Hizo a un lado a médicos y especialistas en epidemiología para anunciar que estaba lanzando una operación mejorada contra el narcotráfico en el hemisferio occidental y proteger a su población del azote mortal de los narcóticosilegales.
El anuncio se hizo luego que el Departamento de Justicia, de manera unilateral y haciendo gala de una extraterritorialidad hemisférica mejorada, al incluir ahora al Covid-19 al lado de un despliegue naval en aguas cercanas a Venezuela, una intimidación propia de la diplomacia de las cañoneras, fuera de la institucionalidad y legalidad internacional instauradas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La justicia de EU acusó al presidente Maduro y otros altos cargos de su gobierno de tráfico de drogas y otros delitos. Así lo informó la BBC (bbc.com) en su edición del 2 de abril.
Desde el arribo de Trump a la Casa Blanca, en 2017, el pueblo bolivariano de Venezuela ha sido sometido, por la vía de letales e ilegales sanciones económicas, a un castigo colectivo que hasta 2018 llevaba unas 40 mil bajas civiles, mujeres, niños y hombres inermes. Todo un castigo que hasta nuestros días se estima en 100 mil almas junto a millones expulsados por los brutales efectos de las sanciones, presentados al público de CNN como fallas de Maduro,siguiendo el guion de atribuir todo, incluido el sabotaje al sistema eléctrico o hidráulico, al presidente.
Si el Covid-19 enseña algo es la debacle moral del horror infligido a la población por una diplomacia de cañoneras enfilada a contener la proyección hacia América Latina, el Caribe y, en verdad, al mundo de los amplios cuadros de médicos y científicos educados por la Revolución cubana, que siempre veló por la educación y la salud –toda una gesta bajo un implacable bloqueo de EU–, que permite enfrentar la explosión del Covid-19 dentro y más allá de la isla.
A los crímenes de lesa humanidad y de guerra, impunes hasta ahora, EU agrega medidas deleznables, por ejemplo, entorpecer el apoyo cubano a países latinoamericanos en su combate al Covid-19. Es todo un compendio de bajezas y criminalidad de Estado lanzados al rostro de las Naciones Unidas, de la Corte Penal Internacional, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos localizada, of all places, en Washington sin ratificación.
Con el Covid-19 amenazante en el mundo, en medio de sanciones e intimidaciones, una pandemia que arrecia, cuyos costos humanos abarrotan morgues de hospitales y los cementerios repletos, es así como el coronavirus visibiliza lo que es la diplomacia de cañoneras al lado de la mortandad.
La operación en pos del petróleo venezolano incluye despliegues para-militares en territorios cercanos a Venezuela concertados por el Comando Sur con Bolsonaro y fuerzas y grupos del narcotráfico de Colombia, el mayor exportador de cocaína a Estados Unidos. La mejorada estrategia se refiere a adicionar despliegues navales a las (esas sí) ilegales y letales sanciones económicas, realizadas bajo la noción neonazi del castigo colectivo en momentos en que desde Cuba se envían brigadas médicas al mundo. Son brigadas sanitarias en 59 naciones, 37 de ellas con presencia de la pandemia ( La Jornada, 27/3/2020, p 31).
Cuba denunció a EU por “entorpecer la ayuda médica, y con otros países, China, Rusia, Irán y Venezuela… aboga en la ONU contra la politización de la pandemia. El canciller Bruno Rodríguez Padilla hizo la denuncia, ya que la isla apoya a decenas de naciones contra el Covid-19. Para Rodríguez, es Lamentable que mientras el Covid-19 amenaza a la humanidad, el gobierno de EU, en vez de poner fin al sistema ilegal de aplicar medidas coercitivas unilaterales, como el bloqueo a Cuba, dificulte el combate de la epidemia atacando a países que practican la solidaridad y cooperación internacional. ( Ibid)
Es precisamente esa solidaridad y cooperación contra el Covid-19 lo que Trump trata de neutralizar. Tal parece que usa el Covid-19 como arma de guerra y la fortaleza médica de Cuba le estorba en el dominio de territorios y recursos. La isla denunció en la ONU las presiones de EU para poner fin a las misiones médicas cubanas en Bolivia, Brasil y Ecuador.
EU amenazó a las naciones receptoras de la ayuda médica cubana. A la diplomacia médica de La Habana, Trump responde con buques, destructores, barcos de combate, aviones y helicópteros armados.
Los registros de la agencia antidrogas de Estados Unidos, DEA por sus siglas en inglés, desmienten rotundamente, como veremos, las banales acusaciones de narcotráfico lanzadas por Donald Trump contra su homólogo venezolano Nicolás Maduro y miembros de su gobierno. Queda claro que la nueva y belicosa embestida del magnate inmobiliario contra Venezuela tampoco tiene nada que ver con la defensa de la democracia ¡Al contrario¡ Y es consecuencia del absoluto fracaso de todos los planes golpistas y desestabilizadores de su administración contra el gobierno constitucional y legítimo del presidente Maduro. No en menor medida, también de un desesperado intento electoralista por hacer que los estadounidenses miren hacia otro lado y no al cuadro dantesco de su cada vez más desastrosa y mortífera gestión de la pandemia del coronavirus, con un saldo altamente negativo mundialmente que supera de forma notoria en velocidad la del ritmo de contagios y defunciones de los otros países más afectados por la enfermedad. Y otra razón para la embestida trumpista antivenezolana muy probablemente obedezca al muy erróneo cálculo de que la situación de pandemia colocaría al país bolivariano en una situación más propicia para hacerlo objeto de las inmorales e ilegales bravatas y amenazas del propietario de casinos. Resulta que Venezuela está mostrando una impresionantemente bien conducida estrategia de contención al virus, apoyada por su población, y, además, por reconocidos expertos de Cuba, China y Rusia.
Hagamos un muy apretado resumen de los hitos de la embestida antivenezolana. En una serie de escenas que más que actos de Estado, asemejan una farsa grotesca, primero, el Procurador General de Estados Unidos William Barr (en su momento recibió de la administración de Bush padre la encomienda de realizar la fundamentación “legal” para la invasión de Panamá de 1989), acusó de narcoterrorismo al presidente Maduro y a varios miembros de la cúpula gubernamental venezolana y, al estilo de Lejano Oeste, ofreció recompensas por informaciones que condujeran a su detención.
Curiosamente, la acusación incluye a dos generales hace tiempo desertores del instituto armado de Venezuela y domiciliados en el extranjero. Jurídicamente hablando, la acusación de Barr es totalmente inválida, toda vez que acorde a la Carta de la ONU y hasta la de la putrefacta OEA, el gobierno de un país no tiene jurisdicción sobre el territorio de otro. Eso, sin contar que Barr no presentó prueba alguna contra el presidente Maduro y los otros venezolanos que involucró, simplemente porque no las tiene. No es ocioso añadir que una acusación no es ni remotamente un fallo de culpabilidad, por lo que su uso en este caso no pasa de ser una torcedura de la ley por Barr para cumplir con los propósitos políticos antivenezolanos de Trump. La cuestión es muy clara. La DEA afirma en todos sus informes hasta 2019 que Colombia es la “fuente primaria para la cocaína capturada en Estados Unidos”. Según el Cocaine Signature Program elaborado por la DEA en 2018 “aproximadamente 90 por ciento de las muestras de cocaína analizadas fueron de origen colombiano, seis por ciento de origen peruano y cuatro por ciento de origen desconocido”. En otras palabras, de acuerdo con los registros de la agencia federal para las drogas de Estados Unidos no se encuentra en ese país cocaína ni ningún otro narcótico procedente de Venezuela.
De modo que la conferencia de prensa ofrecida la Casa Blanca pocos días después de la acusación de Barr en la que se anunció por Trump el inicio de “la más grande operación antidroga llevada a cabo en el hemisferio occidental” y el despliegue de toda una armada en el Caribe, pero apuntando a tierras bolivarianas, no es más que otro episodio de la farsa antivenezolana dirigida a hacer presión contra Caracas y a justificar un eventual ataque posterior, sea por paramilitares desde Colombia o por un operación de más envergadura.
Lo único razonable que puede hacer Estados Unidos en una coyuntura humanitaria tan dramática como la que sufre la humanidad, y su propia población en primer lugar, es apoyar el llamado a la paz y a silenciar las armas en el mundo formulado por el secretario general de la ONU António Guterres, levantar el bloqueo a Venezuela, Cuba, Nicaragua, Palestina, Irán y Siria. De una vez respetar el derecho de Venezuela a la autodeterminación y que el secretario de Estado Pompeo deje de presentar marcos “para la transición a la democracia” en Venezuela que el pueblo de ese país aventará al cesto de la basura como siempre que su soberanía e independencia se han visto amenazadas.
La Red en Defensa de la Humanidad – Capítulo de EE.UU. expresa su más sincera solidaridad con el pueblo de Venezuela y su único presidente legítimo, Nicolás Maduro Moros, en esta hora de peligro.
La administración de EE.UU. crea más conflictos y agresiones contra Venezuela, mientras personas de todo el mundo luchan contra una peligrosa pandemia.
Hace dos semanas, el gobierno de Trump presentó cargos criminales falsos contra el presidente y otros trece funcionarios venezolanos, incluido el presidente de su Tribunal Supremo. Y hace apenas unos días, el 2 de abril, los EE.UU. desplegaron buques de guerra frente a las costas de Venezuela, en el que constituye el mayor despliegue militar de EE.UU. desde la invasión de Panamá en 1989. Esto se suma a las cada vez más numerosas sanciones económicas con el fin de aumentar el sufrimiento del pueblo y estrangular la economía venezolana.
Es indignante que la administración de los Estados Unidos esté destinando recursos contra Venezuela para la guerra mientras se nos muestra desorganizada e inepta para conseguir equipos de salvamento como ventiladores, camas e, incluso, mascarillas, para su propia población y los profesionales de la salud que están al frente de esta lucha.
El Presidente Maduro habló de los intereses comunes de los ciudadanos de ambos países. «Los pueblos de Estados Unidos y Venezuela no son tan diferentes como las mentiras tratan de hacernos creer.» El Presidente habló, incluso, de los sueños comunes de una «sociedad más justa, libre y compasiva».
El Presidente Maduro imploró a los ciudadanos de EE.UU. «que no permitan que su país sea arrastrado una vez más a otro conflicto interminable, otro Vietnam, otro Irak, pero esta vez más cerca de casa».
Mientras otros países, como Cuba, Rusia y China, envían especialistas y equipos médicos para ayudar internacionalmente en la lucha común contra el COVID-19, la administración Trump ha optado por generar un nuevo conflicto y por amenazar con desatar una guerra.
Exigimos el fin de la política de amenazas, sanciones y agresiones de los Estados Unidos.
Nos solidarizamos con el pueblo de Venezuela y el mundo.
Red en Defensa de la Humanidad, Capítulo de EE.UU., 6 de abril, 2020
En la coyuntura de la llamada “epidemia del siglo”, la diplomacia de guerra de Estados Unidos ha decidido profundizar su guerra no convencional, asimétrica, contra Venezuela. Con una serie de acciones sucesivas que pretenden generar miedo y pavor (shock and awe) en filas “enemigas”, la administración Trump activó el 26 de marzo pasado el miserable plan diseñado por el secretario de Estado, Mike Pompeo, y el representante especial para Venezuela, Elliott Abrams, cuyo objetivo final es intentar producir un “cambio de régimen” en el país que tienen la reservas probadas de hidrocarburos más grandes del mundo.
Ese día, en lo que parece marcar un nuevo punto de no retorno ahora bajo la pantalla judicial del golpismo (Lawfare), el fiscal general de EEUU, William Barr, anunció cargos criminales por narcoterrorismo, tráfico de cocaína, lavado de dinero y corrupción contra el presidente constitucional y legítimo de Venezuela, Nicolás Maduro; una docena de altos funcionarios civiles y militares así como dirigentes del proceso bolivariano –e, incluso, un par de generales prófugos de la justicia venezolana–, bajo la grotesca argumentación de “haber participado en una asociación delictiva” que involucraría a una “organización terrorista extremadamente violenta” –las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC–, así como de “conspirar” para utilizar la venta de drogas como un “arma” contra Estados Unidos.
El 31 de marzo, en otra inadmisible intromisión –que viola el Derecho internacional y los principios de la Organización de las Naciones Unidas, entre ellos, el de no intervención, la libre determinación de los pueblos y la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales−, Pompeo y Abrams hicieron público su “plan” denominado eufemísticamente “Marco para la transición democrática en Venezuela” (cuyo único fin es el derrocamiento de Maduro), lo que fue seguido, el 1 de abril, por el anuncio de Donald Trump del lanzamiento de un nuevo operativo militar naval antidrogas en aguas del Caribe y el Pacífico.
Trump, quien apareció flanqueado en la Oficina Oval por el secretario de Defensa, Mike Esper, y el jefe del estado mayor, general Mark Milley, dijo que las operaciones marítimas antinarcóticos estarán dirigidas contra lo que, afirmó, es una “creciente amenaza” de “narcotraficantes y terroristas” que buscarán “aprovecharse” de la crisis provocada por la pandemia del coronavirus para introducir drogas en EEUU y afectar a la ciudadanía.
A su vez, el secretario Esper identificó a Venezuela como una amenaza en particular, al acusar al “régimen ilegítimo de Maduro” de depender de las ganancias del narcotráfico para mantenerse en el poder. Con lo cual, se cumplirían los propósitos encubiertos denunciados a mediados de marzo por el canciller venezolano, Jorge Arreaza, de que en el marco de una nueva fase de agresiones unilaterales estadounidenses contra su país, el Pentágono y el jefe del Comando Sur, Craig Faller, estaban contemplando un “bloqueo naval” a Venezuela, acción reconocida por la ONU como “uso de la fuerza”; medida que podría ser reforzada en la coyuntura con acciones coercitivas bajo el paraguas de la Organización de Estados Americanos (OEA), vía el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), ambos, viejos instrumentos de la guerra fría al servicio de Washington.
Pino Arlacchi y los bulos de la CIA y el Pentágono
En el marco de la nueva fase de guerra híbrida de EU contra el proceso bolivariano de Venezuela, cabe recordar que el 15 de abril de 2019, durante una sesión de preguntas y respuestas en la Universidad de Texas, el secretario de Estado, Mike Pompeo, afirmó entre risas y aplausos: “Yo era director de la CIA (Agencia Central de Inteligencia). Mentimos, engañamos y robamos. Teníamos hasta cursos de entrenamiento”. (Aunque la transcripción oficial del Departamento de Estado no incluyó esas aseveraciones, sí quedaron registradas en video).
La confesión de Pompeo vino a confirmar lo que es público y notorio y está registrado en cientos de documentos oficiales y literatura sobre la CIA de los últimos 60 años. Pero no deja de ser grave que el jefe de la diplomacia estadounidense se refiera a sí mismo como mentiroso y ladrón. Máxime, en la actual coyuntura, cuando expertos comunicacionales del Pentágono y la CIA han echado a andar una nueva etapa de la guerra no convencional contra Venezuela, diseñada en base a operaciones de guerra psicológica, propaganda encubierta y mensajes indirectos a través de los medios de difusión masiva (radio, televisión, prensa escrita, Internet), direccionadas a conseguir el control y la manipulación de la llamada opinión pública mediante distorsiones informativas (noticias intoxicadas). Seguir leyendo LAWFARE Y GUERRA ASIMÉTRICA VS. VENEZUELA. CARLOS FAZIO→
Acciones como la de Cuba con el crucero británico representan una muestra de humanidad y el tipo de solidaridad internacional que el mundo necesita en este momento
Johannes Eisele/Getty Images
DANIEL KOVALIK Y OLIVER STONE
Con seguridad, algunos de ustedes pueden haber leído acerca de la conmovedora historia de Cuba al permitir que un crucero, rechazado por otros países, atracara en uno de sus puertos, aun cuando llevaba a bordo varios viajeros que habían dado positivo a la COVID-19. Este barco estaba lleno de ciudadanos, en su mayoría británicos, a los que se les permitió volar de vuelta a casa desde La Habana. Además, Cuba, junto con China, está enviando médicos y suministros a diversos países del mundo para ayudarles a combatir la pandemia.
Estas acciones representan una muestra de humanidad y el tipo de solidaridad internacional que el mundo necesita en este momento. Lamentablemente, el gobierno federal de Washington está demostrando lo contrario, al retirar a su personal de los Cuerpos de Paz de todo el mundo y, lo que es peor, al incrementar las sanciones contra países como Cuba, Irán, Venezuela y Nicaragua precisamente en el punto más álgido del brote de COVID-19. Entonces, es correcto decir que los EE.UU. están utilizando el virus contra estos países.
En cuanto a Irán, NPR (Radio Pública Nacional de Estados Unidos) informa que «el gran número de infecciones que atraviesa Irán preocupa a los expertos internacionales de la salud. Las sanciones de los Estados Unidos han estrangulado la economía del país y han dañado su sistema de atención médica», y su capacidad para enfrentar la pandemia. El Ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Mohammad Javad Zarif, tweeteó que el país necesitaba urgentemente mascarillas, ventiladores y batas quirúrgicas y culpó a los Estados Unidos de lo que llamó “terrorismo económico». Según se informa, debido a las sanciones, Irán es el único país del mundo que no puede comprar los medicamentos necesarios para luchar contra la pandemia.
Mientras tanto, Irán informa de que un iraní muere cada 10 minutos a causa de la COVID-19, y advierte de que «millones» de iraníes podrían morir como consecuencia del virus. ¡Millones! Si esto ocurriera, el gobierno de los Estados Unidos tendría una gran responsabilidad moral y legal, ya que estaría contribuyendo a la propagación de la pandemia en Irán.
En cuanto a Venezuela, las actuales sanciones contra ese país son un factor que lo priva de los medicamentos y suministros necesarios para combatir el virus. Y precisamente en medio de la pandemia, el Presidente Trump incrementa las sanciones contra ese país. Y lo hace con el pretexto de que el Presidente Nicolás Maduro está supuestamente traficando drogas, aunque los propios datos del gobierno de EE.UU. desmientan esta afirmación. Pero el sufrimiento que causará el aumento de las sanciones de Trump será absolutamente real.
El último ejemplo, y bastante cruel, del aumento de la presión contra el país sudamericano, es la decisión del Fondo Monetario Internacional –plegándose a la coerción de EE.UU.–, de negarse a la solicitud de emergencia formulada por Venezuela de un préstamo –bastante modesto, por cierto– de apenas 5.000 millones de dólares para hacer frente a la pandemia del coronavirus.
Mientras sanciona a los países mencionados, Estados Unidos intenta con dificultad hacer frente a la pandemia en su propia casa. Sin embargo, encuentra los recursos y los medios necesarios para continuar sus guerras en Iraq y Afganistán y para apoyar la matanza saudí en Yemen que, entre muchas otras atrocidades, ha provocado el «mayor brote de cólera de la historia moderna, con más de un millón de casos».
Como han advertido algunas personalidades religiosas, «las plagas exponen los cimientos de la injusticia» en nuestras sociedades. La pandemia actual está exponiendo no sólo las fallas totales de nuestro gobierno para proteger a sus ciudadanos, sino también su profunda falta de decencia en el trato con otras naciones. Es hora de una seria auto-reflexión moral sobre esta realidad tan triste, y de un cambio de rumbo inmediato antes de que se pierdan más vidas debido a la locura de nuestra nación.
Stone es un cineasta y autor premiado por la Academia. Kovalik enseña derechos humanos internacionales en la Facultad de Derecho de la Universidad de Pittsburgh y es autor de No más guerra: cómo Occidente viola el derecho internacional al utilizar la intervención “humanitaria” para promover sus intereses económicos estratégicos.
El canal alemán DW debería cambiar sus siglas por WC, en correspondencia con lo que se denominó “periodismo de albañal” en los Estados Unidos de finales del XIX. Tiempos gloriosos de una prensa sin gloria que engendró el sensacionalismo y el amarillismo. El 23 de marzo el canal de marras lo dedicó a la expansión del coronavirus en Latinoamérica. El país al que dedicó más tiempo es el que tiene menos casos gracias a la acción preventiva de su gobierno: Venezuela. Pero DW o WC destacaba que a Guaidó lo reconocen 53 países, sin explicar qué tiene que ver el corona…virus con las pestañas. El fantasma de Goebbels dirige este medio teutón cuando se emperra con Venezuela.
La Red en Defensa de la Humanidad rechaza categóricamente las intenciones del gobierno de EEUU de agredir nuevamente al pueblo de Venezuela con amenazas e infundadas acusaciones tratando de vincular al presidente legítimo Nicolás Maduro y autoridades del Estado venezolano con el narcotráfico.
De manera desesperada, luego de 20 años de intentos para derrocar la Revolución democrática y pacífica bolivariana, buscan justificar la invasión de territorio venezolano violando, como siempre lo han hecho, la normativa del derecho internacional. Trump anunció operaciones antidroga y el despliegue de barcos en el Caribe y el Pacífico Oriental centrándose particularmente en Venezuela, cuyo gobierno, según el Secretario de Defensa Mark Esper, depende de las ganancias derivadas de la venta de narcóticos.
El mundo entero sabe que Venezuela no figura entre los países que producen, trafican ni consumen drogas. No aparece en las estadísticas de los recientes informes de la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito correspondientes al año 2019. Sólo figura como el país con mayores incautaciones de narcóticos.
Es Colombia, y no Venezuela, el mayor productor de cocaína del planeta. De las 245.400 hectáreas de cocaína que fueron cultivadas el año 2017, el 69,68%, es decir, 171.000 estaban en territorio colombiano. Es también Colombia el mayor productor de cocaína 100% pura: de las 1.970 toneladas que se produjeron en 2017, en ese país se fabricaron 1.379 toneladas. Es por el Pacífico y por Centroamérica por donde se registra el mayor tráfico de cocaína hacia EEUU, según el mencionado informe.
El peligroso proceso de descomposición del precario orden internacional sigue su curso. La presencia en la Casa Blanca de un personaje como Donald Trump le agrega notas extravagantes y macabras a lo que es una tendencia profunda del imperio dirigida a evitar lo inevitable: su irreversible declinación. Ningún estudioso serio, mismo en Estados Unidos, pone en duda este diagnóstico. Lo único que realmente está en discusión es la forma o el ritmo del declive, no su concreción histórica. No podrán evitarlo las clases dominantes de Estados Unidos, pero sin duda harán todo lo que sea necesario, aunque esto requiera atropellar cualquier principio moral o estatuto legal, para dilatar lo más posible el fatal desenlace. El asesinato de Kassen Suleimani en Irak es una prueba irrefutable de esto: celebrado con alborozo por Trump, quien se jactó de haber dado la orden de “eliminarlo”, y la deshonrosa complicidad del Secretario General de la ONU, el portugués Antonio Gutérrez, que no emitió opinión alguna sobre el crimen, son síntomas elocuentes de la putrefacción que corroe los fundamentos del orden mundial amenazado por una superpotencia canalla que no respeta legalidad alguna.
Objeto privilegiado de la estrategia defensiva de Washington es reforzar su control sobre lo que en la jerga del Pentágono se llama “la gran isla americana”, es decir, esa enorme extensión de tierra que va desde Alaska a Tierra del Fuego. Protegido por dos grandes mares en sus vertientes orientales y occidentales, el “Talón de Aquiles” del imperio lo ubican los estrategas norteamericanos en la “Tercera Frontera”: México y su extensión centroamericana y la cuenca del Gran Caribe. De momento el reforzamiento de la dependencia del país azteca en relación a Estados Unidos a partir de 1994 -cuando se firmara en nefasto Tratado de Libre Comercio de América del Norte, renovado recientemente con más ventajas para el país del Norte- torna innecesario establecer un bloqueo estadounidense en contra de México. Pero si el gobierno mexicano siguiera un curso de acción percibido como hostil por parte de la Casa Blanca no sería de extrañar que una enorme batería de sanciones comenzara a descargarse en su contra.
Esto es lo que ha ocurrido con Cuba desde hace sesenta años, prueba más que suficiente de que los márgenes de tolerancia del imperio en estas latitudes son muy estrechos. Laos y Nepal, por ejemplo, tienen dos gobiernos constituidos por variopintas alianzas hegemonizadas por maoítas probados y confesos sin que Washington haya desplegado una ofensiva siquiera remotamente parecida a la que viene aplicando con inusitado rigor en contra de Cuba y Venezuela. No se conocen sanciones económicas contra aquellos gobiernos asiáticos ni mucho menos las persistentes ofensivas diplomáticas o las sistemáticas campañas de difamación mediática que padecen los gobiernos de Cuba y Venezuela. Desde el 2019 hasta la actualidad Donald Trump ha impuesto 85 muevas edidas restrictivas en contra de Cuba que afectan vitalmente los ingresos de la isla rebelde, erigiendo toda suerte de obstáculos al comercio internacional, las inversiones, el turismo, la salud y el suministro de insumos esenciales como el petróleo, la gasolina (utilizada por camiones de carga y transporte público) y el gas licuado requerido por los hogares para la cocción de los alimentos. El siniestro plan del Nerón estadounidense es lograr, mediante la aplicación de criminales agresiones que se encuadran en la figura del genocidio, detonar un levantamiento popular en contra del gobierno de Miguel Díaz-Canel y así lograr el tan anhelado “cambio de régimen” que ponga fin a la Revolución Cubana. Es obvio que fracasarán en su intento, pero el daño y los sufrimientos que le están produciendo a la población cubana es gravÍsimo y algún día deberán pagar por ello. Seguir leyendo ESTADOS UNIDOS ATENTA CONTRA LA PAZ MUNDIAL. ATILIO A. BORÓN→
¿Por qué Venezuela es capaz de reunir exitosamente a cientos de importantes representantes de los principales partidos de izquierda y movimientos populares, femeninos, juveniles, de nuestra región y del mundo? Lo consigue con frecuencia pese a los obstáculos impuestos por el imperio yanqui, que presiona cancillerías para que no den visas y a aerolíneas para que no vendan boletos. La semana pasada Caracas congregó al Foro de Sao Paulo y un Encuentro Mundial contra el Imperialismo por la vida, la soberanía y la paz. En mi opinión lo único que explica esa capacidad de convocatoria es su fuerza moral, su ejemplo de resistencia. Y también la necesidad creada por la época en que vivimos. El asesinato de un general antimperialista mueve multitudes en Medio Oriente e indigna a millones en el mundo.
Venezuela derrotó en 2019 la más feroz de las arremetidas de Estados Unidos contra otra nación en el siglo XXI. La autoproclamación de Juan Guaidó en enero de ese año como presidente encargado era la señal para el inicio de la nueva ofensiva contra la patria de Bolívar, de acuerdo con planes previamente aprobados por el Comando Sur de Estados Unidos, a su vez coordinados con los gobiernos más derechistas de la región y con el servil secretario general de la OEA, Luis Almagro. Estos planes se basan en el esquema de las llamadas guerras de cuarta generación, que comprende acciones en diversos campos, destacadamente masivas y prolongadas campañas de intoxicación mediática, guerra económica y acciones subversivas de distinta naturaleza, incluyendo el intento de magnicidio contra el presidente Nicolás Maduro y otras operaciones militares y paramilitares cuya ejecución es canalizada vía Colombia por el Comando Sur con la activa participación de Álvaro Uribe y del subpresidente Iván Duque. ¡Cómo se creyeron esos dos, Piñera, Almagro, Pence, Elliott Abrams, Marco Rubio y, por supuesto, Trump, que Guaidó tumbaba a Maduro!
El fulminado intento de golpe de Estado del 30 de abril también lo vieron venir como el final de la revolución bolivariana. Ciertamente fue el momento más alto de la ofensiva, con presencia de Guaidó y su jefe político Leopoldo López, una acción aventurera e irresponsable que pudo haber costado numerosas vidas de no ser por el patriotismo y el profesionalismo de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en estrecha unión cívico-militar con el pueblo. Ya para entonces el autoproclamado había comenzado a perder aceleradamente la capacidad de convocatoria mostrada en las primeras semanas del año. Hoy se ha apagado mucho más porque no ha cumplido una sola de sus promesas y está envuelto en un gigantesco escándalo. Por vínculos con narcoparamilitares, por el robo de fondos para ayuda humanitaria y de activos venezolanos. Lo más que puede reunir es unos pocos cientos de personas en zonas opositoras de Caracas, en contraste con la permanente iniciativa política de Maduro y la enorme capacidad de movilización de masas del chavismo.
En 2019, se demostró la falacia que auguraba el fin del “ciclo” progresista en América Latina y el Caribe. Bastaría con citar las rotundas victorias electorales de Andrés Manuel López Obrador en México y Alberto Fernández en Argentina para refutarla. No obstante, la aseveración sobre el fin del ciclo se basaba en hechos reales y muy lamentables, pero a la vez aleccionadores para las fuerzas populares, progresistas y revolucionarias. Después de todo, la irrupción de gobiernos populares iniciada posteriormente al arribo a la presidencia de Venezuela por Hugo Chávez en 1999 parecía no solo estar en retroceso sino haberse detenido en 2016 tras dos derrotas muy graves para el movimiento popular en Nuestra América: el desplazamiento de la Casa Rosada en diciembre de 2015 del Frente para la Victoria, gracias al triunfo electoral de una coalición neoliberal y proimperialista encabezada por Mauricio Macri; y el golpe de Estado mediático-judicial-parlamentario contra la presidenta de Brasil Dilma Rousseff en agosto del año siguiente. El golpe llevó una pandilla de bandidos al Planalto que, como ya había hecho el macrismo en el país rioplatense, inició de inmediato un gobierno para el 1 por ciento: desmantelamiento del andamiaje de defensa de la soberanía nacional y protección social instaurado por los gobiernos del PT, especulación financiera desenfrenada y venta a las transnacionales de los recursos naturales y bienes públicos. Aunque estas fueron las más costosas derrotas para la izquierda en el período analizado, no fueron las únicas. En 2009, un golpe de Estado militar evidentemente orquestado por Estados Unidos derrocó al gobierno del presidente Manuel Zelaya, quien había ingresado a Petrocaribe, a la Alba y promovido una política exterior digna y soberana. Cuatro años después era derribado por un golpe parlamentario-mediático el presidente de Paraguay, Fernando Lugo, notable adherente del progresismo. A esto debe añadirse la artera traición de Lenín Moreno a sus compañeras y compañeros de la Revolución Ciudadana, al pueblo de Ecuador y a su propio discurso desde que se integró al primer gobierno del presidente Rafael Correa hasta que resultó electo a la primera magistratura del país, que impulsó un retroceso al vapor al neoliberalismo y un entreguismo sin precedente a Washington. De la misma manera, la injusta y perversa condena de cárcel al expresidente brasileño Lula da Silva en abril de 2019, maniobra evidente del imperialismo yanqui y la oligarquía local para impedir su segura victoria en la elección presidencial de octubre de ese año. Como resultado, la elección de Jair Bolsonaro constituyó un refuerzo a las posturas ultraderechistas no solo en la región sino en el mundo; y a la profundización de las políticas neoliberales y las actitudes aun más obsecuentes hacia el imperialismo, también traídas a sus países por los nefastos presidentes Sebastián Piñera e Iván Duque.
A consecuencia de este devenir, sufrieron también rudos golpes organismos como Unasur -hoy deshecho- y la Celac -en estado de parálisis- que, nacidos después de 2004, habían logrado dar importantes pasos hacia la unidad, integración y concertación política soberanas de América Latina y el Caribe. A su vez, Petrocaribe y la Alba fueron impactados por las consecuencias de la caída en los precios del petróleo y, sobre todo, del recrudecimiento cada vez mayor de la guerra económica estadounidense contra Venezuela y Cuba.
Pero lo más sobresaliente de este año han sido tres factores de enorme trascendencia y ambos constituyen victorias indiscutibles para las fuerzas revolucionarias y progresistas, además de los ya citados triunfos electorales en México y Argentina. El primero son las grandes protestas populares que recorren el continente desde el primer trimestre del año, que han puesto contra las cuerdas a los gobiernos de varios países de la región, muy especialmente al de Piñera en Chile y al de Uribe-Duque en Colombia. Contrasta la estabilidad y el orden existente en Cuba, Venezuela, Nicaragua y México con la situación de impopularidad de los gobiernos de derecha, prendidos con alfileres y sostenidos fundamentalmente por el apoyo de Estados Unidos. Es un hecho que el neoliberalismo no puede gobernar más al sur del río Bravo sin infringir brutalmente las reglas de la democracia liberal. El segundo factor es la denodada resistencia y batalla por su desarrollo de Cuba y Venezuela, cada una en su circunstancia, contra la implacable y creciente guerra económica de Washington, signada en el caso venezolano por el golpe permanente y por graves hechos de violencia contrarrevolucionaria. El tercero es el relevante papel de los países miembros del Caricom en la defensa de los principios del derecho internacional, como se vio el 19 de diciembre con la paliza a Estados Unidos y a Almagro en la OEA y en otros hechos de este año. El golpe de Estado en Bolivia, la derrota electoral del Frente Amplio de Uruguay y un par de asuntos más quedan para la siguiente entrega. Seguir leyendo IZQUIERDA LATINOCARIBEÑA EN 2019*. ÁNGEL GUERRA CABRERA→
Hasta que se demuestre lo contrario, el mundo gira sobre su propio eje y pasea alrededor del Sol. A lo interno también está en movimiento, ahora mismo se está reordenando.
La Ruta de la Seda promovida por Xi Jinping le da un giro al mapamundi, desde este otro ángulo se ven Asia y el Pacífico. Se trata de un nuevo trayecto comercial, ferroviario y marítimo, que parte de China, pasa por Rusia, Medio Oriente, llega a Europa y se regresa por África. Hacia el otro lado atraviesa el Pacífico y llega a América, pasa por el canal de Panamá, y quizás por el de Nicaragua. Esta nueva ruta toca Oceanía.
El valor total de las inversiones en infraestructura se estima en 3,67 billones de dólares.
La Nueva Ruta no es solo un reordenamiento de los canales comerciales, requerirá también de nuevos sistemas financieros para realizar las compras y ventas de los bienes. Resulta obvio que ni China, mucho menos Rusia, harán depender su proyecto comercial del sistema financiero estadounidense SWIFT basado en el petro-dólar-papel.
No por casualidad, desde 2010 tanto China como Rusia, pero también India, Brasil y Suráfrica, emergiendo como potencias, se unieron y conformaron los Brics. Juntas están impulsando un nuevo sistema de pagos, el Brics Pay.
Es un sistema de compensación que permitirá a estos países realizar sus transacciones financieras, y evidentemente se basará en una moneda distinta al dólar estadounidense: utilizará el petro-yuan-oro.
En este reordenamiento comercial, financiero y monetario, Venezuela está literal y estratégicamente en el centro, no solo geográficamente por ubicarse al norte del sur y al sur del norte, mirando al Mar Caribe, a un paso del Pacífico y a un brinco del Atlántico, sino que tiene la primera reserva probada y certificada de petróleo y también la de oro. O sea, en tierra venezolana yace buena parte del sustento del nuevo sistema comercial y monetario respectivamente. Es la joya de la corona.
Transitemos, sin demora, en la Seda, y solicitemos nuestra incorporación en los Brics. Tenemos mucho que aportar a este nuevo orden mundial pluripolar y multicéntrico. Mientras tanto, a lo interno, movámonos hacia un modelo de justicia social más humano, hacia el Socialismo del siglo XXI.
En 2019, se demostró la falacia que auguraba el fin del “ciclo” progresista en América Latina y el Caribe. Bastaría con citar las rotundas victorias electorales de Andrés Manuel López Obrador en México y Alberto Fernández en Argentina para refutarla. No obstante, la aseveración sobre el fin del ciclo se basaba en hechos reales y muy lamentables, pero a la vez aleccionadores para las fuerzas populares, progresistas y revolucionarias. Después de todo, la irrupción de gobiernos populares iniciada posteriormente al arribo a la presidencia de Venezuela por Hugo Chávez en 1999 parecía no solo estar en retroceso sino haberse detenido en 2016 tras dos derrotas muy graves para el movimiento popular en Nuestra América: el desplazamiento de la Casa Rosada en diciembre de 2015 del Frente para la Victoria, gracias al triunfo electoral de una coalición neoliberal y proimperialista encabezada por Mauricio Macri; y el golpe de Estado mediático-judicial-parlamentario contra la presidenta de Brasil Dilma Rousseff en agosto del año siguiente. El golpe llevó una pandilla de bandidos al Planalto que, como ya había hecho el macrismo en el país rioplatense, inició de inmediato un gobierno para el 1 por ciento: desmantelamiento del andamiaje de defensa de la soberanía nacional y protección social instaurado por los gobiernos del PT, especulación financiera desenfrenada y venta a las transnacionales de los recursos naturales y bienes públicos. Aunque estas fueron las más costosas derrotas para la izquierda en el período analizado, no fueron las únicas. En 2009, un golpe de Estado militar evidentemente orquestado por Estados Unidos derrocó al gobierno del presidente Manuel Zelaya, quien había ingresado a Petrocaribe, a la Alba y promovido una política exterior digna y soberana. Cuatro años después era derribado por un golpe parlamentario-mediático el presidente de Paraguay, Fernando Lugo, notable adherente del progresismo. A esto debe añadirse la artera traición de Lenín Moreno a sus compañeras y compañeros de la Revolución Ciudadana, al pueblo de Ecuador y a su propio discurso desde que se integró al primer gobierno del presidente Rafael Correa hasta que resultó electo a la primera magistratura del país, que impulsó un retroceso al vapor al neoliberalismo y un entreguismo sin precedente a Washington. De la misma manera, la injusta y perversa condena de cárcel al expresidente brasileño Lula da Silva en abril de 2019, maniobra evidente del imperialismo yanqui y la oligarquía local para impedir su segura victoria en la elección presidencial de octubre de ese año. Como resultado, la elección de Jair Bolsonaro constituyó un refuerzo a las posturas ultraderechistas no solo en la región sino en el mundo; y a la profundización de las políticas neoliberales y las actitudes aun más obsecuentes hacia el imperialismo, también traídas a sus países por los nefastos presidentes Sebastián Piñera e Iván Duque.
A consecuencia de este devenir, sufrieron también rudos golpes organismos como Unasur -hoy deshecho- y la Celac -en estado de parálisis- que, nacidos después de 2004, habían logrado dar importantes pasos hacia la unidad, integración y concertación política soberanas de América Latina y el Caribe. A su vez, Petrocaribe y la Alba fueron impactados por las consecuencias de la caída en los precios del petróleo y, sobre todo, del recrudecimiento cada vez mayor de la guerra económica estadounidense contra Venezuela y Cuba.
Pero lo más sobresaliente de este año han sido tres factores de enorme trascendencia y ambos constituyen victorias indiscutibles para las fuerzas revolucionarias y progresistas, además de los ya citados triunfos electorales en México y Argentina. El primero son las grandes protestas populares que recorren el continente desde el primer trimestre del año, que han puesto contra las cuerdas a los gobiernos de varios países de la región, muy especialmente al de Piñera en Chile y al de Uribe-Duque en Ecuador. Contrasta la estabilidad y el orden existente en Cuba, Venezuela, Nicaragua y México con la situación de impopularidad de los gobiernos de derecha, prendidos con alfileres y sostenidos fundamentalmente por el apoyo de Estados Unidos. Es un hecho que el neoliberalismo no puede gobernar más al sur del río Bravo sin infringir brutalmente las reglas de la democracia liberal. El segundo factor es la denodada resistencia y batalla por su desarrollo de Cuba y Venezuela, cada una en su circunstancia, contra la implacable y creciente guerra económica de Washington, signada en el caso venezolano por el golpe permanente y por graves hechos de violencia contrarrevolucionaria. El tercero es el relevante papel de los países miembros del Caricom en la defensa de los principios del derecho internacional, como se vio el 19 de diciembre con la paliza a Estados Unidos y a Almagro en la OEA y en otros hechos de este año. El golpe de Estado en Bolivia, la derrota electoral del Frente Amplio de Uruguay y un par de asuntos más quedan para la siguiente entrega.
Aquiles Nazoa legó a la ciencia una teoría de la pava o mabita. Su nombre deriva -precisa el poeta- de un ave nocturna (la pavita) que abundaba en el Ávila y al sobrevolar una casa con su canto melancólico, empavaba a esa familia. El mal se extendió a personas, cosas y costumbres. Entre estas últimas, Aquiles señala como pavosas calentar el café con una vela o usar una brocha de afeitar para pintar los muebles. Lo pavoso forma parte de la superstición dialéctica y la espiritualidad vernácula. Cuando escribía este mini-ensayo sobre la pava, yo no estaba pensando en la persona en la qué usted justo ahora está pensando. Soy un científico, no un fisgón.
La historia de la política exterior estadounidense en el siglo XX está ligada a Zbigniew Brzezinski, quien dirigió la Trilateral Commission del banquero Rockefeller y asesoró a los presidentes Kennedy y Johnson
«¡Yo creé el terrorismo yihadista y no me arrepiento!» (…) ¿Qué es lo más importante para la historia del mundo? ¿El Talibán o el colapso del imperio soviético?».
Esos fueron cintillos de la prensa internacional sobre declaraciones realizadas en enero de 1998 por Zbigniew Brzezinski, exconsejero de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter, en entrevista al semanario francés Le Nouvel Observateur.
La inspiración antisoviética con que Brzezinski hizo su trabajo parece tener origen en su formación profundamente antisoviética, impregnada por el padre, quien representó a su país, Polonia, en Alemania y la urss durante los convulsos años 30 del siglo xx.
La historia de política exterior estadounidense en el siglo XX está ligada a Zbigniew Brzezinski. Profesor de la Universidad Johns Hopkins antes en Harvard y en Columbia, había dirigido la Trilateral Commission del banquero Rockefeller y había asesorado a los presidentes Kennedy y Johnson.
El polaco fue un gran defensor de la Guerra de Vietnam y en 1966 entró a formar parte del Consejo de Planificación Política del Departamento de Estado. Fue uno de los redactores del discurso «Construcción de puentes», pronunciado por el presidente Lyndon Johnson el 7 de octubre de 1966.
A los 49 años, Brzezinski se convirtió en un influyente asesor de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter y en un decisivo instigador de la Operación Ciclón, basada en la alianza de la cia con los extremistas musulmanes afganos, antes y durante la intervención soviética en Afganistán en la década de 1980.
Esa operación, costeada por más de diez años con alrededor de 40 000 millones de dólares en ayuda militar y logística de todo tipo por EE. UU., según cálculos de diversas fuentes públicas en la red, además de contribuir a la
retirada del Ejército Rojo y la propia desaparición de la urss, desencadenó un funesto legado de miles de muertos en toda la región y la destrucción de países enteros, en una trama que parece no tener fin.
LA TRAMPA
Para los años finales de la década de 1970, en Afganistán se instauró un régimen favorable a cambios socialistas, apoyado por la URSS, pero las autoridades afganas, al intentar infructuosamente quebrar siglos de costumbres medievales, solo lograron concitar una fuerte oposición armada del fundamentalismo religioso que Brzezinski consideró importante sustentar militar y económicamente en julio de 1979, con la puesta en marcha de la Operación Ciclón, aprobada por el presidente Carter antes de la intervención soviética en Afganistán en diciembre de 1979.
Desde entonces, una fuerte campaña mediática presentó la oposición armada del movimiento islamista con el apoyo estadounidense como reacción posterior a la invasión soviética, sin embargo, en 1998, Brzezinski, en la mencionada entrevista, aportó luz sobre el siniestro entramado de la Operación Ciclón.
«No presionamos a los rusos a intervenir, pero incrementamos a propósito la probabilidad de que lo hicieran… Esa operación secreta (Ciclón) fue una idea excelente. Tuvo el efecto de atraer a los soviéticos hacia la trampa afgana… El día en que los soviéticos cruzaron oficialmente la frontera, escribí al presidente Carter: “Ahora tenemos la oportunidad de darle a la Unión Soviética su Guerra de Vietnam”».
La estrategia de enfrentar a la urss en Afganistán tuvo éxito, pero de los vestigios de esa victoria quedaron en Afganistán las bases de miles de combatientes fundamentalistas de donde emergió Al Qaeda, concebido por un espigado joven millonario saudí, llamado Bin Laden, quien en su época resultó uno de los nombrados combatientes por la libertad contra los «infieles soviéticos» que tanto prohijó Brzezinski.
El asesor de origen polaco murió en 2017 a los 89 años y no se arrepintió de las consecuencias de la trágica coalición con los extremistas islámicos, que promovió creyendo que así contribuía a los intereses de su patria adoptiva, a costa de la vida de miles de habitantes inocentes de todo el mundo. Seguir leyendo EL ASESOR POLACO. JORGE WEJEBE→