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PALANTIR, LA EMPRESA MÁS POLÉMICA DEL MUNDO

Palantir es una empresa especializada en la gestión del ‘big data’. Pero no solo. También actúa como uno de los más sofisticados espías y policías del mundo. Propiedad de Peter Thiel, el creador de Paypal, ya se ha infiltrado en la Unión Europea.

Afganistán 2012. Puesto de vigilancia del Ejército de Estados Unidos en Siah Choy. Un aerostato sobrevuela unas veinte aldeas donde se sospecha que se esconden talibanes. Lo llaman el Ojo de Dios y es un globo de vigilancia gigante que opera 24 horas al día. Sus cámaras lo ven y lo registran todo. Qué hacen, con quién hablan y a dónde van los sospechosos. Esos datos se procesan mediante un software desarrollado por Palantir, la empresa más secretista y controvertida creada en Silicon Valley.

‘El ojo de Dios’.  Este es el aerostato que usa Palantir en Afganistán para sus servicios de vigilancia. Sus sensores absorben gran cantidad de datos de lo que ocurre en tierra; luego, sus algoritmos los procesan y determinan quiénes son ‘sospechosos’. Esta tecnología la usan en otros territorios.

Europa, marzo de 2020. La pandemia empieza a hacer estragos cuando Palantir se dirige a varios países europeos con una propuesta tentadora: les ofrece sus servicios para luchar contra el coronavirus, de una forma casi gratuita durante un período de prueba, aunque si se prorroga el acuerdo hay que firmar un contrato millonario. Algunos aceptan; entre ellos, Países Bajos y Grecia. En el caso griego, el primer ministro y la empresa negocian en secreto, al margen del sistema público de contratación. El Servicio Nacional de Salud (NHS) de Reino Unido también empieza a trabajar con Palantir sin informar de las condiciones.

Trabajan para ejércitos y para agencias de espionaje. Su jefe se jacta de haber frustrado grandes atentados: “La civilización descansa sobre nuestros hombros”

¿Cuál es el trato? Palantir ofrece ayuda para hacer un seguimiento de la pandemia a cambio de barra libre a los historiales médicos de los pacientes, un mercado muy lucrativo, al que Apple o Google también intentan hincar el diente desde hace años. El software, aseguraba la empresa, iba a ayudar a los europeos a rastrear el virus y evitar la saturación de los hospitales. No lo hizo, pero ha servido a Palantir de caballo de Troya para introducirse en las instituciones europeas. «Todo apunta a que la propuesta, desinteresada en apariencia, escondía un proceder muy calculado. A cambio de la promesa de mitigar los terribles efectos de la pandemia, Palantir consiguió un amplio acceso a datos sensibles», denuncia el semanario alemán Der Spiegel. La compañía lo niega.

¿Pero qué es Palantir y a qué se dedica en realidad?

El algoritmo de paypal contra el terrorismo

Palantir nació en 2003 por iniciativa del alemán Peter Thiel, uno de los primeros inversores en Facebook y cofundador de PayPal. La idea se le ocurrió poco después de los atentados contra las Torres Gemelas. Las investigaciones revelaron que las autoridades disponían de indicios que señalaban a los futuros terroristas, pero que no habían podido vincular entre sí los datos procedentes de distintas fuentes. A Thiel se le ocurrió que los algoritmos antifraude de PayPal también podrían ayudar a combatir el terrorismo. La start-up obtuvo dos millones de dólares de In-Q-Tel, una empresa de capital riesgo vinculada a la CIA. No es extraño que la CIA figure entre sus primeros clientes. El FBI y la NSA también utilizan sus servicios.

Un Ceo singular
Alex Karp -CEO de Palantir- proviene de una acomodada familia liberal de Estados Unidos. Su padre era pediatra y su madre, una artista afroamericana. Gracias a la herencia de su abuelo se dedicaba a las inversiones en Alemania, a donde había llegado para estudiar, cuando Peter Thiel le propuso dirigir Palantir. Ahora, dice, solo piensa en Palantir, «excepto cuando estoy nadando, meditando o durante la actividad sexual».

En esencia, Palantir ayuda a sus clientes a cribar grandes cantidades de datos. O, como dice su consejero delegado, Alex Karp: «Lo que hacemos es dar solución al problema más difícil de nuestro tiempo». Gestionar el big data es una tarea cada vez más abrumadora. Los servicios de Policía, por ejemplo, disponen de cantidades ingentes de material: expedientes de criminales, chats de Internet, correos electrónicos, metadatos del seguimiento de teléfonos. ¿Cómo detectar las conexiones? Palantir ‘cocina’ toda esa información, fusionándola en una única plataforma.

El Pentágono ya se había percatado del problema en Irak. «En un solo año, las Fuerzas Aéreas habían recogido más imágenes de vídeo que las que una persona podría ver 24 horas al día durante 24 años seguidos», relata la experta Annie Jacobsen. Millones de horas de material captado por aviones y drones; y perfectamente inútil… Hasta que Palantir se ofreció a extraerle un sentido. La tecnología se probó en Afganistán. Y se perfeccionó de tal modo que sucedió algo imprevisto… y muy inquietante. Los ingenieros de Palantir colaboraban con el espionaje militar en una disciplina incipiente denominada ‘análisis del patrón de vida’. «Consiste en establecer la identidad de una persona a partir de sus hábitos acumulados, gran parte de los cuales son captados por la vigilancia aérea». La primera premisa es: «Eres lo que haces», explica Jacobsen. Si haces algo ilegal, eres un delincuente. Pero entonces la nueva metodología posibilitó un enfoque más radical. «Entendiendo el patrón de vida de una persona, los analistas pueden construir modelos de resultados potenciales y anticiparse a lo que puede ocurrir», cuenta Patrick Biltgen, consultor.

Nacía así la cibervigilancia biométrica, también conocida como ‘Policía predictiva’. Aquello fue el punto de inflexión para el éxito de Palantir, aunque el espaldarazo definitivo se lo está dando el avance en la tecnología de reconocimiento facial. En la actualidad, la compañía ofrece dos productos: Gotham para la Policía, agencias de seguridad y Fuerzas Armadas; y Foundry para clientes civiles, «a los que ayuda a tomar mejores decisiones». Los servicios que ofrece son caros (entre diez y cien millones de dólares al año), así que pocos lo pueden pagar. Cuando Palantir salió a Bolsa en septiembre, solo tenía 125 clientes repartidos por todo el mundo; la mayoría, gobiernos (ejércitos, policías, espionaje) y organismos como la ONU, pero también hay grandes corporaciones, como el banco Credit Suisse, la farmacéutica Merck o Ferrari.

Su tecnología es capaz de adivinar si un individuo va a cometer un delito a partir de sus datos. Es la Policía predictiva

Según Alfredas Chmieliauskas, un antiguo empleado: «Palantir es un nuevo tipo de empresa. Ejerce de psicólogo, rabino o sacerdote para los gobernantes del mundo. El software de Palantir es la carne que encarna esa ideología. Con pocas excepciones, los clientes son los Goliats de este mundo. En algún momento fueron los innovadores que idearon servicios que más tarde pasaron a formar parte de la columna vertebral de nuestra sociedad». Lo que Palantir les ofrece es volver a serlo. «Creemos que podemos rejuvenecer, incluso transformar, estas instituciones estancadas bajo la pesada carga de la burocracia y la política de oficina».

Palantir se promociona diciendo que lucha por propagar el bien en el mundo. Se rumorea que Palantir ayudó a localizar a Osama bin Laden, una afirmación que nunca se ha verificado, pero que ha conferido a la empresa una aureola mítica.

Pero fue la Presidencia de Donald Trump la que le reportó a la empresa los contratos más suculentos. Peter Thiel apoyó al expresidente y donó un millón de dólares para su campaña. Tras las elecciones, el nuevo Gobierno no solo le adjudicó dos contratos para luchar contra el coronavirus, sino que también utilizó sus servicios en algunas de sus actuaciones más polémicas, como la labor del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, que separó a las familias de inmigrantes en la frontera con México. «Utilizan el big data como lo haría la Inquisición», denuncian sus críticos.

The New York Times también denunció que Palantir colaboró con Cambridge Analytica en la construcción de los modelos que se utilizaron para hacer los perfiles de 50 millones de usuarios de Facebook con el fin de promocionar a Trump en la campaña de 2016, aunque la empresa sostiene que se trató de la iniciativa personal de un exempleado.

La extraña pareja
Los dos tienen 53 años, son de origen alemán y fueron compañeros de carrera, pero son muy diferentes. Peter Thiel, fundador de Palantir, y Alex Karp, el CEO, forman una extraña pareja profesional. Thiel es un libertario y, como tal, pone al individuo, la empresa y la propiedad privada por encima del Estado y la democracia. Karp se considera a sí mismo «un guerrero progresista». Se conocieron en la Facultad de Derecho de Stanford, que ambos odiaban. Los unió el gusto por el debate político. «Discutíamos como animales salvajes», recuerda Karp.

Palantir tampoco se anda con demasiados escrúpulos, como dejó claro con su participación para implantar sistemas de inteligencia artificial en drones militares. Al principio la adjudicataria fue Google, pero el acuerdo no se prorrogó debido a las protestas de los trabajadores de la tecnológica. Peter Thiel equiparó esos reparos éticos con un delito de alta traición y Alex Karp matiza: «Hemos elegido un bando y sabemos que nuestros socios valoran nuestro compromiso». Y añade: «Construimos nuestra empresa para apoyar a Occidente». Por lo tanto, no hace negocios con China y Rusia. La inteligencia francesa recurrió a Palantir tras los atentados terroristas de noviembre de 2015 en París. Karp afirma que Palantir ha ayudado a frustrar varios atentados, incluidos uno o dos que podrían haber tenido consecuencias políticas sísmicas. «Creo que la civilización occidental ha descansado sobre nuestros hombros un par de veces en los últimos 15 años», declaró a The New York Times Magazine.

La comunidad del anillo
Palantir trasladó el año pasado su sede de Silicon Valley a Denver (en la foto), pero tiene oficinas en una veintena de países. Cuenta con 2439 empleados -la mayoría, brillantes programadores-, con un salario inicial de 7600 dólares al mes. A cambio, se espera de ellos lealtad absoluta. Los empleados se refieren a sí mismos como ‘hobbits’ y están allí para ‘salvar la Comarca’. El nombre, Palantir, evoca las piedras mágicas de El señor de los anillos que permiten ver lo que ocurre en tierras lejanas.

Una amenaza para la soberanía digital europea

Las ansias expansivas de la empresa en plena crisis del coronavirus responden a un motivo claro: su reciente salida a Bolsa. Su valor actual es de 41.000 millones de dólares (33.600 millones de euros). Y factura unos mil millones anuales. Pero nunca ha obtenido beneficios. Palantir prometió a sus inversores un crecimiento de su volumen de negocio para este año. Pero los analistas consideran que es un producto de riesgo.

En Europa crece la preocupación de que Palantir se pueda convertir en una puerta de entrada para los servicios de inteligencia de Estados Unidos. A fin de cuentas, la empresa se encuentra sujeta a las leyes norteamericanas en materia de espionaje y seguridad. Pero lo que más preocupa es el modelo que exporta Palantir, el de la Policía predictiva, la tentación de cruzar todos los datos de esa estela diaria que cada persona deja en la Red. El historial de búsquedas, las noticias que lee, las series que ve, sus compras, viajes, comidas, preferencias sexuales, enfermedades… Por qué no integrarlo todo en una gran carpeta con nuestro nombre, mitad biografía, mitad ficha policial. Una ficha que ya no nos dirá si hemos delinquido, sino si alguna vez -según Palantir…- lo haremos.

Fuente: XL Semanal

JARON LANIER: «EVITO LAS REDES POR LA MISMA RAZÓN QUE EVITÉ LAS DROGAS: ME HACEN MAL»

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Jaron Lanier. GETTY IMAGES

Redacción BBC MUNDO

Jaron Lanier es una de las voces más respetadas del mundo tecnológico, un visionario que ha ayudado a crear nuestro futuro digital. Además de ser un filósofo de internet, es un músico clásico, que tiene una colección de más de mil instrumentos.

A pesar de que luce y se comporta como un hippy, nunca ha usado drogas. Ni siquiera cuando fue amigo de Timothy Leary, el pionero del LSD, quien llamaba a Lanier «el grupo de control» por su constante rectitud química.

Y, a pesar de que ha sido uno de los protagonistas de la historia de Silicon Valley desde sus inicios, es un crítico de su cultura y no muy amigo de las redes sociales.

«Evito las redes por la misma razón que evité las drogas: me parece que me pueden hacer mal».

Lanier es además autor de varios libros, y el más reciente es «The Dawn of the New Everything» o «El amanecer de todo lo nuevo».

LANIER LIBRO 3Su nuevo libro es un híbrido de autobiografía y la historia de la realidad virtual, que él protagoniza.

El título se refiere al momento en el que se puso por primera vez esos cascos con los que te sumerges en el mundo de la realidad virtual, un momento que describe como «transformacional», como «abrir un nuevo plano de experiencia».

Fue uno de los primeros en experimentarlo; de hecho, Lanier es conocido como el padre del realismo virtual, lo que, según dice, «puede ser cierto, aunque es posible que la madre no esté de acuerdo».

Su compañía VPL, formada en 1985, fue pionera en el uso de pantallas montadas en la cabeza para mostrar mundos generados por computadora que engañan al cerebro.

Desde ese primer momento, Lanier reconoció que la realidad virtual tenía dos caras: una «potencia para la belleza» y una «vulnerabilidad a lo espeluznante».

¿En busca de un mundo alternativo?

«El amanecer de todo lo nuevo» es una historia y exploración de la realidad virtual. Pero también es una autobiografía de un hombre cuyos primeros años de vida fueron absurdamente inusuales, marcados por la tragedia, le extravagancia y el peligro.

Su madre era una vienesa que había sobrevivido un campo de concentración y se ganaba la vida cotizando en la bolsa de valores de Nueva York remotamente desde la casa familiar en Nuevo México.

Tras una inesperada ganancia, se compró un auto nuevo del color que Lanier eligió.

Pero el día en que aprobó su examen de conducir, murió en un accidente que fue resultado de lo que después se supo era un fallo mecánico de ese modelo de autos.

«Lloramos durante años», escribe sobre su padre y él. Esa tristeza fue agravada por el antisemitismo y la intimidación de vecinos y compañeros de clase. Un maestro le dijo que su madre «se lo merecía» por ser judía.

Ese niño rechazado llegaría a ser pionero en la invención del que muchos consideran como el dispositivo más efectivo que se haya inventado para investigar qué es realmente un ser humano, y cómo pensamos y sentimos.

Después de que su casa ardió en llamas en un ataque de incendio provocado, se fueron a vivir en una tienda de campaña en el lado estadounidense de la frontera con México, hasta que su padre le sugirió que diseñara una casa para ellos.

«Estaba convencido de que nuestro hogar debería estar hecho de estructuras esféricas similares a las que se encuentran en las plantas», cuenta en el libro.

Recuerda que él hizo modelos con pitillos, su padre obtuvo permiso de las autoridades de planificación y juntos construyeron una edificación con forma de pelota de golf, intersectada por «dos icosaedros, formas de veinte lados» para los dormitorios y «un voladizo… cuidadosamente formado para que señalara ciertos cuerpos astronómicos en ciertos momentos».

El padre de Lanier vivió en esa casa durante 30 años, mucho después de que él se marchara.

¿Qué es realmente la realidad virtual? Según el libro: es la ciencia de la ilusión completa; la extensión de la magia íntima de la infancia más temprana a la adultez; un indicio de cómo sería la vida sin límites.

Un año más tarde, cuando tenía 13 años, Lanier fue a la universidad local a hacer un curso de verano de química. Cuando finalizó, siguió asistiendo a clases hasta que los rectores no tuvieron más remedio que aceptarlo como estudiante universitario.

Aprendió por sí sólo a hacer queso de cabra para venderlo y pagar la matrícula, y cosía su propia ropa, que era más que todo capas. Seguir leyendo JARON LANIER: «EVITO LAS REDES POR LA MISMA RAZÓN QUE EVITÉ LAS DROGAS: ME HACEN MAL»